Ellas escriben con sangre: el legado femenino en el terror

Ellas escriben con sangre: el legado femenino en el terror

TIEMPO DE LECTURA: 6 min.

Del monstruo de Shelly al chico sucio de Enriquez, las mujeres han tejido el terror con hilos de cuerpos, herencia y oscuridad cotidiana. Lo que antes se leyó como excepción hoy se revela como tradición: una genealogía de autoras que transformaron el miedo en literatura, y lo íntimo en denuncia.  Escritoras que desde lo gótico inglés hasta el realismo brutal latinoamericano, hicieron del horror un espejo  de lo social y de lo político.

 

El terror como género político

Durante siglos, el terror fue leído como un género masculino: monstruos, castillos, asesinos, guerras. Pero bajo esa superficie, las mujeres escribieron el miedo desde otro lugar. No como espectáculo sino como experiencia. El cuerpo, la casa, la maternidad, la herencia, la locura.

Se pensaba que las mujeres no podían —o no debían— explorar lo siniestro, lo monstruoso, lo abyecto. Muchas autoras lo escribieron bajó seudónimos masculinos o fueron ignoradas por la crítica. El canon se construyó en torno a figuras como Edgar Allan Poe, H.P. Lovecraft o Stephen King, mientras que las voces femeninas quedaban en los márgenes, apareciendo como víctimas, musas o presencias espectrales, pero rara vez como autoras o protagonistas con agencia.

Mary Shelly, con apenas 18 años, escribió Frankenstein en 1818 —aunque su autoría fue inicialmente atribuida a su esposo—. No solo fue quien inventó la ciencia ficción moderna, sino que creó una criatura que encarnaba el rechazo, la soledad y el deseo de ser amado. Su monstruo no era el villano: era el excluido. Shelly no solo fundó un género, sino una forma de narrar el dolor desde lo marginal.

Anne Radcliffe, con Los misterios de Udolfo, introdujo el terror psicológico, pero su estilo fue considerado “femenino” y por tanto menor. Estás autoras no solo escribían terror: lo hacían desde el cuerpo, la ética, la emoción, desafiando el modelo masculino de horror como espectáculo.

El siglo XX trajo nuevas fisuras. Shirley Jackson, con La Lotería y Siempre hemos vivido en el castillo, narró el miedo desde lo doméstico, lo cotidiano, lo mental. Daphne su Maurier, en Rebecca, convirtió la casa en un espacio de amenaza, y la memoria en un fantasma. Estás autoras no solo escribían terror: lo hacían desde el cuerpo, la emoción, la ambigüedad. Y eso incomodaba a un canon que prefería el espectáculo a la experiencia.

Con el avance del feminismo, el género se transformó. El cuerpo femenino dejó de ser víctima y se volvió territorio: menstruación, embarazo, deseo, envejecimiento, todo podía ser fuente de horror y resistencia. El monstruo ya no era un ente sobrenatural, sino el padre, el médico, el Estado. El miedo dejó de ser evasión y se volvió denuncia.

En América Latina, esta reconfiguración tomó una forma radical. Mariana Enriquez, con Las cosas que perdimos en el fuego, narra el terror urbano, la desigualdad, la dictadura, el cuerpo como archivo de violencia. Mónica Ojeda, en Mandíbula, explora el horror adolescente, el deseo queer, la pedagogía la del miedo. Maria Fernanda Ampuero, en Pelea de gallos, convierte lo doméstico en infierno, con mujeres que resisten desde el margen.

El hogar, lejos de ser refugio, es cárcel, laberinto, escenario de lo siniestro. Pero también es el lugar donde se puede narrar lo que la historia calla. El terror, en manos de estas mujeres, se vuelve íntimo y político.

 

¿Qué pasa cuando el miedo lo narran ellas? 

Cuando el terror lo narran mujeres, el género se transforma. Ya no se trata de espectáculos, sangrientos ni de monstruos externos: el miedo se vuelve íntimo, político, encarnado. El cuerpo femenino —históricamente objeto de horror— se convierte en sujeto narrador. Y eso implica una ruptura profunda: con el canon, con la estética, con la forma de entender el miedo. 

El miedo narrado por ellas no busca consuelo, sino reparación simbólica. La víctima se vuelve verdugo, el monstruo encarna el trauma, el relato no cierra porque la herida sigue abierta. Es una forma de justicia poética, incómoda pero necesaria. 

