Varoufakis… ¿El capitalismo ha muerto?

Varoufakis… ¿El capitalismo ha muerto?

TIEMPO DE LECTURA: 11 min.

“El capitalismo ha muerto. Vivimos en el tecnofeudalismo, que es algo mucho peor”. La afirmación de Varoufakis, da inicio a una de sus publicaciones más recientes. ¿Realmente ya no es capitalismo? ¿No hay nada distinto en el planeta? ¿No hay matices?

Según sostiene el economista griego y ex ministro de economía de su país, Yanis Varoufakis, en algún momento, aunque el capitalismo lo infecta todo, al menos teníamos unas cuantas horas al día en las que “éramos autónomos”; podíamos pretender ser individuos liberales. Usa la anticuada idea liberal de que la casa de una persona es una especie de castillo, donde hay una valla que nos aísla del resto y nos permite ser. Bueno, esa ilusión según sostiene, se ha ido.

Desde el momento en que las grandes tecnológicas se convirtieron en “faros” laborales o ideales en la sociedad, los jóvenes se preocupan las 24 hs del día de sus redes, ya que saben que, cuando publican un video en Tik Tok, un mensaje en twitter, o una fotografía en Instagram, pasará a formar parte del portfolio de su yo autopercibido y será utilizado por ese entrevistador de una gran tecnológica, o de un banco, o de la empresa que sea. Material que investigarán antes de la entrevista o incluso durante la entrevista, lo que podrá determinar su futura carrera. Nos convertimos en productores del “yo” que creemos que querrán que seamos. Una “distopía de ciencia ficción que desafortunadamente hoy se ha convertido en realidad”, según afirma.

Y si bien reconoce que la cuestión de la vigilancia en las plataformas, el llamado Big Brother, es un tema de preocupación recurrente entre quienes leen su libro, asegura que hay algo mucho más amenazante. En lugar de perder el sueño por lo que saben, debería quitarnos el sueño lo que poseen. Las tecnológicas, principalmente con máquinas, software e inteligencia artificial, se han convertido en dueñas de nuestra identidad digital y además tienen la capacidad de modificar nuestra manera de pensar y nuestro comportamiento para convencernos de hacer cosas que son de interés de los dueños de esas maquinarias, lo cual es bastante más aterrador que un “Gran Hermano” vigilándonos.

Siempre hemos estado sujetos a la propaganda, pero lo que el tecnofeudalismo ha hecho es ponernos en contacto muy estrecho con interfaces digitales con las que interactuamos, de tal manera de entrenarlas para que nos entrenen, para que las entrenemos para que nos entrenen, para que las entrenemos para que infecten nuestras mentes con deseos que son funcionales a los intereses de los dueños de la nube, de los dueños del “capital de la nube”. Según afirma, es la primera vez que tenemos esta relación dialéctica con aquellos que ahora son dueños de nuestras mentes o que poseen un poder sustancial sobre nuestras mentes.

El capitalismo de la nube se basa en algoritmos, y los algoritmos son asombrosos para infectar nuestra alma con deseos que se basan en una comprensión profunda de nuestro pasado y que capturan nuestra atención, para luego mercantilizarla y venderla a capitalistas vasallos que pagan a los dueños de los algoritmos una renta en la nube por ese privilegio.

El economista griego sostiene que una vez que internet fue privatizada en este contexto de capital de la nube, el tecnofeudalismo ha matado al capitalismo. Y lo ha hecho de una manera que es consistente con el triunfo del capital y nuestra subyugación como proletarios (trabajadores asalariados), como gente de clase media, incluso capitalistas vasallos, al poder de unos pocos concentrados principalmente en Silicon Valley (EEUU) y en las grandes tecnológicas chinas que poseen los instrumentos del tecnofeudalismo, y por ende el capital en la nube.

Veamos: Durante mucho tiempo, los Estados tenían la obligación de proporcionarle a cada persona un pasaporte, una licencia de conducir, un documento de identidad. Con esa identificación entrábamos a cualquier lugar y nadie dudaba de quiénes éramos. ¿Se dan cuenta que esto no lo podemos hacer en internet? No somos dueños de nuestra identidad “en línea”. No hay forma de que demostremos quienes somos. La única manera de hacerlo es “rogándole” a algún conglomerado que testifique quienes somos. Por ejemplo: Si queremos identificarnos con Google, tenemos que usar nuestra tarjeta de crédito, lo que implica que en realidad es el banco o quien nos provee la tarjeta quien testifica quienes somos. Si después vamos a otro sitio y para identificarnos usamos nuestro ID de Google, por supuesto utilizará la ID del banco que testificó quienes somos. Bajo esta ecuación las grandes tecnológicas y las grandes financieras son dueñas de nuestra identidad, y ese es el principio de lo que Varoufakis denomina tecnofeudalismo.

