De la Desmalvinización a la Disuasión

De la Desmalvinización a la Disuasión

TIEMPO DE LECTURA: 13 min.

La recuperación de las Islas Malvinas, Georgias del Sur, Sandwich del Sur y sus espacios marítimos, tal como lo ordena nuestra Constitución Nacional, es un objetivo permanente e irrenunciable del Pueblo Argentino. De este mandato soberano se desprende, como imperativo de la defensa nacional, la necesidad de desarrollar y fortalecer todos los medios necesarios para afirmar, defender y eventualmente restituir nuestros derechos frente al poder ocupante (nuestro enemigo histórico, el Reino Unido de Gran Bretaña), mientras persista su usurpación ilegítima de nuestros territorios australes y sus pretensiones sobre la Antártida Argentina.

La soberanía no es declamativa; se ejerce. Como enseñaban los pioneros antárticos Pujato, Leal y Olezza, la soberanía existe en la medida en que se la hace efectiva. De lo contrario, se reduce a un significante vacío, una promesa incumplida para la Nación.

Para alcanzar el doble objetivo estratégico en el Atlántico Sur —recuperar lo usurpado y ejercer lo propio de manera incontestable— identifico cinco áreas fundamentales. En términos castrenses: en la retaguardia profunda se encuentran la cultura identitaria, la educación patriótica y el desarrollo científico-tecnológico e industrial soberano. En la vanguardia inmediata actúan, de manera coordinada, la política exterior y la Defensa Nacional.

Las Fuerzas Armadas son el instrumento esencial del poder nacional para materializar estos objetivos. ¿Qué es la Defensa Nacional? Es un bien público supremo, cuya ausencia solo se percibe en la crisis. Se vincula a la existencia, permanencia y desarrollo libre de la Patria. La Ley 23.554 la define como “la integración y la acción coordinada de todas las fuerzas de la Nación para la solución de aquellos conflictos que requieran el empleo de las Fuerzas Armadas, en forma disuasiva o efectiva, para enfrentar las agresiones de origen externo”. Su fin es garantizar la soberanía, la independencia, la integridad territorial y la autodeterminación. Abarca todo nuestro espacio soberano: continental, insular, marítimo, aéreo y el sector antártico. La ley es clara: la Defensa Nacional es un derecho y un deber de todos los argentinos.

Las FF. AA. son el instrumento que la Defensa Nacional esgrime para poder cumplir sus objetivos. Ahora bien, ¿Qué es la Defensa Nacional? Es un bien intangible, sólo se siente su ausencia ante emergencias nacionales. Está vinculada a la existencia, permanencia y desarrollo de una Nación. De acuerdo con la Ley de Defensa Nacional N°. 23.554, el textual afirma: es la integración y la acción coordinada de todas las fuerzas de la Nación para la solución de aquellos conflictos que requieran el empleo de las Fuerzas Armadas, en forma disuasiva o efectiva, para enfrentar las agresiones de origen externo.

Su fin es garantizar de forma permanente la soberanía e independencia de la Nación Argentina, su integridad territorial y capacidad de autodeterminación, proteger la vida y la libertad de sus habitantes. Abarca los espacios continentales, islas Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur y demás espacios insulares, marítimos y aéreos de la República Argentina, así como el sector antártico argentino.

La misma Ley define a las FF. AA. como el instrumento militar de la Defensa Nacional y, tal como mencionamos más arriba, prevé su integración con medios humanos y materiales orgánicamente estructurados para posibilitar su empleo en forma disuasiva y efectiva. Y nos da un dato no menor, la Defensa Nacional constituye un derecho y un deber para todos los argentinos.

Sin embargo, en la actualidad nuestra Defensa Nacional enfrenta graves problemas. Con el retorno de la democracia en 1983, una parte de la sociedad y gran parte del campo intelectual, especialmente el progresista, se planteó la necesidad de desarmar y reducir al mínimo nuestras Fuerzas Armadas (FF. AA.). Después de la enorme catástrofe que significó la dictadura cívico-militar para nuestro país, era entendible y lógica la fractura entre la institución militar y la sociedad argentina.

Esta concepción se vio reflejada en la desmalvinización y en el drástico descenso del porcentaje del PBI destinado a Defensa en los primeros años de democracia, que cayó del 3,5% del PBI en 1983 al 1,8% en 1989. Durante la década de 1990, dicho presupuesto siguió disminuyendo hasta cerrar el decenio en el 1,1%. A esto hubo que sumarle el cierre y/o privatización del 90% de las empresas relacionadas con el sector.

En la actualidad, año 2025, Argentina continúa profundizando su deterioro presupuestario en materia de Defensa, con una inversión equivalente al 0,62 % de su PBI, marcando una tendencia decreciente y generando un obvio impacto negativo en las FF.AA. Hace pocos días se supo que el porcentaje del PBI destinado a la Defensa para el 2026 es aún más bajo, tocando un piso histórico negativo absoluto al proyectarse destinar sólo el 0,57% del PBI. Este gobierno por más que discursivamente dice una cosa, en los hechos no hace más que profundizar la desinversión y el abandono al cual nuestras FF. AA. han sido sometidas durante los últimos 40 años. Esta cifra, la más baja de la historia, preocupa principalmente por dos razones:

La falta de un presupuesto acorde a los gastos proyectados para el próximo ejercicio puede generar una subejecución presupuestaria en las fuerzas para cuidar y racionar (aún más) los escasos fondos percibidos para su funcionamiento, generando un deterioro en infraestructuras, mantenimiento de medios, etc. Cabe recordar que el esfuerzo que todos los países del mundo dedican a la Defensa, se mide únicamente por medio del porcentaje del PBI destinado a la misma. Esto genera un marco de previsibilidad que permite a las Fuerzas Armadas proyectar en el tiempo el uso de sus partidas al tiempo que poder prever con certeza el porcentaje de fondos que podrán destinarse en el futuro a nuevos programas de equipamiento.

El segundo problema derivado de este bajísimo número que el gobierno pretende para Defensa es que demuestra que el Ejecutivo cree posible sostener una gestión eficiente en materia presupuestaria por medio de partidas extraordinarias sin comprender el daño que esta práctica genera en los horizontes presupuestarios que cada fuerza debe manejar. Sin un horizonte previsible, que es precisamente lo que debería garantizar el % de PBI para Defensa, es imposible que las fuerzas puedan proyectar a mediano plazo programas de equipamiento o adquisiciones de nuevos sistemas de armas, sobre todo en tanto su asignación y ejecución presupuestaria sigan dependiendo de la discrecionalidad política del momento.

Esta cifra nos sitúa como el país sudamericano con menor esfuerzo relativo en la materia, incluso por debajo de economías de mucha menor escala como Guyana o Bolivia.

¿Es esta política correcta? ¿Puede sobrevivir un Estado en la actualidad sin poder de disuasión? Es decir, sin unas FF.AA. modernas, bien equipadas y entrenadas. La respuesta es un rotundo no. El no poder utilizar a las Fuerzas Armadas para sus misiones principales, especialmente con respecto a la seguridad internacional, debilita no solamente la capacidad nacional sino también la estructura democrática.

Debemos comprender que la principal función de las FF.AA. no es la de defender al país ante un ataque, sino brindar una capacidad disuasiva suficiente para que ese ataque jamás ocurra.

Nuestra Nación debe mirar al Atlántico Sur. No hacerlo y descuidar los intereses que tenemos en dicho mar sería un error que sin dudas puede afectar incluso nuestra existencia como Nación. Teniendo en cuenta que el 85% de nuestro comercio se realiza por vía marítima, y siendo conscientes de la magnitud de los recursos renovables y no renovables que se encuentran en el mar (de hecho, lo llamamos Pampa Azul) sobre el cual tenemos jurisdicción, si no pensamos una estrategia que tenga en cuenta el valor geopolítico del mismo estaríamos cometiendo un error gravísimo. Y es que el Atlántico Sur no es sólo importante por los recursos naturales, sino que también este mar nos conecta a las Islas Malvinas, nos conecta a la Antártida y además permite los pasos interoceánicos que se encuentran a nuestro alrededor.

En nuestro país la principal vulnerabilidad en el área del Atlántico Sur ha radicado históricamente en la falta de conciencia por parte del Estado y de su población acerca de las amenazas que enfrenta. Expertos en geopolítica de otros países han descripto al mar como el punto débil de Argentina[1]. Nuestro país tiene la imperiosa necesidad de controlar y proteger cinco complejos geopolíticos fundamentales: el Frente Marítimo, el Área focal de la Provincia de Buenos Aires, las islas Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur, el Polo Patagónico Austral y, por último, la Antártida. Aunque ésta falta de conciencia ha ido desapareciendo lentamente en los últimos años en lo declamativo al menos, el supuesto cambio de mentalidad no se ha transformado en acciones concretas y la defensa nacional sigue sin centrarse en recuperar nuestros territorios usurpados y continúa en el camino de la desinversión constante. Hay sectores tanto del campo popular como de la llamada derecha que dicen defender a la Patria. En sus discursos afirman mirar al sur con objetivos claros: lograr la cohesión territorial y la integración de las tierras al sur de Tierra del Fuego. Sin embargo, parece que esa mirada al sur se diluye, los últimos por tener el propósito fijo de subordinación frente a los Estados Unidos e Israel y otros por despreciar a las Fuerzas Armadas, negar todo intento de fortalecimiento de estas y acusar de militarismo o de nacionalismo chauvinista a quiénes intentan dar una discusión real sobre las FF. AA. y su rol en la Defensa Nacional y la recuperación de los territorios usurpados por el enemigo.

La función estratégica básica de nuestras Fuerzas Armadas no es otra que la de brindar a nuestro país un instrumento para proteger su territorio, su espacio marítimo y su proyección en el continente antártico para que sea capaz de proyectar poder para denegar el acceso a actores no deseados y resguardarlo para los propios propósitos.

Tal y como señaló hace tiempo el Contralmirante Martin: “Ningún país que se precie de serio puede carecer de pensamiento geopolítico y de un sistema de defensa acordes con los objetivos nacionales”[2]. No podremos hacer efectiva nuestra definición de ser una nación bioceánica y bicontinental de otra manera, y en la medida que no podamos resolverla, la recuperación de las islas Malvinas y el ejercicio de soberanía plena en nuestro sector antártico no pasará de ser una utopía distante.

La Defensa es una responsabilidad del Estado y es obligatorio para todos los ciudadanos, constitucionalmente, acudir a realizarla ante cualquier necesidad, por lo que debería ser parte de la problemática a atender por todos los argentinos. Es tiempo de que los ciudadanos comunes se interesen por estos temas. Los académicos y los comunicadores deberían ser los primeros en volcarse a aprender sobre las herramientas que tiene nuestra Patria para defenderse.

La disuasión es un componente esencial de la política internacional y uno de los aspectos básicos de la misma es la credibilidad. Necesitamos apoyar nuestros discursos patriotas con hechos concretos que le muestren al mundo, y especialmente al gobierno del Reino Unido de Gran Bretaña, que realmente hablamos en serio cuando decimos que las Malvinas son Argentinas y que somos un país bicontinental que al Sur limita con el Polo.

A continuación, dejo algunas sugerencias respecto a que se podría hacer para darle músculo a nuestra Defensa.

