Hay olor a gas y todo puede explotar por los aires

Hay olor a gas y todo puede explotar por los aires

TIEMPO DE LECTURA: 13 min.

Se trata de uno de los pocos conflictos resueltos en el mundo de hoy. Armenia y Azerbaiyán, desde que se independizaron a principios del decenio de 1990 de una desintegrada Unión Soviética, luchan por la región conocida como Nagorno-Karabaj. Hoy en día es una porción de tierra de Azerbaiyán, pero en la cual vive una importante comunidad armenia cristiana que de hecho formó una república separatista que quiere unirse a la República de Armenia.

La disputa por Nagorno-Karabaj se recrudeció a fines de septiembre y varios días consecutivos de choques dejaron ya un centenar de muertos en ambos bandos, entre ellos una decena de civiles. Se habla de helicópteros derribados, tanques destruidos y ataques con drones en un nuevo enfrentamiento entre las dos ex repúblicas soviéticas por el control de esa región.

La comunidad internacional se alertó rápidamente. La Unión Europea, con el liderazgo de Francia (país en donde existe una gran comunidad armenia), y Estados Unidos llamaron a la calma. Rusia, por su parte, pidió calma a los armenios, apelando a la unidad histórica cristiana ortodoxa entre ambas naciones. La República Islámica de Irán también se metió en el asunto, ya que mantiene fronteras con ambas naciones en guerra, pero que posee una importante comunidad azerí musulmana de la rama shiíta en el noroeste del país.

La república turca del ambicioso neo-otomano Recep Erdoğan fue más osado y apoyó a Azerbaiyán contra Armenia, incluso manifestando apoyo bélico. Las elites turcas del gobierno de Erdoğan realimentan su postura antiarmenia insertándose de lleno en el conflicto de Nagorno-Karabaj, apelando a la “unidad islámica” y a defender la integridad territorial de Azerbaiyán. Erdoğan no va a permitir que se vuelva a la campaña antiturca por el tema urticante del genocidio armenio de 1915-1917.

Por su parte, los líderes de Armenia y Azerbaiyán se responsabilizan mutuamente de esta nueva escalada de la violencia. El presidente azerí, Ilham Aliyev, dijo el domingo 27 de septiembre que confía en recuperar el control de la región separatista. “Prepárense para defender nuestra nación sagrada”, declaró el primer ministro de Armenia, Nikol Pashinyan, después de acusar a Azerbaiyán de una “agresión pre-planificada”.

Ataque armenio sobre objetivos azeríes de este domingo 27 de septiembre.

Surgimiento del conflicto

Tras el final de la Unión Soviética en 1991, estalló una guerra en Nagorno-Karabaj por su independencia frente a los azeríes. Decenas de miles de personas murieron en un sangriento enfrentamiento que además dejó un millón de desplazados. En 1994 se estableció un alto al fuego, pero quedó latente el clima separatista entre los armenios de Nagorno-Karabaj.

La autodenominada “República de Nagorno-Karabaj” continúa sin el reconocimiento diplomático de ninguna nación y aún es considerada de jure como parte de Azerbaiyán, pese a ser independiente de facto desde el final de la guerra.

Armenia apoya a los rebeldes separatistas y busca anexionarse Nagorno-Karabaj para conformar una “verdadera nación del Ararat”, apelando a un viejo nacionalismo de carácter étnico-religioso anti-islámico. Por su parte, Azerbaiyán apela a la unidad nacional contra Armenia. El 80% de los musulmanes azeríes son shiítas, aunque las elites azeríes no tuvieron inconvenientes en asociarse a la Turquía musulmana sunnita.

Ambas elites apoyaron una especie de secularismo en el ámbito islámico. Las clases dirigentes azeríes siempre buscaron fortalecer sus lazos con los turcos en el conflicto con los armenios antes que asociarse a la República Islámica de Irán o la República Árabe Siria, cuyas dirigencias son shiítas también. De hecho, Bakú (capital azerí) no quiso saber nada frente al interés iraní en el conflicto de Nagorno-Karabaj.

Todo tiene un trasfondo histórico

Armenia

En el conflicto de Nagorno-Karabaj hay dos planos de análisis: uno lejano y otro surgido en los albores del siglo XX. Armenia es una región de la Trancaucasia. Desde el 900 a.C., en plena Edad de Hierro del Cercano Oriente asiático, se formó el llamado reino de Urartu, en los alrededores del Lago Van, aunque la etnia de sus clases dirigentes no era de lengua indoeuropea, sino alardo-urartiana.

