Los presidentes derechista de Chile y Uruguay, Sebastián Piñera y Luis Lacalle Pou, parece que toman la bandera del Grupo de Lima para reflotar otro grupo, alianza o cumbre. No importa cual sea el nombre sino atacar al “eje del mal” como se lo ha denominado desde Washington a Cuba, Nicaragua y Venezuela.
Cuatro presidentes y el Rey español a la asunción de Lacalle Pou en Uruguay — MercoPress
El cuarteto de Piñera en Chile, Duque en Colombia, Abdo en Paraguay y Lacalle en Uruguay, juegan su rol regional luego de haber perdido Perú y Bolivia como aliados en el gobierno. El banquero Guillermo Lasso en Ecuador está imbuido en sus propios asuntos y ni qué hablar del ultraderechista Jair Bolsonaro en Brasil, donde la derecha brasileña busca un bolsonarismo sin él.
Luego de la bofetada que el movimiento popular le acertara al presidente uruguayo, con una recolección de 800.000 firmas (en un país de tres millones de habitantes) para derogar el núcleo duro de su buque insignia, la Ley de Urgente Consideración (LUC), Lacalle Pou apostó fuerte a su supuesto rol internacional en un mensaje al interior de su país, enmarcado en su permanente campaña de imagen en medios tradicionales y redes sociales.
Presidente Luis Lacalle Pou recibió a su par de Chile, Sebastián Piñera | Am 550
El lunes 27 de setiembre, el presidente se reunió con el mandatario chileno Sebastián Piñera. «Siempre es un gusto recibir a un presidente de otro país. En este caso, con algunos temas importantes como por ejemplo la Alianza Atlántico-Pacífico que es importantísimo», dijo el mandatario uruguayo.
La llegada de Piñera a Uruguay se dio en el marco de una serie de visitas oficiales que también incluyó a Colombia y que finalizará en Paraguay. La gira comenzó el viernes 24 y se extenderá hasta el próximo 29 de setiembre.
Pero hay que tener en cuenta el eventual efecto búmeran que podía sufrir Lacalle Pou con el argumento de los Derechos Humanos (1). Abrazarse con Piñera, es obviar el estallido social y las protestas que derivaron en un proceso constituyente en Chile y que tuvo gran repercusión las prácticas brutales del cuerpo de Carabineros. Esta misma semana se produjeron ataques xenófobos de chilenos contra migrantes venezolanos migrantes en dicho país. Todo un gesto de época.
Ni hablemos de Colombia y las sádicas policía nacional y fuerzas armadas. Basta con conocer el caso de un joven que fue decapitado y su cabeza apareció en una ciudad y el resto de su cuerpo en otra. ¿Y los derechos humanos para Lacalle Pou dónde quedan?
La afinidad que existe entre los gobiernos de Paraguay y Uruguay es de las más fuertes y, además, con vínculo personal de este cuarteto. Obviamente Lacalle Pou ha hecho caso omiso a los interminables maltratos y vejaciones que sufren los campesinos en tierras guaraníes, por solo nombrar un ejemplo. Ni hablemos de la connivencia con el narcotráfico.
Para esgrimir a voz alzada en una cumbre internacional sobre los derechos humanos, desde un altar de moral, hay que tener un gobierno y aliados que estén a la altura: si no, simplemente es coreografía. Máxime si la indignación pasa por el filtro de los compinches ideológicos. Peor aún si define que su gobierno en materia internacional no se va a manejar con tintes ideológicos pero sigue el manual de la Secretaría de Estado y el Comando Sur de Estados Unidos.
Lacalle, hasta el momento, funge de ariete en las acciones contra el Mercosur y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y ese es un traje en el que se siente a gusto. Por sus paseos televisivos por Argentina ha sido vitoreado en su país, aunque más bien fue usado como tiro por elevación contra el presidente Alberto Fernández.
Ahora recibió elogios del exasesor de imagen del expresidente neoliberal Mauricio Macri, el ecuatoriano Jaime Durán Barba. En una entrevista virtual dejó algunas frases: “Uruguay no ha buscado liderazgo regional, pero Lacalle Pou está preparado para eso.” Lacalle “es el presidente más sistemático y organizado del continente en este momento”, sentenció el publicista.
