Pensar el trabajo, pensar la patria

Pensar el trabajo, pensar la patria

TIEMPO DE LECTURA: 5 min.

Trabajar para vivir o vivir para trabajar. Nuestro presente argentino, y global, nos inclina hacia lo segundo. Entregarnos al trabajo, para una retribución que no alcanza, a cambio de una falta de tiempo que no nos permite vivir plenamente. ¿Hay margen en este presente para salir de la lógica de vivir para el trabajo? ¿Hay propuestas para ello? ¿Hay margen para, lo que el papa Francisco llamó, “recuperar el sentido del trabajo”?

No es novedoso afirmar que la fragmentación es un signo de estos tiempos. En el marco de un proceso global que la excede, la realidad del mundo del trabajo es una dimensión que, en parte, explica y, en parte, expone este signo. 

Tampoco es novedoso señalar que en los proyectos nacional-populares se está viviendo una crisis, no solo de representación política sino también programática. Una falta de brújula que impide construir esa misma representación. Una dificultad para conectar con el espíritu de época. 

En este escenario cabe preguntarse, ¿Cómo pensamos el trabajo?¿Qué categorías y qué realidades referimos para caracterizarlo en este momento histórico? ¿A qué trabajador se le habla? ¿Cómo se piensa su representación? ¿Para quienes se diseñan las políticas? En este sentido, ¿podemos encontrar en la victoria de Milei, una expresión de las erráticas caracterizaciones del mundo del trabajo? Y por ende, ¿su relectura puede ser un pilar de un proyecto de país que se muestre vital frente a la avanzada anarcocapitalista? ¿Podemos pensar la patria sin pensar el trabajo?

A priori podemos decir que desentrañar ese entramado laboral argentino es una tarea crucial para comprender las problemáticas y necesidades de estos tiempos. Allí lo primero que emerge son realidades en plural; una multiplicidad que pareciera difícil de resolver bajo las mismas recetas y que traen sus propias problemáticas e interrogantes. Los desocupados en la puerta giratoria del trabajo informal, las changas y la nada. Los trabajadores de la economía popular entre lo organizado y lo silvestre pero siempre desprotegidos. Los trabajadores de plataforma que se arriesgan a los costos de ser “dueños de su tiempo”. Los tercerizados y la incertidumbre. Los informales que priorizan ingresos a derechos (o aceptan la que venga). Los cuentapropistas y monotributistas en crecimiento sostenido. Los que encuentran en cada necesidad un emprendimiento. Los trabajadores formales con bajos ingresos, fenómeno considerado como marca distintiva de los últimos años. 

Categorías, sectores delimitados para cuantificar pero que, en el mundo real, se entremezclan. Los que salen del laburo para hacer unos viajecitos en la plataforma, las que trabajan en un comercio y se ponen en la casa el salón de uñas, las que hacen contenido y cobran en dólares, el docente que vende tortas, entre otros ejemplos. A ellos se suman los docentes desbordados de horas, los que salen de un laburo para entrar a otro, y diversas modalidades de pluriempleo o pluriactividad que también caracterizan este momento.

Una multiplicidad de pertenencias laborales que dan lugar a un sujeto trabajador mucho más complejo y diverso que hace treinta o cuarenta años, excediendo las líneas divisorias entre campo/ciudad o de rama de actividad ¿Cómo se construye identidad desde el trabajo en estos tiempos? ¿Esa fragmentación y fluidez dificulta la construcción de una agenda común? Sin perder sus problemáticas y necesidades particulares, ¿Cuál es el  hilo conductor entre esas realidades? Dando un puntapié al debate, podríamos señalar, en muchos casos, a la precariedad como denominador común. Precariedad en un sentido amplio, entre ausencia de derechos, bajos ingresos, malas condiciones de trabajo, etc. 

