Si bien en nuestro país este año fue, particularmente, violento y desalentador para los sectores populares, no es ni el primero ni el último. Cabe destacar que no será desde la antología del llanto desde donde lograremos revertir la situación. Como siempre lo dijimos, en tiempos difíciles cada trinchera se vuelve fundamental y, para transitar las turbulencias que se avecinan, habrá que luchar y construir unidad si efectivamente pretendemos construir una patria libre, justa, soberana e inclusiva donde todo, todos y todes podamos vivir dignamente.
Como se ha retratado en varias ocasiones en nuestros artículos a lo largo de nuestra corta vida como medio de comunicación, tal como afirmaba el General Perón: “la verdadera política es la política internacional, el resto es cabotaje”. Nada de lo que nos sucede en Argentina está desligado de las tensiones y disputas globales, aunque para algunos eso pueda sonar conspiranoico. Si algo entendía muy bien Perón, es que todo lo que sucediera en el país está condicionado por lo que acontece fuera de nuestras fronteras, sobre todo en la disputa entre las naciones más poderosas del mundo.
A principios de año señalábamos que este 2024, que está llegado a su fin, iba a ser un año muy interesante de analizar, dado que podían darse hechos determinantes o muy significativos para el devenir de la humanidad. El primer hito a destacar es que más de la mitad de la población mundial estuvo llamada a votar. Más de 3700 millones de personas en elecciones de 70 países que podían tener un impacto significativo en la geopolítica mundial, entre ellas, las de Rusia, EEUU, India, las parlamentarias de la Unión Europea, o las de Venezuela y México, entre muchas otras.
En ese contexto electoral, Trump volvió a ganar las elecciones en EEUU y aplastó el sueño de reelección Demócrata (y de los globalistas), muchas expresiones reaccionarias y/o conservadoras ganaron las parlamentarias en la UE, Modi reeligió en la India, Vladimir Putin volvió a ser electo para guiar los destinos de Rusia con más del 87% de los votos, y tanto la Revolución Bolivariana como la Cuarta Transformación en México resultaron victoriosas con Maduro y Sheinbaum Pardo respectivamente.
A su vez, se dieron algunas particularidades: en Sri Lanka ganó un gobierno declarado abiertamente comunista, que recientemente vivió elecciones parlamentarias que consolidaron su victoria con una mayoría oficialista; los oficialismos en Francia y Alemania (las principales potencias del bloque europeo) vivieron reveces muy significativos que los tienen contra las cuerdas; en Gran Bretaña los laboristas dieron una paliza a los conservadores y volvieron al poder luego de 14 años; en Irán, luego de la trágica muerte de Ebrahim Raisi, resultaría electo el candidato “reformista” Masoud Pezeshkian; en países como Senegal o Chad (emblemas de un pasado colonial francés) ganaron y se consolidaron gobiernos anticoloniales, en sintonía con las revoluciones del Sahel (Mali, Niger y Burkina Faso); y el cómico devenido en presidente guerrerista, Volodimir Zelenski, quien no convocó a elecciones en Ucrania, por lo que desde mayo pasado usurpa el poder con el aval de todo el llamado Occidente Colectivo.
Pero (siempre hay un “pero”), también se vivieron procesos desestabilizadores, sobre todo recientemente en los casos de Georgia, Moldavia y Rumania, por solo citar los más recientes. Parece que si los resultados no son los deseados por Occidente, todo está permitido, sobre todo si el país a desestabilizar no es de los considerados “desarrollados”. Algo parecido a lo sucedido en Bangladesh, ese país del que en Argentina se habló mucho durante el mundial (por su fanatismo con nuestra selección) pero del que casi nadie habló cuando derrocaron a su gobernante hace unos meses.
Sin ánimos de aburrirles, mencionamos algunos de los procesos electorales porque son parte de la vida institucional bajo las normas de la democracia burguesa, y porque involucraron a más de medio planeta este año. Pero pasaron infinidad de cosas que tampoco es el lugar para detallar.
Tal como lo venimos advirtiendo, el mundo está en guerra, entre dos grandes bloques que se están disputando lugares de poder. Por un lado, el llamado Occidente Colectivo o autodenominada “comunidad internacional” básicamente compuesto por EEUU, la UE, Canadá, Japón y algunos aliados más; y por el otro, el denominado “Sur Global” compuesto fundamentalmente por los países BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) y sus socios de Asia, África y Nuestra América y Oceanía. Y si bien hay matices en cada caso, ese podría ser hoy el gran parteaguas a nivel global, por ese mismo hecho ya hablar de izquierda o derecha parecen categorías de análisis caducas dado que no explican en su totalidad los procesos. ¿Qué tiene de izquierda el Chile de Boric en comparación con la Venezuela Revolucionaria? Nada. En este contexto ¿Rusia calificaría como de izquierda? Seguramente no encontraremos respuestas certeras y eso es porque el concepto ya no nos sirve para explicar el proceso. Materia de debate en algún artículo futuro, no en este, pero lo introdujimos para sembrar la semilla de un debate necesario.
