SACAU: Una reforma en la Universidad ¿Para qué?

SACAU: Una reforma en la Universidad ¿Para qué?

TIEMPO DE LECTURA: 8 min.

La propuesta nacida en el seno político del macrismo, aprobada en el Frente de Todos, y desplegada por La Libertad Avanza propone algunas soluciones a las problemáticas estudiantiles en búsqueda de “agilizar” ciertos procesos. ¿Una respuesta pensada para un proyecto de país o adaptada a un mercado precarizado en el tiempo líquido actual?

A la hora de discutir la educación argentina en el nivel universitario aparece en medio del camino el proyecto “SACAU”, que tras años de sobrevolar como propuesta, comienza a calar hondo en el sistema. Esto sin dudas sucede en el actual contexto político en donde el gobierno de La Libertad Avanza absorbe cualquier propuesta que signifique recorte de presupuesto, pero ¿qué es el SACAU?

El “Sistema Argentino de Créditos Académicos Universitarios” es un régimen que propone una reforma en la manera de transitar el recorrido académico superior, así como su finalización. Consiste en la acreditación a carreras en la educación superior universitaria argentina a través de una nueva unidad de medida académica denominada “CRE”: Créditos de Referencia del Estudiante”.

Esta nueva normativa se implementaría a través de la modificación de los planes de estudios vigentes de todas las carreras de pregrado y grado del país, lo cual implicaría que la acreditación de materias ya no se organice mediante las horas de cursada como unidad de medida académica, sino con Créditos de Referencia del Estudiante.

Estos créditos expresan no solo las horas de cursada (en modalidad presencial o virtual), sino también el tiempo total de dedicación del estudiante: estudio, preparación de exámenes, resolución de actividades, elaboración de trabajos y proyectos, etc. Cada crédito académico equivaldrá a entre 25 y 30 horas de dedicación académica. Los planes de estudio deberán organizarse con un promedio de 60 créditos anuales.

A partir de esto, la medida dispone que todas las carreras que soliciten reconocimiento oficial y validez nacional tienen tiempo hasta 2027 para adaptar sus planes de estudio a esta exigencia, con la posibilidad de prórroga por hasta dos años para su implementación. La Subsecretaría de Políticas Universitarias del Ministerio de Capital Humano será la autoridad de aplicación e interpretación de la normativa y acompañará el proceso de implementación junto al Consejo de Universidades.

Más allá de estas primeras líneas, aún existen muchas dudas para gran parte de la comunidad educativa sobre cuál será el resultado de este experimento, principalmente para docentes, estudiantes y gremios que no formaron parte de los debates, ni fueron consultados respecto de su opinión ante esta renovación del sistema universitario. Así lo asevera Yamile Socolovsky, directora del Instituto de Investigaciones de la CONADU: “Tenemos muchísimas preguntas y unas cuantas preocupaciones en torno a esto”, dijo a Radio Trinchera. Entonces; ¿Cómo se aprobó esto? ¿En qué contexto?

Como ya se mencionó anteriormente, el SACAU no es una iniciativa de la actual gestión de la Secretaría de Educación o de la Subsecretaría de Políticas Universitarias, sino que es una propuesta que fue elaborada y acordada por el Consejo de Universidades, es decir, por la reunión de los rectores de las universidades públicas y privadas del país. Esto se formalizó mediante la Resolución 2598/23 del Ministerio de Educación en octubre de 2023, a fines de la gestión del ministro Jaime Perczyk y el gobierno del Frente de Todos.

Además, tiene su antecedente en una discusión que se dio durante el gobierno de Mauricio Macri, cuando anunció la presentación de un gran plan de reforma educativa en el Congreso, que finalmente nunca se aplicó, pero se llamó “Plan Maestro”. El proyecto incluía un capítulo dedicado al nivel universitario en el que incorporaba la creación de un sistema de créditos y de una unidad de medida denominada “reconocimiento de trayectos formativos”.

