Es el sentido común, estúpido: derechas y shock económico en Uruguay

Es el sentido común, estúpido: derechas y shock económico en Uruguay

TIEMPO DE LECTURA: 8 min.

El gobierno de la coalición de derechas liderado por el presidente Luis Lacalle Pou cumplió los primeros seis meses de gestión y ya ha dado muestras claras de sus políticas de shock económico de corte neoliberal. Tres pilares fundamentales son los que llevan adelante estas políticas: la Ley de Urgente Consideración, el presupuesto quinquenal y la negociación salarial, donde en el 2020 los trabajadores están condenados a la primera pérdida salarial luego de quince años consecutivos de aumentos por encima de la inflación.

Arriba los que luchan: Los de arriba también luchan

“Es la economía, estúpido” reza la famosa frase de James Carville. El ex asesor de Bill Clinton en 1992 inmortalizó esa frase y en cuatro palabras noqueó retóricamente a George Bush en la campaña electoral estadounidense. Pero también es la disputa de sentido a través de los discursos, el lenguaje, lo semiótico; o lo que muchos llaman la batalla cultural.

Hoy la estrategia comunicacional es fundamental a la hora de blindar a los gobiernos a través de granjas de bots, call centers, trolls en redes sociales y los ya clásicos medios masivos de comunicación. El proyecto neoliberal de la AltRight liderada por Steve Bannon con la Internacional del Terror, conjuga lo económico-político con ganar cada vez más terreno en la construcción de un relato que justifique y legitime sus políticas de ajuste y saqueo.

A la par va diagramando sus enemigos internos, depositarios de todos los males de la nación y enemigos del desarrollo de los países.

En América Latina los enemigos de la nación los define la oligarquía y la burguesía local dueña de los medios de comunicación, la industria y la banca. La lista es larga, pero hay varios que son comunes a varios países: sindicalistas, líderes sociales, campesinos, indígenas, estudiantes, feministas, periodistas, entre otros.

El gobierno coaligado de derechas en Uruguay, en esta tarea por la disputa del sentido, ha dejado ya varias frases como perlas en un collar que evidencia a dónde apuntan sus dardos. Su proyecto no es solamente un ajuste a la clase trabajadora y una transferencia de recursos de abajo hacia arriba. El presidente lo deja claro con sus hechos, es el mismo proyecto que el macrismo argentino, pero ha aprendido de sus errores.

En más de una ocasión sus ministros han realizado declaraciones que testean el termómetro social. Si resulta negativa la reacción popular, el presidente raudamente retrocede en sus pasos, dejándolo así como un mandatario sensato, que escucha y tiene “la marcha atrás nuevita” en sus propias palabras; pero no es más que un sí pasa, pasa.

FA: sería “sano para la democracia” que Pablo Da Silveira renuncie - ECOS UY

Entrevistado por el programa Mejor dicho, portal de entrevistas de estudiantes de la carrera de Ciencias de la Comunicación en la privada Universidad Católica, el Ministro de Educación y Cultura Pablo da Silveira, dijo que «a la Federación Nacional de Profesores (Fenapes) la levantan (sus noticias) los periodistas o estudiantes de periodismo que preguntan por Fenapes». Continúa diciendo “para darte una idea, en Uruguay hay más de 60 mil docentes. Mirá la cuenta oficial de Twitter de Fenapes, tiene algo así como 1.500 seguidores. Fenapes no es un actor relevante en la vida educativa», sentenció da Silveira.

Lo que a primer golpe de vista resulta hilarante o tragicómico, es un ataque sistemático y premeditado a los sindicatos como organizaciones de lucha, que hasta el momento, son las únicas que le están haciendo frente al oficialismo. La prédica contra los sindicatos, sus herramientas de lucha (paro, huelga, ocupación, movilización) sufren intentos de deslegitimación constante.

Pero parece que el recorte a la Universidad de la República durante cinco años, que entre otras cosas, es la encargada del 80% de la investigación del país, es menos nocivo que un paro de 24 horas.

Da Silveira forma parte de los intelectuales orgánicos de la derecha más destacados. Es creador de la Fundación Impulso, que trabaja con liceos privados con fondos públicos en contextos carenciados donde se selecciona a los estudiantes. La misma “surge de la idea y desafío de un grupo de amigos: Marcelo Guadalupe, Elbio Strauch, Ernesto Talvi, Nicolás Herrera y Horacio Hughes”, según dice la página web de la institución.

