Tokio 2021: la cita olímpica para la igualdad en el deporte

Tokio 2021: la cita olímpica para la igualdad en el deporte

TIEMPO DE LECTURA: 5 min.

POR EDUARD PAZ*

El pasado 23 de junio se festejó el Día Olímpico, fecha en la que fue fundado el Comité Olímpico Internacional (COI) en 1894. Desde entonces, ha tenido que trabajar y ser de ejemplo para la sociedad en muchos aspectos, siendo uno de los más importante, la búsqueda de la igualdad.

Indudable es el prestigio que da competir en unos Juegos Olímpicos y ser visto por cientos de millones de personas en todo el mundo. Por eso, siendo Tokio la próxima cita olímpica, se buscará abrir vías para que deportistas trans puedan competir en distintas disciplinas.

Si bien se dice que los planes del Comité Olímpico Internacional apuntan en esta línea, en el último tiempo estos han tratado de endurecer las directrices para les atletas trans antes de los Juegos Olímpicos de Tokio 2021.

Discrepancias entre los científicos

La problemática se origina en la participación de mujeres trans en competiciones femeninas debido a que en algunos casos la diferencia física es notable. La misma se ha visto reflejada en competiciones de lucha, levantamiento de pesas, natación o ciclismo, y así lo han denunciado varies deportistas.

Desde un principio, el COI buscó que el grupo de científicos que lo asesora emitiera una recomendación para reducir los niveles de testosterona en las personas de sexo biológico masculino que iban a participar en competiciones femenina, dado que la mayoría de las desigualdades deportivas se generaba en este punto.

Les que apoyan la medida de les deportistas tran han argumentado durante mucho tiempo que las regulaciones actuales establecidas en 2015 han limitado el número de atletas que pueden participar en los juegos a nivel de élite y olímpico. Esto ha ayudado a nivelar las competencias.

¿Pero qué dice el reglamento actual? Básicamente, se permite a las mujeres trans competir en la medida en que pudieran “demostra que su nivel total de testosterona en suero ha estado por debajo de los 10 nanomoles/L durante al menos 12 meses”.

Les científiques consultades por el Comité Olímpico argumentan que reducir los niveles de testosterona permitidos hasta los 5 nanomoles por litro, brindará un compromiso razonable entre inclusión y equidad. Esto ayudaría de gran manera a que más deportistas trans puedan competir en los deportes de categoría femenina. Por otro parte, algunes científiques no estuvieron de acuerdo con los planteos y argumentaron que la supresión de testosterona para las mujeres trans tiene poco efecto en la reducción de la fuerza muscular, incluso después de un año de tratamiento.

Aquellos que se encuentran en contra de esta decisión han dicho que los niveles de testosterona femenina tienden a oscilar entre 0,12 y 1,79 nmol/l, mientras que los masculinos se encuentran típicamente entre 7,7 y 29,4 nmol/l.

Posicionamiento de les deportistas

Muchas personas defienden que deportistas transexuales no pueden competir en una categoría que no sea la de su sexo de nacimiento. Ven, en este sentido, una ventaja competitiva derivada de un físico diferente.
Pero en el deporte de hoy, no solo se es deportista por las cualidades físicas, sino que también se tienen en cuenta otros aspectos como la fortaleza mental, el talento y por tanto, el ingenio para responder a determinadas circunstancias, por nombrar algunas.

Martina Navratilova, ex-tenista y ganadora de 18 Grand Slams, calificó de “tramposa” la participación de mujeres trans en competiciones femeninas. Según ella, “son hombres que decidieron ser mujeres” y alegar su participación en torneos femeninos es “insano, tramposo e injusto para mujeres, que pasan a competir contra personas que, biológicamente, siguen siendo hombres”.

A su vez, Tamsyn Lewis, atleta australiana, señaló que “el aporte de testosterona hace que la estructura ósea sea diferente: tienen más fuerza en la parte superior del cuerpo, lo que genera más capacidad pulmonar y un corazón más grande”.