Sin embargo, el anuncio de su implementación se dio con bombos y platillos ahora, en el gobierno de Javier Milei. En abril de 2025 el Ministerio de Capital Humano, que tiene bajo su paraguas a la Secretaría de Educación de la Nación, y por tanto a la Subsecretaría de Políticas Universitarias, publicó un comunicado en el que celebra el SACAU como un sistema de renovación para las carreras universitarias, ya que promueve “la libertad educativa, la flexibilidad curricular y la movilidad estudiantil”, con el fin de “acortar los tiempos de graduación, al brindar mayor eficiencia y optimización”.

Este impulso de Capital Humano llega tras cambios realizados sobre la normativa anterior del SACAU, que fueron aprobados por el Consejo de Universidades en su Acuerdo Plenario Nº 274 y que se establecen en la Resolución 556/2025. Estas modificaciones no tocan el núcleo de la propuesta, sino que introducen elementos que “flexibilizan su implementación” y amplían los plazos de adopción obligatoria, lo cual “refleja un consenso del sistema universitario para facilitar una transición ordenada hacia este nuevo sistema”, según  destacó Natalia Doulián, Directora General de Formación de la UNSAM, en un informe en el que analiza la evolución normativa del SACAU entre 2023 y 2025.

¿Qué objetivo tiene?

En primer lugar, el principal argumento que se suele esbozar para la defensa de estas acreditaciones es que responde a la problemática de la brecha existente entre la duración “teórica” y “real” de las carreras universitarias. Es decir, esta idea de que los estudiantes tardan mucho más en recibirse de lo que establecen los planes de estudio y que para resolver esto es necesario acortar la duración de las carreras. Una respuesta rápida y fácil a un problema real y que esquiva la discusión sobre la urgencia de verdaderas políticas de permanencia estudiantil que generen condiciones dignas para el tránsito académico de los estudiantes. 

Una segunda cuestión que aparece como objetivo es que “favorece la movilidad estudiantil” y el reconocimiento de trayectorias formativas entre instituciones dentro del país, y facilita el intercambio entre sistemas universitarios de distintos países y regiones. Esto supone una fuerte homologación de la organización curricular del sistema universitario público en Argentina con las universidades privadas y, a su vez, de estos con los de otros países, particularmente con el sistema europeo y anglosajón.

En la actualidad, retumba con gran potencia que estas acreditaciones, también dibujadas con el nombre de “títulos intermedios”, son una solución deseada ante la problemática de la salida laboral de los estudiantes, principalmente en un contexto de empobrecimiento generalizado en el que la mayoría depende de ingresos propios para poder sostener sus estudios.

De esta forma, los estudiantes podrían salir al mundo laboral acreditando una parte de las materias y contenidos de sus carreras que le son funcionales para ciertos trabajos. Esto en gran medida puede ser bien recibido por gran parte del estudiantado para facilitar los caminos de las búsquedas laborales. 

No obstante, es importante recordar que esta discusión se dió a espaldas de los claustros estudiantiles y docentes, y que el riesgo de transitar hacia una desintegración de las trayectorias académicas es alto, sumado a que el benefactor presentado no sería más que la mera adaptación de la universidad argentina a las necesidades del mercado y de un mundo laboral precarizado.

Para los rectores y otras autoridades universitarias, el SACAU es una gran ayuda para el aumento en los números de estudiantes graduados, ya que el presupuesto que reciben las casas de estudio depende fundamentalmente de las cifras de recibidos que presenta. Por lo tanto, la inversión en educación superior, en lugar de estar atada a un proyecto de formación y de Nación, queda limitada a los números que muestre cada institución.

Entonces, en vez de tener la universidad como una herramienta al servicio del sistema laboral y de producción que el país necesite, se reduce a ésta en función del actual mercado de trabajo, que, como ya hemos analizado en este medio, y como es de público conocimiento, no estaría resolviendole la vida a los argentinos.

Como no podía ser de otra forma, esta política entra en escena de la mano de un gobierno de corte liberal como el de Javier Milei, en el que se reduce año a año el presupuesto destinado a las universidades, se insulta y ataca a la educación pública, se cancelan las paritarias y los aumentos salariales para los trabajadores de la comunidad educativa, se pretende privatizarla y se recortan becas y otras políticas de permanencia destinadas a los estudiantes y sus familias.

¿Entonces?

