Afganistán bajo fuego

Afganistán bajo fuego

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Efectivamente, en la nororiental provincia de Kunduz, el día8 de octubre pasado, un atentado explosivo reivindicado por la facción afgana de Daesh hizo estallar una bomba, en la mezquita principal de la ciudad, ocasionando 120 muertos y decenas de heridos. Una semana después, el viernes 15 de octubre el mismo grupo takfiri, a través de un ataque suicida ocasionó la muerte de 62 fieles chiitas y 88 heridos en una mezquita central de la sureña ciudad de Kandahar, en el concurrido rezo de los viernes, el más importante de la semana.

Los atentados ejecutados contra la comunidad chiita llevan a la conclusión que se persigue, no sólo propiciar un campo de acción para los grupos terroristas takfirí que han sido derrotados en Siria e Irak y son trasladados a Afganistán bajo apoyo estadounidense y saudí, principalmente. Sino que generar división entre los creyentes, tratar de generar un ambiente de discordia y presentar que el problema de Afganistán es religioso y así ocultar las raíces políticas, económicas y de dominio extranjero que ha tenido el país. Objetivos que llevan consigo el desestabilizar al naciente gobierno Talibán y hacerlo aparecer como negligente, sin preparación y una alternativa de incertidumbre en contraste a la ocupación occidental. Y, finalmente, generar un clima de inestabilidad en la región generando opiniones favorables a otra invasión o presencia de tropas extranjeras[1].

La salida apresurada e interesada de las tropas de ocupación estadounidense y británicas, el pasado mes de agosto de tierras afganas, dejó atrás armas, vehículos y bases militares intactas. Una clara demostración que el proceso de salida tiene propósitos y objetivos destinados a seguir generando inestabilidad en Afganistán y mantener una región donde la desestabilización de sus sociedades sea pan de cada día. Un escenario que le permite alos países occidentales aliados de Washington el avalar la presencia de decenas de bases militares y así vender las armas que producen sus complejos militares industriales y al mismo tiempo presionar, política, diplomática y militarmente a la República Islámica de Irán, la República Popular China y la Federación Rusa.

En este escenario, donde las manos occidentales tienen sus herramientas regionales en el sionismo y el régimen saudí, la República Islámica de Irán es un actor clave para lograr la estabilidad y seguridad en su vecino país (Afganistán) pero también para la región. La nación persa tiene poderío, prestigio y la voluntad para poder garantizar la seguridad en el país centroasiático y brindar apoyo a los países vecinos, tal como lo está haciendo actualmente, tras la salida del escenario principal de Washington y sus cómplices, decisión que permitió dar curso a variados problemas:

  1. Vacío de poder con dificultades de reconocimiento de la fuerza Talibán, por presiones, principalmente, de aquellos que ocuparon el país durante dos décadas y sus aliados.
  2. Crisis económica derivado de la salida de todos aquellos organismos que recibían apoyo de organismos internacionales, para llevar adelantes los programas de salud, educación, alimentación y agricultura, entre otras. Incluyendo el pago de remuneraciones de las Fuerzas Armadas y funcionarios del aparato estatal.
  3. Aumento en el flujo de refugiados donde Irán es uno de los destinos y que acoge cerca de 800 mil ciudadanos afganos, según cifras reconocidas por la Alta Comisionada para los Refugiados ACNUR, organismo dependiente de las Naciones Unidas, que además ha felicitado al gobierno iraní por el trato dado a esos refugiados en materia sanitaria, alimenticia y educativa.
  4. Inseguridad tras la llegada de extremistas takfiri desde otras zonas en conflicto.

