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En las últimas décadas, pero fundamentalmente durante este tiempo de pandemia, la virtualidad fue cobrando más y más relevancia en la vida cotidiana de millones de personas a lo largo y ancho del planeta.

El solo hecho de que las grandes empresas tecnológicas hayan sido las grandes ganadoras de la pandemia (al igual que lo serán las farmacéuticas), habla del proceso acelerado de enriquecimiento de quienes dirigen ese selecto grupo de compañías y del poder de lobby que acumulan.

De hecho, en un reciente artículo de la periodista canadiense Naomi Klein, se pone sobre la mesa el acuerdo que habría hecho el alcalde de Nueva York, Andrew Como, con el Ex CEO de Google, Eric Schmidt, o con la Fundación Bill y Melinda Gates, para convertir a esa ciudad en un verdadero experimento tecnológico-social: Telesalud, aprendizaje remoto, vehículos sin conductor.

Las presiones de las empresas de Silicon Valley (GAFAM) parecen comenzar a ir más allá de la reducción de aranceles, liberalización laboral o no restricción del uso “libre” de datos. Estos actores son cada vez más un co-gobierno, o incluso un actor central en la toma de decisiones de los gobiernos.

Repercusión mundial

Se ha mencionado en reiteradas oportunidades cómo esta carrera tecnológica estaba jugando un papel trascendental en la geopolítica mundial. El hecho más visible es la guerra comercial entre Estados Unidos y China. No por nada el Director de Inteligencia Nacional de los EEUU, John Ratcliffe, sostuvo que “China es la mayor amenaza global para la democracia y la libertad desde el final de la Segunda Guerra Mundial”. Incluso, estas disputas políticas y económicas se pueden ver dentro de EEUU bajo los intereses defendidos por Trump-Pence (petroleros) y Biden-Harris (tecnológicos).

De hecho, mientras en occidente se polemiza sobre las redes de telecomunicaciones conocidas como 5G, empresas de China, Corea del Sur o Japón ya comienzan a avanzar sobre el 6G. En efecto, en noviembre del año pasado, el Ministerio de Ciencia y Tecnología de China “anunció el establecimiento de un equipo de trabajo enfocado a investigar y desarrollar las redes de sexta generación (6G) tan solo unos días después del lanzamiento comercial del 5G”·.

Tecnología vs. democracia

El espacio virtual se ha vuelto de importancia estratégica, no sólo para los grandes jugadores mundiales, sino también una fuente de preocupación para los países con menores capacidades. Tal es el caso de las redes sociales que han potenciado la aparición de mentiras (Fake News), propagadas a velocidades impensadas desde hace tan sólo una década.

Este hecho ha sido incluso un problema para las democracias, que se vieron agredidas por vendavales de artículos, comentarios televisivos y radiofónicos, o cadenas de mensajes operando descaradamente con mentiras para torcer la balanza electoral de un lado a otro. En la posverdad (plusmentira) no importan los hechos, sino las percepciones y las emociones.

El diplomático británico, fundador y director del Conflicts Forum, además de figura destacada en inteligencia militar británica (MI6) y en la diplomacia de la Unión Europea, Alastair Crooke, analizó recientemente algunas de las tensiones que se están generando no sólo en Europa, sino también en Estados Unidos, respecto a la injerencia de las grandes empresas tecnológicas en las decisiones de los gobiernos.

El descarado intento de las Big Tech y de los principales medios de comunicación de escribir la narrativa de las elecciones estadounidenses de 2020 en Facebook y Twitter -asociados en su campaña para insistir en que la disidencia es la intrusión de la desinformación del enemigo, o las « mentiras » del presidente de los Estados Unidos o simples estupideces- es sólo el primer paso para redefinir a los «disidentes» como riesgos para la seguridad y enemigos del bien[1].

¿Avance tecnológico es igual a desarrollo de la “humanidad”?

Todo indica que el desarrollo tecnológico y la orientación en Ciencia y Tecnología de la mayoría de los países, tal y como los conocemos, están llevando a un escenario de mayor destrucción del ambiente (por la voracidad depredadora por extraer materias primas), que a su vez tiene consecuencias en la salud de la humanidad y de otras especies animales y vegetales (como la aparición de nuevas enfermedades).