En ese mundo en disputa hay que comprender el genocidio en Gaza y las constantes agresiones al Líbano, Siria e Irak a manos del Ente Sionista, Israel (siempre respaldado por EEUU), la guerra en Ucrania entre la OTAN y Rusia (esperamos que a estas alturas nadie crea que es sólo un enfrentamiento entre primos), o el reciente incremento de las tensiones comerciales y diplomáticas entre EEUU y Europa con China. Nada de todo ello se puede leer sin comprender la disputa global, de igual manera que nada puede alejarse de esa lupa para analizar las tensiones en el Mercosur entre Milei y el resto de los presidentes, o las tensiones internas en el Brasil de Lula, o el reciente intento de autogolpe en la República de Corea (o como se la llama cotidianamente, Corea del Sur).
Decimos “el mundo está en guerra”, pero no de la forma que nos la imaginamos con tanques y soldados por doquier (aunque en algunas regiones sí pase). La guerra mutó. Hoy una corrida cambiaria es más poderosa que un misil. Presiones diplomáticas, circulación de “noticias falsas” (que en realidad es mentir y afirmar que algo es verdad), presiones económicas, y también militares: hoy vivimos en una permanente guerra híbrida y los principales objetivos son los pueblos, la sociedad civil de cada nación.
Incluso la disputa interna que se da en los EEUU entre Demócratas y Republicanos globalistas, y Trump y su grupo selecto de pirañas, no es otra cosa que una disputa por ver cómo resuelven su decadencia. Un país cada vez más endeudado, que vive de la renta de la guerra y las deudas de los demás, que utiliza al dólar como arma y que pretende someter a todo el resto a sus designios. Para Biden, Harris y sus cómplices europeos la salida es una guerra total contra Rusia en territorio ucraniano y ruso (casi al punto de llevarla a escala nuclear) al tiempo que siguen timbeando y haciendo grandes negocios con las BigTech (tecnológicas) y BigPharma (farmacéuticas), mientras que para Trump y su tropa el enfrentamiento es contra China por el control de la producción y el comercio, por eso la “Guerra comercial”; y con Irán por el control de Asia Occidental. En definitiva, no son lo mismo, pero huelen bastante similar.
En este escenario, seguramente el imperio intentará reasegurar todo nuestro continente bajo su bota. Saben que es su gran joya preciada en el mundo que se viene si no nos llevan a una guerra global nuclear antes. Países como Venezuela, Nicaragua y Cuba, e incluso México, Brasil o Colombia seguramente podrán ser objetivos de la nueva administración gringa, ya sea con nuevos intentos de golpes de Estado, con nuevas sanciones económicas unilaterales o bloqueos, o de presiones diplomáticas, económicas o de algún otro tipo.
Es desde ese contexto global desde el que hay que partir el análisis de lo que sucede en nuestro país, dado que, si no lo hacemos desde allí, seguramente no entenderemos muchas de las cosas que lleva adelante el primer presidente autodefinido como “anarcocapitalista”, pero que en realidad es un mero peón de los grupos financieros globalizados como BlackRock, Vanguard, State Street y demás. No es casual que en materia de política exterior Milei haya dicho literalmente que sus “aliados son EEUU e Israel, con todo lo que eso implica”. Estos Fondos de Inversión (llamados “Fondos Buitres”) tienen entre sus principales actores a figuras del sionismo, con gran lobby en EEUU con una mirada rapaz y saqueadora para con el resto de la humanidad. Como verán, todo está vinculado con todo.
La política de desregulación y de intento privatizador de empresas estatales (YPF, Aerolíneas Argentinas, Trenes Argentinos, INVAP, el Correo, el Banco Nación, etc) o sectores claves como la educación, la salud o la obra pública, no son otra cosa que la posibilidad de negocios muy rentables para los “accionistas” de estos fondos mega-especulativos. Mismo caso para el tema de la deuda externa o las políticas de financierización de nuestra economía. Tercerizar, quitar derechos laborales y sociales, entregar herramientas del Estado, todo entra en el mismo combo que busca desarticular las posibilidades de un país para enfrentarse a estos grandes pulpos que buscan controlar todo lo que puedan. Bueno, Milei es su empleado. Cuando deje de servirles lo descartarán por otro.
No hay que perder de vista que los buenos vínculos de Milei con Trump no necesariamente van a significar una lluvia de dólares. Trump en la teoría es un proteccionista y va a intentar resguardar y robustecer los intereses de EEUU. La economía argentina en buena parte no es complementaria con la norteamericana, sino que compite. Aquí tenemos el primer escollo. ¿Harán esfuerzos para sostenerlo de todas maneras con más préstamos del FMI o de otros organismos internacionales? Puede ser, el tiempo lo dirá. Lo que queda claro es que nada será color de rosas.