Los cuatros jinetes van galopando el continente para seguir sembrando desgracia.
Desde antes de su llegada al poder, el gobierno de Chile que hoy encabeza Sebastián Piñera, ha sido un “ejemplo a seguir”, sobre todo para las derechas que habitan en toda Nuestra América. En los papeles, nada de lo que reconocen como virtudes del gobierno de Piñera, favorece al pueblo chileno.
Sobre los retiros de pensiones
Si bien la discusión que se vivió estas semanas en el país trasandino sobre el tercer retiro de fondos de pensiones no es igual al de la presencialidad en las escuelas, tienen una característica en común: tanto Piñera como Larreta judicializaron la discusión.
El presidente chileno se presentó ante el Tribunal Constitucional alegando que de hacerse efectivo el tercer retiro de fondos, las prestadoras privadas podrían entrar en crisis, además de que miles de chilenes podrían quedarse sin sus jubilaciones. Un caradura. Parece más importante el destino de una AFP (el equivalente a las AFJP que supieron existir en Argentina) que la supervivencia de les chilenes.
La situación se vuelve aún mucho más descabellada, si se presta atención a la publicación anual de las revista Forbes, donde los ocho (sí, ocho) mil millonarios chilenos aumentaron sus patrimonios en un 73% respecto del año 2020, llegando a la escalofriante cifra de US$40.300 millones de dólares si se suman todas sus fortunas.
Estos sectores son los que se niegan a que el gobierno discuta, mucho menos que apruebe un impuesto a las grandes fortunas como se está haciendo en muchos países del mundo ¿Será que la familia Piñera es una de las que está en esa vergonzante lista de ocho megaricos?
Piñera anuncia la promulgación del retiro 3er retiro de fondos de pensión ante el revés judicial.
Contexto Covid-19
Pero lo más grave es que esta situación se da en medio de los debates respecto de cómo abordó la pandemia el gobierno chileno. Es que Chile es el país con más hospitalizados por millón de habitante en el mundo, de acuerdo con las cifras que arroja Worldometer, llegando a 175,19.
Más allá de los números de vacunación, Chile no escapa a que su pueblo la pase mal. Esta hospitalización quizás se pueda responder en el hecho de que el gobierno abrió todo, pese a haber sido alertado a finales del 2020 que habría un rebrote o una segunda ola y que sería peor que la primera. Explicaciones podría haber miles pero la mejor síntesis es como siempre, que Piñera gobierna para las elites a las que representa y no para todo el pueblo chileno.
Como si no alcanzara la desprotección del pueblo chileno de parte de su gobierno, ahora les migrantes tendrán más cosas de qué preocuparse. El gobierno promulgó una nueva Ley de Migraciones, que no sólo estigmatiza a quienes llegan al país, sino que pone en peligro la permanencia de les extranjeres que ya están en Chile, permitiendo que se los expulse de no regularizar su situación.
La campaña sucia
Si bien no es nuevo que los medios de comunicación hegemónicos operan permanentemente para estigmatizar a los sectores populares, a les que luchan contra la opresión, a los pueblos originarios (Mapuches en el caso chileno), a les migrantes, o a quien les haga falta en determinado momento, el temor al “peligro del populismo” cada vez suena con mayor fuerza.
Este 2021, el pueblo chileno deberá elegir mediante el voto, no sólo a intendentes municipales, gobernadores, parlamentarios y al propio presidente, sino que además, a mediados de mayo, deberá elegir a les 155 constituyentes que serán les encargades de redactar la nueva Carta Magna.
El debate de fondo, lo que está en juego, no es otra cosa que el tipo de país que quieren construir los, las y les chilenes. Los medios masivos hegemónicos y sus repetidoras operan a favor sus dueños (los grandes megamultimillonarios), el ejecutivo nacional hace todo lo posible para no dar concesiones, los diputados de uno y otro lado especulan para ver qué puede colocarlos nuevamente en sus bancadas, mientras el pueblo y sus organizaciones populares siguen resistiendo a las varias pandemias que les aquejan desde hace décadas.
El Covid-19 fue la tormenta perfecta para que se intentara frenar la avanzada popular de octubre de 2019 que estaba jaqueando a Piñera y el resto de sus lacayos y cómplices. Pero el pueblo chileno nunca dejó de luchar y resistir, porque al parecer está harto de los atropellos de una clase política que no siente que la representa.
