¿Hay alguien ahí?

¿Hay alguien ahí?

TIEMPO DE LECTURA: 8 min.

Notas ensayísticas sobre la exposición de la BIENALSUR “fragmentos de un presente a la deriva”. ¿A dónde iremos a parar? ¿Será el Estado-Nación-IA el futuro? ¿Qué hacemos con toda esta basura? ¿Qué va a pasar con las otras especies cuando colapse el mundo humano?

Cuando leemos algo, en nuestra mente, aparece la figura de une interlocutore. Para algunas personas, este es une misme; es su propia voz la que narra. En mi caso, no. Le otorgo un cuerpo, un estilo, una personalidad, y un tono de voz a esa figura que me cuenta una historia. Se construye su silueta a través de fragmentos atemporales, recortes de vivencias y aprendizajes que conforman el imaginario sobre este sujeto que habla de algo, a través de algún medio, en un momento y lugar.

Es por eso, que quisiera comentar un poco sobre quién escribe. Si bien no se trata de limitar la perspectiva de este artículo a mi existencia material (que, sin dudas, ya tiene bastantes limitaciones sin mi nota de por medio), creo que es interesante comentar un poco sobre el cómo llegué a tomar estos apuntes y por qué. 

Las siguientes notas ensayísticas fueron hechas de forma analógica, en un anotador de esos verdes o naranja flúor, anillado arriba, que vale menos de mil pesos, en un experimento con (al menos) dos intenciones: la primera, trabajar la paciencia y desconectarme del mundo online por el tiempo que dure la visita; y la segunda hacer evidente para el entorno que estoy tomando notas sobre lo que allí sucede, una especie de justificación por la que me paso quince, o más, minutos frente una obra. Además, si me ponía con el celular, es posible que les guías y guardias piensen que estoy scrolleando, mientras una obra me mira fijamente, y me parecía un poco faltarle el respeto al espacio y a la muestra. Aunque, habiéndola visitado, quizá hubiese sido otro buen experimento.

Estas reflexiones bajo ningún punto de vista son inocuas: están atravesadas por mis vivencias, mi formación, lo que me pasó ese día y lo que me devuelve el entorno al momento de tomarlas. 

La motivación para escribir fue clara desde el comienzo. Me resulta interesante explorar lo absurdo: hacer algo a lo que no se me invitó, que no tiene como finalidad el rendimiento, ni ser útil a la producción de un servicio o un producto. Hacer algo humano. Algo… ¿inútil? Un punto de partida que se encuentra con el de la intención curatorial de la muestra.

Investigar la exposición, sus organizadores, a les artistes, ir a comprar un anotador, hacerme tiempo después del trabajo para ir al Centro de Arte, tomar notas analógicas, hablar con quienes trabajan en las salas y con les visitantes, ver las obras expuestas/dispuestas a correr a quien las experimenta de su eje. Una invitación a moverse, más allá del plano físico (aunque es evidente que lo incluye). En un contexto donde la coyuntura nos aliena y precariza a la vez que normaliza, escribir una nota que no te va a dar más que preguntas y la satisfacción de haberla escrito parece, en efecto, absurdo.

Sin embargo, el resultado está lejos de no tener sentido. Resultó ser una prueba introspectiva a la vez que una catarsis colectiva. Una forma de permitirle a quién experimenta las obras, conectarse con formas no tan diferentes a las propias de percibir la deriva actual de nuestra sociedad. En ese sentido, el arte actuó en mi, de dos formas: como un espejo gigante, donde mirar mis peores y mejores cualidades, al igual que las de mi contexto; y, como un catalizador, que acelera el proceso de consciencia sobre lo que sucede (y lo que no) en nuestro presente.