Es cierto que en muchos, muchísimos casos, es imprescindible y hasta urgente que los planes de estudios sean revisados, repensados y actualizados. También es cierto que el sistema universitario argentino tiene que atender a las problemáticas estructurales y coyunturales de la comunidad que la compone, mirando con especial precisión las trayectorias académicas, la permanencia, las capacidades y posibilidades de la dinámica social real del mundo del trabajo en el que estamos y al que se insertan los estudiantes durante y después de graduarse. Pero, como indica Yamile Socolovsky, “las respuestas no pueden conducirnos por caminos por los que no queremos ir”.

“Se deben fortalecer las capacidades de la universidad para acompañar esos procesos, se necesitan más recursos mejor orientados, transformaciones a nivel de la propia formación de las y los docentes, y generar otros espacios de construcción colectiva; de una mirada sobre lo que está pasando en el trabajo conjunto entre estudiantes, docentes, no docentes y autoridades”, completa la directora de investigaciones de la CONADU.

Si recabamos en otras opiniones del ámbito de la construcción estudiantil, Octavio “Tato” Miloni, secretario general de ADULP, por ejemplo, explicó en Radio Trinchera que este sistema de acreditaciones “no es un modelo negativo en sí mismo, ya que permite ir certificando las materias aprobadas del estudiantado, porque muchas veces un estudiante tiene que dejar de ir a la facultad y parece que todo lo que hizo no suma nada”. 

Sin embargo, alerta que “depende del contexto en el que se desarrolle”, ya que “si se certifican carreras de grado con menos contenido para vaciar el sistema público educativo o propiciar posgrados arancelados, la Universidad podría convertirse en una góndola de materias en la que se va llenando el changuito hasta que se obtiene un título de grado”.

Además, enfatizó que se debe “poner la lupa en que se garanticen los derechos estudiantiles, los derechos laborales y que una carrera universitaria sea una unidad conceptual”. “Nosotros históricamente concebimos una carrera universitaria como algo más que un conjunto de materias o una trayectoria dentro de la institución. Es un vínculo entre los estudiantes y los docentes, en el marco de una unidad también de lo que propone una universidad con su propia impronta, más integral”, explicó.

La universidad pública argentina es un orgullo nacional no solo por su gratuidad, sino fundamentalmente por su altísima calidad y excelencia. En todo caso, la transformación necesaria podría darse con el fin de hacerla más popular, más nacional, más soberana. Para ello, ninguna de estas banderas deberían resignarse en la adaptación acrítica y pasiva a las lógicas mercantilistas y de precarización al servicio de las empresas privadas, nacionales y transnacionales, como se ha intentado en la Argentina cada vez que gobiernan proyectos liberales, y sin una perspectiva patriótica.


Delfina Venece

Nací en el interior de Buenos Aires: los porteños nos confunden con Parque Chacabuco. De crianza gorila, devenida en pseudo-troska por contraste, hoy peronista por convicción. Mi canción favorita a los 10 años era Los Salieris de Charly, de León Gieco.

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Detenerse para avanzar: el estudiante como sujeto político en épocas de despolitización

Detenerse para avanzar: el estudiante como sujeto político en épocas de despolitización

TIEMPO DE LECTURA: 6 min.

*Escrita por el Movimiento Estudiantil Liberación

“La universidad que queremos es parte inseparable del país que anhelamos”

La frase pertenece al texto “Bases para la nueva Universidad” escrita por militantes universitarios peronistas, entre ellos Rodolfo “Turco” Achem y Carlos Miguel, en base a las discusiones que se dieron en la organización de la que formaron parte: la Federación Universitaria para la Revolución Nacional (FURN) -fundada en la ciudad de La Plata a fines de los años 60. El escrito junto a las discusiones políticas que lo nutrieron llenaron de contenido la lucha educativa a partir de los años 70 con una gran adhesión estudiantil ya que acompañaron el clima de época por ser un posicionamiento militante con un proyecto de país concreto. 

Dentro de este marco y en relación al presente, se puede considerar que para les estudiantes resulta difícil la tarea de situarse como actores políticos claves en la construcción de un proyecto de Universidad, y por ende, de país, ya que las instituciones modernas que conocían vuelan por los aires y con ellas las formas de habitar la época. Entonces vale re-preguntarse haciendo una re-lectura de las experiencias militantes universitarias mencionadas: ¿qué país anhelamos? Para pensar la universidad del presente hay que volver a mirarla con los ojos de quienes la habitan y, tal vez sin darse cuenta, la construyen. Es decir, poner el foco en les estudiantes.

