Afganistán bajo fuego

Afganistán bajo fuego

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Efectivamente, en la nororiental provincia de Kunduz, el día8 de octubre pasado, un atentado explosivo reivindicado por la facción afgana de Daesh hizo estallar una bomba, en la mezquita principal de la ciudad, ocasionando 120 muertos y decenas de heridos. Una semana después, el viernes 15 de octubre el mismo grupo takfiri, a través de un ataque suicida ocasionó la muerte de 62 fieles chiitas y 88 heridos en una mezquita central de la sureña ciudad de Kandahar, en el concurrido rezo de los viernes, el más importante de la semana.

Los atentados ejecutados contra la comunidad chiita llevan a la conclusión que se persigue, no sólo propiciar un campo de acción para los grupos terroristas takfirí que han sido derrotados en Siria e Irak y son trasladados a Afganistán bajo apoyo estadounidense y saudí, principalmente. Sino que generar división entre los creyentes, tratar de generar un ambiente de discordia y presentar que el problema de Afganistán es religioso y así ocultar las raíces políticas, económicas y de dominio extranjero que ha tenido el país. Objetivos que llevan consigo el desestabilizar al naciente gobierno Talibán y hacerlo aparecer como negligente, sin preparación y una alternativa de incertidumbre en contraste a la ocupación occidental. Y, finalmente, generar un clima de inestabilidad en la región generando opiniones favorables a otra invasión o presencia de tropas extranjeras[1].

La salida apresurada e interesada de las tropas de ocupación estadounidense y británicas, el pasado mes de agosto de tierras afganas, dejó atrás armas, vehículos y bases militares intactas. Una clara demostración que el proceso de salida tiene propósitos y objetivos destinados a seguir generando inestabilidad en Afganistán y mantener una región donde la desestabilización de sus sociedades sea pan de cada día. Un escenario que le permite alos países occidentales aliados de Washington el avalar la presencia de decenas de bases militares y así vender las armas que producen sus complejos militares industriales y al mismo tiempo presionar, política, diplomática y militarmente a la República Islámica de Irán, la República Popular China y la Federación Rusa.

En este escenario, donde las manos occidentales tienen sus herramientas regionales en el sionismo y el régimen saudí, la República Islámica de Irán es un actor clave para lograr la estabilidad y seguridad en su vecino país (Afganistán) pero también para la región. La nación persa tiene poderío, prestigio y la voluntad para poder garantizar la seguridad en el país centroasiático y brindar apoyo a los países vecinos, tal como lo está haciendo actualmente, tras la salida del escenario principal de Washington y sus cómplices, decisión que permitió dar curso a variados problemas:

  1. Vacío de poder con dificultades de reconocimiento de la fuerza Talibán, por presiones, principalmente, de aquellos que ocuparon el país durante dos décadas y sus aliados.
  2. Crisis económica derivado de la salida de todos aquellos organismos que recibían apoyo de organismos internacionales, para llevar adelantes los programas de salud, educación, alimentación y agricultura, entre otras. Incluyendo el pago de remuneraciones de las Fuerzas Armadas y funcionarios del aparato estatal.
  3. Aumento en el flujo de refugiados donde Irán es uno de los destinos y que acoge cerca de 800 mil ciudadanos afganos, según cifras reconocidas por la Alta Comisionada para los Refugiados ACNUR, organismo dependiente de las Naciones Unidas, que además ha felicitado al gobierno iraní por el trato dado a esos refugiados en materia sanitaria, alimenticia y educativa.
  4. Inseguridad tras la llegada de extremistas takfiri desde otras zonas en conflicto.

Más allá de las lógicas preocupaciones frente al nuevo gobierno Talibán, no olvidemos que las fuerzas invasoras, que ocuparon durante dos décadas, no quieren perder influencia en la zona. El interés de Estados Unidos y sus aliados incondicionales, entre ellos Gran Bretaña, es seguir teniendo presencia en una zona del mundo con una descomunal importancia geopolítica, económica, estratégica, de influencia en vastas zonas de Asia central, occidental, el Cáucaso sur y el extremo oriente que genera en Washington la ambición de conservar poder e influencia, cada día más y más cuestionada, pero aún presente[2]. Afganistán está presionado por los intereses occidentales sobre su territorio, que explican las políticas destinadas a generar mayores grados de inestabilidad e incluso apoyar a aquellos que hoy combaten a los Talibán y son apoyados política, comunicacional y militarmente para ello. Bajo ese marco, los gobiernos de la región que trabajan por la paz esgrimen sus razones y que explican el interés por lograr, primero, que se estabilice el país y de esa forma entrar a generar el reconocimiento del gobierno talibán, sindicado en gran parte de los países occidentales como un movimiento terrorista. Estas razones son:

