Desde los disturbios en Stonewall hasta la conquista de derechos fundamentales, la historia de la comunidad LGBTIQ+ muestra resistencia, organización y avance social. A pesar de todos los logros obtenidos, el contexto actual sigue planteando desafíos, desde el aumento de discursos de odio hasta la mercantilización de la diversidad.
“Lleva tu orgullo. Vive tu orgullo.
Sé tu orgullo.
Y se amable, todos merecen
ser felices. Los derechos humanos
pertenecen a todas las personas”.
Luke Evan
Cada junio, el mundo se viste de los colores del arcoíris para celebrar el Mes del Orgullo LGBTIQ+, una conmemoración que va mucho más allá de los desfiles y festivales. Su origen se remonta al levantamiento de Stonewall en 1969, un momento clave en la historia de la comunidad LGBTIQ+, donde la resistencia contra la violencia policial marcó el inicio de un movimiento global por los derechos y la visibilidad.
Desde entonces el Pride ha evolucionado de una protesta reivindicativa a una celebración. El Mes del Orgullo es un récord de la lucha como una afirmación de identidad, donde activistas continúan exigiendo igualdad, justicia y reconocimiento.

La revuelta de Stonewall consistió en una serie de manifestaciones en protesta contra una redada policial que tuvo lugar en la madrugada del 28 de junio de 1969, en el pub conocido como Stonewall Inn.
Durante las décadas de 1950 y 1960 lesbianas, gays, bisexuales y trans estadounidenses debían enfrentarse a un sistema legal hostil. Sin embargo, los últimos años de la década de 1960 fueron muy turbulentos, ya que en ese periodo había muchos movimientos sociales activos.
Eran realmente pocos los establecimientos que acogían a personas abiertamente homosexuales durante estas décadas. Los que sí lo hacían eran generalmente bares. El Stonewall Inn, en aquella época, era propiedad de la mafia. Servía a una gran variedad de clientes, pero era conocido por ser popular entre las personas más marginadas de la comunidad.
Las redadas policiales en los bares gays eran rutinarias durante la década de 1960, pero los agentes perdieron rápidamente el control en Stonewall Inn y atrajeron a una muchedumbre, provocando que se revelasen. Tras los disturbios de Stonewall, gays y lesbianas de Nueva York hicieron frente a obstáculos de índole generacional, de clase y de género para formar una comunidad cohesionada.
Entre las figuras más destacadas que le hizo frente a la policía está Marsha P. Johnson, una activista que desempeñó un rol crucial en la organización de la comunidad.

Conocida como la madre de la Comunidad LGBTIQ+, Marsha P. Johnson nació el 24 de agosto de 1945 en Nueva Jersey. Fue considerada como una de las activistas más importantes de los enfrentamientos con la policía de los disturbios de Stonewall.
A principios de la década de 1970, Johnson, junto con su amiga Sylvia Rivera, co-fundaron la organización Street Transvestite Action Revolutionaries, con el objetivo de brindar apoyo a personas trans sin hogar. También fue una destacada activista contra el VIH/SIDA, participando en ACT UP, un grupo de lucha por la visibilidad y el acceso a tratamientos para personas afectadas por la enfermedad. Además de ser activista, Johnson fue artista y modelo, colaborando con Andy Warhol en su serie de polaroids titulada Ladies and Gentlemen.
Finalmente en 1992 Johnson desapareció y seis días después la policía encontró su cuerpo. Según se informó nadie más había sido responsable de su muerte que por supuesto trajo protestas de sus allegados, afirmando que los ataques a personas homosexuales y trans eran comunes.
1970: El inicio de una revolución
El 28 de junio de 1970, al cumplirse un año de los disturbios en Stonewall, activistas organizaron la primera Marcha del Orgullo, en ciudades como Nueva York, Los Angeles, San Francisco y Chicago. La más emblemática fue la de Nueva York, llamada Día de la Liberación de Christopher Street, que reunió a miles de personas en una caminata desde el bar Stonewall hasta el Central Park.
Aquella manifestación marcó un antes y un después en cuanto a las marchas a lo largo del mundo. Desde entonces se ha seguido recordando y celebrando el último sábado de cada junio, convirtiéndose en una tradición internacional.
Un año después, el último domingo de junio de 1971, otras muchas ciudades se unieron a las marchas de Christopher Street: Boston, Dallas, Milwakee, París, Berlín Occidental, Estocolmo y Londres. La primera marcha del Orgullo Gay oficial en Europa se celebró en Munster (Alemania), el 28 de abril de 1972.
El impacto en Argentina