Más allá de las lógicas preocupaciones frente al nuevo gobierno Talibán, no olvidemos que las fuerzas invasoras, que ocuparon durante dos décadas, no quieren perder influencia en la zona. El interés de Estados Unidos y sus aliados incondicionales, entre ellos Gran Bretaña, es seguir teniendo presencia en una zona del mundo con una descomunal importancia geopolítica, económica, estratégica, de influencia en vastas zonas de Asia central, occidental, el Cáucaso sur y el extremo oriente que genera en Washington la ambición de conservar poder e influencia, cada día más y más cuestionada, pero aún presente[2]. Afganistán está presionado por los intereses occidentales sobre su territorio, que explican las políticas destinadas a generar mayores grados de inestabilidad e incluso apoyar a aquellos que hoy combaten a los Talibán y son apoyados política, comunicacional y militarmente para ello. Bajo ese marco, los gobiernos de la región que trabajan por la paz esgrimen sus razones y que explican el interés por lograr, primero, que se estabilice el país y de esa forma entrar a generar el reconocimiento del gobierno talibán, sindicado en gran parte de los países occidentales como un movimiento terrorista. Estas razones son:

  1. Afganistán es un país dotado de enormes recursos naturales y paso estratégico para la “Nueva Ruta de la Seda”. Un país riquísimo en minerales y piedras preciosas. Dotado de las mayores reservas de litio del mundo, además de uranio, bauxita, cobre, cobalto, carbón, hierro, mármol, talco, a lo que sumamos petróleo y gas. En este punto su vecino, Turkmenistán tiene interés en que Afganistán se estabilice en función de concretar el llamado proyecto TAPI[3] que une los nombres de Turkmenistán, Afganistán, Paquistán y la India, en la construcción de un gasoducto que llevaría gas desde Turkmenistán a la India. La esperanza es que el triunfo Talibán concrete la paz y la estabilidad que permitan tender la tubería con tranquilidad.
  2. La lucha contra el terrorismo, sobre todo contra aquellos grupos que están siendo trasladados por los antiguos invasores, con apoyo saudí. A ellos se une el propio trabajo de oposición desarrollado en el valle de Panshir por el Frente de Resistencia Nacional al mando de Ahmad Massoud, el hijo de uno de los señores de la guerra contra los Talibán en los años 90 del siglo XX, Aham Shah Massoud, conocido como el “León de Panjshir”
  3. La regulación de la ayuda humanitaria que suele traer consigo multimillonarias cifras y con ello la entrada de organismos, pantalla de objetivos políticos más allá del apoyo solidario.

Irán es un actor clave en toda esta situación. Esto, por una serie de consideraciones, avaladas por su poderío, el prestigio y la voluntad de llevar adelante las ideas y propuestas encaminadas a dar mayores grados de estabilidad, no sólo a Asia Central sino también el área de Asia Occidental, donde la presencia y apoyo de la nación persa al eje de la resistencia hay sido fundamental en la lucha contra el terrorismo agresor de El Líbano, Siria e Irak. Ello implica enfrentar a la triada conformada por el imperialismo, el sionismo y el wahabismo. Con una República Islámica de Irán participando en la búsqueda de soluciones en Afganistán es posible:

  1. Garantizar la seguridad de Afganistán,coordinando acciones de cooperación y estabilidad regional.
  2. Establecer políticas que permitan no caer en los deseos de división religiosa impulsada por los enemigos y lograr así la Unidad entre chiíes y sunníes, para no dejarse provocar por aquellos que bajo la excusa de la religión dividen a los pueblos.
  3. Exigir el apoyo internacional en materia de atención a los refugiados. Acción efectiva, concreta y oportuna de los Organismos internacionales como Unicef (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia), FAO (Organización de las naciones Unidas Para la Alimentación y la Agricultura). La Unión Europea y la Organización de Cooperación Islámica.

El gobierno talibán está sujeto a enormes presiones internas y externas y en ello es clave el reconocimiento que logre, principalmente, de los países vecinos. China, por ejemplo, ha dado pasos enormes en esta dirección. Recordemos que el gobierno de Beijing, de la mano de su ministro de Relaciones Exteriores se ha reunido en un par de ocasiones con la máxima dirigencia talibán advirtiendo que no tolerara influencias en la zona de Xinjiang (donde se ubica la minoría Uigur de creencia musulmana con 12 millones de habitantes) y al mismo tiempo ofrecer su cooperación e inversiones. La Federación Rusa, por su parte, ha dicho que se tomará su tiempo, en orden a exigir ciertas garantías relacionadas con su propia seguridad fronteriza.

