Puntos de contacto

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TIEMPO DE LECTURA: 4 min.

Nuestro país está envuelto en tensiones políticas que atraviesan todo el espectro político. Disputas entre oficialismo y oposición, disputas internas en el oficialismo para definir la línea y los tiempos a seguir y tensiones en la oposición para ver quién se anota como el próximo candidatiable para las presidenciales del 2023.

Si bien la prensa hegemónica en nuestro país pretende hacernos creer que somos lo peor de este mundo, que no tenemos solución, que “los políticos” son todos iguales; la realidad es que los mismo hechos se dan en prácticamente todos los países del globo. Incluso las mismas disputas se podrían comparar con las que suceden a escala planetaria entre los diferentes bloques de poder.

Por poner un ejemplo de la región, en Perú, Castillo no hace lo que prometió y, tanto la derecha fijimorista y golpista, como muchos integrantes de Perú Libre (partido que llevó al poder al maestro rural), salen al cruce del mandatario para marcarle sus diferencias.

Si prefieren un ejemplo de otras latitudes, el mismísimo EEUU vive un enfrentamiento entre bloques de poder que ven de formas diferentes cómo debe relacionarse la potencia del norte con el resto del mundo. No hace falta irnos muy atrás en el tiempo para recordar a los seguidores republicanos de Trump tomando el Capitolio e intentando desconocer los resultados electorales (que el propio Trump se había encargado de deslegitimar, incluso antes de que sucedan).

A escala planetaria, se pueden ver las tensiones no sólo entre EEUU y sus aliados con el bloque que conforman China, Rusia y sus aliados, sino incluso a lo interno del bloque occidental. No toda la Unión Europea cree que el conflicto en Ucrania se resuelva de la misma manera, más allá de que se han acoplado (como lo hicieron históricamente) a los designios de Washington.

Un mundo plagado de incertidumbres

La prensa mundial analiza casi en su totalidad el conflicto en Ucrania como una jugada macabra de Putin, el gran dictador mundial. Tan alejado de la realidad es esta afirmación, que bastaría con repasar las intervenciones del mandatario ruso -desde hace al menos una década- para comprender la opereta.

En Ucrania se juega una partida decisiva para el futuro a largo plazo. Tal como sucedió en Siria en 2014, de la resultante de ese conflicto se determinará si EEUU y la OTAN pueden volver a subsumir al mundo entero a sus pies o si por el contrario se fortalece el camino hacia un mundo multipolar. Y por muy alejado que parezca, lo que allí suceda seguramente determinará muchas situaciones de nuestra vida política interna como país.

Lo analizábamos semanas atrás, junto con el analista Guadi Calvo, el golpe de Estado en Pakistán y el envalentonamiento del gobierno de Kirguistán en su postura anti-rusa, es la continuidad de la guerra de Ucrania.

El mismo Putin fue quien señaló hace poco más de una década que vivimos en un mundo donde la única regla que existe, es que no hay reglas. De Allí que vivamos un momento de gran incertidumbre, porque lo que realmente está en juego hoy, y de lo que pocos hablan, es la hegemonía, es el modelo político a seguir, es si EEUU y sus socios logran reimponerse y ordenar a sus anchas el mundo o si por el contrario se abren las puertas hacia otras formas.

De ganadores y perdedores

Pero como toda disputa, lo que hay de fondo son intereses. Y parece que nadie habla a ciencia cierta de los intereses de quiénes. En todos los casos mencionados las disputas de poder se dan principalmente entre los actores de la vida política de esas naciones y/o alianzas. Quienes prácticamente no aparecen mencionados son los verdaderos sectores de poder: las corporaciones, la banca, las exportadoras, las farmacéuticas, el sector financiero. Sectores que se enriquecieron a costa del mundo entero y que hoy no es se desesperan ante la posibilidad de que ello cambie.