Las opresiones a deportistas trans son comunes cada vez que se discute al respecto, pero nadie habla de sus derechos, ni del esfuerzo que deben hacer para poder cometir. Sin ir más lejos, someterse a las regulaciones de testosterona para poder participar conlleva un gran dolor y obligarles a presentar estudios todos los meses, no hace más que seguir oprimiéndoles.

En este último tiempo el conflicto fue en aumento por la cercanía de Tokio 2021. Dos son los nombres que acaparan las miradas por la posibilidad de poder competir y también por su excelente nivel en sus respectivas disciplinas: Tiffany Abreu y Laurel Hubbard.

Tifanny Abreu, jugadora de voleibol que compitió como Rodrigo Abreu hasta 2012, podría formar parte del equipo femenino de Brasil en los Juegos Olímpicos si el DT de dicha selección la convoca. Por otro lado es más probable que Laurel Hubbard pueda competir en levantamiento de pesas, ya que depende de ella su presencia en Tokio

En un comunicado, el COI afirmó que “reconoce la complejidad de estas cuestiones, que plantean tensiones entre la inclusión, la equidad y la seguridad, y que también se preocupa por garantizar la igualdad de las mujeres y su empoderamiento en el deporte”. Luego de esto, se confirmó que el Comité ha parado las discusiones porque el tema es muy divisivo, y es probable que no haya un consenso final.

El proceso de decisión respecto de si mujeres trans van a poder competir en Tokio está siendo en estos momentos dirigido por la Comisión Médica y Científica del COI, con aportes de la Comisión de Atletas y la de la Mujer y el Deporte de dicho organismo. Llegar a una conclusión final será un trabajo arduo y en equipo.

Las partes interesadas, junto con los expertos médicos, legales y de derechos humanos, también tendrán voz en el proceso. En este sentido, se busca alentar a las federaciones deportivas a crear políticas individuales sobre les atletas trans. Pero si el COI no toma la iniciativa, estos órganos rectores pueden no estar dispuestos a hacerlo.

Tokio es una incertidumbre no solo porque aún nadie sabe qué le depara al mundo luego de la pandemia, sino porque en caso de que la decisión sea positiva, tampoco se sabe cómo será el protocolo para la inclusión de deportistas no binaries. De cualquier manera, estamos frente a una discusión histórica, que podría culminar en un avance gigante hacia la igualdad.


* Sureño instalado en la ciudad de las diagonales. Fiel pensante de que lo político y 
lo deportivo van de la mano. Apasionado y siempre al servicio de la comunicación del
pueblo y su deporte. 
Me llamo Marta; pero se escribe Lucas Gabriel

Me llamo Marta; pero se escribe Lucas Gabriel

TIEMPO DE LECTURA: 10 min.

Por Jorgelina Urra*

Lucas Gabriel

Es el mayor de cuatro hermanos. Alto y flaco, de piel tigreña. Y un cabello de oscuros y diminutos rulos. Sus gruesos labios son el foco de atención y los que dan a entender la significancia de su alias. Tiene una voz tenor, limpia, varonil y ligeramente desenvuelta, directamente proporcional a su modo de gesticular. Observan entretenidos unos ojos negros y de un brillo particular. Y unas cejas en constante movimiento, articulando con cada pensamiento.

Tuvo miedo, fue errátil. El colegio con sus voces incitantes lo marcaron. Soportaba en silencio. “Los meses que venía el boletín era como un sufrimiento para mí. Y como no me iba bien, no me dejaban hacer nada de lo que a mí me gustaba, como teatro.” Pudo sentir el rechazo con olor a burla en las palabras de su padre. “Mi papá es muy machista, siempre dijo que si tenía un hijo gay lo mataría”.
Quería gritar y no podía.