Narrar el miedo también es compartirlo, convertirlo en memoria colectiva. El terror escrito por mujeres funciona como ritual: no para olvidar, sino para recordar juntas. La literatura se vuelve política, comunitaria, sanadora, En este sentido el género se expande, ya no es solo ficción, es duelo, es resistencia. Estas autoras disputan qué se considera literatura “seria”, qué voces merecen crítica, qué temas son universales. Y al hacerlo, recuperan voces que el canon silenció, cuerpos que la sociedad patologizó, y genealogías que fueron borradas. 

Las niñas que no fueron escuchadas, las mujeres encerradas, las brujas, las madres que devoran, las que no tienen nombre: todas ellas encuentran lugar en estas narrativas. No son solo personajes, son memorias encarnadas, cuerpos que resisten, voces que incomodan. El terror feminista no las domestica, las radicaliza. Las convierte en protagonistas de una historia que no busca cerrar, sino abrir. Abrir la herida, abrir el archivo, abrir la posibilidad de imaginar otras formas de justicia. 

En Argentina, esta lectura de terror permite vincular las narrativas literarias con procesos sociales como la fragmentación de derechos. ¿Qué pasa cuando el Estado es el monstruo y el cuerpo es el escenario del horror? ¿Qué sucede cuando la violencia institucional, la falta de acceso a la salud, la criminalización del aborto o las desapariciones forzadas se narran desde el género? El terror se vuelve herramienta de denuncia, de duelo, de reparación simbólica. Leer a estas autoras es abrir la puerta a una literatura que no busca consuelo, sino verdad. 

Estas autoras no escriben para asustar: escriben para revelar. El terror se vuelve herramienta de denuncia, de reparación, de justicia narrativa. Lo que no se puede decir en una crónica, se puede sugerir en un cuento de horror. Lo que no se puede mostrar en un informe, se puede encarnar en un personaje monstruoso.

Enriquez, como Shelley, escribe desde el margen. Y en ese margen, construye una literatura que cuida: no porque proteja, sino porque nombra. Porque hace visible lo que el Estado, la familia y la historia prefieren olvidar.

El giro feminista del terror 

En los últimos años, el terror feminista no solo ha transformado el género desde lo narrativo, sino también desde la recepción crítica, editorial y cultural. En América Latina, autoras como Mariana Enriquez, Samantha Shweblin, Fernanda Melchor y Agustina Bazterrica han protagonizado un fenómeno literario que disputa el canon y reconfigura el mercado. Según el análisis de UNED y The Guardian, más del 70 % de los libros de terror más vendidos en la región en los últimos cinco años fueron escritos por mujeres. Esta cifra no sólo revela una tendencia editorial, sino una transformación estética y política.

La legitimación internacional ha sido contundente. Samanta Schweblin fue finalista del International Booker Prize en tres ocasiones por Distancia de rescate, Pájaros en la boca y Kentukis, además de ganar el premio Shirley Jackson y el O’Henry Award. Fernanda Melchor también fue finalista del Booker por Temporada de huracanes y Paradise, mientras que Agustina Bazterrica recibió el Premio Clarín Novela por Cadáver Exquisito, traducido a más de veinte idiomas y premiado por la comunidad internacional de horror literario. 

Este giro femenista también se consolida en el plano editorial. La antología Dantescas (Fera Editorial, 2024), curada por María Fernanda Ampuero, reúne doce cuentos de autoras clásicas y contemporáneas que descendieron a los infiernos: desde Charlotte Perkins Gilman y Silvina Ocampo hasta Monica Ojeda y Mariana Enriquez. El proyecto forma parte de la colección Mujeres que leen mujeres, que busca recuperar genealogías literarias desde una lectura feminista, criticada y encarnada. 

Mientras que en el ámbito académico, el estudio Lo fantástico y el terror femenino (Universidad de Chile, 2022) analiza cómo el cuerpo monstruo se convierte en forma de resistencia a la violencia de género en cuentos de Ojeda y Ampuero. El trabajo propone que el terror escrito por mujeres no solo representa el horror, sino que lo convierte en herramienta de lucha, duelo y reparación simbólica. 



