Son tiempos de resistencia, pero el reloj les juega en su contra

Son tiempos de resistencia, pero el reloj les juega en su contra

TIEMPO DE LECTURA: 4 min.

Las fichas se siguen moviendo en el tablero, la realidad mundial sigue mutando hacia algo desconocido, pero en principio con algún grado de certidumbre, y cada vez son más quienes se animan a desafiar las directrices del -hasta ahora- hegemón. No sin que haya contragolpes y juego sucio de parte de la bestia herida, intentando defenderse y recuperar terreno.

Solo por mencionar un aspecto, reiterar algo que venimos siguiendo de cerca: en el último tiempo más de 50 países han manifestado su intención de ingresar al BRICS+; Bielorrusia recientemente se sumó a la Organización de Cooperación de Shanghái; el proceso de desdolarización sigue avanzando a paso firme y cada vez son más los intercambios en monedas locales; estos bloques comienzan a gestar una arquitectura financiera distinta que evite el uso punitivo de del hegemón mediante sanciones o impidiendo el sistema de pagos SWIFT. De hecho, hasta provincias como la de Buenos Aires han manifestado su intención de coordinar con el bloque. Recordemos que Milei nos privó de esa posibilidad por mera ceguera ideológica y en un claro alineamiento con EEUU e Israel.

El sur global parece tener cada vez más claro que el Occidente Colectivo llegó a un punto de deterioro que difícilmente se revierta en el corto plazo. La guerra en Ucrania está completamente perdida (y lo saben desde hace rato) y sus consecuencias empiezan a verse: situación económica deteriorada, descontento social, violencia; el genocidio en Gaza es tan evidente que hasta dentro de sus propios países ha habido inmensas manifestaciones en contra de que se perpetúe, e incluso comienza a haber países supuestamente de ese bloque que empiezan a desmarcarse. Más allá de quienes ya venían en esa postura como Orbán de Hungría, Vucic de Serbia, incluso Fico de Eslovaquia, que recientemente afirmó que no entregaría ni una sola bala a Ucrania; la visita de la italiana Georgia Meloni al mandarín Xi Jimping no debe haber caído muy bien en el Despacho Oval. Incluso en Alemania hay sectores (sobre todo en las provincias de la parte oriental) que están planteando abiertamente que el país debe recuperar los vínculos con Rusia y pensar un sistema de seguridad común, algo como lo que viene planteando Putin para toda Eurasia.

Como si fuera poco, recientemente circuló la posibilidad de que Rusia, China e India vuelvan a poner en funciones al RIC, bloque que integran los tres países y que fue la antesala al BRICS ya con Brasil y Sudáfrica como socios. Aceitar sus relaciones políticas, comerciales y estratégicas seguramente aceleraría aún más los procesos que se vienen gestando. Paso fundamental será que China e India logren un entendimiento que permita evitar las tensiones en su frontera, aunque parece que están avanzando seriamente en ese sentido. Recientemente sus ministros de Relaciones Exteriores, Wang Yi y Subrahmanyam Jaishankar, tuvieron un encuentro, al parecer, bastante fructífero.

Quizás esa recomposición de relaciones sumado al hecho de que el presidente indio Narendra Modi visitara Moscú el mismo día en que comenzaba el 75 aniversario de la creación de la OTAN, o que manifestara abiertamente que la India no sería parte de ninguna alianza que encabece EEUU, hayan sido algunos de los elementos que llevaron a que los norteamericanos apoyaran abiertamente el golpe de Estado en Bangladesh, país vecino de India en donde gobernaba la Primera Ministra, Sheikh Hasina, de buenos vínculos con Nueva Deli.

En medio de esa desesperación por su pérdida de hegemonía, afloran las peores expresiones de odio, inoculadas durante décadas por medios de comunicación y amplificadas hoy por redes sociales como la cloaca de X (ex twitter) que controla Musk: Sea en Venezuela, en Gran Bretaña, en Bangladesh o en donde sea, siempre están detrás sectores desestabilizadores que sólo tienen como propuesta incendiarlo todo y eliminar al otro, o sea, a nosotros.

