¿Podrá China cambiar la forma de comprender las relaciones internacionales?

¿Podrá China cambiar la forma de comprender las relaciones internacionales?

TIEMPO DE LECTURA: 9 min.

Xi llama a trascender conceptos obsoletos como el choque de civilizaciones, la mentalidad de Guerra Fría o la de suma cero, y afirma que se ha abierto un nuevo capítulo en las relaciones internacionales, en la antesala de la 25ª Cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái.

Como ya se ha mencionado en anteriores oportunidades, este 31 se agosto y 1ro de septiembre tendrá lugar en la ciudad portuaria septentrional de Tianjin, China, la 25ª Reunión del Consejo de Jefes de Estado de la Organización de Cooperación de Shanghái. Un evento de gran importancia, fundamentalmente en Oriente, que este año podría cobrar una relevancia aún mayor, dado que reunirá a los presidentes y primeros ministros de los principales países de un mundo emergente: Rusia, China, India e Irán.

Si bien esta organización nació en Shanghái allá por 2001, con tan sólo seis integrantes (China, Rusia, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán), en el último tiempo se incorporaron otras naciones (India y Pakistán se unieron en 2017, Irán en 2023, y Bielorrusia en 2024) además de dos observadores (Afganistán y Mongolia) y 14 socios de diálogo (Azerbaiyán, Armenia, Bahrein, Egipto, Camboya, Catar, Kuwait, Maldivas, Myanmar, Emiratos Árabes Unidos, Nepal, Palestina, Sri Lanka y Turkiye), abrazando un total de 26 países de Asia, Europa y África, que la convierten –actualmente- en la mayor organización internacional regional por área geográfica y población.

Un encuentro que lógicamente tendrá a Xi Jimping como principal orador, pero que contará con las visitas estelares tanto del presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin, como del Primer Ministro de la India, Narendra Modi, quien visitará China por primera vez luego de siete años de relaciones bilaterales prácticamente congeladas. Hecho que, claramente, es un mensaje sin precedentes de parte de Nueva Deli para la administración de Donald Trump, más allá del buen vínculo personal o la cercanía ideológica que puedan tener los mandatarios.

Cabe recordar que la confirmación de la participación de Modi en persona, se dio pocas horas/días después de que EEUU anunciara que impondría sanciones secundarias a la India, so pretexto de estar alimentando la maquinaria de guerra rusa, al comprarle hidrocarburos. Cabe destacar que India es el 2do mayor comprador de hidrocarburos rusos, tan sólo después de China. Hidrocarburos que refina y luego vende a otros estados, en su mayoría europeos.

La visita de Modi no es sólo muestra de que la India pretende seguir siendo una nación soberana a la hora de decidir con qué otros países vincularse, también es una muestra cabal de que la palabra de Trump es menos confiable que la de un mitómano. Hoy dice “A”, mañana dice “B” y pasado dice “C”, y lo hace sin ruborizarse. Cosa, que evidentemente ya han comprendido hace bastante tiempo tanto rusos, como chinos, iraníes, y ahora indios (¿?).

El resurgir del dragón

Y en este punto es importante hacer una breve referencia histórica: Si bien en los últimos dos siglos, China vivió un considerable declive en su influencia global, no hay que perder de vista que previo a lo que ellos llaman el “siglo de la humillación” (que esquemáticamente podría enmarcarse entre la Primera Guerra del Opio -1839- hasta unos años después de la Segunda Guerra Mundial -1949-), el gigante asiático representaba algo más del 30% de la economía global. Actualmente es la segunda economía en términos de PBI nominal y la más grande si se mide por paridad de poder de compra, representando entre un 18 y un 20%, por lo cual (en su lógica) aún les resta un buen camino para volver a ser lo que fueron.

Pero la pregunta inicial de si China podrá modificar o cambiar la forma en la que se comprenden las relaciones internacionales va un paso más allá de estos hechos particulares: en los estudios sobre relaciones internacionales, que nacieron hace relativamente poco tiempo, prácticamente todas las teorizaciones estuvieron, o producidas, o fuertemente influenciadas por Occidente. Ya sea la teorización de la considerada corriente realista (y sus derivaciones), la utopista (y sus derivaciones), las marxistas (y sus derivaciones), o la constructivista (y sus derivaciones), todas se han visto atravesadas por el prisma académico/político/económico/cultural impuesto por el sistema mundo llamado modernidad, del que ya se ha reflexionado en reiteradas oportunidades.