“Llegue a estar al límite de decir todo y ahí fue cuando empecé. ¿Cómo le decía a mi familia?”.  Transformó el grito; en arte. Lo maquilló con el set de la madre. Revolvió el placard de la hermana y lo vistió. Salió a escondidas y le compró zapatos.

Le puso una peluca.

El grito se llamó Marta. El grito era Lucas dentro de un cuerpo; queriendo salir. Los shows para la familia lo fueron liberando, pero no del todo.

Las sospechas se volvieron tema de conversación en las cenas familiares, y presionado gritó por primera vez… “¡NO! Porque tengo novia”.

Unas semanas antes se declaraba en un papel. “Yo había escrito una carta, me quería ir de mi casa porque ya estaba mal y ahí contaba lo que era, la guarde en un cajón porque bueno… ya había cambiado el mundo”.

La hermana de la amiga de su hermana, era esa novia inventada y revelada con la que aún no había pasado nada, pero pasaría.

Bastó aceptar una invitación a salir para comenzar con una relación de idas y vueltas y un amor vacío de satisfacción, pero amor al fin.“Estuvimos un año, en el que peleábamos todo el tiempo (porque éramos dos mujeres), pero ella no sabía nada”.

“La quería a Fernanda, la llegue a amar…  sentía algo. No era su culpa que yo fuera así.”
La mañana del 14 de febrero Lucas estaba festejando el cumpleaños de su hermana.

Sonó el teléfono. Era Fernanda. El creyó que era para saludarlo o quizá para arreglar una salida juntos. Pero la voz de Fernanda indicaba otra cosa y Lucas recibió la noticia, sería papá.

***

La familia perfecta

Maduró de golpe. Ya no iba a la escuela, no salía, no vivía como alguien de su edad. Pasó de ser un adolescente que buscaba su identidad, a ser un padre de familia. Llevaba en la conciencia la carga emocional que provocaba la mala relación que tenía con su padre.

Decidió vivir con Fernanda; en familia.

Ella tenía una amiga en Brandsen; su marido trabajaba en una granja. Lucas comenzó a trabajar ahí.

Alquilaron una casa cerca de Brandsen, donde la inquilina anterior había tenido una peluquería. Tenía dos habitaciones; una para Laureano (su hijo), y otra para ellos. Un baño. Un living que daba acceso a una cocina reducida. Esta tenía conexión con el lavadero; y el lavadero con un comedor, que daba la impresión de que en otro tiempo había sido garaje. En el comedor se situaba una puerta que daba salida al patio. Ahí se hallaba un baño, separado de la casa, y cerca de ese baño, una habitación.

Lucas quedó fascinado con esa habitación, en ella encontró ruleros, un espejo, un placard que enseguida convirtió en estantes para  colocar dos pelucas nuevas. Las cuidaba como se cuidan los objetos con valor emocional. Un rollo de tela blanca que había encontrado en el trabajo, le daba forma a dos paneles de iluminación para fotos. De a poco fue apropiando ese lugar y se lo dedicó a Marta.

Se levantaba a las 7 am. Desayunaba algo hecho por Fernanda y se iba a trabajar al criadero hasta las 7 pm. De regreso iba por las compras para la cena y el almuerzo del día siguiente. Jugaba con el nene. Veían tv en el sillón; tomaban mates. Cenaban y se iban a dormir. Los días pasaban.

Era la vida que había que tener para criar un hijo (según su padre), porque así (se supone), es tener una vida “normal”. Fernanda desconfiaba, no sabía bien de qué o quién. Entendía que Marta era el personaje que Lucas había creado por amor al arte, a la expresión, y lo aceptaba. “Vestirme de mujer era chocante pero como sabían que lo hacía desde el teatro… zafaba”.  Pero la imaginación le jugo sucio y lo celaba. Creyó que era por otra mujer. Las peleas empezaron, ella pedía respuestas. Esas respuestas estaban más allá de un “ “o un “no”. Él aun no había encontrado la forma de explicarlo, ni tampoco sabía lo que sentía o de que se trataba aquello que su cuerpo expresaba, la moral impuesta había retrasado esa definición. 