La “despolitización” de las juventudes

Desde que triunfó La Libertad Avanza en el año 2023 y Javier Milei, autoproclamado enemigo férreo de lo público, asumió la presidencia del país se ha adjudicado múltiples veces la responsabilidad de dicha victoria a las juventudes como resultado de su “despolitización”. ¿Estamos viviendo realmente un momento de despolitización de las juventudes o es que simplemente no han podido situar la potencialidad de transformar algo desde el pensamiento nacional?

Es una época donde resulta costoso pensarse como “sujetos políticos”, ya que la suscripción a las lógicas del mercado y la concepción del Estado como si fuera una “mano invisible” genera que muchas veces no se sea consciente de las políticas públicas que contienen a les estudiantes dentro de las aulas, políticas en su mayoría conseguidas por la lucha docente/estudiantil. Donde la memoria parece acortarse, donde la individualidad predomina y cuando avanzan proyectos derechistas y neoliberales en el mundo, se vuelve un desafío repensar y organizarse en colectivo. 

Se ha propuesto y ejecutado desde el Gobierno nacional transformar la educación en un servicio, buscando desfinanciarla y tecnificarla para finalmente llegar a arancelarla. Se ha atacado desde su asunción a la comunidad educativa y la reacción fueron dos movilizaciones masivas; una toma histórica de las Universidades Nacionales y la contemplación de la emergencia estudiantil en el nuevo proyecto de Ley de Financiamiento Universitario que finalmente también fue vetado por Javier Milei, ahora estamos en las vísperas de la Tercera Marcha Federal Universitaria. Entonces, la respuesta estudiantil organizada existe. Ahora bien, hay que llenar de contenido la acción. La lucha comenzó en defensa por la educación pública, pero el fin de la lucha no es la sanción de la Ley de Financiamiento. ¿Qué queda por delante? ¿A qué se aspira?

Autonomía universitaria, libertad de cátedra y co-gobierno son las banderas que revolucionaron la Educación Superior con la reforma del año 1918. ¿Pero qué significan hoy? Si ante la intervención del mercado en nuestros planes de estudios y en  nuestra formación profesional, las decisiones han quedado a merced de quienes defienden una autonomía y libertad que termina siendo una pantalla que esconde una lógica liberal-institucionalista, donde el cuerpo estudiantil se ha alejado de la injerencia en las definiciones.  

El grueso del estudiantado defiende su lugar en la Universidad Pública, pero parece quedar acéfalo de la potencialidad transformadora que tienen los estudiantes para discutir sus planes de estudio, para construir un perfil profesional que coincida con un proyecto de país donde la excelencia y calidad académica no sea exportada, sino que se aferre a la defensa y autodeterminación del territorio nacional. Y no por capricho, sino que no se puede pensar a la comunidad educativa sin todos sus integrantes siendo parte de la toma de decisiones. Hoy pareciera que el estudiante entra, cursa y se va, dinámica parte de la educación neoliberal que busca la autoproducción y salvataje de los estudiantes cada vez más individualizados, aggiornándose a la lógica mercantil sin chistar, aceptando una decisión de la que no fueron parte, desgranando su carácter político. 

Es difícil pensar en esto cuando la mayoría de los estudiantes viven con el resabio individualista de la pandemia, cuando el pluriempleo es naturalizado, cuando no se llega a fin de mes. Se aceptan las condiciones dignas que aún conservamos, como el boleto estudiantil o las becas, sin preguntarse cómo fueron conquistados esos derechos. Le exigimos a la juventud que se piense como sujeto transformador, pero es la misma juventud que hoy no puede proyectarse a largo plazo. Es en este contexto donde la lógica capitalista individual cala, pensando al estudiante como un consumidor que accede a un servicio, apelando por una tecnificación de las profesiones y un acceso a la educación donde no todos entran. Y es que desde la Universidad se ha virado de ser el eje orientador de un país a ser una parte del engranaje que obedece a lo que exige la hegemonía económica.

