Los militares toman las riendas (otra vez) en Myanmar

Los militares toman las riendas (otra vez) en Myanmar

TIEMPO DE LECTURA: 8 min.

Este anuncio se produjo después de que Aung San Suu Kyi, la líder del partido gobernante Liga Nacional para la Democracia (LND), fuera detenida en las primeras horas de la jornada militarista. La prensa occidental habla de golpe de Estado, mientras que otros argumentan que los militares jamás se fueron del poder en el país. Se trata de la primera prueba diplomática para la administración estadounidense del demócrata Joseph Biden, que mira con atención lo que sucede en tierras cercanas a China.

Los militares otra vez

Febrero amaneció con una jornada militar en el Sudeste Asiático. Los miembros del poderoso ejército de Myanmar tomaron las riendas  del Estado dando muestras de que siguen siendo los verdaderos dueños de un territorio multiétnico con problemas de larga data. El ejército considera que las elecciones del pasado noviembre, en las que la LND ganó por abrumadora mayoría, fueron fraudulentas.

 “Washington se opone a cualquier intento de alterar el resultado de las recientes elecciones o de impedir la transición democrática en Myanmar”, dijo el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, quien llamó a la liberación de todos los políticos y líderes de la sociedad civil. Blinken enfatizó que Estados Unidos “está del lado del pueblo de Myanmar en sus aspiraciones de democracia, libertad, paz y desarrollo. El ejército debe revertir estas acciones de inmediato”.

El portavoz militar de Birmania, Zaw Min Tun.

La LDN de Aung San Suu Kyi ganó el 83% de los escaños en las elecciones del 8 de noviembre del año 2020. Esto fue visto como un referendo sobre el gobierno civil de Aung San Suu Kyi. Fue solo la segunda elección democrática desde el fin del régimen militar en 2011. Pero los militares no aceptaron los resultados y judicializaron la cuestión. Encarcelaron dirigentes del LDN y argumentaron que “hubo fraude”.

La guardia pretoriana y económica

Los militares de Myanmar no sólo son una fuerza castrense típica de un país, sino una verdadera elite económica que muchas veces es considerada como la “burguesía local belicista”. También se consideran la “guardia pretoriana” del país, lo que equivale a decir que son la “reserva moral de la nación”. Tras su independencia de Reino Unido en 1948, Myanmar fue gobernado por una casta militar desde 1962 hasta 2011, período en el que solo se celebraron elecciones en dos ocasiones. El país es rico en jade, gemas, petróleo, gas natural y otros recursos minerales. Los militares, sobre todo los del Ejército de Tierra, tienen bajo su control a las empresas que explotan todos esos recursos y mantienen una alianza histórica con sectores empresariales comerciales que constituyen un establishment que también poseen el poder sobre los medios de comunicación.

La agricultura sigue siendo la principal actividad económica. Ocupa a casi los 2/3 de la población económicamente activa y contribuye en un 40 % al producto interior bruto. El cultivo predominante es el arroz, que ocupa cerca de la mitad de las tierras cultivables. Es de destacar igualmente el cultivo de la adormidera, siendo el segundo productor ilegal de esta planta para procesar opiáceos como la heroína en el mundo después de Afganistán, según datos de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC). Estados Unidos ha seguido de cerca esto y de hecho ha aplicado diversas sanciones comerciales a Myanmar para presionar a los militares.

Los pretorianos birmanos ante las sanciones comerciales de Estados Unidos (a la que se sumaron Japón y Surcorea) decidieron dar un giro económico en los inicios del siglo XXI al tratar acuerdos con la poderosa República Popular China. Sectores económicos rurales y urbanos del país se asociaron a los grupos antimilitares, liderados por Aung San Suu Kyi. Se trata de una clase media occidentalizada que busca “modernizar” a Myanmar, pero que no se la hace fácil frente a un régimen militar poderoso. También los militares lograron cooptar a las fuerzas sindicales locales, pero no ha podido hacer mella en los sectores estudiantiles universitarios, muy contestatarios ante los pretorianos de Myanmar.

