Crisis institucional en Moldavia

Crisis institucional en Moldavia

TIEMPO DE LECTURA: 5 min.

Por Nicolás De La Iglesia*

Moldavia se encuentra en Europa oriental, limita al oeste con Rumania y al norte, sur y este con Ucrania con el que comparte el podio por el país más pobre del continente. Es un país sin litoral a pesar de estar a 40 km del mar Negro, y su importancia geopolítica iguala sus condiciones económicas.

Sin embargo se puede tomar como punto paradigmático para analizar ciertos procesos de la vida política de Nuestra América. Desde su salida de la Unión Soviética en el año 91’ la vida política de Moldavia estuvo repleta de escándalos y corrupción. Fue desde un primer momento la oligarquía del país la que llevo las riendas de estas actividades, llegando a controlar todo el aparato estatal.

En estos últimos años, detrás de la viciada vida política del país, estuvo el magnate y dirigente del Partido Demócrata, Vlad Plahotniuc. Un villano digno de una película, que siendo la persona más rica del país, fue acusado no sólo de llevar a cabo actividades delictivas sino también de presionar a distintos partidos políticos.

¿Porque fue noticia estas últimas semanas un pequeño país sin peso político? (hecho discutible ya que dentro de la zona de influencia rusa no hay países sin importancia para el imperio norteamericano) A fines de febrero se dieron las elecciones parlamentarias. Los tres partidos más importantes sacaron -más o menos- la misma cantidad de votos. Por un lado el Partido Democrático con 30 escaños, la coalición ACUM 26 y el Partido Socialista 35. Es necesario rescatar que los primeros dos son pro europeístas y el último es pro ruso.

Ahora bien, la lógica indicaría que los dos partidos europeístas se unirían para formaran gobierno. Sin embargo los del ACUM patearon el tablero y dijeron que no querían aliarse con los responsables de los problemas económicos, la miseria y el éxodo masivo de la población. La otra alternativa era formar gobierno con el Partido Socialista que se encuentra en las antípodas de su posicionamiento político.

Las negociaciones duraron meses y parecía que no iban a conducir a ningún lado. El 7 de junio el tribunal constitucional emitió un fallo en el que obligaba a las partes a formar gobierno antes del día 8, de lo contrario el presidente debía disolver el parlamento y llamar a nuevas elecciones. Con esa amenaza sobre la mesa los partidos ponen fin a las discusiones y forman gobierno. Quedando como presidente Igor Dondon, un hombre del Partido Socialista, y como primera ministra, la pro europea, Maia Sandu.

El parlamento aprobó la candidatura y al nuevo gobierno, al mismo tiempo que hizo una fuerte denuncia. Proclamaron que Moldavia era un estado capturado en el que todos los organismos públicos se encontraban bajo control del Plahotniuc, incluido el Tribunal Constitucional. Se ve que tan errados no estaban ya que el día 9 del mismo mes, el mismo tribunal que había sido denunciado por estar dentro de los bolsillos del magnate, decide dejar sin efecto legal las decisiones del parlamento. A su vez suspende al presidente y nombra al ex primer ministro, Pavel Filip, quien se dice pertenece al entorno íntimo de nuestro villano. Filip disuelve el parlamento y convoca a elecciones para el mes de septiembre.

A partir de entonces todo fue un caos en la vida política moldava. Por un lado Igor Dondon no quería dar el brazo a torcer y solicitaba públicamente al pueblo que saliera a las calles en su respaldo y llamaba al ejército a reconocerlos como gobierno legitimo. Por otro lado Filip buscaba aliados, en un primer momento (incluso antes de la sorpresiva alianza entre el ACUM y el PS) busco congraciarse con Rusia sin tener éxito. Después del revés parlamentario, caídos en una desesperación absoluta al no tener nadie que los respaldara, mudaron la embajada de Moldavia en Israel (de Tel Aviv a Jerusalén) con la esperanza de conseguir el apoyo de Trump, o de Benjamin Netanyahu en su defecto. Esta movida resulto demasiado evidente y tampoco logro su cometido.

La tensión fue escalando en un país que tenía dos presidentes. Sin embargo, no había nadie en la comunidad internacional que apoyara al PD. Es más, Estados Unidos, la Unión Europea y Rusia apoyaban a la coalición. Que estas potencias (enfrentadas entre ellas) se pongan de acuerdo es un hecho que se ha visto muy pocas veces en estos últimos años.

El 14 de junio el usurpador Filip presenta su renuncia, disuelve su gobierno y reconoce a la alianza como gobernantes del país. Mientras tanto los principales dirigentes del partido se subían a sus aviones privados, incluido Plahotniuc, y huían despavoridos. Quedaba la extraña alianza entre pro europeos y pro rusos al frente de un país devastado por una oligarquía despiadada, propia del sistema capitalista.

