Nacional: Café de barrio, identidad y palabra en movimiento en Tolosa

Nacional: Café de barrio, identidad y palabra en movimiento en Tolosa

TIEMPO DE LECTURA: 2 min.

En Tolosa, donde las cuadras todavía conservan algo de ese pulso ferroviario que marcó generaciones, abrió el 1 de octubre de 2024 un espacio que ya se volvió referencia: Nacional, que no es solo otro café de especialidad. Es un proyecto que vuelve a colocar al barrio en el centro, que recupera la pausa, la charla, la ventana, la costumbre. Un pequeño territorio donde el tiempo baja un cambio y la comunidad vuelve a tener nombre propio.

Guadalupe, barista y corazón del lugar (y además socióloga), sostiene la barra con una sonrisa calma. A las 9 de la mañana, cuando abre la puerta, el aroma del café recién molido marca el inicio de una rutina que se vuelve ritual. El menú es simple y honesto, con una selección cuidada de acompañamientos dulces que completan la propuesta sin buscar impresionar: buscan acompañar, estar, aportar.

Pero si algo caracteriza a Nacional es su identidad de barrio, como lo sostiene su nombre, dada la ambientación clásica —madera, objetos con historia, detalles que remiten a la mesa familiar— genera un clima donde quedarse es fácil. Hay quienes van solo a mirar por la ventana, quienes encuentran un espacio para trabajar, quienes recuperan un hábito perdido: conversar sin apuro. Incluso quienes se acercan con sus mascotas, porque el espacio es pet friendly y abraza esa cotidianeidad compartida.

Nacional abre de martes a domingo, de 9 a 13 y de 16 a 20 hs, en 2 y 529, Tolosa.
Un punto de encuentro que no busca ser tendencia: busca ser propio. Un espacio donde el café, la palabra y la comunidad encuentran un mismo territorio. Donde, como siempre sostiene esta revista, la cultura sigue siendo trinchera.

En diciembre sumaron un gesto que define su apuesta cultural: el Taller Mecánico de Poemas, una propuesta tan original como necesaria. Un “taller” donde las palabras pasan por boxes de diagnóstico, alineación y balanceo, y cada persona sale con un poema propio. Una invitación a escribir sin solemnidad, a recuperar la creatividad como ejercicio comunitario.

Dato no menor, son las más de 80 reseñas y su calificación casi perfecta (4.9 en Google) que podrían resumirse en una frase común: Café Nacional ya es parte del barrio. Y no por estrategia, sino por coherencia. Porque Tolosa necesitaba un espacio así: cuidado, cercano, con alma.

Finalmente, para quienes forman parte de Comunidad Trinchera, el vínculo se profundiza: hay 20% de descuento en todas las compras, una forma concreta de apoyar proyectos locales que construyen tejido cultural y económico desde abajo. La economía de proximidad, esa que todavía resiste frente al desguace y la concentración, también se defiende en pequeños gestos cotidianos como elegir un café del barrio.

Belén: Cuando el cine se convierte en denuncia

Belén: Cuando el cine se convierte en denuncia

TIEMPO DE LECTURA: 5 min.

La película Belén, dirigida por Dolores Fonzi y basada en el caso real de una joven tucumana encarcelada tras un aborto espontáneo, trasciende el terreno del cine para convertirse en un manifiesto político y social. Con un relato crudo y profundamente humano, la obra expone las tensiones entre justicia, patriarcado y derechos reproductivos en Argentina, al tiempo que dialoga con debates universales sobre libertad y dignidad. 

Estreno de una obra que incomoda

La película se basa en la historia de una jóven tucumana que fue encarcelada tras sufrir un aborto espontaneo. El caso narrado en el libro Somos Belén de Ana Correa, se convirtio en un simbolo de la lucha feminista Argentina y tambien en una bandera por el reclamo por justicia reproductiva. No se trata solo de una producción artística, sino de un relato que interpela directamente a las instituciones judiciales y médicas.

“(…) Hay una mujer de unos 30 años en un puesto de venta de ropa en Constitución. Lleva su pelo lacio largo atado y un pañuelo rosa en el cuello. Ese abril no se vende demasiado a causa de la crisis así que puede ver tranquilamente desde el celular el debate por la legalización del aborto en el Congreso de Buenos Aires. Cuando habla la abogada Soledad Deza sobre el caso Belén sube el volumen. 

«Vivo en Tucumán. Soy abogada y feminista, y vengo de una provincia que tuvo encarcelada a Belén durante 29 meses a consecuencia de haber sufrido un aborto espontáneo dentro de un hospital. Luego ella fue liberada por el movimiento de mujeres». Marina, la vendedora del local de al lado escucha y le dice: 

—No sabía que en tu provincia había pasado eso. Pobre piba. ¿Vos la conocías? 

—No, viste que la provincia es grande —responde la joven, que desde que está en Buenos Aires volvió a usar el nombre 14 real, el que usaba el día que la encarcelaron unos cuatro años atrás. Aquí en Buenos Aires nadie sabe que ella es Belén.”

Belén se remonta al caso real ocurrido en Tucuman en 2014, cuando una joven de 25 años ingresó al Hospital Avellaneda con fuertes dolores abdominales y sufrió un aborto espontaneo. En lugar de recibir atención médica adecuada, fue denunciada por el personal de salud y acusada de homicidio, lo que derivó en su encarcelamiento durante casi tres años. El proceso judicial estuvo marcado por irregularidades y por la criminalización de un evento obstétrico, exponiendo las fallas estructurales del sistema judicial y sanitario argentino. 

En el marco de la llamada Marea Verde, el movimiento femenista que impulsó la legalización del aborto en Argentina, miles de mujeres y personas gestantes ocuparon las calles desde 2018 con el pañuelo verdecomo simbolo. Tras un primer intento fallido en el Senado, la presión social logró que en diciembre del 2020 se sancionará la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. Este triunfo convirtió a la Marea Verde en referencia regional y consolidó al pañuelo verde como emblema global de justicia reproductiva. 

Más allá del expediente judicial, Belén revela la dimensión política de los procesos legales vinculados a la salud reproductiva. La criminalización de la protagonista no puede entenderse sin el contexto de un país donde, hasta 2020, el aborto estaba penalizado y donde sectores conservadores ejercian presion sobre jueces y médicos. 