Irán ha señalado que su prioridad es un Afganistán sólido, en todos los planos, señalado por diversos cargos de la nación persa, entre ellos, Alí Shamjani, secretario del Consejo Supremo de Seguridad Nacional iraní “Ignorar la necesidad de establecer un gobierno inclusivo, la intervención extranjera y el uso de medios militares en lugar del diálogo, para satisfacer las demandas de los grupos étnicos y sociales son las principales preocupaciones de los amigos del pueblo afgano”. Hace un mes atrás en una reunión cuadrilateral, al margen de la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) celebrada el 17 de septiembre en la capital de Tayikistán, Duchanbé, los cancilleres de Irán, Rusia, China y Paquistán, Husein Amir Abdolahian, Sergei Lavrov, Wang Yi y Shah Mahmoud Qureshi, respectivamente, llamaron a formar un gobierno inclusivo en Afganistán, consolidando un país libre de terrorismo y narcóticos, que no signifique amenazas a sus vecinos.

Irán ha advertido, en función de los atentados cometidos contra la comunidad chiita en Afganistán y que ha implicado una intensificación de la acción extremista de la facción local del grupo takfirí Daesh, que no aceptará dichas acciones. En una entrevista dada al medio francés Le Monde el portavoz del ministerio de relaciones exteriores de la nación persa, Said Jatibzade señaló “Las líneas rojas más importantes de nuestro país son que Afganistán esté libre del extremismo y no sea el paraíso de Daesh, no amenace a sus vecinos y al mundo (…) y no vuelve a ser la base de ningún país extranjero”. Además, Jatibzade afirmó que el reconocimiento de los Talibán por parte de Irán dependerá de si el grupo armado, que tiene bajo su control el territorio afgano, cumple con sus promesas.

Las opiniones, afirmaciones y deseos están lanzados por los países vecinos de Afganistán, en especial la república islámica de Irán. El gobierno talibán debe avanzar por las líneas trazadas so pena de ser también responsable de un agravamiento de la inestable situación de la región, catalizada por la acción de grupos terroristas cuyos apoyos los encontramos en la triada conformada por el imperialismo, sionismo y el wahabismo. Igualmente, Washington y sus aliados deben tomar buena nota, que el actual estado de situación es muy distinto al que significó el año 2001 la invasión del país centroasiático. El poderío ruso, chino e iraní permite escenificar y concretar, una correlación de fuerzas incomparablemente distinta y favorable a posiciones, que pueden enfrentar positivamente, las amenazas occidentales como también la de sus socios israelíes y saudíes.

Artículo publicado originalmente en SegundoPasoConoSur


[1] En un artículo anterior publicado en segundopaso.es sostuve que el país centroasiático vive hoy el ataque político y mediático de los mismos que durante dos décadas sumergieron al país en muerte y dolor. Hoy, las potencias occidentales, fundamentalmente Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Europea pretenden hacernos creer que el triunfo de los Talibán representa un peligro para la democracia y las sociedades de Asia, Europa y el mundo. https://www.segundopaso.es/news/1915/Afganist%C3%A1n-Busca-Su-Destino

[2] https://www.segundopaso.es/news/1915/Afganist%C3%A1n-Busca-Su-Destino

[3] El Proyecto TAPI, como se conoce el plan de gasoducto por las iniciales de los cuatro países implicados, es considerado un proyecto esencial y una oportunidad que permita estabilizar Afganistán a través del desarrollo económico que este proyecto conlleva, en el marco, además de la Nueva Ruta de la Seda. Un gasoducto de 1.814 kilómetros de extensión, que uniría el yacimiento de Galkynsysh, ubicado en Turkmenistán con el Punjab indio.