¿A dónde iremos a parar? ¿Será el Estado-Nación-IA el futuro? ¿Qué hacemos con toda esta basura? ¿Qué va a pasar con las otras especies cuando colapse el mundo humano? La insignia del presente es el rendimiento sobre el pensamiento, la rapidez en la ejecución sobre la pregnancia de las acciones. Esto es, al mismo tiempo, distopía y utopía; depende de cómo lo narres, depende de cómo lo vivas. En redes sociales es normal cruzarse con contenido del tipo “dale campeón, resistí” o “te lo mereces, reina”, síntoma de un sistema que se alimenta de la utopía meritocrática. Esta narrativa individual se basa en los fundamentos más básicos de un neoliberalismo agonizante: tu cuerpo es la última parcela por explotar. La tecnología, tu plegaria de mercado, el único templo-institución al que está permitido rendirle culto. ¿Y les otres seres? Simple y llanamente, un recurso o un estorbo, rivales o presas, competidores en la fila de distribución por tener algo de lo que queda.

Recorrí la muestra con una profunda sensación de extrañeza, como la de estar presenciando algo que no debería ver. Esto es irónico, ya que considero al Centro de Arte de la UNLP mi refugio: es el primer espacio donde no me sentí ajena al arte. Sin embargo, esta vez, los roles cambiaron. Pararme frente a las obras y escribir notas apuradas sobre lo que me despertaban, me hizo reflexionar sobre mi papel de visitante anónima: una persona ajena a las narrativas que cuelgan de las paredes, pero a la vez, totalmente cercana y retratada en ellas. No hice estas obras, pero siento que estoy en ellas, en un sitio que hoy solo existe en nuestra imaginación. Y este espacio de reflexión, lejos de dejarme en el anonimato, reflejó nuestras más profundas cosmovisiones sobre el futuro, aquellas visiones utópicas y distópicas que compartimos por estar viviendo bajo el mismo presente (que muchas veces, se siente como futuro distópico). No importa cuán remoto sea ese no-lugar; hay un tipo de anonimato en el que no podemos refugiarnos, y es el de la propia imaginación: el anonimato es siempre una fachada hacia el exterior.

¿Será la distopía de nuestra sociedad, volverse una sociedad anónima? Humanidad S.A., deje su queja después del BIP, muchas gracias.

Composición realizada por quién escribe. Obras utilizadas: The Linguistic Errantry, Tansy Xiao (2022); Tránsito, Eva Cafiero (2023) y Los nuevos anónimos, Andrés Pasinovich (2023). La primera mediante captura de pantalla desde el sitio oficial y las últimas dos mediante fotografías tomadas por mano propia e intervenidas digitalmente.

Se hizo explícito el bilateralismo en las formas de percibir la realidad. Algunas de las obras presentaban el discurso hiperbolizado del “estado de bienestar” al que deberíamos aspirar, basado en nuestra capacidad de producción y concentración de bienes o acciones. Del otro lado, el trasbambalinas: un escenario desarticulado, lleno de basura, señalética sin dirección y otras cosas inútiles, que intentan cubrir los agujeros de una extracción en proceso. La de un recurso escaso: humanidad.

Creo, ya habiendo llegado al final de estas notas ensayísticas, que el fragmento del comienzo respecto a quien relata tiene varias intenciones. La primera es volver a traer a este texto a quién está contando la historia. No hay nada peor que transformarse en un ser extraño en una utopía ajena. Esa es, para mí, la verdadera distopía: un lugar donde nuestras formas de narrar y vivir están desconectadas del tejido social. Nuestra variable en fuga. O fugada. O un poco de ambas.

La segunda, desmantelar la noción de “objetividad” que a menudo recubre la experiencia que se narra en algunos artículos (más que nada, en este presente donde todo es “real” y nada lo es), aquella figura inocua y estándar que mencioné al comienzo. Si la exposición me ha obligado a confrontar mis absurdos y todos los fragmentos que hemos dejado tirados en este lugar llamado mundo, mi voz debe ser igualmente honesta, desordenada e in fraganti.

La tercera, sacarme la culpa por no estar haciendo cosas que tendría que hacer. Al fin y al cabo, sigo siendo una humana más en este mundo.

