Las Naciones Unidas designaron el 5 de junio como el Día Mundial del Medio Ambiente con el objetivo de comenzar a discutir sobre la protección y la salud del medio ambiente, que “afecta al bienestar de los pueblos y al desarrollo económico en todo el mundo”. Al mismo tiempo, propusieron a los “gobiernos y a las organizaciones del sistema de las Naciones Unidas que emprendan todos los años, ese día, “actividades de alcance mundial en las que se reafirme su preocupación por la preservación y el mejoramiento del medio ambiente, con miras a profundizar la conciencia ecológica”.
De hecho, por esta fecha, todo el mes de junio fue establecido como el “Mes del Ambiente” o “medio ambiente” como se ha llamado por tantos años. Un concepto incorrecto y mal utilizado que carece de profundidad y análisis de los distintos modos de entender, discutir y luchar por el ambiente. La comprensión de los territorios debe ir mucho más allá de lo puramente “ecológico”.
Distintas organizaciones de comunidades indígenas han puesto en discusión nuestras formas de conceptualizar y presentaron un término que responde a una mirada integral de las problemáticas relacionadas al ambiente: el terricidio. Como expresaron las Mujeres Indígenas por el Buen Vivir en su caminata de 1900 kilómetros por el país, terricidio engloba los conceptos de genocidio, epistemicidio, ecocidio y femicidios, transfemicidios y travesticidios.
La primera discusión radica en el cómo se analiza o se nombra al ambiente, la segundo podría ser cómo generar un cambio para detener el constante daño que la Madre Tierra sufre.
La lucha debe ser colectiva
Existe algo llamado “psicología ambiental” que -entre otros fenómenos- estudia la “metáfora del granito de arena”: el discurso que oculta el hecho de que las pequeñas acciones de unos tienen pequeños impactos, mientras que las de otros tienen grandes. Es un hecho que sectores de alto nivel jerárquico producen más daño que sectores marginados de las clases bajas, el 49% de las emisiones de carbono provienen del 10% más rico de la población, según indica un estudio de Oxfam. Para discutir sobre ambiente hay que reconocer las particularidades de cada territorio, por lo tanto, también, las características de cada población que los habita.
Caer en reduccionismos de activismos ecologistas individuales no hace más que contribuir a un discurso que limita la discusión a lo que cada une hace o deja de hacer, mientras que los grandes sectores de poder siguen aportando al daño ambiental global. Analizar nuestras acciones de forma individual y aislada remite a un consumo del “marketing verde” que descontextualiza las luchas y los efectos que cada territorio sufre: tampoco es lo mismo la lucha ambiental en Estados Unidos y Europa que en América Latina.
¿Cómo podemos hacer frente a estos discursos? Con educación ambiental y una comunicación responsable. Comprender las disputas políticas de los territorios resulta fundamental para un proceso de concientización y disputa ante los cambios climáticos que nos afectan a todes, pero en diferente medida.
Cambio climático
Nuestro país -y el resto de latinoamérica- se encuentra en una posición muy diferente con respecto a países más “desarrollados”: mientras que Estados Unidos se posiciona como uno de los países que más gases de efecto invernadero produce, la Argentina sólo genera el 0,6% del total mundial. Las lógicas consumistas del llamado “Primer Mundo” son de hecho las que peor afectan al planeta. Desde un mismo sector liberal se pone en un pedestal a estos países, mientras venden que el cambio está en cada une dejando de usar bombillas de plástico y separando la basura: el verdadero cambio lo deben hacer los del poder, pero sería contraproducente para los beneficios que obtienen. ¿Qué sentido tiene separar la basura en nuestras casas si después no sabemos que va a suceder con ella en manos de empresas que ni siquiera conocemos? Por dar un solo ejemplo.
Al mismo tiempo, como no todes generamos el mismo daño, no todes sufrimos las mismas consecuencias, el cambio climático no afecta de la misma forma a todo el mundo. El aumento de precipitaciones y sequías pueden afectar a muchas cosechas. Las familias productoras deberán estar preparadas para escenarios de este tipo, es por eso que una Ley de Acceso a la Tierra resulta urgente. Cada productore debe tener su pedazo de tierra para no ser desplazado por alquileres imposibles de pagar y que pueden finalizar por la pérdida de las cosechas. También, las precipitaciones generan inundaciones, la mala planificación urbana podría aumentar las consecuencias. Es necesario que se priorice la construcción de una infraestructura adecuada para estos impactos en barrios populares donde las pérdidas pueden ser sumamente graves.
Justicia ambiental
La justicia ambiental es un factor fundamental para poder modificar las bases de un sistema que no da respuestas a las demandas de los pueblos y sus territorios. Hablar de terricidio es también hablar de terricidas, que se institucionalice el término podría ser un primer paso para que efectivamente los responsables de incendios, mal tratamientos químicos en empresas y la instalación de proyectos extractivistas inviables sean juzgados y tengan consecuencias.
La inclusión en la discusión de grupos históricamente marginados como las comunidades indígenas y campesinas, las mujeres y las diversidades, y las clases trabajadoras debe ser prioridad para derrumbar y reconstruir un sistema que permita el acceso de estos sectores a la participación y toma de decisiones sobre los territorios que habitan.
El cambio es ahora, el cambio es colectivo. Mientras tanto, las riquezas del mundo seguirán marginando a los pueblos y destruyendo sus territorios. El planeta es uno, no pueden comprar otro.