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Desde una huelga solitaria frente al Parlamento sueco hasta convertirse en una figura global de resistencia climática, Greta Thunberg encarna la incomodidad ética de una generación que exige justicia ambiental. Su activismo, marcado por la desobediencia pacífica, la denuncia frontal y la vulnerabilidad como fuerza política, ha desafiado gobiernos, corporaciones y discursos adultocéntricos. Hoy, su voz sigue resonando como un eco urgente en un mundo que aún titubea ante el colapso.
Activismo climático, ética del cuidado y resistencia global
Greta Thunberg, activista sueca nacida en 2003, se convirtió en un símbolo mundial de la lucha contra el cambio climático cuando, con solo 15 años, en 2018, inició su “huelga escolar por el clima” frente al Parlamento sueco. Ese gesto, se convirtió en una llamada global a la acción: lo que comenzó como una protesta solitaria, se transformó en el movimiento Fridays for Future, que movilizó a millones de jóvenes en más de 150 países. Su discurso ante la ONU en 2019, no sólo interpeló a líderes políticos, sino que a través de este se pudo visibilizar el vínculo entre la crisis ecológica y la negligencia adulta.
Pero Greta no se quedó únicamente en el plano ambiental. Su activismo evolucionó hacia una ética interseccional que conecta el cambio climático con la justicia social, los derechos humanos y la solidaridad internacional. En 2025, su participación en la Flotilla Global Sumud —una misión humanitaria que intentó romper el bloqueo sobre Gaza— marcó un giro simbólico. Allí, fue detenida junto a más de 400 activistas de 46 países, en una acción que combinó desobediencia civil, cuidado colectivo y denuncia ética.
La niña que no miró hacia otro lado
Greta Tintin Eleonora Ernman Thunberg nació el 3 de enero de 2003 en Estocolmo, Suecia. Hija de Malena Ernman, cantante de ópera y Svante Thunberg, actor. Lo que le permitió crecer en un ambiente completamente artístico y expresivo.
A los ocho años escuchó hablar por primera vez sobre el cambio climático, y no comprendía por qué se estaba haciendo tan poco al respecto. Tres años más tarde, cayó en una profunda depresión, dejó de hablar y comer, finalmente fue diagnosticada con síndrome de Asperger, trastorno obsesivo-compulsivo y mutismo selectivo.
A pesar de ello, logró persuadir a sus padres para adoptar varias opciones de estilos de vida para reducir su propia huella de carbono, incluso renunciar a viajar en avión y no consumir carne. Thunberg afirmó que sus padres dieron respuestas a sus peticiones, y que lograron cambiar su estilo de vida, lo que le dio esperanzas de que una personas puede marcar la diferencia.
Huelga en el Riksdag
El 28 de agosto de 2018, Greta Thunberg, entonces de 15 años, inició una huelga escolar frente al Parlamento sueco para exigir acción climática, con un cartel que decía “Skolstrejk för klimatet” (Huelga escolar por el clima”). Su protesta, motivada por incendios forestales y el incumplimiento del Acuerdo de París, se convirtió rápidamente en un movimiento global.
Tras las elecciones suecas, Greta continuó protestando cada viernes, dando origen a Friday for Future, una iniciativa que inspiró a millones de jóvenes en más de 270 ciudades del mundo. En países como Australia, Argentina, México y Alemania miles de estudiantes se sumaron a huelgas escolares, desafiando incluso a líderes políticos que criticaban el activismo juvenil.
En 2019, Thunberg publicó el libro “Nadie es demasiado pequeño para marcar la diferencia”, apareció en la portada de Time como “Líder de la próxima generación” y encabezó tres movilizaciones climáticas globales. Su discurso directo, basado en datos científicos, la convirtieron en una figura influyente en cumbres internacionales como la COP26, donde denunció el “greenwashing” y la falta de acción real.
Su acción la llevó a enfrentamientos con las autoridades. Entre 2023 y 2024 fue detenida en Alemania, Reino Unido y Países Bajos durante protestas contra la minería de carbón, la industria petrolera y en acciones de Extinction Rebellion.
Suma su voz a la causa palestina
Desde octubre de 2023, Thunberg ha vinculado su activismo climático con la defensa de los derechos humanos en Gaza. Durante una protesta semanal por el clima, publicó una foto junto a manifestantes con carteles de apoyo a Palestina y compartió enlaces para colaborar con organizaciones solidarias.
Aclaró su postura, condenando los ataque de Hamás y pidió un alto al fuego inmediato, justicia y libertad para todos los civiles afectados. Sin embargo, su posicionamiento generó reacciones adversas. El Ministerio de Educación de Israel eliminó referencias a ella en el currículo escolar, donde se la presentaba como modelo de inspiración juvenil.
