¿Qué es la Patria? ¿Quiénes la piensan y construyen? ¿Qué lugar ocupa un pueblo en esa construcción? ¿Es parte de, o un mero objeto pasivo que la “habita”? Son preguntas a las que intentaremos hacer un humilde aporte.
El sentido de “Patria” en nuestro pueblo ¿Fue siempre el mismo? ¿Siempre percibimos de la mima manera al territorio que hoy reconocemos como propio que va Jujuy hasta Malvinas, el Atlántico Sur y la Antártida? La respuesta claramente es que no. En estos poco más de 200 años de historia, diversos imaginarios se fueron sucediendo, y no sólo sobre el territorio, sino respecto a métodos de gobierno, sobre quiénes pueden o no ser parte de las decisiones, incluso sobre quiénes eran o son parte de nuestro pueblo. Y claramente estas disputas estuvieron también atravesadas por intervenciones extranjeras, sean directas o indirectas. Nos parece oportuno, entonces, dedicarle un tiempo a pensar y repensar la Patria.
Se podrá coincidir que la rebelión popular a las invasiones inglesas de 1806 y 1807, pueden considerarse como uno de los momentos que sentaron las bases en la gesta del sentimiento patriótico, pero no el único. El Acta de Independencia de la Corona española del 9 de julio de 1816, empezaba a cimentar esa idea de Nación con control de un territorio, que incluso aún no era el que es hoy. Pese a la extensión y las condiciones geográficas que posee lo que luego se llamó Argentina, lamentablemente, aún podemos afirmar que aquella gesta, aquel proceso revolucionario de independencia quedó trunco o inconcluso. Diversos intereses extranjeros condicionaron, y aún ejercen presión, para que primen por sobre los intereses reales de nuestro pueblo.
Resultado de ello es una sociedad empobrecida, en la que más de la mitad asegura no llegar a fin de mes; un territorio con gran concentración poblacional en paralelo a zona casi despobladas; un cuarto del territorio bicontinental ocupado por Gran Bretaña; recursos estratégicos controlados por multinacionales saqueadoras en detrimento de las grandes mayorías; y un gran porcentaje del pueblo atravesado por una discusión impuesta (cargada de sesgo ideológico encubierto) que nos divide entre un ellos/as y nosotros/as, como si los intereses de las mayorías no fuesen -en realidad- una causa común.
Nuestro proceso histórico, cargado de injerencias y presiones foráneas, siempre tuvo presente a la famosa “grieta”. Condición que actualmente es fogoneada por los medios de comunicación en su gran mayoría. Empresas info-comunicacionales que trabajan para el poder real, para aquellos sectores que necesitan mantener ese binarismo ideológico y guerra psicológica constante para seguir saqueando nuestros bienes comunes, para que no cuestionemos en unidad el lugar que otros pensaron que debíamos ocupar.
Desde nuestro surgimiento como medio de comunicación, allá por 2012, siempre estuvo la intención de hacer un aporte a los debates nacionales e internacionales que atraviesan nuestra vidas cotidianas. No porque seamos portadores de verdades, sino por entender que hay debates ausentes o tergiversados maliciosamente por quienes detentan poder y sólo buscan su beneficio personal.
Parafraseando al periodista y revolucionario Jorge Ricardo Masetti, una referencia obligada en nuestra comprensión del periodismo o la comunicación social, desde Trinchera siempre sostuvimos que se puede ser objetivo, pero no imparcial ante las injusticias y opresiones sean en el lugar del mundo que sean. Y aquí es importante desenredar el primer nudo gordiano: objetividad e imparcialidad no son sinónimos. Hay un debate muy profundo en relación al tema, y no es función de este artículo profundizar en él, pero servirá a nuestras lectoras y lectores para comprender desde dónde nos posicionamos para hablar y analizar la realidad que vivimos.
Y si bien podríamos estar tentados a afirmar que todo el mundo sabe de qué hablamos cuando decimos las palabras “Patria”, “Pueblo”, o “Justicia”, es evidente que en la actualidad no hay un consenso generalizado entre -al menos- quienes habitamos la Argentina. Las palabras, al igual que su significado, históricamente están en tensión y disputa permanente. Y eso es así porque no todos los sectores que componen una sociedad tienen los mismos intereses, ambiciones, posibilidades o recorridos.
En ese marco de situación, profundizado por la influencia de distintas corrientes de pensamiento, y distintos intereses, locales y foráneos, es que se van dando múltiples pujas para convencer a nuestros pueblos que tal o cual es el camino correcto hacia la supervivencia, reproducción y felicidad.
Otro concepto que aparece y que es -a priori- importante definir: Pueblo. Si bien hay múltiples definiciones e interpretaciones, una de las que adoptamos como propia es la que realizó el Comandante Fidel Castro Ruz, en su mítico alegato de autodefensa el 16 de octubre de 1953, conocido por su famosa frase “La historia me absolverá”. En él, el líder del proceso revolucionario cubano señala que: “Entendemos por pueblo, cuando hablamos de lucha, la gran masa irredenta, la que anhela una patria mejor, más digna y más justa; la que ansía grandes y sabias transformaciones en todos los órdenes, y está dispuesta a dar cuando crea suficientemente de sí misma, hasta la última gota de sangre”. Lo importante no es a qué sector pertenezca cada quien, sino su compromiso con la causa colectiva y la disposición y perseverancia y sortear las dificultades que surjan en el camino.