Si lo miramos desde una perspectiva histórica, en el feudalismo, el poder, la cultura política y la económica emanaron o surgieron de la posesión de la tierra. Aquellos que eran dueños, la nobleza terrateniente, se quedaban con el excedente de renta a costa de la explotación de quienes no la poseían, pero si la cultivaban: campesinos y vasallos. Simplificando la ecuación, el capitalismo surgió de la sustitución de la propiedad de la tierra por la de las máquinas. Fueron los dueños de las máquinas, y ya no solo los dueños de la tierra, los que produjeron más capital y crearon el mundo moderno que hoy conocemos.

Según Varoufakis, el tecnofeudalismo ha estado suplantando al capitalismo durante los últimos diez años, con una nueva forma de capital, una forma mutante de capital que él llama “capital de la nube”, que es lo que vive en nuestros teléfonos, computadoras portátiles o de escritorio, o en todas las aplicaciones. Es un capitalismo que vive en cables de fibra óptica, que recorre el mundo por el fondo de los océanos, en torres de telefonía celular, en granja de servidores, en algoritmos (que en realidad producen los trabajadores que los escriben). Es una nueva forma de capitalismo que ha dado poder a sus propietarios como Bezos, Musk u otros, para modificar nuestros comportamientos de tal manera que esos propietarios del capital en la nube, pueden extraer riqueza de un nuevo tipo de renta, tanto de los trabajadores, como de nosotros cuando compramos cosas a través de ellas, incluso cuando usamos estas plataformas y producimos capital para ellas, incluso sin siquiera saber que lo estamos haciendo. Incluso, los viejos capitalistas, ahora son los vasallos de esas grandes tecnológicas ¿Por qué? Porque cada vez que compramos algo en estas plataformas estamos permitiendo que el dueño del capital de la nube, cobre el 40% de lo que pagamos al capitalista que explota a trabajadores que son quienes producen y vende sus productos. Antes los señores feudales tenían la tierra, ahora los tecnofeudalistas tienen un tipo de tierra digital, construida por enormes cantidades de capital en la nube, y la renta de la nube es lo que les permite la acumulación.

El economista sostiene que el primer experimento de este tipo fue el Apple Store de iPhone. Sus diseñadores en un primer momento crearon algunas apps. A su entender, la genialidad de Steve Jobs fue abrir su creación para que otros desarrolladores realizaran apps. Sin importar el tamaño, a estos, desde individuos hasta grandes compañías, se les cobraba un 40% de lo que pagaban los usuarios de iPhone, por esas apps. Así produjo de la nada una enorme cantidad de dinero, tan solo por tener la exclusividad de ser dueño de ese repositorio de aplicaciones al que sólo podían acceder los usuarios que tuvieran iPhone. Este modelo, sería replicado luego por Google y otras tecnológicas.

Según relata, el gran impulso del capital en la nube fue posterior a la crisis financiera de 2008 en la que prácticamente todos los grandes bancos de EEUU, Gran Bretaña y Europa terminaron quebrados. Todos, en mayor o menor medida, tuvieron que ser rescatados por los Estados, o sea, por los pueblos de esos países que pagan religiosamente sus impuestos. Sus gobiernos emitieron alrededor de 35 billones de dólares (trillions en anglosajón, millones de millones en criollo), para reponer el capital financiero que la especulación e irresponsabilidad de los banqueros habría destruido. En simultáneo impusieron las famosas medidas de austeridad.

En este contexto, los capitalistas tomaron ese dinero que los gobiernos habían dado a los bancos y lo utilizaron para comprar sus propias acciones, porque de esa manera, el precio de sus acciones, subían, aunque no produjeran o vendieran mucho, dado el contexto austericida. Sus bonificaciones estaban atadas al precio de sus acciones. Los únicos capitalistas que tomaron el dinero del sector financiero, impreso por los bancos centrales para invertirlo realmente en capital real fueron los Jeff Bezos, los Google y los Appel del mundo. Y lo invirtieron en capital en la nube. Por el devenir histórico, éstos seguramente habrían crecido de todas formas, pero la gran crisis financiera y el modo en que los gobiernos respondieron a ella provocó que crecieran cien veces más rápido.

