Lector de tormenta

Lector de tormenta

TIEMPO DE LECTURA: 3 min.

Dos novelas. Una ciudad asechada por la crecida, las aguas negras y la lluvia. Lecturas en relación a la inundación.

El viernes a la mañana me despertó la tormenta. Cuando vivía en la torre el problema era el viento, que la hacía bailar. Pero ahora vivo en una casa y la lluvia se siente desde todos los ángulos. Sacude las ventanas, golpea el techo como si quisiera tirarlo abajo y sube desde el piso. En la cocina me encontré con un par de centímetros de agua que no sé por dónde entraron. Mi gata de seis meses maullaba desde arriba de la alacena, hecha una Robinson, hasta que me acerqué chapoteando y le ofrecí los brazos como un puente, para que se me suba encima. Se ve que la crecida la agarró de golpe y en el refugiarse se arrinconó. Los medios dijeron que hace cuatro años que no llovía con tanta fuerza.

Pero lxs platenses sabemos que un par de centímetros no es nada.

En El lecho, de Esteban López Brusa y editada por EME, la correntada se llevó todo. Daniela, que es la protagonista, quedó boyando en la subida con un bebé en cada brazo y un par de instrucciones extrañas y difusas. El varoncito es suyo, pero a la nena se la engancharon en la municipalidad con una promesa: si la cuida, cuando llegue el momento de repartir los alivios, quizás pueda recuperar algo de todo lo que el arroyo le robó. Así que allá va, a donde la llevan, de orilla a orilla en una ciudad de La Plata a oscuras, comida por el apagón y por el agua. Cada rincón, cada esquina, es reconocible, desde el movimiento nocturno y desesperado frente a la municipalidad, entre camionetas cargadas de colchones y voluntarios, hasta las calles cortadas por los tilos que tumbó el temporal. Con la mirada tan puesta sobre los hombros de Daniela, la inundación es terrible, una marea imparable, pero al mismo tiempo una cruzada personal. Desde tan cerca, la magnitud cuesta y la tragedia es íntima. Daniela, después de todo, es una niña, también, y está acostumbrada a la vulnerabilidad. Para ella el miedo vendrá después, cuando las aguas bajen turbias, y durará mucho más que las manchas de humedad en el revoque. 

Yanina Gómez Cernada, diez años más acá, hizo algo parecido con su primera novela, La última crecida, editada por También el caracol. Aquí también hay una niña en una inundación, pero esta vez es la niña la que cuenta. Gracias a este artificio, las cosas se suceden con cierto nivel de irrealidad. Lo terrible esquiva el registro, y quienes sí lo captan, callan para proteger la poca inocencia que sobrevive, aunque más no sea con el agua al cuello. Como la muerte todavía no existe realmente en la mente de la narradora, los muertos son ausencias abstractas y difíciles de explicar, se suman a las pérdidas materiales, construyen el desamparo de a poquito, de silencio en silencio. Por otro lado, en la crecida también hay espacio para la aventura. El agua trae lo nuevo, lo emocionante y lo peligroso, acuna todo en sus remolinos. La narradora no se acuerda de la anterior subida, por eso vive esta con legítima curiosidad, atenta a los animales, a los insectos, a las estrellas y a las luces que se reflejan en el agua, aunque el agua sea negra y las luces sean los fuegos en la distancia. Por esto, porque los adultos están atrapados en la tragedia, la crecida es de los niños. 

Ambas novelas llegaron con la lluvia. Más lejos o más cerca de la ficción, atreviéndose a increpar nuestra memoria cercana, sus narraciones construyen un mundo con lo que sale a flote y resiste en la correntada.