 

La mirada de la directora 

Todo comienza una noche de marzo de 2014, cuando Julieta (Camila Plate) ingresa en un hospital de San Miguel de Tucumán con severos dolores abdominales. Acompañada por su madre, es derivada a la guardia, pide ir al baño y tras unos minutos de sangrado y sudoración, es destinada a ginecología para un legrado de urgencia. Mientras se encuentra en el quirófano irrumpe la policía, la causa de haberse prácticado un aborto, y la esposa a la camilla, todavía con las piernas abiertas y ensangrentada. El fundido a negro nos despega de ese horror y nos conduce dos años después, con Julieta tras las rejas. 

El guión, coescrito por Fonzi y Laura Paredes, se construye como un thriller judicial que mantiene la tensión en cada escena. La narrativa logra evitar los golpes bajos y se centra en la burocracia y el lenguaje frío de las instituciones. Visualmente, la película utiliza cuadros cerrados y espacios opresivos para así transmitir el encierro físico y simbólico de la protagonista. 

Una de las escenas más potentes es la del juicio: Belén aparece sentada frente a un tribunal que la trata como culpable desde el inicio. La película evita el melodrama y se concentra en el lenguaje técnico y distante de los jueces, reforzando de esta manera la violencia simbólica. 

En esta obra, Dolores Fonzi confirma su madurez como directora. Si en su debut con Blondi exploraba la intimidad desde un tono más ligero y cotidiano, en Belén se adentra en un terreno mucho más complejo y político. Para esta obra Fonzi elige un registro sobrio, casi austero, que evita el melodrama y apuesta por la crudeza de los hechos. La cámara pasa a convertirse en un testigo incómodo, que expone la violencia institucional con un realizas que llega a incomodar al espectador. 

La interpretación de Camila Plaate como Belén se vuelve el corazón de la película. Su actuación transmite la vulnerabilidad de una mujer reducida a un simple expediente judicial, pero también la dignidad de quién resiste frente a un sistema que se encarga de despojar de identidad. Plaate logra un equilibrio entre fragilidad y fuerza, evitando caer en la victimización. A su lado, actrices como Laura Paredes y Julieta Cardinali aportan matices que enriquecen el relato, mostrando cómo la violencia institucional se extiende más allá de la protagonista.

Además Belén dialoga con una tradición del cine argentino que ha sabido convertir la denuncia en arte. Películas como La noche de los lápices o Argentina 1985 también pusieron en escena lo que es la violencia estatal y la búsqueda de justicia. Mientras que Fonzi se diferencia al situar la violencia en el presente, en un ámbito íntimo y cotidiano como es la salud pública. 

 

Recepción crítica y proyección internacional 

La película ha recorrido festivales internacionales y fue seleccionada para representar a Argentina en los Óscar y los Goya, consolidándose cómo fenómeno cultural. Destacando su crudeza y pertinencia que se valora como un aporte al debate global sobre los derechos reproductivos y la justicia de género. 

El móvil feminista argentino abrazo esta obra como una herramienta de memoria y denuncia, recordando que, aunque la ley de aborto ya fue aprobada, persisten resistencias culturales y judiciales que afectan a mujeres y personas gestantes. 

La Corte Suprema de Tucumán ordenó la liberación de Belén en agosto de 2016, cuando llevaba casi tres años presa. Esto fue posible porque tres meses antes la abogada tucumana Soledad Deza de enteró casi de casualidad que había una mujer presa por aborto espontáneo y a los dos días asumió su defensa. La habían condenado a 8 años de prisión por homicidio agravado por el vínculo. Seis meses después, la misma Corte resolvió su absolución. (Corre, Ana E. 2019) 

Belén no es solo una película: es un manifiesto político que incomoda, interpela y exige reflexión. Al transformar este caso judicial en un relato cinematográfico, Fonzi recuerda que el cine también puede ser un espacio de resistencia y memoria, capaz de cuestionar instituciones y denunciar la ausencia del Estado en la defensa de la salud reproductiva.





El salario que no alcanza: el pluriempleo se expande en el Estado

El salario que no alcanza: el pluriempleo se expande en el Estado

TIEMPO DE LECTURA: 3 min.

En un contexto de ajuste, despidos masivos y pérdida del poder adquisitivo, la Fundación Germán Abdala difundió el documento “¿Cuántos trabajos se necesitan para un salario digno? Pluriempleo en el Estado”, elaborado por Emiliano Bisaro y Romina Piccirillo, que indaga sobre el impacto del pluriempleo en la administración pública nacional.

La Fundación Germán Abdala presentó un estudio que expone una realidad alarmante entre las y los trabajadores estatales: cada vez más personas necesitan tener dos o más empleos para llegar a fin de mes. Las y los trabajadores “quieren poder vivir dignamente de un solo trabajo”, expresaron desde ATE Capital.

En un contexto de ajuste, despidos masivos y pérdida del poder adquisitivo, la Fundación Germán Abdala difundió el documento “¿Cuántos trabajos se necesitan para un salario digno? Pluriempleo en el Estado”, elaborado por Emiliano Bisaro y Romina Piccirillo, que indaga sobre el impacto del pluriempleo en la administración pública nacional.

El trabajo se basa en una encuesta realizada durante agosto a 496 trabajadoras y trabajadores del Estado y ofrece una radiografía preocupante: más de 2,4 millones de personas —el 16,6% de la población económicamente activa— tienen más de un empleo, producto de la pérdida salarial, la informalidad creciente y la desregulación laboral.

Un Estado ajustado, una vida fragmentada

Bajo el gobierno de Javier Milei, la administración pública enfrenta tres rasgos estructurales: más de 50.000 despidos, una pérdida salarial del 35% y el desmantelamiento de políticas públicas esenciales. En tal escenario, el pluriempleo se vuelve una estrategia de supervivencia más que una elección. Los datos son elocuentes: el 64% de quienes respondieron la encuesta tienen otro trabajo además del estatal, el 71% busca un empleo adicional y apenas el 42% desea continuar su carrera en el Estado.

Los empleos secundarios más frecuentes son emprendimientos propios (35%) y actividades educativas (35%), lo que demuestra la creatividad con la que las y los trabajadores intentan compensar la pérdida de ingresos.

“Trabajar más para vivir peor”

“Las y los trabajadores estatales no quieren tener dos o tres trabajos”, expresan desde ATE Capital. En este sentido, más de la mitad de quienes participaron del relevamiento (52%) perciben menos de un millón de pesos mensuales, y un 58% pertenece a planta permanente o transitoria, lo que confirma que la precarización no se limita a contratos inestables: incluso la estabilidad hoy no garantiza un salario digno.

El documento también alerta sobre las consecuencias del pluriempleo en la salud física y emocional: agotamiento, burnout y pérdida de sentido del trabajo. Además advierte que la sobrecarga laboral repercute en la calidad de las políticas públicas, al afectar la motivación y el compromiso de los equipos estatales.