Por otro lado, Varoufakis afirma que hay una suerte de creencia de que capitalismo y democracia son, de alguna manera, compañeros o socios, cuando es ciertamente lo opuesto. El capitalismo surgió en el siglo XIX, precisamente en un momento donde no había democracia. El liberalismo, que defiende el derecho de los propietarios, tergiversó la narrativa al respecto. La democracia es un sistema donde gobiernan los pobres por ser la mayoría. Es por ello que el término “democracia liberal” es un absurdo, una contradicción histórica. Lo que ha existido, según este pensador griego, es una autocracia del capital, donde transcurren elecciones más o menos regularmente, que a su vez han legitimado la ausencia de democracia y la completa dominación y hegemonía del capital. Cuando el capitalismo mutó al capital en la nube, la ilusión de la “democracia liberal” comenzó a fragmentarse y en su lugar tenemos lo que todos reconocen como un sistema de vigilancia perfecta que ha provocado que vivamos en una servidumbre voluntaria: una transferencia voluntaria de nuestros datos a ese “gran hermano”, que ya no son los Estados, simplemente es una nueva clase dominante que controla y posee los medios de computación, los medios de modificación del comportamiento, a los que llama el Capital de la nube. Y el mayor truco de éstos es darnos la sensación de tener el control sobre nuestras aplicaciones, de amar lo que hacemos y de compartirlo en la nube.

Así como el marxismo siempre ha dicho que la peor servidumbre, la peor esclavitud, es aquella a la que nos sometemos voluntariamente, el capital de la nube es la apoteosis de esa servidumbre voluntaria porque nos da las herramientas que deberíamos tener, que nos merecemos tener. La pregunta no es si deberíamos o no utilizar estas herramientas, sino ¿Quién es su propietario y cuál es el efecto de estos derechos de propiedad para estos muy pocos, en la distribución desigual del capital de la nube para la sociedad, para la naturaleza, para la catástrofe climática y para la forma en la que organizamos nuestra vida cotidiana individual y colectivamente?

Y según entiende, todo este preámbulo, es el origen para comprender la guerra planetaria que hoy enfrenta a EEUU y China. Ésta no es ni por la disputa con Taiwán, ni por qué en China gobierne el Partido Comunista; es el choque tectónico por el control del capital de la nube, porque sólo estos dos países han desarrollado esas gigantescas nubes ficticias.

La diferencia que se destaca es que en EEUU el sistema financiero especulativo representado por Wall Street, nunca estuvo de acuerdo con ceder el monopolio del sistema de pagos dolarizados a las grandes tecnológicas. En China, aplicaciones como WeChat de la empresa Tencent, permite hacer todo lo que hacen Netflix, Airbnb, Uber, Facebook o cualquier otra app además de tener todas las funciones de una aplicación bancaria gratuita, que además está respaldada por el Banco Central chino, lo cual otorga una seguridad que ninguna app en occidente podría garantizar.

Lo que a su criterio aceleró el crecimiento chino fue, fundamentalmente, la guerra en Ucrania y la utilización del dólar y el sistema de pagos SWIFT como arma de guerra para sancionar a Rusia (al igual que la confiscación de entre 350 y 400 mil millones de dólares pertenecientes al Banco Central ruso). Ese hecho provocó que el sur global comprendiera que lo que estaban haciendo a Rusia, tranquilamente se lo podían hacer a cualquiera de sus países. Y eso, entre otras cosas, provocó que monarquías históricamente aliadas a EEUU, como Arabia Saudí o Emiratos Árabes Unidos, se unan a los BRICS, que en realidad es (según este economista), acercarse a China, que creó un mega sistema de pagos mucho más avanzado que el norteamericano.

Para Varoufakis, estas son dos expresiones de “ladrones de la nube”. No distingue diferencia entre EEUU y China. Según afirma, el gran juego está dado en cómo se posicionan los demás actores respecto de este choque de tecnofeudalismos. Quizás esta sea una de las pocas discrepancias que tengamos con el análisis que realiza, dado que no se diferencia en el uso o beneficio social de una u otra experiencia, que, lógicamente, está dada por quien controla o condiciona a esas Big Tech, propietarias del capital de la nube: el libremercado representado en una decena de magnates en el caso Occidental, y el Estado chino gobernado por el Partido Comunista por el otro.

