El desafío del Banco Central Europeo ante la crisis económica

El desafío del Banco Central Europeo ante la crisis económica

TIEMPO DE LECTURA: 5 min.

Debido a la ola de inflación que se está viviendo a escala global, el Banco Central Europeo decide tomar cartas en el asunto y subir las tasas de interés por primera vez en once años. La medida lo que busca es reducir el circulante de masa monetaria, una medida similar a la adoptada por la Reserva Federal del Tesoro de Estados Unidos dos meses atrás.

Como ya venimos hablando en estas columnas, hay un fenómeno inflacionario a escala global producido en primera instancia por la irrupción de la pandemia de Covid 19, y en segundo lugar por el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, que ha generado un aumento en el precio de bienes y servicios, principalmente en lo que se refiere a alimentos y a energía.

Este conflicto no solo ha acelerado el proceso inflacionario a nivel mundial, sino que también ha perjudicado fuertemente a la unión europea. Países como Alemania, Francia o Italia, que se mostraban como los pilares sobre los que se construía la hegemonía económica europea, han demostrado tener sus matrices productivas fuertemente ligadas a recursos producidos fuera de sus fronteras.

Recordemos que una de las primeras medidas tomadas por el Kremlin al comienzo del conflicto bélico, fue que las tarifas correspondientes a la exportación de gas a los países de Europa occidental sean pagados en rublos y no en euros. Esta maniobra, generó que los países del este, tengan que comprarle rublos a Rusia para poder pagar por el servicio. Como consecuencia el precio de la energía aumentó alrededor de un 60%, y ya sabemos lo que sucede con la cadena de valor en los precios cuando esto ocurre. Automáticamente todos los productos de consumo básico aumentaron, generando inflación, y una consecuente devaluación del euro.

El panorama es complejo por tierras europeas, complejo al punto que durante el mes de julio se alcanzó un 8,6% de inflación interanual, y el dólar superó la cotización del euro por primera vez desde el año 2002, lo que hace que los productos que importa la Unión Europea también aumenten, generando un alza generalizado en los precios, y todo parecería empeorar con la llegada del invierno, especialmente en las zonas frías de Europa.

Sin embargo hay algunos economistas de tinte liberal que explican que la devaluación del euro es quizás más atribuible a la fortaleza que ha ganado el dólar en el último tiempo, y pronostican que la situación podría regularizarse una vez que se alcancen los picos cíclicos de los tipos de cambio oficiales. Pero no todos comparten esta visión y se pronostica que hasta tanto no se resuelva la situación entre Rusia y Ucrania esto no solo no encontrará una pronta solución, sino que más bien la situación tenderá a empeorar.

Es en este contexto que el Banco Central Europeo que preside nuestra conocida Christine Lagarde, pondrá en marcha este jueves un plan para afrontar la creciente inflación, y el mismo se basa en un incremento inicial de 25 puntos básicos sobre la tasa de interés. ¿Esto quiere decir que el interés de los bancos aumenta un 25%? No, un punto básico representa la centésima parte de un punto porcentual, por lo que el aumento será de un 0,25%, todavía muy abajo del aumento de tasas por parte de Estados Unidos que se ubicó en 75 puntos básicos, y generó un aumento en la tasa de interés del 1,75%.

Entonces el objetivo detrás de esta medida consiste en mejorar la oferta que los bancos hacen, para intentar recuperar parte del dinero que está en circulación, y de esta manera y bajo la premisa de disminuir la demanda, poder ponerle un freno a la inflación.

Por otra parte se espera también que frente a la incertidumbre reinante, los sectores inversionistas se vuelvan aún más conservadores en sus convicciones, y entiendan que no se trata de un tiempo de apuestas, sino más bien de un tiempo en donde lo que conviene es ir a lo seguro, y de esta manera volcar la mayor parte de sus activos en inversiones financieras en los bancos.

Pero no todo es tan lineal, y ya hay sectores del poder que están pidiendo incluso subir más las tasas, por lo menos al doble de lo que seguramente anuncie este jueves el directorio ejecutivo del Banco Central Europeo. Frente a esto la respuesta es que hay que esperar para ver lo que suceda con esta medida, ya que por ejemplo en Estados Unidos no ha dado los resultados que se esperaban y la inflación continúa escalando, superando este mes los 9 puntos interanuales.