Un panorama que nos enfrenta a una tensión esencial: trabajar para vivir o vivir para trabajar. Nuestro presente argentino, y global, nos inclina hacia lo segundo. Entregarnos al trabajo, para una retribución que no alcanza (y que en muchos casos una parte significativa se destina a transporte y otros recursos para el trabajo mismo) y una falta de tiempo para destinarla al placer, pasar tiempo con la familia, amistades, para vivir plenamente. ¿Hay margen en este presente para salir de la lógica de vivir para el trabajo? ¿Hay propuestas para ello? ¿Hay margen para, lo que el papa Francisco llamó, “recuperar el sentido del trabajo”?

En otro orden, abordar el trabajo involucra preguntarse por los procesos organizativos y gremiales de los trabajadores, ya sean estos potentes, fragmentarios, incipientes o anquilosados. Las organizaciones de desocupados, las herramientas gremiales autoinstituidas (y pseudoreconocidas) de la economía popular, las iniciativas poco orgánicas del sindicalismo de plataforma, las centrales sindicales que se limitan a representar a la parte y se alejan del todo. Una columna vertebral que se va desangrando. En un contexto donde tener vacaciones es de casta, donde la solidaridad y el sentido colectivo se ve embestido por las lógicas neoliberales, la organización de los trabajadores pide ser analizada y debatida. 

Mientras vivir para el trabajo se vuelve lógica imperante, la exclusión emerge como otro rasgo distintivo del estadio actual del capitalismo. Al desarrollo tecnológico, que trae consigo los debates en torno a los procesos de exclusión de mano de obra, se le suma la intensa y veloz expansión de la inteligencia artificial que pareciera poner nuevamente en agenda las discusiones sobre el “fin del trabajo”, a través de los portavoces del poder económico global. Allí emergen genuinas dudas en torno a qué trabajos subsistirán en este proceso, cuáles inevitablemente se jerarquizarán o aparecerán en virtud de las nuevas necesidades de esta economía. En paralelo, surgen preguntas sobre cómo frenar este proceso de expulsión asalariada, la factibilidad del retorno al pleno empleo, y de no ser así como garantizar trabajo para todos; a fin de cuentas, cómo crear trabajo (o tal vez, cómo dotarlo de derechos para que pueda ser realizado dignamente). 

Inevitablemente este debate también nos lleva a problematizar el rol del capital. Identificar sus lógicas, dinámicas y transformaciones nos permitirá repensar la función social del mismo. A nivel nacional, ¿Cómo ubicar al empresariado nacional en el marco de una economía trasnacionalizada y financierizada?¿cómo reorientar de la timba a la producción? Producir para crear trabajo pero ¿Qué producir, para quién y cómo?¿con qué matriz impositiva, con qué salarios, con qué beneficios y qué obligaciones? ¿Qué armonía es posible entre el capital y el trabajo? ¿Cómo poner al hombre en el centro, en los tiempos del Dios dinero?

Estos son sólo algunos ejes que ameritan una reflexión en pos de no sólo diagnosticar sino también imaginar un nuevo horizonte deseable para la Argentina, o al menos algunas líneas para marcarle la cancha al realismo capitalista. 

Frente a un gobierno que busca romper todo entramado social-comunitario, toda iniciativa que apele a la respuesta colectiva (de subsistencia o de avanzada) nos trae al trabajo; a fin de cuentas, es la relación social primitiva: debatir el trabajo es debatir cómo nos relacionamos. Hoy como ayer, el trabajo sigue siendo el eje ordenador de la vida y de un proyecto de país. Aquí buscaremos dialogar entre la especificidad de cada realidad y la necesidad de construir lectura integral que pueda construir una punta de lanza para pensar la patria.

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La brecha de precios entre productores y consumidores creció en junio.

La brecha de precios entre productores y consumidores creció en junio.

TIEMPO DE LECTURA: 3 min.

Según la CAME el monto de los productos agropecuarios incrementó un 3,7%. Además, en promedio la participación del productor en el precio final de venta fue del 25%.

