Con la presencia de autoridades de los Ministerios de Ciencia, Tecnología e Innovación; Comercio Internacional y Culto; Ambiente y Desarrollo Sostenible; Agricultura, Ganadería y Pesca; Turismo y Deportes; Defensa y Seguridad, hace algunos días se llevó a cabo el relanzamiento de la iniciativa Pampa Azul.
La reunión estuvo encabezada por el ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación, Roberto Salvarezza, quien luego de agradecer a sus colegas de gabinete por estar presentes en esta primera reunión del Comité Interministerial de la iniciativa Pampa Azul, recordó la presentación en 2014 a cargo de Cristina Fernández de Kirchner, “que apuntaba a poner más conocimiento en el Mar Argentino con la idea no sólo de aumentar su productividad, sino también de visibilizar nuestra soberanía en territorios donde Argentina sufre la depredación de sus recursos naturales”.
En referencia a esta primera reunión, el titular de la cartera científica remarcó la importancia de retomar el espíritu de lo que fue Pampa Azul en sus inicios y de la importancia del conocimiento científico y ambiental aplicado a la producción y a la soberanía: “Esto demuestra la voluntad política de este gobierno de caminar hacia el mar argentino”.

Un paso hacia la incorporación efectiva del mar al territorio nacional
Investigar el mar argentino fue una de las metas que se propuso el Ministerio de Ciencia y Tecnología en 2014. Así nació “Pampa Azul”, una iniciativa de las Organizaciones de la Sociedad Civil, apoyada por profesionales de las ciencias marinas, que conformaron el “Foro para la Conservación de Mar Patagónico y Áreas de Influencia”.
La idea inicial fue promover políticas y medidas para la preservación del Ecosistema Marino Patagónico con una mirada de gran escala, inspirada en que los procesos del ecosistema y sus componentes vivos trascienden las fronteras políticas.
La intención era la fortalecer la presencia en la plataforma continental de la Argentina y demás espacios marítimos bajo jurisdicción nacional, con el fin de consolidar el dominio efectivo sobre nuestros bienes comunes y brindar apoyo científico a la política exterior argentina en el Atlántico sur.
Pero además se contemplaron metas a mediano plazo, como la de intentar generar productos científicos de excelencia, comenzado por las áreas más productivas del Mar Argentino; y otras a largo plazo como la determinación de la futura configuración geopolítica del Atlántico Sur y a la presencia de la Argentina en la Antártida.
Concretamente, Pampa Azul no sólo colaboró con la creación de políticas públicas, sino que también impulsó el desarrollo de campañas científicas para la investigación oceanográfica y la prospección de la diversidad marina, con participación de distintos buques del Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas, la Prefectura Naval Argentina y la Armada Argentina.
Como el programa era muy costoso, en 2015, el Gobierno nacional envió al Congreso el Proyecto de Ley N° 27167 (PROMAR), mediante la cual se creaba el Programa Nacional de Investigación e Innovación Productiva en Espacios Marítimos Argentinos, y posteriormente se designó al Ministerio de Ciencia y Tecnología como Autoridad de Aplicación. La norma, promulgada en septiembre de ese año, consta de ocho artículos dentro de los cuales se desarrollan los lineamientos generales y específicos para el fortalecimiento de la presencia soberana del país en el Mar Argentino, pero además tiene como uno de sus principales objetivos atender la iniciativa Pampa Azul.
Entre los aportes científicos que derivan del programa Pampa Azul en pos del apuntalamiento y ampliación de la soberanía nacional, se pueden destacar: el incremento en el conocimiento de base de nuestro mar y sus ecosistemas (considerados como altamente productivos a nivel global); la generación y el manejo de nuevas Áreas Marinas Protegidas; el desarrollo de capacidades tecnológicas vinculadas al aprovechamiento sustentable de los recursos (biológicos o energéticos) de nuestra plataforma continental; la sustitución de importaciones; la generación de puestos de trabajo genuino y calificado, y la ocupación activa y productiva (en el más amplio de los sentidos) de nuestro territorio marino.
En 2015, sólo el 1,5% del PBI provenía del mar, por lo que la meta era llegar a un aporte potencial de entre el 10 y el 15%: para ello, debía incrementarse adecuadamente la inversión en investigación, innovación tecnológica y desarrollo productivo.