Aung San Suu Kyi con Xi Jinping

Un país multiétnico

Myanmar es una de las naciones con un mapa multiétnico muy variado. En su territorio confluyen tres grandes familias lingüísticas de Asia: la familia tibeto-birmana, la familia austroasiática y la familia tai-kadai.​ El principal idioma del país, el idioma birmano, es una lengua tibeto-birmana del grupo lolo-búrmico. La cultura de Myanmar es una mezcla centenaria de influencias birmanas, chinas, indias y tailandesas. Esto se refleja en su idioma, en la cocina, y en la música. El arte ha estado influido históricamente por el budismo Theravāda, así como la literatura. De hecho, Myanmar es uno de los centros budistas más importantes del Sudeste Asiático junto a Camboya, Laos y Vietnam. El 89 % de la población practica el budismo. El 4 % de la población profesa el cristianismo, otro 4 % el islam, un 1 % creencias animistas, y el 2 % sigue otras religiones como el hinduismo y otras religiones de China.

El clero budista es muy importante en el país. Frente a los militares se dividieron entre pactar con ellos o enfrentarlos. La facción conservadora, muy nacionalista y que fomenta el odio hacia el islam y el hinduismo en el país, es un actual aliado de los pretorianos, mientras que un sector “juvenil” busca la independencia de los militares. Este sector estimula el llamado al “encuentro de las religiones” para evitar los conflictos étnicos locales.

El clero conservador budista les otorga a los militares el nacionalismo chovinista para imponer la ideología de la “Gran Birmania”. De ahí, que los conflictos y los genocidios sobre poblaciones como los rohingya de la región de Akan desde 2017. Este nacionalismo está en los medios, en las escuelas y en la opinión pública de la mayoría de la población budista.

El destino de Aung San Suu Kyi

En 1991, “La dama”, como se la apodó, recibió el premio Nobel de la Paz, por luchar contra los militares desde 1988. Suu Kyi, de 75 años, pasó detenida la mayor parte de las dos décadas que van entre 1989 y 2010. En noviembre de 2015, lideró la Liga Nacional de la Democracia que logró la victoria en las primeras elecciones libres en Myanmar en 25 años. Esa victoria llegó cinco años después de que hubiera sido liberada. Aunque la constitución de Myanmar le prohíbe convertirse en presidenta porque tiene hijos que nacieron en el extranjero, Suu Kyi es vista como la líder de facto del país. Su título oficial es Consejera Estatal. Suu Kyi es la hija del héroe de la independencia del país, el general Aung San. Él fue asesinado en julio de 1947, durante el período de transición y justo seis meses antes de lograda la independencia, cuando Suu Kyi tenía solo 2 años.

El gobierno militar convocó a elecciones en 1990, pero -a pesar de que el partido fundado por Suu Kyi, el NLD, ganó de forma convincente los militares se negaron a entregar el poder.

Suu Kyi permaneció bajo arresto domiciliario en Rangoon por seis años, hasta que fue puesta en libertad en 1995. Pero volvió a quedar detenida y con prisión domiciliaria en septiembre de 2000, cuando intentó viajar a la ciudad de Mandalay, desafiando las restricciones de movimiento que le habían impuesto. Fue liberada de forma incondicional en mayo de 2002, pero de nuevo fue enviada a la cárcel después de un enfrentamiento entre sus seguidores y militantes del gobierno.

En noviembre de 2014, denunció que Myanmar no había hecho ninguna reforma real y que Estados Unidos (que había levantado la mayoría de las sanciones económicas contra el país en 2012) había sido “excesivamente optimista”. Además, en junio de 2015, no pudo lograr una votación mayoritaria para remover el veto del ejército sobre un cambio constitucional. Pero cuatro meses después, el 8 de noviembre de 2015, se realizaron en Myanmar las primeras “elecciones abiertas y libres” en 25 años. El NLD obtuvo un abrumador triunfo.

Protestas de la comunidad musulmana en el mundo contra el genocidio rohingya.

Desde entonces, su liderazgo fue definido por la crisis rohingya. Después de los ataques fatales contra las estaciones de policía en el estado de Rakhine, en agosto de 2017, el ejército de Myanmar comenzó una brutal represión contra esa minoría étnica musulmana, obligando a cientos de miles a huir a través de la frontera con Bangladesh. Los críticos dicen que Suu Kyi no hizo ni ha hecho lo suficiente para condenar a los militares. Por eso, ella y Myanmar enfrentan un juicio por genocidio en la Corte Internacional de Justicia (CIJ), con sede en La Haya.