Un día, ella le levantó la mano… vacía de cariño. Y Él, correspondió a ese gesto… vacío de cariño…
Ese mundo creado inconscientemente donde no había ventanas para escapar, sino cuartos donde encerrarse. Tal vez a reflexionar… mientras peinaba una peluca. O quizá, a inventar otra vida; a Lucas no le gustaba. Así que tomo la historia escrita y olvidada en un cajón, y la narró en primera persona para sí.

La relación había llegado al desenlace.
“Yo sé que Laureano se va a criar con otro mundo, otra mentalidad”.

***

La liberación

Llegó Gonzalo a la vida de Lucas tras la separación. Su mamá comenzó a sospechar, él le daba razones.
Un día decidió ir y contarle lo que sentía. Ella lo miró y dijo:
– Sí, ya se. No me digas nada.

– Si mamá, es mi novio.
Ella se quebró y rompió en llanto.
– Ya sabía, desde el principio, tu abuela me lo dijo.
“A partir de ese momento me solté.”

***

La segunda separación

Fernanda se enteró a través de Facebook, a pesar de estar bloqueada para Lucas. Y le impidió ver a Laureano. Durante dos meses.

Abogada de por medio consiguió poder pelear por verlo. Durante la audiencia el Juez le preguntó a Fernanda si el nene, al ver a Lucas, podía reconocerlo. Ella dijo “no”.

El Juez decidió que sería un solo día a la semana.

La mentira no podía comprobarse, Laureano era demasiado pequeño para dar una respuesta.
Después de esos dos meses lo fue a buscar, acompañado de la abogada. Al abrir la puerta…

– ¡Papá! Gritó Laureano abriendo los brazos.

Lucas conmovido, se sintió completo. Con el alma llena.
“Mi hijo me abrió un montón de puertas, en lo personal, me demostró que no te impide nada”.

***

“Mi cuerpo
no es
la visión distorsionada
de Tú
pensamiento” 
                             Alguien

Nacemos sin tener conciencia del cuerpo que habitamos; pero si del que salimos. No elegimos ese cuerpo y decidimos independiente elegir otro; o una forma diferente de verlo y llevarlo a la máxima expresión. Todo lo decidimos cuando creamos conciencia.  Así que disculpen mi atrevimiento… se llama Marta (la churrasquera), pero se escribe Lucas Gabriel.

“Yo era madre primeriza, y la primera vez que fui al médico -de apuro- (por las contracciones), me lleve todos los bolsos. La ropa, los pañales… todo. Y al final el médico me mando de nuevo a casa. La segunda vez, como pensé que pasaría lo mismo, me fui sin nada.
Resulta que Lucas ya había sacado la cabeza. Así que cuando nació, la chica de al lado me presto ropa y pañales. Pero de nena”.
Cuenta entre risas la madre de Lucas.

Marta es el personaje producto del ingenio actoral; que le abrió la puerta a Lucas.

Paso por varios trabajos, podría decirse en base a su historial, que es autodidacta.

Su habitación es de color magenta. Tiene la mitad de una mesa que antes fue redonda, amurada a la pared. Ahí se maquilla hasta verse como Marta. Lucas produce y crea para su personaje. Dividió en dos locaciones la ropa, una pertenece a Lucas y la otra a Marta. La de ella está mucho más cargada que la de él.

Su abuela, es esa mujer en la que se basó para darle personalidad y nombre a su personaje. Aprendió gestos, articulaciones corporales desde la sonrisa a los pies. Tonos de voz que estallan histéricos de expresión y brilloso glamour. Se apropió de las historias de las amigas de su abuela, las desarmo y las volvió a armar. Esas son sus anécdotas, cargadas de obscena belleza, propias de una diva.

