Fotografías: Martín Nievas
El viernes 16 de mayo inició el primer juicio vinculado con el narcofemicidio de Johana Ramallo. En este proceso judicial se juzgará por los delitos de comercio de estupefacientes, facilitación y promoción de la prostitución ajena, explotación económica de la prostitución, encubrimiento y falso testimonio. Los ocho imputados son Carlos “Cabezón” Rodríguez, Hernán D’Uva Razzari, Hernán Rubén García, Carlos Alberto Espinosa Linares, Mirko Alejandro Galarza Senio, Celia Benítez, Paola Erika Barraza y Celia Giménez. El juicio está a cargo del Tribunal Oral en lo Criminal Federal de La Plata N°2, integrado por los jueces Germán Castelli (presidente), Andrés Basso y Nelson Jarazo.
Este juicio es uno de los dos que abordan la causa Johana Ramallo. En el Juzgado Federal N° 1 de La Plata se sigue investigando la causa principal por el delito de trata de personas con fines de explotación sexual y posterior femicidio de Johana.
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Johana Ramallo, “Yoa” para su familia y sus amigos, nació el 25 de noviembre de 1993, la primera de siete hermanos. Su madre, Marta Ramallo, tenía 14 años cuando dio a luz. Johana también fue madre joven, tuvo a su única hija a los 16. Nació el 2 de noviembre de 2010 y tenía seis años cuando su madre desapareció.
Johana fue parte del programa “Ellas hacen”, destinado a mujeres víctimas de violencia de género y orientado a la formación y el trabajo de las mujeres como forma integral de abordaje a las situaciones de vulnerabilidad. También se encontraba terminando sus estudios secundarios en el programa “FinEs”. Era hincha del Club Gimnasia y Esgrima de La Plata, su perra se llamaba “Loba”.
Era una chica a la que le gustaba estar “arreglada” pero hubo un tiempo antes de su desaparición donde “ya no se maquillaba ni se peinaba ni se ponía aritos ni collares”, según relata la familia en una crónica del medio Perycia. En ese momento ya no se encontraba en pareja con el padre de su hija, Santiago, y tenía una relación con un hombre casi 30 años mayor que había conocido en 2013, con el que estuvieron juntos un año, hasta 2014. En ese lapso de tiempo, Johana comenzó a adelgazar rápidamente, a consumir drogas y se alejó de su familia. Dejó su casa de Villa Elvira y se mudó con él a El Mondongo. Las visitas familiares no eran recurrentes, y cuando aparecía intentaba ocultar los moretones de su cuerpo. En 2014 cuando lo dejó, volvió a ser pareja de Santiago y su familia volvió a sentirse cerca. Pero en mayo de 2017, su ex novio, treinta años mayor, volvió junto a sus adicciones.
El 25 de julio Johana se fue de su casa a las cinco de la tarde, prometió volver a las ocho para cocinar sopa de puchero con su madre, pero no lo hizo. Esa noche fue ingresada al Hospital San Martín por una descompensación. Al otro día, temprano, se fue del hospital sin el alta médica, el personal avisó a la policía la fuga de una mujer joven “NN” pero no se investigó. Cuando volvió a su casa le dijo a su madre que había perdido el celular, le contó de la descompensación y se acostó a dormir. A las cinco de la tarde volvió a irse con la misma promesa de volver a las ocho pero no sucedió.
El 26 de julio de 2017 fue vista por última vez en la estación de servicio de la intersección de las calles 1 y 63 en el barrio El Mondongo de la ciudad de La Plata. Marta sabía que frecuentaba la zona roja, no sabía que se encontraba en situación de prostitución pero sí que se relacionaba con “gente de la noche”.
En agosto de 2018 encontraron sus restos en Palo Blanco, costa de la ciudad de Berisso. Un año más tarde se confirmó su identidad y el dato de que habría sido asesinada entre septiembre de 2017 y 2018.
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Llovía, al igual que el día que desapareció Johana. Siendo las 8:40 de la mañana del viernes 16 de mayo de 2025, un grupo de personas esperaba bajo el techo del Juzgado Federal en 8 y 50 a que inicie la primera audiencia del juicio vinculado con el narcofemicidio de Johana Ramallo.
“Cuanta prensa, cuanta gente”, le comentaba un policía a otro sin levantar la mirada mientras autorizaba la entrada de quienes deseaban ingresar al establecimiento.
La sala estaba colapsada, en las primeras bancas apoyando a Marta y a la familia Ramallo estaban sentadas madres de mujeres víctimas de femicidios y de causas relacionadas a muertes y asesinatos abandonadas por el Poder Judicial. Todas con las imágenes o insignias de sus hijas asesinadas junto a los carteles con la cara de Johana. Emilia Uscamayta Curi, Lucía Perez, Natalia Melmann, Nicol Ruiz, entre decenas de nombres más. Las puertas abiertas escondían detrás siete bancos más con un público ansioso, aguantando el aire denso de la humedad de la sala pero sin poder abrir ninguna ventana por la tormenta que empeoraba afuera.