¿Y dónde quedamos los pueblos? Siempre en el mismo lugar, el de espectadores de esa realidad. Desafortunadamente las corporaciones mediáticas blinda a los verdaderos enemigos de la humanidad, los gobiernos, excepto honrosas excepciones, no ponen en cuestión a esos poderes so pretexto de intentar resolver problemas (que esos mismos sectores de poder generan) y de llegar a acuerdos para que todos contribuyan a solucionar las penurias que pasan amplios sectores de nuestros pueblos.

La realidad histórica nos demuestra (y lo decíamos la semana pasada) que ellos (las oligarquías, las corporaciones multinacionales, el imperio y sus aliados) nunca nos van a aceptar. Siempre vamos a ser su materia prima descartable. Si esto es así ¿Por qué seguir perdiendo el tiempo?

Nicolás Sampedro
Nicolás Sampedro

Prefiero escuchar antes que hablar. Ser esquemático y metódico en el trabajo me ha dado algún resultado. Intento encontrar y compartir ideas y conceptos que hagan pensar. Me irritan las injusticias, perder el tiempo y fallarle en algo a les demás.

Cada vez que damos click en “aceptar”

Cada vez que damos click en “aceptar”

TIEMPO DE LECTURA: 6 min.

En las últimas décadas, pero fundamentalmente durante este tiempo de pandemia, la virtualidad fue cobrando más y más relevancia en la vida cotidiana de millones de personas a lo largo y ancho del planeta.

El solo hecho de que las grandes empresas tecnológicas hayan sido las grandes ganadoras de la pandemia (al igual que lo serán las farmacéuticas), habla del proceso acelerado de enriquecimiento de quienes dirigen ese selecto grupo de compañías y del poder de lobby que acumulan.

De hecho, en un reciente artículo de la periodista canadiense Naomi Klein, se pone sobre la mesa el acuerdo que habría hecho el alcalde de Nueva York, Andrew Como, con el Ex CEO de Google, Eric Schmidt, o con la Fundación Bill y Melinda Gates, para convertir a esa ciudad en un verdadero experimento tecnológico-social: Telesalud, aprendizaje remoto, vehículos sin conductor.

Las presiones de las empresas de Silicon Valley (GAFAM) parecen comenzar a ir más allá de la reducción de aranceles, liberalización laboral o no restricción del uso “libre” de datos. Estos actores son cada vez más un co-gobierno, o incluso un actor central en la toma de decisiones de los gobiernos.

Repercusión mundial

Se ha mencionado en reiteradas oportunidades cómo esta carrera tecnológica estaba jugando un papel trascendental en la geopolítica mundial. El hecho más visible es la guerra comercial entre Estados Unidos y China. No por nada el Director de Inteligencia Nacional de los EEUU, John Ratcliffe, sostuvo que “China es la mayor amenaza global para la democracia y la libertad desde el final de la Segunda Guerra Mundial”. Incluso, estas disputas políticas y económicas se pueden ver dentro de EEUU bajo los intereses defendidos por Trump-Pence (petroleros) y Biden-Harris (tecnológicos).

De hecho, mientras en occidente se polemiza sobre las redes de telecomunicaciones conocidas como 5G, empresas de China, Corea del Sur o Japón ya comienzan a avanzar sobre el 6G. En efecto, en noviembre del año pasado, el Ministerio de Ciencia y Tecnología de China “anunció el establecimiento de un equipo de trabajo enfocado a investigar y desarrollar las redes de sexta generación (6G) tan solo unos días después del lanzamiento comercial del 5G”·.

Tecnología vs. democracia

El espacio virtual se ha vuelto de importancia estratégica, no sólo para los grandes jugadores mundiales, sino también una fuente de preocupación para los países con menores capacidades. Tal es el caso de las redes sociales que han potenciado la aparición de mentiras (Fake News), propagadas a velocidades impensadas desde hace tan sólo una década.

Este hecho ha sido incluso un problema para las democracias, que se vieron agredidas por vendavales de artículos, comentarios televisivos y radiofónicos, o cadenas de mensajes operando descaradamente con mentiras para torcer la balanza electoral de un lado a otro. En la posverdad (plusmentira) no importan los hechos, sino las percepciones y las emociones.