La solución que encuentra a este gran problema que enfrenta la humanidad, no es desaparecerla ni luchar contra ella dado que ha significado un gran aporte en muchos sentidos para la humanidad, sino socializarlas. Tomar el control de los derechos de propiedad sobre ellas y redistribuirlas entre quienes producen, porque hoy todos producimos capital en la nube con nuestras publicaciones, nuestros videos, nuestras codificaciones, con educación pública que contribuye al conocimiento colectivo que es necesario para programas de inteligencia artificial. Su propuesta es crear una sociedad donde estas aplicaciones, estos algoritmos, estas inteligencias artificiales sean de propiedad común, dado que se han convertido en un bien común. Y, según afirma, proponer y pensar en esa socialización resulta menos utópica que intentar regularlas mediante un Estado nacional. Es por ello que a su entender debería gestarse un movimiento progresista internacional que tome el control de esas máquinas, algoritmos e inteligencias artificiales y las ponga a trabajar arduamente en nombre de la humanidad.

Volviendo a discrepar con Varoufakis, quizás sea el prisma eurocéntrico y occidental el que no permita ver que, en ese proceso de socialización, China no sólo nos está marcando y compartiendo un posible camino, sino que además nos lleva décadas de ventaja.


Material de consulta:
https://www.youtube.com/watch?v=wBPX2fHJAMA&ab_channel=DoubleDownNews

Nicolás Sampedro

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El Destino Manifiesto como Mito (Parte II)

El Destino Manifiesto como Mito (Parte II)

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En este contexto sitúo, por ejemplo, lo que la historia conoce como la caza de brujas de McCarthy[1] como también el mencionado Artículo X de George Kennan considerado “is one of the most important documents in the history of American Foreign Policy – not because of what it revealed about Soviet comunism, but because of what it made so clear about America and America´s continuing vision of itself and of the world[2].

En este marco de enorme dinamismo en la lucha política e idelógica, aparece este Articulo X o también llamado “Telegrama Largo” considerado, por el ex Asesor de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Henry Kissinger como la Biblia de la política de contención, durante las cuatro décadas que aquella estrategia estuvo en ejecución. El Article X tuvo como autor a George Kennan –ex subjefe de la misión estadounidense en Moscú – que el 22 de febrero del año 1946 envía a Washington un largo telegrama de 5.500 palabras  – que después sería publicado formalmente bajo el nombre de “Las raíces de la conducta soviética ” en la Revista de Asuntos Exteriores de Estados Unidos el año 1947. “El aporte de Kennan consistió en explicar los modos en que la hostilidad a las democracias era inherente a la estructura interna soviética, y por qué esa estructura resultaría impenetrable a los esfuerzos conciliatorios de occidente[3].

Su artículo apelaba a las virtudes más nobles de pueblo norteamericano, lo que Kissinger denomina la “heroica doctrina de la lucha perpetua”, para dar cuenta, no sólo de la lucha contra la ex URSS, sino que ello implicaba entrar de lleno en ese Destino Manifiesto de cruzado, cual Quijote con la adarga bajo el brazo. Se convocaba a los Estados Unidos a una misión global, lo que explica iniciativas que dieron origen, por ejemplo, a la conformación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) que velaría por la seguridad de un continente, que marchaba por la senda de la seguridad económica establecida por el Plan Marshall. El gran gendarme daba sus primeros pasos, para concretar una hegemonía que tendría su triunfo con la caída de los socialismos reales.

Ese elemento tan importante en la consideración del carácter nacional estadounidense, que era el aislacionismo, definitivamente se perdió con la entrada de Estados Unidos a la SGM y se consolida cuando la OTAN, ve la luz en Abril de 1948, que constituyó una desviación clara y definitiva de la política exterior norteamericana. Para Kissinger, el liderazgo norteamericano en la OTAN garantizaba, que el nuevo orden mundial sería justificado en términos morales y ocasionalmente hasta mesiánico, apelando a esos valores fundamentales y soluciones generales, cuestión que subyace en los textos mencionados, tanto de Allman como de Kennan.

