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A cada gobierno su (o sus) CGT. Esto debe ser así porque el Movimiento Obrero Organizado debe replantearse sus tácticas frente a quienes detenten el poder del Estado. Desde su fundación, en 1930, la Confederación General del Trabajo de la República Argentina sufrió numerosas divisiones, muchas de las cuales culminaron en rupturas formales, y en un caso, incluso en la formación de una nueva central, la CTA (Central de Trabajadores de la Argentina), que también se rompió por la caracterización de los gobiernos populares de Néstor Kirchner y Cristina Fernández. Por eso, las divisiones en el Movimiento Obrero Organizado no son nuevas, sino que obedecen a las discusiones que atraviesan a todo nuestro pueblo.

El experimento oligárquico/liberal que encabezó Mauricio Macri mereció una oposición mayor que la que le presentó la CGT. Recordemos que se trató de una Confederación conducida por un triunvirato que representaba un delicado equilibrio de poder interno, con tres hombres de líneas diferentes (Daer, Acuña y Schmid) que, como caballos atados a una misma soga pero marchando en diferentes direcciones, mal podían conducir a los trabajadores a ningún lado.

Entre dirigentes que no pretendían mellar a Macri -con quien tenían negocios personales o kioscos colectivos-, otros que pretendían dialogar y alguno que no sabía si gritar o patalear, la CGT se vio desbordada por la acción callejera, de la que no quiso, no pudo y no supo ser parte. “Poné la fecha” era la consigna a la que el triunvirato le temía y la posición ante el paro que se hacía cada vez más necesario iba desgranando el poder de una conducción que no conducía.

Mientras tanto, un frente entre los armados más dinámicos iba ganando la calle: la CTA de lxs Trabajadorxs, la Corriente Federal de lxs Trabajadorxs (confederada pero afuera del consejo directivo por decisión), organizaciones PyMEs y Organizaciones Sociales, entre otros que representaban a sectores agredidos por una política de abierta destrucción del entramado productivo nacional, fueron construyendo hitos de resistencia organizada al plan de destrucción concebido por los sectores oligárquicos en coordinación con el liberalismo, ese frente al que alguien con poco tino caracterizó como una “nueva derecha moderna y democrática”.

Estos hitos comenzaron con la movilización convocada por las tres (si, tres) CGT y las dos (si, dos) CTA a fines de abril de 2016, tuvieron su punto cúlmine en la jornada de resistencia a la reforma previsional macrista a fines de 2017 y repercutieron fuertemente en la conducción de la CGT. En principio, a fines de 2018 Schmid (dragado y balizamiento, históricamente ligado al moyanismo) se retira del triunvirato, convirtiéndolo en un binomio con Acuña (Estacioneros, ligado a Barrionuevo) y Daer (Sanidad, parte de los llamados “gordos”). El moyanismo, mientras tanto, seguía afilando sus facas desde afuera del CD con sus alianzas de vieja data.

Pablo Moyano, Secretario General Adjunto de Camioneros, era un eje vertebrador de varios proyectos: se encolumnan detrás suyo la CFT, la CTA-T, organizaciones sociales y políticas, un amplio entramado que ganaba la calle con gran potencia y cada vez mayor efectividad. La conformación del Frente Sindical para el Modelo Nacional (Corriente Federal de Trabajadores junto a SMATA, Camioneros, Canillitas entre otros gremios) con su programa debió ser la plataforma para conquistar el palacio de invierno que eran las oficinas de Azopardo 826, sede central de la organización obrera. Sin embargo, nada de eso ocurrió.

La resistencia al desembarco del moyanismo (que estaba claro que era sin concesiones al sector de los gordos) fue tenaz y resultó en la inacción de la CGT y su abroquelamiento detrás del binomio, a la vez que el frente que se articuló para oponérsele también se consolidó, con proyectos, incluso, de reunificación de la CGT con gremios que se habían retirado de la confederación en los ‘90 para formar la CTA.

Mientras la situación de la disputa por la jefatura de la confederación seguía abierta y gran parte de los contendientes se encontraban en otro ámbito: la articulación de un frente político para ganar las elecciones. La foto de Daer, Yasky (CTA-T, CTERA), Moyano, Palazzo (CGT-CFT, Bancarios) en el diseño de las políticas de lo que luego iba a ser el Frente de Todos fue tan habitual como los dardos que se tiraban de uno y otro lado de la trinchera sindical.

Ese frente ganó las elecciones y su existencia sin dudas le debe mucho a esa acción conjunta de adversarios sindicales, así como a un Rodríguez Saá que gritó hay 2019, cuando la política pensaba temerosa en un 2023 como frontera posible y, por supuesto, a una Cristina Fernández que supo ser paciente y articular poco a poco y proponerle a su pueblo una fórmula electoral que pateó el tablero.

