¿A qué nos están acostumbrando? ¿Se puede deshumanizar la vida a cualquier precio? ¿Cuál es el límite? ¿Quién lo impone? ¿Dónde está escrito que tal o cual tiene derecho a decidir sobre nuestros futuros? ¿Quién tiene la potestad de definir quién vive y quién no? ¿Dónde quedó nuestra humanidad?
Mientras recorría redes y medios de comunicación para pensar y armar el texto que les compartiría, me topé, quizás por casualidad, quizás por causalidad, con la historia de un médico boliviano, Refaat Alathamna.
Refaat se formó en la Universidad Cristiana de Bolivia (UCEBOL) y al recibirse migró a nuestro país para trabajar durante tres años como médico de emergencias. Luego de esta experiencia volvería a su país natal para hacer una maestría en anestesia y terapia intensiva. Hace más de una década que vive en la Franja de Gaza, junto a su esposa y sus cinco hijos.
Según relatan distintos artículos periodísticos sobre su periplo, él y su familia tenían una vida relativamente normal en la ciudad de Khan Yunis, pese a las dificultades económicas causadas por el bloqueo impuesto por el Ente Sionista desde hace más de 16 años.
Como se imaginarán, todo cambió el 7 de octubre de 2023 luego de que la Resistencia Palestina llevara a cabo la operación militar “Diluvio de Al-Aqsa”, en el sur del territorio hoy controlado por Israel.
Producto de la desproporcionada respuesta del sionismo, Refaat y su familia tuvieron que trasladarse hacia el sur de la ciudad, refugiándose en casa de una de sus hermanas. Tan sólo tres días después tendrían que volver a marcharse, producto de los bombardeos, desplazándose casi 11 kilómetros al sur hasta la ciudad de Rafah, frontera con Egipto.
Desde entonces y en reiteradas oportunidades Refaat ha sido un relator directo de la experiencia que viven a diario millones de personas: desde desplazamientos forzados, hasta tener que enterrar a una hija, o una hermana, o una madre; pasando por la atención de miles de personas con distintas enfermedades, causadas, entre otras cosas, por la falta de alimentación.
Porque el sionismo no sólo no tiene pruritos para bombardear hospitales o escuelas, tampoco los tiene para bloquear Gaza y, literalmente, matar de hambre a cientos o miles de palestinos. O para cortarles el suministro de agua o de electricidad; o bombardear a los pescadores en sus barcazas. Tampoco los tienen para asesinar palestinos que hacen fila en búsqueda de alimento que en teoría reparte la recién creada Gaza Humanitarian Foundation. Alimento que incluso, son capaces de envenenar.
Pero el grado de locura es tal, que incluso aliados del Ente (o títeres) como EEUU, Gran Bretaña o la Unión Europea osan perseguir a quienes, precisamente, denuncian estas atrocidades; este genocidio en curso que se transmite las 24 horas del día en redes sociales y que al parecer es muy rentable para corporaciones del Occidente Colectivo. El caso más emblemático sin dudas es el de la Relatora de Naciones Unidas para Palestina, Francesca Albanese.
Volviendo a Refaat, tan sólo unas horas antes de ponerme a escribir estas líneas, este médico boliviano, realizaba una de sus últimas publicaciones en sus redes sociales. En ella, describe una situación habitual del último tiempo para casi cualquier palestino, sobre todo para quienes trabajan dentro de los hospitales.
Por fortuna, parece que Refaat aún sigue con vida y continúa trabajando por su comunidad en una de las cosas que mejor sabe hacer: salvar vidas.
Obviamente ésta lectura me obligó a escribir todo lo anterior. También debería obligarnos a pensar y repensar qué hacemos y qué podemos hacer. Esa es la invitación que les hago.
El texto dice así:
Un mensaje de despedida, el personal médico del complejo Nasser en Khan Younis de hoy:
Ahora mismo estamos trabajando en el hospital, y los tanques están a sólo unos metros de nosotros. Estamos más cerca de la muerte que de la vida.
Los soldados no tienen compasión por un niño, ni por un anciano, ni por un médico, ni por un enfermero. Nos quedamos aquí porque somos seres humanos, y porque nuestra misión es profundamente humanitaria.
Si estos cuervos nos arrebatan el alma… no nos olviden, no nos conviertan en cifras. Amamos la vida, tenemos sueños como ustedes. Tenemos hijos y esposas a quienes amamos. Pero ser realmente humano significa no abandonar a quien necesita tu humanidad.
Cuéntenle al mundo sobre nosotros… Díganles que fuimos más humanos que aquellos que sólo lo fingieron. Díganles que elegimos la muerte antes que renunciar a nuestra noble misión.
No digan que fuimos héroes, sólo digan que entendimos lo que significa ser verdaderamente humanos. Perdónennos… no somos números.

Nicolás Sampedro
Prefiero escucha antes que hablar. Ser esquemático y metódico en el trabajo me ha dado algún resultado. Intento encontrar y compartir ideas y conceptos que hagan pensar. Me irritan las injusticias, perder el tiempo y fallarle en algo a les demás.
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