 El costo humano del ajuste

El estudio de la Fundación Germán Abdala ubica al pluriempleo como síntoma de un modelo de ajuste estructural, donde los salarios se licúan mientras se multiplican las exigencias.

Desde ATE Capital insisten en que es urgente recomponer los ingresos, frenar los despidos y fortalecer el empleo público, entendiendo al Estado como herramienta para garantizar derechos y construir igualdad. Mientras el Gobierno insiste en achicarlo, son las y los trabajadores quienes lo sostienen día a día —a costa de su tiempo, su salud y su descanso— para que la vida en comunidad siga siendo posible.

Documento de referencia: “¿Cuántos trabajos se necesitan para un salario digno? Pluriempleo en el Estado” https://fgabdala.com.ar/wp-content/uploads/2025/10/Pluriempleo-en-el-Estado-Documento-de-trabajo.pdf

Autores: Emiliano Bisaro y Romina Piccirillo – Fundación Germán Abdala

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¿Persecución laboral o seguridad del Instituto?

¿Persecución laboral o seguridad del Instituto?

TIEMPO DE LECTURA: 3 min.

Bienvenidos al panóptico libertario: los trabajadores del inti en libertad vigilada mientras los funcionarios de sturzenegger hacen negociados

Por Cecilia Tórtora (Consejo Directivo ATE Capital y Delegada INTI)

Desde que Javier Milei es presidente y Federico Sturzenegger ministro de Motosierra, los trabajadores del INTI (Instituto Nacional de Tecnología Industrial) somos el blanco preferido de los recortes. No sabemos si al Ministro una ex novia lo engañó con un “intiano”, si intentó hacer una pasantía y lo rechazaron o si simplemente odia a la Industria Nacional y, como dice ser liberal y no precámbrico, la única forma de atacar al tejido productivo que encuentra es destruyendo este instituto.

Afortunadamente, el nuevo presidente del instituto cumplió con la lluvia de inversiones y comenzaron las compras: ¿Insumos para los laboratorios? No. ¿Mantenimiento para los equipos de Precisión? Menos. ¿Computadoras nuevas, licencias de software? Eso puede esperar. Para que la destrucción resulte más evidente inauguraron una nueva “área tecnológica”: la de persecución ilegal y negocios incompatibles con la función pública.

Sin cumplir ningún procedimiento ni dictar acto administrativo que lo avale, comenzaron a instalar cámaras, domos digitales con capacidad de grabar audio y video de forma permanente, por todo el parque. También puertas blindadas para ingresar al edificio de Presidencia del Instituto, porque aparentemente los técnicos y científicos son muy peligrosos.

Este sistema de videovigilancia cuenta con capacidad de realizar reconocimiento facial. Bienvenidos al Panóptico libertario, donde trabajar para la Ciencia y la Tecnología te pone en libertad condicional. ¿Desde cuándo es legal la utilización de cámaras con reconocimiento facial dentro de un organismo de Estado? ¿Saben los clientes externos que visitan el parque que son grabados, reconocidos y filmados? ¿Cuál es la normativa que avala esto? ¿Quién avaló estas compras de equipamiento? Cabe preguntarse también de dónde obtienen la información para realizar el reconocimiento, dado que no existe una base de datos biométricos de los trabajadores.

Lo más interesante de la cuestión es que el actual Presidente del INTI, Miguel Romero, viene precisamente del rubro de seguridad y videovigilancia. ¿Acaso algún proveedor amigo le habrá hecho un descuento? Para los negociados no existe el cybermonday.

Como si fuera poco, incumpliendo las normativas existentes para el Estado Nacional que establecen a la Policía Federal como los custodios de los organismos nacionales, le informaron a los trabajadores a través de los medios que la reemplazan por Gendarmería Nacional, con una cuadrilla permanente de unos 30 gendarmes por si los tubos de ensayo se ponen violentos.

En el INTI no se manejan secretos de Estado ni materiales peligrosos que pongan en riesgo a la población que justifiquen tal montaje de seguridad. Mucho menos que justifique la inversión en equipamiento-botón que están realizando. Si tienen miedo a los robos o los ingresos de externos podrían haber invertido en luminarias o mejoras en el cerco perimetral. Pero eso no asusta a los ”intianos”. Por eso también decidieron cerrar el acceso por el partido de San Martín y concentrar todo en una sola puerta, que tiene más cámaras que Gran Hermano.

¿Te llama la atención un comunicado de denuncia en este tono? Sabés lo que pasa: ya nada nos sorprende. Preferimos reírnos de esta conducción que solo busca hacer negociados mientras pasa la motosierra.

A los trabajadores del INTI nos asusta nuestro sueldo que oscila entre la indigencia y la pobreza. A los “intianos” nos preocupa no poder dar respuesta a la industria, que además de estar golpeada por las importaciones indiscriminadas le van cercenando el único instituto de apoyo. A quienes hacemos el INTI nos duelen los 800 trabajadores que ya se fueron, entre empujados al retiro y expulsados por un sueldo sin paritarias.

No nos asustan los libertarios. Mucho menos Sturzenegger. Los trabajadores no tenemos nada que esconder. Son ellos los que vigilan y se esconden detrás de 30 gendarmes uniformados. Bienvenidos al INTI, primer panóptico libertario especializado en Ciencia y Tecnología para la Industria.

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De las salas de audiencias al grito colectivo

De las salas de audiencias al grito colectivo

TIEMPO DE LECTURA: 6 min.

Tres autoras, tres geografías, una misma urgencia: Suzie Miller, Virginie Despentes y Selva Almada convierten el dolor, la injusticia y la violencia de género en relatos que interpelan al sistema judicial, ritualizan la memoria y tejen pactos de complicidad entre mujeres. 

En Prima Facie, la dramaturga australiana, Suzie Miller construye una obra feroz sobre el sistema judicial y su incapacidad para proteger a las víctimas de violencia sexual. La protagonista, una abogada penalista brillante, se ve obligada a enfrentar el mismo sistema que antes defendía, cuando ella misma es víctima de violación. La obra expone cómo el derecho, lejos de ser neutral, reproduce sesgos patriarcales que deslegitima el testimonio femenino.

Por otro lado, Teoría de King Kong, de Virginie Despentes, es un manifiesto feminista que desarma los discursos sobre la violación, la prostitución, el deseo y la maternidad. Despentes escribe desde la rabia, pero también desde la lucidez: “No se trata de queja, sino de provocación”, dice. Su ensayo es un grito que convierte la experiencia personal en una herramienta política.