***

¿Qué me pongo?

Su primer vestido para salir; fue una remera que su madre tenía intención de tirar.

Negra, ajustada en la cintura y suelta al final. Tomo un montón de plumas, le confecciono una boa y se la agrego a ese final inconcluso. Cortó un vestido transparente y con la tela le hizo una manga –murciélago- de un lado. Y del otro, más plumas.

– ¡Hola! ¿Qué  buscas?
– Un par de zapatos, taco aguja. Talle 40.

Mando a la hermana a comprarlos y como calza 45, les hizo un corte en el talón. Les puso cuero y los forro. Era la primera vez que se calzaba unos zapatos y el ruido del taco en el piso, lo reveló. Jamás volvería a mandar a su hermana. Iría él, y a cada interrogante respondería con una historia distinta.

Lo extremo era caminar por las veredas de Capital. Los círculos, decorativo particular en las baldosas, lo mantenían en eje con las rodillas hacía adelante  intentando forzadamente no tropezar.

La realización de Marta seguía avanzando, conforme Lucas ponía el cuerpo. Quería construir la semejanza de cada facción de una mujer. Así que se miró al espejo y en él vio un lindo par de tetas y por debajo un culo a lo Nicki Minaj.  Consiguió goma espuma, se midió y sus manos hicieron el trabajo.

Hoy Marta tiene 15 pelucas de distinto color y peinado. Modifica su ropa y peina las pelucas con dedicación. Compra maquillaje cada vez que puede y tiene una maquilladora personal.

Programar un show le lleva (si le avisan tarde), una semana eligiendo rápido la estética. Y (si le avisan con tiempo), un mes.

Marta llegó a Hogan´s para una fiesta de Halloween. En ese momento la tendencia era Moisés. Las manos de Lucas armaron (canutillo por canutillo), un collar más chico que el de Nerfertari. Las observaciones decían que a ese collar le faltaba la mitad. “Era la Nefertraba después del tarifazo”.

***

Poniendo el cuerpo

Está sentado con los brazos apoyados en la mesa. Entusiasmado desparrama la bijou de fantasía que va a decorar el cuello y las muñecas de Marta. Me las enseña.

La maquilladora canceló. Pero lo vamos a hacer igual.

Lucas entra al baño con las manos cargadas de productos del set de maquillaje. De espaldas a la puerta se mira al espejo, primero un perfil, después el otro. Con los dedos se esparce por el rostro, en un movimiento suave y delicado, la base. Cubriendo los contornos, la frente, las comisuras y los pómulos.

Elige el perfil izquierdo. Comienza a trazar una línea con el corrector que va desde la frente, bajando por la curva del tabique que ligeramente llega a la comisura del labio superior, saltea la boca dejándola para después, y sigue en la misma línea desde el borde del labio inferior hasta perderse por debajo del mentón. El resto del perfil se tiñe de otro tono.

Adhiere una pestaña postiza que marca el detalle en el ojo y sigue con el armonioso ritual.

Un cepillo celeste desenreda el pelo, pelirrojo de sedosos bucles artificiales. Con esa peluca una noche en Hogan´s interpreto a una gitana. Termina de arreglarse y se pone la peluca…

– Tengo una cara de puta. Dice saliendo del baño. Después de la peluca, viene Marta.

Fotografiando a Marta

Relata entre poses los detalles de sus salidas a la Warhol. La complicidad con su amigo Ángel quien le ofrecía ayuda como asistente. La sigilosa salida de Abasto hasta Capital…

Se hace la medianoche, Lucas se pone las medias debajo del pantalón. Para ahorrar tiempo y ser más prolijo se coloca la base y las pestañas. Un par de lentes negros (sí, de noche, sin poder ver bien) mantienen la incógnita de camino a tomar el Plaza. Dentro del micro Ángel lo ayuda a producir hasta el más mínimo detalle, como las uñas postizas que cuidadosamente le coloca.
Una vez en la ciudad, baja Marta. Regia, única. Una noche más de glitter que perdurara, y secuencias de mal comportamiento con un detalle particular…

“Nunca tuve relaciones como Marta. Porque imagínate… me agarran de la peluca y me la despeinan toda. ¡Mi amor! Te mato”.