Según concluyó el Índice de Precios en Origen y Destino (IPOD) elaborado por el sector de Economías Regionales de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME), en junio el precio de los productos agropecuarios incrementó un 3,7% en el período comprendido desde su salida del campo hasta su llegada a las góndolas. Es decir, que cada vez que el productor, de los 24 agroalimentos que componen la canasta IPOD, recibió un peso, el consumidor pagó $3,7.

El reporte señala que en promedio, la participación del productor en el precio final de venta fue del 25%, y explica tan solo una cuarta parte del precio de góndola. Los productores de huevos obtuvieron la mayor participación, mientras que la más baja ocurrió en la naranja. En el sector frutihortícola, los precios de las 19 frutas y hortalizas que integran la canasta IPOD se multiplicaron un 6,79%. Mientras tanto los cinco productos y subproductos ganaderos que forman parte del índice fueron adquiridos por el consumidor a un precio 2,67% más alto que el recibido por el productor.

Entre los cinco productos que presentaron mayor diferencia entre los precios de origen y destino se encuentran algunos cítricos como la naranja (15,83%), el limón (14,48%), y la mandarina (10,86%). Durante el mes de junio también tuvieron altas brechas el zapallito verde (10,87%) y la manzana roja (8,49%).

Con respecto a los cítricos, los productores explicaron la diferencia de precios campo-góndola por la sobreproducción en Entre Ríos, volcada al mercado interno. Mientras que el precio de origen tiende a bajar frente a una mayor oferta y una menor demanda, el de destino tiende a la suba, ya que acompaña al contexto inflacionario. Respecto al zapallito y a la manzana, la amplia brecha se produjo por un fuerte aumento en los precios al consumidor.

Además, los productores consultados coincidieron en la falta de precios de referencia, que se provocó tanto por la escasez de gasoil como por la inestabilidad del precio del dólar, que impactó en el precio de los principales insumos utilizados en la producción agropecuaria. Los productos con menor diferencia entre el precio que recibió el productor y el que pagó el consumidor incluyen tres productos de origen animal y dos frutihortícolas.

Por otra parte, la baja brecha entre origen y destino de productos y subproductos ganaderos se debió a diversos factores. Mientras los huevos (con una brecha del 1,84%) y el pollo (con una de 2,47%), por lo general, tienen sistemas de producción integrados, lo que significa que todos los actores de sus respectivas cadenas de valor son parte del riesgo del negocio, el comportamiento de la leche (con una brecha del 2,91%) se explica tanto por el programa Precios Cuidados como por un mejor precio internacional, que permite a las usinas lácteas derramar al productor.

En el caso de la berenjena (2,93%), los productores bonaerenses indicaron que no hay suficiente producción para cubrir la demanda, por lo que el precio de origen se negocia más alto, disminuyendo así la brecha IPOD. Por último, y en relación a la frutilla (1,87%), fruta que todos necesitan tener en góndola pero que en este momento está fuera de estación, el verdulero y/o el hipermercado resignan rentabilidad frente a un alto valor final de venta, achicándose así la diferencia entre el precio que recibió el productor y el que pagó el consumidor. 

El conocimiento científico al servicio de la soberanía nacional

El conocimiento científico al servicio de la soberanía nacional

TIEMPO DE LECTURA: 7 min.

Con la presencia de autoridades de los Ministerios de Ciencia, Tecnología e Innovación; Comercio Internacional y Culto; Ambiente y Desarrollo Sostenible; Agricultura, Ganadería y Pesca; Turismo y Deportes; Defensa y Seguridad, hace algunos días se llevó a cabo el relanzamiento de la iniciativa Pampa Azul.

La reunión estuvo encabezada por el ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación, Roberto Salvarezza, quien luego de agradecer a sus colegas de gabinete por estar presentes en esta primera reunión del Comité Interministerial de la iniciativa Pampa Azul, recordó la presentación en 2014 a cargo de Cristina Fernández de Kirchner, “que apuntaba a poner más conocimiento en el Mar Argentino con la idea no sólo de aumentar su productividad, sino también de visibilizar nuestra soberanía en territorios donde Argentina sufre la depredación de sus recursos naturales”. 