Juan Fernández Marauda

Nació en Lanús, en 1988, pero creció en el Valle Inferior del Río Chubut. Trabaja en el cruce entre salud mental y escritura en un hospital de día. Es escritor, editor, librero y coordina el taller de escritura PULP! en la ciudad de La Plata. El puente de las brujas, su primera novela, fue publicada por EME en 2020 y Esplín Tropical (México) en 2022

Réquiem para la lengua de la revolución

Réquiem para la lengua de la revolución

TIEMPO DE LECTURA: 3 min.

El Orador de la Revolución de Mayo se está muriendo de un cáncer en su lengua. No le importa, hasta el final insistirá con denunciar a los traidores y explicar la verdadera utopía revolucionaria

¿No intentamos en la columna pasada pensar en la resistencia, significándola desde los lugares donde se aloja? 

Acá volvemos a merodearla porque inevitablemente aparece, aunque desde otra perspectiva, cruda, inconfortable: la resistencia en estado de confusión  (como los primeros momentos de conciencia luego de un desmayo), y en este caso estremecida de derrota…

Esta es otra forma de recorrerla. Y no. Y este es otro universo literario. Y no.

¿Qué revolución compensará la pena de los hombres? le hace decir Andrés Rivera a “su Castelli”, protagonista de la novela histórica La Revolución es un Sueño Eterno

Andrés Rivera (1928-2016) extiende su brazo literario y elige con exquisita sagacidad contarlo a Castelli. No a Belgrano, no a Moreno, a Castelli…

Juan José Castelli ¿uno de los representante de la Primera Junta? Sí ¿El gran orador de la Revolución de Mayo? También, pero fue mucho más que eso. Junto a su primo y amigo Belgrano y junto a Mariano Moreno integró el grupo más radical y osado de los rebeldes criollos de principio del siglo XIX. Entendió como nadie la dimensión del fenómeno político del que participaba y por eso se negó a hablar de revolución si no incluía a los pueblos originarios, al pobrerío, a lxs analfabetos.

Pero en La Revolución es un Sueño Eterno es 1812 y los hechos de Mayo transmutaron en algo amorfo. Castelli, está confinado en su casa y es ahora apenas un hombre solo, con el cuerpo enfermo y el espíritu vencido. Una herida de cigarro mal curada en su lengua progresa rápidamente a un cáncer letal.  Con las pocas fuerzas que le quedan escribe en un cuaderno de tapas rojas sus pensamientos y recuerdos. Ya no es tiempo de jugarse la vida echando godos de la fronteras ni de sus vibrantes discursos en pos del sueño de emancipación libertad y justicia, y el porqué no fue posible ese sueño se convertirá en la obsesión de sus últimos días: “¿acaso hay alguna revolución que pueda compensar la pena de los hombres o se trata, simplemente, de un sueño imposible?” reflexiona en su cuaderno.

Se pudre su lengua y se pudre el discurso revolucionario como una paradoja brutal;  acá no habla un héroe, habla un hombre político derrotado. La facción moderada de la Primera Junta se quedó con todo. El poder se traspola del imperialismo europeo a la incipiente burguesía criolla más o menos con la misma estructura.

Esta pequeña y explosiva novela gana el premio nacional de literatura en 1992. Es justo. Rivera encuentra el tono exacto deambulando entre lo poético y lo político y lo usa para escribir un relato históricamente creíble e ideológicamente formativo: se iluminan a través del monólogo de Castelli las zonas más difusas de aquella época que intentó parirnos como nación, en el acostumbrado cruce entre ficción y realidad que se espera de una novela histórica, el autor va desenmascarando lo que ocultaron los discursos históricos dominantes, aún los más progresistas. 

¿Qué es la Patria? ¿Quiénes somos la Patria? ¿Qué es ser un patriota y qué pasa cuando los más comprometidos pierden y les arrebatan material y discursivamente la revolución soñada? Todas las respuestas aparecen fácilmente gracias a esta joya literaria de Rivera.