Hay que romper con la política de Estado llevada a cabo durante los últimos 40 años de desinversión en defensa (con excepción de la gestión Taiana entre 2020 y 2023). La Argentina debe revertir de manera urgente y planificada la crónica desinversión en su defensa. El objetivo estratégico ineludible es cuadruplicar el presupuesto del sector, estableciendo por ley una trayectoria ascendente y obligatoria que eleve gradualmente la asignación desde el 0.6% actual del PBI hasta un piso del 2%. Este porcentaje no es una cifra arbitraria, sino un estándar mínimo que nos alinearía con el esfuerzo de naciones vecinas que comprenden el vínculo entre defensa y soberanía: Brasil (1.1%), Chile (1.6%), Uruguay (2.3%) e, incluso, Colombia (3.4%), quien destina una proporción significativamente mayor a garantizar sus intereses nacionales. Resulta paradójico y alarmante que, reclamando la soberanía sobre un territorio ocupado por una potencia militar, seamos el país que menor esfuerzo relativo realiza en defensa en toda Sudamérica.

Para transformar esta declaración en realidad, se propone un Plan de Reinversión Estratégica Gradual (PREG) a 6 años, con metas legalmente vinculantes:

Año 1 (Ley de Financiamiento Base): Establecimiento del PREG por ley del Congreso, fijando el objetivo del 2% del PBI y blindándolo de recortes discrecionales.

Año 1 al 3 (Fase de Recuperación Crítica): Incremento anual de 0.25 puntos del PBI. Los fondos se destinarán prioritariamente a: 1) frenar el deterioro operativo (mantenimiento crítico de medios, infraestructura y salarios), 2) reactivar proyectos de recapitalización congelados, y 3) reforzar la presencia logística en el Atlántico Sur.

Año 4 al 6 (Fase de Desarrollo de Capacidades): Incremento anual de 0.2 puntos del PBI. Con una base financiera saneada, el foco pasará a: 1) programas de equipamiento mayor (capacidades A2/AD, vigilancia y control marítimo, movilidad estratégica), 2) inversión acelerada en la Base Industrial de la Defensa, y 3) modernización de sistemas de comando, control e inteligencia.

Año 6 (Meta de Disuasión): Alcanzar y sostener el 2% del PBI. Este nivel permitirá no solo una fuerza disuasiva creíble para la defensa de nuestros espacios soberanos, sino también una previsibilidad presupuestaria que habilite ciclos de planeamiento y adquisición a mediano y largo plazo, acabando con la lógica del “parche” y la emergencia permanente.

Esta escalada gradual, consensuada y plasmada en ley, enviaría una señal inequívoca de seriedad estratégica al país y al mundo, transformando la retórica de la soberanía en un instrumento concreto de poder nacional.

La política de defensa debe plantearse en función de la usurpación británica. Todos nuestros esfuerzos deben estar orientados al Atlántico Sur. Esto implica definir los medios materiales, la infraestructura, los recursos humanos, la inteligencia, la logística, el adiestramiento, la doctrina y la organización en consideración de la principal amenaza a nuestra seguridad. La Argentina debe recuperar el Fondo Nacional para la Defensa (FONDEF). El FONDEF probó ser una gran herramienta para recuperar, reequipar y modernizar a las FF. AA. El gobierno de Javier Milei le ha sacado la fuente de su financiamiento, quiénes lleguen al gobierno nacional después de él, y se precien de ser nacionalistas deben instituir su financiamiento por ley y aumentarlo.

Hay que capacitar a los oficiales y suboficiales de las FF. AA. en asuntos de geopolítica situada. No puede ser que nuestros mejores oficiales viajen a EE. UU. a aprender doctrinas geopolíticas que nada tienen que ver con los intereses nacionales.

Debemos recuperar las empresas estratégicas para la Defensa Nacional. FAdeA, Tandanor, Fabricaciones Militares, IMPSA, Astilleros Río Santiago, INVAP, ARSAT.

Tenemos que fortalecer la presencia militar y científica en el Atlántico Sur a partir del aumento de sus capacidades de defensa de sus costas, de anti-acceso, de denegación de área (A2/AD) y de control del mar.

Por otro lado, es imperativo dar una discusión seria para mejorar el subregimen de promoción industrial de TdF teniendo en cuenta los intereses geopolíticos nacionales como marco teórico. Y digo mejorarlo, no cancelarlo o desmantelarlo como este gobierno e incluso algunos académicos (como los que integran FUNDAR) están intentando hacer en la actualidad.

La Argentina debe recuperar las capacidades submarinas y los medios aeronavales y fortalecer la flota de mar en general.

En el comedor de la Base Marambio hay una bandera argentina que reza la siguiente inscripción: “Cuando llegaste apenas me conocías, cuando te vayas me llevarás contigo”. A los antárticos nos gusta repetir que no se puede amar lo que no se conoce ni defender lo que no se ama.

Son los hombres y mujeres de nuestras Fuerzas Armadas quienes nos permiten al resto de los ciudadanos argentinos conocer nuestro territorio más austral, valorarlo y aprovecharlo. En medio de un presente geopolítico cambiante y turbulento y un futuro incierto, podemos mencionar una frase de cabecera del gran Almirante Storni, el hacía referencia a la defensa marítima, pero se puede hacer extensiva a la Defensa de todo el territorio nacional: “Y esto es bueno que el pueblo argentino lo sepa, que el Honorable Congreso lo tome en cuenta y que los hombres de Estado lo mediten”[3].

Los tiempos de diagnósticos han pasado. Nuestro país se encuentra en una encrucijada crítica que puede desembocar en la balcanización o en una condición colonial permanente. Sin embargo, en medio de este panorama, se abre una ventana de oportunidad inmejorable: el nuevo mundo multipolar se redefine en un cambio geopolítico acelerado, donde el coraje y la claridad estratégica de las naciones serán recompensados. Los que amamos a esta Patria tenemos el deber de proponer soluciones concretas, viables, y impulsarlas con la determinación de quien se sabe forjando su destino.

No es hora de nostalgia, sino de potencia y decisión. La disuasión no se negocia, se construye. La soberanía no se espera, se ejerce. Debemos actuar con la claridad de aquellos pioneros que, mirando al Sur, entendieron que la Patria se defiende con hechos en el presente. El camino es uno solo: voluntad política inquebrantable, inversión estratégica sostenida y unidad de acción nacional.

O somos artífices de nuestro resurgimiento como potencia bicontinental, o seremos rehenes de un ocaso irrevocable. La ventana aún está abierta. La historia nos juzgará por la decisión que tomemos en este instante. La hora crucial para nuestro pueblo es ahora.


[1] Koutoudjian, A. y otros. “Geopolítica del mar argentino”. Instituto de Publicaciones Navales, Bs As, 2015, pág. 322.

[2] Koutoudjian, A. y otros. “Geopolítica del mar argentino”. Instituto de Publicaciones Navales, Bs As, 2015, pág. 360.

[3] Storni, Vicealmirante Segundo. “Los intereses argentinos en el mar”. 2° Ed. Armada Argentina, Buenos Aires, 2009, pág 102.

David Pizarro Romero

Lic. en Historia por la Universidad del Salvador (USAL) y Prof. en Historia también por la Universidad del Salvador (USAL). Mg en Estrategia y Geopolítica por la Escuela Superior de Guerra (ESG-UNDEF). Investigador del Instituto de Asuntos Internacionales y Estudios Políticos Manuel Ugarte, Universidad de Lanús (UNLa). Antártico.

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La Cuestión Malvinas: “Una causa nacional, un nudo académico y un drama pasional”

La Cuestión Malvinas: “Una causa nacional, un nudo académico y un drama pasional”

TIEMPO DE LECTURA: 9 min.

Creación: EdICMa
Arte y diseño: Ana Clara Reinhadt

Trinchera entrevistó a Juan Cisilino, Director  de EdICMa, el Equipo de Investigación de la Cuestión Malvinas de  la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), que cuenta con 18 investigadores y docentes, en su mayoría, graduados y graduadas de carreras de las Ciencias Sociales y las Humanidades de la misma universidad. En 2014 comenzaron a trabajar a partir de la convocatoria Malvinas en la Universidad, impulsada por la Subsecretaría de Políticas Universitarias del Ministerio de Educación de la Nación y el Consejo Interuniversitario Nacional y la Cancillería argentina. 

¿Cómo fueron los comienzos del EdICMa?

En aquel momento comenzamos este equipo siendo tres estudiantes de Sociología que nos presentamos en esa convocatoria y fuimos uno de los proyectos acreditados. Empezamos a trabajar porque nos movilizaba la Causa Malvinas, queríamos aportar en nuestro rol de investigadores, de docentes. Nos empezamos a formar, a meter en el mundo malvinero, a conocer, fuimos trabajando con amplitud y con audacia, eso nos fue permitiendo crecer desde abajo y cuesta arriba. 


¿Qué debates encontraron en todos estos años?

Fuimos aprendiendo en nuestro propio recorrido. Nos formamos en la Facultad de Humanidades y por lo tanto teníamos representaciones y sentidos comunes acerca de Malvinas. Te doy un ejemplo, Rosana Guber, una especialista de la guerra de Malvinas, habla de las dos lecturas dicotómicas que se articularon en la posguerra de Malvinas, una que llama la lectura heroica, y la otra que se llama la lectura dictatorial. Y esta última es la que ella menciona como hegemónica. Eso, de alguna manera, se reproducía en el escaso tratamiento de la cuestión Malvinas en nuestras formaciones, y en las ciencias sociales en general. 

Estas dos estas dos lecturas que menciona Guber son construcciones que obviamente están en disputa. Podríamos decir que hay una especie de discusión en el campo malvinero que podríamos llamar una especie de dialéctica entre el árbol y el bosque. Es decir, hay desacuerdos sobre cuál es el árbol y cuál es el bosque. Una lectura prioriza el carácter justo de la causa Malvinas y por lo tanto,  la justeza del enfrentamiento por parte de la Argentina en defensa de la soberanía nacional frente al imperialismo británico respaldado por Estados Unidos y la OTAN, a pesar de la conducción política y militar de la dictadura de aquel momento. Mientras que otra prioriza el contexto dictatorial para definir al conflicto del Atlántico Sur. Y en ese sentido, Malvinas es un episodio más de la dictadura e incluso puede ser concebida como la prolongación del terrorismo de Estado practicado en el continente hacia las islas. Eso lleva obviamente sentidos y representaciones atribuidas a los combatientes, a las actitudes sociales del pueblo argentino en aquel momento y obviamente distintas lecturas sobre sobre la Causa Malvinas.

Si tuvieras que definir sobre qué línea caminaron, ¿Cuál sería? 

En el ámbito de las Ciencias Sociales y en particular en el campo de la Historia Reciente, tiende a predominar la lectura dictatorial, que fue la que nosotros conocimos en primera instancia, aunque teníamos nuestras dudas porque para nosotros Malvinas es una causa nacional, popular y antiimperialista y en ese sentido nos parece que vale la pena no mellar el filo de esa causa, para poder inscribirla no solamente en la historia larga de nuestro país y en la construcción de nuestra identidad nacional, sino también porque articula debates de fondo sobre las políticas de soberanía que tenemos todavía pendiente. De alguna manera nos fuimos distanciando de la idea de que  Malvinas fue sólo la guerra, aunque obviamente no negamos su relevancia, fue un punto de inflexión  en nuestra historia reciente, pero al mismo tiempo entendemos que la Causa Malvinas forma parte de la historia larga de la construcción de nuestra nación porque si no, de alguna manera se pierde de vista la dimensión geopolítica y no se puede explicar  lo que fue ese conflicto y sobre todo el desempeño de nuestros combatientes. 