Desde que asumió el poder, además de la crisis rohingya, Suu Kyi y su gobierno también han enfrentado a críticas por enjuiciar a periodistas y activistas. Suu Kyi tuvo que pactar con los militares y esto le causó problemas. Por la presión internacional por el genocidio sobre los rohingya, tuvo que ceder y prestar atención a esta calamidad en 2020. Por supuesto, los militares vieron esto como un “peligro” y decidieron tomar otra vez las riendas.

Los militares tienen tanto poder que jamás querrán perderlo. Saben cómo actuar desde antaño. Y parece no preocuparles enemistarse con Estados Unidos. Como buenos empresarios belicosos, saben que tienen a China enfrente para seguir con sus negocios.

Mauricio Piñero
Mauricio Piñero

Cuentan las crónicas que nació como el hijo de nadie. Luchando por la Patria Grande, como Internacionalista y antiimperialista. Tripero de alma y cuerpo, siempre junto a la patriada barrial. La historia descolonizada es mi pasión como docente de la Escuela Pública y de los barrios. Las noticias sobre los pueblos que luchan como forma de viajar hacia una verdadera justicia social global.

El genocidio sobre el pueblo rohingya en Myanmar

El genocidio sobre el pueblo rohingya en Myanmar

TIEMPO DE LECTURA: 12 min.
Campo de refugiados en Bangladesh donde residen los rohingya.

La tragedia rohingya no se terminó

El año 2021 no empezó nada bien para el pueblo rohingya exiliado y refugiado en Bangladesh, que escapa de la limpieza étnica de Myanmar. Desde fines del año 2020 el gobierno de Bangladesh anunció que trasladará a un segundo grupo de refugiados rohingya desde los abarrotados campos de Cox Bazar hasta una isla remota en la Bahía de Bengala. Lo ha hecho a pesar de la preocupación en materia de seguridad mostrada por defensores de derechos humanos internacionales.

Organizaciones como Amnistía Internacional y Human Rights Watch han pedido al gobierno de Bangladesh que detenga la reubicación de los rohingya a Bhashan Char, que se encuentra a varias horas en barco del continente, una zona propensa a sufrir inundaciones y ciclones frecuentes y que, en caso de darse mareas altas, podría quedar totalmente hundida. No obstante, la señora Michelle Bachelet, Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos,  no ha dicho mucho sobre la situación de los rohingya.

El primer grupo de 1642 refugiados llegó a la isla a principios de diciembre de 2020. Abdullah Al Mamun Chowdhury, mando policial y director del proyecto Bhashan Char, declaró a The Daily Star, un periódico local, que entre el 28 y el 29 de diciembre de 2020 llegaron entre 700 y 1000 rohingyas y que el lugar ya está listo para recibir a sus nuevos habitantes a principios del nuevo año 2021. Bangladesh ante las Naciones Unidas en Ginebra, sostiene que los rohingya se han trasladado allí de manera voluntaria y que el gobierno ha adoptado las medidas necesarias para mejorar su calidad y medios de vida, así como su seguridad.

Desde 2017 más de 700.000 rohingya están escapando de la persecución militar y religiosa de los grupos budistas fundamentalistas y de las fuerzas armadas. Se trata de un genocidio que tiene poca prensa y que sólo la República Islámica de Irán y la República Árabe Siria denuncian ante la comunidad internacional. Los rohingya son una etnia de lengua sáncrita bengalí que en su mayoría es de la fe musulmana sunna, y que habita en el estado birmano de Rakhein (antiguo país de Arakán), fronterizo con Bangladesh. Más de 20.000 rohingya han sido asesinados desde 2017 y se cree que hay más de 90.000 desaparecidos. Este genocidio no se ha visto en el mundo desde los tiempos de la limpieza étnica en Ruanda en el año 1994 en un país empobrecido del Sur. Algunos grupos huyeron también a India, donde comenzaron a ser rechazados por grupos hindúes y budistas conservadores e islamófobos. Todo un gran problema para Asia del Sur.