En este momento, se espera que para el 2027 en Argentina comience a implementarse el SACAU, Sistema Argentino de Créditos Universitarios, proyecto impulsado por el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN), la Secretaría de Políticas Universitarias (SPU) y el Consejo de Rectores de Universidades Privadas (CRUP), decisión a espaldas de una parte de comunidad educativa, en especial, de nuevo, de les estudiantes. Este sistema se basa en la asignación de créditos académicos en función del tiempo total de trabajo del estudiante. El SACAU implica ir hacia una tecnificación de las carreras, cambiando la lógica de acreditación de materias por la cuantificación de las horas de estudio tanto dentro como fuera de las instituciones académicas; esto tendría como finalidad, según sus impulsores, optimizar el tiempo de cursada y garantizar el egreso. Lo que esconde es la liberalización de la educación, no solo por el acotamiento de las carreras sino porque muchos de los contenidos recortados pasarían a darse en posgrados, que gracias a las reformas menemistas de la educación, son pagos. 

Una vez más, las decisiones llegan a les estudiantes fagocitadas, escupidas como la única forma de solucionar las problemáticas. Por esta razón, es necesario recuperar y reivindicar los proyectos de país con la perspectiva de formar profesionales para el desarrollo de la nación, donde muchas veces la gestión política fue orientada por el brazo estudiantil. 

Si miramos la historia reciente de nuestro país y de la Patria Grande, podremos comprender que no sólo es posible profundizar el rol político de les estudiantes, sino que es inevitable. 

La historia de nuestros pueblos está dotada de avances y retrocesos, y pese a los intentos de borrar aquellos legados de lucha y organización que nos antecedieron, las experiencias y enseñanzas del pasado sirven como faro para pensar los desafíos de los tiempos actuales. 

Es así que como movimiento estudiantil, se deben retomar las experiencias históricas de la reforma universitaria, del ingreso masivo de estudiantes trabajadores a la universidad, de la unidad obrera estudiantil en las gestas del Cordobazo y la lucha revolucionaria de los compañeros de los 70. Desde esos legados construiremos el presente de un movimiento, que lejos de estar agotado, se ha rearmado incansablemente, organizándose desde las bases en la construcción de una Universidad más inclusiva, pero también de una Patria Soberana. 

La Universidad que habitamos hoy, que se mueve por inercia ante las demandas neoliberales, parte de las masivas movilizaciónes que dieron freno al intento de privatización de las Universidades Nacionales en los años 90, que se plantaron contra la Ley de Educación Superior, que lucharon por la reapertura del Comedor Universitario que habría sido cerrado en la dictadura, que lograron arrancar el Boleto Universitario Gratuito a la gestión de Maria Eugenia Vidal y Mauricio Macri, que frenaron el intento de cierre de Universidades, que lograron la implementación de protocolos de género y fueron parte fundamental de la conquista del Derecho al Aborto Legal Seguro y Gratuito.

Es necesario que se retome esta tradición de lucha y organización, que nos formemos colectivamente, que agudicemos la mirada crítica y que por sobre todas las cosas volvamos a tener la capacidad de soñar e imaginar otras condiciones de posibilidad para nuestras vidas. La llama sin dudas está prendida, la resistencia al desfinanciamiento desde que asumió Milei es la demostración de que como estudiantes tenemos la capacidad no solo de organizarnos, sino de hacer temblar las estructuras. 


*El Movimiento Estudiantil Liberación es una organización política universitaria que nació en los años 90 en la resistencia a la implementación de la Ley de Educación Superior y que continuó dando discusiones y generando políticas estudiantiles hasta la actualidad en la Universidad Nacional de La Plata.


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ARDERÁ LA MEMORIA HASTA QUE LA UNIVERSIDAD SE LLENE DE PUEBLO

ARDERÁ LA MEMORIA HASTA QUE LA UNIVERSIDAD SE LLENE DE PUEBLO

TIEMPO DE LECTURA: 9 min.
POR SOL CASTILLO*

“Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes y mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia parece así una propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas”

Rodolfo Walsh


Hace 70 años, un 22 de noviembre de 1949, el gobierno de Juan Domingo Perón promulgaba el decreto 29.337 que puso fin al arancelamiento en las universidades, convirtiéndose en un hito fundamental que consolida la conquista de una Universidad Pública y Gratuita.