El poderoso imperio asirio se adueñó de Urartu en el siglo VII a.C., y lo destruyó. Nuevas etnias de lengua indoeuropea protoarmenia, emparentada con los antiguos medos y persas del Irán, llegaron a la región y estuvieron bajo poder de los sucesivos imperios persa aqueménida (500-330 a.C.), macedónico (330-200 a.C.), arsácida, romano y sasánida (entre el 200 a.C., y el 650 d.C.).

Hacia el 250 d.C., una elite armenia se había romanizado bastante y de hecho fue conformando un régimen estatal propio, que en el año 301 d.C., adoptó el cristianismo. Así, el país llamado Armenia se convirtió en el primer país del mundo en adoptar el cristianismo como religión oficial del Estado, ​por influencia de Gregorio I “El Iluminador”, considerado hoy en día santo patrón de la Iglesia Apostólica Armenia.

Tiridates III (238-314 d.C.) fue el primer gobernante que oficialmente se propuso cristianizar a su gente. Su conversión ocurrió doce años antes de que el imperio romano concediera al cristianismo la tolerancia oficial bajo Constantino I y casi ocho décadas antes de que Teodosio I “el Grande” adoptara el cristianismo como religión oficial del imperio (380 d.C.). En el año 405 d.C., el erudito Mesrob Mashtóts creó el alfabeto armenio.

Después de la caída del reino de Armenia en el año 428 d.C., la mayor parte del país fue incorporada al imperio sasánida. Después de una rebelión en el año 451, los armenios mantuvieron su libertad religiosa, mientras que su país ganó autonomía y el derecho a ser gobernada por un gobernador nativo, mientras que otros territorios imperiales fueron gobernados exclusivamente por sasánidas.

El llamado “marzpanato de Armenia” duró hasta 640, cuando la Persia sasánida fue destruida por el Califato Árabe. Tras la conquista árabe musulmana de Armenia, el país fue inicialmente agrupado en una unidad administrativa con el nombre de Arminiyya, que también incluyó partes de Georgia y de la llamada “Albania caucásica” y tenía su centro en la ciudad armenia de Dvin, bajo un gobernador árabe, llamado Vostikan.

A mediados del siglo IX la administración fue delegada en “el príncipe de Armenia”, reconocido por el califa y el emperador bizantino. El principado de Armenia duró hasta el año 884, cuando el país recuperó la independencia del debilitado imperio árabe musulmán.

Armenia fue disputada por los bizantinos y diversas fuerzas militares turcas entre el 1000 y el 1300. Los mongoles también llegaron a dominar al país. Hacia el 1320 los turcos otomanos empezaron a invadir estas tierras. En 1453 el viejo imperio bizantino fue destruido por los turcos otomanos y Armenia quedó bajo dominio del Sultán de Estambul. Esta situación duró trescientos años, hasta la Guerra Ruso-Turca de 1828-1829, cuando la parte oriental de este territorio fue cedida al Imperio del Zar ruso. La parte restante, también conocida como Armenia otomana o Armenia occidental, continuó hasta la finalización de la Primera Guerra Mundial y la partición del imperio turco otomano. En los años del decenio de 1860 surgió el Movimiento de Liberación Nacional de Armenia.

Con el estallido de la Primera Guerra Mundial de 1914-1918 la Turquía otomana aprovechó para apoderarse de la Armenia rusa. Luego tuvo lugar el terrible genocidio armenio de 1915-1918 por parte de las autoridades otomanas. La gran mayoría de estimaciones acerca del número de armenios muertos comienzan a partir de los 650 mil hasta el millón y medio de personas.

Entre 1916 y 1917 Rusia logró recuperar Armenia. En ese momento, Armenia, Georgia y la parte de Azerbaiyán controlada por los rusos, trataron de adherirse formando la República Federativa Democrática Transcaucásica. Esta Federación, sin embargo, duró solamente de febrero a mayo de 1918, cuando las tres partes decidieron disolverla. Consecuentemente, Armenia del este llegó a su independencia bajo el nombre de República Democrática de Armenia (DRA) el 28 de mayo de 1918.

Armenia fue anexionada por la Rusia bolchevique y junto con Georgia y Azerbaiyán, fue incorporada a la Unión Soviética como parte de la RFSS Transcaucásica (RFSST) el 4 de marzo de 1922. La RFSST existió desde 1922 hasta 1936, cuando se dividió en tres entidades separadas (RSS de Armenia, RSS de Azerbaiyán y RSS de Georgia).