En referencia a esta primera reunión, el titular de la cartera científica remarcó la importancia de retomar el espíritu de lo que fue Pampa Azul en sus inicios y de la importancia del conocimiento científico y ambiental aplicado a la producción y a la soberanía: “Esto demuestra la voluntad política de este gobierno de caminar hacia el mar argentino”.

Roberto Salvarezza

Un paso hacia la incorporación efectiva del mar al territorio nacional

Investigar el mar argentino fue una de las metas que se propuso el Ministerio de Ciencia y Tecnología en 2014. Así nació “Pampa Azul”, una iniciativa de las Organizaciones de la Sociedad Civil, apoyada por profesionales de las ciencias marinas, que conformaron el “Foro para la Conservación de Mar Patagónico y Áreas de Influencia”.

La idea inicial fue promover políticas y medidas para la preservación del Ecosistema Marino Patagónico con una mirada de gran escala, inspirada en que los procesos del ecosistema y sus componentes vivos trascienden las fronteras políticas.

La intención era la fortalecer la presencia en la plataforma continental de la Argentina y demás espacios marítimos bajo jurisdicción nacional, con el fin de consolidar el dominio efectivo sobre nuestros bienes comunes y brindar apoyo científico a la política exterior argentina en el Atlántico sur.

Pero además se contemplaron metas a mediano plazo, como la de intentar generar productos científicos de excelencia, comenzado por las áreas más productivas del Mar Argentino; y otras a largo plazo como la determinación de la futura configuración geopolítica del Atlántico Sur y a la presencia de la Argentina en la Antártida.

Concretamente, Pampa Azul no sólo colaboró con la creación de políticas públicas, sino que también impulsó el desarrollo de campañas científicas para la investigación oceanográfica y la prospección de la diversidad marina, con participación de distintos buques del Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas, la Prefectura Naval Argentina y la Armada Argentina.

Como el programa era muy costoso, en 2015, el Gobierno nacional envió al Congreso el Proyecto de Ley N° 27167 (PROMAR), mediante la cual se creaba el Programa Nacional de Investigación e Innovación Productiva en Espacios Marítimos Argentinos, y posteriormente se designó al Ministerio de Ciencia y Tecnología como Autoridad de Aplicación. La norma, promulgada en septiembre de ese año, consta de ocho artículos dentro de los cuales se desarrollan los lineamientos generales y específicos para el fortalecimiento de la presencia soberana del país en el Mar Argentino, pero además tiene como uno de sus principales objetivos atender la iniciativa Pampa Azul.

Entre los aportes científicos que derivan del programa Pampa Azul en pos del apuntalamiento y ampliación de la soberanía nacional, se pueden destacar: el incremento en el conocimiento de base de nuestro mar y sus ecosistemas (considerados como altamente productivos a nivel global); la generación y el manejo de nuevas Áreas Marinas Protegidas; el desarrollo de capacidades tecnológicas vinculadas al aprovechamiento sustentable de los recursos (biológicos o energéticos) de nuestra plataforma continental; la sustitución de importaciones; la generación de puestos de trabajo genuino y calificado, y la ocupación activa y productiva (en el más amplio de los sentidos) de nuestro territorio marino. 

En 2015, sólo el 1,5% del PBI provenía del mar, por lo que la meta era llegar a un aporte potencial de entre el 10 y el 15%: para ello, debía incrementarse adecuadamente la inversión en investigación, innovación tecnológica y desarrollo productivo.

En marzo del año 2016, la Comisión del Límite Exterior de la Plataforma Continental (CLPC), un órgano científico integrado por 21 expertos internacionales de reconocido prestigio y creado por la Convención sobre Derecho del Mar (CONVEMAR) de la ONU,  aceptó por unanimidad el pedido que el Gobierno argentino había hecho unos años antes, de ampliación de nuestra Zona Económica Exclusiva, de 200 a 350 millas náuticas.