Pablo Jofré Leal
Pablo Jofré Leal

Periodista y escritor chileno. Analista internacional, Máster en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid. especialista en temas de Latinoamérica, Oriente Medio y el Magreb. Es colaborador de varias cadenas de noticias internacionales. Creador de revista digital www.politicaycultura.cl

El rico pastel afgano

El rico pastel afgano

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El conflicto afgano parece no tener un final. Los talibanes se consolidan en Kabul y zonas del sur del país (muy cerca de Pakistán e Irán) e imponen su emirato misógino. Grupos rebeldes surgen en otras regiones para tratar de detenerlos, pero nada indica que haya paz total. Los talibanes prometieron un “gobierno inclusivo” pese a reinstaurar la Sharía (Ley Islámica) y hasta han abierto lazos diplomáticos por China, Rusia y Catar. Estados Unidos no ve con buenos ojos estas osadas jugadas diplomáticas de los talibanes y busca reimponer su influencia histórica en el país de Asia Central.

Si bien Estados Unidos está con ese plan de “evacuación” de sus tropas en el país, busca también no romper del todo con los talibanes. Después de todo, fueron parte de su creación anticomunista en el decenio de 1980. En cuanto a la cifra total de yanquis evacuados, el Secretario de Estado Antony Blinken afirmó el miércoles 25 de agosto que han sacado a más de 82.000 personas desde el pasado 14 de agosto. Sobre lo que pueda pasar tras el 31 de agosto, fecha establecida para culminar la retirada, Blinken dijo que seguirán esforzándose para que cualquiera que quiera irse del país pueda hacerlo, y que esperan que los talibanes cumplan sus compromisos en ese sentido.

Pero lo más significativo que dijo fue:

“Adoptaremos una posición hacia cualquier gobierno talibán en Afganistán basándonos en una simple propuesta: nuestros intereses y si nos ayudan a promoverlos o no… Si relacionarnos con el gobierno fomenta los intereses duraderos que tenemos en la lucha contra el terrorismo, y sirve para tratar de ayudar al pueblo afgano que necesita asistencia humanitaria y para la protección de los derechos de todos los afganos —especialmente mujeres y niñas—, entonces lo haremos”.

Ya sabemos lo que sucede cuando emergen este tipo de declaraciones de los burócratas políticos del imperialismo. No sólo el temor de que los talibanes se acerquen a Rusia o a China es lo que mantiene en alerta a Estados Unidos, sino la gran riqueza mineral que tiene Afganistán.

Yendo a la geografía económica actualizada, Afganistán se asienta sobre depósitos con valor estimado de un billón de dólares o más, incluyendo lo que podrían ser las mayores reservas mundiales de litio, un componente crucial pero escaso de las baterías recargables y otras tecnologías vitales para combatir la crisis climática. El litio, ese “oro blanco”, parece ser la estrella del futuro en luchas geopolíticas de gran intensidad. ¿Se imaginan a los talibanes haciendo acuerdos de inversión y comerciales con Moscú y Pekín ante la mirada de Washington? Todo un problema. De hecho, Rusia ha dicho que no intervendrá en Afganistán, y lo mismo aclara China, fieles a sus actuales políticas de no intervencionismo centroasiático.

A China, por su parte, solo le interesa hacer negocios, como lo hace en varias partes de Asia, África y América Latina. De hecho, ya en 2008, en tiempos del presidente Hamid Karzai, China creó un consorcio que formó un contrato a 30 años para desarrollar la explotación de cobre, el mayor proyecto de extracción de minerales de la historia afgana.

Pero Afganistán puede ofrecer hierro, oro, uranio, zinc, plomo, carbón, petróleo, lapislázuli, esmeraldas y rubíes. Y no olvidemos las reservas de gas natural. Ya en 2017 se estimó que toda la riqueza mineral afgana, incluyendo los combustibles fósiles, tendría un valor de 3 billones de dólares. “Nuestro país podría ser más rico si le ayudan a explotar los minerales”, declaró el expresidente Hamid Karzai en 2010.

Los talibanes se afianzan en Kabul y buscan mantener vínculos con China para explotar los yacimientos minerales como el tan codiciado litio afgano.

La fama de los recursos naturales afganos viene de lejos. En el siglo XIX se realizaron las primeras exploraciones y en 1930 ya se habían registrado 571 yacimientos, lo que fue muy codiciado por Gran Bretaña y el antiguo imperio ruso zarista. Las tropas soviéticas en 1980-1986 también participaron en las investigaciones, descubriendo un tipo de cobre de calidad superior en Aynak.