Ambas obras pueden dialogar con la literatura argentina a través de Chicas muertas de Selva Almada. En este libro, Almada reconstruye tres femicidios ocurridos en provincias argentinas durante los años ‘80, cuando aún no existía la categoría de “femicidio” en el discurso público. Almada no busca resolver los casos, sino narrar el silencio que los rodea, la impunidad, y la naturalización de la violencia. Su escritura es ritual de memoria, gesto de reparación, y pacto con las muertas.

¿Qué las une? 

Aunque las tres obras nacen en contextos distintos —Australia, Francia y Argentina—, sus autoras comparten una urgencia: transformar el dolor en relato, el silencio en memoria, y la injusticia en pacto. Lo que las une no es solo la denuncia de la violencia, sino el modo en que convierten el lenguaje en ceremonia, el cuerpo en archivo, y el dolor en relato compartido. Cada una desarma el poder desde una estética distinta, pero todas pactan con lo que incomoda.

Despentes reivindica el deseo como fuerza disruptiva. Habla de prostitución, pornografía, maternidad y rabia sin pedir permiso. Su escritura es incómoda, feroz, pero también profundamente lúcida. En su universo, el deseo no es debilidad: es lenguaje, es poder, es pacto.

Miller muestra cómo el trauma desarma el discurso jurídico. Tessa, que antes dominaba la retórica del juicio, se ve incapaz de narrar su propia experiencia. El deseo, el consentimiento, el cuerpo: todo se vuelve opaco ante la lógica probatoria. La obra revela cómo el lenguaje legal no alcanza para nombrar lo vivido.

Almada, en cambio, escribe desde el borde del deseo: el deseo de justicia, de memoria, de reparación. Su prosa es contenida, pero cargada de afecto. No hay erotismo, pero sí una ética del cuidado que transforma la escritura en acto de amor hacia las muertas.

Así es como las tres autoras convierten lo íntimo en público, lo traumático en narración, y lo individual en colectivo. Sus textos son alianzas tejidas en la incomodidad: gestos de complicidad con las que ya no están, con quienes aún no han podido hablar, y con quienes el sistema sigue sin escuchar.

  • Miller usa la escena como tribunal simbólico: el cuerpo habla donde el derecho calla. 
  • Despentes convierte el ensayo en grito: su voz es objeto de provocación y complicidad.
  • Almada transforma la crónica en altar: cada nombre, cada detalle, cada silencio es gesto de reparación. 

¿Qué significan hoy? 

Estás obras no solo se encargan de denunciar la violencia: la ritualizan, la narran, la transforman. Son gestos de reparación simbólica, pactos de complicidad, y espacios donde el dolor se convierte en memoria compartida. En un mundo donde el testimonio aún es puesto en duda, donde el deseo femenino sigue siendo disciplinado, y dónde la justicia llega tarde o nunca, estos textos invitan a escucharla pactar, y a narrar de otro modo. 

Prima Facie: el cuerpo como prueba

Desde su estreno, Prima Facie se convirtió en un fenómeno global. La obra fue adaptada en múltiples países, incluida una versión protagonizada por Jodie Comer en Londres y Nueva York, que recibió ovaciones y premios. En 2023, se transmitió en cines como parte del National Theatre Live, ampliando su alcance más allá de su circuito teatral.

En la actualidad, Prima Facie es leída como una denuncia feroz contra el sistema judicial y su incapacidad para proteger a las víctimas de violencia sexual. La obra expone cómo el lenguaje legal desarma el testimonio femenino, y como el cuerpo de la víctima se convierte en campo de batalla. Es una pieza que ritualiza el trauma y lo convierte en escena pública, obligando al espectador a escuchar lo que el derecho calla.

Teoría de King Kong: el deseo como grito 

Publicado originalmente en 2006 y reeditado en español en 2018, Teoría de King Kong se mantiene como uno de los manifiestos feministas más provocadores y lúcidos del siglo XXI. Despentes escribe desde la rabia, pero también desde la experiencia: habla de violación, prostitución, pornografía y maternidad sin pedir permiso.

Hoy, el texto circula entre jóvenes feministas, activistas y lectoras que encuentran en su voz una forma de nombrar lo que aún incomoda. Despentes no ofrece respuestas fáciles: ofrece preguntas, contradicciones, y una ética del deseo que desarma los discursos normativos. Su ensayo es un grito que se convierte en pacto, una provocación que se vuelve comunidad.

Chicas muertas: la crónica como altar 

Desde su publicación en 2014, Chicas muertas se convirtió en un texto clave para pensar los femicidios en Argentina. Almada reconstruye tres asesinatos ocurridos en los años ‘80, cuando la palabra “femicidio” aún no existía en el discurso público. Su escritura no busca resolver los casos, sino nombrar el silencio, ritualizar la ausencia y convertir el duelo en gesto colectivo.

En la actualidad, el libro es leído como una ofrenda: cada nombre, cada detalle, cada silencio es parte de un altar narrativo que transforma la crónica en ceremonia. Almada no escribe desde la especialización del crimen, sino desde la ética del cuidado. Su obra es un pacto con las muertas, una forma de decirles: “no las olvidamos”.

En tiempos donde el testimonio aún se pone en duda, donde el deseo femenino sigue siendo disciplinado, y dónde la justicia llega tarde o nunca, estás obras nos obligan a mirar de frente. Ninguna de estas obras ofrece consuelo, pero si compañía. Son textos que incomodan, que interpelan, que invitan a escuchar lo que el derecho calla, lo que la cultura censura, lo que la historia olvida. En sus páginas, el cuerpo se vuelve escena de verdad, el deseo se transforma en lenguaje político y la ausencia se coreógrafa como ceremonia de duelo.

Porque estas obras no nos protegen. No ofrecen alivio. No prometen justicia. Solo nos dejan frente a lo que no se puede mirar sin temblar. El cuerpo que no fue escuchado, el deseo que fue castigado, aquella ausencia que nadie quiso nombrar.

Leerlas es pactar con las que ya no están, con las que hablar y no fueron creídas. Con las que aún no han podido hablar, con las que ya no tienen cuerpo, pero si memoria. Es aceptar que el lenguaje puede fallar, que la justicia puede no llegar. Que el dolor puede no tener forma, y que, aun así, hay que narrarlo.

Porque si el dolor no puede evitarse, al menos puede ser compartido. Y en ese gesto —mínimo, frágil, desesperado— quizás podamos sostenernos un poco más. O no. Tal vez solo queda el silencio, el eco de lo que no se dijo. El altar vacío, la página que no alcanza, la incomodidad que no se resuelve. Y el pacto que nunca deja de doler.

