La película Belén, dirigida por Dolores Fonzi y basada en el caso real de una joven tucumana encarcelada tras un aborto espontáneo, trasciende el terreno del cine para convertirse en un manifiesto político y social. Con un relato crudo y profundamente humano, la obra expone las tensiones entre justicia, patriarcado y derechos reproductivos en Argentina, al tiempo que dialoga con debates universales sobre libertad y dignidad.
Estreno de una obra que incomoda
La película se basa en la historia de una jóven tucumana que fue encarcelada tras sufrir un aborto espontaneo. El caso narrado en el libro Somos Belén de Ana Correa, se convirtio en un simbolo de la lucha feminista Argentina y tambien en una bandera por el reclamo por justicia reproductiva. No se trata solo de una producción artística, sino de un relato que interpela directamente a las instituciones judiciales y médicas.
“(…) Hay una mujer de unos 30 años en un puesto de venta de ropa en Constitución. Lleva su pelo lacio largo atado y un pañuelo rosa en el cuello. Ese abril no se vende demasiado a causa de la crisis así que puede ver tranquilamente desde el celular el debate por la legalización del aborto en el Congreso de Buenos Aires. Cuando habla la abogada Soledad Deza sobre el caso Belén sube el volumen.
«Vivo en Tucumán. Soy abogada y feminista, y vengo de una provincia que tuvo encarcelada a Belén durante 29 meses a consecuencia de haber sufrido un aborto espontáneo dentro de un hospital. Luego ella fue liberada por el movimiento de mujeres». Marina, la vendedora del local de al lado escucha y le dice:
—No sabía que en tu provincia había pasado eso. Pobre piba. ¿Vos la conocías?
—No, viste que la provincia es grande —responde la joven, que desde que está en Buenos Aires volvió a usar el nombre 14 real, el que usaba el día que la encarcelaron unos cuatro años atrás. Aquí en Buenos Aires nadie sabe que ella es Belén.”
Belén se remonta al caso real ocurrido en Tucuman en 2014, cuando una joven de 25 años ingresó al Hospital Avellaneda con fuertes dolores abdominales y sufrió un aborto espontaneo. En lugar de recibir atención médica adecuada, fue denunciada por el personal de salud y acusada de homicidio, lo que derivó en su encarcelamiento durante casi tres años. El proceso judicial estuvo marcado por irregularidades y por la criminalización de un evento obstétrico, exponiendo las fallas estructurales del sistema judicial y sanitario argentino.
En el marco de la llamada Marea Verde, el movimiento femenista que impulsó la legalización del aborto en Argentina, miles de mujeres y personas gestantes ocuparon las calles desde 2018 con el pañuelo verdecomo simbolo. Tras un primer intento fallido en el Senado, la presión social logró que en diciembre del 2020 se sancionará la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. Este triunfo convirtió a la Marea Verde en referencia regional y consolidó al pañuelo verde como emblema global de justicia reproductiva.
Más allá del expediente judicial, Belén revela la dimensión política de los procesos legales vinculados a la salud reproductiva. La criminalización de la protagonista no puede entenderse sin el contexto de un país donde, hasta 2020, el aborto estaba penalizado y donde sectores conservadores ejercian presion sobre jueces y médicos.
La mirada de la directora
Todo comienza una noche de marzo de 2014, cuando Julieta (Camila Plate) ingresa en un hospital de San Miguel de Tucumán con severos dolores abdominales. Acompañada por su madre, es derivada a la guardia, pide ir al baño y tras unos minutos de sangrado y sudoración, es destinada a ginecología para un legrado de urgencia. Mientras se encuentra en el quirófano irrumpe la policía, la causa de haberse prácticado un aborto, y la esposa a la camilla, todavía con las piernas abiertas y ensangrentada. El fundido a negro nos despega de ese horror y nos conduce dos años después, con Julieta tras las rejas.
El guión, coescrito por Fonzi y Laura Paredes, se construye como un thriller judicial que mantiene la tensión en cada escena. La narrativa logra evitar los golpes bajos y se centra en la burocracia y el lenguaje frío de las instituciones. Visualmente, la película utiliza cuadros cerrados y espacios opresivos para así transmitir el encierro físico y simbólico de la protagonista.
Una de las escenas más potentes es la del juicio: Belén aparece sentada frente a un tribunal que la trata como culpable desde el inicio. La película evita el melodrama y se concentra en el lenguaje técnico y distante de los jueces, reforzando de esta manera la violencia simbólica.
En esta obra, Dolores Fonzi confirma su madurez como directora. Si en su debut con Blondi exploraba la intimidad desde un tono más ligero y cotidiano, en Belén se adentra en un terreno mucho más complejo y político. Para esta obra Fonzi elige un registro sobrio, casi austero, que evita el melodrama y apuesta por la crudeza de los hechos. La cámara pasa a convertirse en un testigo incómodo, que expone la violencia institucional con un realizas que llega a incomodar al espectador.
La interpretación de Camila Plaate como Belén se vuelve el corazón de la película. Su actuación transmite la vulnerabilidad de una mujer reducida a un simple expediente judicial, pero también la dignidad de quién resiste frente a un sistema que se encarga de despojar de identidad. Plaate logra un equilibrio entre fragilidad y fuerza, evitando caer en la victimización. A su lado, actrices como Laura Paredes y Julieta Cardinali aportan matices que enriquecen el relato, mostrando cómo la violencia institucional se extiende más allá de la protagonista.
Además Belén dialoga con una tradición del cine argentino que ha sabido convertir la denuncia en arte. Películas como La noche de los lápices o Argentina 1985 también pusieron en escena lo que es la violencia estatal y la búsqueda de justicia. Mientras que Fonzi se diferencia al situar la violencia en el presente, en un ámbito íntimo y cotidiano como es la salud pública.
Recepción crítica y proyección internacional
La película ha recorrido festivales internacionales y fue seleccionada para representar a Argentina en los Óscar y los Goya, consolidándose cómo fenómeno cultural. Destacando su crudeza y pertinencia que se valora como un aporte al debate global sobre los derechos reproductivos y la justicia de género.
El móvil feminista argentino abrazo esta obra como una herramienta de memoria y denuncia, recordando que, aunque la ley de aborto ya fue aprobada, persisten resistencias culturales y judiciales que afectan a mujeres y personas gestantes.
La Corte Suprema de Tucumán ordenó la liberación de Belén en agosto de 2016, cuando llevaba casi tres años presa. Esto fue posible porque tres meses antes la abogada tucumana Soledad Deza de enteró casi de casualidad que había una mujer presa por aborto espontáneo y a los dos días asumió su defensa. La habían condenado a 8 años de prisión por homicidio agravado por el vínculo. Seis meses después, la misma Corte resolvió su absolución. (Corre, Ana E. 2019)
Belén no es solo una película: es un manifiesto político que incomoda, interpela y exige reflexión. Al transformar este caso judicial en un relato cinematográfico, Fonzi recuerda que el cine también puede ser un espacio de resistencia y memoria, capaz de cuestionar instituciones y denunciar la ausencia del Estado en la defensa de la salud reproductiva.

