La elogiada civilización del primer mundo es atacada por una pandemia que provoca ceguera. Pero para su autor, Saramago, ya estábamos todxs ciegxs mucho antes
Alguna vez le preguntaron a Sábato el por qué de la recurrencia en incluir personajes ciegos en sus novelas, no se molestó mucho en edulcorar su respuesta, para él –explicó al entrevistador- los ciegos pueden acceder a un tipo de entendimiento diferente, subterráneo que los vuelve poderosos y por lo tanto algo perversos ¿Qué escritor se perdería eso?
No sé si suma en algo recordar que Borges decía que Dios le había dado los libros y el crepúsculo, como una sutil forma de desafiar la posible desventaja de no ver.
Edipo termina ciego, el personaje principal de El Corazón es un Cazador Solitario de McCullers es ciego. Lxs ciegxs aparecen y aparecen en la literatura.
Pero en 1.994 José Saramago (1922-2010) propone darle una vuelta a la cosa ¿Qué tal no un personaje ciego, sino una ceguera para todos y todas?
Es un escenario distópico. Nada de robots malditos ni guerras nucleares ni bichos alienígenos destruyéndolo todo. El marco temporal y espacial de Ensayo Sobre la Ceguera es una ciudad moderna y cosmopolita, profundamente corrompida y bipolar pero qué importa si accede a integrar el adorado Primer Mundo.
Un hombre queda repentinamente ciego mientras espera la luz verde del semáforo y luego a más y a más pesonas les irá pasando inexplicablemente lo mismo; una ceguera pandémica. Las personas infectadas son confinadas a una cuarentena rigurosa en un sanatorio abandonado que funcionará como hospital y donde habrá que soportar una improvisada y cruda vida comunitaria.
¿Y entonces? Entonces Saramago aprieta toda la botonera de lo humano en medio de ese caos. Ciegxs pero vivxs, la desesperación por sobrevivir se va entramando con la empatía, la avaricia atroz, la crueldad, la fe y el poder. Cada personaje va develando con su peso específico esta dicotomía entre el individualismo más crudo y la posibilidad de lo colectivo como única forma de salvación, si es que aún estamos a tiempo. Largos párrafos sin puntos seguidos ni comas ni signos de diálogo, sólo un lenguaje sencillo y directo, tampoco aparecen nombres propios: los personajes son “el médico”, “la mujer del médico”, “la chica de anteojos oscuros”, “el ladrón”. En los distintos mojones argumentativos hay una inevitable intertextualidad con Autopista del Sur (Cortázar), con La Peste (Camus) o 1984 (Orwell).
Elige llamar a la enfermedad La Ceguera Blanca, usa astutamente el adjetivo “blanca”…Brillante, Saramago. Así logra inaugurar una alegoría imposible de no desentrañar. La Humanidad más blanca y civilizada está ciega. No ven, no se ven, no quieren verse ¿Y qué pasa cuando no nos vemos? El autor se encarga de explicarlo en amplitud y profundidad, desestima los lugares comunes que pueden traer las reflexiones éticas. El bien común es la única salvación pero casi ningunx de nosotrxs está preparadx para entenderlo y menos militarlo, formateadxs como bebés de probeta dentro de una maquinaria infame que vanagloria una especie de amor histérico por unx mismx y una educada indiferencia por los demás, que siempre sobran o molestan.
Esta obra escrita en 1.994 (y que empujó definitivamente a su autor al Premio Nobel unos años después)no es una novela alegórica, es una poderosa y aplastante metáfora que se acomodó dentro de las formas de la novela. Los personajes son definitivamente arquetípicos de la sociedad “civilizada” pero en absoluto unidimensionales. No hay tiempo para las apariencias sólo para las esencias. Todo lo estrafalario que propone narrativamente Ensayo Sobre la Ceguera se nos vuelve corriente, lo fantástico nos sabe sospechosamente a cotidiano y eso es lo más perturbador, porque, entre otras cosas, en 2023 ya casi nadie ve.

Amanda Corradini
Mujer de trincheras: Reparte su vida entre la trinchera de la Escuela Pública, la de su biblioteca y la que guarda algunas banderas que gusta agitar. Todo regado de mate dulce, Charly García y un vergonzoso apego por el humor infantil.


Excelente análisis!!! acuerdo en todo