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Greta Thunberg: Activismo, rabia y reparación

Greta Thunberg: Activismo, rabia y reparación

TIEMPO DE LECTURA: 6 min.

Desde una huelga solitaria frente al Parlamento sueco hasta convertirse en una figura global de resistencia climática, Greta Thunberg encarna la incomodidad ética de una generación que exige justicia ambiental. Su activismo, marcado por la desobediencia pacífica, la denuncia frontal y la vulnerabilidad como fuerza política, ha desafiado gobiernos, corporaciones y discursos adultocéntricos. Hoy, su voz sigue resonando como un eco urgente en un mundo que aún titubea ante el colapso.

Activismo climático, ética del cuidado y resistencia global

Greta Thunberg, activista sueca nacida en 2003, se convirtió en un símbolo mundial de la lucha contra el cambio climático cuando, con solo 15 años, en 2018, inició su “huelga escolar por el clima” frente al Parlamento sueco. Ese gesto, se convirtió en una llamada global a la acción: lo que comenzó como una protesta solitaria, se transformó en el movimiento Fridays for Future, que movilizó a millones de jóvenes en más de 150 países. Su discurso ante la ONU en 2019, no sólo interpeló a líderes políticos, sino que a través de este se pudo visibilizar el vínculo entre la crisis ecológica y la negligencia adulta. 

 Pero Greta no se quedó únicamente en el plano ambiental. Su activismo evolucionó hacia una ética interseccional que conecta el cambio climático con la justicia social, los derechos humanos y la solidaridad internacional. En 2025, su participación  en la Flotilla Global Sumud —una misión humanitaria que intentó romper el bloqueo sobre Gaza— marcó un giro simbólico. Allí, fue detenida junto a más de 400 activistas de 46 países, en una acción que combinó desobediencia civil, cuidado colectivo y denuncia ética. 

La niña que no miró hacia otro lado 

Greta Tintin Eleonora Ernman Thunberg nació el 3 de enero de 2003 en Estocolmo, Suecia. Hija de Malena Ernman, cantante de ópera y Svante Thunberg, actor. Lo que le permitió crecer en un ambiente completamente artístico y expresivo. 

A los ocho años escuchó hablar por primera vez sobre el cambio climático, y no comprendía por qué se estaba haciendo tan poco al respecto. Tres años más tarde, cayó en una profunda depresión, dejó de hablar y comer, finalmente fue diagnosticada con síndrome de Asperger, trastorno obsesivo-compulsivo y mutismo selectivo.

A pesar de ello, logró persuadir a sus padres para adoptar varias opciones de estilos de vida para reducir su propia huella de carbono, incluso renunciar a viajar en avión y no consumir carne. Thunberg afirmó que sus padres dieron respuestas a sus peticiones, y que lograron cambiar su estilo de vida, lo que le dio esperanzas de que una personas puede marcar la diferencia. 

Huelga en el Riksdag 

El 28 de agosto de 2018, Greta Thunberg, entonces de 15 años, inició una huelga escolar frente al Parlamento sueco para exigir acción climática, con un cartel que decía “Skolstrejk för klimatet” (Huelga escolar por el clima”). Su protesta, motivada por incendios forestales y el incumplimiento del Acuerdo de París, se convirtió rápidamente en un movimiento global.

Tras las elecciones suecas, Greta continuó protestando cada viernes, dando origen a Friday for Future, una iniciativa que inspiró a millones de jóvenes en más de 270 ciudades del mundo. En países como Australia, Argentina, México y Alemania miles de estudiantes se sumaron a huelgas escolares, desafiando incluso a líderes políticos que criticaban el activismo juvenil. 

En 2019, Thunberg publicó el libro “Nadie es demasiado pequeño para marcar la diferencia”, apareció en la portada de Time como “Líder de la próxima generación” y encabezó tres movilizaciones climáticas globales. Su discurso directo, basado en datos científicos, la convirtieron en una figura influyente en cumbres internacionales como la COP26, donde denunció el “greenwashing” y la falta de acción real. 

Su acción la llevó a enfrentamientos con las autoridades. Entre 2023 y 2024 fue detenida en Alemania, Reino Unido y Países Bajos durante protestas contra la minería de carbón, la industria petrolera y en acciones de Extinction Rebellion

Suma su voz a la causa palestina 

Desde octubre de 2023, Thunberg ha vinculado su activismo climático con la defensa de los derechos humanos en Gaza. Durante una protesta semanal por el clima, publicó una foto junto a manifestantes con carteles de apoyo a Palestina y compartió enlaces para colaborar con organizaciones solidarias. 

Aclaró su postura, condenando los ataque de Hamás y pidió un alto al fuego inmediato, justicia y libertad para todos los civiles afectados. Sin embargo, su posicionamiento generó reacciones adversas. El Ministerio de Educación de Israel eliminó referencias a ella en el currículo escolar, donde se la presentaba como modelo de inspiración juvenil. 

En 2024, fue detenida en Suecia, frente al Malmö Arena durante Eurovisión;  en Dinamarca, tras bloquear la entrada a una universidad en Copenhague; y en Alemania, por participar en protestas pro-palestina. En Mannheim, sus declaraciones encendieron la polémica: “Que se joda Alemania y que se joda Israel”, lo que generó acusaciones de antisemitismo por parte de políticos locales, mientras que ella denunció represión y reafirmó su compromiso con los derechos humanos. 

Global Sumud Flotilla

En medio de la escalada del conflicto en Gaza, Greta Thunberg volvió a poner su cuerpo y voz al servicio de causas humanitarias. En mayo de 2025, el ejército israelí atacó una embarcación de la Flotilla de la Libertad cerca de Malta, que se dirigía a recogerla. Un mes después, la activista sueca se embarcó en el buque Madleen, junto a figuras como la eurodiputada Rima Hassan, en una misión para entregar ayuda humanitaria a la Franja de Gaza y desafiar el bloqueo naval impuesto por Israel. 

El barco se encargaba de transportar suministros esenciales: leche de fórmula, arroz, pañales, productos sanitarios, equipos médicos y sistemas de desalinización de agua. A pesar del riesgo, Thunberg declaró que la inacción internacional frente al sufrimiento palestino representaba una pérdida de humanidad.