Maia Sandu, designada primera ministra del Gobierno de coalición europeista y pro-ruso (REUTERS )

Hay varias cuestiones para rescatar de la experiencia moldava: en primera instancia hay veces que es necesario sentarse en la mesa con personas que están lejos de compartir nuestras visiones. Cuando hay un enemigo en común no hay otra alternativa que crear un consenso para poder sacar a quienes venden al país al mejor postor. Esto puede no resultar simpático para los que idealizan a la política y hablan de ella dentro del binarismo bueno-malo. A veces, en política se requiere crear consensos y buscar la unidad hasta que duela. Todo sea por alcanzar un país soberano en donde el pueblo pueda hacer oír sus demandas.


* Periodista especializado en temas internacionales, columnista de la sección “Europa” del programa Marcha de Gigantes (AM 1390 Radio Universidad Nacional de La Plata) y redactor de Revista Trinchera.
María Pía López: “El aporte de los feminismos es poner en escena que ninguna vida es desechable”

María Pía López: “El aporte de los feminismos es poner en escena que ninguna vida es desechable”

TIEMPO DE LECTURA: 7 min.

Dialogamos con la socióloga, educadora, escritora, militante feminista del colectivo -Ni una menos-, María Pía López, sobre la publicación de su último trabajo (Apuntes para la militancia – Feminismos, promesas y combates) y sobre el feminismo en el contexto actual de nuestro país.


Hay una idea que aparece en variadas oportunidades en el libro y que tiene que ver con los feminismos populares. Hablas de feminismos en plural ¿Porqué propones pensar al feminismo desde esta pluralidad? 

Porque creo que llamamos feminismo a un campo de disputas. Combates donde hay articulaciones muy diferentes con otros temas, núcleos, valores que se ponen en juego en la vida social. 

Hay feminismos vinculado a distintas experiencias partidarias y cuando uso el plural es para señalar que hay un campo de disputa. Puede haber una confluencia en tanto haya capacidad e intención política de instancias de articulación transversal, pero eso no siempre ocurre.

Esa transversalidad y la autonomía son condiciones para que esos feminismos sigan siendo plurales, y al mismo tiempo, no adversos entre sí. El uso de la idea de popular o feminismos populares es fundamentalmente para producir una diferencia, con respecto a un tipo de feminismo que tiene cierta presencia en la vida política argentina: el feminismo liberal. 

¿Propones una contra postura a ese feminismo más “blanco” si se quiere? 

En realidad es un feminismo que se articula con un programa de gobernabilidad más liberal o neoliberal, que tiene que ver con convertir, que es imposible porque se convierte. Se traduce el feminismo como un conjunto o una agenda que es muy escueta, que puede incluso llevar hasta aborto, puede enunciarse contra la violencia de género, puede pedir paridad o puede pedir discutir el techo cristal en carreras profesionales. Pero todo eso puede ser articulado, incluso con el FMI para decirlo muy violentamente.

Frente a esos tipos de feminismos que yo llamo más liberales. Es un feminismo más de clase (clase media) que no produce articulaciones con los sectores populares y que tampoco considera a fondo el problema de la desigualdad social, cuando no sólo es producto de las relaciones de género. 

¿Quiénes son les sujetes polítiques del feminismo popular? 

Esos feminismos de los cuales somos parte se fueron amasando en los últimos años, en principio, como una instancia muy masiva. Se fue construyendo un sujeto político que tiene una heterogeneidad constitutiva, que es de cuerpos, de experiencias y de posibilidades de afectos. Donde hay mujeres, pero también hay trans, travestis, lesbianas y esa multiplicidad está muy viva, Pero que también se frustra en esos feminismos y eso en la calle se ve muy claramente con otras disidencias, con disidencias con respecto a la norma corporal, con experiencias de la vida de la producción de lo común en los barrios populares. Me parece que ahí, está presente toda la tradición de las compañeras que militan en barrios y comedores, que provienen de los movimientos de desocupados. Y también la cuestión me parece que es lo que está emergiendo en relación a la discusión del Encuentro Plurinacional de este año, que es con el tipo de intersección que necesariamente debe producirse con las compañeras indígenas y afrodescendientes. 

Foto: Soledad Gryciuk para Revista Atletas

¿Qué fue lo que logro hasta ahora, o que históricamente ha ido logrando el debate feminista en Argentina? Cuando digo debate, no quiero decir solamente en una cuestión de movimiento feminista, sino un debate instalado en donde la sociedad argentina realmente puede charlar sobre el tema, debatir ideas y llegar a una transformación. 

Creo que es muy impresionante el efecto que tiene eso que llamas el debate o ese estado de la conversación y de la apertura. Y ese efecto lo vivimos más directamente, en términos de transformaciones en las cuestiones de vida, de la expansión clara y notable de los horizontes de libertad para las vidas de distintas personas.

Esto se ve muy rotundamente en términos generacionales, porque les mas jóvenes ya tienen, en muchos casos, otra relación con el patrón heteronormativo. El género ya no está asociado al sexo. Hubo muchas transformaciones de curso que ponen en ese estado de debate, estado de conversación, en condiciones de una fuerte materialidad, que es la de producir nuevas formas de vida.

