Las vidas que quepan

Las vidas que quepan

TIEMPO DE LECTURA: 5 min.

El último aliento sobre Sara Gallardo. Despedimos a nuestra autora del mes con un repaso sobre su obra, centrándose en uno de los puntos más altos de su obra, Los galgos, los galgos. Nos pregunta, se pegunta ¿A dónde van esas vidas posibles, cuando ya no estamos para pensarlas? 

Vivimos, morimos, y alguien después se encargará de decir quienes fuimos. Quizás, algo quede anotado en cierta tumba con una foto que intente recordarnos con cariño. Padre y consejero, hermano y compañero, amigo de sus amigos, enamorado de su profesión. Lo que quede de nosotros o lo que alguien elija rescatar es tal vez un misterio, y algo que está fuera de nuestro alcance. Lo que no es un misterio, es que seguramente, sean malos o buenos los calificativos que nos toquen, nos honre o nos humille el epitafio elegido, en algún punto será injusto e incompleto. Hasta aquellos que crean que han pasado por el mundo como las aguas del río, sin comerse ni beberse, habrán vivido más que lo que de ellos permanezca o se recuerde. Vivimos más de lo que permanece, vivimos a veces hasta lo que no nos pasó. ¿O no entra, acaso, dentro de lo vivido lo que fantaseamos, lo que alguna vez imaginamos, lo que proyectamos y no pudimos, o no quisimos recorrer? ¿A dónde van esas vidas posibles, cuando ya no estamos para pensarlas? 

Sara Gallardo vivió 56 años. En ellos, viajó por lugares misteriosos e increíbles, escribió columnas en diarios y revistas, publicó seis novelas, libros de cuentos, cuentos infantiles. Se enamoró más de una vez y lloró como ninguna cuando murió su segundo esposo, Héctor Murena. Pensó libros que nunca llegó a escribir. Murió de un ataque de asma. 

Pero si se acercan a ella, sabrán que vivió mucho más que 56 años. Para empezar, Sara nació ya con mucha vida vivida; nació pesada, cargando en su espalda y su sangre la historia de sus ilustres antepasados: de Bartolomé Mitre a Miguel Cané, de historiadores a científicos, todo entra en su linaje, todo eso le tocó heredar. ¿Se imaginan nacer cansados, sintiendo que ya vivimos demasiado? Sus esfuerzos por alejarse de sus mandatos, fueron significativos y constantes. 

Como si con aquello no alcanzara, tampoco al morir dejó de vivir: eso, sin embargo, podemos sospechar que fue algo buscado. Todo aquel que construya en vida una obra que lo pueda trascender, sabrá que corre ese riesgo. Lo que nunca supo Gallardo, es que los lectores que en vida le faltaron, llegarían todos cuando ya no estuviera. Desde su primera novela, Enero (1958) hasta la última de ellas, La rosa en el viento (1979), todas fueron reeditadas luego de la muerte de la autora, y su relectura ha llevado a que Sara Gallardo sea hoy, considerada una de las autoras más importantes de la literatura argentina del siglo XX. Vivió, entonces, mucho antes de nacer, sigue viviendo muchísimo después de morir.

Quizás por todo esto, Gallardo sabía que no es tarea fácil contar una vida. Se puede elegir un momento, por más terrible o intenso que sea, y contarlo como lo hace magistralmente en Enero y la historia de Nefer. Se puede contar una búsqueda, en toda su profundidad, como lo hace en la impresionante Eisejuaz. Pero contar una vida entera, eso no es para cualquiera. Contarla completa, sin intentar dejar nada afuera, y contarlas todas: la vida vivida, pero también la soñada, la heredada, la imaginada y también la vida eternamente recordada. Sara Gallardo se animó, lo intentó, y escribió Los galgos, los galgos (1968) para contarnos las muchas vidas de Julián.

La vida heredada:  “De mi padre heredé una casa, la mitad de un campo y algo de dinero. Lloré mucho esa muerte, pero no puedo decir que la herencia me tomara de sorpresa. Sentados en la luz del amanecer, hacia el fin del velorio, se me ocurrió decir a mi hermano que le cambiaba mi casa por su parte de campo y, como aceptó en seguida y tuve que firmar una cantidad de papeles, comprendí que había hecho mal negocio” así comienza esta novela de más de 400 páginas que acaba de ser reeditada por la editorial El fiordo. Julián, un abogado con poco amor por el oficio, hereda el campo de Las zanjas y hacia allí va para intentar lograr lo que todos buscamos: hacer algo que perdure. No sabe nada de lo que debe hacer, pero irá conociendo la estancia y sus ritmos. 