El 9 de junio, el Madleen fue interceptado en aguas internacionales por el ejército israelí. A las pocas horas, Thunberg publicó un video grabado previamente, denunciando el acoso por parte de drones y embarcaciones israelíes. Fue deportada junto a otros tres activistas, mientras que ocho tripulantes, entre ellos Hassan, se negaron a firmar su orden de expulsión y fueron trasladados a prisión. A su regreso a Europa, Thunberg calificó la operación como un “secuestro” y un “acto ilegal”, pero insistió en que lo importante no era su detención, sino la crisis humanitaria en Gaza. 

El 31 de agosto, volvió a embarcarse en la Global Sumud Flotilla, compuesta por más de 40 barcos y 300 activistas de 44 países, que partió desde Barcelona. Entre los participantes se encontraban figuras públicas como los actores Eduard Fernández y Liam Cunningham, y la exalcaldesa Ada Colau. El objetivo: romper el bloqueo y entregar ayuda humanitaria.

El 1 de octubre, la flotilla fue interceptada por el ejército israelí en una operación que, según expertos en derecho internacional, violó el Derecho Marítimo. Todos los activistas fueron detenidos y trasladados a la prisión de Saharonim, incluyendo a Thunberg.

Con estas acciones, Greta Thunberg reafirma su compromiso con la justicia global, ampliando su activismo más allá del medio ambiente y denunciando lo que considera una crisis humanitaria ignorada por gran parte de la comunidad internacional.

El “efecto Greta Thunberg”

Desde que inició su huelga escolar por el clima en agosto de 2018, su figura se convirtió en un símbolo global del activismo juvenil. Lo que comenzó como una protesta solitaria frente al Parlamento sueco, se transformó en un movimiento internacional, en donde miles de jóvenes en el mundo replicaron su gesto. Este fenómeno fue bautizado como el “efecto Greta Thunberg”.

Con el tiempo, Greta amplió su activismo hacia causas sociales y humanitarias. Ha denunciado la desigualdad, el racismo, la violencia contra pueblos indígenas y recientemente la situación en Palestina. El “efecto Thunberg” representa una transformación cultural: una generación que no solo exige cambios ambientales, sino también justicia social, equidad y derechos para todos. Greta ha demostrado que una sola voz puede lograr movilizar millones, incomodar al poder y abrir debates urgentes en todo el mundo. 

En octubre de 2025, tras semanas de presión internacional, los activistas detenidos durante la intercepción de la Global Sumido Flotilla fueron liberados por las autoridades israelíes. Entre ellos Greta Thunberg, quien reafirmó que su participación no se trató de un acto de provocación, sino un llamado urgente a la conciencia global frente a la crisis humanitaria. 

A su salida, Thunberg declaró que la liberación no marca el fin de su lucha, sino una nueva etapa en la defensa de los derechos humanos y la justicia climática. “No se trata de nosotros, se trata de quienes no tienen voz”, expresó ante medios internacionales. Mostrando una vez más que su compromisos sigue intacto. 

Su figura, lejos de apagarse, se consolida como una símbolo de una generación que no está dispuesta a mirar hacia otro lado, en un mundo marcado por crisis múltiples, su voz es un gato que interpela, incómoda y moviliza.







  

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Maria Bernabitti: la mujer que encendió la chispa del peronismo 

Maria Bernabitti: la mujer que encendió la chispa del peronismo 

TIEMPO DE LECTURA: 6 min.

En un país y un contexto en donde las mujeres obreras eran invisibles y los sindicatos algo del territorio masculino, María Bernabitti de Roldán se convirtió en una figura irrepetible. Delegada sindical en el frigorífico Swift, parte organizadora de la histórica movilización del 17 de octubre de 1945, y voz de miles de trabajadoras que exigían dignidad. Roldán no solo desafío las estructuras laborales de su tiempo: ayudó a moldear el nacimiento de un movimiento político que cambiaría la historia argentina. 

La mujer que lideró el 17 de octubre 

En la historia oficial de aquel 17 de octubre de 1945, la jornada que dio origen al peronismo como movimiento popular, los nombres que suelen resonar suelen ser masculinos. Sin embargo, entre aquellas columnas obreras que marcharon hacia Plaza de Mayo exigiendo la liberación de Juan Domingo Perón, hubo una mujer que no solo caminó: lideró. Su nombre era Natalia María Bernabitti de Roldán, trabajadora del frigorífico Swift en Berisso, y primera delegada sindical mujer en América Latina.  

Roldán encabezó una de las columnas más emblemáticas que partieron desde el conurbano bonaerense. Su liderazgo no fue algo casual: venía de enfrentar a la patronal inglesa del frigorífico, organizando a sus compañeras y compañeros en defensa de sus derechos laborales. En una época en la que el sindicalismo era territorio masculino, ella se convirtió en referente, símbolo y pionera. 

La historia de María Roldán ha sido silenciada durante décadas. Su figura no aparece en los manuales escolares ni en los actos oficiales. Pero en los últimos años, movimientos feministas y archivos sindicales han comenzado a recuperar su legado. No como una excepción, sino como parte de una genealogía de mujeres que hicieron del sindicalismo un espacio de lucha, cuidado y pacto colectivo. 

Roldán no marchó solo por Perón. Marchó por todas las mujeres que querían ser escuchadas, votadas y representadas. Su caminata fue un gesto de lealtad, pero también de desafío. Su nombre vuelve a resonar como símbolo de una ética obrera que no separa lo sindical de lo femenino. 

Sindicalismo con cuerpo, coraje y memoria. 

María Bernabitti fue mucho más que una figura del 17 de octubre. Su trayectoria como sindicalista revela una ética obrera profundamente comprometida con la justicia, la lealtad y la organización colectiva. Nacida en 1908 en San Martín, se trasladó de niña a Berisso, donde luego trabajó en el frigorífico Swift. Allí en un ambiente dominado por la patronal inglesa y por estructuras gremiales masculinas, se convirtió en la primera mujer delegada sindical de América Latina. 

Su militancia sindical se articuló con el liderazgo de Cipriano Reyes, referente del movimiento obrero que luego daría origen al Partido Laborista. Junto a él y otros compañeros, Roldán organizó huelgas, enfrentó despidos y desafió el poder patronal. Su activismo le valió la expulsión del frigorífico, pero no el silencio: el 17 de octubre, a pesar de estar despedida, se presentó en la puerta del establecimiento y encabezó la columna obrera que marchó hacia Plaza de Mayo para exigir la liberación de Perón. 

 

Tenía prohibida la entrada al Swift de Berisso. La habían despedido tras una huelga y los capataces no querían verla ni en pintura. Pero en los últimos minutos del día anterior al 17 de octubre, con la convicción que nace cuando se vence el miedo, decidió entrar de todos modos.