Con el capitalismo como ordenador, sobre todo de las formas de acumulación, pero también con toda una maquinaria simbólica detrás, todas las formas de pensar las relaciones internacionales estuvieron atravesadas por esas lentes.

El punto es que, en los últimos 50 años, más particularmente, en los últimos 20, el modelo chino logró sacar a más de 800 millones de personas de la pobreza y la indigencia, se convirtió en líder en desarrollo tecnológico, es el motor productivo del mundo, e hizo todo eso -como diría el dicho- “sin tirar un solo tiro”, demostrando que la cooperación, el respeto a la diversidad civilizatoria y el trabajo en beneficio mutuo, son mucho más rentables que las lógicas de imposición por la fuerza, los tratados donde solo ganan algunos, o las Guerras Eternas que propone Occidente.

¿Quién habría pensado que alguien osaría cuestionar el dólar como moneda de reserva o de intercambio comercial antes de que se produjeran las sanciones a Rusia por la OME en Ucrania? Quizás, prácticamente nadie. Y pese al crecimiento del oro y otros metales, hoy la crítica suena cada vez con más fuerza, sobre todo, entre las naciones que se ven afectadas por el uso cuasi militar del dólar, del sistema de pagos internacionales (SWIFT), o incluso de las medidas coercitivas unilaterales como la imposición de sanciones o aranceles.

Sin dudas, para comprender mejor la pregunta que se hacía algunas líneas atrás, habría que estudiar de manera más acabada cómo fue el proceso histórico que vivió China, cómo confluyeron su tradición y lógicas de gobierno milenarios con un Partido Comunista que ha sido flexible a los cambios de estrategias y de tácticas para alcanzar el punto en el que hoy se encuentra el país. Es una tarea, sin dudas, más que interesante para intentar comprender qué enseñanzas podemos aprender y en base a ellas, qué tipo de planificación y propuesta políticas podemos construir de este lado del globo.

Lo que sí es innegable es que China está cambiando las lógicas. No sólo de vinculación internacional, sino de comprensión de lo que implica un buen gobierno; si la democracia representativa liberal, tal y como la conocemos, es -efectivamente- el mejor sistema de gobierno, o no; entre un sinfín de prácticas y lógicas que se escapan a los modos de pensarnos bajo la lógica Occidental globalizada en los últimos siglos.

A modo de ejemplo, en una entrevista recientemente publicada por el periodista norteamericano, Ben Norton, el destacado politólogo y académico chino, Zhang Weiwei, explica que el modelo chino, políticamente, es un partido político (el comunista) holístico, a diferencia del modelo occidental, donde los partidos políticos son de interés parcial, o de interés partidista. China, fue unificada por primera vez en el año 221 antes de Cristo, “es un estado civilizatorio, lo que significa que es una fusión de cientos de estados en uno a lo largo de su larga historia”. Y detrás de esa unificación hay un sistema de lo que aquí se llamaría de “examen” de los servidores públicos. Según explica, “tenés que pasar todo tipo de exámenes y pruebas hoy: tu experiencia laboral, tu rendimiento”, y se elige a los que mejor resultados obtengan, por lo cual “si nos fijamos en los principales líderes nacionales de China, los siete primeros, los miembros del Comité Permanente del PCCh, la mayoría de ellos sirvieron a tres mandatos como el número uno de una provincia, secretario del partido o gobernador. Así que, literalmente, han gobernado a más de 100 millones de personas antes de llegar a la posición actual”.

Económicamente, China, se podría llamar “una economía de mercado socialista”, o un proyecto de “socialismo con características chinas”, o lo que el analista geopolítico, filósofo e influenser brasileño-mexicano, Diego Ruzzarín, cita permanentemente: la definición del destacado economista brasileño, Elias Rebbour quien afirma que la nomenclatura académica para definir a China es como “nueva formación socioeconómica con orientación socialista”. Un proceso de ensayo y error, de apertura y control, que encontró un equilibrio particular después de décadas de experiencias acumuladas.

Volviendo a Weiwei, este afirma que, socialmente, “en lugar del modelo occidental de enfrentar a la sociedad contra el Estado, China es un Estado y una sociedad que se dedica a relaciones mutuamente positivas”, por lo que es mucho más reactivo a los problemas que puedan surgir.

