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Se acerca el cierre del año y la humanidad se ha vuelto un poco más injusta. En la mayoría de los países del mundo la desigualdad social aumentó. No sólo por culpa de la pandemia como se pretende hacer creer desde la prensa hegemónica mundial, sino producto de la ausencia de políticas realmente efectivas para frenar el crecimiento del hambre y la miseria.

La pandemia -además- vino a demostrar que la voracidad del capitalismo no tiene fin. La forma que va adoptando el sistema -cada vez más tecnificada y virtual- deja al descubierto que no importa ni siquiera la vida de les seres humanes. No es ningún descubrimiento asombroso: bajo las reglas predominantes en este mundo, sólo importa la rentabilidad, el poder y la concentración de la riqueza en cada vez menos manos.

El gran negocio del capitalismo es la muerte: de la naturaleza ante la voracidad por producir sin límites, que se lleva la vida de miles de especies animales y vegetales; la muerte de personas producto del racismo, del patriarcado, del colonialismo, o de guerras lanzadas en nombre de la democracia, los derechos humanos y/o el progreso.

Hay quienes dicen que la pandemia del COVID-19 fue un acto reflejo de la naturaleza, un llamado de atención a la única especie que habita este planeta y destruye y mata sólo por placer.

Algunes analistas especulaban con que la crisis sanitaria que produjo la pandemia haría que se tome conciencia de la necesidad de cambiar, de dar un giro de 180 grados para evitar que esta lógica de muerte planificada lleve a la propia extinción de les seres humanes. Iluses quienes creyeron que tal cosa podría suceder.

Pese a todas las advertencias hechas por científiques, pese a las marcadas consecuencias sobre el medio ambiente, el calentamiento global, la aparición de más y más enfermedades, la muerte sistemática e imparable de personas por falta de condiciones mínimas de subsistencia. Nada parece detener esta alocada maquinaria.

Las disputas globales siguen avanzando, ahora por ver quién se hace con el control y predominio de la tecnología y con ello la pole position para avanzar primeros y más rápidamente en la reformulación de los aspectos estratégicos en el desarrollo de las capacidades de predominio sobre el resto: militar, comunicación, financiera y económica, servicios, educación, robotización, etc.

Disputas que como se ha señalado en anteriores oportunidades tiene a los EEUU y a China como principales competidores. Y si bien en algunas cosas puede decirse que tienen lógicas diferentes, lo cierto es que tanto una como otra son aspiradoras que no paran de consumir materias primas en volúmenes cada vez más importantes.

Al igual que con la pandemia, algunes se ilusionaron con la llegada de Joe Biden como el 46º Presidente de los EEUU. Si se observa sin mucho detalle el prontuario de este señor se podrá discernir fácilmente que es poco probable que ello suceda.

Los años de Trump fueron años de una violencia inusitada en la retórica oficial de la Casa Blanca. Los de Biden quizás sean más diplomáticos, no por ello menos agresivos. Intentarán revertir muchas de las adversidades en las que quedó la diplomacia de ese país luego del paso del huracán, volverán las andanadas de fake news, las presiones de la embajada, las presiones de los organismos multilaterales de crédito, las “inversiones” para que China no siga avanzando en Nuestra América.

Con Biden no se terminará ni la guerra comercial, ni las agresiones contra Rusia, Venezuela, Cuba, Nicaragua, Irán o cualquier otro país que ose enfrentar los mandatos del caduco imperio del norte. Las jugarretas puede que pasen a ser más sutiles, pero seguirán existiendo. La región seguirá siendo un territorio en disputa.

Irán, Rusia y China seguirán apostando a diversificar y mejorar sus relaciones con nuestro continente, los EEUU intentarán que eso no suceda. El caso más gráfico quizás estará en cómo utilicen la presidencia de Claver-Carone frente del BID (históricamente ocupada por une latine). Con ello seguramente intentarán resquebrajar el financiamiento y las inversiones Chinas en los países de la región.

Las ONG’s ligadas a los gringos y los europeos seguirán operando y “construyendo” opiniones en diversos temas para deslegitimar a los gobiernos populares que intenten avanzar en la integración regional, más allá de las diferencias ideológicas existentes en los diversos gobiernos.

Los préstamos del FMI y el BM a los países de la región seguramente se verán potenciados bajo la excusa de ayudar a esos gobiernos a sobrellevar las complejas consecuencias de la pandemia del COVID-19. Eso sí, a los gobiernos “amigos”, al resto ni para una curita.

El 2020 fue un año de muchas batallas, de enormes desafíos a los que se tuvieron que enfrentar los distintos pueblos de Nuestra América y el mundo. Desafíos que se vieron agravados por una pandemia que no es otra cosa que la consecuencia de la voracidad del capitalismo y sus promotores. Nada hace creer que el 2021 o los años venideros no serán iguales o más complejos.

Si hay algo que es seguro de cara al futuro inmediato de la humanidad, es que seguirán existiendo las injusticias; que seguirán generándose descalabros en la economía al igual que en el medio ambiente; que posiblemente aparecerán más virus y que los que ganaron siempre querrán seguir ganando pese a que ello pueda generar la muerte de miles o millones de personas.

Lo único que se puede predecir de ese escenario es que seguirá habiendo lucha, resistencia y organización de los pueblos para tumbar las injusticias, provengan del colonialismo, del capitalismo, del racismo, del patriarcado o de todas juntas.

Trabajemos en la unidad y para ser cada vez más solidaries, estudiemos para ser cada vez más conscientes de los peligros que se avecinan, denunciemos las injusticias y opresiones del sistema para que nadie las desconozca. Brindemos por los años de lucha que vendrán, que serán muchos.

Nicolás Sampedro
Nicolás Sampedro

Prefiero escuchar antes que hablar. Ser esquemático y metódico en el trabajo me ha dado algún resultado. Intento encontrar y compartir ideas y conceptos que hagan pensar. Me irritan las injusticias, perder el tiempo y fallarle en algo a les demás.

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