Myanmar es un estado pluriétnico, en el que viven más de 100 grupos nacionales. Su población, de alrededor de 60 millones de habitantes, es eminentemente rural, y con una de las esperanzas de vida más bajas de la región del sur de Asia Oriental. El mayor grupo étnico es el bamar,​ también conocido como birmano o “burma”. Junto a Nigeria, Guatemala, Bolivia, India, China y Papúa Nueva Guinea, es uno de los países que puede ser considerado una “torre de Babel”. Es un país bastante diverso desde el punto de vista etnolingüístico. En su territorio confluyen tres grandes familias lingüísticas de Asia: la familia tibeto-birmana, la familia austroasiática y la familia tai-kadai.​ El principal idioma del país, el idioma birmano (“burma”), es una lengua tibeto-birmana del grupo lolo-búrmico.

La historia de los rohingya

La historia de los rohingya está asociada con la llegada del Islam a la región del sur de Asia Oriental desde el siglo XI. Los musulmanes han logrado llevar su fe hasta los confines del Sudeste Asiático, cruzándose con grupos religiosos como los budistas, los sijíes, los hindúes de Asia Oriental y creencias animistas de Indochina y la región de Malaca. Pueblos de etnia bengalí y de lengua sánscrita adoptaron el Islam sunna gracias a diversos factores, ya sean comerciales como político-militares, donde diversas elites musulmanas lograron convertir al monoteísmo a pueblos que históricamente eran politeístas. Desde entonces los conflictos entre pueblos y religiones en la zona fronteriza entre las actuales Bangladesh y Myanmar no cesaron.

Antiguamente, la región del Arakán fue el hogar de los rohingya. Aún se debate sobre el origen de este pueblo perseguido. Durante muchos siglos la región de Arakán tuvo una relación más estrecha con el subcontinente indio que con el resto de Myanmar de la que lo separa la cordillera Arakan Yoma que en algunos puntos alcanza los 3000 metros de altitud. Del subcontienente indio procedieron sus primeros pobladores, como lo demuestran las inscripciones en sánscrito que se han encontrado en restos de templos hindúes, y solo a partir del siglo X comenzó la llegada de población budista de origen chino-tibetano procedente del otro lado de la cordillera Arakán Yoma y que eran conocidos como “raikén”.

La presencia de musulmanes en Myanmar se remonta al siglo XI. Desempeñaron los oficios de comerciantes y guerreros, y se integraron bien con la población local, cuya religión era (y sigue siendo) el budismo theravada, llevado allí por los monjes de Sri Lanka durante el primer milenio d.C.

A principios del siglo XV el rey Narameikhla, soberano del reino budista de Arakán, consiguió la ayuda militar del sultán de Bengala frente al reino de Ava, del interior de Myanmar. Algunos de los soldados musulmanes enviados por el sultán se quedaron a vivir en Arakán, convirtiéndose, según algunos estudiosos en los antepasados de los rohingya. Dos siglos y medio más tarde habría habido una nueva oleada migratoria musulmana en Arakán, influyendo en las costumbres de sus habitantes como el hábito de las mujeres budistas de la zona de llevar velo, al igual que las musulmanas.

La llegada del colonialismo británico puso en jaque cierta armonía entre los pueblos de Arakán. Durante la dominación británica, y especialmente en la segunda mitad del siglo XIX, se incrementó notablemente la llegada de musulmanes a la “colonia de Burma” (así era el nombre de Myanmar para los ingleses). Las autoridades coloniales los llevaron allí desde la India (también a hindúes, pero en un número mucho más reducido) para que desempeñaran determinadas funciones en la administración y en las empresas para las que la población autóctona carecía de la formación y de las experiencias necesarias.

Así a principios del siglo XX ya había en Myanmar alrededor de un millón de habitantes procedentes de la India, en su inmensa mayoría musulmanes, de un total de doce millones. Hasta se formó una especie de “burguesía rohingya” que se enriqueció con los británicos, en detrimento de las poblaciones budistas del Arakán. A principios del siglo XX, elites budistas se asociaron a los británicos, para formar una alianza contra el nacionalismo musulmán de los rohingya, éste muy ligado a los ideales independentistas que desarrollaban los grupos musulmanes en Pakistán y Bangaldesh.

