EEUU-China y la “guerra fría”… de los microchips de Taiwán

EEUU-China y la “guerra fría”… de los microchips de Taiwán

TIEMPO DE LECTURA: 4 min.

La tensión entre la República Popular China y Estados Unidos por la isla de Taiwán expresa un nuevo capítulo de esta nueva “guerra fría” del siglo XXI que más bien es económica que ideológica. Esta vez, se trata de custodiar a los microchips taiwaneses, que desean tanto el águila norteamericana como el dragón mandarín chino.

La visita de Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes del Congreso de Estados Unidos, a Taiwán el martes 2 de agosto pasado generó un serio malestar en la diplomacia y estructuras de poder militar de la República Popular China. A pesar de las objeciones de Beijing, Pelosi y una delegación del Congreso se embarcaron en una serie de reuniones de alto nivel en la legislatura de Taiwán y en la oficina de la presidenta taiwanesa Tsai Ing-wen. Pelosi fue condecorada por los taiwaneses a quienes les prometió ayuda yanqui siempre frente a las “amenazas de anexión” de Beijing.

China no tardó en manifestar su descontento cuando el avión de la Fuerza Aérea de Estados Unidos que transportaba a la delegación de Pelosi aterrizó en Taiwán aquel martes por la noche. El ejército chino realizó luego ejercicios en torno a Taiwán y lanzó una serie de “operaciones militares selectivas para contrarrestar la situación”.

China considera “provincia rebelde” a Taiwán desde 1949, año de la revolución marxista maoísta. Hasta 1971 Estados Unidos reconoció a Taiwán como la “verdadera China” en las Naciones Unidas. Pero luego se alió a la República Popular China y sacó a Taiwán de su estatus especial. Pero siguió colaborando con la isla rebelde. En el siglo XXI actual Estados Unidos reforzó su compromiso con Taiwán y en su lucha comercial con Beijing no duda en brindarle apoyo económico, financiero y militar.

Nancy Pelosi y una delegación del Congreso se embarcaron en una serie de reuniones de alto nivel en la legislatura de Taiwán y en la oficina de la presidenta taiwanesa Tsai Ing-wen.

Pero detrás de esta “guerra fría” más bien comercial y tecnológica están los microchips de Taiwán. La industria de los microchips y semiconductores aún no se ha recuperado del todo de la crisis originada por la pandemia de 2020. La industria del automóvil se está enfrentando a múltiples retos desde hace tres años. El primero fue la pandemia ya mencionada, pero a consecuencia de la misma o en combinación con ella, han ido llegando muchos otros. El principal es la llamada crisis de los microchips y semiconductores, que aún afecta a la producción de los fabricantes y los tiempos de espera de los compradores. Pero, poco a poco, la industria comienza a sacar la cabeza del agua y recupera poco a poco su ritmo normal.

Es aquí que Taiwán juega un rol geoestratégico de suma importancia. Taiwán acapara más del 65% del mercado global de chips a nivel mundial. ¡Vaya fruta deliciosa que proteger! Hay dos empresas que se destacan especialmente: TSMC (54% de la producción mundial) y UMC (7% de la producción mundial).

Sigamos con los datos. Taiwán en el mercado de los microchips y semiconductores, la segunda empresa más potente del sector es la surcoreana Samsung, que acapara un 17% de la producción. Y más allá de Asia, la primera en aparecer en el ranking es la estadounidense Global Foundries (7%).

En el caso de una guerra chino-estadounidense la compañía TSMC se vería obligada a paralizar sus fábricas y que eso golpearía muy seriamente a la industria. TSMC cuenta con los productos más innovadores y, de hecho, es pionera en chips de 3 nanometros (nm) y ya ha anunciado que espera lanzar los de 2 nm en 2025.

Entre los clientes de la poderosa TSMC se destacan Apple, Nvidia o Qualcomm, entre otros. Incluso Intel, también fabricante de semiconductores.

Los fabricantes del sector automotriz miran con temor lo que ocurre entre Taiwán y China, con Estados Unidos adquiriendo un papel cada vez más relevante en todo ello. Los yanquis quieren conservar Taiwán por eso. Los chinos también. Taiwán está en una encrucijada. La “guerra fría” de los microchips puede ser fatal. Algo tan pequeño puede ser fuente de amenaza de una guerra global o el miedo a una guerra termonuclear como no se vio desde la Crisis de los Misiles de Cuba en 1962.

Ver también:

https://revistatrinchera.com/2021/10/24/la-chispa-taiwanesa/
https://revistatrinchera.com/2021/07/06/un-proyecto-a-largo-plazo/

Mauricio Piñero
Mauricio Piñero

Cuentan las crónicas que nació como el hijo de nadie. Luchando por la Patria Grande, como Internacionalista y antiimperialista. Tripero de alma y cuerpo, siempre junto a la patriada barrial. La historia descolonizada es mi pasión como docente de la Escuela Pública y de los barrios. Las noticias sobre los pueblos que luchan como forma de viajar hacia una verdadera justicia social global.