Son tiempos complejos y posiblemente los que vendrán sean aún más complejos y virulentos. Serán tiempos difíciles, pero habrá que mantener la calma, la mente fría y rodilla en tierra. No regalarse y ser inteligente, pero no abandonar absolutamente ningún espacio. Es tiempo de resistencia, y por más que aquí parezca lo contrario, el reloj está jugando en su contra.

Nicolás Sampedro

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La decadencia de occidente se acelera

La decadencia de occidente se acelera

TIEMPO DE LECTURA: 7 min.

Cada vez son más evidentes los intentos desesperados del Occidente Colectivo por intentar resolver lo irresoluble: su caída. Como contrapartida, el gigante asiático y sus aliados/socios siguen dando muestras de que lo que está surgiendo no es en contra de nadie, sino a favor de todos; una sustancial diferencia con el imperio del caos.

China lo hizo de nuevo. A finales de la semana pasada y principios de esta, representantes de alto nivel de 14 organizaciones palestinas participaron en Beijing de diálogos de reconciliación y firmaron la Declaración de Beijing. El documento señala que la Autoridad Palestina será el paraguas de todas las organizaciones, al tiempo que ratifica el compromiso para el establecimiento de un Estado palestino independiente con Jerusalén Oriental como su capital.

Además, destaca el derecho del pueblo palestino a resistir la ocupación ilegal israelí de acuerdo con las leyes internacionales y la Carta de las Naciones Unidas; y a frustrar cualquier intento de desplazar a los palestinos de sus tierras.

La histórica jornada contó con la participación de delegaciones de Egipto, Argelia, Arabia Saudita, Qatar, Jordania, Siria, Líbano, Rusia y Turquía, y se convierte en el segundo acuerdo alcanzado bajo la mediación de China. Cabe recordar que, en abril del 2023, después de años de hostilidades entre Riad y Teherán, saudíes e iraníes sellaban un acuerdo diplomático de alto nivel para reestablecer relaciones diplomáticas e iniciar la reapertura de embajadas y consulados.

Y como si esto fuese poco, comienzan a vislumbrarse (por distintas razones) la posibilidad de que el gigante asiático pueda mediar entre Rusia y Ucrania. Recientemente el ministro de Relaciones Exteriores de Ucrania, Dmitró Kuleba, dijo que su país está abierto a mantener negociaciones con Rusia para poner fin al conflicto armado. Y si bien Zelensky lo reafirmó pocos días después, lo cierto es que desde Moscú ven con desconfianza tales declaraciones. De hecho, la portavoz de la Cancillería rusa, María Zajárova, sostuvo que “esta retórica está vinculada a los ciclos electorales en EEUU. Estas son las señales que en el contexto de lo que sucede en torno a la Casa Blanca, en torno a sus próximas elecciones envían las autoridades de Kiev. Hay que considerarlo en este contexto“.

Está claro que uno de los elementos para estas declaraciones pueden ser la innumerable cantidad de veces que Donald Trump afirmó que el conflicto en Ucrania se termina con un llamado telefónico suyo cuando vuelva al Despacho Oval. Algunas encuestas (todo depende de quién la pague) sostienen que esta es una posibilidad cada vez mayor, sobre todo después de que el establishment norteamericano se quitó del medio a Biden. Zelensky sabe que, si ofrece la paz sin aceptar las condiciones de Putin, podría fortalecer la narrativa anti-rusa que le permita, incluso, presionar a Trump para que siga financiando la guerra.

Está más que claro cuál podría ser el segundo de los motivos para estas declaraciones podría ser el estado de situación de la guerra en sí. Según los informes del ministerio de Defensa de Rusia se estima que en una semana las fuerzas ucranianas perdieron más de 13.825 efectivos. A esto habría que multiplicarlo exponencialmente si consideramos que el conflicto lleva más de dos años, y a ello habría que sumarle la interminable lista de pérdidas materiales asestadas por parte de Rusia, llámense drones, aviones, helicópteros, sistema de misiles o tanques.

Sea cual fuere el caso, lo que está claro es que el gobierno de China está asumiendo un papel cada vez más preponderante en la diplomacia mundial. Y como lo hemos mencionado en otras oportunidades esto no es casualidad del destino, sino necesidad histórica. Tal como nos lo confirmaba la analista María Fe Celi la semana pasada, Xi Jimping y el Comité Central del Partido Comunista de China saben que para lograr avanzar en sus objetivos de cara al 2049, deben contribuir la paz en el mundo. No por angelicales, sino porque la guerra es mal negocio.

