Con amor no se llega a fin de mes

Con amor no se llega a fin de mes

TIEMPO DE LECTURA: 5 min.

Por Sol Castillo*

¿Cuántas veces hemos escuchado -incluso afirmado- que las madres no trabajan, sino que se quedan en el hogar y por eso son “amas de casa”? Esta frase es una de las tantas que grafican la naturalización que la sociedad patriarcal ha construido en torno a todas aquellas tareas que recaen asimétricamente sobre las mujeres. Fruto de la división sexual del trabajo, desde pequeñes se nos ha educado para realizar determinadas tareas según el género asignado en el binarismo varón-mujer.

Cuando se hace referencia al sostenimiento de una doble jornada laboral, se piensa en aquellas mujeres que además de trabajar por fuera de casa, sostienen hogares y llevan adelante las tareas de cuidado. No es amor: es trabajo no pago y limita concretamente las posibilidades de un acceso justo a la educación y al trabajo, acrecentando de esta manera la brecha salarial.

Una mujer que es madre o está a cargo del cuidado de algún familiar o adulte mayor, que estudia o trabaja, seguramente delegue parte de esas labores a otra mujer (niñera, cuidadora, empleada doméstica). Puede suceder también que tenga que recurrir a empleos de pocas horas, flexibles -por ende sumamente precarizados-, para poder volver a su hogar a seguir trabajando.

Por todo eso y más, la necesidad de visibilizar el trabajo doméstico y las tareas de cuidado no remuneradas es una tarea fundamental para entender por qué existen grandes brechas entre los géneros. La temática ya tiene largas décadas de estudio entre debates y teorizaciones.

En 1951, Evita publica su escrito titulado La Razón de mi Vida. En uno de los capítulos titulados “El hogar y la fábrica”, relata lo siguiente:

“En las puertas del hogar termina la nación entera y comienzan otras leyes y otros derechos… la ley y el derecho del hombre… que muchas veces sólo es un amo y a veces también… dictador. Y allí nadie puede intervenir. La madre de familia está al margen de todas las previsiones. Es el único trabajador del mundo que no conoce salario, ni garantía de respeto, ni límites de jornadas, ni domingo, ni vacaciones, ni descanso alguno, ni indemnización por despido, ni huelgas de ninguna clase… Todo eso — así lo hemos aprendido desde “chicas” — pertenece a la esfera del amor… ¡y lo malo es que el amor muchas veces desaparece pronto en el hogar… y entonces, todo pasa a ser “trabajo forzado”… obligaciones sin ningún derecho…! ¡Servicio gratuitos a cambio de dolor y sacrificios!”

Si bien desde algunas voces se intenta señalar la enemistad que había entre Evita y las feministas de los 50′ y 60‘, o se busca leer desde cierto anacronismo a ciertas figuras de nuestra historia, no se puede ignorar que ya en aquel tiempo existía una noción acerca de las desigualdades que se les presentaban a las mujeres que sostenían los hogares.

Ahora bien, reflexionando acerca de una posible genealogía de nuestros feminismos, resulta interesante rescatar un trabajo pionero para Argentina y Nuestra América, incluso muy poco mencionado a la hora de repasar la problemática del trabajo doméstico no remunerado. En 1969, la feminista argentina-cubana Isabel Larguía junto a su pareja, el antropólogo John Dumoulin, presentan Por un feminismo científico. Este ensayo nace durante el proceso de institucionalización de la Revolución Cubana y deja ver las tensiones que se daban entre el feminismo y el marxismo de aquel tiempo. Analizaron la plusvalía en el trabajo reproductivo y acuñaron el término trabajo invisible para referirse a este: “Si la mujer comprendiera hasta qué punto está deformada, hasta qué punto es explotada, se negaría a seguir proporcionando trabajo invisible, trabajo no remunerado. Los cimientos de la sociedad de clases se hundirán antes de tiempo”[1].

Pocos años después, las producciones teóricas de francesas e italianas en torno al trabajo doméstico alcanzaron mayor circulación y relevancia. Gran parte de los movimientos feministas se formaron al calor de estos escritos, sin haber llegado a conocer antes los escritos precursores de Isabel Larguía.