Trump le deja el regalito de Taiwán a Biden

Trump le deja el regalito de Taiwán a Biden

TIEMPO DE LECTURA: 7 min.

Trump ordenó que se levanten todas las restricciones que pesaban sobre Taiwán, molestando una vez más a la República Popular China, que considera a la isla una “provincia rebelde” desde 1949. Pero también le deja un problema a los demócratas en su relación con Pekín y el clima de la “guerra comercial” del futuro.

Reconocimiento de Taiwán

En enero de 2021 la administración de Donald Trump decidió irse, no sin seguir molestando tanto a Pekín como a los demócratas. El secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, ha anunciado el 9 de enero el levantamiento de las “restricciones autoimpuestas” a la cooperación entre Estados Unidos y Taiwán: “Hoy anuncio que levantaré todas estas restricciones autoimpuestas. Las agencias del poder ejecutivo deberían considerar que todas las pautas de contacto con respecto a las relaciones con Taiwán emitidas previamente por el Departamento de Estado bajo las autoridades delegadas al secretario de Estado son nulas y sin valor”, ha anunciado con firmeza Pompeo en un comunicado.

Aunque Taiwán es “una democracia vibrante y un socio confiable de Estados Unidos”, durante varias décadas el Departamento de Estado ha creado “complejas restricciones internas” para regular las interacciones de diplomáticos, miembros del servicio y otros funcionarios estadounidenses con sus homólogos taiwaneses, señaló Pompeo.

¿Acaso Taiwán era un “estado fallido” para Washington? En realidad, no tanto, pero desde el decenio de 1970 Estados Unidos hizo un acuerdo con la República Popular China para que deje de apoyar a Taiwán y así reconocer a Pekín en el orden internacional. Esto le dio legitimidad a la China comunista de entonces, a tal punto de que le dio la posibilidad de ingresar a las Naciones Unidas (ONU), sacando así a Taiwán.

De comunistas y anticomunistas

Todo tiene su historia. Luego del triunfo de la Revolución liderada por Mao Tse Tung del 1º de octubre de 1949, China se convirtió en otro país que adhirió al marxismo-leninismo. Pero los derrotados anticomunistas nacionalistas del Kuomintang se refugiaron en su último bastión, la isla de Formosa, bajo liderazgo de Chiang Kai-shek (quien fue formado político en la Unión Soviética en el decenio de 1920), donde fundaron la República de China con capital en la ciudad de Taipéi.

Rápidamente Estados Unidos y Europa Occidental reconocieron al régimen anticomunista de Chiang Kai-shek, que se convirtió en un furioso dictador desde Taiwán. Mao, por su parte, ordenó considerar como “provincia rebelde” a Taiwán, pero no llevó a cabo planes de invasiones futuras sobre la isla de Formosa para derrocar a Chiang Kai-shek. Este se quedó en el poder hasta el año de su muerte en 1975, gobernando con mano de hierro a los taiwaneses y apoyado por unos 10.000 soldados de Estados Unidos estacionados en la isla de Formosa para cuidarlo. Incluso Chiang Kai-shek pidió en 1960 a Estados Unidos para invadir a la China continental y derrocar a Mao.

Chiang Kai-shek es un prócer en Taiwán.

Bajo Chiang Kai-shek Taiwán se convirtió en un primer laboratorio de política de toque de gong ultraliberal en Asia Oriental. Bajo ley marcial, se redujeron los derechos laborales de los trabajadores taiwaneses y una poderosa elite burguesa se asoció a capitales estadounidenses para convertirse en un “tigre asiático” en los años de los decenios de 1960 y 1970. La industria textil se fue para arriba y también de la tecnología digital primigenia, engendrando el famoso “Made in Taiwán” con ayuda estadounidense, que invadió de manufacturas textiles y de electrodomésticos hacia el Tercer Mundo. Taiwán de hecho fue reconocido como “toda China” ante la ONU, dejando fuera a la China maoísta.

Pero todo se terminó en 1971-1972. En 1971 Estados Unidos decidió sacar a Taiwán de la ONU. En 1972 el presidente estadounidense republicano Richard Nixon visitó Pekín y se entrevistó con Mao. Allí acordó con las autoridades chinas continentales que Pekín apoye a Washington en la guerra fría contra la Unión Soviética. A cambio, Pekín le pidió reconocimiento internacional, ingreso a la ONU y que se Washington deje de reconocer a Taiwán como estado nacional independiente.

China comunista logra lugar en la ONU

Hay que recordar que la China de Mao se enemistó con Moscú en 1956, y desde entonces hubo peleas entre los gigantes comunistas de la guerra fría. Estados Unidos no aprovechó esta pelea, ya que Mao hasta 1970 siguió una línea radicalizada antiimperialista muy osada. Pero eso culminó y los chinos decidieron aliarse a Washington para impedir una invasión soviética latente desde Mongolia o Siberia Oriental (siempre presente entre 1960 y 1966). Algunas escaramuzas militares en 1970-191 en las fronteras chino-soviéticas alertaron a Pekín de que Moscú estaba a punto de invadir China para instalar un régimen títere moscovita. Mao lo entendió y se acercó a Estados Unidos.