Los únicos que se están beneficiando de la guerra (y quizás tan solo de manera efímera) son los sectores de poder del establishment occidental, sobre todo norteamericanos. Los europeos están con una guerra en las puertas de su casa, perdieron competitividad por el encarecimiento de la energía (producto de enemistarse con Rusia y su gas barato), sus pueblos son cada vez más conscientes de que el deterioro de sus condiciones de vida es producto de las políticas guerreristas de sus gobiernos (y por eso ganan los partidos anti-guerra) y un sinfín de etcéteras.

Y decimos que esto puede ser un triunfo efímero y pírrico para el establishment norteamericano, porque –como lo señala el analista indio SL Kanthan– los pilares para que EEUU se convierta en superpotencia se están desplomando cada vez más rápido: poderío militar, superioridad tecnológica, dólar como moneda de reserva y transacción internacional, poderío económico, y una suerte de “unidad nacional”, hoy resquebrajada.

Sobre esto último, recientes encuestas publicadas por Marist National Poll y Rasmussen Reportsd, sostienen que un gran porcentaje de la población norteamericana cree que es factible una nueva guerra civil en los EEUU. Una investigación del Departamento de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Universidad de Delaware publicada hace algunos años sostiene que el principal catalizador podría ser un resultado impugnado en las próximas elecciones presidenciales de 2024. Incluso el candidato “independiente” y sobrino de John F. Kennedy, Robert F Kennedy Jr. remarcó recientemente en sus redes sociales que “va a haber una revolución en este país. La cuestión es si será impulsada por el idealismo o secuestrada por fuerzas oscuras y regresivas. La elección es nuestra”.

Sumado a los problemas internos y al derrumbe cada vez más acelerado de los pilares que hasta hoy los volvieron hegemón, el grado de desesperación del Occidente Colectivo es tal, que al igual que intentaron asesinar a Robert Fico (Primer Ministro de Eslovaquia), a Donald Trump (candidato republicano), Víktor Orbán (Presidente de Hungría), ahora también se suman la denuncia del primer ministro georgiano, Irakli Kobajidze, quien afirmó recientemente, que los Servicios Secretos Estatales están investigando un intento de asesinato contra el fundador y presidente vitalicio del partido gobernante Sueño Georgiano, Bidzina Ivanishvili. Según afirmó el mandatario georgiano las fuerzas externas (o sea el Occidente Colectivo) están irritadas por la negativa de las autoridades del país a abrir el “segundo frente” contra Rusia.

En la misma tónica fueron las denuncias realizadas por el presidente serbio Aleksander Vucic, quien alertó recientemente que “los países occidentales se están preparando para la guerra con Rusia mucho más rápido de lo que muchos en Moscú piensan. Hasta ahora, los países occidentales querían luchar a distancia, ‘a través de otra persona’, pero este enfoque está cambiando”. Cabe recordar que recientemente Hungría y Eslovaquia denunciaron que Kiev cortó deliberadamente el tránsito de petróleo que suministra la empresa rusa Lukiol a esos países.

¿Cómo repercute este escenario sobre nuestro continente? En principio, tal como lo afirman diversos especialistas, de generarse un conflicto interno en los EEUU, uno de los principales países afectados sería México, no sólo por la frontera compartida, sino por la enorme cantidad de mexicanos viviendo en EEUU.

De llegar Trump a la presidencia también serían los mexicanos unos de los más perjudicados, sobre todo por la política antimigratoria y estigmatizadora tanto del magnate de peluquín como de su vice JD Vince. Éste último ha declarado a los migrantes como responsables del crecimiento de la inseguridad, del narcotráfico y de la falta de empleo para los norteamericanos. Nada bueno puede salir de allí.

Algo similar podría suceder con Venezuela y Colombia, uno por el petróleo, otro por las bases militares y los probados estrechos vínculos de la DEA con los cárteles colombianos. El termómetro seguramente aumentaría, y las presiones se multiplicarían, sobre todo por la necesidad imperiosa de los norteamericanos de reasegurar el continente e intentar limitar la influencia de Rusia y China.