María, con 37 años, organizando una distracción en la puerta del frigorífico para burlar a los vigilantes, le pidió a su esposo, Vicente Roldán, que agarrara cuatro o cinco hombres y que simularan una pelea frente a la puerta de Swift, para luego irrumpir entre las secciones al grito de:

—¡Lo van a matar a Perón! ¡Tenemos que movilizarnos!

Los obreros, sorprendidos, la escuchaban con respeto. Sabían bien quién era. Había sido una de las mujeres más combativas del sindicato, cercana a Cipriano Reyes, delegada del Swift y voz encendida en cada asamblea. En cuestión de minutos, la fábrica se transformó en una marea de trabajadores decididos a marchar.

Caminaron más de 15 kilómetros hasta la Plaza de Mayo. María fue la única mujer que se dirigió al pueblo trabajador desde el palco de la Casa Rosada: “Acá tiene que llegar el Coronel, porque ya nosotros en el sindicato de la carne nos hemos juramentado todos que si él a las 12 de la noche no esta aca en el palco con nosotros seguiremos sin trabajar, paralizando el pueblo argentino. Pase lo que pase, la vida por Perón.” 

Edelmiro Farrell, sorprendido por esa voz femenina que escuchó, le preguntó quién era. María le dijo: “Yo soy una mujer del frigorífico Swift que corta carne con una cuchilla mucho más grande que yo.”

Del campo a la lucha

Cómo la de tantos obreros y obreras de Berisso, la historia de María Bernabitti comenzó lejos de los frigoríficos. En 1933, junto a su esposo Vicente, dejaron atrás el campo, huyendo del hambre y la miseria de las cosechas itinerantes. La decisión fue definitiva: tras presenciar la muerte por inanición de un niño en una de las estancias cercanas a la Vedia, juraron no volver a vivir bajó la indiferencia de los patrones rurales. 

La ciudad les ofreció trabajo, pero no el alivio que buscaban. En los frigoríficos Swift y Armour encontraron otra forma de explotación. Jornadas extenuantes por apenas siete centavos la hora —menos aún para las mujeres—, condiciones laborales durísimas y una lógica despiadada: los trabajadores eran simples números en un cartel, y quién no alcanzaba el mínimo de producción era despedido sin miramientos. 

Fue en esa rutina implacable donde se templó el carácter de María. En los conventillos de la calle Nueva York, compartiendo piezas de madera, baños comunes y ollas colectivas, se forjó una militante obrera que no tardaría en convertirse en una de las voces más combativas del movimiento sindical de la época. 

Su historia, estuvo marcada por la lucha, la dignidad y una convicción inquebrantable. Mujer de acción, su compromiso con la causa obrera trascendió los discursos: lo suyo era el cuerpo en la calle, la palabra directa y la exigencia concreta. 

Durante una de las visitas de Juan Domingo Perón a Berisso, cuando todavía era coronel y secretario de Trabajo. Mientras la mayoría lo rodeaba con respeto y distancia, María se le acercó sin rodeos. Lo miro a los ojos y le dijo: 

—Coronel, nosotros vivimos en un conventillo. No tenemos donde bañarnos. 

Perón, con tono conciliador, le respondió: 

—Ya va a haber un baño, María. 

Pero ella no se achicó: 

—No queremos baños, queremos casas. 

Esa frase, simple y contundente, resumía el reclamo de miles de familias obreras que vivían hacinadas en los conventillos, en condiciones precarias, compartiendo baños y cocinas, con techos de chapas y paredes de madera que apenas los protegían del frío y la lluvia

 Pocos días después, Perón volvió a Berisso. Está vez no fue solo, llevaba una bandera y un proyecto. En un descampado, donde antes se hacían  carreras cuadreras, se anunció la construcción del Barrio Obrero de Berisso. Las casas, de material, con baño propio y patio, marcaron un antes y un después en la vida de cientos de familias trabajadoras. 

Una llama que sigue encendida

En la Argentina de 2025, marcada por la fragmentación política, el avance de discursos individualistas y el retroceso de derechos laborales conquistados con décadas de lucha, la figura de María Bernabitti de Roldán resurge como un faro ético y colectivo. Su historia no es solo memoria: es advertencia, inspiración y propuesta.

Mientras se debaten reformas que afectan a los trabajadores, se recortan políticas de cuidado y se intenta desarticular el tejido sindical, recordar a María es recordar que hubo una vez una mujer que, desde un conventillo, exigió casas dignas; que irrumpió en una fábrica para encender la marcha del 17 de octubre; que desafió a la patronal inglesa y al machismo gremial con la misma convicción. Su cuerpo en la calle, su palabra directa, su gesto de pacto, siguen siendo lecciones urgentes.

María no fue una excepción. Fue parte de una genealogía de mujeres que hicieron del sindicalismo un espacio de lucha, cuidado y reparación. Hoy, cuando el país vuelve a preguntarse por el sentido de lo colectivo, su nombre se convierte en símbolo de una ética obrera que no separa lo sindical de lo femenino, lo político de lo afectivo.

Recordarla no es solo un acto de justicia histórica. Es una invitación a volver a mirar el país desde abajo, desde las ollas compartidas, los baños comunes, las marchas improvisadas y los pactos que nacen del coraje. María Roldán encendió la chispa del peronismo, pero también la de una Argentina que aún puede ser justa, digna y profundamente humana.

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El legado de las Abuelas en la Argentina de hoy 

El legado de las Abuelas en la Argentina de hoy 

TIEMPO DE LECTURA: 4 min.

El 22 de octubre se conmemora en Argentina el Día Nacional del Derecho a la identidad, una fecha profundamente significativa que rinde homenaje a la incansable de las Abuelas de Plaza de Mayo. La efeméride fue establecida por el Congreso Nacional en 2004 mediante la Ley N.°26.001.

¿Por qué se celebra este día? 

Durante la última dictadura cívico-militar (1976 – 1983), cientos de bebés fueron apropiados ilegalmente por las fuerzas represivas, tras el secuestro y desaparición de sus padres. Las Abuelas de Plaza de Mayo (organización fundada formalmente el 30 de abril de 1977),  fueron seleccionadas el 22 de octubre como símbolo de su trabajo incansable y como una fecha que representa el inicio de su visibilización pública.

Comenzaron una lucha histórica para localizar y restituir la identidad de esos niños y niñas, muchos de los cuales crecieron sin saber su verdadero origen. Este crimen, considerado de lesa humanidad, vulnero el derecho más esencial: el derecho a saber quienes somos. 