Todo está justificado, todo tiene sentido, nada es cansador: Lisa lo acompaña y él se siente como un adolescente enamorado. No hay propuesta que no lo motive, no hay espera que no esté dispuesto a afrontar. La vida heredada pasa a ser rápidamente la vida buscada y las tristezas se esconden por un rato. Pero no se van muy lejos, nunca se van muy lejos. Las zanjas es muy grande y hay lugar para mucho, incluso para las ambiciones, para frustraciones y reproches, y una mañana Lisa se va. Para Julián, más fácil que ir a buscarla es irse bien lejos a esperar que ella vuelva. Aparece un tío, una propuesta para ir a París, un Julián desganado y resentido. La vida en París es la que reemplaza las vidas que no fueron: ya nada tiene magia, ya todo huele a frío. “¿Entonces es verdad que la vida sigue? ¿Es verdad que compré una bufanda que ella no verá nunca?”

Julián vive en un eterno letargo pensando en que en cualquier momento, Lisa lo encontrará por algún café. Al final, descubre que no hay más alternativa que volver, y vivir la peor de las vidas: la resignada, la que terminó tocando, la de buscar consuelo. Acepta casarse con cualquier mujer que lo deje seguir viviendo solo en su casa, no queda ya más deseo que ese. Para la escritora Romina Paula, Julián ya no habita estas vidas: él ha muerto en la segunda. ¿Son vividas las cosas que vivimos sin habitarlas?

Pero vivir también son las marcas que dejamos en otros. Cuando Julián se muda a Las zanjas adopta dos galgos, Chispa y Corsario. Son sus amigos y compañía cuando se desafía a sí mismo y se convence de que puede hacer que las cosas funcionen, son su bastión cuando empieza a sospechar que las cosas tal vez no funcionen; son los olvidados cuando parece que nada funcionó. Son lo que mueren solos, para decirle a Julián una y otra y otra vez -aunque no quiera escucharlo- que las vidas posibles son muchas, pero ninguna vuelve nunca para atrás


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Pedro Jalid

Profesor de Letras. Leo más de lo que escribo, trato de hacer más de lo que digo.

La gran noche de los trenes

La gran noche de los trenes

TIEMPO DE LECTURA: < 1 min.

Sara Gallardo no solo se destacó por sus novelas, fue una gran cronista, una de las más importante dentro de la crónica argentina. Estamos hablando de una autora que fue, aún es, todo terreno. En el cuento, en el relato corto, en la historia comprimida, también lo fue. La gran noche de los trenes, es uno de sus cuentos más destacados.

Por el tiempo en que el hombre pisó la luna llovió mucho en la provincia de Buenos Aires. Los trenes puestos a morir goteaban y el agua corría por los vidrios sin parar.
El gobierno había decidido amputar líneas de ferrocarriles así como los médicos secan venas enfermas de las pantorrillas. Puso los trenes viejos a los costados de las vías. A morir.


Así comienza este relato de Gallardo, cuya primera publicación la podemos encontrar en El país de humo (1977). Los invitamos a escuchar el relato narrado por Adriana Aizemberg y agradecemos a Ciro Marcovecchio por la ilustración.


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Un hongo negro y creciente que llena los días

Un hongo negro y creciente que llena los días

TIEMPO DE LECTURA: 6 min.

Caminemos sobre Enero, la primera novela de nuestra autora del mes, Sara Gallardo. Un rastreo sobre esa voz que desde su inicio va a marcar que lo que viene por delante es una obra potente, única en su especie.

La primera vez que me crucé con el nombre de Sara Gallardo (1931-1988) fue en una librería de usados. Montañas, pilas, estantes llenos de hojas amarillas con tapas derruidas por el paso del tiempo. Entre tanta letra olvidada, ahí estaba ella. Una autora, por entonces desconocida para mí, un libro breve titulado Enero (1958) en el que se podía ver en la tapa la silueta negra y pequeña de una mujer observando el vasto campo, la soledad de la inmensidad. A esa edición nunca la volví a encontrar, pero sí a las historias de Sara. 