El panorama para las economías en vías de desarrollo no parece ser mejor, ya la semana pasada la ministra de economía de la Nación, Silvina Batakis, adelantó que seguramente el Banco Central de la República Argentina adopte medidas similares tendientes a la suba en las tasas de interés, que buscará dar respuesta a la disparada en el precio de los bienes de consumo y el problema inflacionario que tiene el país desde hace años, y que se acentuaron entre otros factores por el panorama internacional.

Sin embargo el aumento de tasas por parte del Banco Central de la Unión Europea, abre un posible riesgo para los países emergentes ya que esto puede provocar mayores riesgos financieros y una mayor devaluación de las monedas.

Lo cierto es que lo que ocurre con el euro no es solo una respuesta al contexto, sino que va más allá. Lo que este fenómeno permite analizar es que el bloque europeo no está tan afianzado como se creía, ni es tan estable ni autosuficiente como querían hacernos creer. Son economías fuertemente dependientes, que no producen determinados tipos de recursos y que por lo tanto se encuentran supeditadas a un contexto mucho más macro.

En contrapartida debemos preguntarnos si lo que está ocurriendo en Rusia es lo que nos venden los grandes medios. Aquellos que hablan de un Putin acorralado, que se queda sin energías, que las cosas en Ucrania no le están saliendo como planeaba, en dónde incluso se ponía en tela de juicio su estado de salud, al parecer no todo es ni tan blanco ni tan negro. Es que si realmente Rusia estuviera tan asfixiada como dicen por las presiones y las sanciones internacionales, la situación sería otra.

De hecho, Rusia encontró en China un aliado gigante a quien prioriza como nuevo cliente de sus recursos en detrimento de algunos países del oriente europeo, y motivos le sobran, pero este quizás ya sea tema de análisis en alguna otra columna. Por el momento habrá que esperar al día jueves a los anuncios que haga el Banco Central Europeo y las consecuencias que las medidas que adopte puedan tener en la economía del viejo continente.

Nacho Albanesi
Nacho Albanesi

Colaborador de Revista Trinchera y columnista de la sección Economía en el programa 526 al Fondo.
Instagram: @nacho.albanesi | Twitter: @nch_albanesi

Aliados de Rusia en África, Asia, Europa, Latinoamérica y el Pacífico

Aliados de Rusia en África, Asia, Europa, Latinoamérica y el Pacífico

TIEMPO DE LECTURA: 9 min.

Pasó una semana del llamado conflicto Rusia-Ucrania. Mientras el mundo occidental y occidentalizado demoniza a Moscú, el presidente ruso Putin cuenta con aliados en algunas partes del mundo. Más allá de una alianza gigante con China, en tierras latinoamericanas, africanas y asiáticas halló algunos apoyos.

Los grandes medios occidentales y sus satélites engendraron la quimera de “Todos contra Rusia” para apoyar al régimen filoyanqui y europeísta de Volodomir Zelenski en Ucrania. La opinión pública mundial debe ser adoctrinada con el objetivo de aislar a Putin, el “malo de la película”. No se trata de “buenos”, “feos” y “malos”, sino de analizar lo que viene en el orden internacional. Para algunos Rusia pateó el tablero en Ucrania. Poniendo los puntos a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) es todo un clímax. Eso no se puede negar. Hasta China quedó casi como asombrada por la operación militar rusa en Ucrania. Vienen los recuerdos de Taiwán, y sabe que Occidente le va a reclamar por los casos de los uigures separatistas de Xinjinag o el famoso contencioso del Tíbet. Pero China ha dicho que ni Xinjiang, ni el Tíbet y mucho menos Taiwán son Ucrania. Pekín se ha puesto del lado ruso y hasta lo ha auxiliado económica ante las duras sanciones occidentales.

Rusia no sólo se sirve de la alianza con Pekín. En Europa aún tiene sus aliados. Todos ya saben que el gobierno de Alexander Lukashenko de Bielorrusia es aliado primordial de Moscú. Los es desde 1994, cuando Lukashenko se erigió como máximo líder del país europeo. De hecho, Minsk, capital bielorrusa, fue la sede de los llamados “Acuerdos de Minsk” que Zelenski nunca cumplió para detener los ataques de Kiev sobre las poblaciones rusoparlantes en Donbás.

Ucrania ha acusado directamente a Bielorrusia de “facilitar” la “invasión rusa”, según las palabras que ha utilizado el embajador ucraniano ante las Naciones Unidas (ONU), Sergii Kislitsia. Estados Unidos anunció a fines de febrero el cierre de su embajada en Minsk y autorizó la salida de sus trabajadores y familiares. Por su parte, Minsk cedió la región de Gomel para las negociaciones entre rusos y ucranianos.