La exposición “FRAGMENTOS DE UN PRESENTE A LA DERIVA” de BIENALSUR se presenta en el Centro de Arte de la UNLP. Es una muestra creada en torno a la idea de utopías y distopías que propone al espectador nuevas formas de ver y representar las ideas, las tecnologías, los imaginarios y los discursos sobre los horizontes posibles que guían (muchas veces, pasando desapercibidos a nuestra fugaz e impaciente mirada) nuestra vida en sociedad. Esto lo hace a través de una clara interrogante curatorial: ¿cómo sostener el deseo de un mundo por venir? Esta pregunta, lejos de buscar una conclusión, es un llamado, desesperanzado pero con ilusión, a pensar y compartir horizontes, por y para nosotres.

Gracias por leer.


Lecturas recomendadas:


Sobre la exposición:

En 1932, Aldous Huxley publica “Un mundо feliz”, una novela de ficción que imagina una distopía donde cada persona acepta su lugar en una sociedad de castas y de alta tecnología, en la que las emociones se regulan mediante drogas.

Para alcanzar ese “mundo feliz” se elimina la familia, la diversidad cultural, el arte, la literatura, la religión, la filosofía y el amor.

Irónica y descarnadamente Huxley construye un horizonte contrario a la utopía, que anticipa otras representaciones de futuros indeseables, como 1984 de George Orwell, Fahrenheit 451 de Ray Bradbury o, la más reciente, Blade Runner de Ridley Scott.

Deshumanización, gobiernos tiránicos, desastres ambientales y guerras brutales se suceden en estos relatos de ficción que, curiosamente, hoy nos parecen menos lejanos. Es que esos imaginarios contaminan lo cotidiano y nos sitúan en la paradoja de tener que defender principios y valores que hasta hace poco parecían indiscutibles.

En este contexto, el arte se convierte en un reservorio. A veces para denunciar, otras para volver a imaginar. Frente al desconcierto, el arte insiste en la pregunta por la utopía: ¿cómo sostener el deseo de un mundo por venir?

Obtenido de: https://bienalsur.org/es/single_agenda/618 

Artistas:

Alejandro Argüelles (ARG)
Andrés Pasinovich (ARG)
Eva Moro Cafiero (ARG)
Facundo Belén (ARG)
Florencia Levy (ARG)
Indira Montoya (ARG)
José Luis Miralles (ARG)
Marcelo Burgos (ARG-ESP)
Mariano Giraud (ARG)
Tansy Xiao (USA-CHN)
Tina Willgren (SWE)
Yaya Firpo (ARG)

Ttabajo Curatorial:

  • BIENALSUR, Fernando Farina (ARG) 
  • BIENALSUR, Florencia Battiti (ARG)

Fera

Nacida en Mercedes (1999), vive en la ciudad de La Plata. Es trabajadora comunicacional y desarrolla su práctica en el cruce de distintos lenguajes. Actualmente es becaria alumna en la UNLP, donde colabora en proyectos vinculados a los estudios urbanos, el ocio, el arte y las tecnologías. Su escritura, que abarca poesía, ensayo y narrativa, es un ejercicio exploratorio en curso.

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Victoria Scotto: “La IA no es una respuesta a la sobrecarga docente, la única respuesta posible es política estatal”

Victoria Scotto: “La IA no es una respuesta a la sobrecarga docente, la única respuesta posible es política estatal”

TIEMPO DE LECTURA: 11 min.

Victoria Scotto es licenciada, profesora y doctora en Letras. Actualmente se desempeña como investigadora del CONICET y docente en la carrera de Letras de la UNLP. Desde el año 2025, dicta junto a un grupo de docentes una diplomatura en Inteligencia artificial y educación en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación en la UNLP.

  • ¿A qué responde la decisión de construir una Diplomatura en inteligencia artificial y educación? ¿Qué ventajas creen que le puede aportar a les docentes incorporar esta formación?

Me parece que es una respuesta doble. Por un lado, manifiesta la necesidad pragmática, teórica y pedagógica de docentes de encontrar respuestas a preguntas muy concretas que en muchos aspectos tienen respuestas solo por medio de un conocimiento técnico o un conocimiento de investigación, porque de otra manera no las tendrían: son las preguntas de qué es esta tecnología, cómo puede ser que genere texto, cómo es que hace ese texto que genera automáticamente, y qué podemos hacer los docentes con respecto a esta situación. 