Esta situación generó más problemas. Los británicos combatieron a los nacionalistas rohingya y alentaron el conservadurismo hindú y budista para expropiar comercios y tierras de los musulmanes del Arakán. El empobrecimiento de los rohingya fue en aumento y fueron empujados al norte del Arakán, cerca de Bangladesh. La integración de los hindúes fue bastante fácil, y los musulmanes rohingya se encontraron con el rechazo de la población budista mayoritaria y se produjeron algunos episodios sangrientos. Así en 1930 y 1938 fueron asesinados rohingya, quemados sus negocios y asaltadas sus mezquitas.

Increíblemente, los británicos se vieron en aprietos con la invasión japonesa en el marco de la Segunda Guerra Mundial del decenio de 1940. Los japoneses intervinieron en “Burma” y se apoyaron en las elites budistas del centro del país, obligando a los budistas del Arakán a rechazar al orden colonial británico para sumarse al japonés. Los británicos, de forma desesperada, se apoyaron en los campesinos rohingya para combatir a los budistas y a los japoneses.

De hecho, se formaron guerrillas en el Arakán para luchar contra Japón. Se produjeron enfrentamientos armados entre rohingya y los budistas, especialmente en el sur de la franja costera, que se saldaron con varias decenas de miles de muertos, la destrucción de más de trescientas aldeas y la emigración de unos 80.000 rohingya supervivientes hacia el norte del Arakán, donde eran mayoría. En 1945 Japón fue derrotado, pero los budistas lograron poder. Los británicos, muy debilitados, decidieron abandonar el país, presionados por los acontecimientos en India y Pakistán.  Así, se proclamó la independencia de “Burma” en 1948 y el Arakán, uno de los territorios más pobres del nuevo país, ya estaba dividido en dos sectores: el sur budista y el norte musulmán.

“Burma” pasó a ser Birmania, “país de los birmanos”. En la Birmania independiente los musulmanes del norte de Arakán, los rohingya, no fueron reconocidos como una etnia autóctona de las 135 que formaban el nuevo país, aunque a pesar de ello fundaron algunas organizaciones legales en las que aparecía el nombre de rohingya, y dos destacados miembros de la minoría formaron parte de la Asamblea Constituyente birmana. En el momento de la independencia de Birmania y de la India algunos dirigentes rohingya plantearon integrar su territorio en el recién nacido Pakistán, ya que su población compartía con ellos etnia (bengalí) y religión (Islam sunna), pero su máximo líder independentista musulmán Ali Jinnah, el amigo de Gandhi, rechazó la propuesta.

La lucha armada por la identidad rohingya

Desde 1962 se sucedieron regímenes militares que alentaron una especie de nacionalismo budista frente a las etnias consideradas “menores”. Con los musulmanes rohingya fueron más despiadados, ya que los consideraron “no ciudadanos de Birmania”. Fue tanta la agresión a los rohingya, que este grupo comenzó en los años del decenio de 1970 a luchar. Fueron los grupos campesinos los más rebeldes, quienes formaron el grupo armado llamado Frente Patriótico Rohingya, integrado por unas decenas de militantes, que fue aplastado con facilidad por ejército birmano.​ La negativa a conceder a los rohingya la ciudadanía birmana fue ratificada en la Constitución de 1974, tras cuya aprobación miles de rohingya emigraron a Bangladesh. Los que se quedaron recibieron una tarjeta de residencia como extranjeros. La ley de ciudadanía de 1982 confirmó esta situación.

Algunos grupos guerrilleros siguieron peleando en las selvas del Arakán, pero abandonando ideas socializantes. Llegaron las guerrillas más ligadas al islamismo combatiente, que Mynmar asoció al “terrorismo islámico”. La respuesta a la persecución que sufrían fue la fundación en los años del decenio de 1990 de la Asociación para la Solidaridad Rohingya, un grupo armado que tomó el relevo del Frente Patriótico Rohingya (ASR) de veinte años antes. La respuesta del ejército birmano fue la operación llamada “Nación Limpia y Hermosa”.

En 2012 se produjeron disturbios en el estado de Rakhein, después de que tres rohingya violaran a una mujer budista y de que una multitud quemara como represalia un autobús en el que diez viajeros musulmanes murieron calcinados. Durante los disturbios murieron cientos de personas de ambos bandos y cerca de 150.000 rohingya huyeron a Bangladesh. En las elecciones de 2015, que fueron ganadas por la Liga de Aung San Suu Kyi, Premio Nobel de la Paz 1991 (por luchar contra las dictaduras de Myanmar), la comisión electoral anuló decenas de candidaturas de musulmanes y les negó el derecho al voto a alrededor de medio millón de ronhingya que en las elecciones de 2010 habían podido votar con un permiso de residencia.