Los años de guerra e inestabilidad han dificultado que los minerales y recursos se exploten y se gestionen de una manera apropiada. Además, algunos de los conflictos internos del país se han acentuado por este gran tesoro mineral, lo que convirtió a muchos grupos de muhayidines en “señores de la guerra” al estilo de los conflictos de los diamantes en África Occidental y Central.

Sin embargo, los problemas de seguridad y la falta de infraestructura han impedido que se extraigan de una forma correcta estos recursos. El futuro incierto que presenta el país desde la llegada de los talibanes al poder puede evitar que muchas empresas extranjeras inviertan en el país ante la falta de un marco legal y seguridad. No obstante, hay algunos países que aspiran a controlar los recursos afganos ahora que la OTAN ya no tiene presencia en el país. China juega un papel clave en este aspecto, ya que es el mayor inversionista extranjero en Afganistán.

China busca controlar los yacimientos todavía sin explotar, como los de litio y “tierras raras”, un paso que le supondría una gran ventaja en la competencia que mantiene con Estados Unidos y Europa. El gigante asiático ya produce el 40% del cobre mundial, casi el 60% de litio y más del 80% de las tierras raras, según datos de la Agencia Internacional de Energía (AIE).

Abdul Ghani Baradar, dirigente talibán, ha dado su visto bueno a las declaraciones de China, asegurando que espera que “juegue un papel importante en la futura reconstrucción y el desarrollo económico de Afganistán”.

Uno de los materiales más importantes que presenta Afganistán es el litio, material imprescindible para coches eléctricos, teléfonos móviles y ordenadores portátiles. De acuerdo con la AIE, China, la República Democrática del Congo y Australia representan el 75% de la producción mundial de litio y cobalto.

Pakistán, otro vecino de Afganistán, también podría comenzar a invertir en las minas del país. Islamabad, que ya estableció relaciones con los talibanes en 1996, ha mantenido lazos con los insurgentes.Durante estas dos últimas décadas, los talibanes han acudido en varias ocasiones a Pakistán a entrenarse militarmente o a recibir atención médica. Incluso se ha acusado al gobierno pakistaní de proporcional ayuda militar a los islamistas, aunque Islamabad lo niega.

Por otra parte, encontramos a Rusia, que podría buscar recuperar su influencia en Afganistán. Aunque Moscú considere a los talibanes como un grupo terrorista desde 2003, autoridades rusas han organizado conversaciones con el movimiento y con otras fuerzas de la oposición.

Ante este panorama, Estados Unidos y la Unión Europea tendrán que tomar una decisión en lo que respecta al potencial económico afgano. Occidente deberá elegir entre ver como otros países se reparten los valiosos recursos del país, o iniciar relaciones económicas con los talibanes, algo que sin duda causará críticas en la opinión pública y cuestionará su compromiso con los derechos humanos. Pero ya sabemos que, a Washington y Bruselas, mucho no les preocuparía pagar un “costo moral”. El litio es muy rico para perderlo. Y es por ellos que Blinken dijo lo que dijo sobre los talibanes el 25 de agosto, sorprendiendo a la prensa mundial. Lo cierto es que Afganistán se está convirtiendo en un pastel muy suculento para las potencias regionales y globales.

Mauricio Piñero
Mauricio Piñero

Cuentan las crónicas que nació como el hijo de nadie. Luchando por la Patria Grande, como Internacionalista y antiimperialista. Tripero de alma y cuerpo, siempre junto a la patriada barrial. La historia descolonizada es mi pasión como docente de la Escuela Pública y de los barrios. Las noticias sobre los pueblos que luchan como forma de viajar hacia una verdadera justicia social global.

África y el Medio Oriente: un balance necesario de este 2020

África y el Medio Oriente: un balance necesario de este 2020

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Golpismos en el Sahel africano, guerras entre Armenia y Azerbaiyán, Etiopía al borde de la guerra civil y la peligrosa expansión diplomática del sionismo israelí sobre países musulmanes escenificaron un panorama crítico y que hizo temblar ciertos cimientos geoestratégicos para las potencias en la lucha por los recursos naturales.