La historiografía oficial, con su marcado sesgo liberal, ha ocultado pasajes de la historia que son piezas fundamentales del acervo popular. Cuando se hace alusión a la conformación de la Universidad Pública y Gratuita como derecho adquirido, la referencia inmediata recae en la Reforma Universitaria de 1918.

La juventud que impulsó el Grito de Córdoba puso en jaque cómo se concebía en aquel momento la relación entre el saber y el poder, cuestionó la pedagogía tradicionalista clerical y su enseñanza memorística y enciclopédica. Se consolidó sobre los pilares de la autonomía, el compromiso social, el antiimperialismo, el rol protagónico de la juventud y el carácter situado de las universidades en Nuestra América.

“Se nos acusa ahora de insurrectos en nombre de un orden que no discutimos, pero que nada tiene que ver con nosotros. Si ello es así, si en nombre del orden se nos quiere seguir burlando y embruteciendo, proclamamos bien alto el derecho sagrado a Ia insurrección”[1] enuncia el Manifiesto Liminar de la Reforma. Sin embargo, aquél germen revolucionario que supo extenderse por Nuestra América para gestar otras revueltas fue tergiversado por el reformismo universitario, una identidad política que se adjudicó esta gesta para sí, imprimiéndole un carácter liberal-institucionalista y quitándole su sentido transformador más profundo.

Es preciso puntualizar en esto, ya que, es una de las razones por la cual la relación entre el peronismo y la universidad ha sido presentada como conflictiva, incluso antagónica. Lo que la corriente reformista ha intentado ocultar es cómo se continuó con el verdadero legado de la Reforma en los sucesivos gobiernos populares, en donde la Educación Superior se erigió como una pieza fundamental para el desarrollo de un proyecto político nacional.

La Universidad comienza a hacerse Pueblo

El 9 de octubre de 1947, se sanciona la primera ley educativa del gobierno justicialista. La ley 13.031[2] –denominada también Ley Guardo en honor al diputado que la elaboró–, amplió el marco legal con el cual se disponía hasta entonces: la ley Avellaneda de 1885. Esta ley 13.031, ubica a la formación académica y científica al servicio de un modelo de justicia social:

Artículo 1. (Objetivos). Las universidades tienen a su cargo la enseñanza en el grado superior, la formación de la juventud para la vida, para el cultivo de las ciencias y para el ejercicio de las profesiones liberales, debiendo actuar con sentido social en la difusión de la cultura para el prestigio y engrandecimiento de la Nación. Cuentan para ello con la autonomía técnica, docente y científica que se les confiere por la presente ley y con el pleno ejercicio de su personalidad jurídica.

En su artículo 87 también se promueve la creación de becas de estudio para hijos de familias obreras, artesanas o empleadas que no pudiesen costear sus estudios universitarios, y las becas de estímulo destinadas a estudiantes destacados, de familia obrera o de empleados, para compensar la privación total o parcial de aporte económico al hogar que les imponga el estudio.

Otros puntos considerables de las políticas del primer período peronista en materia educativa fue la creación del Ministerio de Educación y la conformación del Consejo Nacional Universitario. La formación de la clase trabajadora para las tareas estratégicas, que demandaba ese modelo de industrialización nacional, incentivó a la instauración de cientos de escuelas técnicas y escuelas taller a lo largo y ancho de todo el país.

El ejemplo más contundente de la consecución de este fin se dio en agosto de 1948, mediante la ley 13.229, que funda la Universidad Obrera Nacional, lo que actualmente es la UTN (Universidad Tecnológica Nacional). En el discurso de inauguración de los cursos de la UON[3] en 1953, del entonces presidente Perón, se vislumbra su concepción en torno a la educación:

“Lo que nosotros queremos, en esta Nueva Argentina, es que la ciencia y la cultura sean del pueblo, y que el pueblo esté formado por hombres que amen a los hombres y no que preparen su destrucción o su desgracia. Por esa razón, nosotros, en nuestros planes de gobierno, luchamos por una ciencia y una cultura populares.”