  1. Afganistán es un país dotado de enormes recursos naturales y paso estratégico para la “Nueva Ruta de la Seda”. Un país riquísimo en minerales y piedras preciosas. Dotado de las mayores reservas de litio del mundo, además de uranio, bauxita, cobre, cobalto, carbón, hierro, mármol, talco, a lo que sumamos petróleo y gas. En este punto su vecino, Turkmenistán tiene interés en que Afganistán se estabilice en función de concretar el llamado proyecto TAPI[3] que une los nombres de Turkmenistán, Afganistán, Paquistán y la India, en la construcción de un gasoducto que llevaría gas desde Turkmenistán a la India. La esperanza es que el triunfo Talibán concrete la paz y la estabilidad que permitan tender la tubería con tranquilidad.
  2. La lucha contra el terrorismo, sobre todo contra aquellos grupos que están siendo trasladados por los antiguos invasores, con apoyo saudí. A ellos se une el propio trabajo de oposición desarrollado en el valle de Panshir por el Frente de Resistencia Nacional al mando de Ahmad Massoud, el hijo de uno de los señores de la guerra contra los Talibán en los años 90 del siglo XX, Aham Shah Massoud, conocido como el “León de Panjshir”
  3. La regulación de la ayuda humanitaria que suele traer consigo multimillonarias cifras y con ello la entrada de organismos, pantalla de objetivos políticos más allá del apoyo solidario.

Irán es un actor clave en toda esta situación. Esto, por una serie de consideraciones, avaladas por su poderío, el prestigio y la voluntad de llevar adelante las ideas y propuestas encaminadas a dar mayores grados de estabilidad, no sólo a Asia Central sino también el área de Asia Occidental, donde la presencia y apoyo de la nación persa al eje de la resistencia hay sido fundamental en la lucha contra el terrorismo agresor de El Líbano, Siria e Irak. Ello implica enfrentar a la triada conformada por el imperialismo, el sionismo y el wahabismo. Con una República Islámica de Irán participando en la búsqueda de soluciones en Afganistán es posible:

  1. Garantizar la seguridad de Afganistán,coordinando acciones de cooperación y estabilidad regional.
  2. Establecer políticas que permitan no caer en los deseos de división religiosa impulsada por los enemigos y lograr así la Unidad entre chiíes y sunníes, para no dejarse provocar por aquellos que bajo la excusa de la religión dividen a los pueblos.
  3. Exigir el apoyo internacional en materia de atención a los refugiados. Acción efectiva, concreta y oportuna de los Organismos internacionales como Unicef (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia), FAO (Organización de las naciones Unidas Para la Alimentación y la Agricultura). La Unión Europea y la Organización de Cooperación Islámica.

El gobierno talibán está sujeto a enormes presiones internas y externas y en ello es clave el reconocimiento que logre, principalmente, de los países vecinos. China, por ejemplo, ha dado pasos enormes en esta dirección. Recordemos que el gobierno de Beijing, de la mano de su ministro de Relaciones Exteriores se ha reunido en un par de ocasiones con la máxima dirigencia talibán advirtiendo que no tolerara influencias en la zona de Xinjiang (donde se ubica la minoría Uigur de creencia musulmana con 12 millones de habitantes) y al mismo tiempo ofrecer su cooperación e inversiones. La Federación Rusa, por su parte, ha dicho que se tomará su tiempo, en orden a exigir ciertas garantías relacionadas con su propia seguridad fronteriza.

Irán ha señalado que su prioridad es un Afganistán sólido, en todos los planos, señalado por diversos cargos de la nación persa, entre ellos, Alí Shamjani, secretario del Consejo Supremo de Seguridad Nacional iraní “Ignorar la necesidad de establecer un gobierno inclusivo, la intervención extranjera y el uso de medios militares en lugar del diálogo, para satisfacer las demandas de los grupos étnicos y sociales son las principales preocupaciones de los amigos del pueblo afgano”. Hace un mes atrás en una reunión cuadrilateral, al margen de la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) celebrada el 17 de septiembre en la capital de Tayikistán, Duchanbé, los cancilleres de Irán, Rusia, China y Paquistán, Husein Amir Abdolahian, Sergei Lavrov, Wang Yi y Shah Mahmoud Qureshi, respectivamente, llamaron a formar un gobierno inclusivo en Afganistán, consolidando un país libre de terrorismo y narcóticos, que no signifique amenazas a sus vecinos.

Irán ha advertido, en función de los atentados cometidos contra la comunidad chiita en Afganistán y que ha implicado una intensificación de la acción extremista de la facción local del grupo takfirí Daesh, que no aceptará dichas acciones. En una entrevista dada al medio francés Le Monde el portavoz del ministerio de relaciones exteriores de la nación persa, Said Jatibzade señaló “Las líneas rojas más importantes de nuestro país son que Afganistán esté libre del extremismo y no sea el paraíso de Daesh, no amenace a sus vecinos y al mundo (…) y no vuelve a ser la base de ningún país extranjero”. Además, Jatibzade afirmó que el reconocimiento de los Talibán por parte de Irán dependerá de si el grupo armado, que tiene bajo su control el territorio afgano, cumple con sus promesas.