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Estás cambiando más que yo

Estás cambiando más que yo

TIEMPO DE LECTURA: 3 min.

Sobre Asusta un poco verte así, de Facundo Dell Aqua, editado por Malisia.

El horror tiene muchas formas y muchos nombres, aunque algunas no se puedan comprender y aunque no siempre se puedan pronunciar. Pero el horror también tiene gestos mundanos, mezquindades y máscaras. El horror no es nada si no generoso en su oferta de posibilidades. Detrás de todas estas manifestaciones hay una oscuridad primordial, muy difícil de reconocer y aún más difícil de nombrar.

Buena parte de la literatura universal, lo admita o no, se ha preocupado por ese aspecto en sombras, ya sea humano o completamente otro. Da vueltas alrededor, como un perro con hambre pero con miedo, mordisqueando los bordes, atento a la reacción. Temiendo el rechazo, no se compromete a llenarse la boca de negro. Antes sí. Algunos, hoy, todavía. Pero en general caemos en el relato de que el terror es el capitalismo y todo monstruo es metáfora. Lo cual no deja de ser cierto, ojo, pero no tiene por qué ser solo eso, tan funcional y práctico. Si fuese así, lo arbitrario, lo absolutamente imponderable y abyecto, no existiría. Y sin embargo estamos rodeados.

Asusta un poco verte así es una buena excepción a esta moda. Facundo Dell Aqua asumiendo, quizás, una forma pura del horror, se acerca a ella sin remilgos. Los cuentos que componen este libro hacen una suerte de recetario del terror, cada uno una forma de narrar con el miedo. Del slasher a la angustia existencial, pasando por el terror cósmico y el body horror. Todos los monstruos, y especialmente aquellos que habitan dentro de nosotros, los que nos invaden y crecen en la sangre, los que se vuelven tumor y nos transforman. Wendigos, vampiros, doppelgängers y escritores. Todos terribles, en especial los últimos, parásitos llamadores de la muerte.

Tal vez a modo de confesión, tal vez como exorcismo, en la figura de los escritores encuentra Facundo un canal para mostrarnos, además, esa otra cara del horror: caprichosa, egoísta, interesada y superficial. Este movimiento no es sin ironía, pero es una sensación que mayormente queda del lado del lector. Es una ironía placentera pero no gozosa. Un guiño evidente pero igualmente sutil que Facundo nos hace desde el otro lado del mostrador de la ortopedia en la que trabaja y escribe. Lo que sucede es que  su  comentario  es  menos  para  el  sujeto  escritor  que  para  el escritor-agente-cambiario-del-mercado-literario, el escritor que opera con su capital intelectual. Una crítica aparentemente honesta a un entorno vampírico, hecha por un tipo al que probablemente le chupe un huevo que haya otro tipo escribiendo sobre sus cuentos para el suplemento cultural de una revista digital.

Este es un libro, entonces, en el que tanto la escritura como el horror aspiran a una forma pura y desprejuiciada; esa que, por impredecible, a los lectores y a las víctimas nos fascina y nos preocupa tanto. Sus cuentos tienen un magnetismo primitivo, nos capturan bajo un halo de inminencia. Son un olor en el aire, una amenaza sobre el cuerpo en guardia que, cuando la noche es más oscura, retorcido y deformado, nos recuerda de su fragilidad. Siempre estamos a un paso de que algo nos destroce y que de la oscuridad del alma surja nuestra peor versión.

Juan Fernández Marauda

Nació en Lanús, en 1988, pero creció en el Valle Inferior del Río Chubut. Trabaja en el cruce entre salud mental y escritura en un hospital de día. Es escritor, editor, librero y coordina el taller de escritura PULP! en la ciudad de La Plata. El puente de las brujas, su primera novela, fue publicada por EME en 2020, Esplín Tropical (México) en 2022 y la Dirección del fuego por EME en 2023


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El terror que nos recorre

El terror que nos recorre

TIEMPO DE LECTURA: 4 min.

Diego Muzzio (Buenos Aires 1969) es un autor amplio. Incursionó en distintos géneros y su obra es por demás versátil, yendo de la literatura infantil y adolescente a la poesía, al cuento, a la nouvelle, a la novela.