La familia de Sara Gallardo estuvo caracterizada por un largo linaje de hombres de política y poder. Hombres de gran renombre y participación en la conformación de la historia nacional, pero no es de ellos de quien habla Sara en sus relatos. No es de esos hombres de traje y mirada inquisidora de quien contará los pormenores de su día a día. En Enero, Sara mira para otro lado, ahí donde están los peones del campo, las mujeres de sonrisas serias y manos curtidas por el trabajo bestial y agotador. Sara agudiza el ojo hacia donde nadie quiere mirar y ya, en 1958, escribe la historia de los invisibilizados, mira a esos trabajadores y trabajadoras del campo en los que nadie prestaba atención. Mira, observa, cuenta sobre la vida de esos hombres y mujeres que ella conocía bien. No por pertenecer a su clase, sino por los lugares que habitaba, que visitaba con su familia y decide que pueden ser protagonistas de las historias que se transmiten página a página. 

En Enero, el calor del campo es sofocante. Ahoga, asfixia, el sopor del sol en la nunca se torna insoportable, los pasos se vuelven lentos y pesados, inclusive para Nefer que está llena de juventud y energía para transitar por las tierras llenas de polvo y silencio. Sin embargo, no es el calor lo que sofoca el alma de la protagonista de esta novela corta. Nefer tiene un “hongo oscuro” creciendo en su interior, solo el miedo y la soledad la acompañan. Una niña, una adolescente de dieciséis años, que no tiene a quien darle la mano para transitar lo oscuro que le toca vivir. 

Es en Enero que Nefer descubre que ya no está sola, aunque no es esa la compañía que ella estaba buscando sino el amor del Negro, a quien no encuentra, a quien mira, pero no recibe respuesta. Esta es una historia de amor y desamor, del amor más puro e inocente, de ese primer amor imposible, pero por el que se hace cualquier cosa por alcanzarlo. Nefer está perdidamente enamorada del Negro, un peón de campo que está con la Delia, y no voltea a verla a ella. Nefer se pone su mejor vestido para él, la esperanza de cruzarlo, aunque sea por breves segundos la invaden, pero es otro quien llega, es otro quien sujeta su cintura, la aparta y la somete. Es otro quien está ahí mientras ella piensa solo en el Negro y que todo lo quería con él. 

En esta historia, el campo y la desigualdad naturalizada son protagonistas, Gallardo escribió una historia que aún es contemporánea, una historia narrada desde lo no dicho en donde se está completando el sentido todo el tiempo. Las palabras más crueles no se nombran, no se escriben, solo están presentes en la desazón que siente la protagonista: el desamor, la violencia sexual, la seguridad de querer morir, la soledad y la imposición materna. 

¿Qué va a decir la gente del pueblo? ¿cómo mirar a los demás a partir de ahora? ¿Cómo esconder este secreto que crece día a día en el vientre de una niña? 

¿Es Gallardo quien elige no nombrar o es Nefer que no puede ponerle nombre a eso que la llena de desdicha? El silencioso, a veces el amigo, otras la semilla u hongo oscuro: “Amigo secreto no hay ninguno. Semilla triste que crece y crece sin piedad es lo que lleva, no amigo secreto”. Las ganas de morir invaden a Nefer y eso sí puede decirlo, aunque quien la escuche sea el viento, porque cuando grite lo que le está sucediendo será tarde. 

“Hoy Nefer quiere cavar un pozo en la tierra, aunque fuese con las uñas, aunque sangraran, con los dedos si las uñas se rompían, con los brazos si los dedos se gastaban, y en el pozo profundo enterrarse, cubrir de tierra los ojos cerrados y volverse poco a poco raíz, o pasto, o barro, sin sueños, sola, olvidada del miedo.”