Las opiniones, afirmaciones y deseos están lanzados por los países vecinos de Afganistán, en especial la república islámica de Irán. El gobierno talibán debe avanzar por las líneas trazadas so pena de ser también responsable de un agravamiento de la inestable situación de la región, catalizada por la acción de grupos terroristas cuyos apoyos los encontramos en la triada conformada por el imperialismo, sionismo y el wahabismo. Igualmente, Washington y sus aliados deben tomar buena nota, que el actual estado de situación es muy distinto al que significó el año 2001 la invasión del país centroasiático. El poderío ruso, chino e iraní permite escenificar y concretar, una correlación de fuerzas incomparablemente distinta y favorable a posiciones, que pueden enfrentar positivamente, las amenazas occidentales como también la de sus socios israelíes y saudíes.

Artículo publicado originalmente en SegundoPasoConoSur


[1] En un artículo anterior publicado en segundopaso.es sostuve que el país centroasiático vive hoy el ataque político y mediático de los mismos que durante dos décadas sumergieron al país en muerte y dolor. Hoy, las potencias occidentales, fundamentalmente Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Europea pretenden hacernos creer que el triunfo de los Talibán representa un peligro para la democracia y las sociedades de Asia, Europa y el mundo. https://www.segundopaso.es/news/1915/Afganist%C3%A1n-Busca-Su-Destino

[2] https://www.segundopaso.es/news/1915/Afganist%C3%A1n-Busca-Su-Destino

[3] El Proyecto TAPI, como se conoce el plan de gasoducto por las iniciales de los cuatro países implicados, es considerado un proyecto esencial y una oportunidad que permita estabilizar Afganistán a través del desarrollo económico que este proyecto conlleva, en el marco, además de la Nueva Ruta de la Seda. Un gasoducto de 1.814 kilómetros de extensión, que uniría el yacimiento de Galkynsysh, ubicado en Turkmenistán con el Punjab indio.

Pablo Jofré Leal
Pablo Jofré Leal

Periodista y escritor chileno. Analista internacional, Máster en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid. especialista en temas de Latinoamérica, Oriente Medio y el Magreb. Es colaborador de varias cadenas de noticias internacionales. Creador de revista digital www.politicaycultura.cl

El rico pastel afgano

El rico pastel afgano

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El conflicto afgano parece no tener un final. Los talibanes se consolidan en Kabul y zonas del sur del país (muy cerca de Pakistán e Irán) e imponen su emirato misógino. Grupos rebeldes surgen en otras regiones para tratar de detenerlos, pero nada indica que haya paz total. Los talibanes prometieron un “gobierno inclusivo” pese a reinstaurar la Sharía (Ley Islámica) y hasta han abierto lazos diplomáticos por China, Rusia y Catar. Estados Unidos no ve con buenos ojos estas osadas jugadas diplomáticas de los talibanes y busca reimponer su influencia histórica en el país de Asia Central.

Si bien Estados Unidos está con ese plan de “evacuación” de sus tropas en el país, busca también no romper del todo con los talibanes. Después de todo, fueron parte de su creación anticomunista en el decenio de 1980. En cuanto a la cifra total de yanquis evacuados, el Secretario de Estado Antony Blinken afirmó el miércoles 25 de agosto que han sacado a más de 82.000 personas desde el pasado 14 de agosto. Sobre lo que pueda pasar tras el 31 de agosto, fecha establecida para culminar la retirada, Blinken dijo que seguirán esforzándose para que cualquiera que quiera irse del país pueda hacerlo, y que esperan que los talibanes cumplan sus compromisos en ese sentido.

Pero lo más significativo que dijo fue:

“Adoptaremos una posición hacia cualquier gobierno talibán en Afganistán basándonos en una simple propuesta: nuestros intereses y si nos ayudan a promoverlos o no… Si relacionarnos con el gobierno fomenta los intereses duraderos que tenemos en la lucha contra el terrorismo, y sirve para tratar de ayudar al pueblo afgano que necesita asistencia humanitaria y para la protección de los derechos de todos los afganos —especialmente mujeres y niñas—, entonces lo haremos”.

Ya sabemos lo que sucede cuando emergen este tipo de declaraciones de los burócratas políticos del imperialismo. No sólo el temor de que los talibanes se acerquen a Rusia o a China es lo que mantiene en alerta a Estados Unidos, sino la gran riqueza mineral que tiene Afganistán.