El desafío de derribar la constitución pinochetista.
Los desafíos
Esta es la gran batalla que atraviesa el hermano pueblo de Chile ¿Podrá algún partido político de izquierda o progresista capitalizar ese descontento social expresado en las calles durante décadas? ¿Seguirá sucediendo que las fragmentaciones de la izquierda o del campo popular generen que vuelva a triunfar la derecha? ¿Logrará ese pueblo hastiado de atropellos frenar a una derecha que desde hace décadas está acostumbrada a vivir bajo el paraguas de la dictadura pinochetista?
La democracia representativa burguesa -a las que en occidente se impuso llamar “democracia” a secas-, es sólo una de las formas de ordenamiento social. Y está demostrado que cuando un pueblo se cansa de los atropellos, de las mentiras de un orden institucional que sólo favorece a una minoría, esas formas de ordenamiento pueden cambiar. Por las buenas o por las malas. Desafortunadamente nunca es por las buenas porque la derecha nunca cederá sus privilegios y cuando se siente acorralada, generalmente, muestra su verdadera identidad y crueldad.
El caso chileno sirve de ejemplo para graficar que al capitalismo (y para el sector que mejor encarna sus lógicas -la derecha-) no le importa ni una de las peores pandemias de la historia de la humanidad, ni la saturación de los sistemas sanitarios, ni que miles de familias pasen hambre y penurias. Sólo les importa seguir acumulando riquezas y poder sin importar las consecuencias para el resto.
El Covid-19 fue la tormenta perfecta para que la derecha intente profundizar el saqueo, pero también fue la demostración empírica de que esos sectores desalmados y voraces no son nuestros adversarios, sino nuestros enemigos. Llamar a las cosas por su nombre es el primer paso para poder identificar que estamos en guerra no sólo contra un virus letal que está poniendo al mundo patas arriba, sino contra una derecha violenta y despiadada que mostró su verdadero rostro (nuevamente) durante la pandemia.
Nicolás Sampedro
Prefiero escuchar antes que hablar. Ser esquemático y metódico en el trabajo me ha dado algún resultado. Intento encontrar y compartir ideas y conceptos que hagan pensar. Me irritan las injusticias, perder el tiempo y fallarle en algo a les demás.
Compañeres detenides desaparecides ¡PRESENTES! Ahora y siempre, acá y en el hermano Pueblo Chileno.
Chile, 16 de septiembre de 1973
El ruido de las botas golpeando contra las costillas quedó impreso en la retina y la memoria de quienes sobrevivieron para contarlo. Él sonreía, siempre sonreía. Los otros, los detractores de la patria, enfurecían. Y a cada sonrisa respondían con golpes. Se había encerrado en la Universidad Técnica del Estado. En total eran 600 estudiantes y por asamblea habían decidido cumplir con las órdenes de Allende.
No tenían fierros, pero sus mejores armas eran las convicciones e ideales, y les impulsaba la Unidad Popular. Los tiros y bombardeos resonaban por todo Santiago. Afuera, cientos de soldados gatillaban hasta vaciar los cargadores. El cañón estaba listo. Abrieron fuego en dirección al rectorado, entraron y se los llevaron.
A unos pocos kilómetros de allí, precisamente en el Estadio de Chile, les aprisionaron. A él lo reconocieron mientras caminaba entre la larga fila de detenides. Una voz de mando grita y los soldados lo entregan. Cayó tendido a los pies de El Príncipe, un oficial del ejército, después de recibir un culatazo. El joven era Víctor Jara, un emblema cultural y político en todo Chile. Debajo de los rulos, la sangre cubría su rostro.
El Príncipe no cesaba en despotricar el odio que le tenía. Lo golpeó hasta el cansancio, luego llamó a los soldados y les pidió que lo llevaran hacia uno de los corredores. Así lo hicieron, bajo la orden de matarlo ante el primer movimiento. En las horas posteriores fue expuesto como trofeo ante los principales generales de las Fuerzas Armadas.
El Golpe había iniciado hacía unos días; el proyecto socialista en Chile fue truncado por los intereses de unos pocos: la derecha chilena, un ejército traidor con Pinochet a la cabeza y Nixon dando órdenes desde la Casa Blanca. El pueblo resistió, pero las muertes, las desapariciones y las torturas se apoderaron de Chile.