Creo que esa sumatoria de preguntas que vienen repitiéndose constantemente, no solo en la sala de profesores sino también en congresos de educación o de didáctica, han llegado como inquietudes y como un rumor y una preocupación también a las autoridades de la Universidad, y creo que han decidido estar a la altura del acompañamiento que sus docentes demandan, no solo en calidad de graduados sino en calidad de miembros activos de la comunidad universitaria. 

Por otro lado, creo que tiene que ver con una decisión de la universidad, particularmente de nuestra facultad, de estar a la altura de un problema que no es solamente pragmático, que es un problema definitivamente teórico que tiene que ver con que estamos entrando en un nuevo periodo de relación con la tecnología, específicamente en lo relativo a la forma en la que desafía la manera en la que se construye el conocimiento, se enseña y se evalúa en la universidad. Y afortunadamente tenemos una comunidad académica, científica y universitaria que no se cierra, que no vive con esa cerrazón las novedades tecnológicas, sino que considera cómo hacer para, en todo caso, volverla más compatible o cómo hacer para que las prácticas que tenemos en la comunidad universitaria sean más compatibles tanto con la tecnología como con nuestros valores académicos. Considero que han tomado la buena decisión de pensar qué hacer y consultar a aquellas personas que hace un tiempo estamos investigando estos temas.

  • ¿Qué reacciones y respuestas vienen encontrando en los docentes? ¿Cuáles son sus mayores inquietudes en relación con el tema?

Si bien mis clases en la diplomatura aún no comenzaron, te puedo dar mi impresión a partir de diversos espacios en los que me he cruzado con docentes y hemos hablado de este tema.

Las preocupaciones son muy diversas, creo que las más recurrentes tienen que ver con un desconocimiento y un temor frente a ese desconocimiento, a perder las herramientas o no tener las herramientas para enseñar de una manera que les resulte efectiva a los estudiantes. Por otro lado, un temor a no tener las herramientas para poder transformar, no sé si necesariamente su práctica, pero sí transformar ciertas lógicas de trabajo para considerar que existen estas herramientas.

Creo que en esas dos preocupaciones se engloban un montón de preguntas que me han hecho los docentes, como por ejemplo “¿cómo sé si mis alumnos están escribiendo un texto con inteligencia artificial? Porque como yo los evalúo mediante textos me preocupa no saber si los están escribiendo ellos o los está escribiendo en inteligencia artificial” o “¿cómo hago para incorporar estas herramientas sin olvidar que ellos también tienen que hacer parte del trabajo de lectura y escritura? ¿cómo es que generan texto estas herramientas? Porque no tengo idea de cómo funcionan y por lo tanto no sé qué problemas presentan.” Entre unas preguntas y otras me parece que la inquietud siempre es la misma, es ¿cómo hago para compatibilizar mi práctica docente con la emergencia de estas tecnologías? Y creo que en ambos casos, en todos estos casos, lo que encuentro es que lo que los docentes necesitan es información sobre de qué se tratan estas tecnologías, cómo generan texto, cuáles son sus puntos débiles, cuáles son sus puntos fuertes. y cómo hacer para seguir pensando sus actividades profesionales sin creer que esto es el fin del mundo. 

Por eso en las charlas que dimos con el resto de docentes de la diplomatura para el PALEU (Programa de acompañamiento a las prácticas de lectura y escritura en la Universidad), pensamos en un enfoque que tenga que ver con informar y con acompañar a los docentes en un contexto en el que tienen más, quizás, confusión que miedo, ¿no? Porque la estrategia para acercarse a esto de la mejor manera posible no es con prejuicio, sino con curiosidad, y no es con temor, sino con, en todo caso, confusión, porque de la confusión se puede salir con información, que es lo que tratamos de ofrecerles.

  • En este momento vivimos en un mundo donde parecen gobernarnos las redes sociales, con estímulos alcanzandonos constantemente. ¿Te parece que existe una forma de manejar la herramienta sin ser manejados por ella? ¿Es posible establecer límites en la forma en que se utiliza?

En este punto hay, primero que nada, problemas éticos que considero que es importante tener en cuenta y además de que hay que tenerlos en cuenta, tienen que gobernarnos a la hora de usarlos.