Yendo a la geografía económica actualizada, Afganistán se asienta sobre depósitos con valor estimado de un billón de dólares o más, incluyendo lo que podrían ser las mayores reservas mundiales de litio, un componente crucial pero escaso de las baterías recargables y otras tecnologías vitales para combatir la crisis climática. El litio, ese “oro blanco”, parece ser la estrella del futuro en luchas geopolíticas de gran intensidad. ¿Se imaginan a los talibanes haciendo acuerdos de inversión y comerciales con Moscú y Pekín ante la mirada de Washington? Todo un problema. De hecho, Rusia ha dicho que no intervendrá en Afganistán, y lo mismo aclara China, fieles a sus actuales políticas de no intervencionismo centroasiático.

A China, por su parte, solo le interesa hacer negocios, como lo hace en varias partes de Asia, África y América Latina. De hecho, ya en 2008, en tiempos del presidente Hamid Karzai, China creó un consorcio que formó un contrato a 30 años para desarrollar la explotación de cobre, el mayor proyecto de extracción de minerales de la historia afgana.

Pero Afganistán puede ofrecer hierro, oro, uranio, zinc, plomo, carbón, petróleo, lapislázuli, esmeraldas y rubíes. Y no olvidemos las reservas de gas natural. Ya en 2017 se estimó que toda la riqueza mineral afgana, incluyendo los combustibles fósiles, tendría un valor de 3 billones de dólares. “Nuestro país podría ser más rico si le ayudan a explotar los minerales”, declaró el expresidente Hamid Karzai en 2010.

Los talibanes se afianzan en Kabul y buscan mantener vínculos con China para explotar los yacimientos minerales como el tan codiciado litio afgano.

La fama de los recursos naturales afganos viene de lejos. En el siglo XIX se realizaron las primeras exploraciones y en 1930 ya se habían registrado 571 yacimientos, lo que fue muy codiciado por Gran Bretaña y el antiguo imperio ruso zarista. Las tropas soviéticas en 1980-1986 también participaron en las investigaciones, descubriendo un tipo de cobre de calidad superior en Aynak.

Los años de guerra e inestabilidad han dificultado que los minerales y recursos se exploten y se gestionen de una manera apropiada. Además, algunos de los conflictos internos del país se han acentuado por este gran tesoro mineral, lo que convirtió a muchos grupos de muhayidines en “señores de la guerra” al estilo de los conflictos de los diamantes en África Occidental y Central.

Sin embargo, los problemas de seguridad y la falta de infraestructura han impedido que se extraigan de una forma correcta estos recursos. El futuro incierto que presenta el país desde la llegada de los talibanes al poder puede evitar que muchas empresas extranjeras inviertan en el país ante la falta de un marco legal y seguridad. No obstante, hay algunos países que aspiran a controlar los recursos afganos ahora que la OTAN ya no tiene presencia en el país. China juega un papel clave en este aspecto, ya que es el mayor inversionista extranjero en Afganistán.

China busca controlar los yacimientos todavía sin explotar, como los de litio y “tierras raras”, un paso que le supondría una gran ventaja en la competencia que mantiene con Estados Unidos y Europa. El gigante asiático ya produce el 40% del cobre mundial, casi el 60% de litio y más del 80% de las tierras raras, según datos de la Agencia Internacional de Energía (AIE).

Abdul Ghani Baradar, dirigente talibán, ha dado su visto bueno a las declaraciones de China, asegurando que espera que “juegue un papel importante en la futura reconstrucción y el desarrollo económico de Afganistán”.

Uno de los materiales más importantes que presenta Afganistán es el litio, material imprescindible para coches eléctricos, teléfonos móviles y ordenadores portátiles. De acuerdo con la AIE, China, la República Democrática del Congo y Australia representan el 75% de la producción mundial de litio y cobalto.

Pakistán, otro vecino de Afganistán, también podría comenzar a invertir en las minas del país. Islamabad, que ya estableció relaciones con los talibanes en 1996, ha mantenido lazos con los insurgentes.Durante estas dos últimas décadas, los talibanes han acudido en varias ocasiones a Pakistán a entrenarse militarmente o a recibir atención médica. Incluso se ha acusado al gobierno pakistaní de proporcional ayuda militar a los islamistas, aunque Islamabad lo niega.

Por otra parte, encontramos a Rusia, que podría buscar recuperar su influencia en Afganistán. Aunque Moscú considere a los talibanes como un grupo terrorista desde 2003, autoridades rusas han organizado conversaciones con el movimiento y con otras fuerzas de la oposición.