Entre un montículo de cuerpes acribillados, alguien reconoció el de Víctor Jara. Su vida, su obra y su muerte son el símbolo de uno de los periodos más violentos de Nuestra América, y no deja de ser historia reciente en Chile. 17 años de dictadura le siguieron. Hoy, el imperio sigue detrás y su rostro lleva el nombre de Sebastián Piñera.
Argentina, 16 de septiembre de 1976
El golpe había sido en marzo, Videla estaba al frente. El Pueblo, organizado desde la clandestinidad le ponía el cuerpe a la persecución y la hostilidad, que eran moneda corriente. Todo el territorio argentino, principalmente las grandes urbes y capitales, estaba dominado por los ejecutores del Proceso de Reorganización Nacional. Desde el sector estudiantil, los sindicatos, y algunas instituciones que fueron intervenidas, hasta las principales fábricas o barriadas, la resistencia luchaba.
En ese momento y al igual que hoy, una de las principales demandas del sector estudiantil, muches de elles pertenecientes a la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), había sido un reclamo llevado adelante frente al Ministerio de Obras Publicas bonaerense en 1975, que pedía la implementación del boleto estudiantil.
Durante la madrugada del 16 de septiembre el Batallón 601 del Servicio de Inteligencia del Ejército a cargo de Ramón Camps y Miguel Etchecolatz, secuestró a diez estudiantes que habían participado del reclamo. Se los llevaron porque estaban organizades, lo dice la memoria. Fueron distribuides en distintos centros clandestinos, posteriormente torturades y en su mayoría desaparecides. Les sobrevivientes son testigos.
Las fechas no fueron enormes coincidencias: son las pruebas de las heridas que Nuestra América sufrió en un mismo periodo, bajo las mismas órdenes y el mismo plan de exterminio, del que fue y es responsable el imperialismo norteamericano y les detractores de la patria en cada uno de los países que sufrieron procesos dictatoriales guionados en la Escuela de Las Américas.
Hoy nos toca ver un lamentable acto en reivindicación del fascismo por las calles de nuestro país. Quienes dicen haber ganado las calles, las pisan con una bandera argentina en las manos y la cara de Videla y sus genocidas en el pecho. Sepan que nunca “ganarán” las calles, porque la libertad del Pueblo no está en juego. Lo que estamos viendo es la imagen residual de un discurso de odio, que intenta ganar adeptes. Por eso la Memoria, por eso la Verdad, por eso la Justicia. Nunca más.
Jorgelina Urra
Para que las ideas no mueran hay que escribir, pero como el lenguaje es un universo lleno de palabras muertas y consejos de la RAE; prefiero hablar desde un léxico más revolucionarie.
Un trance multiplicado en el marco de la pandemia del Covid 19, que ha ayudado a la generación de una masa de desempleados, el cierre de comercios, industrias; y que trae al recuerdo la crisis económica de los años 80 que propició en Chile, junto a demandas por respeto a los derechos humanos, exigencias políticas y económicas, el principio del fin de la dictadura cívico-militar instalada el año 1973 con el Golpe de Estado a Salvador Allende. Un escenario, que en este cuarto lustro del siglo XXI, también nos confirma la ineficiencia de una administración de gobierno, que no ha dado el ancho y que lo obliga a ejecutar su quinto cambio de gabinete en poco más de la mitad de su período.
Al papel jugado por el Covid-19, para plasmar el actual estado de situación de crisis, en los más amplios campos, debemos sumar,como el elemento catalizador, al levantamiento social, iniciado en octubre del año 2019, que en este período de transición epidémica con cuarentenas e imposibilidad de salir a las calles, no hace olvidar a la población, sus más profundas demandas, expresadas hoy en redes sociales y en discursos asumidos por una oposición, que pretende sumarse al carro de esos requerimientos del pueblo chileno.