¿Cómo analizan la guerra en sí? ¿El por qué del conflicto?

No analizamos el Conflicto del Atlántico Sur absolutizando las intenciones de la dictadura en aquel momento, que por supuesto tenía que ver con instrumentar una causa nacional para buscar de alguna manera legitimar su permanencia en el poder cuando ya era una dictadura en crisis, socavada no solamente por la crisis de la política económica de Martínez de Hoz, sino también por la creciente resistencia obrera y los organismos de Derechos Humanos que empezaban a poner en jaque con mayor fuerza la situación en la que se encontraba la dictadura. También había mucha disputa interna en ese frente militar que dirigía el país. Entonces, en ese contexto, nosotros siempre buscamos entender Malvinas en la historia larga y el conflicto del Atlántico Sur, de alguna manera, complejizando la mirada, no reduciendo la dimensión geopolítica que se puso en juego en aquel momento a  las meras intenciones de esos dictadores a la hora de entender el Conflicto Atlántico Sur, porque nos parece que es un corsé interpretativo que no termina de dar cuenta de la complejidad de Malvinas y sobre todo de ese acontecimiento histórico tan importante  que ha dejado consecuencias muy grandes en nuestra historia reciente. 

 

¿Cómo se han expandido a partir del 2014?

Nuestro fuerte es el ámbito de la Universidad Nacional de La Plata y obviamente dentro de ella, en particular, la Facultad de Humanidades, aunque en el contexto de pandemia desarrollamos la Red de Investigadores de la Cuestión Malvinas, en la cual hoy participan más de 60 investigadores y docentes de todo el país, que de alguna manera ha hilvanado los esfuerzos y los intercambios de distintos investigadores.

Somos un equipo de malvineros que desarrollamos nuestra actividad en los ámbitos de la investigación, la docencia y la divulgación y en ese sentido trabajamos con seriedad, con amplitud y respetando las reglas de esos ámbitos. Eso de alguna manera es lo que nos ha permitido ganar prestigio y que, en nuestras instancias, en las iniciativas que nosotros impulsamos, todas las personas puedan participar y todas las perspectivas tengan lugar, porque creemos fundamentalmente en el debate colectivo como mecanismo para dar la disputa por el sentido. Desde ese punto de vista, somos un equipo muy amplio, muy diverso, que nos une obviamente la Causa Malvinas, porque además de una causa nacional  y de un nudo académico, es también un drama pasional. En ese sentido creemos que moviliza sentimientos nacionales, populares, antiimperialistas que son muy muy valiosos para poder concebir otra Argentina, soberana y bicontinental.

¿Si tuvieras que definir cuál es la línea que se maneja en la universidad o se manejaba en aquel momento, y a partir de estas diversas voces que mencionás, ¿cómo fue evolucionando, cómo se fue saliendo de esa lógica de dos discursos totalmente antagónicos? 

A estudiantes o a nosotros mismos nos ha pasado muchas veces de estar interesados en la Cuestión Malvinas e ir a buscar alguna persona para que nos oriente o nos guíe, y esas personas, con buena intención, decían, “Mirá, no te metas con Malvinas, es un tema de los militares, es un tema de la derecha, es un tema complicado, mejor andá para otro lado, para otros temas”. Es decir, de alguna manera, Malvinas no garpaba, por decirlo mal y pronto. En cambio, hoy en día creemos que asistimos a un nuevo momento difícil de fechar. No sé si habrán sido los 40 años en el 2022 o el mundial de fútbol, no podríamos precisar pero de alguna manera  esto empezó a cambiar. Con el ascenso del gobierno de Macri, las discusiones de soberanía se fueron volviendo cada vez más urgentes.

¿El hundimiento del submarino ARA San Juan?

Por supuesto. Fue y es todo un proceso que implica discutir si la bandera de Malvinas se la vamos a regalar a la dictadura o la vamos a disputar como una causa del pueblo argentino y como un puente de unidad patriótica y popular en el camino de la liberación de la patria. Entendemos que las nuevas juventudes vienen con otro entusiasmo, vienen sin esos corsés interpretativos que a lo mejor nos atravesaron a nosotros en nuestra época, donde por ahí había en auge otras posiciones y otros perfiles. Y creemos hoy que los temas de soberanía se vuelven muy urgentes y se vuelven muy movilizantes en la nueva juventud. Por supuesto, estoy hablando de los sectores en los cuales a nosotros nos toca trabajar. Me refiero a investigadores jóvenes, me refiero a estudiantes de la Facultad de Humanidades, estudiantes de la Facultad de Periodismo, docentes universitarios, escuelas secundarias, asociaciones deportivas y culturales. 

Obviamente somos conscientes de que con las nuevas juventudes también se discute con las ideas del individualismo, del escepticismo, de la desnacionalización, pero nosotros creemos que hoy Malvinas late con fuerza y se mete a los codazos, pero se mete igual, digamos. Entonces, en ese sentido, creo que ha crecido incluso su presencia en la universidad. Creo que nuestra experiencia colectiva es un ejemplo de eso en la Universidad Nacional de La Plata, pero también están las experiencias, de la Universidad Nacional de Lanús o el Observatorio Gaucho Rivero, que se acaba de formar en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, una universidad en la cual plantear estas cuestiones también es muy cuesta arriba. También hay que mencionar a la  Universidad Nacional de Rosario con el programa Malvinas y Atlántico Sur de Historia; nosotros decimos que Malvinas es como una mirilla para comprender la Argentina.

Mencionabas al Gaucho Rivero; ver cada vez más agrupaciones y cosas a las que se le pone Gaucho Rivero me parece también un signo de lo necesario en esta causa. ¿Podemos hablar de una nueva resistencia a los intentos de desmalvinización?

Totalmente. Frente a la desmalvinización desde arriba siempre hubo una resistencia malvinizadora desde abajo, pero creo que el salto en calidad se da en donde juventudes vinculadas a las Ciencias Sociales y a las Humanidades que por ahí antes se encontraban hegemonizadas por otros paradigmas. Hoy ven la importancia que tiene la soberanía, disputar las causas nacionales, en ese sentido, darles un contenido popular a las causas nacionales, porque en otro momento quizá uno parecía estar obligado a optar entre un nacionalismo sin pueblo o un progresismo  cosmopolita. Vos hoy me preguntabas por las lecturas, nosotros en realidad no estamos en una, no nos paramos en una contra la otra, sino que buscamos unir lo que es la soberanía desde una perspectiva integral, y lo que es la memoria, lo que es la historia larga y la historia reciente de la Cuestión Malvinas. Me parece que en ese sentido es donde cobra mayor gravitación o relevancia para poder analizar y comprender sus disputas simbólicas, sociales, culturales y políticas y dotarlas de todo ese filo que puede ayudarnos a concebir otro proyecto de nación. 

¿Cómo pregna esta cuestión -que puede parecer un detalle- de los carteles con la distancia a Malvinas?

En el ámbito de la investigación, tenemos nuestra revista científica interdisciplinaria Malvinas en Cuestión, editada por la UNLP y la Universidad de Tierra del Fuego. También llevamos adelante las Jornadas de la Cuestión Malvinas en la UNLP, el 11 y 12 de diciembre de este año realizaremos su V edición, con la presentación de más de cincuenta trabajos y paneles con especialistas de lujo. En el ámbito de la docencia, nosotros venimos haciendo un trabajo fuerte con lo que son seminarios de grado y de posgrado en la Facultad de Humanidades y en la Facultad de Periodismo, y también capacitaciones para la docencia universitaria. 

 En el ámbito de la divulgación, venimos desplegando tres grandes iniciativas. La primera es la realización de entrevistras a combatientes de La Plata, Berisso y Ensenada para Voces de Malvinas, un archivo oral de combatientes de todo el país que tiene su canal de YouTube y además queda almacenado en el Archivo General de la Nación para que esas vidas, historias y experiencias queden para la posteridad, es un trabajo de Memoria. La segunda es la Campaña de Difusión del Mapa de la Argentina Bicontinental, que la llevamos a cabo en escuelas, en institutos de formación docente, y en asociaciones barriales y culturales. Y la tercera es la Campaña de Señalización. “Malvinas siempre estuvo cerca” que tomamos como inspiración la propuesta de la provincia de Buenos Aires que está impulsando en escuelas y jardines. Básicamente consiste en colocar placas con la distancia a nuestras islas como la que colocamos en la Comunidad Ferroviaria, en la Facultad de Humanidades, en la Facultad de Periodismo y en la Facultad de Ciencias Naturales. Seguimos trabajando para que estas placas estén en todas las facultades de nuestra universidad y por supuesto en otras asociaciones populares, culturales, sociales, etcétera. Buscamos incorporar Malvinas en nuestros espacios cotidianos para fortalecer una conciencia malvinera y una perspectiva de nación, como te decía hoy, austral, bicontinental. con soberanía integral. Eso nos pone de relieve de alguna manera frente  a las generaciones jóvenes. Queremos contribuir en ese camino para poder tener otro destino nacional.

Reconstruir las Fuerzas Armadas nacionales al servicio del pueblo argentino y su soberanía

Reconstruir las Fuerzas Armadas nacionales al servicio del pueblo argentino y su soberanía

TIEMPO DE LECTURA: 9 min.

Trinchera entrevistó a Cesar Milani, militar retirado con el grado de teniente general y ex jefe del Estado Mayor General del Ejército desde el 3 de julio de 2013 hasta su relevo el 24 de junio de 2015. Se dialogó sobre el desmembramiento de las FFAA tras la última dictadura cívico militar hacia el presente con el actual gobierno nacional, la relación del país de cara al futuro con el Atlántico Sur, y el accionar respecto a la ocupación británica en co-acción con Estados Unidos.

En toda tu trayectoria como militar, ¿Qué balance hacés del país en términos de defensa? (En cuanto a la defensa de la soberanía sobre el agua, de la Antártida, de las Islas Malvinas, de Tierra del Fuego, y de la Plataforma Marítima).

Yo entré en la carrera militar de subteniente, precisamente con la dictadura militar, tenía 20 años, pasaba la dictadura militar. En ese contexto, evidentemente, las prioridades de la dictadura militar no eran la defensa de nuestros recursos naturales, de nuestro territorio, de nuestro espacio aéreo, de las Islas Malvinas.

Ya venían de los años 55 en adelante, 60, 70 con los golpes de Estado, eran relativas a la seguridad interior y a las cuestiones relativas a preparar a la Fuerza Armada para enfrentar ya sea levantamientos civiles, ya sea huelgas, ya sea, bueno, y todo lo que pasó después del 76. Es decir, la Fuerza Armada estaba preparada para actuar en el ámbito interno.

Luego llegó Malvinas, con un enemigo tradicional, en una guerra tradicional que nos exigía a nosotros tener no solamente militares profesionales y, por supuesto, nacionalistas, exigía tener un equipamiento moderno, estar preparado para una guerra tradicional, como la que se planteó con Gran Bretaña, y no se estaba preparado para todo esto.

Fuimos a la guerra con lo que teníamos, yo recuerdo que fui movilizado a Comodoro Rivadavia, con una fuerza de tarea transportada, yo era paracaidista, y estábamos nosotros con los bolsones por equipaje viejos, no teníamos equipamiento nuevo, no teníamos mochilas nuevas, no teníamos, bueno, todas las cuestiones que los ingleses sí lo tenían.