En 2024, fue detenida en Suecia, frente al Malmö Arena durante Eurovisión; en Dinamarca, tras bloquear la entrada a una universidad en Copenhague; y en Alemania, por participar en protestas pro-palestina. En Mannheim, sus declaraciones encendieron la polémica: “Que se joda Alemania y que se joda Israel”, lo que generó acusaciones de antisemitismo por parte de políticos locales, mientras que ella denunció represión y reafirmó su compromiso con los derechos humanos.
Global Sumud Flotilla
En medio de la escalada del conflicto en Gaza, Greta Thunberg volvió a poner su cuerpo y voz al servicio de causas humanitarias. En mayo de 2025, el ejército israelí atacó una embarcación de la Flotilla de la Libertad cerca de Malta, que se dirigía a recogerla. Un mes después, la activista sueca se embarcó en el buque Madleen, junto a figuras como la eurodiputada Rima Hassan, en una misión para entregar ayuda humanitaria a la Franja de Gaza y desafiar el bloqueo naval impuesto por Israel.
El barco se encargaba de transportar suministros esenciales: leche de fórmula, arroz, pañales, productos sanitarios, equipos médicos y sistemas de desalinización de agua. A pesar del riesgo, Thunberg declaró que la inacción internacional frente al sufrimiento palestino representaba una pérdida de humanidad.
El 9 de junio, el Madleen fue interceptado en aguas internacionales por el ejército israelí. A las pocas horas, Thunberg publicó un video grabado previamente, denunciando el acoso por parte de drones y embarcaciones israelíes. Fue deportada junto a otros tres activistas, mientras que ocho tripulantes, entre ellos Hassan, se negaron a firmar su orden de expulsión y fueron trasladados a prisión. A su regreso a Europa, Thunberg calificó la operación como un “secuestro” y un “acto ilegal”, pero insistió en que lo importante no era su detención, sino la crisis humanitaria en Gaza.
El 31 de agosto, volvió a embarcarse en la Global Sumud Flotilla, compuesta por más de 40 barcos y 300 activistas de 44 países, que partió desde Barcelona. Entre los participantes se encontraban figuras públicas como los actores Eduard Fernández y Liam Cunningham, y la exalcaldesa Ada Colau. El objetivo: romper el bloqueo y entregar ayuda humanitaria.
El 1 de octubre, la flotilla fue interceptada por el ejército israelí en una operación que, según expertos en derecho internacional, violó el Derecho Marítimo. Todos los activistas fueron detenidos y trasladados a la prisión de Saharonim, incluyendo a Thunberg.
Con estas acciones, Greta Thunberg reafirma su compromiso con la justicia global, ampliando su activismo más allá del medio ambiente y denunciando lo que considera una crisis humanitaria ignorada por gran parte de la comunidad internacional.
El “efecto Greta Thunberg”
Desde que inició su huelga escolar por el clima en agosto de 2018, su figura se convirtió en un símbolo global del activismo juvenil. Lo que comenzó como una protesta solitaria frente al Parlamento sueco, se transformó en un movimiento internacional, en donde miles de jóvenes en el mundo replicaron su gesto. Este fenómeno fue bautizado como el “efecto Greta Thunberg”.
Con el tiempo, Greta amplió su activismo hacia causas sociales y humanitarias. Ha denunciado la desigualdad, el racismo, la violencia contra pueblos indígenas y recientemente la situación en Palestina. El “efecto Thunberg” representa una transformación cultural: una generación que no solo exige cambios ambientales, sino también justicia social, equidad y derechos para todos. Greta ha demostrado que una sola voz puede lograr movilizar millones, incomodar al poder y abrir debates urgentes en todo el mundo.
En octubre de 2025, tras semanas de presión internacional, los activistas detenidos durante la intercepción de la Global Sumido Flotilla fueron liberados por las autoridades israelíes. Entre ellos Greta Thunberg, quien reafirmó que su participación no se trató de un acto de provocación, sino un llamado urgente a la conciencia global frente a la crisis humanitaria.
A su salida, Thunberg declaró que la liberación no marca el fin de su lucha, sino una nueva etapa en la defensa de los derechos humanos y la justicia climática. “No se trata de nosotros, se trata de quienes no tienen voz”, expresó ante medios internacionales. Mostrando una vez más que su compromisos sigue intacto.
Su figura, lejos de apagarse, se consolida como una símbolo de una generación que no está dispuesta a mirar hacia otro lado, en un mundo marcado por crisis múltiples, su voz es un gato que interpela, incómoda y moviliza.
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