Esos problemas éticos, esas preguntas éticas tienen algunas respuestas colectivas y otras respuestas individuales. En ese sentido, no correría con la moral de la utilización de estas herramientas como no correría con la moral en la utilización de redes sociales a ninguno de mis alumnes, pero sí es importante tener en cuenta que hay impactos éticos que deben ser considerados como, por ejemplo, las consecuencias que tiene el uso de estas herramientas para el medio ambiente o el hecho de que cada vez que usamos estas herramientas estamos entrenando modelos que se utilizan con fines comerciales Y esos datos en muchos casos incluyen datos personales que luego se venden a empresas y no sabemos cómo se usan porque son datos que no están encriptados. Entonces son datos que pueden utilizarse en el contexto en el que son producidos y eso implica problemas. Eso no puede perderse de vista al momento de hablar de estas cosas. 

Sin embargo, lo mismo ocurre con las redes sociales: estamos entregándole todo el tiempo datos a las redes sociales y sabemos que su uso masivo también tiene un impacto ambiental, entonces se trata un poco de lo mismo. La cuestión de la dimensión ética y de la gobernanza siguen siendo temas espinosos que hay que tener en cuenta.

Y con respecto a la posibilidad de usarlas sin que nos usen o de usarlas de manera eficiente, en este punto yo tengo una postura muy concreta, que es que para mí la mejor manera, la única manera de usar estas herramientas de forma experta es hacerlo teniendo una alfabetización digital avanzada, es ir sabiendo cómo operan técnicamente estas herramientas de inteligencia artificial, qué pueden hacer, qué no, cómo generan texto. 

Son todos conocimientos técnicos, pero después también hay que tener una alfabetización académica completa, esto quiere decir, las personas que la usamos tenemos que saber exactamente cómo se escribe un texto, cómo se escribe el texto que queremos escribir, sea cual sea, qué reglas tiene el género discursivo en el que estamos escribiendo, qué se espera de nosotros cuando nos piden que escribamos un texto de determinadas características.

Y por último, además de una alfabetización digital avanzada y una alfabetización académica completa, lo otro que debe tener cualquier persona que quiera usar estas herramientas es conocimiento técnico de aquello por lo que está preguntando. Y esto quiere decir que los adolescentes, por ejemplo, que no tienen su alfabetización académica completa, o un estudiante de grado que no sabe del tema por el que le está preguntando en inteligencia artificial, no puede hacer un uso experto. Y si no es un uso experto puede pasarle lo que le pasa a cualquier persona que no sabe de lo que pregunta a alguien que habla con mucha confianza, que es que siempre te podes comer un bolazo para decirlo lisa y llanamente, entonces lo que tenemos adelante es una herramienta que nos habla con seguridad, que nos dice aquello que queremos escuchar porque produce texto a partir del prompt que nosotros ingresamos y está programada para complacer, entonces siempre nos va a decir lo que queremos escuchar y no es certera en sus respuestas. Entonces, de esa manera, no siempre está programada para responder con la verdad o con datos objetivos. 

Entonces, teniéndose en cuenta, salvo que uno domine el tema y que tenga una alfabetización académica y una alfabetización digital avanzada, no es posible hacer un uso experto confiado de estas herramientas. Entonces, sí, la respuesta para mí es que en la mayor parte de los usos que hacen las personas de herramientas como ChatGPT, uno no las domina. Las herramientas terminan convenciendo a la persona, al usuario, de aquello que su programación le ofrece sin que haya efectivamente una verificación detrás. El proceso de verificación y de chequeo de los datos es en muchos casos tan arduo y tan largo que termina por volver obsoleto el uso. Porque si voy a estar más tiempo verificando la información que me da que buscándola en Google, ¿para qué usé la inteligencia artificial en principio? Y eso es una pregunta válida.

  • La docencia se encuentra en una situación de precarización, con salarios muy bajos para el trabajo que se debe realizar. En este sentido, muchos docentes son reticentes a incorporar la tecnología, entendiendo que implica aprender cosas que no manejan, y por ende un mayor agotamiento. ¿Cómo se puede trabajar para que se encuentre una motivación y no se sienta como una carga extra en la situación laboral?