Reivindicacionesque no se han quedado en reclamos virtuales, sino que han tenido también, episodios de esporádicos estallidos de protestas (principalmente en los sectores más carenciados) que mantienen en alto la pretensión de cambios medulares en el país, sobre todo en los planos sanitarios, políticos, en educación y pensiones. Ello, en camino a forjar una nueva constitución. No hay posibilidades de entender la actual situación, sin encontrar el punto de ignición el mes de octubre del año 2019, en que nuestra sociedad chilena “salió del sueño embrutecedor y echó a andar”
Este levantamiento social mostró, con absoluta claridad, que 30 años de democracia, tras el fin del régimen pinochetista, ha sido simplemente el administrar el modelo político y económico heredado de esa dictadura cívico-militar, que ejerció en Chile un gobierno totalitario entre los años 1973 a 1990. Una dictadura, cuyos componentes civiles, siguen siendo actores relevantes, en la actual etapa de democracia representativa, sin apenas esbozar cambios en su mentalidad y visión de lo que debe ser un país y la manera de enfrentar los retos de democratizar una sociedad que ha cambiado, que refleja nuevas esperanzas, que exige cambios y que ellos sean estructurales en todos los ámbitos.Ya los maquillajes no se aceptarán.
Estos 30 años de democracia han sido una etapa, en que se impuso la llamada política del consenso, entre los actores preponderantes de la escena política nacional representados por un polo de derecha y ultraderecha; enfrentado a otro extremo,que unía a sectores de centro y socialdemócratas. Un escenario de gatopardismo, que no ha sido modificado en esencia, ni con la irrupción, desde hace un lustro a la fecha, de un bloque que despertó ciertas esperanzas de cambios en un sector de la población: el llamado Frente Amplio, que al poco andar demostró, que ese supuesto dinamizar y dar un nuevo aire a la política nacional era simplemente un volador de luces. Un Frente Amplio que entró en la misma dinámica politiquera e inútil de sus colegas, sumergiéndose en la misma forma de hacer política vana y superflua que el resto de la caterva política nacional.
A fines de este mes de julio asistimos a un cambio ministerial de la administración Piñera, que es un reacomodo de piezas, para poder enfrentar un período que requiere, en la visión de la derecha más recalcitrante “mano dura” frente a las exigencias que amenazan el modelo del cual han mamado hasta enriquecerse en forma impúdica sectores políticos, económicos y empresariales del país, junto a altos mandos de la policía uniformada y Fuerzas Armadas. Todos ellos han hecho del Estado una fuente inagotable de prebendas. Ello explica la defensa a ultranza de un modelo de pensiones que favorece a los que administran este dinero,que en forma concreta significan 240 mil millones de dólares en depósitos de millones de trabajadores chilenos, que cotizan para una jubilación que en la mayoría de los casos será misérrima pero seguirá siendo un botín apreciado por los administradores de esos fondos, que son, en esencia, los mismo dueños de la salud, la educación, las empresas, el sistema bancario y financiero del mundo privado.
El Nuevo Ministro de Relaciones Exteriores Andrés Allamand, el vocero de gobierno Jaime Bellolio y el ministro del interior, Víctor Pérez son parte de ese grupo destinado a tratar de mantener los privilegios de los que han gozado cierto sector del país durante décadas. Son estos “ministros del rechazo” los que frente a la derrota en materia de no poder haber frenado la decisión parlamentaria de permitir el retiro de parte de esos fondos para enfrentar la crisis económica, se volcarán ahora de frenar todo intento de cambio constitucional, de nuevas exigencias sociales u otros peligros que enfrentan aquellos que han hecho del país su fuente de riqueza. El reacomodo político de la administración piñerista no desea que la exigencia de una nueva constitución tenga éxito, porque ello implica cambiar el mísero rol de un estado subsidiario a uno que efectivamente proteja a la población.
Es un ajuste en el gobierno de Piñera donde se imponen las visiones políticas más reaccionarias, tanto de Renovación Nacional (RN) como la Unión Demócrata Independiente (UDI) ambos partidos de la derecha y ultraderecha ultramontana. Estableciendo una brida también a aquellos nombres, que pretendían, desde un débil campo del liberalismo, levantar una bandera menos centrada en la defensa a ultranza del modelo, como es el caso del diputado Mario Desbordes, presidente a su vez de RN, que abandona ambos cargos y pasa a dirigir la cartera de Defensa. Una hábil jugada del ala dura del gobierno piñerista, que invisibiliza así cualquier intento de torpedear la nueva agenda de gobierno.