Argentina pasó a contar con 1.700.000 km2 de territorio marino nuevo para administrar, sumándose así a los 4.800.000 km2 que ya conformaban su ZEE. Sobran las palabras respecto al significado concreto -y simbólico- que esta decisión de la ONU tiene ante nuestro reclamo histórico de soberanía sobre las Islas Malvinas e Islas del Atlántico Sur.

La agenda del ajuste

Desde octubre de 2016, momento en el que fue presentado en el Congreso de la Nación el presupuesto para 2017, el primero que presentaba el Gobierno de Mauricio Macri, el área de Ciencia y Técnica vio reducida su participación en el mismo, lo que motivó una gran cantidad de medidas de fuerza a nivel nacional, que culminaron con una toma del Ministerio de Ciencia y Tecnología. Desde el 10 de diciembre de 2015, se profundizó incansablemente en un modelo que significó la pérdida de soberanía científico-tecnológica. Bajo una agenda de ajuste, la reestructuración del Estado y el endeudamiento externo, se inició un camino de desmembramiento sistemático y políticamente planificado de las instituciones de ciencia y técnica.

En este sentido, la Ley PROMAR recibió tan solo 4,7  millones de pesos, incumpliendo con el piso de 250 millones que demandaba la ley. Si bien ese monto fijo tenía poco sentido práctico por que la inflación crecía a pasos agigantados, esa suma inicial hubiera permitido dar inicio real a la mayor parte de las líneas de investigación y desarrollo que la iniciativa Pampa Azul preveía. El dinero asignado por la Alianza Cambiemos no alcanzaba para costear ni el combustible de los buques oceanográficos para realizar las campañas.

Pampa Azul evidenció que el proyecto neoliberal tiene en sus más importantes consecuencias, y objetivos, la disminución y, en algunos casos, hasta la destrucción de toda iniciativa que contribuya a la soberanía nacional en los planos político, económico y tecnocientífico.

Caminando la soberanía

Con Pampa Azul, por primera vez en décadas, la Argentina definió una política de Estado destinada a integrar el espacio marítimo al desarrollo nacional, para lo cual, se establecieron objetivos, pero también un plan de acción con recursos económicos, técnicos y humanos.

En este sentido, el potencial de un programa como Pampa Azul, tanto en el plano económico, como en el geopolítico es, sin dudas, de una importancia sustancial. La oportunidad que presenta la reestructuración de un nuevo Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, implica poder volver a caminar un plan de acción para hacer de la soberanía de nuestro mar, una realidad efectiva.

Como dijo Salvarezza, hoy “volvemos a priorizar la soberanía en el Atlántico Sur, y ahí también está la pesca ilegal, el ingreso de buques a la zona marítima argentina, que depredan y regresan a aguas internacionales”.

Conocer en profundidad el mar genera mejores condiciones para aprender a cuidarlo y defenderlo. No hay que olvidarse que nuestro país se enfrenta a una disputa histórica vinculada a la soberanía de una parte muy importante de su mar territorial con el Reino Unido. Esto hace particularmente estratégico el desarrollo de una iniciativa como Pampa Azul, porque no hay mejor forma que reclamar la soberanía sobre un territorio que mediante el conocimiento profundo del mismo.

Después de cuatro años de una intencionada entrega de nuestros bienes comunes, es un orgullo que la soberanía comience a materializarse nuevamente a través de la acción del Estado. Esa es la verdadera Revolución de la Alegría.


Miranda Cerdá Campano
Miranda Cerdá Campano

Nací en Chubut y milito porque no hay mejor manera de transformar el mundo. Soy hincha fanática de San Lorenzo y fundamentalista de la Vuelta a Boedo, lloro por todo y no sé cómo explicarle a la gente lo mucho que me gusta la palta.

Una interesante vuelta de rosca

Una interesante vuelta de rosca

TIEMPO DE LECTURA: 4 min.