Ahora, mientras el presidente y sus rufianes les hacen el trabajo sucio a las grandes corporaciones multinacionales y a los Fondos Buitres, y hacen negocios con sus “amigos” locales como Galperín, Roca, Midlin, entre algunos otros, millones de argentinas y argentinos, y de personas de otras nacionalidades que eligieron nuestro país para vivir, padecen las consecuencias.
La pregunta es: ¿lo que Milei tiene enfrente alcanza para evitar el saqueo y la entrega del país? Por un lado, tenemos a muchos gobernadores que se acomodan según la circunstancia, diputados y senadores que hacen lo propio, una interna en el peronismo que en lugar de ayudar a construir una alternativa parece estar pensando más en quién tiene la lapicera para poner los nombres en las listas del 2025, un sector importante de CGT preocupada por negociar (para sostener sus negocitos) pero que acompaña el sablazo a los salarios que lleva adelante el gobierno nacional, y un sector financiero (de nacionales y extranjeros) donde se están haciendo una panzada.
Por el otro algunos gobernadores (los menos) que se plantan y enfrentan el ajuste como pueden, algunos diputados y senadores que no traicionaron el mandato de sus votantes y dan la batalla en esa trinchera, algunos sindicatos que se plantan ante el ajuste, sobre todo ligados a las CTA’s y la Corriente Federal de los Trabajadores, y a las organizaciones populares nucleadas en la UTEP.
El año pasó así entre anuncios de recortes y envío de leyes para flexibilizar tal o cual política, y sectores organizados que dieron la pelea en el micromundo que les tocó. Como siempre, los sectores más necesitados fueron los más solidarios con el resto, pero a diferencia de otras oportunidades, esta vez no se inmolaron y salieron a “romper todo” como antaño. Pero de todo ese berenjenal, por ahora, al menos por ahora, al empleado de peluquín las cosas parecen estar saliéndole bastante bien. No para beneficio del pueblo argentino, sino para un sector minoritario: los mega ricos y sus terminales internacionales.
¿Esto quiere decir que el pueblo argentino se rindió y quiere entregar la patria al capital transnacional? No, definitivamente no. Como siempre, el poder pretende hacer negocios, sus cómplices ejecutan la partitura escrita en Washington o Bruselas, el problema es que nuestro pueblo se cansó de votar expresiones populares que no le resuelvan (o resuelvan a medias) sus problemas, caldo de cultivo fenomenal para la aparición de figuras como Milei que desde las redes sociales vociferan cosas grandilocuentes, pero con cero fundamentos prácticos.
Así las cosas, este 2024 termina en una relativa calma pese al cimbronazo que significó el primer año de gatito mimoso con peluquín de león. Habrá que ver qué sucede en lo que resta del año y en el verano, sobre todo en las fiestas, fechas emblemáticas de nuestro pasado reciente. Habrá que ver si el campo popular puede generar los mecanismos de resistencia y de lucha que le permitan desarticular la andanada de entrega del gobierno libertario en complicidad con el PRO y otros. Habrá que ver qué gestamos como propuesta para nuestro pueblo, porque si algo quedó claro con la llegada de Milei, es que la forma de hacer política tal como se la venía haciendo murió, y si no lo hizo hay que terminar de matarla y gestar algo nuevo, de lo contrario seguiremos de fracaso en fracaso dejando que el tren de la historia pase frente a nuestras narices.
El mundo está cambiando y al parecer (o al menos por lo que dicen los que saben) ni siquiera una guerra nuclear podría impedir que esas transformaciones globales se concreten, lógicamente, porque ante una conflagración de esas características todo el mundo perdería. Pero, nunca puede descartarse un escenario de ese tipo, sobre todo si consideramos el grado de locura que han demostrado desde ese Occidente Colectivo, que parece más propenso a la guerra que un mosquito a picarnos. Debemos prepararnos para esos cambios, sabiendo que no serán escenarios amigables o fáciles de transitar en el mediano/corto plazo.
Para concluir, afirmar que muy posiblemente el 2025 será un año muy turbulento, no solo por lo que pueda suceder en nuestro país, sino fundamentalmente, por lo que pueda suceder desde que se publique este análisis hasta la asunción de Trump de su segundo mandato, y lo que pueda devenir a posteriori. Pero como decimos desde inicios de año, “en tiempos difíciles somos más Trinchera que nunca”, y porque como decía el Che: “si el presente es de lucha, el futuro será nuestro”.

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Como diría Masetti: “Somos objetivos pero no imparciales. Consideramos que es una cobardía ser imparcial, porque no se puede ser imparcial entre el bien y el mal, entre lo justo y lo injusto, entre el oprimido y el opresor”
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