El destacado académico, de alguna manera, sintetiza la descripción señalando que la clave es el “equilibrio de poder”, donde “el dominio político, el poder social, el poder del capital y el poder político, están a favor de la mayoría de la población”, a lo que agrega que “China se centra en primer lugar en el propósito de la buena gobernanza y en cómo lograr la buena gobernanza”.

En definitiva, un proceso político, social, cultural y económico, donde el objetivo está puesto en resolver los problemas de su pueblo. Un proceso verdaderamente meritocrático, donde para llegar a lugares de decisión hay que demostrar resultados concretos; donde el mercado está subordinado a las definiciones políticas del Estado en post del bien colectivo (recordemos la frase de Deng Xiaoping: “El mercado es un pésimo amo, pero un excelente esclavo“); y donde lógicamente, el poder económico de los privados no tiene la influencia o el peso en la toma de decisiones políticas, como sucede en Occidente.

Más allá de la planificación concreta de los lineamientos de trabajo, para la próxima década, que surjan de esta reunión de la OCS, el slogan “El espíritu de Shanghai con renovada vitalidad” propuesto por la presidencia pro-tempore de China para esta 25ª cumbre de la OCS, pretende “trascender conceptos obsoletos como el choque de civilizaciones, la mentalidad de Guerra Fría y la mentalidad de suma cero, ha abierto un nuevo capítulo en las relaciones internacionales y se ha ganado un reconocimiento creciente por parte de la comunidad mundial“, tal como indicó Xi.

Pero no todos los ven como algo materializable, al menos no en el corto plazo. Uno de ellos es, por ejemplo, el profesor de seguridad internacional en la Universidad de Birmingham, Stefan Wolff, quien en su artículo “Xi, Putin, Modi no se pondrán de acuerdo sobre algo importante en la cumbre de la OCS”, afirma que estos mandatarios no presentarán los lineamientos concretos para un proyecto alternativo al dominante durante el “siglo americano”.

Y si bien nadie puede afirmar que no habrá obstáculos, o que el imperio americano (u Occidental y decadente) no luchará por seguir dominando el sistema, retomando a Weiwei, hay que decir que “es inevitable, la multipolaridad ya está ahí, pero lo que necesitamos es un orden mundial multipolar. Esto todavía está en ciernes”.

China está demostrando que se puede construir de otra manera, está dando el ejemplo. Es la primera vez en la historia reciente que un proyecto político, no capitalista, está disputando los sentidos a nivel global, incluso en el ámbito de las relaciones internacionales y sus posibles teorizaciones futuras. Y dado el descalabro generalizado que es el Occidente Colectivo, habrá que ver por cuánto tiempo siguen primando las especulaciones de un anquilosado póker con olor a pólvora (de cañones), y cuán rápido emerge una propuesta alternativa que mezcle los razonamientos de juegos como el ajedrez (Rusia), el tawlé (Irán), el Pachisi (India) y el Wéiqí (o “Go” chino).

Nicolás Sampedro

Prefiero escucha antes que hablar. Ser esquemático y metódico en el trabajo me ha dado algún resultado. Intento encontrar y compartir ideas y conceptos que hagan pensar. Me irritan las injusticias, perder el tiempo y fallarle en algo a les demás.

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Un proyecto a largo plazo

Un proyecto a largo plazo

TIEMPO DE LECTURA: 7 min.

En principio hay que hacer un poco de memoria. Es necesario recordar que la cultura y tradición del gigante asiático es milenaria, una de las más antiguas que tienen vigencia hasta nuestros días. Y si bien no siempre fue igual, ese imaginario colectivo, esas tradiciones e historia común, son en gran medida una de las principales fortalezas del presente de esa nación.

Cabe recordar, además, que antes de la victoria de la Revolución encabezada por Mao Tse-Tung, los británicos invadieron China (en el siglo XIX) e intentando imponer su forma de comprender el mundo: desde una mirada occidental y bajo la influencia judeo-cristiana. El profesor venezolano en asuntos internacionales, Miguel Ángel Del Pozo Roquete analiza estos hechos y como influyeron en el devenir del pensamiento chino en un recomendable artículo publicado estos días.

Foto: ElDiarioAR.com

También es importante analizar la influencia de la soviética luego de la revolución del 17. Este sería otro factor clave en la construcción del comunismo con características chinas, ese que hoy ostenta el gigante asiático. El colega Sergio Rodríguez Gelfesntein analiza este hecho particular, desde la llegada de las ideas comunistas provenientes de occidente hasta el triunfo de la revolución.