En Europa, Rusia aún tiene como aliado a Serbia. El caso serbio es muy singular. Todavía Serbia sufre al separatismo nacionalista derechista de los albano-kosovares, apoyados por Estados Unidos, y Rusia siempre se puso del lado de Belgrado, capital del país balcánico, argumentando que defiende “el derecho a la integridad del territorio serbio”.

Venezuela bolivariana siempre aliada a Rusia, uniendo fuerzas antiestadounidenses.

Kosovo, que se independizó con ayuda yanqui de Serbia en 2008 y cuya soberanía no reconocen ni Belgrado ni Moscú. Pero parece ser que el accionar ruso lo ha cambiado todo. Según algunos analistas regionales, Rusia podría incitar ahora a sus aliados serbios en Bosnia-Herzegovina, Montenegro y Kosovo a provocar “desórdenes”. Por ejemplo, Croacia ha elevado el estado de alerta de su Ejército ante el temor de que la crisis de Ucrania pueda desestabilizar los Balcanes.

Moldavia no es un país de Europa que apoye a Moscú. Pero tiene un conflicto con filorrusos en su parte oriental, en la frontera con… Ucrania. Durante las últimas tres décadas, Rusia ha respaldado un régimen prorruso en la región disidente de Moldavia, llamada Transnistria. La Moldavia propiamente dicha en el oeste, también conocida por aquellos lares como la Moldavia “rumana” o Besarabia, tiene casi más de 2 millones de habitantes. Hace 30 años, Transnistria se independizó de facto. Moscú facilitó esta independencia con sus tanques y aparatos y ahora hay 2000 soldados rusos estacionados en Transnistria para “mantener el orden”.

Saliendo del mapa europeo, Rusia tiene sus aliados más firmes en Asia central. Hay una entidad que se llama Organización del Tratado de la Seguridad Colectiva (OTSC), una especie de alianza de antiguas naciones soviéticas liderada por Rusia. Moscú y sus amigos bielorrusos lograron formar esta alianza con Armenia, Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán, y fue concebida como una unión para contrarrestar las amenazas militares externas.

El origen de la OTSC se remonta a 1991, en pleno final de la Guerra Fría. Ese año se disolvió el Pacto de Varsovia, la alianza militar de la Unión Soviética y otras repúblicas socialistas del este de Europa que se creó en 1954-1955 para luchar contra la OTAN. La caída del mundo soviético obligó a Rusia a impulsar otra organización que garantizara su influencia en el espacio postsoviético. Solo un año después, en 1992, se firmó el “Tratado de Seguridad Colectiva”, con una vigencia de cinco años ampliables. Tras una prórroga en 1999, los Estados miembros acordaron en 2002 institucionalizar una organización permanente, la OTSC.

El nacimiento de la OTSC permitió a Rusia instalar bases militares en los demás países de la organización y vetar el establecimiento de bases extranjeras en estos territorios. De esta manera, Moscú evitó que sus socios entablaran alianzas militares con Estados Unidos. Además, el Tratado de la OTSC estableció un principio de seguridad colectiva parecido al de la OTAN. De hecho, su “artículo 4to” determina que una agresión contra un Estado de la alianza se considerará un ataque contra todos sus miembros.

Desde su creación, la OTSC ha estrechado lazos con la “Comunidad de Estados Independientes”, otra organización de Estados postsoviéticos liderada por Rusia. También con la Organización de Cooperación de Shanghái, que incluye a Rusia, cuatro repúblicas centroasiáticas, China, India y Pakistán, en línea con la apuesta rusa por reforzar las relaciones con las principales potencias de Asia. Además, la OTSC colabora con la ONU, la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE) o el Comité Internacional de la Cruz Roja en materia humanitaria.

Pero la OTSC es medio vacilante. En 2010, Kirguistán solicitó la intervención de la alianza para frenar la oleada de violencia, pero Rusia denegó la ayuda, calificando la situación como de “asunto interno”. La llamada segunda guerra del Alto Karabaj (2020) entre Armenia y Azerbaiyán supuso otro desafío para la OTSC, que no actuó en apoyo a las fuerzas armenias, históricas aliadas a Moscú. La organización tampoco intervino en el conflicto fronterizo (2021) entre Kirguistán y Tayikistán, dos Estados miembros, ya que carece de competencias en conflictos entre países aliados. Pero sí hubo un primer despliegue conjunto de tropas de la OTSC en el último enero de 2022, con la crisis de Kazajistán. El presidente kazajo, Kasim-Yomart Tokaev, solicitó ayuda a la alianza para poner fin a disturbios en el país y Rusia no dudó en ayudar. Pero los rusos se fueron a casa.

