Buscó la descolonización del Congo y destruir totalmente el poder colonialista europeo presente en África, erradicar el ultraje y el expolio que durante siglos había sufrido el continente.
Siendo trabajador de Correos, Lumumba comenzó a organizar un sindicato de trabajadores y fue detenido y encarcelado por los colonialistas belgas en 1955. Tras su puesta en libertad, dos años más tarde, comenzó a relacionarse con el movimiento independentista. En 1958 logró agrupar a la mayoría de las fuerzas progresistas en un partido panafricanista semilegal: el Movimiento Nacional Congoleño (MNC), primer partido político nacional, convirtiéndose rápidamente en el principal dirigente independentista del país. El MNC se dedicó a superar las diferencias tribales y regionales, y crear una organización independiente y unificada, frente a las ambiciones imperialistas de dividirlas en áreas de influencia y crear varios estados independientes.
En diciembre de 1958, se celebró en Accra, actual Ghana, la Conferencia de los Pueblos de África, y el movimiento de liberación congoleño estuvo representado por Lumumba. Al regresar a su país, habló ante una multitud en Leopoldville, actual Kinshasa, y en un emotivo discurso exigió la independencia del Congo. Seguidamente se produjeron disturbios en la ciudad y Lumumba escapó, pero fue detenido más tarde por la policía colonial y considerado responsable de los desórdenes. El gobierno colonial belga lo condenó, acusado de sedición y lo encarcelaron nuevamente, pero la movilización popular hizo que lo liberaran en 1960.
El MNCL y sus aliados ganan las elecciones organizadas en mayo y, el 23 de junio de 1960, Lumumba se convierte en el primer Primer Ministro del Congo independiente. El 23 de junio formó un gobierno de coalición con el traidor Joseph Kasavubu, como presidente, y él como primer ministro, para proclamar la independencia el 1 de julio de 1960. Debido a que el gobierno belga deseaba seguir controlando la riqueza minera del país, apoyó la escisión de Katanga y Kasai del Sur, implantando gobiernos títeres en dichos territorios. El Gobierno de Patrice Lumumba solicitó la ayuda norteamericána, no siendo siquiera recibido por el presidente de EE.UU., lo que motivó el acercamiento a la Unión Soviética que proporcionó transporte y asesores militares con el objeto de controlar la situación en las provincias separatistas. Lumumba negó repetidamente tener ideología comunista alguna.
La CIA, el servicio de inteligencia belga, y otras potencias trabajaban día y noche para mantener en el poder a los congoleños leales al imperialismo. Promovieron las sublevaciones y fomentaron otros movimientos secesionistas. Con el pretexto de proteger a la población belga, Bélgica envió tropas a Katanga, intentando sostener al gobierno secesionista de Tshombé por la fuerza. Ante esta situación, el gobierno de Kinshasa recurrió a las Naciones Unidas para expulsar a los belgas y ayudar a restaurar el orden. Las tropas belgas se negaron a evacuar el país y continuaron apoyando la secesión de Katanga. LaONU envió tropas, pero éstas no sólo se negaron a intervenir en apoyo del gobierno central, sino que intensificaron la desestabilización del nuevo gobierno.
Las potencias imperialistas reaccionaron presionando al Presidente Joseph Kasavubu para que acabara con Lumumba, cosa que hizo el 5 de septiembre de 1960, destituyéndole del gobierno ilegalmente y reemplazándolo. Lumumba se negó a abandonar el cargo y destituyó a su vez a Kasavubu. El 14 de septiembre, nueve días después de su destitución, el coronel Joseph Mobutu Sese Seko, jefe del ejército, tomó el control político en la capital tras un golpe de estado y desató una ola de represión contra las organizaciones políticas. A los dos meses, Mobutu devolvió el poder a Kasavubu y se autodesignó comandante en jefe de las fuerzas armadas.
Asesinado el 17 de enero de 1961 por una conspiración organizada por el gobierno de Bélgica, con la complicidad de los Estados Unidos, de Gran Bretaña y de las Naciones Unidas. Un equipo de policías belgas desenterró el cadáver y lo disolvió con el ácido sulfúrico que proporcionó una compañía minera. Cuarenta años después el parlamento belga admitió su responsabilidad en el asesinato en una sesión celebrado en noviembre de 2001.