Lo concreto es que desde aquella jornada de 1921 en la que 50 militantes se propusieron desarrollar al país bajo las ideas del marxismo, la República Popular China tuvo un norte concreto. El PPCh poco a poco fue copando cada rincón de la vida política e institucional del país. Tal como sostiene el Director del Observatorio de la política China, Xulio Ríos: “la historia del PCCh es, en gran medida, la historia de la propia China en los últimos cien años”.

Como analizan varies autores, la vida política del gigante asiático tuvo mutaciones y momentos de cambio que abrieron puertas a otros caminos, sin que ello signifique perder de vista el objetivo principal: recuperar el lugar en el mundo que ellos creen merecer.

Mao y la Revolución Cultural

Durante el tiempo de Mao Tse-Tung (1935-1978) la fuerza de la ideología y la voluntad como instrumento motivador buscaron dar respuestas a un país atrasado y deshecho por décadas de guerras. Con una impronta ofensiva, Mao intentó recuperar el control de todo el territorio chino, desmembrado por la guerra y la ocupación occidental, especialmente el Tíbet y Taiwán.

No es casual que fuera precisamente Mao quien diseñara el concepto de “Una sola China” según el cual el país sólo tendría relaciones diplomáticas con aquellos países que desconozcan a la Taiwán como Estado independiente. En paralelo el líder chino buscó reposicionar a su país en el orden internacional. Y dadas las condiciones en las que había quedado el país en el período de post guerra, Mao se alió con la URSS para impedir que EEUU o Japón puedan atacarla. De hecho junto con la URSS apoyaron a los norcoreanos en su enfrentamiento con los ejércitos norteamericanos y de la ONU entre 1950 y 1953.

Pero, tras la muerte de Stalin, Mao se fue alejando paulatinamente de su alianza con los soviéticos (incluso llegaron a tener un breve conflicto  fronterizo en el 69), y dado que no podía aliarse con EEUU por su apoyo a Taiwán, optó por despegarse de la lógica de bloques (impuesta por la Guerra Fría) y apoyar a los países en vías de desarrollo. Allí comenzó a vincularse, por ejemplo, con países como Tanzania o Zambia a quienes concedió un préstamo sin intereses para que puedan construir un ferrocarril entre ambas naciones.

Ya para 1971 Mao había conseguido un asiento en la ONU, con la consecuente expulsión de Taiwán. Una victoria bajo la política de “Una sola China”. Paralelamente comenzó a incrementar las relaciones políticas con EEUU y al año siguiente, luego de más de dos décadas sin relaciones con EEUU, el propio Richard Nixon visitaría Pekín.

Deng XIaoping y la “apertura al mundo”

En 1978 tras casi dos años de la muerte de Mao, Deng Xiaoping será quien tome las riendas de la nación, abriendo una etapa de reformas y aperturas que buscaban fomentar las inversiones externas. Deng entendió que para que eso sucediera debía lograr que los países capitalistas vean China como un país fiable y dispuesto a tener buenas relaciones.

Foto: CGNT

Este período se caracterizó por la diplomacia y no por las armas. Fruto de esa política recuperaría el control sobre Hong Kong y Macao, que habían sido colonias británica y portuguesa respectivamente. Bajo el diseño de “un país, dos sistemas”, otorgó a esos territorios un carácter semi autónomo a cambio de que volvieran a pertenecer a China.

La era de Deng Xiaoping no sólo estuvo marcada por la recuperación territorial, también siguió creciendo en la arena internacional y en 1979 se establecieron relaciones diplomáticas con EEUU, lo que obligó a este último a renunciar a sus relaciones con Taiwán. Sin disparar un tiro Deng privó a la isla de su mayor aliado, aunque continuarían extraoficialmente.

Según algunes analistas la mancha en el zapato de la gestión de Deng fue la pésima gestión de las manifestaciones de la plaza de Tiananmén en 1989, donde se estima que luego de la represión militar quedó un saldo de entre 200 y 10 mil muertes. Este episodio, haría comprender a Deng y a su sucesor que cualquier error similar podría llevarlos a confrontar con la famosa “Comunidad Internacional”, dando origen años a la doctrina de “desarrollo pacífico”.