Yo no llegué a pasar a las islas, pero evidentemente fue una guerra con un nivel de desproporcionalidad en los elementos, la tecnología y los elementos impresionante respecto a los ingleses. Los argentinos supieron de la falta de todo esto que traían los ingleses, es decir, el aparato logístico, el aparato militar, y de igual manera fueron con coraje, con entrega y con patriotismo, pero bueno, no alcanzó. Esta es la realidad, estábamos preparados para cuestiones de origen interno, y de golpe plantearon una guerra convencional con Gran Bretaña, y no estábamos preparados, y por supuesto que se perdió.

A partir de esa guerra las Fuerzas Armadas fueron recluidas por todos los gobiernos políticos de distintos signos: peronistas, radicales, menos peronistas, menos radicales, macristas, etc. Y por supuesto, este último, ni qué hablar. Fueron recluidas, con esto quiero decir que, la metieron en una cápsula, le bajaron el presupuesto, bajaron los gastos de defensa, no reequiparon, no reacondicionaron el equipamiento militar, y por supuesto, lo que se hizo fueron únicamente cuestiones de maquillaje, cuestiones de presentación, administrativa, mayor parte de administrativa del Estado Mayor Conjunto, del Ministerio de Defensa, mayores secretarías, todo esto, pero no mayores fierros.

No se les dio a las Fuerzas Armadas el valor que deberían tener, no se les proveyó el material necesario para que sean, no una potencia, pero para que estén por lo menos a par de los países de la región en el poderío militar. Consecuentemente, el equipo se fue degradando, después de 40, 45 años. Se bajaron la cantidad de soldados voluntarios, se bajaron la cantidad de suboficiales y oficiales, se bajó el presupuesto de las Fuerzas Armadas de forma impresionante, no hubo más reequipamiento.

El último gran reequipamiento lo produjo en mi gestión gracias a un aporte extraordinario de la Presidente que pudimos afectarlo a las Fuerzas Armadas, y se produjo una recuperación de capacidades muy importante como no se había producido en los últimos 40 años, pero por supuesto que nos alcanzó, porque yo estuve poco en la gestión, es decir, no tuve lo necesario para terminar esta ecuación (2013-2015).

Y lo que vino después fue desastroso, el gobierno de Alberto Fernández fue desastroso y este gobierno fue más desastroso. Bajó el Producto Bruto, los sueldos de los militares están más bajos de lo normal, la mitad de los sueldos de los militares están por debajo de la línea de pobreza, la obra social de las Fuerzas Armadas y de las Fuerzas de Seguridad está quebrada con más de 200.000 millones de pesos de déficit, sumado a un ministro de Defensa que es un fantoche, que se vestía de militar para hacerse, pero no tenía nada de militar.

Todo esto sumado a que Petri va a ofrecerse para formar parte de la OTAN, para formar parte del grupo Rampen, que apoyaba a Ucrania en la guerra contra Rusia, como si tuviéramos nosotros algo que ver, siendo súbditos y vasallos de Estados Unidos en todo, absolutamente en todo lo que dicen, especialmente en política internacional.

Me queda claro que el presente y este gobierno es un desastre con el área de defensa, ahora te pregunto, ¿Qué posibilidad de peligro real crees que representan todas estas hipótesis de bases conjuntas en Tierra del Fuego con Estados Unidos?


Yo creo que es gravísimo, pero muy grave. Estados Unidos ha tomado a la Argentina como una especie de colonia, donde pueden venir a hacer lo que quieran, independientemente de traer los recursos naturales que ellos quieran, llevarse lo que ellos quieran, sin pagar absolutamente nada, entrando equipamiento viejo para trabajar y llevándose todo lo que quieran, no solamente en recursos naturales, sino en el mar, instalando bases conjuntas, ellos dicen conjuntas, pero son bases militares norteamericanas, especialmente en el sur porque tienen control sobre el paso bioceánico, Malvinas y sobre la proyección antártica que pueda tener Argentina.

Está bien claro que Estados Unidos intenta, -gracias a Dios voy a decir algo, que Trump le quedan 3 años de gobierno, y no sé si 3 años de vida, ojalá que se muera antes-, pero le quedan 3 años de gobierno, así que no sé si va a concretar lo que quiere concretar en nuestra patria. Estados Unidos viene por supuesto también a ayudar a Gran Bretaña. Si hay algún enfermo, si hay algún estúpido que cree que Estados Unidos va a hacer alguna gestión para que los ingleses nos devuelvan Malvinas, está loco, no vive la realidad, eso es una irrealidad. Estados Unidos tiene como principal aliado en la OTAN a Gran Bretaña, aliado histórico, es decir, participó con ellos en las guerras mundiales.

Gracias a Dios que estos periodos políticos terminan, y a Milei se le va a terminar y a Trump se le va a terminar, y ahí es donde nosotros tenemos que volver.

¿Estados Unidos el que potencialmente te da más miedo? O pensás también en una relación de coacción con Inglaterra y con Israel, -que también hemos visto varios movimientos, no solo de petroleras, sino también de su área de defensa, o Mekorot con el agua- ¿Ahí cómo ordenarías eso?

En Argentina por supuesto Estados Unidos es el que más influencia tiene por una cuestión financiera y monetaria, si deja de apoyarlo financieramente este gobierno no dura tres meses y cae, no llega a las elecciones del año 27, así que depende así de Estados Unidos. Por supuesto que acá hay un espíritu de vasallaje y de coloniaje hacia Gran Bretaña y hacia Israel también, hacia Gran Bretaña en todas las concesiones que le ha hecho, este gobierno a los ingleses, no solamente permitirle aterrizajes intermedios acá en la Argentina para ir a Malvinas, sino beneficios en el área pesquera, beneficios en el área petrolera, que están explotando en este momento juntamente con una empresa israelita, haciendo perforaciones, explotando con vista a un comienzo de producción de petróleo en el sur, en la parte muy cercana a las islas Malvinas, así que todas las concesiones se están dando a Gran Bretaña y por supuesto Israel entra a jugar ahí en muchos aspectos, técnicos y militares.

Tenemos políticos entreguistas que le van a otorgar todo, empezando por el presidente, políticos entreguistas que van a entregar la soberanía de la patria y van a desintegrar a la nación.

Como vos bien mencionas también, los períodos y los tiempos políticos van, vienen, son muy álgidos en este momento, entendiendo todo esto y entendiendo la ocupación que tenemos de Gran Bretaña en un cuarto de todo el territorio, y en un gobierno de índole nacional, ¿Cuál debería ser la planificación en defensa?

Bueno, en principio hay que conformar un ministerio de defensa con gente nacionalista y poner un ministro de defensa militar nacionalista, en principio, después ir a una participación del Producto Bruto Interno de la fuerza de defensa del orden del 1 al 1,5% del PIB. Eso le va a permitir a las fuerzas armadas reequiparse, no solamente cambiar material obsoleto y viejo, sino reequiparse con material tecnológicamente nuevo. Y, por supuesto, todo esto tendiente a lo siguiente, y esto es lo último que quiero decir y lo más importante: nosotros tenemos que dejar de pensar que Gran Bretaña se va a sentar con nosotros a la mesa de negociaciones, tenemos que dejar de pensar que nosotros vamos a recuperar las Islas Malvinas por obra de magia o porque va a venir algún gurú o porque va a venir Estados Unidos a gestionar algo, eso es mentira. La única posibilidad que tenemos nosotros es conformar un poder de disuasión militar, tan importante en las tres fuerzas (en la parte terrestre, aérea y marítima), tan importante, disuasorio que obligue a Gran Bretaña a sentarse en la mesa de negociación.

Que digan: “Bueno, muchachos, acá podemos tener un problema, no podemos seguir invirtiendo, invirtiendo y llenando, ¿no es cierto?, y poniendo cada vez más equipamiento militar y más apoyo logístico en las Malvinas, ¿no es cierto?, porque estos muchachos se están armando, y se están armando con equipamiento no controlado por nosotros”. Para eso entra China, Rusia, India y todos los países que nos puedan proveer armamento, que Estados Unidos, lamentablemente, el armamento que nos puede proveer, es armamento controlado por la OTAN y controlado por Gran Bretaña, que no va a tener ningún efecto disuasorio sobre Malvinas.

Para ellos va a ser más conveniente sentarse en la mesa de negociación con nosotros, que seguir invirtiendo millones y millones y millones de libras en agrandar cada vez la base militar, porque van a ver que nosotros cada vez nos agrandamos más. Es la única opción, no hay otra opción, y que se entienda bien, un efecto disuasorio, disuasorio significa poder militar, en poder militar terrestre, aéreo y naval.

Y por supuesto, un Ministerio de Defensa muy nacionalista, que tenga bien en cuenta que nuestro principal enemigo se llama el Reino Unido-Gran Bretaña, que está a 600 kilómetros de nosotros, que tenemos una hipótesis del conflicto, que hay que cortarle absolutamente todas las posibilidades, ya sea de apoyo logístico y de transporte militar en nuestro país, de apoyo pesquero, de la explotación cerca de Malvinas, o alrededor de Malvinas, o lo que sea, en el mar, bueno, ponerle todas las trabas posibles, y que nuestro país se esté equipando en forma permanente para ejecutar una acción disuasoria, después veremos qué pasa, pero esto debe ser el objetivo principal en defensa para los próximos 20 años.

Por supuesto que Malvinas está número 1, la proyección antártica número 2, que ya se viene el tema antártico en los próximos años, el paso bicontinental, el paso bioceánico número 3, es decir, tenemos mucho que jugar en el Atlántico Sur y mucho que jugar en nuestro territorio, en la parte sur de nuestro territorio, que tenemos que poner brigadas mecanizadas, ágiles, potentes, rápidas, que por supuesto que se pueden obtener, y no necesariamente de Estados Unidos.

Con esto te quiero decir que yo tengo una visión, digamos, para nada acuerdista, ni para nada, digamos, pensando que podemos recuperar nuestra isla de Malvinas por la vía diplomática, en absoluto, no existe esa posibilidad, está claro.

¿Te gustaría participar en algunas -no te digo decisiones, porque eso conllevaría que ya tengas algún puesto- , pero por lo menos poder entablar diálogo con gente cercana a un futuro gobierno y poder participar de recomendaciones, entre otras cosas?

Yo te voy a decir algo. Tengo 71 años, pero tengo el espíritu de una persona de 40 años. Estoy dispuesto a dar mis últimos años de mi vida, de acá hasta los 100 que voy a vivir, lo estoy diciendo un poco en broma, pero hasta la edad que Dios me dé, ¿no es cierto?, tratando de servir a la patria.

Y esto incluye no solamente hablar, no solamente pregonar, no solamente militar, no solamente hablar con algunos referentes políticos, sino fundamentalmente prever que puedo hacer algo en el próximo gobierno que va a venir de tinte nacionalista. Pero no quiero un gobierno como el de Alberto Fernández, no quiero un gobierno socialdemócrata, quiero un gobierno nacionalista, peronista. Y creo que hay mucha gente nueva, con nuevas expectativas, aunque sea gente grande, pero gente nueva en el proceso político que está dispuesto a participar y yo estoy dispuesto a participar para dar todas las peleas que sean necesarias.

 

 

 

Las Islas vuelven: variaciones de Malvinas como herida en clave literaria

Las Islas vuelven: variaciones de Malvinas como herida en clave literaria

TIEMPO DE LECTURA: 10 min.