El 21 de septiembre de 1991, Armenia declaró oficialmente su independencia después del fallido golpe de agosto en Moscú. Levon Ter-Petrosyan fue elegido popularmente como el primer presidente de la recientemente independiente República de Armenia el 16 de octubre de 1991.

Azerbaiyán

Por su parte, Azerbaiyán, al principio, no estaba ligada a la historia musulmana. Si bien allí existieron grupos indoeuropeos ligados a los medos y los persas aqueménidas, otras etnias como la de los escitas (o sakas) también vivieron en la Transcaucasia. Más adelante, la zona se volvió parte del imperio de Alejandro Magno y su sucesor, el imperio seleúcida. Pero los antiguos habitantes eran los llamados albaneses caucásicos que establecieron un reino independiente alrededor del siglo IV a.C. Durante este período, el zoroastrismo persa se esparció por el Cáucaso.

En el siglo IV d.C., llegó el cristianismo, pero no tuvo mucho éxito. Pese a las numerosas conquistas por parte de los sasánidas y los bizantinos, Albania Caucásica permaneció como un Estado semiindependiente hasta el siglo IX. En el 667, el Califato Omeya expulsó a ambos ejércitos de la región y conquistó la Albania Caucásica tras suprimir la resistencia cristiana liderada por el príncipe Javanshir. El vacío de poder dejado por el declive del Califato Abasí fue cubierto por numerosas dinastías locales como los Saláridas, los Sáyidas, los Shaddadids, los Rawadids y los Búyidas. A principios del siglo XI, el territorio comenzó a ser atacado por oleadas de tribus túrquicas oguz provenientes de Asia Central.

El viejo idioma azerí de la Albania Caucásica se fue adaptando a la llegada de los nuevos inmigrantes turcófonos, pero también persas. Con el tiempo se formó el actual idioma azerí, perteneciente a la rama túrquica.

Durante el dominio de los Safávidas, se impuso el shiismo entre la población (anteriormente suní) como parte de su lucha contra el imperio otomano.​ Tras la caída de los Safávidas, el área fue dominada por las dinastías iraníes de Afshárida, Zand y brevemente por los Kayar. Después del colapso de la última dinastía, surgieron los kanatos independientes de facto.

La breve campaña rusa de 1812 terminó con el Tratado de Gulistán, en el cual se retiraron los reclamos de los sahs sobre algunos kanatos del Cáucaso, en virtud de que habían sido independientes de facto mucho antes de la ocupación rusa.

Los kanatos ejercieron el control exclusivo sobre las principales rutas del comercio entre Asia Central y el Occidente. Envueltos en una guerra constante, estos kanatos fueron incorporados finalmente al imperio ruso en 1813, tras la guerra ruso-persa. El área al norte del río Aras, una porción del actual territorio azerbaiyano, formó parte de Irán hasta que fue ocupada por Rusia. En 1917 estalló la Revolución Rusa y al año siguiente Azerbaiyán quedó bajo poder de los bolcheviques hasta 1991.

Conflictos en la era soviética

La vieja disputa entre armenios cristianos y musulmanes shiítas azeríes no terminó con la llegada de la Unión Soviética. Poco después de que se disolviera la Federación Transcaucásica, graves disputas territoriales desembocaron en una guerra abierta entre las recién formadas Repúblicas Socialistas Democráticas de Armenia y Azerbaiyán. La guerra se extendió al propio Karabaj. La disputa se centró en el establecimiento de la frontera entre ambos países. Los armenios de Karabaj intentaron proclamarse en una república independiente, pero fallaron al no poder contactarse con Armenia.

Después de la derrota otomana en la Primera Guerra Mundial, tropas británicas ocuparon la zona de Transcaucasia en 1919. Luego en el decenio de 1920 los soviéticos lograron ocupar el territorio. Aún así las luchas entre armenios y azeríes continuaron, aunque de formas muy esporádicas entre 1930 y 1990. Ya a fines del decenio de 1980, en el medio de la crisis de la Unión Soviética, hubo fuertes escaramuzas en Nagorno-Karabaj. De hecho, en el suroeste de Armenia está el enclave de Najiyeván, de mayoría azerí musulmana shiíta, que pertenece a Azerbaiyán.

Cae la URSS, se reaviva el conflicto

La caída de la Unión Soviética de 1991 reavivó estas disputas aún más. La guerra de los ‘90 dejó unos 30 mil muertos y cerca de un millón de personas desplazadas. Desde la tregua de 1994, existe una situación de punto muerto.

La Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) trata desde hace tiempo de mediar en el conflicto, con diplomáticos de Francia, Rusia y Estados Unidos -el llamado Grupo Minsk de la OSCE- comprometidos en intentar de avanzar sobre la base de la tregua del ‘94.

Siguiendo los pasos de Turquía, desde 1995 las elites azeríes trataron de congraciarse con Occidente, a pesar de su identificación musulmana. De hecho, Azerbaiyán quiere ser parte de Europa, al igual que Armenia, y no de Asia. Azerbaiyán es un Estado laico de acuerdo con el artículo 7 de su Constitución. También se garantiza la libertad de culto mediante el artículo 48. Después de la independencia, una de las primeras leyes que aprobó la Asamblea Nacional azerí para disociarse de la Unión Soviética fue la adopción del alfabeto latino en las escuelas para reemplazar el cirílico. Todo un clímax.

Por su parte las elites armenias siempre se cobijaron en Occidente, aunque también se ligaron a Rusia en algunos negocios. Frente a la hostilidad de Turquía, Armenia buscó ayuda de la Unión Europea y también de Estados Unidos. Pero tanto Armenia como Azerbaiyán se entremezclaron con los intereses geoestratégicos de la Transcaucasia, y ambos sectores empresariales se involucraron en diversos negociados.

Gasoducto de Azerbaiyán, en el que hay corporaciones turcas y occidentales como fuertes inversoras.

Negocios son negocios

Más allá de las disputas entre cristianos y musulmanes, se esconde una fuerte batalla económica. Azerbaiyán es también un centro económico importante para el transporte de materias primas. El oleoducto Bakú-Tiflis-Ceyhan (BTC) comenzó sus operaciones en mayo de 2006 y se extiende por más de 1774 km a través de Azerbaiyán, Georgia y Turquía. El BTC está diseñado para transportar más de 50 millones de toneladas de petróleo crudo anualmente desde el fondo del mar Caspio hasta la costa del Mediterráneo.

El gasoducto del Sur del Cáucaso, que atraviesa los mismos países, inició sus funciones a finales de 2006 y ofrece un suministro de gas natural constante a los mercados europeos desde el yacimiento Shah Deniz. En este lugar se producen más de 296 mil millones de metros cúbicos de gas natural por año.

La principal fuente de energía del país son los combustibles fósiles: dos tercios de su superficie cuentan con yacimientos de petróleo y gas natural. Gracias a esta abundancia el país produce alrededor de 1,4 millones de barriles de petróleo al día.

En septiembre de 1994, el gobierno azerí firmó un contrato de treinta años con trece compañías petroleras, entre las que se destacan Amoco, British Petroleum, Exxon Mobil, Lukoil y Statoil. Como las compañías extranjeras tienen permitido perforar los yacimientos en aguas profundas aún intactos, Azerbaiyán es considerado como uno de los puntos de exploración y desarrollo más importantes de la industria.

Armenia no se queda atrás

Armenia es miembro del Consejo de Europa, mantiene relaciones amistosas con la Unión Europea, especialmente con Francia y Grecia, ya que una encuesta en 2005 informó que el 64 % de la población de Armenia se manifestó a favor de la adhesión a la UE y varios funcionarios armenios también han expresado el deseo de que su país, a la larga, llegue a convertirse en estado miembro, ya que algunos predicen que se hará una oferta oficial de ingreso en unos pocos años. También se ha examinado qué parte de la sociedad está a favor de unirse a la OTAN. Sin embargo, el presidente Serzh Sargsyán (2008-2018) quería mantener a Armenia vinculada a la Federación Rusa y a la Comunidad de Estados Independientes (CEI).

Hasta su independencia, la economía de Armenia se basó en la producción industrial de productos químicos, electrónica, maquinaria, alimento procesado, caucho sintético y textiles, era además altamente dependiente en recursos externos. Las minas armenias producen cobre, cinc, oro y plomo. La mayor parte de la energía se genera con combustible importado de Rusia, incluyendo gas y combustible nuclear.

Erdogan y Alishev, aliados en la región de Transcaucasia y contra los intereses armenios.

Muchos intereses

Algo está más que claro, el Cáucaso sur es un pasillo para gasoductos que llegan desde el mar Caspio hasta los mercados mundiales. Rusia, Turquía y Occidente tienen sus intereses. Al conflicto del Golfo Pérsico, ahora se le suma el de la Transcaucasia.