De esta manera artificiosa se postergó, por ahora, el quiebre definitivo de una coalición de gobierno, que en la votación por el retiro del 10%de los fondos previsionales mostró un nivel de fragmentación que hizo temer su estallido interno.Por ello, se ha optado por nombres del ala duro del oficialismo vinculados estrechamente a los resabios del pinochetismo. Una derecha que está dando manotazos de ahogado, que a la hora de discutir sobre cambios estructurales sus contradicciones son evidentes. Y que tanto el nuevo ministro del interior Víctor Pérez como Cristian Monckeberg el nuevo coordinador entre la Moneda y los partidos oficialistas en su cargo de ministro secretario general de Gobierno, tratan de ordenar filas.
Desde el lado de la oposición la fragmentación no es una realidad frente a la cual tengan que mirar para el lado. Una oposición que fustiga los cambios de gobierno,pero poco pueden hacer si acaso la sociedad no se mueve. Una oposición pasmada, inmóvil, sin poder de convocatoria, que en el plano social no ejerce influencia alguna. Alejado de las necesidades y reivindicaciones de la inmensa mayoría de la población. Una oposición que siempre va detrás de las demandas de una sociedad, que es la que ha empujado la reacción de una oposición que permanecía dormida en un letargo cómodo de una ex Nueva Mayoría anquilosada y de un Frente Amplio que le vendió al país una idea de cambio, de una nueva forma de hacer política y sin embargo ha sido más de lo mismo.
El campo político tradicional, ese que día a día lanza sus diatribas en un congreso desprestigiado, nos muestra el mismo tipo de discurso, palabras y conceptos pero sin ser parte de ellas: demandas sociales, necesidad de cambio, escuchar la voluntad el pueblo. Ideas, conceptos que cruzan transversalmente este lenguaje palaciego. Una forma de hacer política que cansa y que se expresa en casi todo el espectro político nacional. Se llama a un diálogo de sordos, entre aquellos que en el gobierno se atrincheran en mantener un modelo profundamente cuestionado y una oposición que busca la manera de posicionarse en la hecatombe política nacional. Buscando salidas a los problemas del país de una forma que no modifique las estructuras del modelo y aquellos que desde la sociedad exigen y trabajan por cambios.
El problema para el gatopardismo radica en que si algo demostró octubre del año 2019 es que aquello que se debe hacer, estará signado por lo que como ciudadanos seamos capaces de exigir. No habría apoyo económico estatal en período de pandemia y su ampliación, no habría posibilidad de este retiro parcial de nuestros fondos previsionales sino constatara el gobierno y la oposición que pende sobre sus cuellos la espada de los cambios enarbolada por un pueblo cansado. Un pueblo que mayoritariamente, tras 47 años de construcción de un modelo de sociedad nos exige hoy cortar la cabeza de esta hiedra que agoniza y a la cual hay que darle el golpe definitivo de la mano de esta ola social que nos inflama.
Como no recordar en este sueño esas palabras hermosas: “Esa ola irá creciendo cada día que pase. Porque esa ola la forman los más mayoritarios en todos los aspectos, los que acumulan con su trabajo las riquezas, crean los valores, hacen andar las ruedas de la historia y que ahora despiertan del largo sueño embrutecedor a que los sometieron. Porque esta gran humanidad ha dicho: «¡Basta!» y ha echado a andar. Y su marcha de gigantes, ya no se detendrá hasta conquistar la verdadera independencia, por la que ya han muerto más de una vez inútilmente…”[1]
Referencias: [1] Segunda Declaración de La Habana. La Habana, Cuba. 4 febrero del año 1962. Constituye un documento de enorme histórico donde se analizan las raíces históricas que sirven de base a la inevitable revolución de los pueblos de Latinoamérica contra el Imperialismo. Contiene la que quizá es una de las alocuciones más importantes y famosas de Fidel Castro, pronunciadas en la Habana en el año 1962, tras una serie de agresiones contra la revolución y su expulsión del seno de la Organización de Estados Americanos (OEA) cinco días antes en Punta del Este, Uruguay, el 31 de enero del año 1962. https://www.ecured.cu/Segunda_Declaraci%C3%B3n_de_La_Habana
Pablo Jofré Leal
Periodista y escritor chileno. Analista internacional, Máster en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid. especialista en temas de Latinoamérica, Oriente Medio y el Magreb. Es colaborador de varias cadenas de noticias internacionales. Creador de revista digital www.politicaycultura.cl
En octubre del 2019, el gobierno de Sebastián Piñera debió enfrentar una ola de protestas masivas que se extendió durante meses. Si bien el detonante fue el incremento del precio del pasaje de metro, las demandas sociales de los manifestantes tuvieron un carácter heterogéneo y abarcaban asuntos como el acceso a la salud, a la educación, la reducción de las disparidades de género, lo insuficientes que son los ingresos para la mayoría de la población y el fin del sistema privado de pensiones, entre otros.