“Juré que la revolución no sería un té servido a las 5 de la tarde”, escribe Castelli. Vencido pero porfiado, moribundo pero aún encendido, se quedó sin lengua pero usará su último cachito de vida para insistir explicando la utopía. Nada, absolutamente nada de lo que hallamos en esta novela es mera coincidencia con el presente.

Amanda Corradini

Mujer de trincheras: Reparte su vida entre la trinchera de la Escuela Pública, la de su biblioteca y la que guarda algunas banderas que gusta agitar. Todo regado de mate dulce, Charly García y un vergonzoso apego por el humor infantil.

La enlutada

La enlutada

TIEMPO DE LECTURA: 3 min.

Tres novelas. Una autora, una novedad y una invitación: quienes no la conozcan, los invitamos a leer a Paula Tomassoni.

Paula Tomassoni mata gente. Todos sus libros comienzan con un muerto, el sacrificio necesario para habilitar la escritura. En pocas otras ocasiones me escucharan defender con tanto fervor que el fin justifica los medios. Para cuando lean estas líneas, su última novela ya estará disponible. Se titula Enlutada

Pero empecemos por el principio. 

Su primera novela es Leche Merengada y la publicó EME en 2016. Es una historia increíble, construida en distintos niveles. En la superficie, la dinámica hilarante de una familia retorcida, llena de prejuicios, reclamos y rencores de clase, va hilando el fin de año de Marina, su protagonista. Ella es una madre recién divorciada, maestra jardinera y recipiente viviente de las expectativas y decepciones de su madre y sus tías, matriarcas de una familia de padres muertos. Por debajo de este juego de tensiones que no parecería fuera de lugar en Esperando la carroza, la novela se vuelve densa de a poco. Presenta, por goteo, las formas oscuras de una clase y un país que se han conformado con la complicidad y la negación. Tiene, para terminar de enganchar, uno de los comienzos más geniales de los que tengo memoria, tenso y absurdo a la vez.

  Después vino Indeleble, en 2019, también por EME. Oliendo la crisis, un hombre se mata y deja que caiga sobre su esposa la carga de todas sus deudas. Ella, ama de casa eterna, contenta con su departamentito, sus quince días en Santa Teresita y su familia de dos, queda completamente desamparada. A partir de ahora va a tener que, por su cuenta, encontrarse a las trompadas con el feminismo, con la necesidad de trabajar y con la posibilidad, hasta ahora acallada, de desear otra cosa. Paula hace un trabajo magistral en caminar con destreza la línea entre condenar y rescatar a su protagonista, que nunca sabremos a ciencia cierta si es una boluda con mala suerte o algo más complejo, más profundo y más humano. Indeleble tiene dos líneas de narración que corren hacia un mismo horizonte. Los supuestos años dorados, por un lado, y la viudez, por el otro. Al final del camino, diciembre de 2001. 

Y así llegamos a Enlutada, recién salida de imprenta este abril de 2023 y editada por Corregidor. Se hizo esperar. Enlutada es la historia de Valentin, un tipo joven, con amigos, con laburo,  pareja, una madre muerta hace tiempo y un padre que acaba de finar. Ellos casi no tenían relación, casi no se veían y solo compartían recuerdos lejanos, de un cariño difuso. Pero hay herencia. Una carpeta con papeles, dos cajas de cd’s, una computadora y un auto nuevo que Valentín choca el mismo día que va a buscar. Ahora, roto, obligado a la inmovilidad, súbitamente solo y cerrado sobre sí mismo, él tendrá tiempo de sobra para zambullirse en la computadora que fue de su padre, para rastrear ahí los restos que ha dejado. Tarde, conocer quién fue, qué hacía y quién pudo haber sido. Como La ventana indiscreta, de Hitchcock, pero para adentro: mucho más tremenda.

Juan Fernández Marauda

Nació en Lanús, en 1988, pero creció en el Valle Inferior del Río Chubut. Trabaja en el cruce entre salud mental y escritura en un hospital de día. Es escritor, editor, librero y coordina el taller de escritura PULP! en la ciudad de La Plata. El puente de las brujas, su primera novela, fue publicada por EME en 2020 y Esplín Tropical (México) en 2022.