Lo que consiguió Mao fue que Estados Unidos saque de la ONU a Taiwán. Sólo eso, que no es poco, porque la República Popular China tomó su lugar en la ONU y en el Consejo de Seguridad. Mao muere en 1976 y desde entonces Deng Xiaoping toma las riendas del poder en Pekín e intenta convertir a la China continental en una especie de “milagro económico taiwanés” a mayor escala. Eran los albores del llamado “socialismo de mercado” de China, de la llegada del capitalismo salvaje al gigante asiático.

Reunión cumbre entre Mao y Nixon en Pekín en 1972.

Desde 1972 Taiwán es reclamada por la República Popular China, que rechaza las relaciones diplomáticas con países que la reconocen. Taiwán mantiene vínculos oficiales con 14 de los 193 estados miembros de la ONU y la Santa Sede. Las organizaciones internacionales en las que participa la República Popular China se niegan a otorgar membrecía a Taiwán o le permiten participar solo de manera no estatal. Pero Taiwán es miembro de la Organización Mundial del Comercio, el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico y el Banco Asiático de Desarrollo bajo varios nombres.

Los países cercanos y los países con grandes economías mantienen vínculos no oficiales con Taiwán a través de oficinas de representación e instituciones que funcionan como embajadas y consulados de facto. A nivel nacional, la principal división política es entre los partidos que favorecen la eventual reunificación china y promueven una identidad china en contraste con aquellos que aspiran a la independencia y promueven la identidad taiwanesa, aunque ambas partes han moderado sus posiciones para ampliar su atractivo.

Taiwán y el nacionalismo contra Pekín

Taiwán eligió el 16 de enero de 2016 a Tsai Ing-wen como su primera presidenta mujer, junto a Chien-Jen Chen, luego de concederle a su partido, el independentista, Partido Democrático Progresista, su primera mayoría en la legislatura nacional. Este partido se acercó a las posturas nacionalistas más radicalizadas contra Pekín. Estados Unidos con  Trump desde 2017 le brindó toda ayuda política, económica y militar al régimen de Chen. Si bien desde 1971 los estadounidenses no se fueron de Taiwán, con Trump aumentaron su presencia militar.

Washington no reconoció técnicamente a Taiwán como un país, aunque es su undécimo socio comercial más grande. Incluso el complejo diplomático de Estados Unidos en Taipéi es llamado el “Instituto Americano en Taiwán” , en lugar de una embajada o consulado. Pekín ha presionado constantemente a otras naciones para que respeten su reclamo de soberanía sobre Taiwán.

Pero Trump ordenó movimientos militares de la Armada en el Mar de China y cerca de las costas de la República Popular China, realizando ejercicios junto a soldados de Taiwán en 2018-2020, irritando a Pekín siempre, como parte de la “guerra comercial”. Además, Pekín siempre pegó el grito en el cielo ante las sucesivas ventas de armas de Estados Unidos a Taiwán bajo órdenes de Trump.

La mandataria taiwanesa Tsai Ing-wen y Trump reforzaron vínculos diplomáticos y militares en 2017-2020.

El regalito de Trump a Biden

La historia en enero de 2021 cambió. Trump no quería irse sin molestar a China continental. En ese sentido, la declaración de los últimos días reconoce que la relación entre Washington y Taipéi “no necesita, ni debe, estar encadenada por las restricciones autoimpuestas de nuestra burocracia permanente”, concluyó el jefe de la diplomacia estadounidense Pompeo.

En realidad, Trump quiere dejarles un regalito problemático a los demócratas que asumirán el 20 de enero próximo. Pekín sabe que con Biden puede haber un punto de acercamiento comercial con Estados Unidos para terminar con los roces y las tensiones creadas por Trump en 2017-2020.

 ¿Querrán los demócratas un problema militar en el Mar de China? Algunos pretorianos del Pentágono no aconsejan un enfrentamiento con China por Taiwán. Habrá que esperar a ver qué hacen los demócratas. ¿Terminará la “guerra comercial”? Lo cierto es que el reconocimiento de Taiwán es una piedra en el zapato diplomático de la futura administración de Biden.

Mauricio Piñero
Mauricio Piñero

Cuentan las crónicas que nació como el hijo de nadie. Luchando por la Patria Grande, como Internacionalista y antiimperialista. Tripero de alma y cuerpo, siempre junto a la patriada barrial. La historia descolonizada es mi pasión como docente de la Escuela Pública y de los barrios. Las noticias sobre los pueblos que luchan como forma de viajar hacia una verdadera justicia social global.

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