De la creciente movilización popular, se desprendió que las inequidades socioeconómicas eran insostenibles, y que además estaban íntimamente relacionadas a las reglas del juego institucionales consagradas en la Constitución Política de Chile, diseñada durante la dictadura, que protegen el statu quo y obstaculizan la adopción de cambios que promuevan una mayor equidad.
En ese sentido, fue tomando fuerza la idea de producir un nuevo texto constitucional, y los principales partidos políticos de gobierno y oposición sellaron un acuerdo mediante el cual se disponía que la ciudadanía chilena iba a poder decidir, mediante un plebiscito a celebrarse el 25 de octubre, si apoyaba o rechazaba la idea de una nueva constitución.
En esa misma instancia, les chilenes también podrían emitir su voto en torno al mecanismo de redacción de esa nueva constitución, si el resultado fuese positivo. Las dos opciones en este caso, serán si se conforma una convención constitucional compuesta por ciudadanes elegides para ese propósito o una convención mixta que incluya también a un 50% de les legisladores del país.
Pese a que el Gobierno accedió a este acuerdo, los niveles de legitimidad de la gestión de Piñera siguieron cayendo. Hoy, en contexto de pandemia, según un estudio realizado por el Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG), 7 de cada 10 chilenes evalúa negativamente las medidas del Presidente frente a la crisis del coronavirus.
Respecto a los cambios constitucionales, la misma encuesta asegura que 6 de cada 10 encuestades creen que Chile está viviendo una transformación política, y 9 de cada 10 apuestan por un cambio constitucional: un 61% cree que debería promulgarse una nueva constitución y un 39% aboga por cambios en la actual Carta Magna.
¿El faro político?
La irrupción de la pandemia de coronavirus tuvo lugar en medio de un estallido social de grandes proporciones. Si bien durante enero y febrero habían mermado las movilizaciones iniciadas en octubre, a principios de marzo hubo grandes manifestaciones y ese descontento social volvía a sonar con fuerza. Pero ¡PUM¡ Llegó el Covid-19 y el gobierno y la clase política, que ya exhibían bajísimos niveles de legitimidad, tuvieron que hacerse cargo de una de las crisis sanitarias más importantes de la historia.
Las personas acataron bastante las medidas de distanciamiento social y por lo tanto se depusieron las masivas movilizaciones. De alguna manera, la pandemia vino a darle un poco de aire a un gobierno que se encontraba sofocado por la movilización popular. Pero para el pueblo chileno, el coronavirus aparece como un problema más: ahora tienen dos pestes, la sanitaria y la sistémica.
Durante los primeros días de marzo, cuando Chile comenzó a registrar casos de Covid-19, el mandatario aseguró que su gobierno contaba con las herramientas para enfrentar la pandemia, pero en mayo dio marcha atrás y reconoció que “tampoco estaban preparados”.
Asimismo, Chile fue aplaudido por la comunidad internacional en tanto se constituyó como el país de la región que más testeos realizaba cada millón de habitantes, pero eso nunca le garantizó un buen manejo de la pandemia.
En las últimas 24 horas, Chile registró 6.405 nuevos casos y 96 muertes, y sigue siendo el tercer país de América Latina con más positivos de coronavirus por detrás de Brasil y Perú, aunque su tasa de mortalidad es menor a la de otros países con menos casos como Ecuador y Colombia.