Turkey Petroleum es el segundo mayor inversor del gasoducto Baku-Tbilisi-Erzurum con una participación del 19%. BOTAS, la empresa estatal turca comercializadora de petróleo y gas, es el segundo mayor inversor de Gas Natural Transanatoliano (TANAP) con una participación del 30%. Turquía es el 18º mercado de gas natural más grande del mundo, y es vecino de Europa, el segundo mercado más grande del mundo. Desde 2019 está el TANAP listo para suministrar gas azerí a Europa, comunicó el servicio de prensa de la Compañía Estatal Petrolera de Azerbaiyán (SOCAR). El proyecto TANAP corre a cargo de la compañía Southern Gas Corridor (51%), la operadora gasística turca BOTAS (30%), la petrolera anglo-holandesa BP (12%) y la empresa SOCAR Turkey Enerji (7%).

El panorama es complejo: Turquía tiene una apuesta fuerte en Transcaucasia y defenderá con todo a Azerbaiyán. Occidente, Rusia e Irán no quieren una escalada militar imparable. Muchas empresas occidentales también se verán muy afectadas si hay una guerra total. Un conflicto de vieja data que no sólo es entre la cruz y la media luna islámica. Hay olor a gas. Y si hay una chispa fuerte, todo puede explotar por los aires.

Mauricio Piñero
Mauricio Piñero

Cuentan las crónicas que nació como el hijo de nadie. Luchando por la Patria Grande, como Internacionalista y antiimperialista. Tripero de alma y cuerpo, siempre junto a la patriada barrial. La historia descolonizada es mi pasión como docente de la Escuela Pública y de los barrios. Las noticias sobre los pueblos que luchan como forma de viajar hacia una verdadera justicia social global.

Como pájaros, cazadas en su vuelo

Como pájaros, cazadas en su vuelo

TIEMPO DE LECTURA: 12 min.

“Los políticos sólo se sientan a mirar mientras las mujeres son cazadas como pájaros”, denuncia la asociación y plataforma feminista turca Kadin Cinayetlerini Durduracagiz (“Paremos los femicidios”) en un informe sobre la situación de las violencias de género en su país.

Esto sucede en Turquía, hoy, hace semanas, y hace años. Lo que realmente tiene lugar en las casas, en las calles, en los medios y en las instituciones estatales, y que quedó opacado detrás de una imagen en blanco y negro publicada en Instagram.

Probablemente en las últimas semanas hayas encontrado circulando en tus redes sociales fotos de mujeres (generalmente selfies, sonriendo o posando) en blanco y negro acompañadas de frases promoviendo el amor propio, expresiones de sororidad e invitando a quien recibía el mensaje a publicar una imagen en el mismo sentido, junto al hashtag #DesafíoAceptado. “Te elegí por ser increíble, inteligente, admirable, valiente, capaz, ingeniosa, simpática y buena amiga”, concluía la iniciativa.

Alrededor de 5 millones de mujeres en todo el mundo aceptaron el desafío y se unieron a esta difusión masiva que parecía tener como único fin el “empoderamiento femenino”.

Se dio a conocer días después, y gracias a la información que viralizó a nivel global un grupo de activistas feministas turcas, que detrás de esas fotografías había miles de historias de dolor y sufrimiento que se remontaban a Turquía, y que allí ese “desafío” tenía un sentido simbólico, político y cultural muchísimo más denso del que pudo llegar a este lado del océano.

Fuente POUSTA

En su origen estaba el objetivo de dar visibilidad y crear conciencia social sobre las crecientes tasas de feminicidios en el país humanizando las cifras: dar a conocer los rostros de las víctimas asesinadas en manos de hombres o violentadas por ellos. Decir “mirá, esta podrías haber sido vos, o tu hermana, o tu amiga, o tu hija”. La mujer o niña de la foto en blanco y negro, esa que ahora ves en las redes sociales, en la televisión, en el diario, en las revistas; esa es una de las 164 que fueron asesinadas en lo que va del 2020 en Turquía, una de las 36 que murieron sólo en julio de este año o de las 11 que aparecieron “sospechosamente muertas” en ese mismo mes.  

Un desafío que sobrepasa las redes

En las últimas semanas, y con mayor intensidad desde agosto, las calles y plazas de distintas ciudades de Turquía, con principal foco en Estambul, se colmaron de miles de mujeres exhibiendo sus carteles y símbolos de color violeta. Presentes en nombre de agrupaciones feministas o como autoconvocadas, las mujeres turcas dejaron de lado sus diferencias políticas, étnicas o religiosas para defender una misma causa y enviar al gobierno un mensaje de unidad: el Convenio de Estambul no se toca. O como rezaban algunas pancartas: “El Convenio da vida”

Este mensaje de protesta se desprende como respuesta política hacia el gobierno del presidente Recep Tayyip Erdogan que, con la presión y el respaldo de los sectores ultraconservadores, puso en debate la retirada de Turquía del Convenio de Estambul.