En marzo del año 2016, la Comisión del Límite Exterior de la Plataforma Continental (CLPC), un órgano científico integrado por 21 expertos internacionales de reconocido prestigio y creado por la Convención sobre Derecho del Mar (CONVEMAR) de la ONU, aceptó por unanimidad el pedido que el Gobierno argentino había hecho unos años antes, de ampliación de nuestra Zona Económica Exclusiva, de 200 a 350 millas náuticas.
Argentina pasó a contar con 1.700.000 km2 de territorio marino nuevo para administrar, sumándose así a los 4.800.000 km2 que ya conformaban su ZEE. Sobran las palabras respecto al significado concreto -y simbólico- que esta decisión de la ONU tiene ante nuestro reclamo histórico de soberanía sobre las Islas Malvinas e Islas del Atlántico Sur.
La agenda del ajuste
Desde octubre de 2016, momento en el que fue presentado en el Congreso de la Nación el presupuesto para 2017, el primero que presentaba el Gobierno de Mauricio Macri, el área de Ciencia y Técnica vio reducida su participación en el mismo, lo que motivó una gran cantidad de medidas de fuerza a nivel nacional, que culminaron con una toma del Ministerio de Ciencia y Tecnología. Desde el 10 de diciembre de 2015, se profundizó incansablemente en un modelo que significó la pérdida de soberanía científico-tecnológica. Bajo una agenda de ajuste, la reestructuración del Estado y el endeudamiento externo, se inició un camino de desmembramiento sistemático y políticamente planificado de las instituciones de ciencia y técnica.

En este sentido, la Ley PROMAR recibió tan solo 4,7 millones de pesos, incumpliendo con el piso de 250 millones que demandaba la ley. Si bien ese monto fijo tenía poco sentido práctico por que la inflación crecía a pasos agigantados, esa suma inicial hubiera permitido dar inicio real a la mayor parte de las líneas de investigación y desarrollo que la iniciativa Pampa Azul preveía. El dinero asignado por la Alianza Cambiemos no alcanzaba para costear ni el combustible de los buques oceanográficos para realizar las campañas.
Pampa Azul evidenció que el proyecto neoliberal tiene en sus más importantes consecuencias, y objetivos, la disminución y, en algunos casos, hasta la destrucción de toda iniciativa que contribuya a la soberanía nacional en los planos político, económico y tecnocientífico.
Caminando la soberanía
Con Pampa Azul, por primera vez en décadas, la Argentina definió una política de Estado destinada a integrar el espacio marítimo al desarrollo nacional, para lo cual, se establecieron objetivos, pero también un plan de acción con recursos económicos, técnicos y humanos.
En este sentido, el potencial de un programa como Pampa Azul, tanto en el plano económico, como en el geopolítico es, sin dudas, de una importancia sustancial. La oportunidad que presenta la reestructuración de un nuevo Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, implica poder volver a caminar un plan de acción para hacer de la soberanía de nuestro mar, una realidad efectiva.
Como dijo Salvarezza, hoy “volvemos a priorizar la soberanía en el Atlántico Sur, y ahí también está la pesca ilegal, el ingreso de buques a la zona marítima argentina, que depredan y regresan a aguas internacionales”.
Conocer en profundidad el mar genera mejores condiciones para aprender a cuidarlo y defenderlo. No hay que olvidarse que nuestro país se enfrenta a una disputa histórica vinculada a la soberanía de una parte muy importante de su mar territorial con el Reino Unido. Esto hace particularmente estratégico el desarrollo de una iniciativa como Pampa Azul, porque no hay mejor forma que reclamar la soberanía sobre un territorio que mediante el conocimiento profundo del mismo.
Después de cuatro años de una intencionada entrega de nuestros bienes comunes, es un orgullo que la soberanía comience a materializarse nuevamente a través de la acción del Estado. Esa es la verdadera Revolución de la Alegría.