Hoy, ante una situación nacional catastrófica que nos dejó el experimento macrista, una situación internacional adversa y, para más inri, una pandemia que nadie pudo prever, algunos dirigentes están volviendo a alzar banderas de batalla. El macrismo tuvo su CGT. ¿Puede ser esa misma CGT la del gobierno de Alberto Fernández? ¿Debe ser esa misma CGT?

La conducción de la confederación participó el 21 de julio de una reunión vía zoom con la AEA (Asociación Empresaria Argentina) que agrupa a los principales empresarios de origen argentino (ojo, de origen argentino no significa nacionales). De esa reunión salió un documento en el que la CGT hace suyos los reclamos de baja de impuestos y otros que no tienen nada que ver con los reclamos de los y las laburantes, así como una referencia a “décadas de una muy mala performance económica”.

El acuerdo mereció amplias críticas del armado opositor al binomio dentro y fuera de la confederación. La CFT ya dió un puntapié inicial en la discusión al presentar un pedido de plenario de secretarios generales. Esto fue sin dudas una de varias acciones, coordinadas y no, que ponen una discusión que se está evitando sobre la mesa: ¿El peronismo kirchnerista está siendo justipreciado en las instituciones gremiales?

Uno de los que tiró el guante sobre la mesa fue el diputado Máximo Kirchner, que le preguntó al binomio de (no)conducción sobre las décadas de malaria del documento. “Si vamos por ahí vamos a estar en un error, yo le preguntaría, por ejemplo, a Héctor Daer que me diga cuántos afiliados tenía el 25 de mayo de 2003, cuántos afiliados tenía el 10 de diciembre de 2015 y cuántos tenía el 10 de diciembre de 2019. O le preguntaría también a los otros gremios cuántos afiliados tenían y ahí vemos realmente si es tantas décadas”, disparó desde su banca el jefe del bloque del Frente de Todos.

El documento y las respuestas que mereció, significaron un tembladeral y el avivamiento de un fuego que venía ardiendo bajito, por lo menos desde que se depusieron armas para entrar en modo campaña electoral en 2019. Recordemos que tanto las dos CTA como la CGT con todas sus ramas internas se encontraron armando el Frente de Todos.

Como se viene sosteniendo, Moyano (Hugo y Pablo) es el emergente de un abroquelamiento sindical y político con mucho poder de fuego propio y un arco de alianzas que excede a la CGT. Este armado tiene que ver con alianzas históricas que vienen desde que en los ’90 se encontraran dando muchas de las mejores peleas contra el menemismo, y abarca a la CFT, la CTA T y un abanico de organizaciones sociales y políticas, PyMEs, profesionales y demás.

El último jalón de esta ofensiva lo pudimos ver en el encuentro de la Juventud Sindical, en el que Pablo Moyano cierra con críticas abiertas al binomio, y en el documento que esta organización hizo público el 13 de agosto (Día Internacional de la Juventud) y que contara con el aval de la Juventud Trabajadora de la CTA, la Juventud de la CFT y la JUP.

Vale la pena resaltar algunos de sus párrafos: “Los trabajadores/as resistimos en la calle la embestida del saqueo. Contuvimos la desmoralización de nuestros pares. Duplicamos las horas de militancia para que nuestras voces se escuchen y nuestros derechos se sostengan intactos. Robustecimos la organización para estar en todos aquellos lugares donde el estado abandonó su rol” (…) “El movimiento obrero organizado con los principios y valores rectores constituidos en los congresos de La Falda, Huerta Grande, y la CGT de los Argentinos se mantiene como punta de lanza para el proceso de lucha” (…) “Hoy estamos frente a una gran oportunidad de crecer recuperando las instituciones libres del pueblo, fortaleciendo la comunidad organizada donde la armonía sea la que reine. Producción y trabajo deben ir de la mano”.

Y cierra con un claro llamado al teléfono del binomio: “Soñamos con una CGT participativa, propositiva y con la mística revolucionaria que la Capitana Evita nos dejó como legado. Las nuevas generaciones de dirigentes sindicales marcan con fuerza, solidaridad, organización e inteligencia, la necesidad de caminar junto a sus pares, haciéndose cargo del momento histórico que les toca conducir”.

Para algunos de estos dirigentes, el gobierno de Alberto necesita una CGT que marque caminos de confrontación y los banque para pensar en otro modelo de integración nacional. Cosa que, al menos desde este espacio, se comparte.

Gabriel Kudric
Gabriel Kudric

Padre de tres, militante, nacionalista, convencido de que al mundo le damos forma con nuestras manos. Gozosamente absorbido por la música, el cine, la ciencia ficción, los juegos de mesa y lo geek en general.

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