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El gobernador de Chubut, Ignacio Torres, terminó de dinamitar la tensión que crecía semana tras semana. Con su promesa de que “no salga una gota más de petróleo” de la provincia, el sureño pone en riesgo el tambaleante superávit fiscal generado por el ajuste de La Libertad Avanza y la pobreza que ya escaló casi al 60%. Por su lado, Milei pone sexta, recorta nuevamente a PBA y sale a cruzar a todo al que se le oponga, incluido Jorge Macri, mientras promete ajusticiar a Torres.

El comportamiento político del presidente de la Nación, Javier Milei, para con los gobernadores de distintos espacios opositores (incluidos sus más cercanos aliados), creó durante el último mes un escenario de máxima tensión entre estos espacios que conforman la división gubernamental y federal de la Argentina.

Tan solo hace una semana, el visible enojo con el presidente por parte del gobernador de Córdoba, Martín Llaryora, que se sumaba al de su colega en Santa Fe, Maximiliano Pullaro, y al de Rogelio Frigerio, de Entre Ríos, dejó la situación al borde de estallar. Fue entonces otro gobernador del PRO, Ignacio Torres de Chubut, quien terminó de encender la mecha debido al descontento por el corte en los giros por coparticipación. El presidente, fiel a su estilo, tiene siempre la última palabra -así sea por una disputa política o por un ataque a una artista- y la guerra terminó de detonar.

“Si no nos quitan la pata de encima, no sale una gota más de petróleo”, fue la frase con la que Ignacio Torres terminó de detonar la potencial pelea entre la Nación y los gobernadores. En paralelo, todas las provincias del sur trabajaban en la conformación de una mesa de apoyo, independientemente del frente partidario al que pertenezcan. Esta discusión ya no tiene que ver colores políticos y con cercanías ideológicas. Del otro lado, en Nación, un tipo con un carácter singular y una definición filosófica nunca antes vista (anarco capitalista) que es pura pólvora conduce su plan de gobierno a 180 kilómetros por hora sin mirar para cruzar hacia los costados. O llega ileso o colapsa fuertemente en el intento.

Semanas antes, el compañero de espacio de Torres y gobernador santafesino, Pullaro, quien fue fuertemente apoyado por Patricia Bullrich en su campaña electoral, afirmó algo similar a lo dicho por el chubutense con respecto a la coparticipación: “No funciona así; que vos te quedas con todo y no repartís nada”. Pullaro es tal vez el primer gobernador en cruzarse con Milei desde el debate por la ley “Bases”, y a él se sumaron posteriormente Llaryora y Rogelio Frigerio, ambos a grandes rasgos debido a los recortes, pero también con la idea de consolidar una defensa en línea de los gobernadores de la zona.

Lo mismo hicieron rápidamente los gobernadores de las “Provincias Unidas del Sur”, como se hicieron llamar bajo un logotipo incluido. Entre ellos se encuentran pertenecientes a Unión por la Patria, como Gustavo Melella de Tierra del Fuego y Alberto Weretilneck de Río Negro, quien fue parte del Frente Renovador, y hasta dirigentes del PRO, como el propio Torres. La promesa de “frenar la producción de petróleo” escalaría el conflicto hasta un punto culmine. El presidente prometió demandarlo legalmente por incumplir obligaciones constitucionales, aunque él tampoco esté cumpliendo del todo al no devolver la coparticipación. Torres respondió que entonces que deberían llevarlo preso.

Por si faltase algo, este comienzo de semana se desayunó con el corte del Fondo para el Fortalecimiento Fiscal de Buenos Aires. Además de los chats privados entre el ministro de Interior, Guillermo Francos, y el ministro de Economía de Chubut, donde se muestra que el primero le asegura al segundo que los recortes fueron “una bajada directa” por enojos con “dichos de tu Gober (Torres)”.

Mientras las peleas y entre dichos se agravan, dos escenarios posibles se avecinan como un peligro inminente: por un lado, sin dudas corre riesgo la unidad nacional y el federalismo, ya que, si bien la respuesta de lucha y unión de las provincias muestra fortaleza, estas mismas podrían recurrir a mecanismos que terminen por fragmentar las jurisdicciones nacionales. Por otro lado, esta pelea podría forzar hasta agotar la paciencia de un presidente que cada vez se encierra más en su falta de pragmatismo y conocimiento, así como en sus caprichos. Sin la entrega de crudo y otros recursos, el tan festejado superávit fiscal que pende de un hilo podría derrumbarse de manera abrupta y con ella la confianza que Milei intenta trabajar en “los mercados inversores”. Este podría ser un knock out para un presidente que en dos meses de gestión doblegó las miserias del país y aceleró de manera profunda la pobreza e indigencia.

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