El primer y único rector bajo ese gobierno de la Universidad Obrera fue Cecilio Conditi, un dirigente sindical de la Asociación Trabajadores del Estado (ATE) y egresado de la Escuela Sindical de la CGT.

No obstante, al año siguiente se avanzó aún más en la consolidación de ese horizonte de justicia social con la sanción de la Constitución de 1949. Este texto normativo expresa las grandes aspiraciones del peronismo: una patria socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana. En el artículo 37 de su Capítulo III “Derechos del trabajador, de la familia, de la ancianidad, de la educación y la cultura” pone al Estado como garante del acceso en igualdad de oportunidades al derecho de aprender y perfeccionarse. Esta formación se pensaba siempre en clave de los intereses de autodeterminación nacional.

Es mismo año –también un 22 de noviembre– se da lugar al decreto 29.337[4] de Supresión de Aranceles Universitarios, piedra angular de la universalización del derecho a la Educación Superior:

“Que atendiendo al espíritu y a la letra de la nueva Constitución es función social del Estado amparar la enseñanza universitaria a fin de que los jóvenes capaces y meritorios encaucen sus actividades siguiendo los impulsos de sus naturales aptitudes, en su propio beneficio y en el de la Nación misma.

 Que como medida de buen Gobierno, el Estado debe prestar todo su apoyo a los jóvenes estudiantes que aspiren a contribuir al bienestar y prosperidad de la Nación, suprimiendo todo obstáculo que les impida o trabe el cumplimiento de tan notable como legítima vocación”.

La Universidad como mero privilegio de unas pocas personas abría sus puertas para las grandes mayorías populares de nuestro país. Los sucesivos mandatos peronistas reafirmaron esta voluntad democratizadora, incluso profundizándola aún más. Tal es el caso de Ley 14.297[5] de 1954, Ley Universitaria. Nuevamente vincula a las universidades con el desarrollo productivo nacional y establece su misión con un sentido eminentemente humanista y de solidaridad social.

Además de darle fuerza de ley al decreto de la Gratuidad, introduce algunos de los postulados provenientes en la Reforma del ‘18 como la extensión y la participación de lxs estudiantes en los consejos directivos de las facultades.

En este período histórico se produjeron avances significativos como el aumento del presupuesto destinado a las UUNN. Cuando Perón llegó al gobierno, se calculaba una inversión alrededor de 48 millones de pesos, mientras que para 1954 rondaba los 400 millones. En la UBA se inauguraron las sedes de Derecho, Arquitectura, Ciencias Exactas y Odontología. Se abrieron facultades regionales en Buenos Aires, Santa Fe, Rosario, Córdoba, Mendoza, Bahía Blanca, La Plata, Tucumán y Avellaneda. La matrícula también creció exponencialmente: en 1945 era de 51.447 estudiantes y para 1955 había ascendido a 140.000, siendo la población estudiantil más grande de Nuestra América.

A los intentos privatizadores, lucha y organización

El golpe de 1955 autodenominado Revolución Libertadora buscó dar por tierra todas las conquistas sociales adquiridas hasta el momento. La fusiladora anuló la Constitución de 1949 y toda la legislación universitaria sancionada en aquel tiempo. Abrió el camino a la conformación de casas de estudio privadas, que más adelante tendrían la potestad de otorgar títulos de igual validez que las Universidades Nacionales. Fue el punto de partida de los 18 años de proscripción del peronismo, pero como sentenció Evita “no hay fuerza capaz de doblegar a un pueblo que tiene conciencia de sus derechos”, y no fue para nada menor la resistencia y pelea que se libró contra este nuevo intento de coloniaje.

El sueño de una Universidad hecha pueblo nunca se apagó. En varios capítulos de nuestra historia, desde las bases y con gobiernos que encabezaron proyectos populares, siempre se situó a la educación superior como derecho universal. El caso de la Universidad Nacional y Popular de Buenos Aires de 1973, es una muestra cabal de esto: la universidad comprendida en el marco del proceso de Liberación Nacional.

En los números publicados de la revista Aportes para la Nueva Universidad, editada en los años 1973 y 1974, se plasman los debates centrales de esa coyuntura en torno a la investigación, la ciencia y la cultura: la disputa contra los discursos de un conocimiento y una ciencia única que se disfrazaban de objetividad y neutralidad, y que históricamente bregaron por desentenderse de su rol político y social.