Las esferas invisibles (entropía 2015) es un libro compuesto por tres nouvelles. La Buenos Aires apocalíptica de 1871 es el escenario perfecto que elige Diego Muzzio para situar estas historias de terror “…el espectáculo que ofrecía la ciudad era desesperanzador. Frágiles ataúdes se amontonaban en las veredas a la espera de alguno de los carros de recolección de difuntos que circulaban por las calles. En pocos días, el precio de los féretros se triplicó. Aquellos sin medios para adquirir uno, envolvían a sus muertos en sábanas, mantas o ponchos y los abandonaban en las esquinas. A causa de la precipitación o el miedo, se enterraban personas vivas…”.  Así Diego Muzzio planta la primera de sus historias, El intercesor, en esta Buenos Aires. La narración es enmarcada, sondeando así a Borges y sus orilleros. La forma de la espada, Funes el memorioso, son relatos que se le van apareciendo al lector a medida que recorre el texto. Pero la narración enmarcada no solo remite a Borges, también nos lleva al relato clásico de terror. Muzzio, como Borges, como Saer, parece ir a buscar aquellos formatos clásicos, no solo para replicarlos, sino para preguntarse dónde están los límites de esos formatos. Pero, cuánto influye Borges y cómo se lleva Borges con el terror. 

“ Como la mayoría de los escritores argentinos, por rechazo, por afinidad o por admiración siempre estamos escribiendo a favor o en contra de Borges. No podemos deshacernos de la figura de Borges. Considero que sí ha escrito cuentos de terror, se me vienen tres a la cabeza; El evangelio según Marcos, para mí es claramente un relato de terror. Funes el memorioso, sobre todo el momento en el que el narrador entra al rancho y Funes los recibe hablando el latín en la penumbra, ese pequeño pasaje que son tres líneas siempre me han puesto los pelos de punta. There are more things que es un cuento homenaje a Lovecraft, es increíble porque hace todo lo contrario de lo que hace Lovecraft. Muestra el lugar donde se aposenta un monstruo que no describe nunca”.   

El ojo de Goliat (entropía 2022) es su primera novela, ganadora del premio fundación Medifé – Filba 2023, donde vuelve a pensar un siglo atrás. Con dos corrientes narrativas construye un terror de época. En Diego Muzzio la potencia de imagen es una marca distintiva, algo que pudimos ver en los tres relatos de Las esferas invisibles, se deja ver también en El ojo de Goliat. “… Prince apretaba los párpados; al dolor se le sumaba el estruendo del bombardeo, los géiseres de barro, la sangre, el caos, las macabras imágenes de la carnicería. Una, sobre todo, seguía inquietando sus sueños: la cabeza de un caballo y la de un soldado emergiendo de la tierra. Enfrentadas, las bocas abiertas y colmadas de gusanos, hombre y animal preferían un aullido mudo…”    

Dice Diego Muzzio sobre la construcción del terror “ Trato de no mostrar demasiado porque en el momento que uno muestra es el momento donde termina el terror. En las películas de terror cuando más miedo tenemos es cuando intuimos que va a pasar algo pero no vemos al terror encarnado, vemos la amenaza. Mis primeras lecturas de Poe, de chico, me daban mucho miedo. Por ejemplo, Entierro prematuro, es el imaginar lo que puede pasar en esa situación lo que nos da miedo. Ahí está el dificilísimo equilibrio entre mostrar o no mostrar”.  

Diego Muzzio es uno de los autores de la actualidad que mejor maneja el terror, creando estos artefactos de registro histórico y figuras del gótico clásico. Capaz de sondear a Borges y al relato oral de las caballerías. Es una de las voces más potentes dentro del género junto a nombres como los de Luciano Lamberti, Mariana Enriquez o Ricardo Romero.


Lxs invitamos a escuchar la charla completa que tuvo Diego Muzzio con Trinchera en esta nueva sección llamada: Vaciar Chat


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Juan Machado

Juan Machado nació en Carhué, provincia de Bueno Aires, en 1992. Poeta, escritor, también se desempeña como conductor y productor de Plástico Cruel en radio Trinchera. Publicó los libros, Pájaros Punk ( Malisia, 2022) y Como corderos (Azul Francia, 2024). Obtuvo una mención meritoria, por su cuento Una canción desesperada, en el 10° Concurso de cuento Haroldo Conti, 2023.

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