Por Marcos Stábile y Pedro Jalid

Es Walter Benjamin el primero que registra el fenómeno: “¿no advirtió que la gente volvía enmudecida del campo de batalla?”. La pregunta está en El Narrador, un ensayo corto sobre la devaluación de la experiencia en el que Benjamin contrapone de manera explícita información y narración. Lo que se cuenta, lo narrado, es una artesanía que alcanza “una amplitud que a la información le falta”. Más de cuatro décadas después del gran episodio bélico argentino del siglo XX, su escenario, las Islas Malvinas, insisten, vuelven, reaparecen en la literatura con variaciones en sus formas de elaborar el trauma. Si el lema “volver a Malvinas” persiste como consigna pendiente en el imaginario político de algunos sectores de la sociedad argentina, en el campo literario puede decirse que los polos de esa promesa se invierten y son ellas, las islas, las que vuelven siempre.

 

Entre fantasmas e impostores: las trampas del regreso.  “Los pasajeros del tren de la noche” de Fogwill (1981) y “Memorándum Almazán” de Juan Forn (1991)

Existe un pueblo en el que todas las noches, un grupo de madres se sienta en el andén de la estación a esperar la vuelta de los soldados. Los soldados son sus hijos y un día, en plena madrugada, comienzan a volver. Vuelven después de telegramas que anunciaron su muerte, vuelven después de misas y condecoraciones que los despidieron. Regresan rodeados de preguntas que nadie se anima a hacer. La presencia es más fuerte que los misterios, y la posibilidad de llenar el vacío que dejaron al irse, es respuesta suficiente. Con los fantasmas que regresan en “Los pasajeros del tren de la noche”, Fogwill intuye que Malvinas tendrá sus especificidades y características propias, pero también que conservará las marcas universales de toda guerra: esas que nos enseñan que es una cosa llena de errores, que la gente es capaz de acostumbrarse a todo y que, si hay algo que una madre no sabe, es resignarse a la falta de sus hijos.

Escrito a fines de la década de 1970, Fogwill entregó el cuento para su publicación en Música japonesa de 1982. La guerra estropeó el efecto, dirá años después. Aquello que quiso ser una alegoría de las Madres de Plaza de Mayo y sus rondas de los jueves, terminó siendo una de las ficciones más profundas para narrar una guerra que todavía no había ocurrido. Es que el horror ya estaba entre nosotros: jóvenes cuyas vidas debieron ser más largas, familias rotas buscando un cuerpo que enterrar, héroes que vuelven a lugares que ya no conocen.

Diez años después, en 1991, Juan Forn publicó Nadar de noche, su primer libro de cuentos. Entre rupturas amorosas y despedidas familiares, la cuestión Malvinas apareció en el segundo de los cuentos, “Memorándum Almazán”. Forn inauguró la literatura sobre Malvinas de la década de los 90 con un texto importante en donde se pregunta qué representa para un país un soldado que vuelve. ¿Una víctima? ¿Un héroe? ¿Un problema o una posibilidad? 

En la embajada argentina en Chile, se presenta un joven con un papel. Allí dice que es ex combatiente, y pide que le presten dinero para comprarse un traje con el cual buscar trabajo. El soldado pide algo de lo que la patria le debe. La inmediata respuesta del embajador y sus empleados, que lo reciben y lo incorporan, expresa un gesto que intenta redimir el abandono y el olvido al cual el Estado sometió a los soldados. A nadie sorprende encontrar un ex combatiente en esa situación: sin poder hablar y, casi como una ironía, intentando empezar de nuevo lejos de nuestro país. 

El final del cuento es arriesgado y previsible. Almazán no es Almazán, y la vergüenza de haber caído en un truco tan burdo invade a los funcionarios. Entre confesiones y lamentos, el farsante confiesa que primero intentó hacer lo mismo en Argentina. Pero allí, dijo, nadie toma así como así a un ex Malvinas.

Escritos con una distancia de diez años, Fogwill y Forn, dos autores que vivieron de cerca y en presente Malvinas, se interrogaron por lo qué hará y lo que debe hacer el país con aquellos que vuelven del campo de batalla y anticipan los riesgos del olvido, del abandono y de que nadie pague los costos de las heridas

Llevar Malvinas en la cabeza – Las Islas, Carlos Gamerro (1998) 

Registro irónico sobre el devenir de los combatientes, compilado de ejercicios de ucronía en torno a la causa Malvinas, policial joyceano con hackers y milicos. Obra monumental sobre el tema, si las hay. Las islas es todo eso. Una novela de largo aliento que explora las vertientes abiertas por la guerra en la sociedad argentina de los noventa. Felipe Félix, ex-combatiente, experto en informática y cocainómano desesperado, recorre Buenos Aires con el objetivo de salvar a los integrantes de una lista negra en manos de un empresario empecinado en fundar una aristocracia financiera. Incrustadas en esa trama policial, las esquirlas de Malvinas aparecen por todos lados. Ni Félix ni sus compañeros pueden salir del influjo de la guerra, reactivado durante la  década de los noventa por el décimo aniversario del conflicto. El archipiélago es omnipresente en la novela, es un objeto obstinado, que se presenta en múltiples formas. Aparece como una mancha en la pared o como el escenario de un videojuego desarrollado por el protagonista con finales alternativos; también es el tablero en el que un comando militar secreto planea su regreso, o una maqueta del tamaño de un sótano en el que un veterano intenta reproducir el paisaje exacto de sus pesadillas. 

Las islas recuperó el sentido trágico que Fogwill usó en Los pichiciegos (1983) —la gran novela de Malvinas— para aplastar el halo de épica con que la tradición envuelve todo conflicto armado. Los linyeras que se revelan como veteranos a lo largo del texto de Gamerro parecen ser el devenir urbano de los desertores escondidos en los huecos de las islas bajo una nieve que se confunde, por su color, por su suciedad, con la mierda. También tiende una línea de continuidad entre la maquinaria represiva del terrorismo de Estado y las prácticas de tortura durante la guerra. Gamerro entiende que no se puede hablar de una cosa sin que aparezca la otra, pero logra que su texto no quede capturado por el relato de “los pibes indefensos”, prácticamente hegemónico en una década atravesada por la desmalvinización. 

Lo que se destaca, por debajo del argumento policial que tracciona al texto, es el empecinamiento de la guerra en la memoria de sus participantes. Una marca en sus frentes tan imborrable como inentendible para la población que todavía no había sabido construir los marcos sociales en los que registrar las consecuencias del enfrentamiento en sus protagonistas. La novela está plagada de esas fricciones, de una rasposidad entre la cicatriz sobre el cuerpo de los combatientes y un tejido social que no sabe leerla. Es, de hecho, un problema médico para Felipe Félix, que lleva incrustado en su cabeza un pedazo de casco responsable de una paradójica pérdida de memoria y al que el cirujano recomienda no tocar porque sería como “sacarle una parte suya”. En ese desencuentro se gesta una endogamia de circuito cerrado, ritualística, entre los veteranos, que potencia el retorno fantasmagórico de las islas a sus vidas en las formas más variadas.

No todos los monumentos se hacen sobre la tierra – Leñador, Mike Wilson (2023)

Si en Gamerro la persistencia de las islas tiene una ubicuidad concreta—manchas, cuerpos mutilados, maquetas a escala, discursos delirantes—, en Wilson es el tamaño de su vacío en la voz del personaje lo que le da dimensión a la huella del horror. Wilson usa el lenguaje para medir la herida: se lo echa encima como se tira una sábana sobre un fantasma para descubrirlo. Lo que queda por debajo, lo que no se dice, parece ser tan extenso como las más de quinientas páginas en las que el narrador nos describe el bosque al que se retira luego de haber peleado en una guerra de un archipiélago al sur. 

La alusión a Malvinas es ineludible y se apuntala con el subtítulo de la novela, Leñador o ruinas continentales, elige Wilson para bautizarla. “Si el protagonista, siempre en primera persona, elige callar su pasado de combatiente en Malvinas, y ese silencio es atendible, respetable, considerando el pavor tácito vivido como elemento implícito, entonces Leñador puede considerarse, también de forma tácita, para escándalo de los espíritus nacionalistas, como literatura de Malvinas”, estampa, como clave de lectura, Guillermo Saccomano en el prólogo. 

La de Wilson es una novela total. Una obra que por volumen, método y apuesta produce el “vértigo” que Vargas Llosa pensaba como piedra de toque para identificar ese tipo de textos totalizadores. Leñador levanta un mundo, el del Yukón, una región de turquesas y verdes al norte de Canadá en el que el protagonista anónimo de Wilson se interna en una profunda búsqueda de separación y de encuentro. Distanciamiento, por un lado, de la ciudad y de la sociedad que la habita y acercamiento, por otro, a la naturaleza como espacio en el que se esconde algo más vital y puro que las pesadillas de la razón instrumental que incubaron su infierno. 

Leñador es literalmente un catálogo, un inventario interminable de la vida de los trabajadores madereros del Yukón. El texto avanza por acumulación de definiciones. Nombre, dos puntos, texto y a otra cosa. Así hasta intentar cubrir todo el bosque con palabras. No hay, prácticamente, narración, sino una acumulación de descripciones que intercalan, cada tanto, para amortiguar su peso, lagunas evocativas en las que refucila el fuego inglés y la memoria de la guerra, apenas insinuada. 

En ese sentido, por lo que no dice, la obra de Wilson se inscribe en la tradición del iceberg para contar la guerra. Una corriente literaria que construye por omisión, que pone lo mínimo en superficie y mantiene latente el verdadero núcleo emotivo de aquello que se cuenta. El gran río de los dos corazones, de Hemingway y Un día perfecto para el pez plátano de Salinger, son, sin duda, dos hitos de esa estrategia puesta al servicio de los relatos de posguerra. Pero en Leñador, a diferencia de esos ejemplos, la economía de la prosa no mantiene una relación inversamente proporcional con respecto al peso de lo oculto. No se dibuja, entre lo dicho y lo no dicho, el triángulo característico del iceberg. Más bien las dos masas de discurso, el texto y su contracara elidida, parecen simétricas y lo que se adivina, creciendo por debajo del ambicioso registro de lo visible por parte del narrador, es una memoria monumental, tan densa, precisa y acabada, como el listado que se apoya en ella. 

 

Monte Longdon en Buenos Aires – El eternauta, Stagnaro (2025)

El rastro de Malvinas en la nueva adaptación de El eternauta empieza casi a la par de la serie. Después de la escena inicial en el velero, Juan Salvo rechaza a un limpiavidrios que le golpea la ventanilla. Lo sigue en el espejo retrovisor y lo ve perderse entre la fila de autos. Al tipo le falta una pierna y Salvo se queda atrapado en esa imagen unos segundos. La memoria lo asalta. Después aparece el grafitti, la calcomanía en la garita de un guardia privado y, más evidentes, las visiones del protagonista. “Volvieron las islas, ¿no?”, la pregunta la hace Elena en el tercer capítulo y enhebra todos esos elementos: Salvo, en esta adaptación, es ex-combatiente y la presencia espectral de las islas no lo suelta. 

La incorporación de un pasado en Malvinas del protagonista se acopla de forma orgánica a la trama. Es virtuosa no solamente por instalar el reclamo histórico de la Argentina sobre las islas en una serie que se convirtió en la más vista en la categoría de habla no inglesa al momento de su estreno, sino porque esa condición dada de Salvo cohesiona y justifica sus habilidades con las armas y su audacia en una situación tan liminar como la de la nieve mortífera, incluso en desmedro de la emblemática figura del héroe colectivo.