Por tierras africanas tenemos algunas cuestiones que analizar. Rusia ha ganado terreno en África de alguna manera. Tiene una alianza comercial muy vigorosa con Sudáfrica, en el marco del llamado BRICS (Brasil-Rusia-India-China-Sudáfrica). El gobierno sudafricano pidió por la paz en Europa, pero luego le dijo a Rusia que salga de Ucrania.

El principal aliado africano de Rusia es Egipto. En octubre de 2019, el presidente Vladimir Putin organizó una cumbre en Sochi entre Moscú y los países africanos. Fue el egipcio Abdel Fattah al-Sisi quien encabezó este encuentro, junto al líder ruso, en el que se acabaron firmando más de 500 acuerdos, memorandos y contratos por valor de 11.300 millones de euros entre Rusia y más de 40 gobiernos africanos. Según datos del Fondo Monetario Internacional (FMI), Rusia ha triplicado sus intercambios comerciales con el continente en apenas una década, pero principalmente en los últimos tres años. Sus principales socios son Egipto, Marruecos, Argelia y Túnez. En materia de seguridad, Moscú obtuvo garantías para establecer bases militares en Egipto, República Centroafricana, Eritrea, Madagascar, Mozambique y Sudán. Todos estos países solo atinaron a clamar por la “paz mundial”, pero sin herir susceptibilidades del Oso Misha.

Viajando a Asia, el caso de la alianza con la República Árabe Siria es ya de público conocimiento. El gobierno de Bashar Al Asad es un aliado de Rusia, ya que Moscú ayuda mucho en sus batallas contra el Daesh y otros grupos terroristas financiados por Occidente. De hecho, Siria ha reconocido abiertamente la independencia de las dos provincias separatistas del Donbás. Desde 2015, Moscú interviene militarmente en Siria en favor del Al Asad. Tampoco olvidemos la alianza entre Moscú y la República Islámica de Irán. Eso es otro hueso duro de roer para Occidente.

Siria y Rusia unidas contra EEUU y la OTAN desde 2015.

En el este de Asia, tenemos también a la República Popular Democrática de Corea (RPDC), un aliado de Rusia siempre. Dura alianza para digerir en el esófago de los imperialistas.

Hacia la zona del Pacífico tenemos casos muy singulares. Filipinas coquetea con Rusia. Pero pocos saben que los países de Oceanía de Vanuatu, Tuvalu y Nauru son amigos de Rusia. De hecho, en el 2008-2009 avalaron las acciones militares rusas en Abjasia y Osetia del Sur, en Georgia. Estos países oceánicos corrieron a reconocer como países independientes a estas dos regiones rusoparlantes y se les otorgó reconocimiento diplomático.

Hay que aclarar que Vanuatu, Tuvalu y Nauru han concretado jugosos acuerdos comerciales con Rusia, pero se declararon como “neutrales” ante los casos de Crimea y Ucrania.

Por último, tenemos a América Latina. Cuba, Venezuela y Nicaragua son los países que abiertamente son aliados de Rusia. En 2014, el presidente nicaragüense Daniel Ortega incluso se apresuró a respaldar, oficiosamente también, a los rusoparlantes de Crimea, donde mandó establecer un consulado. “El presidente Putin ha dado un paso. Ha reconocido a unas repúblicas que, desde el golpe de Estado de 2014, no reconocieron a los gobiernos golpistas de Ucrania y establecieron su Gobierno, dando la batalla”, manifestó Ortega en un acto oficial.

Nicaragua y Rusia tienen una alianza firme y que apunta a socavar la influencia estadounidense.

Asimismo, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, que agradeció a través de su cuenta en la red social Twitter el apoyo de China, Cuba y Rusia en la inmunización contra el covid-19 de la población venezolana, se ha aliado con el presidente de Putin en contra de Estados Unidos y ha mostrado su apoyo al presidente Putin y a su pueblo. “Desde Venezuela repudiamos los planes perversos que pretenden rodear militar y estratégicamente a Rusia”, expresaba Maduro en internet. “Estamos seguros de que Rusia saldrá unida y victoriosa de esta batalla, con la admiración de los pueblos valientes del mundo”, añadía.

