La era Milei inicia oficialmente con un desguace al poder adquisitivo de la clase media y baja mediante el paquete de medidas anunciado por el ministro de Economía, Luis Caputo, que confirmó una devaluación del 120% en el tipo de cambio oficial, acompañada de la quita del esquema de movilidad en jubilaciones, congelamiento del salario social complementario y nulas señales de paritarias.
Apenas hubo guiño para quienes perciben la Asignación Universal Por Hijo (AUH) y la Tarjeta Alimentar, complementaria a esa política social. El aumento será del 100% para la primera y del 50% para la segunda. Sin embargo, las actualizaciones que pretenden alcanzar a los aumentos de octubre y noviembre no ven ni a lo lejos de la curva los aumentos de 30% en combustible o 40% en alimentos sucedidos la semana anterior, todo esto sin contemplar los que inminentemente se avecinan en estos días en base a lo anunciado por el ministro de Economía, Luis Caputo.
Con la misma desventaja corre el programa Potenciar Trabajo que a partir de ahora directamente dejará de participar en la maratón. Congelamiento total de este ingreso para quienes subsisten con una política que hace años demandaba ser institucionalizada, pero que lejos de ello, de mantenerse la postura planteada actualmente, desaparecerá sin mayores sobresaltos. Y es que, si se contempla que ya se devaluaron los alimentos en un 40% y estos ingresos no se actualizarán en los meses venideros (en los que el propio presidente, Javier Milei, espera un inflación aún más alta) entonces el poder adquisitivo de quienes lo perciben se reducirá casi al total.
Lo de Luis Caputo fue un asesinato a sangre fría de los salarios de las clases medias y bajas, en la exacerbación de una herencia que fue ultra profundizada por él mismo en 2018, cuando liquidó las divisas obtenidas a través del crédito del Fondo Monetario Internacional a precios menores. Las divisas se fugaron y Caputo regresó para dar el golpe final: el ajuste necesario para pagar la deuda que se fue mediante el mecanismo de la bicicleta financiera finalmente lo pagan los trabajadores, que ya venían aportando pequeñas cuotas mediante las políticas económicas de una gestión que maniobró para que el ajuste sea lo más leve posible, a la llama de unas condiciones negativas y extraordinarias para ordenar las cuentas macroeconómicas. Por incapacidad de estar al momento histórico y porque la coyuntura para generar superávit gemelos nunca llegó al gobierno de Alberto Fernández (pandemia, guerra y sequía que desordenó las cuentas y obligó a la emisión), piloteado por Sergio Massa en los últimos tramos, se le terminó el tiempo y el desenlace alguna vez planeado por Mauricio Macri -cuando aseveró que había que avanzar en la misma dirección pero a fondo- llegó.
La justificación al ajuste utilizada por el equipo económico libertario se narra para extraños mediante un recurso ya utilizado por Macri en 2015: sinceramiento. Para propios no es una novedad. Se está en el entendimiento de que existe una “masa” de emisión que hay que ajustar. Se está al tanto porque nunca fue una política de elección, sino lo que la coyuntura fue obligando a la espera de un respiro. Parecía que llegaría este 2024 con los frutos de lo invertido en energía y la normalización del sector agro una vez finalizada la mayor sequía e 13 años. Sergio Massa planificaba de esta manera y con estos saldos regularizar la situación fiscal, sin que la guillotina caiga en la nuca de les trabajadores, y en la proyección de poder liberar restricciones cambiarias en 12 meses. Sin embargo, esta metodología es más fácil, sobre todo para quienes no tienen tacto social. Así es como Luis Caputo pretende ajustar las cuentas con los deudores. El término “casta” se reversiona.
“Vienen a hacer una formidable baja de salarios”, había anticipado el lunes Rubén López, Secretario de Acción Política de ATE Capital, en comunicación con Radio Trinchera. Lo que tal vez no era esperable era la dimensión del golpe único que ayer se dio desde el ministerio de Economía, que incluso sorprendió a los mas fatalistas.