Más allá de algunos cambios en la vida cotidiana -generalmente producto de las necesidades de la misma reproducción del capitalismo-, esta forma de producción de desarrollo, innovación y ciencia (bajo las lógicas de este sistema) no ha implicado mejoras significativas para la humanidad sino sólo para un puñado de corporaciones que se han vuelto megaempresas, y para algunos gobiernos a nivel mundial que las utilizan para oprimir a sus pueblos, invadir o desestabilizar a otros.

Hoy el gran negocio está puesto en la producción de datos en el escenario virtual que es Internet. La licenciada y profesora en Psicología y analista e investigadora del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégicos, Paula Giménez, señala en un artículo publicado en mayo de este año que, según uno de los máximos ejecutivos de Google, hasta 2003 la humanidad había producido un total de cinco exabytes (1 millón de terabytes) de información,  mientras que en 2018 “se crearon 33 zettabytes de datos en el mundo (un zettabyte equivale a 1.000 millones de terabytes), 16,5 veces más que solo hace nueve años. Con el desarrollo tecnológico existen proyecciones que indican que en el año 2035 la producción de datos trepará a los 2.142 zettabytes”.

Al mismo tiempo que aumentan los niveles de producción de datos, avanza la tecnificación de los sistemas productivos. Lo que le sobra a la forma que va adoptando el capitalismo son las personas, lo cual explica por qué, pese al “desarrollo”, los niveles de desempleo, pobreza y miseria son cada vez más elevados en todo el planeta. Según Giménez, actualmente el mundo tiene aproximadamente 3.300 millones de trabajadores y trabajadoras de los cuales sólo 1.300 son estables. El problema es que sobre la tierra hay aproximadamente 8 mil millones de seres humanes.

Esclavitud del siglo XXI

Como afirma el dicho popular (que refuerza la lógica capitalista), “nada es gratis en la vida”. El uso de las redes e internet tampoco. Cada vez que apretamos “aceptar” cuando instalamos aplicaciones en nuestros teléfonos o creamos cuentas en las redes sociales, estamos entregando a esas megaempresas el derecho de utilizar nuestros datos a gusto y piacere. Datos que serán utilizados para segmentar audiencias, públicos y posibles consumidores para determinada empresa, hasta el uso de los mismos de manera opresiva contra la población de determinado gobierno.

El negocio es redondo porque no tiene límites, y las presiones para que no existan son cada vez más fuertes. Límites que deberían poner los gobiernos de los Estados o bloques regionales como la UE. Gobiernos o regiones que muchas veces tienen profundas limitaciones por el gran poder de lobby de estas empresas.

Retomando algunas de las ideas vertidas al principio de estas líneas, es tal el problema en que se ha convertido esta situación que incluso muchas de estas empresas comienzan a tener más peso específico en la toma de decisiones que los propios gobiernos. Se ha convertido en un problema geopolítico, ergo de defensa de la soberanía nacional.

Desafíos futuros

Seguramente, la maquinaria siga funcionando y cada vez sea más complejo desarticular el entramado mundial que genera estas condiciones de injusticia e inequidad. Pero no todo puede estar perdido. La legislación sobre el uso de datos que controle a las compañías y respete la privacidad de les usuaries es una situación primordial, y para que ello suceda debe haber concientización y presión social.

Al significar un problema geopolítico, habrá que ir a paso firme pero con mucho cuidado en los caminos que se adopten, al tiempo que se deberá fomentar la producción nacional no sólo de tecnologías, también de plataformas que puedan competir en estos mercados.

Los sindicatos y las organizaciones de la sociedad civil tendrán el gran desafío de defender los derechos de les trabajadores y avanzar en más conquistas. Transpolando esto al ámbito digital y usando la metáfora del periodista y analista político brasileño, Pepe Escobar, “nuestro futuro será de hackers o de siervos”.


[1] https://www.nodal.am/2020/12/la-cortina-de-hierro-digital-esta-bajando-por-alastair-crooke/

Nicolás Sampedro
Nicolás Sampedro

Prefiero escuchar antes que hablar. Ser esquemático y metódico en el trabajo me ha dado algún resultado. Intento encontrar y compartir ideas y conceptos que hagan pensar. Me irritan las injusticias, perder el tiempo y fallarle en algo a les demás.

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