Pero esta política anti rusa y anti china es sistémica para los gringos: recientemente la jefa del Comando Sur del Ejército de los EEUU, Laura Richardson, afirmó que sólo un plan Marshall como el de 1948 podría competir con las inversiones que China tiene en Nuestra América. El problema es que la deuda norteamericana está en techos históricos y pese al que se prevé que el crecimiento estadounidense en 2024 será de unos 300 mil millones de dólares, para conseguirlo, Washington tuvo que pedir prestado 3,3 billones de dólares ¿Se entiende el absurdo?

Todo parece indicar que, ante la desesperación del Occidente Colectivo, estamos entrando en un momento cada vez más convulsionado y su deriva, lamentablemente, puede ser catastrófica para la humanidad toda. Pero de algo estén seguros, más temprano que tarde, haya guerra en el medio o no, lo que se viene es la Pax Sinica (Paz China) en un mundo multipolar, multi-nodal, sin hegemones.

Nicolás Sampedro

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No hay que cambiar un gobierno, hay que cambiar un sistema

No hay que cambiar un gobierno, hay que cambiar un sistema

TIEMPO DE LECTURA: 5 min.

Por Nicolás Sampedro*

Si bien en el último tiempo no les fue tan redituable, ha sido moneda corriente la utilización de la situación de Venezuela por parte de los gobiernos cipayos para deslegitimar a los procesos populares de las últimas dos décadas.

El posicionamiento de los medios de comunicación hegemónicos y sus repetidores (conscientes o no) al respecto ha buscado generar en el pueblo una asociación directa de la palabra “Venezuela” con el caso, la pobreza, la represión, el autoritarismo e incluso con el término dictadura.

La frase “Vamos camino a ser Venezuela[1] se repitió hasta el hartazgo en casi todos los canales de televisión, en gran parte de las radios, en casi todos los periódicos de alcance nacional y en las discusiones en redes sociales. A decir verdad la situación actual Argentina -bajo el gobierno de Cambiemos-, muy por el contrario a lo que se intenta que crea nuestro pueblo, es incluso peor.

Lo primero que habría que señalar, es el hecho de que las calificadoras de riesgo y los organismos internacionales como el FMI, el Banco Mundial, la OEA u otros son instrumentos del capital concentrado para legitimar o deslegitimar a gobiernos según su afinidad. Motivo por el cual, lo que digan estas instituciones debe caracterizarse como de quién viene, cosa que los medios de comunicación precisamente ocultan por responder a sus mismos intereses.

En segundo lugar, la gran diferencia entre ambos procesos se caracteriza por el rol que cumple el Estado en la defensa de los intereses de las grandes mayorías y del interés nacional, por sobre el de las corporaciones, los poderes financieros internacionales y el imperio norteamericano.

Mientras en Argentina Macri causa una crisis colosal, asegura los negocios de sus amigotes, se subordina a los designios gringos y colabora en el experimento del FMI, en Venezuela Maduro defiende a su pueblo de la voracidad imperial, realiza ayudas muy significativas a les más necesitades e impulsa la construcción de un mundo multipolar que se base en el respeto y la cooperación entre los pueblos.

Mientras Macri es ayudado por su jefe del norte para que la Argentina vuelva a estar atada de pies y manos de los organismos internacionales y de acreedores privados que sólo buscan rapiñar, Maduro se enfrenta al imperio y busca vías alternativas en asociación estratégica con Rusia, China, Irán para intentar sortear el bloqueo criminal impuesto por Donald Trump y sus aliados. La disputa de fondo es la misma: saquear y rapiñar los bienes comunes o recursos naturales de nuestras naciones y pueblos.

El 21 de agosto del año pasado en un artículo titulado “Todavía estamos a tiempo[2] retomábamos las palabras del Dr. de Estado en Economía, Jorge Beinstein, quien en su último libro analizaba el carácter de la familia Macri y el componente mafioso de la lumpenburguesía parasitaria y de la oligarquía argentina que llegó al gobierno a finales de 2015.

En ese artículo señalábamos la necesidad de asumir la responsabilidad histórica que teníamos como pueblo, para generar las condiciones subjetivas que entierren el experimento oligárquico que en ese entonces ya estaba llevando hacia el abismo a nuestro país.