Por su parte, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba manifestó en un comunicado que el gobierno de Estados Unidos lleva semanas amenazando a Rusia y “manipulando a la comunidad internacional sobre los peligros de una inminente invasión masiva a Ucrania”, de acuerdo con lo que recogía el Ejecutivo en dicho documento, que se puede consultar a través del sitio web oficial del Minrex. Así, Cuba alertaba de lo peligroso de una campaña “propagandística antirrusa” y pedía que la intervención de las potencias internacionales cesase para garantizar “la paz y la seguridad”.

Cierto que no son muchos los países del orden mundial los que son aliados o amigos del gobierno de Putin. Pero son los que tienen las agallas para no sólo enfrentar al poderío estadounidense, sino para también denunciarlo frente a un mundo embriagado por las mentiras de las “fake news”, las redes sociales y el visceral discurso antirruso.

Mauricio Piñero
Mauricio Piñero

Cuentan las crónicas que nació como el hijo de nadie. Luchando por la Patria Grande, como Internacionalista y antiimperialista. Tripero de alma y cuerpo, siempre junto a la patriada barrial. La historia descolonizada es mi pasión como docente de la Escuela Pública y de los barrios. Las noticias sobre los pueblos que luchan como forma de viajar hacia una verdadera justicia social global.

Libia: un crisol de fragmentos, sangre y ambición

Libia: un crisol de fragmentos, sangre y ambición

TIEMPO DE LECTURA: 7 min.

Por Pablo Jofré Leal*

No existe posibilidad de paz en el país norafricano, mientras no cese la intervención extranjera -principalmente europea- y sus intereses por los recursos de este país, que lo hacen un botín a conquistar, sumado a la presencia del extremismo takfiri, el negocio de la inmigración y el multimillonario comercio de armas.

Hoy, Libia, ubicada en la región del Magreb, otrora una de las naciones con los mejores indicadores de desarrollo humano de África, está sumida en una catástrofe política y humanitaria, efecto de una guerra donde se enfrentan las fuerzas de dos gobiernos paralelos, apoyados por países con sus propios intereses en la zona. La muerte de decenas de miles de libios, el desplazamiento de su población, se suma ala presencia de grupos extremistas takfiri, que obedecen a las políticas implementadas por la Monarquía saudípara ampliar su ideología wahabita, apoyada financiera y militarmente por los Emiratos Árabes Unidos.

Después de 9 años de conflicto, tras el derrocamiento del ex jefe de Estado Muhamar Gaddafi en octubre del 2011, Libia fue considerado un Estado Fallido, con una multiplicidad de intereses en juego, que le han impedido cualquier tipo de estabilización y desde abril del año 2019 a la fecha, se han incremento los combates de los grupos en disputa. Todo esto alentado por poderes extranjeros, donde los traficantes de armas, los que expolian el petróleo libio y además se benefician del tráfico de seres humanos que salen desde las costas libias hacia Europa, tienen al país sumido en el caos.

Libia tiene dos bandos en pugna, cada uno con su gobierno y que se disputan el poder. El primero es llamado Gobierno del Acuerdo Nacional (GAN), creado en 2015 como órgano de transición y cuya sede de gobierno está en Trípoli. El GAN cuenta con un Concejo Presidencial, liderado por Fayez al Sarraj, que además ostenta el cargo de primer ministro, y es reconocido por la Organización de las Naciones Unidas (como entidad, lo que no implica el apoyo total de los 192 países que la conforman), y cuenta con el sobresaliente apoyo de la mayoría de las naciones que integran la Unión Europea (Italia, Alemania y Gran Bretaña), sumado a Qatar y Turquía. Este último país envió un contingente militar en apoyo del gobierno del GAN, sufriendo sus primeras bajas el día 25 de marzo pasado.

Desde la trinchera opuesta,se encuentra el gobierno establecido en Tobruk (en el este de Libia) asentado políticamente en la Cámara de Representantes, presidida por Aguilah Issay cuyo sostén es el Ejército Nacional Libio, dirigido por el General Jalifa Haftar. No cuenta con reconocimiento de la ONU pero sí de Rusia, Egipto, Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí, que otorgan ayuda financiera, militar y logística, e incluso Francia, que sale de ese apoyo mayoritario que da la UE al gobierno del GAN: el país galo tiene aspiraciones de controlar los pozos petrolíferos autorizados por el gobierno dominado por Haftar y explotados por su transnacional Total Fine. Las fuerzas de Haftar controlan, actualmente, la mayor parte del país, llegando incluso a los suburbios de Trípoli

Ambos poderes libios, luego de años de enfrentamientos se reunieron el día 19 de enero del 2020, en la Conferencia de Paz de Berlín donde se pactó un plan de carácter integral, destinado a concretar una tregua conducente a una paz definitiva. En la capital alemana estuvieron países como Rusia, Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Italia, Turquía y los representantes de la Unión Europea, Ursula Von Der Leyen y Josep Borrel, además de Ghassan Salamé como enviado especial de la ONU en Libia. En el caso de Estados Unidos,la estrategia en la disputa libia responde exclusivamente a sus intereses como potencia hegemónica e implica mirar y participar de acuerdo con lo que estos intereses dicten.