¿Qué importancia tiene esto? Este documento internacional, llamado específicamente “Convenio del Consejo de Europa para la prevención y la lucha contra la violencia contra la mujer y la violencia doméstica” brinda a las mujeres y niñas un marco jurídico de protección legal detallada, con el objetivo de frenar y prevenir todas las formas de violencia de género y fortalecer la igualdad, acompañar y dar apoyo a las víctimas. Insta a los gobiernos que lo firman y ratifican, como lo hizo Turquía en 2011 y 2014 respectivamente (siendo así el primer país), a que concreten medidas y políticas integrales para combatir la violencia contra las mujeres y la desigualdad, y que enjuicien y castiguen efectivamente a los femicidas y perpetradores. Exige la tipificación como delito de las diferentes formas de violencia contra la mujer, como la violencia doméstica, el acoso sexual y la violencia psicológica, y la imposición de sanciones legales. También propone la formulación de datos y análisis para conocer estadísticas oficiales y exactas, y actuar a partir de ellas.     

Toda una normativa compleja e integral que reconoce a las mujeres y niñas como parte de un entramado de desigualdades estructurales y violencias, y que sería increíblemente útil… si se implementara eficazmente.

El conflicto resurge ahora por el Convenio de Estambul, pero las mujeres también se están movilizando por el pleno y correcto funcionamiento de la Ley 6284, la cual reconoció en el ámbito nacional muchos derechos de las mujeres, apuntando a la protección y prevención de la violencia, “desde el empoderamiento financiero hasta el cambio de su información de identidad” asegura la Plataforma “Paremos los Femicidios”. Y que fue posible gracias a la adhesión al Convenio de Estambul, y que se construyó como resultado de la lucha y con la cooperación de las organizaciones de mujeres.

Según un informe de esta misma asociación, fue evidente la reducción de los femicidios en el año de la sanción de estas normativas, ya que la postura decidida en contra de la violencia contra las mujeres repercutió directamente en las estadísticas. Aunque esto comenzó a cambiar, para mal, con el relajamiento de los castigos y la naturalización de las violencias y femicidios por parte de los mismos encargados de combatirla.

Fuente: Plataforma Kadın Cinayetlerini Durduracağız

Números de guerra

Desde hace años el movimiento feminista viene reclamando que el Estado no dedica los recursos necesarios para aplicar estas normativas, no apoya a las víctimas con espacios de acogida, no facilita las denuncias en comisarías, ni busca desterrar el machismo desde la educación y la cultura. Los femicidios, la violencia doméstica, los abusos sexuales, el acoso, la discriminación, la impunidad, son moneda corriente en el país. Y lo dejan en claro los números: más de 3.000 mujeres y niñas fueron asesinadas desde 2010, según la plataforma “Paremos los Femicidios”, y 474 víctimas durante el 2019, lo cual significó la tasa más alta en una década.

“El número dramático de femicidios registrados en Turquía en 2019 es un número de tiempos de guerra“, aseguró a ANF News la activista Esra Can, y agregó que el número de casos no reportados probablemente sea aún mayor.

Además, un informe de un grupo de expertos en género del Consejo de Europa realizado en 2016, registró que 55.757 mujeres solicitaron protección estatal después de enfrentar violencia doméstica, pero sólo 9.429 recibieron refugio.

Lo que es aún peor, fueron las organizaciones feministas las que debieron ponerse al hombro la tarea de identificar y recopilar los datos reales de casos de feminicidios y violencias de género, a partir de informes de noticias y de testimonios de familiares de las víctimas, luego de que el mismo gobierno admitiera que no mantenía registros oficiales, sumado a que muchas veces las cifras existentes difieren entre los diversos Departamentos del Estado. En 2015, la periodista turca Ceyda Ulukaya realizó un proyecto de recopilación de datos muy detallado. Las estadísticas gubernamentales no son confiables y se torna indispensable conocer la dimensión del monstruo al que se enfrentan cada día las mujeres en Turquía.

Avanzar, retroceder, avanzar

En este contexto, al gobierno actual le parece una gran idea dar marcha atrás con el tratado y dejar a las mujeres y niñas totalmente desamparadas y desprotegidas, a la merced de los violentos y criminales.