Desde 1968 hasta el año 2018, este pequeño reino se llamaba Swazilandia, “Tierra de los Swazi”. Es un pequeño estado soberano sin salida al mar situado en África Austral o del Sur, en las estribaciones orientales de los montes Drakensberg, entre Sudáfrica y Mozambique, cuya forma de gobierno es la monarquía absoluta. Su territorio está organizado en cuatro distritos. Su capitalidad está formada por dos ciudades: Mbabane, sede administrativa y Lobamba, sede del poder real y legislativo. La ciudad más poblada es Manzini.
En un principio el país estuvo bajo el protectorado de Transvaal y, tras la guerra de los bóeres en 1906, estuvo bajo el protectorado de Gran Bretaña, bajo el Alto Comisariado de África del Sur. A partir de 1961, el cargo de Alto Comisario de África del Sur estuvo ejercido por el Embajador del Reino Unido en la República de Sudáfrica. Existían dos consejos: uno que representaba los intereses de los europeos atraídos por las minas de oro, estaño y de diamantes del país; y el Consejo Nacional Swazi, que defendía los de la población nativa. En 1963 se instituyó un consejo legislativo electivo que obtuvo la autonomía interna en 1967. El partido monárquico, Movimiento Nacional Imbokodvo, ganó todos los escaños y su líder, Makhosini, fue nombrado primer ministro.
El rey Mswati III de Eswatini, polémico, dictatorial y ¿exiliado?
La elite bantú de los swazi, emparentada con los ancestrales zulúes sudafricanos, se convirtió, pues, en la garante del orden contra otros pueblos. Hoy gobierna el rey Mswati III, quien ostenta el trono desde 1986. Sucedió a su padre Sobhuza II, de la Casa de Dlamini, histórica elite nobiliaria bantú de guerreros expansionistas, quien en 1968 comenzó a ser el rey de Swazilandia. Hasta 1973 todo estaba bien, ya que los grupos tribales bantúes acordaron formar una especie de “monarquía constitucional” al estilo inglés. Pero Sobhuza, con apoyo de Occidente, tomó el poder en un golpe de Estado y fundó una férrea monarquía dictatorial, con el fin de frenar el avance de los liberales, los comunistas y los antitradicionalistas. Las fuerzas políticas opositoras fueron perseguidas y la Casa de Dlamini se apoderó de todo.
El Rey SobhuzaII continuó con la práctica tribal de tener varias esposas. Este rey tuvo 70 esposas, que le dieron 210 hijos entre 1920 y 1970. Muchos de ellos están vivos hoy en día. Gran Bretaña apoyó al régimen de Sobhuza II y lo asesoró en todo. La monarquía de Swazilandia se puso del lado de Occidente en tiempos de guerra fría y mantuvo una fuerte crítica hacia las luchas de liberación nacional en Angola, Zimbabwe, Sudáfrica y Mozambique. Inversiones británicas y estadounidenses para explotar los ricos minerales preciosos del país crearon una especie de trampolín para la formación de una burguesía local asociada a la monarquía. También Occidente le armó una guardia pretoriana al rey anticomunista.
Protestas en las calles del reino de Eswatini contra la monarquía de Mswati III
En 1986 fue sucedido por su hijo Mwsati III. Fue coronado príncipe en septiembre de 1983 y rey el 25 de abril de 1986 (a la edad de 18 años y 6 días, el rey más joven que tuvo nunca el país). El rey y su madre, cuyo título es Ndlovukazi o Gran Elefanta, gobiernan juntos.
El gobierno de MswatiIII ha sido criticado por ignorar los crecientes problemas de la nación mientras él vive lujosamente, sacrificando la salud de su nación a su confort personal. Esto incluye la compra de una flota de limusinas, un jet de lujo (que costó un cuarto del presupuesto nacional), y la construcción y renovación de palacios para albergar a sus muchas esposas. Además, en el pasado ha restringido las libertades civiles y la libertad de expresión. Cerca de las iglesias evangélicas, prohíbe el divorcio y el uso de minifaldas.
Mswati III tiene actualmente 14 esposas. Las esposas son elegidas por él mismo, y cualquier mujer virgen puede aspirar a ser esposa del rey. En agosto de 2005, 50.000 mujeres desfilaron ante Mswati III para intentar ser elegidas.
El 19 de abril de 2018, el rey Mswati III anunció que el país dejaría de ser conocido por su nombre colonial, pasando a llamarse oficialmente Eswatini,que el gobierno español y la Unión Europea adaptaron, a la lengua española, como Esuatini. Una de las razones, es para marcar el 50º aniversario de la independencia del país; aunque también, en parte, para evitar que el nombre del país fuese confundido con el de Suiza.