El diplomático británico, fundador y director del Conflicts Forum, además de figura destacada en inteligencia militar británica (MI6) y en la diplomacia de la Unión Europea, Alastair Crooke, analizó recientemente algunas de las tensiones que se están generando no sólo en Europa, sino también en Estados Unidos, respecto a la injerencia de las grandes empresas tecnológicas en las decisiones de los gobiernos.

El descarado intento de las Big Tech y de los principales medios de comunicación de escribir la narrativa de las elecciones estadounidenses de 2020 en Facebook y Twitter -asociados en su campaña para insistir en que la disidencia es la intrusión de la desinformación del enemigo, o las « mentiras » del presidente de los Estados Unidos o simples estupideces- es sólo el primer paso para redefinir a los «disidentes» como riesgos para la seguridad y enemigos del bien[1].

¿Avance tecnológico es igual a desarrollo de la “humanidad”?

Todo indica que el desarrollo tecnológico y la orientación en Ciencia y Tecnología de la mayoría de los países, tal y como los conocemos, están llevando a un escenario de mayor destrucción del ambiente (por la voracidad depredadora por extraer materias primas), que a su vez tiene consecuencias en la salud de la humanidad y de otras especies animales y vegetales (como la aparición de nuevas enfermedades).

Más allá de algunos cambios en la vida cotidiana -generalmente producto de las necesidades de la misma reproducción del capitalismo-, esta forma de producción de desarrollo, innovación y ciencia (bajo las lógicas de este sistema) no ha implicado mejoras significativas para la humanidad sino sólo para un puñado de corporaciones que se han vuelto megaempresas, y para algunos gobiernos a nivel mundial que las utilizan para oprimir a sus pueblos, invadir o desestabilizar a otros.

Hoy el gran negocio está puesto en la producción de datos en el escenario virtual que es Internet. La licenciada y profesora en Psicología y analista e investigadora del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégicos, Paula Giménez, señala en un artículo publicado en mayo de este año que, según uno de los máximos ejecutivos de Google, hasta 2003 la humanidad había producido un total de cinco exabytes (1 millón de terabytes) de información,  mientras que en 2018 “se crearon 33 zettabytes de datos en el mundo (un zettabyte equivale a 1.000 millones de terabytes), 16,5 veces más que solo hace nueve años. Con el desarrollo tecnológico existen proyecciones que indican que en el año 2035 la producción de datos trepará a los 2.142 zettabytes”.

Al mismo tiempo que aumentan los niveles de producción de datos, avanza la tecnificación de los sistemas productivos. Lo que le sobra a la forma que va adoptando el capitalismo son las personas, lo cual explica por qué, pese al “desarrollo”, los niveles de desempleo, pobreza y miseria son cada vez más elevados en todo el planeta. Según Giménez, actualmente el mundo tiene aproximadamente 3.300 millones de trabajadores y trabajadoras de los cuales sólo 1.300 son estables. El problema es que sobre la tierra hay aproximadamente 8 mil millones de seres humanes.

Esclavitud del siglo XXI

Como afirma el dicho popular (que refuerza la lógica capitalista), “nada es gratis en la vida”. El uso de las redes e internet tampoco. Cada vez que apretamos “aceptar” cuando instalamos aplicaciones en nuestros teléfonos o creamos cuentas en las redes sociales, estamos entregando a esas megaempresas el derecho de utilizar nuestros datos a gusto y piacere. Datos que serán utilizados para segmentar audiencias, públicos y posibles consumidores para determinada empresa, hasta el uso de los mismos de manera opresiva contra la población de determinado gobierno.

El negocio es redondo porque no tiene límites, y las presiones para que no existan son cada vez más fuertes. Límites que deberían poner los gobiernos de los Estados o bloques regionales como la UE. Gobiernos o regiones que muchas veces tienen profundas limitaciones por el gran poder de lobby de estas empresas.

Retomando algunas de las ideas vertidas al principio de estas líneas, es tal el problema en que se ha convertido esta situación que incluso muchas de estas empresas comienzan a tener más peso específico en la toma de decisiones que los propios gobiernos. Se ha convertido en un problema geopolítico, ergo de defensa de la soberanía nacional.