A diferencia tanto de Las islas, como de Leñador, El eternauta se hace cargo de la cuestión Malvinas desde un registro no mimético. Elaborar el conflicto desde los recursos narrativos de la ciencia ficción abre un campo de posibilidades a nivel de lo que se puede contar de la guerra y de sus efectos que rebasa las codificaciones del realismo y habilita otras potencias. Poner a la par, por ejemplo, en lo que a producción de terror respecta, la invasión extraterrestre con la batalla de Monte Longdon. 

Los flashes de la guerra irrumpen en Salvo detonados por símbolos —la nieve, las armas, la muerte y hasta lo rudimentario en el equipamiento— que remiten de manera inequívoca a su experiencia en el territorio malvinense. La memoria se reactiva, se desborda, sale y las imágenes se yuxtaponen. Salvo ve el pasado impreso sobre el presente. Es la nota característica del trauma, el retorno de lo que no puede ser ligado, simbolizado ni elaborado y que, por tanto, se sale del tiempo, se eterniza. 

Más allá de las interpretaciones coyunturales que El eternauta supo y sabe encender y que enriquecen su lectura, el eje temático que abre y cierra el arco narrativo de la historieta se ordena alrededor del tiempo, de la memoria, sus olvidos y la eternidad. Queda por ver, aún, de qué manera la cuestión Malvinas se resuelve en su cruce con estos pilares, basales en la obra de Oesterheld.

En el original, el protagonista, condenado a buscar en la infinitud del tiempo una fisura que le permita desgarrar su destino y torcerlo, se olvida de todo apenas la encuentra. Es ese narrador metaficcional que coincide con la figura de Oesterheld quien entiende la potencia de la ficción para custodiar una memoria y decide publicar el relato de Salvo, con la convicción de que “¡será posible!” cambiar la historia. Con la certeza de que lo inenarrable le pertenece a la literatura.


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La cultura como trinchera de soberanía popular

La cultura como trinchera de soberanía popular

TIEMPO DE LECTURA: 3 min.

“La Soberanía nacional se defiende también con la cultura” – Osvaldo Pugliese

La cultura fue y sigue siendo la trinchera del pueblo argentino; mientras el gobierno entrega los recursos la gente, el arte y la memoria popular sostienen la lucha de soberanía cuando la gestión flaquea y no se gobierna con un necesario proyecto y pensamiento nacional, para no vivir y padecer como hoy un país en decadencia en el campo de defensa  sobre nuestra soberanía.

Cuando hablamos de Malvinas hablamos de identidad. De arte, de memoria, de pueblos, de palabras. De una cultura que se teje en cada barrio, en cada aula, en cada canción popular. La cultura argentina ha sido siempre una trinchera. Si el territorio se disputa con fuerzas militares, la cultura se defiende con palabras, imágenes, ritmos, relatos y cuerpos. Y en ese combate, Malvinas es el símbolo por excelencia: un recordatorio constante de cómo se intenta fragmentar aquello que nos pertenece no sólo por derecho, sino por sentido común histórico, por linaje, por territorio.

Desde las pinturas de Carpani, que retrataron el dolor obrero y la lucha nacional hasta las coplas que aún se cantan en el Norte, desde la educación que reivindica la soberanía hasta la murga barrial que rebautiza esquinas como “Islas Malvinas”, desde el fondo de pantalla de un celular con una imagen de Malvinas hasta un niño saliendo del jardín indignado por conocer la historia de la usurpación de los ingleses, todo gesto cultural argentino es también un acto político. Y toda cultura que no se pliega al coloniaje, que no se resigna a la entrega ideológica y pedagógica del territorio, es parte activa de la recuperación simbólica y territorial. 

Además, la cultura no se limita a lo urbano o europeo: también son nuestros pueblos originarios, quienes aportaron sus cuerpos y su espíritu colectivo a la defensa de la patria. Que es también su Patria. Muchos ex combatientes fueron descendientes de esos pueblos, llevando en sus mochilas una memoria ancestral que también luchaba por volver y ser. Del mismo modo, la presencia afrodescendiente en la historia de Malvinas marca otra dimensión silenciada de nuestra identidad. Las islas fueron ocupadas y pobladas en parte por afrodescendientes durante el período colonial, formando parte de un entramado social que la historia británica y muchas veces la argentina, han intentado borrar. Es en esa trama plural, indígena, afro y mestiza, donde nuestra cultura se hace presente y reclama continuidad histórica y afectiva con Malvinas.

 El enemigo lo sabe. Por eso su ataque no sólo es territorial, sino simbólico. ¿Cuántas veces intentaron reemplazar nuestra historia por la versión “civilizada” del ocupante? ¿Cuántas veces nos quisieron convencer de que Inglaterra venía a “mejorar” u “ordenar”? Es el mismo relato que usaron con nuestros pueblos originarios y con nuestros recursos naturales. Y es el mismo que hoy sostienen en Malvinas. Por eso, la cultura es un campo de batalla tan importante como el mar frío del Sur. Porque si logran despojarnos de la memoria, del sentido de pertenencia y de la palabra, el territorio les resulta más fácil. 

Es imprescindible la fuerza de la cultura en la reconstrucción de un nuevo esquema en defensa geopolítica bicontinental.

Resistiendo con libros, con murales, con danzas, con radios comunitarias, pero además ocupando espacios contemporáneos donde se construyen y difunden teorías como “factos”, el sociólogo Pedro Lacour en su colaboración con la revista La Carlos plantea el siguiente cuestionamiento:

“¿Y si la influencia ya no dependiera de tener razón, sino de ocupar la pantalla adecuada?”

La comunicación vertida construye ideas, por ello también es un campo base importante en la batalla cultural. Hoy desde las tecnologías, las redes, la divulgación…

Malvinas es cultura porque Malvinas es pueblo. 

Y mientras el pueblo siga creando, nombrando y recordando, el reclamo seguirá vivo. Se trata de banderas. Se trata de no soltar la raíz. Se trata de re-conocer lo nuestro y creer que es nuestro.

Porque sin cultura no hay patria, y sin Malvinas no hay destino.


Dii Ocampo

Peronista, Feminista, Gallina, Malvinera, Tanguera y cumbiera como manda Eva, Cristiana, Bailarina en proceso, Ph. en proceso fotografía

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Argentina Bicontinentalidad y el desafío de repensar nuestra Defensa Nacional

Argentina Bicontinentalidad y el desafío de repensar nuestra Defensa Nacional

TIEMPO DE LECTURA: 8 min.

Pensar en el mapa de nuestro territorio, su bicontinentalidad y su bioceanidad sin dudas es una tarea que presenta grandes desafíos. No sólo la generación de consenso entre fuerzas políticas, sino también entre los diversos actores que hacen a la cosa pública en nuestro país. Una de las aristas fundamentales en un mundo cada vez más complejo, es la Defensa Nacional.

La entrevista a Rodolfo Carrizo, actual Presidente del Centro de Ex Combatientes de Islas Malvinas de La Plata (CECIM-LP), originalmente fue pensada para el Trabajo Integrador Final “Defensa Nacional: más allá de las Armas”, un podcast que busca introducir a la Defensa Nacional. Un área estratégica del Estado, bastardeada y olvidada durante generaciones.

Las reflexiones de Carrizo, nos parecieron más que pertinentes para compartir con ustedes en este Dossier de Trinchera sobre Bicontinentalidad, Bioceanidad y Atlántico Sur.


¿Cómo definirías el concepto de defensa nacional y qué importancia crees que tiene en este contexto mundial?

 Bueno en principio me parece que pensar la defensa nacional no solamente habría que pensarla en términos militares, sino me parece que hay que pensarla en términos que tengan que ver con la patria; con este concepto que significa defender lo propio, de conocer lo propio, de saber el valor estratégico que tiene lo propio. Y a partir de acá tratar de construir una política que comprenda no solamente el desarrollo de unas fuerzas armadas que tengan esa capacidad de proteger los territorios entendiendo aquellos lugares que son de alta importancia a partir de los recursos estratégicos que tiene un país, sino también en la formación de los jóvenes en cuanto a entender que es muy importante el desarrollo de las nuevas tecnologías, de los avances científicos y tecnológicos, de proteger las universidades para defender el conocimiento.

Creo que es muy importante construir una conciencia que nos permite entender la defensa en una complejidad amplia, y en esta complejidad entender que no se trata solamente de esa vieja mirada que hay -militarista- alrededor de la defensa, sino construir un pensamiento más moderno, más nuevo, que, obviamente, implica también defender al ciudadano en toda su integralidad, respetarle sus derechos, defender la autonomía de las provincias; pero también defender la autonomía que tienen que tener diferentes estamentos del Estado a la hora de -obviamente- construir esto que nosotros entendemos como un modelo de nación soberana.

¿Qué importancia tiene la Defensa Nacional en este contexto mundial?

Creo que es importante observar que primero nuestro mapa continental, o por lo menos mirar la parte continental del territorio, entendiendo que somos un país bicontinental. Pero si nos detenemos un poquito en lo que es estrictamente el territorio continental, es importante ver que nosotros tenemos una muy mala distribución demográfica de la población, con altas concentraciones en las ciudades y un gran despoblamiento de los territorios del interior. Si uno observara que al sur de La Pampa hasta Tierra del Fuego la población promedia en el orden de los 2 millones, 2 millones 100 mil, uno comprendería que la distribución, que la gente está -obviamente- concentrada, fundamentalmente, en las grandes ciudades, en las grandes urbes. Y esto es un problema, es un problema por la saturación en las urbes y la otra por el despoblamiento del territorio.

Al tener un país que continentalmente tiene 2.700.000 kilómetros cuadrados, aparece una vulnerabilidad que subyace en aquellos lugares donde uno debería construir, obviamente, un modelo que permita, una utilización racional, consciente, de lo que significan los recursos del territorio. Nosotros sabemos que en el norte de la Argentina está muy bien en cuanto a lo que es un recurso estratégico hoy muy demandado que es el litio de la misma manera que conocemos que sobre la zona de Misiones y Formosa está el acuífero más importante de agua potable, o uno de los tres más importantes del planeta, que compartimos con Uruguay y con Brasil. Y obviamente, si así recorremos toda la Argentina vamos a encontrar que en cada provincia hay un recurso natural estratégico que, obviamente, uno de los problemas que tiene es que se desconoce y al desconocerse obviamente no se protege, no se defiende y se lo hace muy vulnerable. Ergo si uno toma el lago escondido en la provincia de Río Negro, uno de los temas que va a encontrar es que, ahí nosotros tenemos un enajenamiento del territorio y una consolidación importante de grupos económico-financieros que se apropian de manera vil del territorio y hace que los argentinos no podamos disponer de ese territorio que es muy importante y limítrofe.

Creo que hay que cambiar esa mirada de la Argentina porque también somos una Argentina atlántica, oceánica, que ahí tenemos una infinidad importante de recursos, por supuesto también despilfarrado en el gran sentido. En la Argentina hace muchísimos años que no se desarrolla y se crea un puerto; hace muchísimos años que no se crea y se desarrolla un astillero; en la Argentina obviamente no hay un proceso de conectividad y de transferencia de la vinculación de las economías regionales con el gran centro urbano que es Buenos Aires y el puerto de Buenos Aires; y por lo tanto es muy importante repensarlo, porque obviamente si nosotros no lo hacemos, lo hacen los de afuera como dice el dicho y nos expone a una situación de saqueo que cuando vienen procesos neoliberales hace que esto sea mucho más sencillo, más fácil, y obviamente quienes pierden son los habitantes autóctonos del territorio, los argentinos,  las argentinas y obviamente la posibilidad del desarrollo.