El Ministro de Educación escribió un libro en 2009 titulado “Padres, maestros y políticos. El desafío de gobernar la educación”, otra muestra del especial interés de la oligarquía nacional en la educación como un terreno en disputa, que a sus ojos, todavía tiene mucho espacio para mercantilizar. La educación como ariete en la formación de los futuros ciudadanos como emprendedores, consumidores y liberales anticolectivistas.

Ramón Díaz - 10/01/2017 - EL PAÍS Uruguay

Como anécdota en esta enredadera financiera-ideológica, Pablo da Silveira escribió un libro con Ramón Díaz -máximo exponente del neoliberalismo uruguayo- “Diálogo sobre el liberalismo”. Como consta en su currículum, Da Silveira fue financiado por una beca de la ultraderechista Fundación Atlas.

El Centro de Estudios de la Realidad Económica Social (Ceres) publicó un informe que mide la pobreza de manera distinta al Instituto Nacional de Estadística (INE). Según la línea de pobreza fijada por el INE, el 8,8% de la población estaba en situación de pobreza en 2019, o sea, tenía un ingreso inferior a 14.311 pesos mensuales. Esto representaba unas 308.000 personas pobres

Si se complementa este dato con el índice de carencias socioeconómicas de Ceres, la cantidad de personas que vive en condiciones de pobreza asciende a 516.000. El Ceres fue dirigido por Ernesto Talvi, ex Ministro de Relaciones Exteriores del oficialismo y forma parte de la Red Atlas, red de think tanks y ONGs financiadas por la USAID.

El mentor de Talvi fue justamente Ramón Díaz. El dimitido canciller ahora se dedica a la formación de cuadros políticos y técnicos del sector Ciudadanos del Partido Colorado. Se graduó como economista en la Universidad de la República, es Doctor en Economía y MBA en Finanzas de la Universidad de Chicago. Un Chicago Boy a la uruguaya, que en 1990 se integró al equipo de asesores del presidente del Banco Central del Uruguay (BCU), Ramón Díaz, dirigiendo la Política Económica del BCU entre 1990 y 1995.

La medición de la pobreza del Ceres viene a reforzar dos tesis repetidas hasta el hartazgo: que los gobiernos progresistas dejaron a los países en ruinas y que vivimos por encima de nuestras posibilidades. Ergo, el ajuste es necesario.

Los de siempre

Uno de los mayores exponentes de la oligarquía uruguaya Gabriel Capurro, presidente de la Asociación Rural del Uruguay, en el cierre de la exposición anual de estancieros y terratenientes del campo, expresó que “Aunque todos podemos estar de acuerdo en que la desigualdad extrema no es deseable, la realidad es que la desigualdad de ingresos va a existir siempre.”

Una confesión de clase que se reitera todos los años en dichos discursos y un guiño al concepto acuñado por Milton Friedman sobre “la tasa natural de desocupación” que no hace más que implantar en el imaginario colectivo la concepción de que exista gente sin trabajo, sin techo, sin educación ni salud como algo de la naturaleza, inmutable y por ende no hay nada que hacer por ello.

Azucena Arbeleche cantó Las 40

Pronósticos

Por su parte, la ministra de Economía, Azucena Arbeleche, manifestó: “parece que lo peor ya pasó.” Simil a los “brotes verdes” macristas o “la luz al final del túnel” de la ex vicepresidenta argentina Gabriela Michetti. Olivier De Schutter, experto de la ONU, afirmó que “las peores consecuencias de la crisis sobre la pobreza están aún peor”.

La británica The Economist, señaló que en el segundo trimestre del año 2020, Uruguay registró una caída de 10.6% en el PBI en términos interanuales. Entonces, ¿lo peor ya pasó o está por venir?

Artículos del oficialista diario El País aconsejan cómo utilizar el automóvil pero ahorrando nafta y cómo poder consumir alimentos vencidos. Un homenaje en vida a su gemelo argentino Clarín cuando aconsejaba comer tierra para adelgazar o “una escapada mental” para tener vacaciones en tu cabeza.

Otra de la postura de los intelectuales orgánicos del neoliberalismo es que niegan la dicotomía izquierda y derecha. Nunca se asumen como de derecha, pero niegan ser de izquierda y por otro lado ven izquierdistas en todo lugar cuando la hegemonía cultural, mediática y académica a nivel mundial es comandada por el neoliberalismo. Por citar un solo ejemplo, seis mil medios de comunicación con peso alrededor del globo están controlados por ocho personas.

