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El Beso de la Mujer Araña: un diálogo conmovedor entre la izquierda revolucionaria de los 70 y la libertad sexual, y una clase magistral sobre resistir.

¿Cuál es la dimensión espacial de la resistencia? ¿Dónde se pone a vivir? – Permítanme reformular la pregunta- ¿Dónde comienza a vivir?

Partamos desde acá: La resistencia es una contraofensiva a partir de la colisión de una fuerza mayor, generalmente hegemónica. Toda fuerza hegemónica avanza sobre los espacios, se los va comiendo como en el jueguito del Packman. La efectividad de esta invasión es que no se reduce sólo a espacios físicos, ni siquiera a los del propio cuerpo, se precipita sobre los mentales también; por eso tiene tanta efectividad, porque en la colonización de la subjetividad asegura una autodisciplina que no deja aflorar el contrargumento, ni siquiera la duda. La génesis de la resistencia es un asunto que involucra pequeños reductos materiales o psicológicos, nunca comienza en espacios cómodos e iluminados. Está claro que subvertir un orden injusto (por violento, reaccionario u obtuso) es un proceso de múltiples instancias e intervenciones pero siempre se inicia así, se comienza a resistir con la espalda contra la pared.

Manuel Puig otea con espanto desde su exilio la celda grande de los ’70, y hace catarsis escribiendo una historia que sucede en una celda pequeña. Había vuelto a Argentina bajo la presidencia de Onganía en 1967 pero se exilia de vuelta en 1973. Antes de este exilio ya había comenzado a trabajar en El Beso de la Mujer Araña, novela inspirada en las charlas que había tenido con presos políticos liberados por el gobierno peronista de Héctor Cámpora.

El Beso de la Mujer Araña gira en torno a la relación de dos personajes encerrados en la misma celda de una cárcel argentina: Valentín, militante activo del Ejército Revolucionario del Pueblo, y Molina, mujer transgénero fanática del cine de los años ’30, la novela se desarrolla a través de la yuxtaposición de las narraciones que hace Molina de las películas que más ha amado ver y el diálogo entre ambos a partir de estos argumentos cinematográficos.

Al comienzo de la novela, lxs dos parecen ser antagonistas, no tanto por fanatismo sino porque cada unx ve la filosofía y el estilo de vida del otrx como irrelevantes. Puig evita linealidades y panfletismo: Valentín no menosprecia a Molina porque es homosexual (así entiende este personaje a Molina) pero considera que el compromiso con la homosexualidad es un desperdicio egoísta en un mundo que clama por una revolución política. Para Molina, la filosofía política de Valentín es una abstracción volátil que no está a la altura de la necesidad vital de amar y ser amadx. Las conversaciones entre los personajes, cuando no se centran en el momento en cuestión, son crónicas de esas películas que Molina adora y que convida a su compañero de celda; estos relatos -casi como cuentos maternales- permiten escapismos, una forma de soportar la realidad del encierro. Así van progresando juntxs del antagonismo y la desconfianza a la construcción de un vínculo tan inexplicable como conmovedor, mientras soportan las torturas físicas y psicológicas a la que ambos son sometidos en ese presidio que es o podría ser un centro de detención clandestina.

Molina y Valentín representan minorías herejes que la milicada espera extinguir como correctivo social. Ellxs resisten, resisten desde la vida, resisten desde las ideas a las que ya no van a renunciar y resisten paradójicamente las creencias del otrx. Lo fascinante de Puig en El Beso de la Mujer Arañan es eso, completa la metáfora performativa con una tensión dialéctica entre ellxs: Molina rechaza la libertad política de su compañero de celda y Valentín menosprecia la fascinación de Molina por las historias de amor, y mientras se desovilla la trama ambos van pudiendo con las libertades identitarias del otrx y todo se vuelve entrañable sin dejar de ser cruel e irreversible.

Puig hace pedagogía social enseñándonos las implicancias de la resistencia y lo hace esquivando los discursos previsibles. Toda la novela es una búsqueda profunda y desesperada de congruencia entre política, filosofía ética y estética literaria.

Amanda Corradini

Mujer de trincheras: Reparte su vida entre la trinchera de la Escuela Pública, la de su biblioteca y la que guarda algunas banderas que gusta agitar. Todo regado de mate dulce, Charly García y un vergonzoso apego por el humor infantil.

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