Ante este panorama, Estados Unidos y la Unión Europea tendrán que tomar una decisión en lo que respecta al potencial económico afgano. Occidente deberá elegir entre ver como otros países se reparten los valiosos recursos del país, o iniciar relaciones económicas con los talibanes, algo que sin duda causará críticas en la opinión pública y cuestionará su compromiso con los derechos humanos. Pero ya sabemos que, a Washington y Bruselas, mucho no les preocuparía pagar un “costo moral”. El litio es muy rico para perderlo. Y es por ellos que Blinken dijo lo que dijo sobre los talibanes el 25 de agosto, sorprendiendo a la prensa mundial. Lo cierto es que Afganistán se está convirtiendo en un pastel muy suculento para las potencias regionales y globales.

Mauricio Piñero
Mauricio Piñero

Cuentan las crónicas que nació como el hijo de nadie. Luchando por la Patria Grande, como Internacionalista y antiimperialista. Tripero de alma y cuerpo, siempre junto a la patriada barrial. La historia descolonizada es mi pasión como docente de la Escuela Pública y de los barrios. Las noticias sobre los pueblos que luchan como forma de viajar hacia una verdadera justicia social global.

Afganistán y otra vez los talibanes

Afganistán y otra vez los talibanes

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El 14 de agosto los talibanes anuncian al mundo que lograron el control de toda la nación de Afganistán. Como en el año 1996, luego de una larga guerra civil entre las facciones de los mujaidines islámicos (iniciada en 1992), este grupo paramilitar de tendencias islámicas sunna conservadoras y cercanas a un tipo de wahabismo del Asia Central (conocido como ghazi), toma las riendas del país y abre un nuevo capítulo en su historia y en la región que va desde las puertas de Asia Central desde el Cercano Oriente, muy cerca de las dos repúblicas islámicas que hay allí, Pakistán e Irán.

Si bien los talibanes se jactan de una victoria total, la cuestión no parece sencilla. Cierto es que Estados Unidos parece que se está retirando ante la llegada de los talibanes nuevamente a las cercanías de la capital Kabul. También hay ciertas críticas, por parte del gobierno británico a Joseph Biden por no hacer mucho en el conflicto afgano. Tras una reunión de emergencia del Gabinete británico sobre los recientes acontecimientos en Afganistán, el prmier ministro Boris Johnson dijo a a la prensa de su país que el statu quo en el país centroasiático es bastante grave. A su juicio, los avatares en Afganistán son el resultado inevitable de la decisión del gobierno de Biden, de retirar las tropas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) del territorio afgano.

Los talibanes han capturado 29 de las 34 capitales provinciales, a pocas semanas de que Estados Unidos complete la retirada total de sus tropas, luego de permanecer en el territorio afgano desde 2001, con el pretexto de luchar contra el terrorismo.En este marco y mediante un mensaje de vídeo, el debilitado presidente de Afganistán, Ashraf Qani, ha sostenido amplias consultas dentro de su gobierno y con los socios internacionales.

El líder del movimiento talibán en Doha (capital de Catar) señaló que su grupo ordenó a los combatientes que se abstengan de cometer actos violentos en Kabul, que permitan el paso seguro a quien decida salir y que pidan a las mujeres que se dirijan a zonas protegidas. Por su parte, el ministro del Interior interino de Afganistán, Abdul Sattar Mirzakwal, descartó la posibilidad de un asalto a la capital del país, Kabul, y prometió que el cambio de gobierno se realizará de manera pacífica. Pero el medio Al Arabiya citó a unas fuentes que indican que el presidente afgano renunciará a su cargo para que se forme una especie de gobierno interino.

Por su parte, Biden movió sus fichas ante tanta confusión. “Hemos comunicado a los representantes de los talibanes en Doha (Catar) que cualquier acción, de su parte sobre el terreno en Afganistán, que ponga en peligro a nuestro personal o a nuestra misión, se enfrentará con una respuesta rápida y contundente de Estados Unidos”, dijo el anciano Biden en un comunicado. Al ampliar sus declaraciones, el mandatario estadounidense aseveró que había autorizado el despliegue de 5000 tropas en el país centroasiático, con el objetivo de “llevar a cabo una retirada ordenada y segura del personal estadounidense y otros aliados (…) que corren un riesgo especial ante el avance de los talibanes”. Asimismo, señaló que había dado instrucciones al secretario de Estado, Antony Blinken, para que apoye al presidente afgano Qani, y a otros dirigentes afganos en su intento por evitar un mayor derramamiento de sangre y buscar un acuerdo político. Pero Biden, pese a las críticas de Londres, defendió la salida de las tropas estadounidenses de Afganistán, argumentando que las fuerzas afganas eran las llamadas a luchar contra los talibanes en el país.