Causa común de la que también hablaba el General Juan Domingo Perón, materializada entre otros documentos en las 20 verdades peronistas, o más sintéticamente en la construcción de una nación socialmente justa, económicamente libre, y políticamente soberana. Postulados que también serán aplicados en las “10 Verdades Justicialistas Internacionales”.
Pero como se imaginarán, nada de lo que hicieron estos dos gigantes de la historia de nuestra Patria Grande, fue azaroso o casual. Todo tenía un minucioso análisis basado en un profundo estudio no sólo sobre las características y circunstancias históricas de nuestros pueblos, sino en cómo operan aquellos que desean impedir la realización de esos proyectos de construcción colectiva. Y, claramente, no eran sólo las ideas de Perón o las de Fidel. Estos dos humanistas, estos dos revolucionarios de su época eran la síntesis, la conducción política de una expresión popular que anhelaba transformar sus condiciones de vida.
Revolución, decía Fidel: “Revolución es sentido del momento histórico; es cambiar todo lo que debe ser cambiado; es igualdad y libertad plenas; es ser tratado y tratar a los demás como seres humanos; es emanciparnos por nosotros mismos y con nuestros propios esfuerzos; es desafiar poderosas fuerzas dominantes dentro y fuera del ámbito social y nacional; es defender valores en los que se cree al precio de cualquier sacrificio; es modestia, desinterés, altruismo, solidaridad y heroísmo; es luchar con audacia, inteligencia y realismo; es no mentir jamás ni violar principios éticos; es convicción profunda de que no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar la fuerza de la verdad y las ideas. Revolución es unidad, es independencia, es luchar por nuestros sueños de justicia para Cuba y para el mundo, que es la base de nuestro patriotismo, nuestro socialismo y nuestro internacionalismo”.
Lo que se viene en Trinchera es consecuencia directa de muchos de estos conceptos previamente señalados; es por comprendernos como parte de un proceso histórico que no comienza con nuestra primera publicación, sino que nos antecede; es comprender que debemos mutar, volver a nuestros orígenes para proyectar nuestro futuro; es por comprender la necesidad de un análisis situado en el lugar y tiempo histórico determinado.
No pretendemos entrar en la improductiva e innecesaria lógica de buscar responsabilidades o culpas. Los procesos de transformación, como dice García Lineras, se dan por oleadas; y lo importante -a nuestro humilde entender- es repensar el pasado, intentar comprender el presente, para poder proyectar el futuro. Esa será la titánica tarea a la que nos encomendaremos, deseando que el humilde aporte que podamos hacer, sirva para generar los debates urgentes que el momento demanda. Porque es sumamente necesario, parir ese proceso, esa gesta revolucionaria aún trunca en nuestra querida Argentina.
El presente del país es la muestra más cabal de esa necesidad: Un gobierno que se autodefine como libertario y anarco-capitalista, pero que es un rejunte de los sectores más rancios y antipatria que tuvo el pasado reciente del país. Gobierno que instaló un sistema de degradación permanente de la palabra, del pensamiento crítico y de las instituciones del Estado, que busca deliberadamente resquebrajar cualquier posibilidad de credibilidad en algo. La planificación del caso y el saqueo sin restricciones. Escenario que se abrió luego de años en los que, tras un breve período de control de esos resortes estratégicos del Estado, los gobiernos no supieron, no pudieron o no quisieron, resolver los problemas comunes de la mayoría de nuestro pueblo: comida, techo, trabajo, salud, educación, etc.
Ante semejante escenario de desolación e incertidumbre, cosa que denunciamos a diario, resulta fundamental preguntamos: ¿Qué es pensar la Patria en este contexto tan adverso? ¿Qué Patria queremos construir las y los argentinos? ¿Qué tenemos para ofrecer?
Modestamente, entendemos que el contexto político requiere repensar cómo construir una opción, un proyecto de país distinto al que está destruyendo el actual gobierno nacional; que es, justamente, la antítesis de un proyecto nacional. Ese intentará ser nuestro granito de arena.
Y en el camino, esperamos que quienes nos lean, nos critiquen, nos corrijan, hagan sus aportes por más insignificantes que puedan parecer. Como ya lo mencionamos, del presente que vivimos, sólo saldremos construyendo un proyecto colectivo, que piense en el común, y no sólo en los individuos.
En esa empresa, nos proponemos discutir, al menos, 12 ejes fundamentales:
- los sectores estratégicos del Estado;
- la bicontinentalidad, bioceanidad, las Malvinas y el Atlántico Sur;
- la justicia;
- el trabajo;
- la educación;
- la salud;
- la comunicación, inteligencia artificial y nuevas tecnologías;
- el federalismo y las estructuras de gobierno;
- la integración regional;
- la ciencia y tecnología;
- los bienes comunes
- y los feminismos y diversidades.
Estamos convencidos que la proyección de trabajo a largo plazo, organizado, constante y disciplinado son elementos fundamentales en esa gesta que permita al pueblo argentino construir una Patria digna de ser vivida, proyecto de país, que incluya en lugar de excluir; que contenga en lugar de expulsar; que sea solidario y contemplativo, sobre todo con el que peor la está pasando.
En este camino, todo aporte será bienvenido. La idea es pensar y pensarnos, debatir y volver a pensar. Y como decía John William Cooke: “Cuando culmine el proceso revolucionario argentino, se iluminará el aporte de cada episodio y ningún esfuerzo será en vano, ningún sacrificio estéril, y el éxito final redimirá todas las frustraciones”.
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