Aunque los disturbios de Stonewall ocurrieron en Estados Unidos, su influencia llegó a Argentina a través de los movimientos internacionales. En 1967, dos años antes de Stonewall, se fundó en Buenos Aires el grupo Nuestro Mundo, considerada la primera organización homosexual de América Latina. Este colectivo, sentó las bases del activismo local.
En 1971, Nuestro Mundo se fusionó con otros grupos para formar el Frente de Liberación Homosexual (FLH), una organización pionera que articuló discursos políticos, alianzas con sectores feministas y de izquierda, y una producción intelectual que desafiaba las normas de género y sexualidad impuestas por la dictadura moral de la época. El FLH fue silenciado tras el golpe militar de 1976.
La primera Marcha del Orgullo en Argentina se realizó el 2 de julio de 1992, en la cual participaron unas 300 personas, muchas de las cuales usaban máscaras para evitar las represalias. Los organizadores de esta fueron Carlos Jauregui y César Cigliutti, dos de los referentes de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA).
Tiempo después la marcha se movió a noviembre, específicamente al primer sábado del mes, como conmemoración al grupo Nuestro Mundo, que fue fundado en noviembre. Además para evitar las bajas temperaturas que podían ser perjudiciales para las personas con VIH/SIDA.
Argentina pionera en derechos
Argentina ha sido pionera en la ampliación de los derechos para la comunidad LGBTIQ+ en América Latina y el mundo. Desde la aprobación del matrimonio igualitario en 2010 hasta la ley de Identidad de Género en 2012, el país ha marcado hitos históricos en la lucha por la igualdad.
En comparación con otros países de la región, Argentina lidera el reconocimiento de los derechos, con 13 específicos para la comunidad LGBTIQ+:
1. Matrimonio Igualitario (Ley 26.618): Permite el matrimonio entre personas del mismo sexo.
2. Ley de Identidad de Género (Ley 26.743): Permite a las personas trans cambiar su identidad en documentos sin requisitos médicos.
3. Derecho a la adopción: Parejas del mismo sexo pueden adoptar en igualdad de condiciones.
4. Acceso a tratamientos de salud para personas trans: Incluye cobertura médica para tratamientos hormonales.
5. Protección contra la discriminación: Leyes que prohiben la discriminación por orientación sexual e identidad de género en ámbitos laborales y sociales.
6. Educación Inclusiva: Programas educativos que promueven la diversidad y el respeto por la identidad de género.
7. Reconocimiento de familias diversas: Protección legal para familias homoparentales.
8. Acceso igualitario a técnicas de reproducción asistida: Parejas del mismo sexo pueden acceder a tratamientos de fertilidad.
9. Cambio de nombre y género en documentos oficiales: Sin necesidad de intervención judicial.
10. Protección contra crímenes de odio: Legislación que castiga la violencia basada en orientación sexual o identidad de género.
11. Derecho a la donación de sangre: Sin restricciones discriminatorias.
12. Reconocimiento del género no binario en documentos oficiales.
13. Prohibición de las terapias de conversión o “reorientación sexual”, que buscan modificar la orientación sexual o identidad de género de quien ya decidió por propia voluntad cambiarla.
Las leyes y los decretos que han ampliado los derechos de las personas representan pasos firmes y concretos hacia una sociedad más justa y equitativa. Estos avances no surgieron de la nada: son el resultado de décadas de lucha incansable por parte de organizaciones feministas, colectivas, movimientos sociales y activistas que alzaron la voz frente a las desigualdades históricas y estructurales.
Su persistencia logró que muchas de sus demandas sean finalmente reconocidas y respondidas por el Estado, y en ocasiones, incluso por el propio poder judicial que comenzó a atender y contemplar el profundo malestar expresado por los sectores más minoritarios.
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