Así está el mapa político de Afganistán, 2021

Los talibanes (“seminaristas del Islam” en idioma pashtun, una de las lenguas más habladas entre los grupos étnicos de Afganistán y que toma prestado vocablos del árabe tradicional) surgieron al calor de la guerra contra la intervención soviética de 1979-1989, combatiendo como uno de los tantos grupos de mujaidines para derrocar al gobierno socialista de Kabul. Si bien los soviéticos se retiraron de Afganistán, el país se vio sumido en una guerra civil en la que los talibanes cobraron importancia. Lo que hay que tener en cuenta es que Afganistán es un país plurinacional. A lo largo de la historia, la región de la moderna Afganistán fue invadida por varios pueblos, que incluyen a los persas, griegos, árabes, turcos y mongoles. Pero desde hace casi el II milenio a.C., viven allí diversos grupos iranios pertenecientes a la gran familia de las lenguas indo-europeas asiáticas. De esta gran familia surgieron los grupos pashtun, que son más del 40 % de la población afgana, y luego le siguen los tayikos, que son casi el 30 %. También están los hazara, pueblo que habla persa, y que representan el 9 % de la población afgana. También viven en Agfanistán los aimak (4 %) y los baluchíes (un 2 %), con sus dialectos iranios muy antiguos, aunque han adoptado préstamos del pashtun moderno. De las invasiones turcas y mongolas quedaron sus herederos, como el caso de los uzbekos (un 9 %), los turcomanos (un 3 %) y algunas antiguas tribus tártaras (1 %).  Los idiomas oficiales de Afganistán son el persa afgano o dari (derivado del persa moderno, emparentado con el de Irán y con el parsis de India), hablado por el 50 % de la población, y el pashtun, hablado por el 35 % de la población. También hay unas 30 lenguas menores, como las habladas por los grupos tribeños como los gutiums, los tokarii y los lullubii. Algunos creen rastrear en algunas poblaciones legados lingüísticos del antiguo elamita y de las lenguas dravidianas pre-arias. El bilingüismo es común, y esta es una de las razones por las cuales los porcentajes resultan variables.

El Islam se convirtió en la religión predominante desde el 1000 d.C. Hoy, los afganos son predominantemente musulmanes (de los cuales aproximadamente 80-89 % son sunníes y 10-19 % son chiíes). Hay también minorías budistas, hinduistas y sijs. Una minoría judía milenaria se ha reducido desde hace algunos años. Entre los tribeños más montañeses incluso se adoran a deidades muy antiguas, que recuerdan al politeísmo de la antigua Mesopotamia. Es decir, estamos ante un mapa muy complejo en Afganistán.

De hecho, los talibanes han querido insertarse entre los grupos musulmanes sunna para fomentar sus ideas islámicas radicales. El movimiento talibán está compuesto fundamentalmente por miembros pertenecientes a minorías étnicas del grupo de los pashtunes,​ junto con voluntarios uzbekos y tayikos. Pero han importado mercenarios del Punjab indo-pakistaní, de Arabia Saudí, de Chechenia y hasta de Bosnia.

Los servicios de inteligencia de Arabia Saudí y Pakistán han creado a este grupo de los talibanes en combate contra la Unión Soviética, y con el apoyo de Estados Unidos, en los tiempos de las presidencias de Jimmy Carter (1977-1981) y Ronald Reagan (1981-1989). Eran considerados “soldados de la libertad” en la lucha contra el “comunismo ateo”. En realidad, se fueron formando al calor de la guerra y recién entre 1987 y 1992 se presentaron al mundo como los talibanes. El movimiento, predominantemente pashtun, apareció por primera vez en seminarios religiosos, en su mayoría pagados con dinero de Arabia Saudí, en los que se predicaba una forma de línea dura del Islam sunna.

Los talibanes logran gran control en casi todo el país y anuncian que se apoderaron de la nación centroasiática.

Hacia 1992 empezó una larga guerra civil en el país. La promesas hechas por los talibanes, en las áreas pashtun que se encuentran entre Pakistán y Afganistán, fueron restaurar la paz y la seguridad y hacer cumplir su propia versión austera de la sharia, o ley islámica, una vez en el poder. Desde el suroeste de Afganistán, los talibanes ampliaron rápidamente su influencia. En septiembre de 1995 capturaron la provincia de Herat, fronteriza con Irán, y exactamente un año después capturaron la capital afgana, Kabul, derrocando al régimen del presidente Burhanuddin Rabbani, uno de los padres fundadores de los mujaidines afganos que resistieron la ocupación soviética. En 1998, los talibanes controlaban casi el 90% de Afganistán.