¿Qué implica para nuestro país que las áreas de Defensa y Seguridad estén separadas? ¿Es una ventaja o una desventaja?

Desde que se implementó la Ley de Defensa Nacional, creo que estaba en el contexto de una visión de pensar una Argentina en la cual las Fuerzas Armadas no se involucraran en los problemas de la seguridad interior. La defensa en general siempre hay que pensarla en proteger nuestras fronteras, nuestras zonas que podrían ser sensibles a cualquier tipo de vulneración, fundamentalmente, de las que obviamente imponen los países que tienen una ambición imperial, como el caso del Reino Unido. Hecho obviamente más que paradigmático en nuestras Islas Malvinas, ¿no es verdad? Y obviamente la política de defensa no estaría en correspondencia como en una vinculación directa con la seguridad.

Creo que la seguridad responde fundamentalmente a otros parámetros, a preservar la vida de los ciudadanos, a construir garantías sociales que hagan que los ciudadanos que habitan un país, un territorio, tengan las condiciones para poder desarrollarse y tener una vida con mucha dignidad. En este sentido, a partir de la interacción de la Doctrina de la Seguridad Interior, se confundió muchísimo a la Seguridad con la Defensa. Obviamente, cuando hay procesos neoliberales en la conducción del Estado lo que se trata de utilizar es a las Fuerzas Armadas haciendo seguridad interior, algo para lo que no están preparados y que generan acciones que obviamente terminan en saldos muy luctuosos para las sociedades. Y en ese sentido creo que la defensa debe ser absolutamente clara en cuanto a ser algo totalmente distinto, o pensarse totalmente distinto, al concepto de seguridad y cómo se maneja la seguridad de un Estado.

¿En este contexto global cuán importante se vuelven las políticas públicas en materia de reivindicación sobre la Antártida y las Malvinas e Islas del Atlántico Sur en materia de Defensa Nacional?

Vos sabes que para nosotros (el CECIM) es fundamental dar esta discusión. La pregunta no solamente es atinada, sino que yo creo que va al meollo del problema de un país como el nuestro, pero también de una región en el cual, bueno, las Islas Malvinas están posicionadas en un punto estratégico del planeta. Pensémoslo: está ahí a 500 kilómetros del territorio continental, pero aparte es la que nos permite tener una observación del movimiento, monitoreo y vinculación entre los dos grandes océanos que son el Pacífico y el Atlántico.

Si los procesos de crisis climáticas que vive el planeta, en el cual obviamente nos han impuesto las políticas hegemónicas a partir de los procesos de deforestación, de uso indiscriminado de la energía a combustión interna, y otros hechos más que obviamente funcionan producto del complejo militar industrial, vamos a entender de que este pasaje natural entre ambos océanos está precisamente en el pasaje de Hoces, en lo que sería y que mal se llama como el pasaje de Drake.

Esto es importante porque lo que hace es que la transferencia se puede hacer sin límites que, a diferencia del canal de Panamá, lo que tiene son las dificultades operativas. Hay que entender que hay un crecimiento muy importante de los buques de transporte de carga, los conocidos Panamá, que llevan 30 mil, 40 mil contenedores y que obviamente cuando hay procesos de crisis de aguas o hídrica hacen que el canal empiece a tener muchísimas dificultades, y lo que va a tender es precisamente a usarse este pasaje bioceánico que es natural y que obviamente no corre los riesgos ni siquiera de que tenga un atentado terrorista y que se pueda destruir.

Sumado a esto, en el proceso de crisis energética o de escasez energética que se va a tender, pensemos que toda la zona de nuestro Atlántico Sur también tiene una potencialidad muy grande, tanto en petróleo, minería, minerales raros, que son muy importantes a la hora de pensar un mundo de escasez. Y hay que sumarle a esto que está el continente blanco, la Antártida, que tiene un recurso que es el agua potable, en un mundo donde solamente el 3% del agua del planeta es potable. Entonces, creo que construir toda una política que obviamente piense Malvinas, que piense la integralidad territorial, que piense esta vinculación bioceánica y que comprenda que -obviamente- hay que defenderla, hay que protegerla, significa también construir una estrategia común que tienda a esa misión sanmartiniana, bolivariana, que es la unión de los pueblos de la América Latina y el Caribe, porque son los únicos que nos pueden dar garantía real de una defensa efectiva del territorio; que defienda las soberanías territoriales y obviamente nos permita tener la oportunidad de tener un desarrollo sustentable, armónico y que proteja el planeta.

Nicolás Sampedro

Prefiero escucha antes que hablar. Ser esquemático y metódico en el trabajo me ha dado algún resultado. Intento encontrar y compartir ideas y conceptos que hagan pensar. Me irritan las injusticias, perder el tiempo y fallarle en algo a les demás.

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Argentina: Bicontinental, bioceánica y del Atlántico Sur

Argentina: Bicontinental, bioceánica y del Atlántico Sur

TIEMPO DE LECTURA: 6 min.

Existen varias visiones y recuperaciones historiográficas sobre que es Argentina, que era antes, que comprendía y que comprende, y, en función de ella, que nos corresponde aspirar a reclamar. El último mapa diagramado por un gobierno, que fue el bicontinental en 2010, grafica a la perfección la idea mas extensa de Argentina como tal.

A la hora de pensar la extensión de la Argentina sobre el Atlántico Sur, es importante retomar algunas líneas brevemente mencionadas en el texto introductorio  de este relanzamiento llamado “Pensar la Patria” sobre los “ diversos imaginarios sobre el territorio”. Allí, en una rápida mención -a fín de no atascarse en ningún concepto particular- aseveramos que la defensa criolla en las invasiones inglesas dieron nacimiento al sentimiento de patria, la cual luego se materializaría en la proclama de independencia, con una clara concepción sobre qué territorios se incluían.

Existen varias visiones y recuperaciones historiográficas sobre que es Argentina, que era antes, que comprendía y que comprende, y, en función de ella, que nos corresponde aspirar a reclamar. Historiadores, intelectuales, entre otros, discuten en el cotidiano sobre esto, aunque muchos, lamentablemente, con ciertos sesgos formativos en favor de las narrativas pro británicas.

Así fue el caso del podcast realizado entre Revista Anfibia y la ONG de ese país, Wild Conservation Society (WCS), que propone una zona protegida en el sector argentino del mar, pero jamás menciona la explotación ilegal pesquera y minera de Gran Bretaña en la misma zona. El podcast se puede encontrar en Spotify bajo el nombre  “La Argentina y el mar”.

En ese sentido, la totalización del discurso de Argentina como un pacto en 1860 tras la victoria del unitarismo, el cual luego decide “anexar” la patagonia, puede representar no solo un tiro en el pié a nuestra soberanía, sino además la subordinación bajo un concepto determinado. Porque, si de conceptos hablamos, la idea principal de los libertadores de América como José de San Martín, Simón Bolívar, Manuel Belgrano, entre otros, fue la de la “patria grande” la cual comprendía la totalidad de América del Sur (sin el reino del Brasil). 

Frustrado ello, la independencia se firmó entre las provincias unidas del sur, agregando Malvinas y demases islas del Atlántico Sur, con proyección a incluir la patagonia, y finalmente, la porción más próxima de la Antártida. Luego, diez días después, el diputado Pedro Medrano agregaría al acta de independencia la proclama “y de toda dominación extranjera”.

Esta es, por lo pronto, una primera postura legible. De esta manera se conforma la “bicontinentalidad” (América del Sur con proyección a Antártida) y la “bioceanidad” al llegar al Atlántico Sur y conectarse con los océanos atlántico y pacífico. Además, estas dos cualidades aseguran la presencia en una de las tres rutas comerciales marítimas de la región. 

Posterior a estas resoluciones, por ejemplo, la proyección a Antártida se logró mediante la presencia en aquel continente (Base Orcadas en 1904) y se aseguró mediante la creación de Tierra del Fuego (1972), la provincia que es epicentro de todo el territorio, y desde donde se pueden proyectar los viajes con mejor logística. 

Lo que resta discutir es si esto fue posible mediante la “anexión” sanguinaria realizada sobre la patagonia por Julio Argentino Roca, o si en realidad ya existían dirigentes que comprendían a quienes vivían allí como parte del mismo territorio y los reconocían como parte de un mismo pueblo plurinacional.

De la misma forma se puede relativizar la presencia en Malvinas, que vendría a ser el título que adquirió la causa general de Atlántico Sur, pese a que Gran Bretaña posee otras partes de este territorio, con un valor estratégico igual, mayor o menor dependiendo la zona. Entre esto se encuentra parte de la plataforma marítima, las Islas Georgias y Sandwich del Sur, y el reclamo activo sobre la Antártida, que por supuesto pisa la parte reclamada por Argentina. ¿Qué casualidad? ¿No?

Entre todo lo nombrado, Gran Bretaña ocupa un 25% del territorio reclamado históricamente por esta visión de la Argentina. Si bien ese dato no abunda en la opinión pública del país, por lo menos sí existe en ésta un consenso casi total por la pertenencia de Malvinas. Pero como dijimos, todo se puede relativizar según la visión que se quiera imponer. 

Tomemos de ejemplo entonces la causa Malvinas: fue incluida por Cornelio Saavedra en la declaración de independencia y controlada por gestiones sucesoras. El 10 de junio de 1829, el entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires, Martín Rodriguez, designó por decreto a Luis Vernet como comandante Militar y Civil de las Islas Malvinas, quien se mudó allí e incluso dio vida a la primera ciudadana oficial de las Islas, Matilde Malvina Vernet. Podemos entonces asegurar incluso desde una visión de población “natural” que la Argentina tiene todos los argumentos para considerar que Malvinas le pertenecen. 

No obstante, en 1833, una supuesta expedición de investigación de un barco inglés finalizó con la toma de las Islas, la implantación de una nueva población artificial que hasta día de hoy se hace pasar como natural; los “Kelpers”, y un posterior conflicto bélico que sentó las bases para que se reconfiguren las construcciones historiográficas.

Tal es así que, el afán intelectual sin interés nacional de estos historiadores hace primar el reconocimiento de una historia de Argentina que inició en 1860 (desde cuestiones tan simbólicas como nombres o el triunfo de una idea de nación), lo cual, legitima el discurso del invasor, Gran Bretaña, que “tomó unas islas que no pertenecían a ninguna nación por mera expedición”.

Todo se puede relativizar desde construcciones meramente políticas. El problema surge cuando se impone la visión que beneficia al poder extranjero y no al nacional.

Esto lo vimos en el ejemplo Anfibia, en donde, por si fuese poco, la frutilla del postre fue ver a Valeria Falabella, intelectual Argentina, justificar lo que asevera este podcast del cual participó, asegurando que Argentina “no necesita estos recursos”.

No obstante, a lo largo de  nuestra historia también tenemos ejemplos contrarios a este hecho nombrado, como la lucha de Antonio Rivero, mejor conocido como el gaucho, quien casualmente es recordado a duras penas por la historiografía. Uno de los que lo recupera es el portal El Historiador, a cargo de Felipe Pigna, profesional de esa rama.