La Guerra de Corea mostraría la importancia que adquirió el Article X,  en los procesos de Policy Making estadounidense, que vieron en la ofensiva de Kim Il Sung al sur del paralelo 38, el año 1950, el horror suscitado, en las sociedades occidentales, hábilmente manipuladas y desinformadas por los mass media, por hordas de comunistas que atacaban el mundo libre, cuestión que para el imaginario del “mundo libre no se podía permitir. Sobre todo porque Washington se había encargado de vocear, que Estados Unidos contendría a los comunistas en todo lugar donde viera amenazado sus áreas de influencia, que es hablar de regiones donde la libertad de actuar de sus empresas o sus aliados no estuviera vedado. Claro está que Corea estaba bastante lejos del tesoro europeo, y era un poco difícil aceptar que la seguridad de los Estados Unidos o de su mundo libre estuviese amenazada, pero para ello había un remedio, y en esa construcción de una amenaza mundial venida desde el bloque socialista se apeló a la intervención de la ONU que dio el marco multinacional para operar en el conflicto peninsular.

En otro plano, la separación de las dos Alemanias, primero permitiendo el nacimiento de la República Federal Alemana y posteriormente con la construcción del Muro de Berlín, es una muestra clara de las orientaciones que la política exterior norteamericana va teniendo en su tarea de contener el comunismo y la respuesta soviética a los fanes occidentales. Washington está decidido a restaurar rl viejo orden conservador y asegurarse, ad eternum, que no surgirían tendencias socializantes o un poderoso movimiento obrero, en tierras donde debía existir paz y prosperidad basada en el libre mercado. Entre las ideas más recordadas del Article X sobresale aquel que señala “aunque el poder soviético es impermeable a la lógica de la razón, es muy sensible a la lógica de la fuerza” claro está, que en todo el período de la guerra fría nunca hubo un enfrentamiento directo entre fuerzas militares de ambas superpotencias.

Ahora bien, no podemos asignarle toda la responsabilidad a Kennan y su Telegrama Largo, toda vez que el hombre se ha disculpado a lo largo de los años, con respecto al malentendido suscitado con su documento, en una especie de que no “quise decir lo que dije”. Podríamos darle un poco de crédito si consideramos, que el peligro que se quería contener no era la amenaza soviética, sino la amenaza  a la libertad, la democracia representativa, la libre empresa, las libertades individuales, y todos aquellos ideales que subyacen en su ideal del Destino Manifiesto y que Estados unidos ha logrado convertir en auto de fe.

Con el paso de los años el artículo de Kennan ha caído en descrédito[4] toda vez que el mismo autor, considerado hoy en día uno de los principales críticos de la Guerra Fría, ha escrito que uno de los errores históricos de los Estados Unidos, fue rechazar cualquier tentativa de lograr un arreglo pacífico de sus conflictos con los soviéticos, y declara finalmente que se debe volver a ese estado del alma cercano al puritanismo”la mejor manera que tiene un país como el nuestro, para ejercer una influencia benéfica más allá de sus fronteras es el ejemplo, y nunca la imposición”Lamentablemente para Kennan y su necesidad de redención,  la historia se ha encargado de descubrir su disfraz de enternecido postcrítico, y con esto arrastramos también las tibias críticas de Allmam con respecto al actuar de los Estados Unidos en el campo de su política exterior.

En 1948 George Kennan y su equipo de planificadores,  seres dotados de una visión más allá del pragmatismo puritano, conscientes que los Estados Unidos no podía seguir sosteniendo una política de aislacionismo, y por tanto sujeto a los vaivenes,  que la defensa de sus corporaciones le demandaba, asignaron a cada región del mundo su status y su función.  Los Estados Unidos se harían cargo del Hemisferio Occidental, marginando a la competencia francesa y británica” diseñada en los Acuerdos Sykes-Pico. África se explotaría para la reconstrucción de Europa, con una caída de la influencia de las metrópolis europeas, que tendrán que entrar de lleno, en la dinámica del proceso de descolonización, mientras que el sudeste asiático, cumpliría su función principal como fuente de materias primas para Japón y la Europa Occidental.