Se presentó en el microestadio de Ferro la Unión de Trabajadores de la Economía Popular. Organizaciones sociales y cooperativistas se unieron para el armado de una herramienta sindical propia, que sirva para reivindicar y defender los derechos de les trabajadores más vulnerades.

Argentina cambia, evoluciona, renace. Cualquiera de estas calificaciones parecen ajustarse a las transformaciones que comienzan a verse a menos de un mes de asumido el gobierno de Alberto y Cristina Fernández.

Más allá de las medidas anunciadas por el gobierno, de la aprobación de la Ley de Solidaridad Social y Reactivación Productiva, de la vuelta de ministerios emblemáticos que habían sido reducidos a secretarías, por fuera de las decisiones de gobierno también aparecen buenos augurios.

Si bien el proceso de reingreso a la CGT y los gremios nucleados en la CTA de los Trabajadores está en pleno desarrollo y con idas y vueltas, la reciente presentación de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular -y la manifestación explícita de sus referentes de pretender ingresar a la Confederación General del Trabajo- auguran un camino de ida hacia la dignificación de millones de argentines que hoy están en la informalidad o desempleades con la limitación de derechos que ello conlleva.

Hasta la actualidad quienes trabajan en cooperativas, quienes hacen changas, o quienes cobran alguna ayuda social del Estado, estuvieron en la indefensión y en desventaja respecto de aquelles que se encuentran sindicalizades. La agremiación, mal que les pese a los patrones, es la garantía de que les trabajadores puedan luchar por sus derechos y que esas conquistas se vuelquen en reglamentaciones parte de los convenios colectivos de trabajo.

Para dimensionar lo que implicaría la concreción de este nuevo sindicato, imagínese le lectore lo significativo que sería -para une que trabajaba en la informalidad- comenzar a tener aportes jubilatorios y obra social. Sólo ese hecho eleva sustancialmente el nivel de vida presente y futuro de eses trabajadores. Ni hablar si se le sumase que no podrían cobrar menos que el salario mínimo, hoy en poco más de $16.500 pesos.

Sin lugar a dudas los sectores sindicalizados y las organizaciones sociales fueron sectores claves en el proceso de resistencia a los 4 años de gobierno macrista, a la vez que organizadores de la unidad necesaria para derrotar a Cambiemos en las elecciones generales de octubre. Esa misma iniciativa y predisposición fue la expresada por les referentes que hicieron uso de la palabra en la presentación del nuevo sindicato.

La Unión de Trabajadores de la Economía Popular no es solamente la visibilización de sectores fuertemente estigmatizados que se organizan, sino la demostración empírica de que frente a la crisis neoliberal macrista, les trabajadores más precarizades del sistema generaron sus propios trabajos y espacios de contención en las barriadas populares para paliar las penurias de manera colectiva y solidaria.

Las palabras del presidente de la nación, Alberto Fernández, dieron cuenta de que este proceso es un acierto político de quienes componen la UTEP. El presidente no sólo envió un saludo a quienes se hicieron presentes en el microestadio de Ferro el pasado 20 de diciembre, sino que alentó la iniciativa.

Cuando empezamos a militar en nuestros propios barrios y nos quedábamos sin laburo, fuimos capaces de crear nuevas formas de trabajo y de eso vivimos muchos años. Si somos capaces de salir de ese infierno, cómo no vamos a sacar este país adelante en unidad, con felicidad, con todo el movimiento popular saliendo a la calle a decirle que no al Fondo Monetario Internacional y a decirle que sí a todo el pueblo que quiera luchar por sus reivindicaciones[1], señaló quien será Secretario General de la UTEP, Esteban “el Gringo” Castro.

Por su parte el referente de la Corriente NuestraPatria, Fabián Gutiérrez, señaló a este medio que la importancia de este proceso de conformación del sindicato de la Economía Popular, es que “se generó la mayor unidad posible, una unidad en la diversidad”. Un proceso que posiblemente permitirá a les más precarizades luchar con mejores herramientas para conquistar sus derechos.