Enero es y no es una historia de desamor. Es porque sí se narra el amor desinteresado y único de una adolescente hacia el Negro que solo tiene ojos para la Delia y para sus caballos. No lo es porque en esta narración solo hay dolor y desazón, es una historia de soledad y de violencia, donde la familia solo está en la mirada silenciosa del padre y los gritos imponentes de una madre que solo piensa en el qué dirán. Es la historia del dolor y del miedo, del desasosiego: miedo a terminar con aquello que genera miedo y, al mismo tiempo, no acabar con aquello que oprime, es historia del miedo a no poder decir, a la imposición del silencio, el miedo de callar eso que habita en el interior. A lo largo de toda la novela, conocemos todas las sensaciones, la soledad y desesperanza de Nefer porque es su voz la protagonista, es ella quien habla y se intercala con un narrador omnisciente que sigue a Nefer como una cámara que habita en su interior. Nefer abrumada, buscando una salida, galopando rápido y fuerte, Nefer buscando al Negro, Nefer llorando sola en el lomo de su perro, Nefer esperando la mirada de su padre, alguna mirada que la acompañe en esta inmensa tristeza. 

Enero, la primera novela de Sara, narra desde lo no dicho, pero, al mismo tiempo, le pone voz y palabras a la angustia, a ese nudo en la garganta que ahoga, ese nudo al qué dirán, a las imposiciones sociales de una época, esa libertad a la que solo acceden ciertas – y pocas- mujeres porque a Nefer le tocó vivir en una época y en un lugar en el que otro tipo de vida no era posible. A Nefer le tocó la soledad del campo, la brutalidad y violencia de un hombre, a ella le tocó estar sola incluso teniendo familia. Sara escribió en el siglo pasado, una historia actual, que se renueva día a día, una historia escrita desde el silencio y lo elidido y le pone voz a una protagonista que se queda en el corazón de quien lee.  Una historia corta, pero llena de potencia, una historia para revisitar. 


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Lau Uhrig

Trabajadora, estudiante y lectora de Literatura. Docente de Lengua y Literatura en escuelas secundarias de La Matanza. Estudiante de Lic. en Lengua y Literatura (UnLaM). Siempre caminando por La Matanza

Un lenguaje que avanza

Un lenguaje que avanza

TIEMPO DE LECTURA: 7 min.

En el mes de Sara Gallardo, Enzo Maqueira pasó por Revista Trinchera para darnos su percepción sobre la vida y obra de una de las grandes autoras de nuestra literatura.

Enzo Maqueira es un escritor argentino. Publicó los libros Electrónica (2014), Hágase usted mismo (2018), Higiene sexual de un soltero (2023), entre otros. También es miembro fundador de la Unión de Escritoras y Escritores, asociación civil formada en 2019 que desarrolla la tarea de defender al escritor como trabajador. Lector y pensador de la obra de Sara Gallardo, nos compartió su tiempo para conversar al respecto de la obra de nuestra escritora del mes.


¿Cómo llegás a la obra de Sara Gallardo?

En 2001 el diario Clarín sacó una colección de clásicos argentinos, a cargo de Ricardo Piglia. Ahí salió una edición de Eisejuaz, vi la tapa con la foto de Sara Gallardo, debo confesar que llego a su obra porque vi su foto en la tapa y me pareció una mujer bellísima, obviamente después leí el libro y me volvió loco. Eisejuaz fue la medida de toda literatura posible, siempre pensé que cada vez que escribiera algo debería estar a la altura de Eisejuaz, por supuesto que no lo logré todavía, tampoco me lo propuse desde ese lugar. Llegué así, gracias a Clarín, a Piglia y después gracias a Leopoldo Brizuela que hizo mucho por difundir la obra de Sara Gallardo.  

¿Cómo conviven la cronista/periodista y la escritora de ficción?

Alguna vez escuché decir a la hija de Sara Gallardo, Paula Pico, que la verdadera Sara Gallardo está en la cronista y no en la novelista. Como lector y fanático de la obra de Sara debo decir que son muy distintas la una de la otra, pero hay algo ahí que las iguala que es la sensibilidad social. Para la clase a la que pertenecía ella, yendo a Eisejuaz, esa novela que tiene su correlato en una crónica donde se encuentra con Lisandro Vega, personaje que inspiró la novela. Ahí te das cuenta que la cronista tenía una sensibilidad social que en las novelas desarrolla. Creo que el hilo conductor es su sensibilidad.  

Pensando en su primer libro, Enero ¿Hay desde este primer libro una intención de escribir contra su clase? ¿Qué hay de su linaje en su obra?