Los números de la desigualdad

Según un informe de Economía Femini(s)ta elaborado en el tercer trimestre de 2019 en base al EPH-INDEC[2], del total de personas que realizan tareas domésticas, un 73% son mujeres y un 27% son varones. Estos datos no discriminan los hogares unipersonales por lo que probablemente esa diferencia sea mayor.

Se puede observar entonces, que la carga asimétrica del trabajo doméstico no remunerado tiene implicancia directa en el acceso al empleo. A continuación dos gráficos que ilustran notoriamente esta realidad:

El aislamiento y la gestión del hogar

La aparición de la pandemia del Covid-19, obligó a declarar el aislamiento social, preventivo y obligatorio, empujando a muchas familias a permanecer en sus hogares y presenciar las múltiples tareas del ámbito doméstico con las que cargan las mujeres. Como producto de la cultura machista, vimos cómo se viralizan imágenes y vídeos que, lejos de tener un atisbo de humor, muestran a los varones acomplejados porque tienen que cocinar, lavar, ordenar, criar a sus hijes, y demás labores. Aún quedan muchos mandatos por derribar si pretendemos construir una sociedad más justa. La cuarentena podría servir, entre otras cosas, para aprender a revalorizar el trabajo reproductivo y de cuidados.

En una coyuntura que pareciera volver a revalorizar el rol del Estado luego del reiterado fracaso de la globalización neoliberal, será necesaria la planificación y ejecución de más políticas de géneros que atraviesen todos los ámbitos y, en este sentido, será fundamental profundizar y complejizar aún más la propuesta desde el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad sobre las tareas de cuidado. El lugar que le toca a la Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género también es central para pensar las partidas presupuestarias o beneficios focalizados en los sectores más vulnerables de la población.


* Periodista, columnista del programa La Marea (Radio Futura – FM 90.5), redactora de Revista Trinchera y colaboradora de Agencia Timón.

Fuentes:
[1] http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/gt/20180803110052/Desde_Cuba_revolucionaria.pdf
[2] https://ecofeminita.github.io/EcoFemiData/informe_desigualdad_genero/trim_2019_03/informe.nb.html

Cosas lindas entre tanta mierda

Cosas lindas entre tanta mierda

TIEMPO DE LECTURA: 5 min.

Por Flor Luengo*

Imagen: El Viejo Topo

Reiteradas veces, el sistema capitalista que rige implanta ideas y sentimientos en las personas con el único fin de favorecer sus intereses mercantiles y de consumo. Respondiendo a sus propias demandas, el sistema pretende hacer creer que la política es un elemento ajeno a la vida cotidiana de las personas y que es mejor que no hable ni piense en ello, que deje el lugar para quienes saben cómo funciona la política realmente. Este efecto impersonal de la política, alienta a la individuación de la persona, a la resolución de problemas individuales y al alejamiento del conflicto que genera el encuentro con Lo Otro diferente. En síntesis, se incita a instalar el desamor de la política.

Dejando de lado una postura romántica que estupidiza al amor y a la política, en Argentina hay claras muestras de que el amor es en sí mismo un acto político. Las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, son el ejemplo del amor y la política en carne propia. La política se encarnó en una manera determinada de llevar su dolor convertido en lucha, de levantar banderas que muchxs conocían pero que pocas personas hablaban. Dejaron el miedo de lado, y gritaron para exigir Memoria, Verdad y Justicia sobre la desaparición de sus familiares. Festejan también, las Abuelas saben que sin alegría, sin emociones vividas en el cuerpo, sin el afecto y contención colectiva que tejen dia a dia, la lucha podía carecer de una parte fundamental. El amor que construyeron, es amor justamente en la medida en que supieron interpelar al grueso de la sociedad, y lograr la empatía que se requiere para construir una resistencia colectiva. Ellas saben que el pueblo las abraza.

Se ve entonces, que la política como el amor, es atrevida. Hay que arriesgarse, no vale arrepentirse ni tener miedo. Aún así, existe una idea liberal y libertario del amor (Badiou, A), entendiéndolo como un riesgo inútil, continuando con la dulzura del consumo, y prosiguiendo con la economía de la pasión. El amor en este mundo, en nuestro mundo, se encuentra amenazado. Hay que reinventarlo. Hay que reinventar el riesgo y la aventura, contra la seguridad y la comodidad que ofrece el orden social.