Sólo dos semanas después, publicábamos otro artículo de opinión titulado “El shock room argentino”[3]. En esa oportunidad retomábamos las investigaciones de la periodista canadiense Naomi Klein y cómo los poderes globales han utilizado desde los años 60 en adelante la política de shock para implementar reformas neoliberales ante crisis de diversa índole a lo largo y ancho del planeta. En Argentina el ejemplo más concreto sería la dictadura cívico-eclesiástico-militar.

Lo acontecido durante este año reafirma lo que se pronosticaba en aquel entonces: un gobierno compuesto por una mafia que sólo buscaba hacer suculentos negocios con las estructuras del Estado a su favor; un sistema internacional permisivo con estos experimentos, con un Trump presionando para que el FMI haga el préstamo más grande de su historia (incluso salteándose sus propias reglas) para sostener al jardinero Mauricio, fiel siervo lacayo del imperio; y un pueblo que en algún momento reaccionaría por más shock que intentaran imprimir.

El pueblo argentino demostró madurez política y verdaderos deseos de vivir en paz, no por ello dejó de luchar en cada lugar donde le fuese necesario. Ya sea en las calles con enormes movilizaciones, en la discusión de los sindicatos en la defensa de los derechos de les trabajadores, o en las urnas, con la aplastante derrota electoral al experimento oligarca argentino.

Ahora bien, la montaña rusa en la que ha entrado Argentina luego de las PASO, no sólo representa un gran riesgo, sino un gran desafío para nuestro pueblo. Las presiones internacionales, de los grupos concentrados de poder, de los medios de comunicación e incluso del derrotado oficialismo, para con Alberto Fernández no han cesado desde entonces.

Desde todos los lados posibles se pretende acorralar al candidato de Todes para que continúe en la línea trazada por Trump y los grupos de poder financieros internacionales y seguida al pié de la letra por Macri.

El desafío para el pueblo argentino no sólo será abrazar a les Fernández y llevarlos en octubre a un triunfo aún más contundente, sino condicionarles para que muchas de las cosas que están mal y aportaron a que se genere el desastre actual no se vuelva a repetir.

Si se las analiza fríamente, las situaciones de crisis no son ni buenas ni malas. Son una oportunidad para transformar lo existente en algo nuevo. Como relata Naomi Klein en su libro “Decir no, no basta”, ésta lógica de shock la han implementado desde hace décadas el imperio y los grupos concentrados de poder para imponer medidas neoliberales que los favorezcan.

Ahora le toca al pueblo imponer sus condiciones en detrimento de los ganadores de siempre. Hay que darse una profunda reflexión sobre la matriz productiva, sobre la forma matriz impositiva, sobre el ordenamiento jurídico y constitucional. Hay que parar de desangrar al pueblo y que la exuberante deuda que contrajeron que la paguen ellos. Expropiarles hasta la última pertenencia si hace falta, pero que no se salgan con la suya y salgan libres de culpa y cargo.

Luego de la crisis del 2001 una de las cosas que se analizaban era que la madurez política del movimiento popular organizado argentino no había logrado ser parte del nuevo gobierno que había surgido. Las condiciones actuales son mucho más favorables para que lo que surja en diciembre cuando asuma el próximo gobierno nacional y popular, cambie de raíz las lógicas de funcionamiento y que nunca más sea el pueblo quien pague las consecuencias de lo que hace un grupúsculo minoritario y enriquecido.

Esos cambios profundos no sólo son una necesidad histórica para que haya felicidad y prosperidad con justicia social en nuestro pueblo, es una necesidad humana, si pretendemos seguir existiendo como especie. No hay que cambiar un gobierno, hay que cambiar un sistema.


* Periodista especializado en temas internacionales, conductor del programa Marcha de Gigantes (AM 1390 Radio UNLP), productor del programa Columna Vertebral (Radio Estación Sur - FM 91.7), columnista del programa La Marea (Radio Futura – FM 90.5) editor de Revista Trinchera y colaborador de Agencia Timón.

Bibliografía:
[1] https://actualidad.rt.com/actualidad/308995-mauricio-macri-venezuela-destino-evitado
[2] https://revistatrinchera.com/2018/09/21/todavia-estamos-a-tiempo/
[3] https://revistatrinchera.com/2018/10/07/el-shock-room-argentino/

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