No sé si hay en Enero una intención de escribir contra su clase como una idea clara de que estaba en contra de algo. Ella siempre fue la rara de su familia y no sé si era una especie de contra, sino que simplemente ser quien era y poner la lupa, contar la historia que a ella le interesaba. De chica cuando andaba por el campo le gustaba mucho juntarse con la peonada, me parece que lo único que hizo, más que ir en contra de su clase, fue simplemente contar lo que a ella le conmovía. Quiso ir a favor de ella. 

Con respecto al linaje en su obra, es claro que ella pertenece a una clase alta pero que la está mirando desde otro lado. Ahí juega un rol importantísimo Murena que fue quien en algún momento le dijo, tenés que dejar de escribir desde tu clase social y de lo que vos conoces. Ahí es donde ella dijo, ok, listo y se escribió Eisejuaz. Creo que Murena fue quien le hizo tomar conciencia más claramente de esa clase social, de esa pertenencia y ahí sí escribir en contra de eso. 

Te hemos escuchado decir que Sara Gallardo es el primer gran clásico del siglo XXI, en qué basas este pensamiento. 

Tiene que ver con que fue rescatada en el 2000 por esta colección que te decía antes, ahí empezó una revalorización de su obra, que había sido injustamente olvidada. Hoy creo que no se puede pensar en escribir sin haber leído a Sara Gallardo, así como en el siglo XX no se podía escribir sin haber leído a Cortázar. Creo que hoy es Cortázar, más Borges, más Arlt, los de siempre del siglo XX, más Sara que si bien escribió en el siglo XX fue rescatada en el siglo XXI. Si la lees hoy no ves ni un atisbo de envejecimiento en su obra. Por ejemplo, la novela Fin de fiesta de Beatriz Guido la temática es sumamente contemporánea, es una especie de varón del conurbano populista que si la lees te das cuenta que envejeció, no la temática sino la forma en la que está escrita. Vos agarrás Enero o Los galgos, los galgos y podría haber sido escrita hoy por cualquier escritora o escritor contemporáneos. Es ineludible Sara Gallardo, es parte del canon, debería haberlo sido el siglo pasado, pero el siglo pasado fue muy injusto con las mujeres. 

Llegamos a Eisejuaz ¿Qué rompe en la literatura argentina con este libro? ¿A qué tradición sentís que está discutiendo? 

En principio no llamaría ruptura. La composición de ese lenguaje de Eisejuaz, esa narración alucinada. Hay un juego con el lenguaje que ha sido comparado que el de Pedro Páramo, con Zama. Creo que en ese sentido hay una exploración con el lenguaje, muy a tono con la época en que lo escribe, que no es tan usual en la literatura argentina. 

La idea de hablar sobre un indio Mataco, así está dicho en la novela, poner esta idea del indio que tiene que ayudar al hombre blanco y el llamado de Dios, todo eso en la literatura argentina no es frecuente. La aparición de los pueblos originarios en la literatura argentina no es frecuente tampoco y menos desde ese lugar en el que ella lo hace.   

¿Cómo crees que repercute Eisejuaz en su obra? 

No creo que haya tenido peso como una connotación negativa Eisejuaz, en el sentido de no poder escribir nada después. El gran problema no fue escribir después de Eisejuaz sino después de la muerte de Murena. Ahí siente una gran depresión que le cuesta mucho salir. Sale con La rosa en el viento que de alguna manera se parece a Eisejuaz, por el extrañamiento del lenguaje, es una novela compleja. No me consta que haya sentido un peso por escribir Eisejuaz, sí que se dio cuenta de que Pantalones azules no estaba a la altura de Enero que era su primera novela. No estaba conforme con esa segunda novela. Sí se que fue un peso Los galgos, los galgos. Que una vez publicada sintió que era demasiado larga, la autoeditó, la cortó y la terminó publicando como Historia de los galgos. Mucha gente con la que hablé me cuenta que ella era muy insegura en general en su vida, como escritora.  

Más allá de Eisejuaz ¿Cuáles son los puntos más altos de su obra? 