Nada casual la fecha elegida por las organizaciones para hacer la presentación de esta herramienta de lucha: hace 18 años muchas de las organizaciones que ahora conformarán la UTEP, eran parte de las jornadas de lucha popular del 19 y 20 de diciembre de 2001, que terminarían con la famosa retirada en helicóptero del ex-presidente Fernando De La Rúa.

Si bien la presentación de este nuevo sindicato parece ser un buen augurio para quienes tienen más vulnerados sus derechos, habrá que ver cuáles serán las dificultades que puedan surgir en el camino emprendido. Desde las negociaciones y posibilidades de ingreso al seno de la CGT, hasta la relación con el Estado como posible empleador (en principio) para estos sectores, al menos si lo expresado por algunos funcionarios -crear trabajo de calidad y digno e ir reconfigurando los planes sociales hacia ese sector- es verdad.

Grandes desafíos y grandes expectativas se abren alrededor de la conformación de este sindicato que terminará de elegir sus autoridades en enero próximo. Una nueva herramienta para un sector muy castigado por el macrismo en los últimos cuatro años y que indiscutiblemente podría significar una interesante vuelta de rosca en la inclusión de estos sectores a la estructura productiva del país.


[1] http://agencia.farco.org.ar/noticias/nuevo-sindicato-se-lanzo-la-union-de-trabajadores-de-la-economia-popular/

“No cambien el clima, cambien el sistema”

“No cambien el clima, cambien el sistema”

TIEMPO DE LECTURA: 5 min.

por Nicolás Sampedro*

En la última semana se han visto movilizaciones en distintas partes del mundo. Movilizaciones donde se repudiaban las políticas del presidente brasileño, Jair Bolsonaro, respecto de la Amazonía.

Sucede que un porcentaje muy elevado de lo que es conocido como el “pulmón del mundo” se está incendiando hace más de 20 días y recién en esta última semana el mandatario brasileño parece haberse enterado.

A decir verdad, esta afirmación sería incorrecta, porque a principios de agosto, Bolsonaro despidió al director del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales, Ricardo Galvão, luego de que éste hiciera público un informe del instituto donde se pone de manifiesto el avance de la deforestación de la selva amazónica.

La actitud del mandatario no debería asombrarnos, dado que, al igual que su jefe del norte, no cree en el Cambio Climático; no cree que las consecuencias del sistema de producción y consumo del capitalismo estén generando la destrucción del platera, la extinción de especies animales y vegetales.

Si bien los incendios en la Amazonía no son nuevos ni propiedad del gobierno del Mesías, sólo en el mes de julio, se deforestaron 2.254 kilómetros cuadrados[1], casi la misma superficie de un país como Luxemburgo[2].

Quienes se relamen ante esta situación son las empresas del agronegocio y las mineras, deseosas de explotar los territorios de la selva amazónica para hacer cuantiosos negocios a costa del sufrimiento ajeno. Bolsonaro tiene la descabellada idea de legislar para que parte del Amazonas pueda ser explotado para este tipo de producción primaria.

De allí su desconocimiento de los derechos de las comunidades originarias y campesinas que habitan ese territorio. Más de “34 millones de personas, incluidas 385 comunidades indígenas[3] que permanentemente denuncian que están devastando sus territorios y que -literalmente- los están pasando por encima[4].

En varios países del mundo se han dado muestras de preocupación por lo que acontece en Sudamérica. No sólo con declaraciones oficiales como las de Alemania, Noruega, Francia, o la propia Organización de Naciones Unidas, sino fundamentalmente los pueblos, que mediante las redes sociales y con movilizaciones en las sedes diplomáticas de Brasil pusieron en la agenda mediática la tragedia que se está viviendo[5].

La pregunta que surge ante este hecho movilizador es: ¿Cuán hipócrita es el ser humano? Más allá de que seguramente gran parte de estas iniciativas tienen un alto grado de conciencia por las implicancias que tendría para el planeta ¿Cuántos y cuántas se cuestionan la causa principal del deterioro climático? ¿Qué acciones globales hay para cambiar las lógicas de producción y de consumo del sistema capitalista que en definitiva es lo que está poniendo en serio peligro la supervivencia del planeta?