Reseña de “Por qué volvías cada verano”

Reseña de “Por qué volvías cada verano”

TIEMPO DE LECTURA: 3 min.

Reseña del libro “Por qué volvías cada verano” de Belén López Peiró, publicado por la editorial Madreselva en abril de 2018.

Belén López Peiró nos brinda una obra que se puede leer como una novela, como una investigación periodística, como el testimonio de una mujer que decide denunciar los abusos y violaciones a los que fue sometida por su tío durante su adolescencia.  La obra es una reconstrucción hecha por medio de distintas voces: las de su familia, el poder judicial, psicólogos, psiquiatras y la suya propia. Es un relato valiente ante la desidia del Estado que frente a las víctimas no brinda la protección y atención debida, y cuando alguna se decide a denunciar, se la somete de nuevo a los abusos de contar una y otra vez lo sucedido. Es un historia que deja en evidencia que en el poder judicial no se toman las denuncias con la celeridad que precisan y que para que una causa avance son las víctimas las que tiene que “moverla”.

Por qué volvías cada verano es un libro que abre espacios para preguntas fundamentales: “¿Por qué no lo contaste antes?” “¿Por qué ahora, quieres acabar con la familia?” “¿Cómo no nos dimos cuenta?”, preguntas que cuestionan más a la víctima que al victimario que, en el caso que se nos presenta en el libro, es un sujeto que ejerce poder, que mete miedo: siempre anda armado, es comisario de la policía en la ciudad de La Plata, ejerce la ley y lo hace en su beneficio. Es un hombre que maneja una actitud intachable ante su familia y ante los vecinos de su pueblo: ayuda al cura durante las misas, tiene una presencia importante en el club del lugar en el que vive, les brinda ayuda económica a sus familiares y cuida de ellos; ayuda a la gente de Caritas para juntar alimentos para los chicos de barrios humildes; es para la justicia una persona psicológica y físicamente sana, y es también un abusador que nos hace recordar a Shakespeare cuando afirma en La Tempestad que “el infierno está vacío y todos los demonios están aquí”, y, en este caso, más cerca de lo que pensamos. Es un hombre sano de un sistema insano que ejerce no solo violencia física, sino económica, simbólica y psicológica sobre las mujeres.

También podemos ver, en la voz de la protagonista, las profundas heridas psicológicas, físicas y sociales: antes era una joven sociable que, después de los abusos a los que fue sometida, se tornó solitaria y ensimismada; ya no sentía suyo su cuerpo; sentía culpa de mostrar sus piernas al usar polleras cortas que pudieran provocar miradas lascivas de los hombres que se cruzaba por la calle; se sentía una mujer deseante, pero que al tener contacto con otros hombres no puede dejar de pensar en las manos de su tío; siente deseo y excitación pero le es casi imposible tener una relación sexual satisfactoria y sin dolor físico de por medio. El daño estaba hecho.

Pero Por qué volvías cada verano es, sobre todo, una historia de empoderamiento, de valentía, de enfrentar al terror a la cara y decirle “no tengo más miedo”; de liberarse de la culpabilidad en la que el victimario la sumió, de romper el cerco del silencio y contarle al mundo el sufrimiento de las víctimas no desde una posición de debilidad sino ya desde la fuerza de una mujer valiente que se reconstruyó entera y que habla -escribe- contra todos, incluso contra su propio silencio.

Duver Arboleda
Duver Arboleda

Vengo de la tierra del café y de la ciudad de las montañas. Soy un proyecto de contador de historias y de periodista cultural, para lo que uso la fotografía, el vídeo y, sobretodo, la palabra. Escribo y «foteo» porque le apuesto a una sociedad justa. Mi lema: para todos todo. Experto en nada, diletante en todo.

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