***

Un sueño compartido

Lucas tiene un sueño, en el que por ahora está solo. Es el de subirse a un micro y hacer su show. Una secuencia y que la gente ría, nada más.

“Hay muchos que hacen transformismo. Marta esta por fuera de eso, la construí a partir de todas las divas. Susana, Moria, Lizzy… Florencia. Porque si bien la vestimenta o las pelucas van cambiando, siempre es Marta, respeto su estética. Mi idea es llevar el teatro a la calle, quiero que lxs chicxs y la gente acepten que cada uno es libre de elegir que ser. Más de una vez me dolió ver como los padres les tapan los ojos a lxs niñes cuando van por la calle y ven a una chica trans”.

Fin


* Estudiante de Licenciatura en Comunicación Social con orientación en periodismo en UNLP, redactor en Revista Trinchera
Estado no discrimines: Transformando ciudadanías desde la educación pública

Estado no discrimines: Transformando ciudadanías desde la educación pública

TIEMPO DE LECTURA: 5 min.

Por Flor Luengo*

En el último tiempo, mucho se ha escuchado y leído por los medios masivos de comunicación -algunos, no muchos- acerca de las identidades disidentes. Es decir, aquellas que logran salirse de la normatividad y disciplinamiento de la vida en general -y del sexo y el género en particular- y que interpelan al resto de la sociedad a replantearse acuerdos y/o pactos sociales institucionales históricos que establecen el orden de la vida social.

En Argentina, el colectivo de personas Trans y Travesti de los años ’90, decide organizarse y militar políticamente para llegar a vivir en una sociedad democrática en la cual sus identidades no sean atropelladas y violentadas por el disciplinamiento de las formas de ciudadanías basadas en el binarismo hombre-mujer. A partir de ese momento, comienzan la interminable disputa por el reconocimiento de sus derechos humanos.

En este marco, hablar de personas  Trans responde al reconocimiento de vivencias políticas de grupos humanos que han sido discriminados y excluidos de prácticas sociales tan importantes como el derecho a la salud, a una vivienda digna, a un trabajo digno, al acceso y permanencia educativa, etc., por alterar el orden sexual establecido.

Así es que en al año 2005, Lohana Berkins y equipo llevaron adelante una Encuesta Nacional a la Población Trans, para realizar denuncias sobre la rigidez del sistema educativo argentino, contando como dato empírico las agresiones y la marginación sufrida por personas trans en la escuela.

En 2012, antes de sancionarse la Ley de Identidad de Género (N° 26.743) en el congreso argentino, quienes generaban datos para el conocimiento de las condiciones de vida de las comunidades eran las propias organizaciones trans. Una vez sancionada la ley, instituciones como el INDEC y/o INADI acompañan los estudios. 

Ese mismo año se realizó un piloto de Encuesta Nacional sobre la Población Trans: Travestis, Transexuales, Transgéneros y Hombres Trans, en La Matanza (Buenos Aires). Como resultado, se estima que entre los 13 y 17 años las personas realizan el reconocimiento de la identidad deseada, coincidiendo con el tránsito por la escuela secundaria. De una muestra de 216 personas, el 20% terminó el nivel secundario, sólo el 7% ha cursado un nivel escolar superior, y el 2% dijo haber terminado el nivel terciario o universitario.

Se calcula que en el país el colectivo trans está conformado por entre 7 y 10 mil personas. Es un estimativo porque no existen aún censos que rompan el binarismo identitario en todo el país. Únicamente en la provincia de Jujuy, hacia fines de 2017, se comenzó a construir el primer censo de población Trans Femenina en Nuestra América, de la mano de censistas trans. En la provincia, habitan 127 mujeres trans y el 49% tuvo que dejar los estudios por la discriminación y violencia.