Esa imagen se reflejaba en la mirada de los imputados pálidos, incómodos por las esposas en sus manos. La mayoría de ellos cumplen prisión preventiva. Desfilaron escoltados por funcionarios de seguridad a quienes también se les escapaba el asombro una vez que pasaban la puerta de ingreso a la sala. Una vez acomodados en las sillas detrás de sus representantes legales parecía que la tensión se les disipaba, los rostros de la impunidad reían y compartían charlas entre susurros. Uno de ellos, Hernán Rubén García, parecía tranquilizarse después de ver a su familia y tirarles un beso, luego giró la cabeza para cobijarse en el grupo de imputados.
Minutos pasados de las 10 de la mañana inició la audiencia con la primera petición de la querella: que Marta Ramallo presenciara la lectura de la elevación a juicio del juez del caso y la de la querella. Al ser testigo de la causa, por normas del Poder Judicial, no debía presenciar la audiencia pero el Juzgado accedió al pedido. Con pasos firmes y acompañada por su familia, Marta ingresó a la sala que cortó con el silencio para romper a los gritos de: “Marta escucha, tu lucha es nuestra lucha”. La palidez de las caras de los imputados comenzó a ponerse más a tono con la jornada que se estaba viviendo.
En los textos se hablaba de organización criminal y la coordinación en los roles de los imputados.
Los “8/40” ejercían la vigilancia sobre las mujeres con la excusa de protegerlas. Retenían su dinero y también eran parte del negocio de la venta de drogas. Ellos son: Carlos Rodriguez, apodado “El Cabezón” (apuntado como uno de los principales líderes de la organización), Hernán D’Uva Razzari, Hernán Rubén García, Carlos Alberto Espinosa Linares y Mirko Alejandro Galarza Senio. Los últimos dos se encargaban principalmente del comercio de estupefacientes.
“Las viejas” es el grupo de las tres mujeres imputadas: Celia Benítez, apodada “La Negra” o “La Misionera”; Paola Erika Barraza, conocida como “Tormenta”; y Celia Giménez. Pisaban fuerte en la zona roja recorriendo las esquinas y “cobrando la parada”. Están acusadas por explotar económicamente a mujeres en situación de prostitución.
“El Cabezón” además está imputado por falso testimonio y encubrimiento. Días después de la desaparición de Johana intentó meter pistas falsas en la investigación. Entre las pruebas que lo comprometen se mencionó que usaba la red social Facebook para promocionar la venta de mujeres a través de fotografías, entre ellas, Johana. “Si le puede sacar una moneda a las pibas se las saca, y si puede, también se las coge”, declaró un testigo con identidad reservada sobre “El Cabezón”.
Se hacía énfasis en la inacción y la complicidad policial para garantizar una “zona liberada” para los delitos mencionados. Se menciona específicamente a la DDI que se encuentra en 1 y 60, a pocos metros de donde sucedían los hechos, y a la Comisaría Novena, a quien correspondía accionar sobre esa jurisdicción.
Se reconoció el aprovechamiento de los imputados sobre la situación de vulnerabilidad de las mujeres cis, las mujeres trans, migrantes y con adicciones y que se encuentran en situación de prostitución en la zona. “Ingerían cocaína para tolerar el cuerpo en el marco del trabajo sexual”, esgrimía el texto. Se habló de “campos de concentración a cielo abierto”, por el control y la tortura constante en plena calle.
Una vez terminada la lectura de los textos, Marta Ramallo se retiró de la sala aplaudida y ovacionada por todo el público. Se escucharon de fondo los gritos de la planta baja recitando: “Johana Ramallo ¡presente!”.
Antes de comenzar las indagatorias a los imputados, sus defensores legales hicieron una petición al Juzgado: que no se tomen imágenes de los imputados mientras declaraban. Luego de varios minutos de debate, el Juzgado accedió al pedido pero de todas formas aclaró que la transmisión en vivo por YouTube continuaría al ser un juicio oral y público.
Uno por uno, los imputados fueron llamados a prestar declaración y a hacer uso de su derecho de defensa. Ninguno accedió a declarar, solo fueron interrogados sobre temas personales: nombres y apodos, edad, conformación de su familia, ocupación. Celia Gimenez perdió la seriedad al sentarse y compartir sonrisas con Carlos Alberto Espinoza Linares.
A las 13:39 finalizó la primera audiencia.
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La próxima jornada será en 15 días de forma presencial e iniciará con el testimonio de Marta Ramallo. Lo hará acompañada de su psicóloga, como establece el marco legal vigente, para que no haya revictimización. Desde la familia, amigos y las personas que acompañan la causa aseguran que este es el primer paso para saber qué sucedió con Johana:
“Necesitamos la VERDAD para que haya JUSTICIA y necesitamos MEMORIA para no olvidar lo que le hicieron y que no haya más víctimas de explotación sexual y narcofemicidios”.

Agustina Flores
Hija de los vientos patagónicos. Compañera (in)esperada de la militancia para la liberación. Entusiasta del puño y la letra. Lo personal es político, el periodismo también.
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