Empezamos con el conflicto en el Medio Oriente

Si hay regiones que hacen tensionar a la geopolítica de grandes y medianas potencias en el mundo actual, son las de África y el Medio Oriente. El año 2020 fue bastante dinámico, aunque los conflictos que se dieron a lo largo de este año singular vienen de largos legados históricos que no hacen más que eclosionar con fuerzas cuando las tensiones aumentan. Ya el año arrancó con el temor de una guerra entre Estados Unidos y la República Islámica de Irán, enfrentados desde 1979. El 3 de enero de 2020 el general iraní Qasem Soleimani, considerado la segunda persona más importante de aquel país, es asesinado en Irak por orden del presidente estadounidense Donald Trump. Para colmo, el 5 de enero la Organización Mundial de la Salud (OMS) alerta al mundo del surgimiento de un nuevo coronavirus en la ciudad china de Wuhan lugar donde se reportó un brote de neumonía atípica desde diciembre de 2019, ratificando oficialmente el inicio de la pandemia del COVID-19.

Pero regreando al Medio Oriente, el 8 de enero la Guardia Revolucionaria Islámica ataca simultáneamente, con decenas de misiles, las bases aéreas de Al Asad y Erbil, las cuales son operadas por Estados Unidos e Irak. En Teherán, Irán, el vuelo 752 de Ukraine International Airlines es derribado de manera errónea, dejando un saldo de 176 personas muertas.

La prensa occidental alardeaba sobre un posible conflicto entre Washington y Teherán. El cacareo de Trump alimentaba esto y desde Irán el orgullo nacionalista era cada vez más firme como desde 1979. Israel se sumaba a combatir y buscaba la guerra con Teherán, lo mismo que Arabia Saudí, Bahréin, Emiratos Árabes Unidos y Jordania, monarquías antishiítas. Irán recibió el histórico apoyo desde el Hizbolá libanés, grupos afines en el sur de Irak y en el Yemen, y, por supuesto, desde la República Árabe Siria, donde el shiíta alawita Bashar Al Assad ha estrechado lazos con Teherán.

Homenaje del pueblo iraní al profesor Moshe Fajrizade, asesinado por los sionistas de Israel y Estados Unidos.

Pero la guerra no llegó. Sin embargo, el sionismo israelí y el wahabismo saudí siguieron confrontando con Irán. Pero el 27 de noviembre es asesinado el científico nuclear iraní Moshe Fajrizade en un atentado terrorista orquestado por Israel y Estados Unidos, y las tensiones resurgieron. Sobre todo, dejando un cóctel explosivo desde Trump para Joseph Biden, el próximo presidente estadounidense que tendrá que sentarse a ver cómo está el panorama en el Medio Oriente y el capítulo urticante iraní. Lo que sabemos es que Teherán jamás se va a dejar chantajear y que no abandonará a Palestina en su lucha contra la ocupación sionista israelí.

El peligroso embate sionista

Israel se ha convertido en este año 2020 en un protagonista diplomático muy peligroso para los pueblos palestino y saharaui. ¿Por qué? El sionismo israelí ha logrado avances diplomáticos en el Medio Oriente y con la ayuda de la diplomacia estadounidense ha lanzado sus tentáculos hasta el Magreb africano. El 4 de septiembre de 2020 Baréin e Israel acuerdan normalizar las relaciones, lo que marca el cuarto acuerdo de paz árabe-israelí. Días después, el 15 de septiembre, Israel, los Emiratos Árabes Unidos y Bahréin firman acuerdos para normalizar formalmente las relaciones diplomáticas.

El 14 de noviembre Israel logra avances en la normalización con países africanos de mayoría musulmana como Níger y Mauritania. Pero una noticia en el mismo tiempo sacudió al Magreb. Los saharauis reactivan su lucha por la independencia contra Marruecos en la zona sureña del Guerguerat. Desde fines del siglo XIX el territorio del Sahara Occidental quedó bajo dominio colonial español. En 1975-1976 España abandona esas tierras ancestrales de los saharauis (que viven allí desde hace miles de años) y Marruecos y Mauritania entran a una guerra por el control del Sahara Occidental. En el medio quedaron los patriotas saharauis del Frente POLISARIO, que siguen luchando hasta hoy por su independencia. Marruecos se apoderó del país desde 1976 y condenó a un apartheid y a campos de concentración a los saharauis. La ONU no pudo activar un referéndum por la independencia del Sahara Occidental, que es la última colonia de África.