No es la reproducción humana a lo que se aspira con sentir amor, de esto trata el sentido común, lo que se quiere lograr es la deconstrucción de éste último, para tener presente que siempre está latente la posibilidad de crear un nuevo mundo. De lo contrario, ¿cuál sería si no, nuestro sentido político en esta vida?

La vida del Che Guevara responde, justamente, a ese sentir político de la vida. Por un acto de amor dejó la vida finita, pero quedó inmortalizado en cada sentimiento militante de querer transformar, de la manera que sea, la realidad social. Y no sólo aquella cotidianeidad que hace a la vida individual, o mejor dicho, lo que dejo como legado es que si se abona a la vida personal, lo personal termina siendo el medio para conquistar el terreno político. La conquista es intelectual, corporal y es desde el amor. Un pueblo que no muestra emociones latentes frente a cada hecho histórico, es un pueblo dormido, somnoliento, un peón apto para jugar en el tablero del ajedrez mundial.

Vemos entonces, en contraposición al concepto de amor desde una lógica romántica e impersonal, que es necesario pensar el amor desde una complejidad mayor. El amor es lo que se produce en el encuentro y en las formas de  relacionarse con Lo Otro diferente, y este sistema político, económico y cultural colonizador que está atravesando Argentina, utiliza una pedagogía de opresión, de dominación y odio hacia lo diferente. Cómo pensar a las masas organizadas, abrazadas y tejiendo redes de solidaridad, si la industria cultural de la comunicación -específicamente las grandes empresas comunicacionales- instituyen una ciudadanía aislada, pasiva y carente de emociones. O mejor dicho, las únicas emociones posibles, son las que logra el entretenimiento en televisión e internet. 

Incluso, en la mediatización de la vida cotidiana, la política y el amor se han convertido en paquetes que guardan dentro determinadas reglas a seguir, totalmente racionalizadas. La política en los medios hegemónicos de comunicación, pretende ser cada vez más denostada, mostrando su lado más sucio, sin dar cuenta de aquello que produce pobreza y desigualdad en el pueblo, es sólo una forma de hacer política, y se elige.

Fuente: Agencia Telam

En Argentina, los cuatro principales grupos de televisión concentran el 56,7% de la audiencia en la zona de Bs As y Gran Bs As. En radio, los mismos grupos empresariales, detentan el 53% de la audiencia. En lo que respecta a diarios, el Grupo Clarín domina el 43% del mercado, y en los medios digitales informativos de mayor audiencia, 4 de 6 medios pertenecen al Grupo Clarín. A todo esto se suma, claramente, la operación de grupos trasnacionales, fundamentalmente estadounidenses y españoles.

Ahora bien, una tarea para quienes nos escuchan y para toda aquella persona que decide querer escuchar. Abrazate con tu compañera, tomate unos mates con tus amigues, comete un buen guiso con tu vieja y la familia. El amor está construyéndose ahí, justo en ese mismo encuentro. Apagá la tele por un rato, propongamos la necesidad de ser conscientes de que el amor se expresa en las diversas maneras de ser ciudadanía, respondiendo a cada historia de vida, a las condiciones económicas y culturales, pero también sociales y de lazos comunitarios.

El amor como la política, se genera, se construye y deconstruye. Eso que sentís cada día, que al levantarte te impulsa a cambiar algo de tu alrededor, que sentís que algo no está funcionando bien, que podría hacerse mejor. Eso es el amor. Esto no quiere decir que por el sólo hecho de sentirlo las cosas cambiarán. Sino que luego del sentimiento, de repente deviene una actitud de decisión, de búsqueda de estrategias para encontrar el mejor medio que lleve a lo que se desea, y ese deseo siempre va a ser el bien común. Eso es la política.


FUENTES:
https://www.alainet.org/es/articulo/199939


* Periodista, conductora del programa La Marea (Radio Futura FM 90.5), redactora de Revista Trinchera, editora del portal Luchelatinoamérica y colaboradora de Agencia Timón.
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