Es verdad que estamos atravesando un momento de particular precarización de nuestra tarea en todos los niveles, no solamente en universidad, donde en este momento contamos con salarios extraordinariamente bajos, pero también eso ocurre en niveles inicial, primario y secundario. Y entiendo la noción muchas veces de que formarse en estos temas es una tarea más que implica otra vez la sobrecarga. Sin embargo mi intuición no va tanto por el lado de que los docentes tiendan a no querer formarse en este tema, entonces no utilizarla en absoluto para sus tareas docentes; sino por el contrario mi sensación va más bien por el lado de que para muchas docentes la utilización en muchos casos no alfabetizada. Es decir sin información sobre cómo se producen los textos en una herramienta de inteligencia artificial, cuáles son sus límites, cuáles son sus falencias puede representar un alivianamiento de esas sobrecargas.

Estas herramientas, por ejemplo, ofrecen la posibilidad de automatizar la confección de exámenes o automatizar la confección de planificaciones de clases, incluso en muchos casos automatizar la corrección, y eso sí puede o tiene aparejado un riesgo que es que justamente como los docentes están atravesando un momento de mucha sobrecarga corremos el riesgo de que usen herramientas de inteligencia artificial para cosas que la inteligencia artificial no puede hacer bien y eso termina por afectar la calidad de las producciones de docentes. 

¿Juzgamos a los estudiantes por usarlo? No, en absoluto, porque en muchos casos son personas sumamente atravesadas por una sobrecarga de tareas, con lo cual el juicio moral queda aparte. Sí creo que estamos en un momento en el que socialmente la percepción de las potencias, de las capacidades de las herramientas de inteligencia artificial está muy por encima de lo que efectivamente estas pueden hacer. Y entonces en ese contexto sí considero que los docentes, más que tener que capacitarse por su cuenta, requieren información clara, precisa y concreta sobre cómo utilizarla como un asistente para aquellas tareas que pueden automatizar y en qué medida no sirven para un montón de cosas que s se les están asignando a los docentes, como tareas que implican la sobrecarga.

Considero que en cualquier caso, lamentablemente, las inteligencias artificiales no son una respuesta a la sobrecarga docente, la única respuesta posible a la sobrecarga docente es política estatal, es que se tome la decisión de subirle los sueldos a los docentes para que tengan que tener menos cursos o para que puedan invertir tiempo en formarse y no tenga que estar la mayor parte de su tiempo cumpliendo tareas que están muy por encima de la descripción inicial de su trabajo. Así que bueno, en general me parece que la respuesta lamentablemente no es ni automática ni automatizable, sino más bien la tradicional que tiene que ver con más presencia estatal.

  • A nivel pedagógico, ciertas miradas más pesimistas sobre el futuro plantean que el rol docente, ya puesto en tensión actualmente, será progresivamente reemplazado por las IAS, haciendo que nos volvamos prescindibles. ¿Qué crees respecto a esto? ¿Cómo se revaloriza el rol del docente en este contexto?

Es interesante esta pregunta que me haces porque justamente en estos últimos meses han aparecido un montón de nuevos estudios con respecto a qué profesiones y qué tareas están más en riesgo de ser reemplazadas por inteligencia artificial. Si bien hay motivos para ser pesimistas en relación con la extensión de la inteligencia artificial, creo que el rol docente no es reemplazable por una inteligencia artificial. No lo creo, digo, simplemente como una cuestión voluntarista, las experiencias docentes, la bibliografía me acompaña en ese sentido pero la observación de la situación con respecto a la docencia y al uso de inteligencia artificial como reemplazo es más bien una trampa, porque, bueno, como te mencioné antes, por las características técnicas de este tipo de modelos, se tratan de herramientas no dadas ni a la precisión, ni a la crítica, ni a los matices, sino que justamente al ser modelos estadísticos, modelos de predicción, sostenidos en estadística, en datos, lo que termina por arrojar son conclusiones más bien generales, con aquí y allá algunos datos randomizados o aleatorizados, que no dan cuenta de las especificidades y de los matices que utilizamos para poder enseñar y construir conocimiento de calidad. Esto es muy importante.