Por otra parte, no se han tomado medidas efectivas para el beneficio de la mayoría de la población en este contexto. De hecho se pidió un préstamo al Fondo Monetario Internacional de 23 mil millones de dólares y hay que resaltar dos cuestiones: primero, que el gobierno de Piñera intentó encubrir el préstamo y salieron a decir que no lo habían pedido; fue el Banco Central el que tuvo que admitir la información, luego de que el FMI lo publicara en su página web; y segundo, que el ministro de Hacienda, Ignacio Briones salió a decir que el préstamo no estaba diseñado para resolver los problemas con el gasto público, por que “no es un préstamo para el gobierno chileno”. ¿Para quién es la guita, entonces? Lo que distintos analistas apuntan es que el préstamo se propone evitar un corte en la cadena de pagos de bancos y grandes empresas.
Es en este sentido que hay una abismal diferencia entre lo que se destina para salvar a las grandes corporaciones, que lo que se dedica para ayudar a los grupos más vulnerabes socialmente, que son los más afectados por la pandemia.
Se han ofrecido planes de asistencia que son insuficientes. También se lanzó una Ley de Protección al Empleo, que evidentemente sirvió para permitir a las empresas despedir trabajadores sin tener que justificarlo o suspender temporalmente los contratos, y el desempleo ha aumentado considerablemente en el último trimestre.
Como si esto fuera poco, sumado a los estragos que está causando el Covid-19, debe añadirse la violencia que ejerce el aparato represivo del régimen neoliberal. La cuarentena obligatoria ha venido como anillo al dedo para imponer un estado de sitio. En este sentido, la bestialidad del modelo se manifiesta con violencia y terrorismo estatal sobre quienes disienten y resisten las políticas económicas y sociales y se han manifestado, respetando el distanciamiento social, en contra del hambre.
De lo que se observa en los barrios populares, se entiende que el hambre no puede ser saciado con una caja de alimentos no perecederos, que es lo que de manera clientelar empieza a distribuir el Gobierno. La crisis sanitaria causada por la pandemia está profundizando las desigualdades económicas y sociales, y los culpables son los que siguen perpetrando este modelo de miseria.
De alguna manera, en su afán por aferrarse al poder y salvar la calamidad neoliberal, el gobierno de Piñera está dispuesto, como lo hace desde aquel 18 de octubre del año pasado, a descargar la barbarie represiva que ha caracterizado históricamente a la derecha. La novedad en este punto tiene que ver con la decisión del Gobierno de dar suma urgencia a un proyecto de ley que modifica la Ley 19.974 sobre el Sistema de Inteligencia del Estado, ya aprobada en el Senado y también en la Comisión de Defensa de la Cámara de Diputados.
Basta con analizar lo que dijo el ministro de Defensa, Alberto Espina, para entender que el objetivo de la iniciativa es reprimir la movilización social: “Si hubiésemos tenido un sistema de inteligencia moderno, los actos de violencia que ocurrieron en el mes de octubre se podrían haber impedido”.
En lugar de pensar políticas sociales y económicas que den respuesta a las causas estructurales de la protesta popular, el Gobierno y parte del Congreso optan, una vez más, por la represión y el debilitamiento de los derechos humanos.
Las más graves modificaciones de la iniciativa del ejecutivo apuntan a centralizar, concentrar y ampliar las atribuciones de los órganos de inteligencia. Con este proyecto, se pretende una concentración del poder incompatible con un sistema que se dice democrático, y se impide la participación de otros órganos y de la sociedad en la definición de las políticas de defensa e inteligencia, que tan profundamente pueden afectar los derechos humanos de la población chilena.
Básicamente, se diseña un sistema de Inteligencia que liderará Piñera con sus ministros de Defensa e Interior, la Agencia Nacional de Inteligencia, la Policía y las Fuerzas Armadas, sin ningún control de otro poder del Estado y en sesiones secretas. En otras palabras, el Presidente se transforma en el Jefe de la Inteligencia Policial y Militar.
A medida que avanza la pandemia y por extensión, la crisis social, se va confirmando la imperiosa necesidad de masificar el debate en torno al papel del Estado en todos los ámbitos estratégicos de la economía, la seguridad social, la educación y la salud. Que deje de prevalecer el lucro por sobre la vida.
* Chubutense de nacimiento y militante porque no hay mejor manera de transformar el mundo. En la escuela le hablaron de la colonización y las guerras. Cuando la militancia le mostró la historia de las resistencias, empuñó el mejor arma: la pluma.
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