Desafíos futuros

Seguramente, la maquinaria siga funcionando y cada vez sea más complejo desarticular el entramado mundial que genera estas condiciones de injusticia e inequidad. Pero no todo puede estar perdido. La legislación sobre el uso de datos que controle a las compañías y respete la privacidad de les usuaries es una situación primordial, y para que ello suceda debe haber concientización y presión social.

Al significar un problema geopolítico, habrá que ir a paso firme pero con mucho cuidado en los caminos que se adopten, al tiempo que se deberá fomentar la producción nacional no sólo de tecnologías, también de plataformas que puedan competir en estos mercados.

Los sindicatos y las organizaciones de la sociedad civil tendrán el gran desafío de defender los derechos de les trabajadores y avanzar en más conquistas. Transpolando esto al ámbito digital y usando la metáfora del periodista y analista político brasileño, Pepe Escobar, “nuestro futuro será de hackers o de siervos”.


[1] https://www.nodal.am/2020/12/la-cortina-de-hierro-digital-esta-bajando-por-alastair-crooke/

Nicolás Sampedro
Nicolás Sampedro

Prefiero escuchar antes que hablar. Ser esquemático y metódico en el trabajo me ha dado algún resultado. Intento encontrar y compartir ideas y conceptos que hagan pensar. Me irritan las injusticias, perder el tiempo y fallarle en algo a les demás.

Descolonizar los feminismos para descolonizar el poder

Descolonizar los feminismos para descolonizar el poder

TIEMPO DE LECTURA: 5 min.

Por Floren Luengo*

De cara al 34° Encuentro de Mujeres, Lesbianas, Trans, Travestis, Bisexuales y No-Binarias que se realiza en la Ciudad de La Plata la próxima semana, aquí se comparten algunas aristas interesantes de cara a reflexionar sobre el aporte de los feminismos para analizar los vínculos sociales que decantarán en otra manera de pensar(nos) la sociedad en Nuestra América.


Ocurre que ciertos intereses se ven favorecidos por el hallazgo de la verdad, mientras que otros lo son por su destrucción.

Erich Fromm

Si una se toma el trabajo de preguntarle a las personas que le rodean ¿qué es el conocimiento científico? las respuestas tienen algunos elementos en común: son una serie de pasos a seguir, los cuales, de tener consistencia teórica y empírica, serán considerados como válidos y hasta incluso  universales. Quizás esta es una concepción del sentido común instalada que se podría comenzar a cuestionar.

Los campos del conocimiento están en continua lucha por instalar verdades únicas. Es decir, no se admite más que una verdad convertida en conocimiento universalmente válido. En ese gran campo de saber, la pluralidad de voces compite y no hace acuerdos, porque quienes detentan el saber detentan el poder.

Las personas estamos todo el tiempo en contacto con los conocimientos, y por ello, es interesante dejar de pensar que existe un único conocimiento que es universal y trasnacional. Es preciso rever tal concepción neoliberal del saber y el conocer. No existe una única manera de conocer, como tampoco existen sólo algunas personas que tienen el saber y el conocer. Por esto, es urgente y necesario construir estrategias para enfrentar el monopolio de la palabra, del saber y del conocer.

El análisis cultural del conocimiento, desde las ópticas feministas es uno de los primeros pasos que quizás se pueden comenzar a adoptar. Dicho análisis, facilita evidenciar los prejuicios -consientes o inconscientes- que se portan y se transmiten, así como las necesidades y los deseos que están ligadas a las teorías, prácticas, investigaciones y conocimientos que exceden el campo meramente académico.

Monserrat Tellez – Moon Tez. Mural en Alta Gracia, Córdoba, Arg. 2019

Feminismos nuestroamericanos para el conocimiento

Algo interesante para preguntarse al momento de pensar en la construcción de los feminismos desde el Sur y desde Nuestra América es ¿cuál es el sujeto de la historia? Volviendo una vez más al sentido común construido, muchas veces se relatan procesos que parecieran estar dados, como una sucesión de hechos impredecibles y necesarios que van marcando la historia, la cultura y la economía de un país desde el desarrollo para el progreso de los territorios.