Se intentó romper con la Universidad reproductora de la ideología de la eterna dependencia a los intereses extranjeros. El carácter revolucionario tuvo su correlato en medidas que establecieron la imposibilidad entre ser docente y ser directivo o defensor de intereses de multinacionales; o la incorporación de una materia común para todo el claustro estudiantil llamada Historia Social de las Luchas del Pueblo Argentino, para politizar a la comunidad universitaria y hacerlxs sujetxs activxs en la disputa histórica.

En La Plata otro caso destacable es la experiencia de la Federación Universitaria de la Revolución Nacional (FURN). El golpe del ‘66 autollamado “Revolución Argentina” concluyó luego de un creciente proceso de movilización popular y el despliegue de las acciones de las organizaciones armadas. La radicalización de estudiantes, graduadxs, docentes y no docentes de la FURN, se concretó en el documento “Bases para la Nueva Universidad”[6]:

“LA PATRIA Y EL PUEBLO CONVOCAN: La Liberación Nacional, objetivo supremo de la Patria, que el Pueblo expresara en mil combates y reafirmara inequívocamente el 11 de marzo, es un desafío histórico para que todos, activa y solidariamente, la vayamos concretando en cada lugar, en cada actividad donde ella tenga sus exigencias particulares. Son múltiples y complejos los cabos que nos atan a la Dependencia, y uno a uno han de ser cortados todos ellos si queremos cumplimentar lo mejor de nuestras aspiraciones colectivas.”

Con una ineludible convocatoria se llama a todos los sectores de la comunidad universitaria a ser propulsores de una Universidad anclada a ese país anhelado, libre de injusticias y explotación.

La última dictadura cívico-eclesiástica-militar-empresarial de Argentina instauró un régimen de terror que una vez más buscó aniquilar toda posibilidad de conformar una Patria justa, libre y soberana. La Universidad fue blanco de grandes retrocesos como la restauración del examen de ingreso, la supresión de carreras, la feroz persecución a docentes, estudiantes y trabajadorxs. Fueron 30 mil lxs compañerxs que pusieron la vida en un proyecto revolucionario, pero para desgracia de los enemigos históricos de los procesos de avanzada popular seguimos anteponiendo la Memoria como motor de nuestras luchas.

Es así que bajo los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández se pudieron llevar adelante muchas reparaciones. Este periodo vio nacer Universidades “por todos lados”, esas que desprecian personajes como Macri. Fuimos testigos de cómo las primeras generaciones universitarias se permitieron volver proyectar su formación profesional, incluso con el respaldo de otras políticas de inclusión, permanencia y egreso, como fue en su momento las becas Progresar o las del Bicentenario.

Quedaron tareas pendientes que de cara a los tiempos venideros, deberán ser parte vital de la agenda popular. Pese a sus considerables modificaciones, la Ley de Educación Superior menemista y todo al andamiaje que se cimentó en los noventa se sostiene dando pie a la injerencia y aspiraciones que lejos están de la ansiada Argentina popular, democrática y feminista. Recuperar nuestra historia y continuar la senda de quienes nos antecedieron es una decisión profundamente política si deseamos que la Universidad definitivamente se llene de pueblo.


* Comunicadora social, columnista del programa La Marea (Radio Futura – FM 90.5), editora de Revista Trinchera y colaboradora de Agencia Timón. 

Referencias

[1]             Manifiesto Liminar de la Reforma Universitaria de 1918

[2]             http://argentinahistorica.com.ar/intro_archivo.php?tema=8&titulo=17&subtitulo=57&doc=181&palabra=ley%20saenz%20pe%F1a

[3]             https://www.utn.edu.ar/es/secretaria-politicas-institucionales/spi-destacados/discurso-inaugural-de-la-uon

[4]             http://www.undav.edu.ar/general/recursos/adjuntos/13382.pdf

[5]             http://www.bnm.me.gov.ar/giga1/documentos/EL002752.pdf

[6]             https://iec.conadu.org.ar/files/publicaciones/1543411271_bases-para-la-nueva-universidad-furn-1973.pdf

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