Este martes la Corte Suprema de Justicia confirmó la condena de Cristina Fernández, por administración fraudulenta, a seis años de prisión e inhabilitación de cargos públicos de por vida, un evento que marca un antes y un después en la historia argentina. El acontecimiento ha disparado una serie de reflexiones, sensaciones y debates, que circulan por redes sociales, medios de comunicación y charlas informales de quienes se encuentran movilizados por la confirmación del acto de injusticia que signa estos tiempos. Ante este escenario emergen denominadores comunes, certezas, dudas y problemas. Me surge, en la efervescencia e incertidumbre propia del contexto, compartir algunas ideas que considero relevantes, a riesgo de que mañana queden caducas.
Certezas de la injusticia
Ya es harto conocido, han escrito los que saben, han explayado y enumerado las irregularidades del proceso judicial que lleva a la ex presidenta a recibir esta condena. No se busca recuperar cada uno de esos elementos que evidencian el claro entramado que buscó, mediante la manipulación judicial, consolidar un proceso persecutorio hacia CFK. Aquí damos ello por sentado, como también la participación, impulso y apriete de un poderoso esquema mediático-político-económico que dio lugar a la concreción de la condena, mediante el brazo ejecutor de tres sujetos, la fachada de la degeneración institucional de la Argentina actual.
A su vez, obviamos la evidente doble vara en el tratamiento de las causas judiciales en torno a otros ex presidentes de la Argentina (el caso más concreto Mauricio Macri) que han garantizado su impunidad, y el también peligroso antecedente que significa este evento para la política nacional.
Esta condena se consuma no sólo frente al anuncio de la candidatura de Cristina para las elecciones provinciales de septiembre, sino también en pos de un velo distractivo frente a este contexto donde la Argentina atraviesa profundas problemáticas sociales y económicas, y el modelo económico mileista muestra sus grietas y vislumbra un horizonte oscuro y atronador.
En paralelo, es fundamental explicitar, que esta persecución judicial a CFK excede su mera persona bajo la excusa de la administración fraudulenta; sino que remite a la búsqueda de condenar, estigmatizar y destruir el imaginario político y proyecto de nación, con sus virtudes y limitaciones, que representó la argentina de 2003-2015. Es la búsqueda de una impugnación de la soberanía y la justicia social en Argentina, y de un disciplinamiento dirigencial y social.
Finalmente, la bala que no salió en septiembre de 2022, hoy se traduce en un fallo judicial que proscribe el voto popular, buscando, insatisfactoriamente, su muerte política.
Gestualidad y destello optimista
La política está signada por los gestos; está claro que no puede vivir, ni prescindir, de ellos. Pero hay gestualidades que abren escenarios. Ver a Alejandro Kim y Guillermo Moreno entrando al Partido Justicialista, y minutos después a las principales referencias del Frente de Izquierda, habilitan, por lo pronto, la sorpresa. Frente al silencio, de muchos autopercibidos peronistas, la legitimación de otros actores del arco político como la UCR y sus dirigentes progre-gorilas, la aparición de esas dirigencias no K en la calle Matheu, se valorizan. No con miras a armar un inconducente frente electoral antimileista, sino por su capacidad de exponer a los actores político-partidarios dispuestos a no reconocer este atropello judicial contra la, ya débil, democracia liberal argentina.
A fin de cuentas, se divide entre quienes avalan la consolidación de un proyecto de democracia proscriptiva y quienes, al menos, coinciden en que este hecho disuelve las, ya, precarias reglas de juego político.
A su vez, diversos gobernadores peronistas, cercanos al gobierno actual, también se pronunciaron en defensa de Cristina y expresaron la necesidad de dejar atrás las diferencias. La pregunta es cuánto va a durar y qué fortalezas puede aportar este acercamiento entre actores intra-PJ y el alineamiento multipartidario.
La otra argentina: los apáticos y los que brindan
Al repudio social que se expresó en la concentración en el PJ, y en diversos rincones del país, se le suman dos reacciones. Por un lado, en la sede partidaria de calle Matheu, mientras Cristina hablaba a quienes se habían congregado allí, era llamativo ver los balcones vacíos de los edificios aledaños. Salvo la iniciativa vil de algún agresor anónimo, y el asomo de alguna cabeza curiosa, esos palcos preferenciales para observar el evento, estaban vacíos. Podrán decir que era horario laboral, que eran departamentos vacíos por la crisis habitacional y el negocio inmobiliario; tiendo a creer que no sería extraño que en esos departamentos hubiera gente en la suya, aislada del hecho político que invadía su cuadra. No por odio, sino por apatía; la de los que “al otro día tienen que salir a laburar igual”, la de los descreídos y despolitizados, la de los que viven en su burbuja, a la que esta realidad material y virtual nos lleva. Una apatía que se respira en estos tiempos, y se evidencia en la participación electoral durante este año.
Por otro lado, hubo un importante sector de la sociedad que celebró la resolución de la Corte Suprema. Está claro que no todos brindaron con champagne, pero sí es necesario reconocer y explicitar que muchos argentinos sintieron la poco frecuente sensación de justicia. Un informe de la consultora Zuban Córdoba[1], salido hace algunas horas, a partir de una encuesta realizada luego de la condena a CFK, aporta diversos elementos para el análisis. Más allá de que el tema requiere un abordaje en profundidad, que exceda esta herramienta estadística, hay dos dimensiones llamativas. Por un lado, el trabajo expone que más del 50% de los encuestados considera que la expresidenta es culpable, pero ese porcentaje baja cuando se les consulta si consideran que la Corte actuó de “manera honesta” y aún más cuando se pregunta si consideran que “todos somos iguales ante la ley”; y asciende a un 60% cuando se pregunta si los jueces deben ser elegidos por voto popular.