¿Con qué argumentos? Porque promueve la homosexualidad, impacta negativamente en la “estructura familiar”, va en contra de los “valores nacionales”; “rechaza la oportunidad de llevar paz a una familia que está a punto de ser destruida por la violencia doméstica”, expresa un comunicado de Türkiye Düsünce Platformu, la primera asociación en proponer la salida del Convenio.

El presidente turco dice estar dispuesto a derogarlo “si el pueblo quiere”. Qué argumento tan original, ¿no? El tema es que el pueblo no quiere. Según una encuesta realizada por Metropol Research, el 63,6% de la sociedad no considera correcto retirarse de la Convención, y sólo un 26% está de acuerdo. Aunque, debe aclararse, el valor de este tipo de encuestas puede resultar dudoso ya que otro sondeo muestra que más del 50 % de la población no sabe de qué trata el Convenio de Estambul y lo confunde con un tratado marítimo. La desinformación e ignorancia como herramienta de vulnerar derechos, siempre.

Fuente: Kurdistán América Latina

Pero no se la dejarán tan fácil. La ola de manifestaciones se volvió una vorágine ruidosa y avasallante imposible de omitir, y que está acorralando a los sectores de poder, que dejaron en vilo la cuestión o incluso se arrepintieron de haber abierto el debate, como la asociación recién citada que dijo arrepentirse por haberse metido en un “área minada”. Arrugaron.

Asimismo, salieron a la luz fracciones al interior de los grupos políticos. En el propio AKP (Partido de la Justicia y el Desarrollo, presidido por Erdogan) hay diferencias de opiniones que incluso dividen la propia familia del presidente. Su segundo hijo forma parte de una asociación juvenil islamista (TÜGVA) que propone derogar el Convenio por “ineficaz” e “impopular”. Mientras que su hija menor, a través de un comunicado de la agrupación KADEM (de la cual es vicepresidenta) deja en claro su defensa al Convenio y lo declara útil e importante. 

La lucha continua y la batalla no está saldada. Se acercan tiempos complejos. La lucha feminista turca no parece poder avanzar, ya que tras años de pedir por la implementación completa y efectiva del Convenio, ahora deben manifestarse por, al menos, mantenerlo.

El mero debate en torno a la legitimidad de este Convenio y la responsabilidad del Estado en las cuestiones de género está teniendo enormes repercusiones negativas, dando rienda suelta a la impunidad. Los asesinos se envalentonan con el discurso nacional en el que los líderes discuten, como quien no quiere la cosa, la eliminación de las protecciones para las mujeres. “Cuando hablamos de estos derechos, los hombres se animan a matar mujeres. Vemos que cuando están atacando los derechos de las mujeres, hay un número creciente de feminicidios”, señaló Melek Onder, la portavoz de “Paremos los Femicidios”.

Por Pinar, por todas

No sólo la oposición a la retirada del Convenio de Estambul y el reclamo por la plena implementación de la Ley 6284 llevó a las mujeres a rebelarse y hacer suyos los espacios públicos, sino también el aumento vertiginoso de los femicidios y los casos de violencia doméstica. Y en particular, el brutal asesinato de Pinar Gultekin, el cual impulsó el comienzo de la campaña digital de las imágenes en blanco y negro.

Pinar era una estudiante de 27 años que desapareció en la provincia de Mugla, Turquía, el 16 de julio de 2020. Los equipos de gendarmería comenzaron a buscarla tras la denuncia de su hermana y su madre, y la encontraron muerta 6 días después en un bosque. Cuando su cuerpo fue exhumado, había sido golpeada, estrangulada y enterrada en un barril con cemento.

El femicida fue su ex novio Cemal Metin Avcı (32 años), quien fue reconocido gracias a cámaras de seguridad y que negó el crimen en primera instancia, pero que luego confesó. Según su declaración, Pinar había descubierto que él tenía esposa y quería contarle del engaño, y en un ataque de ira la mató e intentó ocultar el cuerpo. La policía dice que el asesino actuó así por celos. Como si de algún modo los argumentos justificaran el crimen. Muchas activistas temen que sea liberado pronto o que reciba una sentencia leve, como suele suceder.