Desde entonces los rohingya empezaron a sufrir más represión. Los grupos guerrilleros de la ASR siguieron combatiendo. Myanmar lanzó una guerra sin piedad. Una operación brutal, generalizada y sistemática de las fuerzas de seguridad  de Myanmar y las milicias budistas rakéin, que posiblemente podría considerarse como crimen de guerra, y en la que había indicios de genocidio. Pero la presidenta de facto del gobierno de Myanmar, la Premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi, negó que hubiera habido limpieza étnica, alegando que también han muerto budistas.​ Por su parte el ejército  de Myanmar justificó la operación contra los rohingya como una respuesta a “los actos violentos” perpetrados por los rebeldes del Ejército de Salvación Rohingya de Arakán (ARSA), brazo armado del ASR.

Manifestantes musulmanes en Bangladesh contra el gobierno birmano de Aung San Suu Kyi, a quien acusa de no hacer nada contra los militares de Myanmar.

Limpieza étnica imparable

Los militares de Myanmar y los grupos budistas conservadores y racistas iniciaron una limpieza étnica que recordaba a la de Ruanda de 1994. Miles de rohingya huyeron en 2017 a Bangladesh, poniendo en peligro las fronteras y preocupando al ya débil país bengalí. Una 80 ONGs se hicieron presentes en la zona fronteriza de Bangladesh y alertaron sobre campos de concentración. De hecho, son los más grandes que existen hoy en día en el mundo actual, donde los rohingya conviven con enfermedades como el cólera, la malaria y ahora el COVID-19, que mató a miles de refugiados.

Los niños son los que más sufren en el genocidio contra el pueblo rohingya

 La crisis sanitaria se hizo evidente y la Cruz Roja, la Media Luna Roja, Médicos sin Fronteras y diversas iglesias cristianas filantrópicas pidieron ayuda a la OMS tanto para los rohingya como para Bangladesh. En agosto de 2017, en pleno proceso de limpieza étnica, el papa Francisco hizo un llamamiento a favor de los rohingya desde la plaza de San Pedro. Sin embargo, cuando tres meses después, a finales de noviembre de 2017, visitó Myanmar, el papa no mencionó a los rohingya, quizá para congraciarse con los budistas, muy aliados a los cristianos católicos del Sur de Asia. Irán y Siria denunciaron esta actitud y llamaron al mundo musulmán a pelear por los rohingya.  Recién el 27 de diciembre de 2019 la Asamblea General de la ONU condenó las violaciones de los derechos humanos de los rohingya por parte del gobierno birmano.

Solidaridad con el pueblo rohingya

Los rohingya son considerados como otro “pueblo sin Estado”. Irán y Siria piden que se los compare con los palestinos. Algunos grupos kurdos socialistas de Turquía Oriental también se solidarizan con los rohingya. El Frente POLISARIO del Sahara Occidental también se solidarizaron con los rohingya, mientras grupos como el Hizbolá libanés y el Ansarolá yemení levantaron sus banderas en homenaje a ese grupo tan castigado de Myanmar. Otras organizaciones islámicas independientes de Asia Oriental pidieron por los rohingya, pero sin mucho eco. Mientras tanto, el genocidio sin prensa de los rohingya sigue su curso.

Lo que está claro son dos cosas. Primero, que el budismo conservador derechista en Myanmar alienta una islamofobia muy parecida a la que existe en Occidente. Y, en segundo lugar, los derechos humanos para los pueblos sin prensa no existen para la comunidad internacional occidental, más cuando son Teherán o Damasco los que denuncian el caso de los rohingya, poniendo en vergüenza a la doble moral de las potencias occidentales.

Mauricio Piñero
Mauricio Piñero

Cuentan las crónicas que nació como el hijo de nadie. Luchando por la Patria Grande, como Internacionalista y antiimperialista. Tripero de alma y cuerpo, siempre junto a la patriada barrial. La historia descolonizada es mi pasión como docente de la Escuela Pública y de los barrios. Las noticias sobre los pueblos que luchan como forma de viajar hacia una verdadera justicia social global.

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