La era Xi

Pasaron 20 años desde la salida de Deng Xiaoping hasta la llegada de Xi Jimping al poder. En un contexto donde China ya era la segunda economía del mundo (encaminada a convertirse en la primera) y uno de los actores de peso en el concierto de naciones.

Foto: El Mundo

Con Xi a la cabeza, China parece estar dispuesta a enfrentarse a cualquier otra potencia que pretenda generarle ruidos internos. De ahí la política de control total sobre los intentos separatistas o las protestas contra del Estado Central. Sea en Taiwán, Hong Kong, el Tíbet o Sinkiang, el mandatario chino ha advertido a países como el Reino Unido o EEUU que  “cualquier intento para poner en peligro la soberanía y seguridad de China o desafiar el poder del Gobierno central es absolutamente inadmisible”.

Bajo la era Xi, China se catapulta buscando convertirse en la primera potencia global. Ambiciosos planes como la iniciativa Belt and Road o su plan tecnológico Made in China 2025, ya instalado como líder en el desarrollo de las redes 5G y 6G, en Inteligencia Artificial e incluso metiéndose en la carrera aeroespacial.

Si bien China es el mayor emisor de Gases de Efecto Invernadero, Xi Jimping se ha propuesto reconvertir la matriz energética del país asiático, siendo hoy por hoy el mayor productor de energía eólica, hidroeléctrica y solar, duplicando y hasta triplicando a su sucesor  directo, que en todos los casos es EEUU.

Además de ser “la fábrica” del mundo, China ha ocupado lugares estratégicos en áreas que serán vitales para el futuro del planeta, por ejemplo el sector tecnológico. A modo de ejemplo, China es uno de los países con mayores reservas comprobadas y el principal productor de “tierras raras”, minerales claves para la industria tecnológica y para la militar.

Algunas apreciaciones finales

Como se puede observar el devenir de China en el último siglo estuvo anclado a la Partido Comunista Chino, a su disciplina y a saber acomodarse a los tiempos que corrían en cada momento histórico.

Foto: Misión Verdad

Un objetivo a largo plazo con una estrategia precisa y concreta, paciente para avanzar a paso firme y diversas tácticas que fueron mutando de acuerdo a las lecturas geopolíticas y geoeconómicas de cada momento. Características que le permitieron adaptarse sin perder de vista le objetivo final.

Bajo los Cinco Principios de Coexistencia Pacífica (respeto mutuo por la soberanía y la integridad territorial; no agresión mutua; no interferencia en los asuntos internos de otros países; igualdad y beneficio mutuo; y coexistencia pacífica), la China de Xi Jimping avanza hacia el centenario de la Revolución del 49, anunciando la erradicación la pobreza extrema de todo el territorio, que es lo mismo que haber sacado de esa condición a más de 800 millones de personas y proponiéndose concluir la obra que comenzara hace un siglo.


Bibliografía

https://dossiergeopolitico.com/2021/07/01/geopolitica-1-los-chinos-vienen-marchando-eeuu-retrocede-el-ru-cae-rusia-se-recupera/
https://www.escenariomundial.com/2021/07/01/evento-de-honor-en-china-a-100-anos-de-la-creacion-del-partido-comunista/
https://elordenmundial.com/mapas/mapa-energia-hidroelectrica-mundo/
https://elordenmundial.com/que-son-las-tierras-raras-imprescindibles-en-la-guerra-tecnologica/
https://elordenmundial.com/mapas/empresas-mas-ingresos-mundo/
https://elordenmundial.com/mapas/mapa-centrales-energia-eolica/
https://elordenmundial.com/mapas/grandes-productores-energia-solar-mundo/
https://elordenmundial.com/politica-exterior-china/
https://elordenmundial.com/por-que-se-sigue-considerando-a-china-una-economia-en-desarrollo/
https://www.alainet.org/es/articulo/212822
https://www.alainet.org/es/articulo/212883
https://www.alainet.org/es/articulo/212794
https://www.alainet.org/es/articulo/212482
https://www.alainet.org/es/articulo/212209

Nicolás Sampedro
Nicolás Sampedro

Prefiero escuchar antes que hablar. Ser esquemático y metódico en el trabajo me ha dado algún resultado. Intento encontrar y compartir ideas y conceptos que hagan pensar. Me irritan las injusticias, perder el tiempo y fallarle en algo a les demás.

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