Adentrándonos en esa cuestión, este 26 de agosto del año corriente se cumplen 192 años del levantamiento que Rivero realizó en las Islas en 1833, junto a un grupo de patriotas, para recuperar el territorio que Gran Bretaña tomó el 3 de enero de ese mismo año. Entre este lapso, los trabajos con los que se mantenían en el día a día los comandaron los usurpadores, llevando a los criollos a la explotación.

Mientras varios de estos huyeron, Rivero resistió junto a otro grupo con el objetivo de realizar un levantamiento. Así es como junto a los gauchos Juan Brasido y José María Luna, y los indios charrúas Luciano Flores, Manuel Godoy, Felipe Salazar, Manuel González y Pascual Latorre, asesinaron a los ocupantes, efectuando la maniobra con éxito. 

No obstante, la segunda parte del plan, que era recibir refuerzos desde Buenos Aires, nunca se ejecutó, por lo que, ante el regreso de tropas británicas casi un año después de la primera invasión, los patriotas fueron apresados y llevados a Londres.

Lo que continuó luego de este hecho suma argumentos en favor de la postura que mantuvo durante estos años Argentina: en dicho juzgado británico los patriotas fueron absueltos y devueltos al sur de América, ya que las islas no se encontraban “bajo la jurisdicción del Reino Unido”. Como se explicó hasta ahora entonces, era un momento clave en la puja que los británicos ganaron mediante la fuerza, ya que los argumentos geográficos, históricos, e incluso de ocupación natural no los favorecían ni los favorecen. Por eso mismo reiteraremos y explayaremos: Argentina, además de pertenecerle Malvinas, es bicontinental, bioceánica y del Atlántico Sur. 

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Veteranas, mujeres de la guerra

Veteranas, mujeres de la guerra

TIEMPO DE LECTURA: 5 min.

En este nuevo aniversario de la guerra de Malvinas, se torna importante honrar y reivindicar la participación de las mujeres cuya lucha y sacrificio por la recuperación de nuestras islas han sido injustamente opacados por el paso del tiempo y el silencio histórico.

Un soldado no muere
frente a la batalla.
Muere cuando su
patria lo olvida. 

Llegando al año 1982, Argentina atravesaba la última dictadura cívico-militar, autodenominada como “Proceso de Reorganización Nacional”, y liderada en ese momento por Leopoldo Fortunato Galtieri, quien había asumido como reemplazo de Roberto Eduardo Viola en diciembre de 1981. 

Con el discurso de Leopoldo Galtieri desde el balcón de la Casa Rosada se inició de manera oficial la Guerra por la recuperación de las islas, proclamando de esta manera ante el pueblo argentina una de la frases más recordadas de ese momento: “Si quieren venir, que vengan, les presentaremos batalla”. La invasión a las Islas parecía un intento desesperado de la Junta Militar para consolidar su poder y distraer a todos de las crecientes crisis internas. 

En este marco, las mujeres cumplieron un rol clave que ha sido invisibilizado. Desde enfermeras y trabajadoras voluntarias hasta madres, hermanas y esposas que se encargaban de mantener la vida cotidiana en el hogar mientras sus seres queridos marchaban al frente, muchos de ellos para no volver o para ya no ser los mismos de antes. 

En poco más de dos meses, 23.428 soldados se enfrentaron al ejército británico con el propósito de restaurar la soberanía de las Islas, muchos de ellos siendo solo unos jóvenes de 18 y 19 años, sin ningún tipo de preparación militar y sin ningún tipo de armamento necesario para llevar adelante el combate. Entre aquellos soldados se encontraba un pequeño grupo de mujeres que se encargaban de curar y salvar las vidas de miles de combatientes, y pasarían muchísimos años antes de que el Estado les diera un reconocimiento. 

 

Ellas cumplieron un rol importante

La resolución 1438/12, emitida por el Ministerio de Defensa de Argentina, reconoció de manera oficial la labor que cumplieron las mujeres que participaron en el Conflicto del Atlántico Sur, conocido como la Guerra de Malvinas. A través de este documento se visibilizó el rol de enfermeras, instrumentistas quirúrgicas y otras profesionales que trabajaron en condiciones extremas, brindando atención médica  y ayuda logística durante la Guerra. Este grupo de mujeres civiles y profesionales sumaron un total de 16 veteranas, de las cuales poco se supo durante 30 años ya que sus historias fueron silenciadas y negadas en la memoria colectiva. 

El 8 de junio de 1982, las mujeres debieron presentarse a la madrugada para ser trasladadas en avión, luego en jeep y finalmente en helicóptero hasta el buque Irízar. Todas recibieron un tratamiento muy hostil, ya que luego de un viaje que duró más de 12 horas, fueron incluso consideradas como portadoras de la mala suerte por casi todos los soldados. 

Pertenecientes al Ejército Argentino:

 

Pertenecientes a la Armada Argentina: 

Pertenecientes a la Fuerza Aérea Argentina: 

Pertenecientes al Estado Mayor Conjunto: 

Maureen DOLAN
57 años, rectora de colegio.

Sylvia STOREY
51 años, traductora y bibliotecaria.

Cristina María CORMACK
20 años, estudiante universitaria.

Tras el anuncio oficial de la retirada del ejército argentino de las Islas Malvinas, el 14 de junio de 1982 que derivó en la rendición de las tropas ante las fuerzas británicas en el Puerto Argentino luego de semanas de conflicto, el papel de las mujeres volvió a tomar importancia, ya que tuvieron el rol activo de cuidar a los soldados, contenerlos, escuchar sus súplicas y sus pedidos desesperados de volver con sus familias. 

Una vez que regresaron al continente, el grupo de veteranas fue aislado por un tiempo en Comodoro Rivadavia, para así evitar que contaran todo lo que habían vivido a su regreso del Hospital Militar Central. Luego se supo que esta “maniobra” fue parte del plan conocido “desmalvinización” que se intentó instalar después de la derrota. 

Tan solo luego de tres décadas, las veteranas fueron reconocidas oficialmente y se les entregó medallas de honor en calidad de veteranas femeninas de guerra, honrando de esta manera su lugar en la historia.

 

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Malvinas: los británicos realizan libremente ejercicios militares, frente a la inacción del Gobierno nacional

Malvinas: los británicos realizan libremente ejercicios militares, frente a la inacción del Gobierno nacional

TIEMPO DE LECTURA: 4 min.

En este último tiempo, las fuerzas armadas de Gran Bretaña aumentaron su presencia en las Islas Malvinas y actualmente llevan a cabo entrenamientos aéreos sin restricciones. Frente a estos avances y provocaciones, el Gobierno nacional liderado por Javier Milei, como ya es habitual, sólo se mantiene en silencio y permite la militarización en el territorio argentino.

Según el reciente informe del medio “probritánico” Mercopress, se dieron a conocer los ejercicios militares de Gran Bretaña en las Islas Malvinas, en los cuales la Real Fuerza Aérea (RAF) disfruta de una “incomparable libertad” para llevar a cabo entrenamientos aéreos. Según detalla el escrito “las condiciones del archipiélago, caracterizadas por cielos despejados y escasa actividad aérea, permiten a los pilotos de la RAF realizar maniobras sin limitaciones”.

Si bien es de público conocimiento que, desde que los británicos arrebataron y ocuparon las Islas en 1833, ya se realizan movimientos de este estilo, el escrito refuerza el papel de la base de Monte Agradable (Mount Pleasant) como un eje central en la estrategia de militarización del Reino Unido en los territorios usurpados a la Argentina en el Atlántico Sur.

No obstante, ni la presidencia de Javier Milei ni el Ministro de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto, Gerardo Werthein aún no han emitido una condena formal sobre estas actividades desde el ámbito diplomático o militar, lo que revela una preocupante pasividad respecto a tal situación.

Asimismo, lo que ahora realiza Inglaterra a los ojos del mundo no es más que el avance sobre el claro objetivo detrás del plan imperialista de ocupación y población del archipiélago lanzado hace casi dos siglos.

Por otra parte, la nota publicada por el medio de propaganda de los usurpadores del extremo sur argentino, lleva el provocativo título de “Condiciones incomparables para el entrenamiento y formación de pilotos de combate” en las Islas Malvinas. “Ofrecen a los pilotos de los aviones a chorro de la Real Fuerza Aérea, RAF, incomparables condiciones de libre entrenamiento, debido a los cielos muy despejados de nubes y la falta de tráfico aéreo”, prosigue el escrito del portal que apoya el colonialismo británico.

El despliegue continuo de fuerzas militares en cercanía de la Antártida subraya la determinación británica de mantener una capacidad de guerra en la región mediante ejercicios aéreos regulares y patrullajes de la Royal Navy. Además, recientemente, las tropas británicas en Malvinas han visto una ampliación con la participación de la Sección 2 del Regimiento Real de Fusileros Gurkhas, que llevó a cabo el ejercicio “Marinización”. 

Aunque Londres justifica estos entrenamientos como una medida de protección para los habitantes de las islas, hay un trasfondo más complejo que involucra estrategias para consolidar su influencia en la Antártida, donde hay zonas en disputa entre Argentina, Chile y Reino Unido. Tampoco hay dudas que los imperialistas anglosajones pretenden mantener tal dominio por la fuerza que ejercen en la zona desde hace décadas, cuando el ejército usurpador expulsó de las islas a las legítimas autoridades argentinas.

Cabe recordar que desde la guerra de 1982, el Reino Unido ha establecido una fuerte infraestructura militar en las islas. La base de Monte Agradable alberga no solo cazas Eurofighter Typhoon y sistemas de defensa antiaérea, sino también nuevas incorporaciones navales como el patrullero HMS Forth y el rompehielos HMS Protector. La reciente actuación del buque RRS Sir David Attenborough, que pasó por aguas argentinas, también ha suscitado controversia y preocupación.

Adicionalmente, el medio británico The Telegraph ha expuesto que el Reino Unido tiene planes estratégicos para explotar recursos en la Antártida, un territorio reclamado por Argentina. La nota, titulada “La bonanza petrolera antártica podría salvar a Gran Bretaña, pero debemos llegar allí antes que Argentina”, subraya las crecientes aspiraciones del colonialismo británico en la región.

Históricamente, Argentina ha denunciado este tipo de ejercicios ante organismos internacionales, argumentando que contradicen el principio de desmilitarización del Atlántico Sur.

Sin embargo, la falta de una postura contundente del gobierno actual de La Libertad Avanza y alineamiento incondicional con EE.UU y Gran Bretaña, deja en evidencia una estrategia de inacción que podría tener consecuencias a largo plazo en la disputa de soberanía, pero que en el corto plazo también se manifiestan mediante esta clase de informaciones que revelan el poderío y la impunidad con la que se manejan los usurpadores.

Es preocupante que, frente a la prepotencia colonialista que muestra Reino Unido con estos avances y provocaciones de mostrar cómo hacen y deshacen en territorio argentino, el Gobierno nacional sólo se mantenga en silencio y siga en la línea de subordinación total que ya es conocida.

Por eso desde el Multimedio Trinchera se sostiene que es necesario repudiar y visibilizar estas acciones y como ya enfatizó (en este medio Inglaterra pretende avanzar con un “extractivismo total” en Malvinas) la historiadora especializada en geopolítica y defensa nacional, Elsa Bruzzone:  “No hay lugar para la retirada, tenemos que hacernos más fuertes y enfrentar esta adversidad porque más temprano que tarde obtendremos la victoria”.


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