Los puntos más altos de su obra creo que son todos menos Pantalones azules. Es un libro menor, que podría haber sido su primer libro y hubiera estado bien. Enero es una novela impresionante, Los galgos, los galgos es una obra maestra. Tiene dos obras maestras que son Los galgos, los galgos y Eisejuaz. Dos grandes libros que son La rosa en el viento y El país del humo. Un libro mediocre que es Pantalones azules. Eisejuaz es una obra cumbre de la literatura mundial. 

¿Qué lugar tiene Sara Gallardo en nuestra literatura?

Creo que hubo un boom hace unos años, cuando se reedito toda su obra, empezó hacerse conocida. Hoy es una autora ineludible, como te dije antes, no se puede escribir sin haber leído a Sara Gallardo. Me parece que es una autora ideal para entender las tensiones de clase que todavía sufrimos en Argentina. Por haber pertenecido a una clase alta, por haber puesto la mirada en las clases trabajadoras del campo, en los marginales, en los pueblos originarios. Al margen de ella como escritora, de su obra periodística que es una ventana a una época, a un tiempo, pone sobre las mesa las tenciones entre las clases altas y las clases populares sin hacerlo de una manera panfletaria. Simplemente lo muestra, lo presenta y su mirada tiene una suave subjetividad que escribe a través de una literatura magistral. Una enorme escritora que nos ayuda a comprender las tensiones que todavía hoy arrastramos al presente entre una minoría terrateniente que se siente dueña del país y una mayoría que es excluida por esa minoría. 


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Juan Machado

Juan Machado nació en Carhué, provincia de Bueno Aires, en 1992. Poeta, escritor, también se desempeña como conductor y productor de Plástico Cruel en radio Trinchera. Publicó los libros, Pájaros Punk ( Malisia, 2022) y Como corderos (Azul Francia, 2024). Obtuvo una mención meritoria, por su cuento Una canción desesperada, en el 10° Concurso de cuento Haroldo Conti, 2023

Animal solitario

Animal solitario

TIEMPO DE LECTURA: 2 min.

Este mes en el suplemento literario de Revista Trinchera estaremos abordando la obra de Sara Gallardo. Autora que rompió con una tradición y se instaló como uno de los grandes nombres de nuestra literatura.

Pensar la obra de Sara Gallardo es pensar la intimidad de un animal que narra. Un animal atado al lenguaje y al desborde del lenguaje. El sentido, pero también el cuerpo sujeto a cada palabra. Sara Gallardo, en el grueso de su obra, siempre estuvo escribiendo contra algo. Contra su linaje, contra su clase, contra las estructuras tradicionalistas de la literatura argentina a la cual estaba destinada a pertenecer, contra ella misma. 

Nacida en diciembre 1931, escritora y periodista, forma parte de un linaje de fundadores de la patria. Hija del historiador Guillermo Gallardo, nieta del científico Ángel Gallardo, bisnieta del escritor Miguel Cané y tataranieta del presidente Bartolomé Mitre. Figuras de reniegue para Sara Gallardo a lo largo de su obra.

Un animal solitario acaba por devorarse a sí mismo. Dice Sara Gallardo en su obra cumbre, Eisejuaz. Libro con el que tensa el lenguaje, lo poético, como pocos libros en nuestra literatura. Instalándose, como un artefacto a descifrar, en el escalafón de Río de las congojas de Libertad Demitrópulos y Zama de Antonio Di Benedetto.

 La prosa de Sara Gallardo es agua que corre, pero agua de río, turbulenta y distinta a sí misma. 

Pero, qué es Eisejuz, qué lugar tiene Sara Gallardo en nuestra literatura. Qué hay de ese olvido de doce años, tras el ahogo de su muerte y hasta el rescate de Piglia en los dos mil.  

Su obra periodística, sus crónicas, su gran obra literaria, son algunos de los puntos que tocaremos este mes en Revista Trinchera dedicado a Sara Gallardo.

 Así andaremos, por el espacio más solitario de la literatura argentina.


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Juan Machado

Juan Machado nació en Carhué, provincia de Bueno Aires, en 1992. Poeta, escritor, también se desempeña como conductor y productor de Plástico Cruel en radio Trinchera. Publicó los libros, Pájaros Punk ( Malisia, 2022) y Como corderos (Azul Francia, 2024). Obtuvo una mención meritoria, por su cuento Una canción desesperada, en el 10° Concurso de cuento Haroldo Conti, 2023.

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