Por ello, no resulta en absoluto extraño que Washington apoye tanto al gobierno de Fayad al Sarraj, político definido profundamente pro-occidental, como también a las fuerzas de Jalifa Haftar, aprovechando el hecho de que este militar haya nacido en Libia, haya sido general bajo el gobierno de Gaddafi (donde fue jefe de su estado mayor) y entrenado militarmente en la ex Unión Soviética, pero luego exiliado en Estados Unidos, donde vivió 20 años, trabajó para la CIA y  adquirió la nacionalidad estadounidense.

En la Conferencia de Paz, el compromiso fue avanzar en poner fin de la injerencia extranjera en el país norafricano, junto a un alto del fuego permanente y un embargo a la venta de armas que fuese verificable. El secretario general de la ONU, António Guterres, permitió visualizar de mejor forma en sus declaraciones el porqué de este encuentro, al señalar que “todos los participantes se han comprometido a renunciar a las injerencias en el conflicto armado y los asuntos internos de Libia ya que había un verdadero riesgo de una escalada regional y eso se ha impedido en Berlín”.

No había pasado un mes cuando la ciudad de Múnich, en la misma Alemania, acogió otro encuentro entre las partes beligerantes destinado a implementar el plan de paz acordado en enero. Terminada esta segunda reunión, la representante de la ONU en Libia, Stephanie Williams, dio a conocer su desazón porque la situación política, militar y humanitaria en Libia había empeorado, sobre todo porque el general Haftar y sus aliados tribales habían incrementado sus acciones para ocupar Trípoli, utilizando para ello la estrategia de impedir la producción de petróleo y privar de fondos a sus rivales. En los últimos cinco meses, los enfrentamientos han generado un millar de muertos y 140 mil desplazados. Complementaria a esta acción diplomática en Múnich, el Consejo de Seguridad de la ONU adoptó el día 13 de febrero una resolución a favor del cese de fuego en Libia y llamando cumplir lo acordado en Berlín. Como era de esperar los mismo que alentaron esta resolución, siguieron catalizando la guerra en Libia.

En un escenario internacional de pandemia, con el virus del Covid-19 que tiene al mundo en crisis, África ha sido alertado sobre los presagios negativos que se van a abatir contra ella. La situación sanitaria y el llamado de la ONU a establecer una tregua humanitaria no ha sido respetada por las partes en conflicto. El día 28 de marzo un centenar de muertos fue la prueba de esta violación. Pese a la “tregua humanitaria” aceptada el pasado domingo por los contendientes a instancias de la ONU,los nuevos enfrentamientos estallaron el día viernes 28 de marzo cuando aviones del Ejército Nacional Libio atacaron un convoy militar del gobierno de Trípoli a la salida de la ciudad de Misrata, en los alrededores de Abu Qurayn, en la autopista que recorre la costa libia. El bombardeo ocasionó un centenar de víctimas, entre ellos 30 muertos y 70 heridos.

La paz es de difícil pronóstico en la ex Yamahiriya, ya sea por los intereses económicos en juego,la presencia de una docena de países que intervienen con armas, las presiones políticas a los dos bandos en pugna, ola sombra de una pandemia que aún no entra con fuerza en África. La supuesta instalación de una democracia representativa,usada como argumento por la OTAN para derrocar a Gaddafi, aplicando la estrategia de la Casa Blanca de la guerra sin fin, también resultó falsa. Un conflicto que no sólo trajo consigo la fragmentación de Libia, sino también la irrupción de grupos extremistas takfiri que han generado mayores grados de inestabilidad no sólo en el Magreb, sino también en la región del Sahel[1].