Destino Manifiesto y Sionismo

El nuevo orden mundial surgido tras la SGM y el desarrollo del imperialismo mostraría la realidad de una política exterior donde se deja de hablar de “objetivos vagos e irreales como los derechos humanos, el aumento de los niveles de vida y la democratización y más bien se trata directamente con conceptos de poder sin el estorbo de consignas idealistas sobre el altruismo y el beneficio mundial, si queremos mantener la disparidad que separa nuestra enorme riqueza de la pobreza de los demás”[5]. Un mundo donde la región del Asia occidental pasaría a tener, sobre todo a partir del año 1991un enorme campo de  conflictos: la continuación de la colonización y ocupación de Palestina a manos del sionismo, política de máxima presión contra la República Islámica de Irán a partir del derrocamiento de la monarquía el año 1979. La posterior invasión estadounidense y sus aliados a Irak el año 2003. La actual guerra de agresión contra Siria a partir del año 2011 en el marco del llamado renacer islámico. La guerra de agresión a Yemen, a cargo de la monarquía saudí y una coalición de países, efectuada a partir de marzo del año 2015. Sumado todo ello a la instalación de un cinturón de bases militares, rodeando no sólo a Irán, sino también a la Federación Rusa y la ampliación de la OTAN hacia el este, como estrategia político-militar

A lo largo de la historia de los Estados Unidos se distingue esa búsqueda  constante por tener un enemigo que permita alzar las banderas de su Destino manifiesto. Tras la independencia fue la amenaza europea y con ello la Doctrina Monroe, donde subyace su convencimiento que América erá para estados unidos, no para los americanos en su conjunto. Por ello resulta indudable, que la tan mencionada necesidad de armarse y rearmarse, con todo tipo de armamento, sea este convencional o nuclear sólo ha sido una justificación para el desarrollo del complejo militar industrial norteamericano, pues nunca el armamento producido, para teóricamente combatir y contener a la ex URSS, se utilizó contra ella sino que a través de guerras indirectas, con el uso en campo de sus respectivos aliados, que son los que en verdad entregaron su sangre en aquella confrontación.

Allman no cree en el pretendido  Destino Manifiesto de los Estados Unidos, establecido en su forma más inmaculada por John Quincy Adams,  como una especie de misticismo mesiánico que impulsa a los Estados Unidos a cometer una serie de atropellos no sólo a nivel de su política exterior, sino también a nivel de la política doméstica, como fue el caso de los caminos de “persecución irresponsable de McCarthy.” Existen claras incoherencias y contradicciones presente en la política exterior de Estados Unidos expresadas en tres hechos sustantivos; El Artículo X, El McCarthismo, y  la Guerra de Corea.

Contradicciones que concluyen con la falsedad de esta práctica de Destino Manifiesto, que sólo esconde un actuar interesado en el desarrollo de sus capacidades industriales y económicas, más en que en valores preconizados a través de creencias y tradiciones de la cultura política clásica estadounidense[6]. La influencia de esa idea del Destino Manifiesto se expresa en ideologías como el sionismo, concretada tras el fin de la SGM, que encuentra su origen en países europeos, principalmente Gran Bretaña desde fines del siglo XIX. Una ideología que da sustento a la acción política de generar un territorio bajo el marco falsario de “un hogar nacional judío” lo que implica la implementación  de políticas colonizadoras y de ocupación de la tierra palestina, que tiene como espejo a su padre putativo. Ambos regímenes, a su vez, violadores de los derechos humanos de los pueblos a los cuales agreden y violadores del derecho internacional.

Ambas entidades: imperialismo y sionismo, está dotadas de ideologías racistas y extremistas que difunden conceptos de superioridad racial, fomentando con ello el racismo y la xenofobia. La Resolución Nº 73/262 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, aprobada el 22 de diciembre del año 2018 efectuó un llamamiento mundial para la adopción de medidas concretas para la eliminación total del racismo, la discriminación racial, la xenofobia y las formas conexas de intolerancia y para la aplicación y el seguimiento generales de la Declaración y el Programa de Acción de Durban. Dicha Resolución proclamó que “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos, que todos tienen la capacidad potencial de contribuir de manera constructiva al desarrollo y el bienestar de sus sociedades y que “todas las doctrinas de superioridad racial son científicamente falsas, moralmente condenables, socialmente injustas y peligrosas, y deben rechazarse”.

La creencia en un Destino Manifiesto, trae aparejado para gobiernos como el de Estados Unidos  e Israel el desprecio a todo control y sujeción a las organizaciones que se dado la comunidad internacional. Convencidos, que los deberes contraídos no le son aplicables. Para Estados Unidos y reafirmado por declaraciones de sus funcionarios de gobierno y el propio presidente Donald Trump, no existe posibilidad de aceptar ser enjuiciado por ninguna Corte Internacional, ninguna institución que los países se han dado como una manera de convenir el respeto a los derechos humanos, la relación pacífica entre las naciones y sobre todo aceptar la jurisdicción de organismos, que permitan sancionar aquellas conductas tipificadas como delitos internacionales. Estados Unidos y su conducta imperial considera que está más allá del bien y el mal.