Dos excepciones en el mar de la denunciología de la izquierda, como diría el comunicólogo uruguayo Aram Aharonian, han aparecido este año en formato de programas periodísticos: Legítima Defensa y La Letra Chica. Ambos han saltado la barrera de los canales privados de televisión superándolos en puntos de rating por aprovechando la plataforma Youtube. Pero con eso solo no alcanza.

La disputa por el sentido común; un sentido común de liberación, diverso, que contemple a las grandes mayorías y eleve la dignidad popular, es una batalla asimétrica, donde las organizaciones sociales corren en franca desventaja, pero es necesaria, urgente y se nos va la vida en ello.

Artículo publicado originalmente en estrategia.la

Nicolás Centurión
Nicolás Centurión

Como dice un rapero: «por amor y por vicio…se convirtió en mi oficio.» La palabra se milita. Junto café con palabras para subsistir en este paréntesis, desde la periferia.

No hay que cambiar un gobierno, hay que cambiar un sistema

No hay que cambiar un gobierno, hay que cambiar un sistema

TIEMPO DE LECTURA: 5 min.

Por Nicolás Sampedro*

Si bien en el último tiempo no les fue tan redituable, ha sido moneda corriente la utilización de la situación de Venezuela por parte de los gobiernos cipayos para deslegitimar a los procesos populares de las últimas dos décadas.

El posicionamiento de los medios de comunicación hegemónicos y sus repetidores (conscientes o no) al respecto ha buscado generar en el pueblo una asociación directa de la palabra “Venezuela” con el caso, la pobreza, la represión, el autoritarismo e incluso con el término dictadura.

La frase “Vamos camino a ser Venezuela[1] se repitió hasta el hartazgo en casi todos los canales de televisión, en gran parte de las radios, en casi todos los periódicos de alcance nacional y en las discusiones en redes sociales. A decir verdad la situación actual Argentina -bajo el gobierno de Cambiemos-, muy por el contrario a lo que se intenta que crea nuestro pueblo, es incluso peor.

Lo primero que habría que señalar, es el hecho de que las calificadoras de riesgo y los organismos internacionales como el FMI, el Banco Mundial, la OEA u otros son instrumentos del capital concentrado para legitimar o deslegitimar a gobiernos según su afinidad. Motivo por el cual, lo que digan estas instituciones debe caracterizarse como de quién viene, cosa que los medios de comunicación precisamente ocultan por responder a sus mismos intereses.

En segundo lugar, la gran diferencia entre ambos procesos se caracteriza por el rol que cumple el Estado en la defensa de los intereses de las grandes mayorías y del interés nacional, por sobre el de las corporaciones, los poderes financieros internacionales y el imperio norteamericano.

Mientras en Argentina Macri causa una crisis colosal, asegura los negocios de sus amigotes, se subordina a los designios gringos y colabora en el experimento del FMI, en Venezuela Maduro defiende a su pueblo de la voracidad imperial, realiza ayudas muy significativas a les más necesitades e impulsa la construcción de un mundo multipolar que se base en el respeto y la cooperación entre los pueblos.

Mientras Macri es ayudado por su jefe del norte para que la Argentina vuelva a estar atada de pies y manos de los organismos internacionales y de acreedores privados que sólo buscan rapiñar, Maduro se enfrenta al imperio y busca vías alternativas en asociación estratégica con Rusia, China, Irán para intentar sortear el bloqueo criminal impuesto por Donald Trump y sus aliados. La disputa de fondo es la misma: saquear y rapiñar los bienes comunes o recursos naturales de nuestras naciones y pueblos.

El 21 de agosto del año pasado en un artículo titulado “Todavía estamos a tiempo[2] retomábamos las palabras del Dr. de Estado en Economía, Jorge Beinstein, quien en su último libro analizaba el carácter de la familia Macri y el componente mafioso de la lumpenburguesía parasitaria y de la oligarquía argentina que llegó al gobierno a finales de 2015.

En ese artículo señalábamos la necesidad de asumir la responsabilidad histórica que teníamos como pueblo, para generar las condiciones subjetivas que entierren el experimento oligárquico que en ese entonces ya estaba llevando hacia el abismo a nuestro país.