Las inteligencias artificiales generan texto automáticamente, no producen conocimiento. Y si creemos los docentes, especialmente los docentes de la universidad, que nosotros alentamos los procesos de creación o construcción de conocimiento, entonces nuestro rol no es reemplazable. Aunque sí, lo que puede ocurrir es que socialmente la percepción de nuestro rol cambie y que haya personas que crean que puede reemplazarse el rol humano con un asistente automático. Yo creo que la respuesta a eso es la novela Fahrenheit 451, ¿no? una distopía donde no hay conocimiento, sino verdades reveladas que bajan desde una pantalla y que en ese proceso se pierden perspectivas y la verdadera construcción del conocimiento que siempre es plural. Esto sin tener en cuenta obviamente que, bueno, los docentes tenemos la increíble tarea, hermosa y muy desafiante tarea, de llevar adelante la construcción del conocimiento con los estudiantes de una manera en muchos casos personalizada y en todos los casos humana, considerada, atenta a las respuestas de nuestros estudiantes y siempre naturalmente desafiante porque nos caracterizamos por querer desafiar a nuestros estudiantes para que siempre aprendan más y mejor y sean mejores.

Entonces, en ese sentido, nuestra tarea no es reemplazable, aunque sí estamos en un momento en el que es posible que la percepción social nos haga sentir que sí lo somos, o le haga sentir a muchas personas que no conocen el cotidiano de nuestra tarea que sí lo somos. Y me parece que en todo caso sí es algo que tenemos por delante, un desafío que tenemos por delante, convocar a las comunidades que nos rodean, a nuestro país, pero también a nivel global, a entender la importancia de la educación como proceso de producción de conocimiento y no de generación irreflexiva de texto que en muchos casos puede no decir nada.

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Ellos tienen los fierros…

Ellos tienen los fierros…

TIEMPO DE LECTURA: 5 min.

Por Nicolás Sampedro*

Desde hace algunas semanas, en artículos anteriores, se viene reflexionando acerca de la necesidad de empezar a dar los debates para el tiempo post pandemia, que vaya une a saber cuándo será. Lo que es concreto es que nada volverá a la “normalidad”[1]. Ese concepto abstracto en el que muches comunicadores recaen para pasar la página y hacer como que nada ocurrió. Que les pobres vuelvan a ser pobres y que los ricos continúen con el saqueo a destajo de los bienes y el trabajo del pueblo.

En esta oportunidad -y posiblemente los análisis posteriores seguirán desgranando discusiones en la misma línea- se abordará un tema que está íntimamente relacionado con los grandes ganadores del momento actual: las corporaciones tecnológicas.

Se ha mencionado en varias oportunidades el uso que estas multinacionales hacen de los datos que voluntariamente les consumidores otorgan cada vez que usan alguna de sus plataformas o aplicaciones, o cuando se compra algo por internet.

El gran negocio de la venta de datos, que pese a que en la mayoría de estas compañías en sus políticas contractuales, dicen hacer un uso responsable y no distribuirlos -o peor, venderlos-, en la práctica se sabe que no es así. No sólo se venden a grandes corporaciones para armar perfiles de consumo, sino que en muchos casos son utilizados por los estados para hacer seguimiento y espionaje de sus poblaciones y perseguir a les que representan un peligro.

Escándalos de esta índole ha habido varios. Quizás el más conocido ha sido el de Cambridge Analytica y Facebook en 2018 (este último vinculado con la CIA según varies analistas). Pero ¿Cuántos casos como este deben haber pasado (o están pasando) y no salieron a la luz? ¿Quién puede asegurar que Facebook (dueña de WhatsApp, Instagram y otras plataformas) no está incurriendo en las mismas prácticas que hace unos años?

Cabe resaltar que esta situación se dio en la antesala de lo que actualmente se conoce como la Guerra Comercial entre los EEUU y China[2]. Tal situación no es la mera disputa económica entre ambas potencias: tiene que ver con la Nueva Ruta de la Seda del gigante asiático y con la carrera a contrareloj para ver quién se hace con las redes de 5G (también llamada Internet de las Cosas) a escala global, al tiempo que saca ventaja al resto en la producción de Inteligencia Artificial, hecho que sin duda revolucionará las condiciones de producción a escala planetaria.