Finalmente, el 12 de diciembre Israel y Marruecos normalizan relaciones con patrocinio de Estados Unidos. En este paisaje, los palestinos y los saharauis siguen siendo los castigados. Las naciones musulmanas que han hecho pactos con Israel traicionan los fundamentos básicos de la Liga Árabe y de la Conferencia Islámica Mundial que dicen defender los derechos de autodeterminación del pueblo de Palestina.

Nagorno-Karabaj

Uno de los conflictos que puso en vilo a las potencias fue el de la región de Nagorno-Karabaj entre Azerbaiyán y Armenia, en la Transcaucasia. Los enfrentamientos comenzaron la mañana del 27 de septiembre de 2020 a lo largo de la línea de contacto del Alto Karabaj con los bombardeos por parte de los azeríes a la “República de Artsaj”, que es como llaman los armenios a Nagorno-Karabaj. Ambas partes informaron de bajas militares y civiles. En respuesta a los enfrentamientos, Armenia y la “República de Artsaj” introdujeron la ley marcial y la movilización total, ​mientras que Azerbaiyán introdujo la ley marcial y el toque de queda. Varios países y la ONU han condenado enérgicamente el conflicto y han pedido a ambas partes que reduzcan las tensiones y reanuden negociaciones significativas sin demora,​ mientras que Afganistán, Pakistán y Turquía han expresado su apoyo a Azerbaiyán. Asimismo Turquía ha proporcionado un amplio apoyo militar a Azerbaiyán. Se cree que el apoyo de Turquía a Azerbaiyán es un intento de ampliar su esfera de influencia aumentando la posición de los azeríes en el conflicto y marginando la influencia de Rusia en la región y en Armenia.

Los enfrentamientos se derivan luego del fin de la Unión Soviética en 1991 y de la disputa sobre la región de Nagorno-Karabaj en el que habita una minoría armenia dentro de Azerbaiyán, que actualmente está en manos de la autoproclamada “República de Artsaj”. Este antecedente de guerra de Nagorno-Karabaj terminó con un alto el fuego en 1994, con Armenia al mando de la protección de la región y territorios circundantes. Pero todo volvió a explotar en el 2020. Los intereses hidrocarburíferos siempre estuvieron  presentes, ya que los negocios rusos, turcos y occidentales sobre el gas natural de la Transcaucasia es muy rentable y es el paso de Asia a Europa. Los turcos, por su parte, bajo el régimen “neo-otomano” de Recep Tayyip Erdogan quieren poner un pie firme no sólo en la Transcaucasia, sino también en el Mediterráneo y el Medio Oriente, con sus escaramuzas con Chipre, Grecia y Siria. Al tradicional sentimiento antiarmenio de los “turcos neo-otomanos”, se le suma la idea de la “Gran Turquía” reivindicando al Sultán Solimán el Magnífico del siglo XVI. El 10 de noviembre se termina el conflicto bélico entre armenios y azeríes por Nagorno-Karabaj, territorio de mayoría armenia que queda finalmente bajo control de Azerbaiyán. Un triunfo del “neo-otomano” Erdogan.

Golpismo, separatismo y crisis en Malí

África no estuvo libre de crisis. El 18 de agosto en Malí ocurre una rebelión militar, que termina con la renuncia del presidente de Ibrahim Boubacar Keita. Desde un principio retuvieron al presidente Keita al primer ministro Boubou Cisse, al jefe del estado mayor del ejército y otros miembros del gobierno. Los militares anunciaron la creación del Comité Nacional para la Salvación del Pueblo, para celebrar elecciones “en un plazo razonable” y restaurar la estabilidad. La Unión Africana y la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO) han suspendido a Malí como Estado miembro. El 5 de octubre de 2020 se nombró el nuevo gobierno de Malí dando inicio a la transición. En el nuevo gobierno los militares se reservan los ministerios clave de seguridad y control territorial. La CEDEAO anunció el levantamiento de las sanciones impuestas tras el golpe de Estado. Todo volvió a su cauce neocolonial. Francia sigue teniendo influencia en su ex colonia del Sahel.