La segunda cosa que creo que se ha podido instalar una idea de la vida, como vida autónoma, vinculada al deseo y eso tuvo que ver fundamentalmente con la pelea de la campaña por la Legalización del Aborto. También que se pudo poner en el centro la idea, y eso con las movilizaciones de Ni Una Menos, se cambió muy brutalmente el umbral de tolerancia, de la violencia y la humillación ¿no? 

Hasta hace unos años parecía naturalizadas, relativamente aceptadas, etc. Ahora son directamente inaceptables y condenables socialmente. Todo eso es producto de este estado de debate social.

¿Cuáles crees que son los principales aportes del feminismo popular al momento actual que vive la Argentina? Al ser un año electoral ¿Cuál crees que es el papel que tenemos o que tendríamos las militancias feministas?

Con respecto a la primera pregunta, creo que hay un aporte muy relevante que es haber colocado en el centro la discusión sobre el trabajo y lo que eso produjo alrededor de la construcción de la herramienta de la huelga o del paro. Al poner en el centro la cuestión del trabajo se fue mostrando que hacemos trabajo asalariado, pero también muchas compañeras hacen trabajo en la economía popular o informal y también hacemos trabajo doméstico (que resulta impago), y todo eso de algún modo implica condiciones de explotación y de apropiación. O sea que todo eso que no nos pagan en algún lado está.

Haber colocado la cuestión del trabajo en el debate es una cuestión central. A partir de poder recolocar la cuestión del trabajo y que significa el trabajo doméstico, que significa el trabajo impago, también nos permite poder discutir, por ejemplo, el fin de la moratoria previsional y del cambio de las leyes jubilatorias.

Los feminismos populares producen una serie de argumentos, de intervenciones, de posibilidades para discutir lo que es una estrategia de gobierno neoliberal que es excluyente y absolutamente cruel respecto de las vidas. 

Lo que aportan esos feminismos es poner en escena el afirmar que ninguna vida es desechable, que todas las vidas deben ser tomadas en cuenta y que todas las vidas son valiosas. 

Con respecto a la cuestión electoral, es un escenario muy difícil, pero, fundamentalmente, lo que producimos desde los feminismos es la capacidad de construir un modo de confrontar con el neoliberalismo, que es un modo absolutamente material.

Cuando decimos que creamos condiciones, redes, formas cooperativas, formas de articulación y de producción de lo común, muestran que muchas de las cuestiones que nos atraviesas (desde el problema de la escolaridad, de la salud y alimentación, la falta de trabajo), no son cuestiones a ser resueltas sólo términos individuales. En muchos lugares y barrios pasa que se construyen redes feministas para tratar estos temas, mostrando que así como las causas de los temas son sociales, las formas de resolverlo lo son.

Foto: Cristina Fernández de Kirchner

Retomando la cuestión de que es un año electoral y que seguramente va a ser una disputa muy reñida, que puede tener de todo y que la consigna de unidad (por lo menos del campo nacional y popular) es bastante amplia y que incluso incluye a sectores que se opusieron a la legalización del aborto. ¿Cuál crees que puede llegar a ser el aporte del feminismo en el próximo gobierno, en la disputa hacia lo interno del gobierno, en caso de que gane la formula Fernández- Fernández?

Si continúa el macrismo, ya se ha demostrado es la capacidad de confrontación callejera y la dificultad que tienen para responder a esa movilización, con algo que no sea maquillaje. Medidas que no sean sólo una puestas en escena. Incluso el nombramiento de una feminista en el Consejo Nacional de la Mujer no tuvo efecto más concreto que eso. Se respondió a todas nuestras movilizaciones de ese modo. 

Me parece que otra forma de sesgar nuestra agenda es convertirlo en una cosa chiquitita y no aceptar la discusión de fondo que venimos planteando contra el neoliberalismo en su conjunto.

La discusión más interesante se abre si el gobierno que surge de las elecciones de octubre es un gobierno más afín, más democrático, que surja planteando la cuestión de los derechos, que sería asociado a la formula Fernández-Fernández.

Para los feminismos se abriría una cuestión muy interesante porque lo mejor que le podemos hacer a ese gobierno es construir una fuerza autónoma y capaz de exigir. Los sectores que hacen lobby, los fundamentalismos religiosos, los grupos hegemónicos comunicacionales, los grupos empresarios, siempre están organizados para generar situaciones adversas al campo de la ampliación de derechos.

¿Con que se contrapone eso? ¿Cómo se abren las posibilidades para un gobierno, para que haga otra cosa, que no sea que le piden los sectores dominantes? Con un movimiento popular existente, fuerte, organizado, autónomo. En ese sentido lo que es deseable en los próximos meses, que es el triunfo de la formula Fernández-Fernández y a la vez un feminismo que pueda mantenerse como un feminismo autónomo y poderoso frente a este triunfo.

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