Han trascurrido 9 años desde el comienzo de la agresión a Libia y el derribo y posterior ejecución del gobierno de Gaddafi y a medida que transcurre el tiempo, queda más claro que ninguno de los objetivos planteados para el país norafricano se cumplió y menos se trabajó para concretar esa mentira magnificada de que se intervino en Libia por “razones humanitarias”, para liberarla de un gobierno totalitario. Argumento que fue repetido en manifestaciones corales por los gobiernos de Estados Unidos y la Unión Europea, avalados por la ONU y la Liga Árabe. Esta última ha cumplido a lo largo de la historia labores de más de coordinación económica que de influencia política pero, en este tipo de situaciones suele servir de tapadera para planes de intervención.

Hoy, tal como ayer [2](2) sostengo lo afirmado desde el momento mismo de la intervención extranjera en Libia: sólo será posible constatar un territorio fragmentado, convertido en coto de caza de gobiernos, grupos y empresas petrolíferas transnacionales, y que al amparo del apoyo a las distintas facciones en pugna, esquilman sus riquezas naturales. Aquellos que apoyaron la lucha contra Gaddafi y su posterior ejecución, han servido, finalmente, a los intereses de actores de mayor peso, formando milicias en base a criterios regionales, tribales y religiosos, que han intensificado y hecho irreconciliable cualquier idea de establecer un Estado Unitario.


* Periodista y escritor chileno. Analista internacional, Master en Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense de Madrid. Especialista en temas principalmente de Latinoamérica, Oriente Medio y el Magreb. Es colaborador de varias cadenas de noticias internacionales. Creador de revista digital www.politicaycultura.cl

  1. La coalición que atacó Libia se hallaba bajo la dirección de Estados Unidos, país que durante todo ‎el conflicto ocultó a sus propios aliados el fin que realmente perseguía, para ponerlos ‎finalmente ante los hechos consumados, conforme a la política definida como leading ‎from behind, o sea «dirigir desde atrás». Después de haber clamado durante meses que ‎la OTAN no intervendría en Libia, fue finalmente ese bloque militar quien dirigió las operaciones. ‎Washington nunca trató de instalar en Libia un gobierno bajo control estadounidense, lo que ‎hizo fue propiciar el ascenso de fuerzas rivales entre sí para impedir el regreso a la paz entre ‎los libios, en aplicación de la doctrina Rumsfeld/Cebrowski . Meyssan Thierry. https://www.voltairenet.org/article208809.html
  1. https://www.webislam.com/articulos/99215-libia.un.caos.programado.html.Si bien es cierto la pugna entre dos gobiernos en Libia amaga la posibilidad de alcanzar la paz en el país norafricano, también resulta necesario dar cuenta que la presencia de grupos takfirí en Libia y el incremento de sus acciones, amplificadas por la prensa occidental en el marco de la lucha contra Estado islámico en Irak, Siria y otras organizaciones terroristas en Yemen, Malí, Nigeria y Afganistán, han dado el argumento necesario para que sea posible tener otra intervención militar de envergadura en Libia
Ricitos de oro y la fantabulosa política Argentina

Ricitos de oro y la fantabulosa política Argentina

TIEMPO DE LECTURA: 5 min.

Por Nicolás De La Iglesia*

En el cuento infantil titulado “Ricitos de oro y los tres osos”, una muchachita rubia, blanca y hegemónica irrumpió en la casa de una pobre familia de osos porque se había perdido en el bosque. Ricitos no se quedó esperando a que cayera alguien a la casa para pedir ayuda, no. La tipa entró, les comió la comida, hasta se tomó la libertad de entrar a su cuarto y probar cada una de las camas. La impunidad de la pibita la llevó incluso a quedarse dormida en el lugar del ilícito. La familia de osos lejos de comérsela, como tal vez deberían haber hecho después de que les bardearan toda la casa, la terminó perdonando.

Algo parecido está pasando con las sorpresas que dejaron “ojos de cielo” y sus secuaces en todos los lugares en donde posó sus garras Cambiemos. A principios de mes, nos amanecimos con que la noticia de que el Ministerio de Salud (sí, genera placer escribir “Ministerio” en lugar de “Secretaría”) se había encontrado con 160 mil dosis de vacunas vencidas en un depósito en Melchor Romero. En estos días se hallaron también 100 mil netbooks sin entregar y medio millón de libros de texto que debían ser repartidos entre las escuelas públicas. Por otro lado, en PAMI descrubrieron 17.972 bolsas de ostomía vencidas.