Sólo dos semanas después, publicábamos otro artículo de opinión titulado “El shock room argentino”[3]. En esa oportunidad retomábamos las investigaciones de la periodista canadiense Naomi Klein y cómo los poderes globales han utilizado desde los años 60 en adelante la política de shock para implementar reformas neoliberales ante crisis de diversa índole a lo largo y ancho del planeta. En Argentina el ejemplo más concreto sería la dictadura cívico-eclesiástico-militar.

Lo acontecido durante este año reafirma lo que se pronosticaba en aquel entonces: un gobierno compuesto por una mafia que sólo buscaba hacer suculentos negocios con las estructuras del Estado a su favor; un sistema internacional permisivo con estos experimentos, con un Trump presionando para que el FMI haga el préstamo más grande de su historia (incluso salteándose sus propias reglas) para sostener al jardinero Mauricio, fiel siervo lacayo del imperio; y un pueblo que en algún momento reaccionaría por más shock que intentaran imprimir.

El pueblo argentino demostró madurez política y verdaderos deseos de vivir en paz, no por ello dejó de luchar en cada lugar donde le fuese necesario. Ya sea en las calles con enormes movilizaciones, en la discusión de los sindicatos en la defensa de los derechos de les trabajadores, o en las urnas, con la aplastante derrota electoral al experimento oligarca argentino.

Ahora bien, la montaña rusa en la que ha entrado Argentina luego de las PASO, no sólo representa un gran riesgo, sino un gran desafío para nuestro pueblo. Las presiones internacionales, de los grupos concentrados de poder, de los medios de comunicación e incluso del derrotado oficialismo, para con Alberto Fernández no han cesado desde entonces.

Desde todos los lados posibles se pretende acorralar al candidato de Todes para que continúe en la línea trazada por Trump y los grupos de poder financieros internacionales y seguida al pié de la letra por Macri.

El desafío para el pueblo argentino no sólo será abrazar a les Fernández y llevarlos en octubre a un triunfo aún más contundente, sino condicionarles para que muchas de las cosas que están mal y aportaron a que se genere el desastre actual no se vuelva a repetir.

Si se las analiza fríamente, las situaciones de crisis no son ni buenas ni malas. Son una oportunidad para transformar lo existente en algo nuevo. Como relata Naomi Klein en su libro “Decir no, no basta”, ésta lógica de shock la han implementado desde hace décadas el imperio y los grupos concentrados de poder para imponer medidas neoliberales que los favorezcan.

Ahora le toca al pueblo imponer sus condiciones en detrimento de los ganadores de siempre. Hay que darse una profunda reflexión sobre la matriz productiva, sobre la forma matriz impositiva, sobre el ordenamiento jurídico y constitucional. Hay que parar de desangrar al pueblo y que la exuberante deuda que contrajeron que la paguen ellos. Expropiarles hasta la última pertenencia si hace falta, pero que no se salgan con la suya y salgan libres de culpa y cargo.

Luego de la crisis del 2001 una de las cosas que se analizaban era que la madurez política del movimiento popular organizado argentino no había logrado ser parte del nuevo gobierno que había surgido. Las condiciones actuales son mucho más favorables para que lo que surja en diciembre cuando asuma el próximo gobierno nacional y popular, cambie de raíz las lógicas de funcionamiento y que nunca más sea el pueblo quien pague las consecuencias de lo que hace un grupúsculo minoritario y enriquecido.

Esos cambios profundos no sólo son una necesidad histórica para que haya felicidad y prosperidad con justicia social en nuestro pueblo, es una necesidad humana, si pretendemos seguir existiendo como especie. No hay que cambiar un gobierno, hay que cambiar un sistema.


* Periodista especializado en temas internacionales, conductor del programa Marcha de Gigantes (AM 1390 Radio UNLP), productor del programa Columna Vertebral (Radio Estación Sur - FM 91.7), columnista del programa La Marea (Radio Futura – FM 90.5) editor de Revista Trinchera y colaborador de Agencia Timón.

Bibliografía:
[1] https://actualidad.rt.com/actualidad/308995-mauricio-macri-venezuela-destino-evitado
[2] https://revistatrinchera.com/2018/09/21/todavia-estamos-a-tiempo/
[3] https://revistatrinchera.com/2018/10/07/el-shock-room-argentino/

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