Con este panorama, estudiar las trayectorias escolares de personas trans implica generar un conflicto político en una sociedad heteronormativa que jurídicamente establece el reconocimiento de distintas formas de ciudadanía pero que muchas veces en la práctica, la discriminación y el disciplinamiento social terminan siendo más fuertes.

Las identidades disidentes incomodan con la presencia de sus cuerpos como signo de politicidad territorial, dejando al desnudo las teorías policiales y punitivas, mostrando que las marcas que tienen los cuerpos procuran establecer códigos específicos de coherencia cultural (Butler, 1990).  

Desde ahí que, la enseñanza y aprendizaje pasan por el cuerpo. Es éste, a fin de cuentas, el que se objetiviza en cada institución que se transita, al que se le coloca un valor superficial, al que parece que hay que vigilar y castigar en la escuela, en la familia, en la iglesia, en un bar.

¿Realmente se acepta la diversidad en nuestra sociedad o por el contrario se intenta asemejar al modelo hegemónico de lo “normal”, de lo común, de lo que debe ser? En la escuela, la normatividad que expresan los diseños curriculares –aquello que debería ser, tiene que ser, tendría que ser-, se acentúa aún más en el currículum oculto: aquel subyace en las relaciones pedagógicas, en los vínculos de poder, en el uso de la palabra, en los lugares que ocupan los cuerpos. Y en esta cultura tan patriarcal, tan capitalista, tan consumista, se construye un sentido común en el cual los cuerpos de personas trans y travestis sólo pueden adquirir valor en el negocio sexual.

¿Por qué se oprimen sus voces? ¿Qué lugar se le brinda a la intelectualidad y a las decisiones personales? ¿Qué tienen para gritar estos cuerpos? ¿Qué experiencias pueden aportar a la construcción de conocimiento? ¿Qué lugar político realmente ocupan? ¿Por qué la sociedad se escandaliza?

En 2006 se sanciona la Ley de Educación Sexual Integral (N° 26.150) como una política pública destinada a funcionar en instituciones educativas. Luego de la promulgación de la Ley, y con algunas necesidades para mejorar (por ejemplo: que sea un contenido transversal en el sistema educativo), se observa una reducción en las experiencias de discriminación en el ámbito escolar a menos del 20%. Esto tiene que ver con la concientización de que existen formas de ciudadanías que son válidas y otras que no lo son.

La ciudadanía no se identifica sólo en un conjunto de prácticas concretas sino en el “derecho a tener derechos”[1]. El contenido de las reivindicaciones, las prioridades políticas o los espacios de lucha contra la discriminación y opresión pueden ir variando porque son procesos históricos. Por eso, se requiere además del derecho a tener derechos, el compromiso político de cada ciudadanx para participar en el debate público acerca del contenido de las leyes y normas. La ciudadanía se expresa en demandas, pero también en compromiso para discutir, problematizar y hacer de la sociedad un lugar más justo donde las diferencias no se expresen en jerarquía y exclusión.

Antes de la Ley de Identidad de Género, a las personas trans no se las reconocía como parte de la ciudadanía argentina ¿Y en la actualidad? Si bien han ido ganando terreno en el campo de las normativas jurídicas, aún está la tensión entre la implementación de las leyes y el debate que se abre en la sociedad.

¿Qué ciudadanx queres ser? ¿Qué ciudadanx te dejan ser? ¿Alguna vez te preguntaste?


[1] Maffía, D. (2007). Género y ciudadanía. En: Encrucijadas, no. 40. Universidad de Buenos Aires. (pág.5)

* Periodista, conductora del programa La Marea (Radio Futura FM 90.5), redactora de Revista Trinchera, editora del portal Luchelatinoamérica y colaboradora de Agencia Timón.
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