En este punto habría que volver a mencionar el escándalo que se produjo en 2018 cuando los EEUU detuvieron a la hija del fundador de Huawei y vicepresidenta de la empresa, Meng Wanzhou[3], hecho que lejos de ser algo aislado, está íntimamente relacionado con esta guerra que involucra directamente a las dos potencias mundiales e indirectamente a todos los países del globo. A quienes no crean que este enfrentamiento afecta a la Argentina, les invitamos a que entren en las tiendas web de las tres compañías más populares de venta de telefonía móvil y busquen algún teléfono de la marca china.

Más allá de este conflicto, que sirve de ejemplo, lo que interesa resaltar en este punto es que se está ante la posibilidad de frenar la pelota y pensar una política soberana al respecto. No sólo para proteger los datos de les ciudadanes, sino para ver cómo afecta en términos económicos, geopolíticos y sociales tener o no a un Estado presente y con un rol activo en esta materia.

Como resalta la Investigadora del Grupo ETC, Silvia Ribeiro, “la primacía de mercado y ganancias de las ocho mayores plataformas (GAFAM y BAT) es abrumadora. Según el informe 2019 sobre economía digital de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), 70 plataformas digitales tienen el 90 por ciento del mercado mundial, pero las siete más grandes tienen dos tercios del mercado.  Esas mega plataformas han aumentado significativamente sus ganancias en 2020, al igual que sus fundadores, Jeff Bezos (Amazon), Bill Gates (Microsoft) y Mark Zuckerberg (Facebook)[4].

El presidente argentino Alberto Fernández ha manifestado en reiteradas oportunidades la necesidad de desarrollar al país en el ámbito de la Ciencia y la Tecnología. Haber retomado el Plan Conectar Igualdad u otros que el macrismo echó por tierra, es un buen primer paso, pero evidentemente no alcanza.

Sin ánimos de quejarse por quejarse, y comprendiendo la complejidad del momento, además de marcar las insuficiencias, se deben proponer políticas y/o proyectos concretos que puedan ser implementados para avanzar en esa política -hoy estratégica- de la que habla Fernández.

Por qué no pensar en la regulación de datos a nivel nacional, en generar o elevar considerablemente los impuestos a las grandes ganancias que general estas multinacionales[5]; en avanzar a paso firme en una legislación laboral que defienda los derechos de quienes trabajan para ellas en nuestro país; en la creación de empresas estatales (o mixtas) de producción de telefonía celular, de computadoras y de tablets; en brindar los servicios de internet y de telefonía celular desde el Estado Nacional; y un largo etcétera.

Todas estas políticas no sólo podrían engrosar la recaudación del Estado de manera directa, sino que generarían fuentes de trabajo, protección de los trabajos ya existentes, reducción de los costos que todos los meses tienen les ciudadanes, generar competitividad en esos mercados y evitar los precios abusivos de parte de las empresas privadas del sector. Las ganancias pueden ser muchas.

Sin dudas estas líneas no dejan de ser un borrador de un borrador de un borrador de una discusión seria respecto de una política soberana en la materia, pero por algo se debe empezar. Bienvenido el debate y las propuestas que se puedan materializar. Ellos (los dueños de las multinacionales) tienen los fierros, pero algo se puede hacer…


* De pocas palabras, escucha más de lo que habla. Esquemático y metódico en el trabajo. Ni comunicador, ni  periodista, ni intelectual, es una cosa amorfa en constante transformación que intenta encontrar y compartir ideas y conceptos que hagan pensar. Lo irritan las injusticias, perder el tiempo y fallar en algo a alguien.

Referencias:
[1] https://atilioboron.com.ar/volver-a-la-normalidad/
[2] https://www.voltairenet.org/article209926.html
[3] https://elpais.com/internacional/2018/12/06/actualidad/1544067373_031636.html
[4] https://www.alainet.org/es/articulo/206647
[5] https://www.celag.org/el-impuesto-gafa-en-america-latina/

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