Hace 27 años el estadista y líder revolucionario Fidel Castro Ruz ponía de manifiesto la problemática y enfatizaba en la necesidad de tomar medidas urgentes si queríamos salvar a la especie humana de la extinción.

Fidel señalaba que “si se quiere salvar a la humanidad de esa autodestrucción hay que distribuir mejor las riquezas y las tecnologías disponibles en el planeta. Menos lujo y menos despilfarro en unos pocos países para que haya menos pobreza y menos hambre en gran parte de la Tierra.

No más transferencias al Tercer Mundo de estilos de vida y hábitos de consumo que arruinan el medio ambiente. Hágase más racional la vida humana. Aplíquese un orden económico internacional justo. Utilícese toda la ciencia necesaria para el desarrollo sostenible sin contaminación. Páguese la deuda ecológica y no la deuda externa. Desaparezca el hambre y no el hombre”[6].

Los debates sobre la problemática ambiental han sido históricamente ninguneados incluso por sectores a los que se podría llamar compañeres. Salvo un puñado de organizaciones sociales, intelectuales y líderes políticos, los poderes fácticos del planeta han logrado, con la complicidad de los medios de comunicación, minimizar o desviar la discusión sobre este problema.

Si el ser humano sigue en su antropocentrismo y no hace lugar a los planteos de las comunidades originarias y campesinas, a los reiterados pedidos de mandatarios como Evo Morales para garantizar mundialmente los derechos de la Pachamama; si los acuerdo supranacionales como el de París, quedan sólo en la letra muerta de un papel, las consecuencias serán irreversibles y el sufrimiento no sólo será para la gran mayoría de la humanidad, sino para todas las especies que habitan este mundo.

En la XV Conferencia sobre el Cambio Climático de la ONU de 2009 en Copenhage (Dinamarca), otro de los grandes estadistas y revolucionarios que nos regaló este momento histórico, Hugo Chávez, comentaba algunas de las frases pintadas en las paredes o en pancartas que le habían llamado la atención mientras se dirigía a la sede donde se llevaría a cabo ese evento.

Si el clima fuera un banco ya lo habrían salvado“, replicaba el comandante con gran tino haciendo alusión a lo que sucedía en ese momento, luego de la crisis financiera de 2008, en el que grandes bancos fueron “rescatados” por gobierno como el de Barack Obama.

El capitalismo humano no existe. El capitalismo es la explotación del hombre (y el medio ambiente) por el hombre. Si no tiramos abajo este sistema patriarcal, racista, antropocéntrico e injusto la supervivencia de la especie humana estará condenada al fracaso. Las pintadas en calles de Copenhage citadas por Chávez, resurgen como el ave fénix y deberían convertirse en un grito a una sola voz: si quieren salvar a la humanidad, “No cambien el clima, cambien el sistema”.


* Periodista especializado en temas internacionales, conductor del programa Marcha de Gigantes (AM 1390 Radio UNLP), productor del programa Columna Vertebral (Radio Estación Sur - FM 91.7), columnista del programa La Marea (Radio Futura – FM 90.5) editor de Revista Trinchera y colaborador de Agencia Timón.

Bibliografía:
[1] https://www.telesurtv.net/news/brasil-alerta-deforestacion-bosque-amazonia-bolsonaro-20190807-0039.html
[2] https://es.wikipedia.org/wiki/Luxemburgo
[3] https://www.telesurtv.net/news/bolsonaro-brasil-amazonia-peligro-20190820-0003.html
[4] https://www.cronista.com/internacionales/La-deforestacion-del-Amazonas-llego-a-4000-km2-el-ultimo-mes-20190804-0026.html
[5] https://www.telesurtv.net/news/protestas-mundo-defensa-incendios-amazonia-20190823-0016.html
[6] https://www.youtube.com/watch?v=LXY8epxirRg

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