Cansados ​​de los excesos de los mujaidinesy de las luchas internas después de la expulsión de los soviéticos, la población afgana en general recibió con buenos ojos a los talibanes, cuando estos aparecieron por primera vez. Su popularidad inicial se debió en gran parte a su éxito erradicando la corrupción, frenando la anarquía y trabajando para que las carreteras y las áreas bajo su control fueran seguras, impulsando así el comercio. No obstante, los talibanes también introdujeron y apoyaron castigos acordes a su estricta interpretación de la ley islámica: ejecutando públicamente a asesinos y adúlteros que habían sido condenados y amputando a los que habían sido declarados culpables de robo.Asimismo, los hombres debían dejarse crecer la barba y las mujeres tenían que llevar un burka que les cubría todo.Los talibanes también prohibieron la televisión, la música, el cine, el maquillaje y desautorizaron que las niñas de 10 años o más fueran a la escuela. Los talibanes fueron acusados ​​de diversos abusos culturales. Un ejemplo notorio fue en 2001, cuando los talibanes siguieron adelante con la destrucción de las famosas estatuas del Buda de Bamiyán en el centro de Afganistán, a pesar de la condena e indignación que esto causó en todo el mundo científico y arqueológico.

Pakistán ha negado repetidamente las acusaciones de que ayudó a darle forma a los talibanes, pero son pocas las dudas de que muchos afganos que inicialmente se unieron al movimiento fueron educados en madrasas (escuelas religiosas) en ese país. Pakistán también fue uno de los únicos tres países, junto a Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos (EAU), que reconocieron a los talibanes cuando tomaron el poder en 1996. Los talibanes se convirtieron en uno de los focos de atención en todo el mundo tras los ataques al World Trade Center de Nueva York, el 11 de septiembre de 2001. Fueron acusados ​​de servirles de santuario a los principales sospechosos de los ataques: Osama bin Laden y su movimiento al Qaeda.El 7 de octubre de 2001, una coalición militar liderada por Estados Unidos lanzó ataques en Afganistán y, para la primera semana de diciembre, el régimen talibán ya se había derrumbado.

El entonces líder del grupo, Mullah Mohammad Omar, y otras figuras importantes, incluido Bin Laden, eludieron la captura a pesar de haber sido una de las persecuciones más grandes del mundo. Según informes, muchos altos dirigentes talibanes se refugiaron en la ciudad paquistaní de Quetta, desde donde guiaron al grupo. Pero Islamabad negó la existencia de lo que se bautizó como el Quetta Shura en Pakistán, un grupo de veteranos del régimen talibán. Sin embargo, durante las recientes conversaciones de paz con Estados Unidos, los talibanes aseguraron que no albergarían de nuevo a al Qaeda, organización que se encuentra muy disminuida.

Abdul Ghani Baradar, líder de la delegación talibán, y Zalmay Khalilzad, enviado de Estados Unidos para la paz en Afganistán, se dan la mano después de firmar un acuerdo en una ceremonia en Doha, Qatar, el 29 de febrero de 2020.

Pero los talibanes nunca se fueron de Afganistán pese a la invasión yanqui. Luego de varias luchas internas dentro del movimiento, hacia el 2010-2011 se fueron reagrupando y ganando terreno. Mawlawi Hibatullah Akhundzada fue nombrado comandante supremo de los talibanes el 25 de mayo de 2016, después de que Mullah Akhtar Mansour muriera en un ataque con aviones no tripulados estadounidenses. En la década de 1980, participó en la resistencia islamista contra la campaña militar soviética en Afganistán, pero su reputación es más la de un líder religioso que la de un comandante militar. Akhundzada trabajó como jefe de los Tribunales de la Sharia en los años 1990.Se cree que tiene unos 60 años y ha vivido la mayor parte de su vida dentro de Afganistán. Sin embargo, según expertos, mantiene estrechos vínculos con la llamada Quetta Shura, los líderes talibanes afganos que dicen tener su base en la ciudad paquistaní de Quetta.

Biden, anunció en abril de 2021 que todas las tropas estadounidenses habrían abandonado el país para el 11 de septiembre, dos décadas después de los ataques al World Trade Center. Mientras tanto, los talibanes lograron ampliar su fuerza militar y no dudaron en actuar para ser de nuevo un actor de peso en Afganistán.

Se cree que el grupo ahora es más fuerte en número que en cualquier otro momento desde que fueron derrocados en 2001, con hasta 85.000 combatientes a tiempo completo, según estimaciones recientes de la OTAN. Su control del territorio es más difícil de estimar, ya que los distritos van y vienen entre ellos y las fuerzas gubernamentales, pero estimaciones recientes lo sitúan entre un tercio y una quinta parte del país. El avance es más rápido de lo que muchos creían.

Y así lo fue el 15 de agosto del año 2021. El presidente de Afganistán, Qani, mantuvo una conversación telefónica con funcionarios de seguridad y se habló “sobre cómo brindar seguridad a los ciudadanos de Kabul”. En el medio del caos de un cambio de gobierno, hasta el papa Francisco ha instado a poner fin al conflicto en Afganistán. “Me uno a la preocupación unánime por la situación en Afganistán. Les pido que recen conmigo al Dios de la paz para que cese el estruendo de las armas y se encuentren soluciones en torno a una mesa de diálogo”, dijo ese domingo 15 de agosto ante fieles congregados en la plaza de San Pedro, en la Ciudad del Vaticano.