En el caso argentino, “Ricitos” directamente desvalijó la casa, vendió el terreno y cuando los osos llegaron, ya se estaba empezando la construcción de un mega proyecto inmobiliario. Sin eufemismos, también nos desayunamos con que habían hecho destrozos en Casa Rosada, por ejemplo, con la extracción de una histórica escalera de mármol de carrara de 1895 diseñada por el reconocido arquitecto italiano Francesco Tamburini. A Mauri le pareció más cómodo un ascensor que subir y bajar escalones todos los días. Más honesto hubiese sido modernizar su residencia en Chapalmadal o en Villa La Angostura.

Este es un breve ejemplo de la capacidad de gestión y del cinismo que tenía el gobierno de Cambiemos. Objetivamente, no hay otro calificativo para un gobierno que privó de vacunas -que estaban disponibles- al pueblo en medio de brotes de enfermedades como sarampión, o de la crisis que vivieron los pacientes con HIV cuando vieron cercenado su acceso a los medicamentos que los mantienen con vida.

Parece adecuada esta breve reseña para que se dimensione la profunda crisis que debe enfrentar el gobierno de Alberto Fernández. Ordenar este caos no es en absoluto una tarea sencilla, más si se tiene en cuenta que la deuda que tiene el país llega casi al  100% del PBI. De hecho, ese es el primer problema que intentan sortear el ministro de Economía, Martín Guzmán, y su equipo. El problema de la deuda no es sólo una cuestión del ejecutivo, sino que también tiene a muchas provincias al borde del default, como lo es el caso de la provincia de Buenos Aires.

La primer gira de @alfredez por el exterior apuntó entonces a buscar matafuegos y baldes de agua para apagar el incendio. Si bien la visita al estado genocida de Israel pudo haber hecho ruido en varios sectores, es necesario recordar que en Argentina contamos con la panacea conceptual del mundo político: el Peronismo. La ya famosa tercera posición se sumaba a la histórica posición de neutralidad en política exterior del país.

Esta lógica se plantea, en primera instancia, desde un profundo conocimiento de las debilidades de Argentina como un país emergente. Si uno se pone a pensar, la matriz económica argentina está en estado vegetativo y hay un profundo endeudamiento,  que no es más que una herramienta de disciplinamiento. Estados Unidos es al día de hoy, y gracias a las gestiones de Cambiemos, el que tiene en sus manos el futuro del país. ¿Debería entonces Alberto salir con los tapones de punta haciendo declaraciones contra Israel, Chile y cuanto fascista se encuentre en el planeta tierra? ¿O debería, como presidente de un país en una condición de extrema vulnerabilidad, tratar de emular la cintura del Diego en su mejor momento para, con política y diplomacia, lograr apoyo externo a su gestión?

Los frutos de esta gira se cosecharán en los próximos días. De momento, país donde pisó el presidente, país en el que no sólo consiguió el apoyo del mandatario (Pedro Sánchez, Angela Merkel o Emmanuel Macron por nombrar algunos), sino que al  mismo tiempo logró el compromiso de inversión de empresarios, como es el caso de la empresa alemana Volkswagen con una inversión de u$s 800 millones.

Mientras tanto, a principios de la semana, el gobierno nacional lanzó el programa “vuelta al cole”, una especie de “precios cuidados”, pero de útiles escolares. Esto se suma a la tarjeta alimentaria, al plan “Escuelas de Pie”, al freno de los aumentos desmedidos en las tarifas y se podría continuar. Todavía es pronto para analizar resultados, pero es indudable que estás primeras políticas están bien apuntadas.

Después de cuatro años de saqueo al bolsillo de las y los trabajadores, de endeudamiento feroz y de debilitamiento del lazo social, nos encontramos con un gobierno que pone nuevamente a la política como herramienta transformadora. Qué es el peronismo sino el partido que por excelencia supo construir nuevas bases de subjetividad y llevar adelante procesos de ampliación de derechos.

Como todos los años, el comienzo de febrero es el inicio también de un nuevo año judicial. Esperemos que estos nuevos aires soplen en Comodoro Py y el pueblo pueda ver en el banquillo de los acusados a los y las responsables de la profunda crisis que atraviesa el país. Ya que si hay algo que cimienta la vida democrática es la creencia en un sistema judicial justo. Ayer se murió el operador judicial y punta de lanza del  lawfare Claudio Bonadío. Tal vez eso pueda ser tomado como un buen augurio sobre los  tiempos que vendrán.


* Periodista, columnista sobre Europa del programa Marcha de Gigantes (Radio UNLP - AM 1390) responsable de la sección de Política Nacional de Revista Trinchera y colaborador de Agencia Timón.
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