En el reino de Eswatini hay firmes colectivos de identidades plurisexuales que protestan contra el fundamentalismo cristiano evangélico adoptado por la monarquía
Desde 1992 que vienen surgiendo grupos que piden más democracia en el reino. No fue fácil. Sin embargo, en las elecciones legislativas del 21 de octubre de 2003, los partidos políticos habían sido nuevamente ilegalizados, pudiendo solo ser elegidos aquellos ciudadanos no relacionados con ningún partido político.
Esuatini es principalmente rural y es uno de los países más pobres del mundo (el 63% de su población vive por debajo del umbral de pobreza), Un círculo económico de 15.000 empresarios se lleva la mayor parte de la riqueza del país. Este círculo incluye a inversores sudafricanos que vinieron a Esuatini para encontrar una mano de obra tres veces más barata y a un grupo de empresarios blancos que heredaron de los colonos británicos.
Pero el pueblo se cansó. Masivas protestas surgieron en el país. Desde sectores de la oposición y medios de comunicación aseguran que en la noche del lunes 28 de junio pasado, ante la oleada de protestas, el rey Mswati III tomó un jet privado para refugiarse en Johannesburgo, una de las capitales de Sudáfrica.
El rey estaría organizando el escape para el resto de su familia según una exclusiva de la televisión sudafricana SABC. La noticia es negada por el gobierno. Un portavoz oficial desde Mbabane, la capital, aseguró este martes que “el rey no ha huido del país a causa de los disturbios”.
Ubicación en el mapa de Eswatini
Las protestas sacuden al país, especialmente desde que se conoció su posible salida, donde los consejos locales o tinkhundla, cercanos al monarca, son los que nombran a los diputados convirtiendo las elecciones en una farsa. El gobierno ordenó este martes la imposición de un toque de queda y el cierre de las escuelas para frenar la ola de protestas contra Mwsati III.
Las medidas fueron anunciadas por el primer ministro interino, Themba Masuku, asegurando que las mismas responde a la necesidad de poner normas para controlar la expansión de la variante delta del coronavirus, buscando quitar importancia a las manifestaciones.
Las primeras manifestaciones se remontan al pasado 8 de mayo, cuando Thabani Nkomonye, un estudiante de 25 años, murió en condiciones que no fueron aclaradas por las autoridades y su cuerpo no apareció hasta cinco días después. La explicación de la policía fue que había sufrido un accidente de coche.
La Unión Nacional de Estudiantes de Suazilandia convocó una manifestación de repulsa por lo que calificaron como un “asesinato”, y comenzó una campaña en redes sociales acusando a la policía de la muerte de Nkomonye.
La lucha de las diversidades en Eswatini
En esas manifestaciones otro estudiante, Phiwayinkosi Dlamini, recibió el impacto de una pelota de goma en el ojo y esta acción desató la ira de los jóvenes de la Universidad de Esuatini (UNESWA) que salieron a la calle desconociendo la prohibición de manifestar decretada por el rey.
Las protestas contra el monarca se suceden desde hace varios días, pero alcanzaron mayor intensidad desde el fin de semana. Los manifestantes claman contra la brutalidad policial con la que se reprime la disidencia en el pequeño reino del sur de África.
Junto a la falta de derechos y libertades a nivel político, el país afronta altos niveles de pobreza y alta prevalencia de problemas sanitarios como la tuberculosis y el VIH.Alrededor del 40 por ciento de la población vive con menos de 1,9 dólares al mes, según datos del Banco Mundial, en un país donde los más afectados son los jóvenes (el 37% de la población tiene menos de 15 años), que han salido a las calles para enfrentarse con las fuerzas de seguridad.
Esuatini, el pequeño reino del sur de África vive uno de sus momentos más críticos. ¿Despertó el pueblo? En julio se prometen nuevas protestas contra la monarquía que muchos creen moribunda. El tiempo dirá.
Mauricio Piñero
Cuentan las crónicas que nació como el hijo de nadie. Luchando por la Patria Grande, como Internacionalista y antiimperialista. Tripero de alma y cuerpo, siempre junto a la patriada barrial. La historia descolonizada es mi pasión como docente de la Escuela Pública y de los barrios. Las noticias sobre los pueblos que luchan como forma de viajar hacia una verdadera justicia social global.
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