En las últimas horas, la segunda y la tercera ciudades más grandes del país — Herat, en el occidente y Kandahar, en el sur — han caído en manos de los talibanes, así como la capital de la provincia sureña de Helmand, en donde los militares estadounidenses, británicos y de la OTAN libraron algunas de las batallas más sangrientas durante el conflicto.

Para algunos observadores, lo que sucede en el país centroasiático no es mera coincidencia. De hecho, dicen que Washington, cuya presencia en Afganistán causó un inmenso sufrimiento al pueblo afgano, está reforzando a los talibanes para encontrar una justificación a futuras misiones en pro de sus intereses.

El ministro de Asuntos Exteriores chino, Wand Yi, ha recibido a fines de julio pasado a una delegación talibán de alto nivel.

Por su parte, los talibanes no son unos militaristas osados. Han aprendido a hacer diplomacia y hasta pactan con Qani formar una especie de gobierno de coalición nacional. Una vez más se presentan como garantes de la paz. Sabiendo que Washington podrá hacer una nueva jugada en Afganistán, pese al supuesto retiro de tropas, los talibanes no dudan en charlar con la República Popular China. De hecho, a fines de julio pasado hubo una reunión cumbre. El líder de la oficina política de los talibanes en Catar, el mulá Baradar, se reunió el 28 de julio con el ministro de Exteriores chino, Wang Yi, y con otros altos funcionarios del gigante asiático. El portavoz político de los insurgentes, Naeem Wardak, afirmó en un comunicado que Baradar llegó a China al frente de una delegación compuesta por nueve miembros tras ser invitado oficialmente por Pekín. Se intercambiaron puntos de vista sobre las problemáticas de ambos países en materia política, económica y de seguridad, así como sobre la situación en curso en Afganistán y el proceso de paz.  China, según la versión de los talibanes, afirmó la expansión y la continuidad de su ayuda a la nación afgana y que no interferirá en los asuntos de Afganistán. Pekín también se comprometió a ayudar a resolver problemas y traer la paz a Afganistán. Es todo un clímax de pragmatismo talibán. Siempre han cuestionado a China por los tratos a grupos musulmanes de Sinqiang, donde viven los uigures, pueblo túrquico que practica el Islam sunna, y que ha formado también un grupo paramilitar talibanezco para combatir a Pekín y buscar la autonomía de la región de Umqi. Pero los talibanes dejaron de lado su solidaridad umma y negociaron con los chinos algunas ayudas por si acaso…

Pekín, que comparte unos 60 kilómetros de frontera con Afganistán, por su parte, busca evitar verse afectada por las hostilidades en Afganistán y ya recibió en 2019 a una delegación talibán. Este viaje a China es uno más de la serie de visitas realizadas por los talibanes a diversos países vecinos de Afganistán, la última el pasado 7 de julio cuando una delegación insurgente visitó Irán para tratar “asuntos bilaterales”. Es decir, saben los talibanes que Occidente no se quedará quieto. Lo saben en Teherán también. Todo está muy tenso, y las potencias regionales juegan sus fichas para que no pase a mayores. China e Irán están jugando para endulzar a los talibanes y que sean una especie de aliado para evitar una nueva desintegración fitnaen Afganistán, y que sea aprovechada por grupos extraños como el Daesh para justificar nuevas intervenciones o crear inestabilidad en fronteras ya calientes en la historia moderna. Hay que recordar que Irán comparte grupos étnicos con Afganistán, como el caso de los baluchíes, de donde surgió un extraño grupo paramilitar contra Teherán y que se proclama admirador del Daesh. Los talibanes controlan a raya a los baluchíes afganos y eso puede ser garantía de estabilidad fronteriza.

En febrero de 2020, Estados Unidos y sus aliados de la OTAN firmaron un acuerdo en su momento declarado “histórico” en el que pactaron el retiro de sus tropas si los talibanes se aferraban a este. Por eso los talibanes saben que la guerra no termina aquí. Tras no reconocer el convenio firmado hace un año, tampoco es previsible que el grupo tema a la última advertencia de Washington. Los talibanes regresaron con todo, pero no sin dificultades. Aún Afganistán es un tablero turbio. Nada está fijo. Hay un tenso final abierto. La Ruta de la Seda está que arde.

Mauricio Piñero
Mauricio Piñero

Cuentan las crónicas que nació como el hijo de nadie. Luchando por la Patria Grande, como Internacionalista y antiimperialista. Tripero de alma y cuerpo, siempre junto a la patriada barrial. La historia descolonizada es mi pasión como docente de la Escuela Pública y de los barrios. Las noticias sobre los pueblos que luchan como forma de viajar hacia una verdadera justicia social global.

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