Población maliense contra la presencia militar francesa.

Malí, ex colonia francesa, sigue estando bajo órbita de las injerencias occidentales. Francia tiene una presencia militar en África Occidental y en el Sahel, para combatir al “terrorismo” y a los grupos “yihadistas” que resurgen desde los pueblos Tuareg del Sahara. El sentimiento antifrancés de los militares golpistas en Malí es un síntoma de que los neocolonialistas hacen estragos en las soberanías de los países africanos sahelianos y subsaharianos. El saqueo de los recursos agroindustriales, minerales e hidrocarburíferos en esas regiones son la razón de la presencia de los pretorianos franceses en el Sahel y África Occidental. Malí y otros países del Sahel tienen a raya los separatismos Tuareg, que son históricos y de era precolonial. Además, los intereses de China en África molestan a los occidentales y eso genera que se propaguen las desestabilizaciones, los golpismos y las guerras civiles.

Etiopía y la guerra civil en puertas

El 4 de noviembre estalla la lucha secesionista de la región del Tigray contra el gobierno central de Etiopía del premier Ahmed Abiy, Premio Nobel de la Paz 2019. Los tigreños se vienen cansando de las medidas políticas centralistas desde Adis Abeba, capital de Etiopía, pero el trasfondo es más fuerte. Los grupos nacionalistas del Tigray desean unirse a Eritrea, país que se independizó de 1993 tras una guerra con Etiopía. Los eritreanos son apoyados por los chinos y de hecho hay jugosos negocios comerciales hidrocarburíferos que derivó en sanciones occidentales. Etiopía se fue acercando a Occidente y de hecho Abiy es un aliado de Estados Unidos en la región del Cuerno de África Oriental.

Más allá del rebrote nacionalista del Tigray, Etiopía no dudó en sofocar a la rebelión secesionista y la guerra civil siempre se mantuvo como latente. Era una clara señal a Eritrea y a… China. Los tigreños resisten y el temor de una escalada militar puede generar un fuerte chispazo en esa parte de África. Occidente cuidará a Etiopía y no permitirá que un área cercana al estratégico Golfo de Adén caiga en manos de China y sus aliados. Otro desafío para la administración de Biden desde enero de 2021.

Balance o final abierto

Está más que claro que África y Medio Oriente se convertirán en un escenario abierto de conflictos que no pasarán desapercibidos. Una escalada focalizada puede generar una guerra regional y ésta última una contienda entre potencias interesadas. Los guerreros de la administración de Barack Obama han hecho estragos en Siria y Libia, y quizás busquen debilitar a enemigos regionales cuando regresen de la mano de Biden. No obstante, se especula con volver a los acuerdos nucleares entre Irán y las potencias occidentales, como en la era Obama.

Pero con Irán no es sencillo, ni tampoco con Turquía. China y Rusia jugarán su partido y custodiarán sus intereses también. Estados Unidos y la Unión Europea se unirán con el argumento del “multilateralismo” y aunque no abandonarán a Israel no se arriesgarán a una escalada militar incontrolable en África y Medio Oriente que impacte de forma muy negativa en los mercados de petróleo, gas, minerales, agroindustria y otras materias primas rentables. Pero la guerra regional está allí y no puede ser descartada como punto de partida para conflictos bélicos más significativos en el 2021.

Mauricio Piñero
Mauricio Piñero

Cuentan las crónicas que nació como el hijo de nadie. Luchando por la Patria Grande, como Internacionalista y antiimperialista. Tripero de alma y cuerpo, siempre junto a la patriada barrial. La historia descolonizada es mi pasión como docente de la Escuela Pública y de los barrios. Las noticias sobre los pueblos que luchan como forma de viajar hacia una verdadera justicia social global.

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