Permitiéndonos esbozar alguna generalización a partir de dicho informe, más allá de mostrar la polarización social existente, la condena de CFK se da en un contexto donde los argentinos no confían en el funcionamiento de la justicia y a la par, muchos de ellos, entienden la condena como un acto de justicia. Es decir, frente a la extendida creencia, que no distingue color partidario, de que en Argentina la justicia no funciona; hay quienes el martes se toparon con un evento que los reencontró con la ansiada sed de justicia.
En paralelo, el informe muestra que el mayor porcentaje de aprobación de la condena se encuentra en la franja etaria de 16 a 30 años. Un avasallador 70% de los entrevistados de esa franja identifica a la ex presidenta como culpable. Un dato llamativo, o no tanto, pero que amerita una reflexión profunda en relación a las juventudes y en particular a los relatos circundantes entre quienes no vivieron con plena conciencia los años de gestión kirchnerista. ¿Cuáles son los elementos que dan lugar a esta representación en las franjas etarias más jóvenes? ¿Qué rol tienen los medios de comunicación en la construcción de los relatos existentes? ¿Cómo acceden a esas narrativas en torno a la presidencia de Cristina Fernández? Ya hay diversas iniciativas desde el mundo académico que buscan indagar en las conciencias políticas de estas juventudes que nacieron, o que eran niños, durante el kirchnerismo. Me aventuro a imaginar que en las próximas décadas será necesario fortalecer el abordaje de ese período de nuestra historia en las currículas escolares y universitarias para matizar los relatos mediáticos sobre ese proceso que queda cerca y lejos al mismo tiempo.
El problema del qué hacer
El martes a las 16hs, se gestó una respuesta popular frente a la condena, las organizaciones convocaron, los militantes y los silvestres fueron al PJ; los que estaban lejos fueron a las principales plazas o salieron a cortar rutas y autopistas. Reconozco que quedar clavado en la autopista La Plata-Bs As, me sobre-entusiasmó en torno a la potencia de esa respuesta. Un entusiasmo que se fue desinflando hasta la sensación de un revival de aquel septiembre de 2022, donde la tocaron a Cristina y no pasó nada.
En aquel momento, la respuesta de conmoción popular fue contenida: amuchamiento, discurso y taza-taza. Esta vez, más allá de que emergieron algunas iniciativas aisladas en paralelo a la vigilia en el domicilio de Cristina en San José 1111, se respiraba una desorientación similar a la de 2022: una energía militante, un descontento apaciguado, desmovilizado. Una vigilia, un abrazo a la compañera y la espera.
Uno circulaba por las adyacencias y las conversaciones oscilaban entre el descontento, la ansiedad y la pavada. La exposición de las problemáticas que han llevado al estado actual del peronismo: la espera de lineamientos que no llegan, conductores que no representan y bases que esperan. No parecía haber lugar para la iniciativa militante, como si nadie creyera poder representar ni persuadir a los pares. Una falta de agencia que lleva a la resignación que abunda en estos tiempos.
Había una sensación extendida de que algo más podría haberse hecho. Por decisión, omisión o desconcierto, ese entusiasmo popular merma al frío de la espera, y se dispara en iniciativas desorganizadas y fragmentarias. La pregunta es qué hacer con esa movilización, energía y emoción militante, más que estaquearse en lo de Cristina o volverse a casa a esperar. La pregunta es cómo esa energía se dirige, se organiza y se conduce para no caer en un nuevo septiembre 2022. Cómo ese agradecimiento o reconocimiento social, que supera diferencias coyunturales, políticas y programáticas, se traduce en acción política.
Habrá que ver en las próximas horas y días las definiciones que se tomen en torno a la estrategia para enfrentar este proceso proscriptivo, en el escenario político, judicial y callejero. Mientras tanto emerge también un sentimiento, una voluntad, desde distintos espacios militantes, de repensar la participación y la representación en un nuevo escenario político, social y cultural que en ocasiones pareciera dejar en offside a las dirigencias del campo nacional popular.
Durante los días posteriores asoman iniciativas que canalizan esa necesidad, pintadas, cortes de ruta y autopistas, acampe en Tribunales, vigilia en San José. Instancias que se acumulan en una lucha común, que deberán terminar, en la gran peregrinación que inunde las calles porteñas acompañando a la máxima referenta del campo nacional popular argentino, al encuentro de sus verdugos. Habrá que ver también cómo juegan el gobierno, la ministra de seguridad y el poder judicial, en esta avanzada que, como ya puede verse en algunos medios, no terminó en el fallo de la corte suprema.
Con Cristina proscrita o en cancha, este acontecimiento pareciera dar lugar a una nueva etapa para el peronismo, signada por la demanda de no cometer los errores que nos han traído hasta acá, de construir un proyecto que pueda reconocer las necesidades y construir una agenda que interpele, y, particularmente, de nuevas modalidades de participación y representación que organicen la bronca, la angustia, las energías y voluntades de cambiar este rumbo que lleva a la disolución nacional.
[1] https://zubancordoba.com/portfolio/informe-nacional-junio-2025/

Laureano González
Sociólogo y docente. Ricotero, tripero y peronista, porque no se puede ser feliz en soledad.