La lucha de Las Abuelas de Plaza de Mayo, que comenzó con valentía en plena dictadura, logró articular ciencia, justicia y memoria. Gracias a su impulso, se creó el Banco Nacional de Datos Genéticos y se desarrollaron técnicas pioneras de identificación de ADN. Hasta hoy, 140 personas han recuperado su identidad, pero aún quedan cientos por encontrar. 

La sanción de la Ley N.° 26.001 en 2004 institucionalizó esta fecha en el calendario oficial, reconociendo el rol de las Abuelas y promoviendo la enseñanza del derecho a la identidad en las escuelas. Esta política de memoria, verdad y justicia se convirtió en un pilar de la democracia argentina, aunque esto no esté exento de tensiones y retrocesos. 

Más que sola una efeméride

El Día del Derecho a la identidad no es solo una simple jornada conmemorativa. Es también una interpelación profunda a la sociedad: ¿Qué significa la identidad en un país que aún busca a sus nietos? ¿Cómo se construye la memoria colectiva cuando hay silencios que persisten? 

En tiempo donde los discursos negacionistas resurgen y la desinformación amenaza los consensos democráticos, esta fecha cobra una relevancia renovada. Este día es una oportunidad para preguntarnos qué tipo de democracia queremos. Una que se conforme con el olvido, o una que se comprometa con la verdad. Porque no hay ciudadanía plena sin identidad, y no hay identidad sin memoria.

Este día recuerda que la democracia argentina se construye sobre los escombros de una dictadura que quiso borrar cuerpos, nombres y vínculos. La sustitución de la identidad de esos menores, realizada durante la dictadura y como parte de un plan sistemático de robo de niños y niñas, es un delito que no solo se cometió durante este tiempo histórico, sino que aún persiste. 

Desde hace 48 años, la organización Abuelas de Plaza de Mayo realiza un admirable trabajo para la restitución de las identidades a sus nietos. En todo este tiempo han logrado la resolución de 140 casos. En honor a este trabajo de búsqueda constante e incansable, el 16 de diciembre del 2004, el Congreso de la Nación instituyó el 22 de octubre como el Día Nacional del Derecho a la Identidad. 

La búsqueda sigue 

Las Abuelas de Plaza de Mayo continúan una lucha que lleva 48 años: la búsqueda de los nietos y nietas apropiados. Aún faltan encontrar a cientos de personas. Si alguien nacido entre 1975 y 1983 tiene dudas sobre su origen, podría ser uno de esos nietos o nietas. Puede acercarse a la organización a través de su sitio oficial abuelas.org.ar  o contactar a la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CoNaDi). 

La defensa del derecho a la identidad no es solo tarea de las Abuelas: es responsabilidad de toda la sociedad. Por eso, se invita a quienes tengan información relevante a acercarla a la organización. Cada dato puede ser clave para reconstruir una historia, para restituir un vínculo, para reparar una vida.

Desde septiembre y hasta el 22 d4e octubre se desarrolla la campaña #SoyDeAbuelas, con el objetivo de fortalecer la búsqueda y conmemorar los 48 años de lucha. En su sitio oficial, las Abuelas explican que buscan visibilizar su trabajo y la continuidad de la búsqueda de más de 300 nietos y nietas que aún no conocen su verdadera identidad.

En su sitio, las Abuelas reflexionan:

“Memoria e Identidad van de la mano para sostenernos como pueblos y evitar la repetición de delitos tan aberrantes como los cometidos por el terrorismo de Estado.”

Este día no es solo una efeméride. Es una interpelación ética, una invitación a mirar hacia adentro, y una oportunidad para transformar el silencio en memoria, y la memoria en acción.

 









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ATE Capital: la Justicia ordenó suspender los coseguros discriminatorios

ATE Capital: la Justicia ordenó suspender los coseguros discriminatorios

TIEMPO DE LECTURA: 2 min.

El Juzgado Nacional del Trabajo N.º 69 resolvió suspender el cobro de coseguros por parte de la obra social de UPCN, una práctica que afectaba a miles de trabajadores del Estado. La decisión, impulsada por la Asociación de Trabajadores del Estado, sienta un precedente clave en la lucha por la igualdad en el acceso a la salud y la defensa de los derechos colectivos.

En un nuevo triunfo para las y los trabajadores estatales, la Justicia ordenó suspender el cobro ilegal y discriminatorio de coseguros por parte de la Obra Social Unión Personal (UPCN). La medida fue dictada por el Juzgado Nacional de Primera Instancia del Trabajo N.º 69, que consideró que la práctica vulneraba el derecho a la salud y la libertad sindical de quienes no pertenecen a ese gremio.

El fallo establece que la obra social deberá mantener la bonificación del coseguro para todos los afiliados, estén o no afiliados a UPCN, bajo apercibimiento de multas diarias en caso de incumplimiento. Además, ordena inscribir el caso en el Registro Público de Procesos Colectivos, reconociendo que se trata de una causa de incidencia colectiva que involucra a todo el universo de trabajadoras y trabajadores del Estado.

Desde la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) Capital, organización que viene denunciando esta situación hace años, celebraron la resolución como una victoria colectiva frente a la desigualdad estructural que atraviesa al sistema de salud estatal. “El coseguro es ilegal; seguimos luchando por la igualdad de cobertura médica para todas y todos los estatales”, expresaron desde el sindicato.

El juez José Ignacio Ramonet, en su dictamen, sostuvo que el pago del coseguro condicionaba el acceso a prestaciones médicas y “obligaba” de hecho a los trabajadores a afiliarse a UPCN, generando una discriminación contraria al derecho constitucional a la libre afiliación sindical. También reconoció el “peligro en la demora”, señalando que de no dictarse la medida cautelar, se afectaría de manera directa el derecho a la salud del colectivo involucrado.

La resolución no solo devuelve justicia en un ámbito sensible como el de la salud, sino que exhibe la necesidad de revisar el funcionamiento de las obras sociales y sus mecanismos de financiamiento. En tiempos de ajuste y desregulación, este fallo reafirma la importancia de la organización sindical y la acción colectiva como herramientas de defensa de los derechos laborales.

Desde ATE Capital remarcaron que este logro es parte de una disputa más amplia por la democratización del Estado y la equidad en los servicios públicos, recordando que el acceso a la salud no puede estar condicionado por la afiliación gremial ni por intereses corporativos.

Finalmente, la sentencia constituye una advertencia a las prácticas desleales y discriminatorias dentro del sistema sindical argentino, y marca un paso más en la pelea por una salud pública, universal y sin privilegios. Porque cuando las y los trabajadores se organizan, la justicia también puede convertirse en una trinchera de dignidad.

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