El conflicto afgano parece no tener un final. Los talibanes se consolidan en Kabul y zonas del sur del país (muy cerca de Pakistán e Irán) e imponen su emirato misógino. Grupos rebeldes surgen en otras regiones para tratar de detenerlos, pero nada indica que haya paz total. Los talibanes prometieron un “gobierno inclusivo” pese a reinstaurar la Sharía (Ley Islámica) y hasta han abierto lazos diplomáticos por China, Rusia y Catar. Estados Unidos no ve con buenos ojos estas osadas jugadas diplomáticas de los talibanes y busca reimponer su influencia histórica en el país de Asia Central.
Si bien Estados Unidos está con ese plan de “evacuación” de sus tropas en el país, busca también no romper del todo con los talibanes. Después de todo, fueron parte de su creación anticomunista en el decenio de 1980. En cuanto a la cifra total de yanquis evacuados, el Secretario de Estado Antony Blinken afirmó el miércoles 25 de agosto que han sacado a más de 82.000 personas desde el pasado 14 de agosto. Sobre lo que pueda pasar tras el 31 de agosto, fecha establecida para culminar la retirada, Blinken dijo que seguirán esforzándose para que cualquiera que quiera irse del país pueda hacerlo, y que esperan que los talibanes cumplan sus compromisos en ese sentido.
Pero lo más significativo que dijo fue:
“Adoptaremos una posición hacia cualquier gobierno talibán en Afganistán basándonos en una simple propuesta: nuestros intereses y si nos ayudan a promoverlos o no… Si relacionarnos con el gobierno fomenta los intereses duraderos que tenemos en la lucha contra el terrorismo, y sirve para tratar de ayudar al pueblo afgano que necesita asistencia humanitaria y para la protección de los derechos de todos los afganos —especialmente mujeres y niñas—, entonces lo haremos”.

Ya sabemos lo que sucede cuando emergen este tipo de declaraciones de los burócratas políticos del imperialismo. No sólo el temor de que los talibanes se acerquen a Rusia o a China es lo que mantiene en alerta a Estados Unidos, sino la gran riqueza mineral que tiene Afganistán.
Yendo a la geografía económica actualizada, Afganistán se asienta sobre depósitos con valor estimado de un billón de dólares o más, incluyendo lo que podrían ser las mayores reservas mundiales de litio, un componente crucial pero escaso de las baterías recargables y otras tecnologías vitales para combatir la crisis climática. El litio, ese “oro blanco”, parece ser la estrella del futuro en luchas geopolíticas de gran intensidad. ¿Se imaginan a los talibanes haciendo acuerdos de inversión y comerciales con Moscú y Pekín ante la mirada de Washington? Todo un problema. De hecho, Rusia ha dicho que no intervendrá en Afganistán, y lo mismo aclara China, fieles a sus actuales políticas de no intervencionismo centroasiático.
A China, por su parte, solo le interesa hacer negocios, como lo hace en varias partes de Asia, África y América Latina. De hecho, ya en 2008, en tiempos del presidente Hamid Karzai, China creó un consorcio que formó un contrato a 30 años para desarrollar la explotación de cobre, el mayor proyecto de extracción de minerales de la historia afgana.
Pero Afganistán puede ofrecer hierro, oro, uranio, zinc, plomo, carbón, petróleo, lapislázuli, esmeraldas y rubíes. Y no olvidemos las reservas de gas natural. Ya en 2017 se estimó que toda la riqueza mineral afgana, incluyendo los combustibles fósiles, tendría un valor de 3 billones de dólares. “Nuestro país podría ser más rico si le ayudan a explotar los minerales”, declaró el expresidente Hamid Karzai en 2010.

La fama de los recursos naturales afganos viene de lejos. En el siglo XIX se realizaron las primeras exploraciones y en 1930 ya se habían registrado 571 yacimientos, lo que fue muy codiciado por Gran Bretaña y el antiguo imperio ruso zarista. Las tropas soviéticas en 1980-1986 también participaron en las investigaciones, descubriendo un tipo de cobre de calidad superior en Aynak.
Los años de guerra e inestabilidad han dificultado que los minerales y recursos se exploten y se gestionen de una manera apropiada. Además, algunos de los conflictos internos del país se han acentuado por este gran tesoro mineral, lo que convirtió a muchos grupos de muhayidines en “señores de la guerra” al estilo de los conflictos de los diamantes en África Occidental y Central.
Sin embargo, los problemas de seguridad y la falta de infraestructura han impedido que se extraigan de una forma correcta estos recursos. El futuro incierto que presenta el país desde la llegada de los talibanes al poder puede evitar que muchas empresas extranjeras inviertan en el país ante la falta de un marco legal y seguridad. No obstante, hay algunos países que aspiran a controlar los recursos afganos ahora que la OTAN ya no tiene presencia en el país. China juega un papel clave en este aspecto, ya que es el mayor inversionista extranjero en Afganistán.
China busca controlar los yacimientos todavía sin explotar, como los de litio y “tierras raras”, un paso que le supondría una gran ventaja en la competencia que mantiene con Estados Unidos y Europa. El gigante asiático ya produce el 40% del cobre mundial, casi el 60% de litio y más del 80% de las tierras raras, según datos de la Agencia Internacional de Energía (AIE).

Abdul Ghani Baradar, dirigente talibán, ha dado su visto bueno a las declaraciones de China, asegurando que espera que “juegue un papel importante en la futura reconstrucción y el desarrollo económico de Afganistán”.
Uno de los materiales más importantes que presenta Afganistán es el litio, material imprescindible para coches eléctricos, teléfonos móviles y ordenadores portátiles. De acuerdo con la AIE, China, la República Democrática del Congo y Australia representan el 75% de la producción mundial de litio y cobalto.
Pakistán, otro vecino de Afganistán, también podría comenzar a invertir en las minas del país. Islamabad, que ya estableció relaciones con los talibanes en 1996, ha mantenido lazos con los insurgentes.Durante estas dos últimas décadas, los talibanes han acudido en varias ocasiones a Pakistán a entrenarse militarmente o a recibir atención médica. Incluso se ha acusado al gobierno pakistaní de proporcional ayuda militar a los islamistas, aunque Islamabad lo niega.
Por otra parte, encontramos a Rusia, que podría buscar recuperar su influencia en Afganistán. Aunque Moscú considere a los talibanes como un grupo terrorista desde 2003, autoridades rusas han organizado conversaciones con el movimiento y con otras fuerzas de la oposición.
Ante este panorama, Estados Unidos y la Unión Europea tendrán que tomar una decisión en lo que respecta al potencial económico afgano. Occidente deberá elegir entre ver como otros países se reparten los valiosos recursos del país, o iniciar relaciones económicas con los talibanes, algo que sin duda causará críticas en la opinión pública y cuestionará su compromiso con los derechos humanos. Pero ya sabemos que, a Washington y Bruselas, mucho no les preocuparía pagar un “costo moral”. El litio es muy rico para perderlo. Y es por ellos que Blinken dijo lo que dijo sobre los talibanes el 25 de agosto, sorprendiendo a la prensa mundial. Lo cierto es que Afganistán se está convirtiendo en un pastel muy suculento para las potencias regionales y globales.