Aquella “historia oficial” que coloniza mentes, es preciso abordarla desde el racismo de Estado como eje problemático. Durante la invasión en Abya Yala, la modernidad iluminada europeísta implicó la construcción del racismo como instrumento de control de la población, con la necesidad de crear un primer mundo que se incline progresivamente hacia el desarrollo, y el resto del mundo. Mujeres, abuelos/as, niñxs y hombres indígenas fueron los sujetos productores del desarrollo de ese “mundo ideal”, habiendo establecido el hombre blanco, que por su color de piel, religión y lengua no tienen el intelecto necesario para formar parte de las decisiones importantes, dando inicio la estratificación de los vínculos sociales.

Existe un paternalismo histórico que rige el (des)orden mundial, sustentado en la teoría del más débil acobijado bajo el ala del más fuerte. Las mismas discusiones atraviesan los feminismos. El feminismo occidental blanco de las leyes por ejemplo, no cuestiona a la modernidad sino que se adapta a ésta, no cuestiona el racismo sino que lo perpetua a veces sin dar cuenta. De ahí la importancia de remarcar que no existe una historia universal del feminismo. No se plantea la igualdad de derechos como la cima de la praxis feminista, sino que también, es posible pensarlo desde la presencia y resistencia de la comunidad.

Por eso son importantes los saberes y conocimientos que provienen de los demás feminismos y grupos de mujeres que se autoperciben no feministas. Las mujeres de los 607 pueblos y nacionalidades de Nuestra América, enseñan otras formas de relacionarse con la producción de conocimiento. Y el conocimiento científico tiene mucho que aprender de estos cuerpos epistemológicos, que no se quedan ya en el lugar de ser objeto de conocimiento sino que producen y resignifican lo que parece olvidado, en desuso, fuera de este tiempo.

Como argumenta Francesca Gargallo [1], la filosofía de nuestros territorios se alimenta de teorías que nacen de reflexiones grupales necesarias para enfrentar las eventualidades que tienen  sus raíces en problemas históricos negados. En la voluntad política de transformar, la teoría y la práctica se encuentran en los mismos cuerpos que producen conocimiento para la vida cotidiana.

José Martí se preguntó una vez cómo es posible pensar en la formación de gobernantes desde y para Nuestra América, si no hay universidad en América donde se enseñe lo rudimentario del arte del gobierno, que no es más que el análisis de los elementos peculiares de nuestros pueblos y territorios. Esto es pertinente tenerlo presente cuando pensemos en qué feminismos y para qué.

Las mejoras de las condiciones de vida de hoy y de mañana, el reconocimiento de lxs sujtexs políticxs que llevan adelante la reflexión y acción necesarias para alcanzarla, la crítica y los aportes para lograr formas de gobierno que no avasallen las diferencias propias de Nuestra América, el antirracismo, el respeto a las diferencias sexuales alimentan el feminismo que se pretende construir.

La lucha de los feminismos nuestroamericanos, es ni más ni menos que por el derecho a la autonomía de los pueblos, dice Rita Segato [2]. Urge el uso de la argumentación para la decolonialidad del pensamiento y del reconocimiento del Pluralismo Histórico para evidenciar las desigualdades y dar con la transformación colectiva teniendo siempre presente la historia de opresión que subyace en los relatos de la colonialidad vencedora.


* Periodista, conductora del programa La Marea (Radio Futura – FM 90.5), responsable de la sección Feminismos de Revista Trinchera, editora del portal Luchelatinoamérica y colaboradora de Agencia Timón.

Fuentes:
[1] Gargallo, F. “Ideas feministas latinoamericanas”.
[2] Segato, R. (2015) “La crítica a la colonialidad en ocho ensayos. Y una antropología por demanda, Buenos Aires, Prometeo libros, 293 pp.”

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