La ferocidad de este asesinato y el hartazgo de las mujeres frente a la perdida constante de sus amigas, compañeras, vecinas, hermanas, hijas, madres, en manos de novios, maridos, ex parejas, padres, hijos, desconocidos, con absoluta impunidad, fueron la gota que rebalsó el vaso. Y a las mujeres nadie las para, lo sabemos. “Las mujeres no se detendrán hasta que consigan su libertad, su igualdad, sus vidas”, expresaban las manifestantes en una declaración. Entienden quién es el responsable principal del aumento de las cifras: el Estado. “El femicidio es un asesinato político”, señalaban algunas las pancartas.

Pinar Gultekin es una, y es muchas. En ella se refleja el rostro de todas y cada una de estas mujeres y niñas asesinadas. En su nombre, el nombre de miles. En su memoria, el recuerdo de cada una de las que terminamos olvidando por la magnitud y la frecuencia de los femicidios. En la necesidad de justicia por su muerte, la intolerancia a la impunidad que perpetra el sistema y que legitima el presidente Erdogan con sus dichos misóginos. 

Más libres, más muertas

El aumento de casos en Turquía se da también en el marco de la avanzada del movimiento feminista, que centra su lucha en la emancipación y libertad de las mujeres. La mayoría de los pretextos de los femicidas y violentos se relacionan con separaciones propuestas por las mujeres, divorcios, o la negativa de ellas a reconciliarse. Situación que se ve agravada por el confinamiento impuesto a partir de la pandemia del coronavirus, que obliga a las mujeres a permanecer en sus casas con los mismos que las violentan.

Además, hay un aumento serio en el número de “muertes sospechosas” de mujeres, según la Plataforma KCDP, presentadas como suicidio o muerte natural pero que es necesario revelar si las mujeres fueron asesinadas, si se suicidaron o si fueron empujadas al suicidio.

Y volviendo a la responsabilidad del gobierno de turno, fue el partido de Erdogan (AKP) el que a principio de este año, luego de ser rechazado en 2016 debido al repudio social, presentó en el Parlamento un proyecto de Ley (ya existente en otros países) que le permitiría a los hombres acusados de tener relaciones sexuales con menores de 18 años evitar una pena de cárcel si se casaban con sus víctimas, legitimando los abusos sexuales infantiles y asegurando amnistía a los violadores. Las mujeres lo denominaron “Casate con tu violador” y los repudiaron durante días en las calles.

Buena apariencia, impunidad asegurada

El problema de la impunidad atraviesa a Turquía como a tantos países del mundo, pero allí es de tal magnitud la cuestión que le proporcionaron un término: “tie reduction” (reducción de corbata). Esto proviene del ¿fenómeno? judicial por el cual los hombres que se presentan a la corte con buena apariencia, corbatas y trajes, reciben sentencias mínimas, o se le reducen sus penas de prisión, o quedan absueltos.

Con la misma arbitrariedad, se otorgan libertades condicionales a hombres acusados ​​de violencia doméstica y las autoridades no informan siquiera a las víctimas.

Ellos debaten, ellas mueren

Mientras los partidos políticos y los sectores ultraconservadores de Turquía debaten sus intenciones de avanzar o no sobre los derechos y libertades de las mujeres y niñas -hacerlo ahora o más tarde, con o sin apoyo popular-, ellas son asesinadas cada 20 horas. Cientos de mujeres, como Pinar, son arrancadas de sus familias, de sus grupos de amigxs, de sus ambientes de trabajo o estudio. Miles de hombres caminan libremente por las calles del país con la sangre de sus víctimas en las manos y con la complicidad de un sistema patriarcal y negligente. Las mujeres turcas seguirán dando batalla en las calles, en las plazas, en sus casas, en las instituciones, en todos los espacios que habitan, haciendo oír sus gritos de dolor y bronca contra una sociedad que las violenta y asesina.


Fuentes:
http://kadincinayetlerinidurduracagiz.net/veriler/2925/kadin-cinayetlerini-durduracagiz-platformu-temmuz-2020-raporu
https://www.lavanguardia.com/politica/20200805/482686608841/un-tratado-contra-la-violencia-machista-divide-turquia.html
https://www.telam.com.ar/notas/202007/496818-desafio-fotos-blanco-y-negro-redes-feminismo-turquia.html
https://www.elespanol.com/mundo/20171127/265224547_0.html
https://www.laizquierdadiario.com/Ley-de-impunidad-en-Turquia-Casate-con-tu-violador

Delfina Venece
Delfina Venece

Nací en el interior de Buenos Aires: los porteños nos confunden con Parque Chacabuco. De crianza gorila, devenida en pseudo-troska por contraste, hoy peronista por convicción. Mi canción favorita a los 10 años era Los Salieris de Charly, de León Gieco.

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