Israel, por su parte, con relación a Palestina, desde el mismo año de nacimiento de la entidad sionista (14 de mayo del año 1948) ha violado todas las resoluciones de la ONU y superado todas las  medidas tomadas en orden a hundir toda posibilidad de avanzar hacia la autodeterminación del pueblo palestino. Israel ha dedicado gran parte, de sus esfuerzos políticos y diplomáticos, a consolidar la supremacía sionista sobre una tierra ocupada, colonizada, donde prima el racismo y el crimen contra sus habitantes. Un sionismo, que ha pervertido la esencia misma del judaísmo, tergiversándolo y mutando la identidad religiosa de aquellos que profesan esta creencia.

Hago mía las palabras del Libertador Simón Bolívar cuando señaló, con evidente claridad, a principios del siglo XIX su interpretación del papel que pretendían  jugar los políticos de Washington en el mundo y en especial en nuestro continente americano, al  sostener en una carta dirigida al Coronel  Patricio Campbell, fechada en Guayaquil el 5 de agosto del año 1829 “los Estados Unidos parecen destinados, por la providencia, a plagar el mundo de miserias y muerte en nombre de la libertad” en este caso, a través de su visión de un Destino Manifiesto , que se ha encargado de concretar sobre los huesos y la sangre de millones de seres humanos.

Mismas palabras que pueden ser dirigidas al sionismo: Una ideología destinada a dar sustento a la promoción y práctica del odio y el racismo, en nombre de mitos falsarios. No existen pueblos elegidos, ni superiores ni inferiores. No existen pueblos a los cuales alguna divinidad los haya señalado con un dedo de preferencia o los considere la niña de sus ojos y les entregue dadivosamente un territorio que no les pertenece. Todo aquel que propugne lo contrario es simplemente un criminal o un cómplice.

Artículo publicado originalmente en segundopaso.es


[1] Se pasó a denominar como macarthismo o caza de brujas a todas aquellas medidas gubernamentales que coartaban las libertades de los ciudadanos en favor de una supuesta seguridad nacional o preservación de unos valores determinados. En pleno contexto de Guerra Fría, tras finalizada la II Guerra Mundial y la expansión del comunismo por Europa y Asia, en Estados Unidos (EE.UU.) se gestaba un fuerte odio al comunismo, que fue llevado a su máxima expresión por el senador republicano, Joseph McCarthy. El primer pronunciamiento de McCarthy en el que mostraba sus planes para solapar todo índice de actividad comunista en EE.UU. fue el 9 de febrero de 1950, en el club de mujeres republicanas de la ciudad de Wheeling, en Virginia Oeste, donde advirtió tener una lista de 205 personas miembros del Partido Comunista que trabajaban dentro del Gobierno.
[2] Allman T.D en su libro “Unmanifest destiny: Mayhem and illusion in American foreign policy–from the Monroe doctrine to Reagan’s war in El Salvador” (1984)
[3] Kissinger Henry. Diplomacia. Ediciones B. Barcelona, España, 1996, Página 483-484
[4] Y sostenemos esto a pesar que el autor y su documento son alabados por Kisssinger, y la mayoría de los historiadores y estudiosos de las relaciones internacionales en los Estados Unidos. Sobre todo alabando ese supuesto espíritu profético del Artículo X, en que se vislumbraba el colapso definitivo del mundo socialista encabezado por la URSS.
[5] Chomsky Noam ” El Nuevo Orden Mundial (y el viejo )”. Editorial Crítica. Barcelona, España, 1997
[6] A pesar de la valía de las críticas de Allman, en este campo reina por derecho propio Noam Chomsky, a quien recomiendo a la hora de definir críticas certeras y profundas respecto a la política exterior llevada a cabo por los Estados Unidos, desde el momento mismo de su independencia.

Pablo Jofré Leal
Pablo Jofré Leal

Periodista y escritor chileno. Analista internacional, Máster en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid. especialista en temas de Latinoamérica, Oriente Medio y el Magreb. Es colaborador de varias cadenas de noticias internacionales. Creador de revista digital www.politicaycultura.cl

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