Hace 46 años el Golpe de Estado que inauguró la dictadura más cruenta del país abrió una herida que motivó la lucha incansable de los organismos de derechos humanos y de una sociedad comprometida con el pedido de verdad y justicia.
El 24 de marzo de 2018 cubrí por primera vez la marcha por el día de la Memoria, la Verdad y la Justicia en la misma Plaza de Mayo que las Madres recorrieron para denunciar las desapariciones forzadas de sus hijxs durante la dictadura cívico-eclesiástico-militar.
En esos días, nuestro país era gobernado por la coalición negacionista de Mauricio Macri, que desde que asumió su mandato no se cansó de poner en cuestión la cifra de lxs desaparecidxs, ni de hacer referencia a ese período como un contexto de “guerra sucia”, en un afán por minimizar el terrorismo de Estado.
Como en todo los gobiernos neoliberales, los organismos de derechos humanos y la sociedad comprometida con una causa que cala en lo más profundo de la historia argentina no la tuvieron fácil, pero ese día en las calles se vivió una fiesta.
Desde el estudio me pidieron que entreviste a alguien, así que me acerqué a una señora que sostenía en lo alto un cartel de palo largo con la imagen en blanco y negro de una mujer. En la foto estaba retratada Irma Zuchi, profesora de la facultad de Bellas Artes de la ciudad de La Plata, desaparecida en el 76’; quien sostenía el cartel como bandera a la victoria era su sobrina.
Hablamos sobre la importancia de reivindicar esa fecha, sobre las frases del entonces presidente y sobre la impactante movilización que tuvo lugar un año antes en contra del fallo de la Corte Suprema de Justicia que buscó beneficiar con el 2×1 a los genocidas, pero que el pueblo con memoria rechazó.
Al terminar, nos fundimos en un abrazo y lloramos juntas. No nos conocíamos, pero su dolor y su lucha no eran individuales: eran -y son- colectivos. También me pertenecían y movilizaban. Ese abrazo resumió la razón de una marcha que nació del amor, el recuerdo y la necesidad de justicia.
Nuestras lágrimas ya no eran nuestras, eran las de un pueblo que no olvida, las de las Abuelas que buscaron a sus nietxs, y se emocionaron con lxs 130 recuperadxs, la de lxs Hijxs que recuerdan a sus padres o madres desaparecidxs, las de las Madres de los pañuelos blancos que en los tiempos más oscuros gritaron ante los medios: “Nosotras queremos saber dónde estás nuestros hijxs, vivos o muertos”.
Muchas partieron de este mundo sin saberlo, 46 años después de iniciado el golpe de Estado los militares mantienen un pacto de silencio. “No está muerto ni vivo, está desaparecido”, dijo en 1979 el genocida Videla sobre las personas que la dictadura persiguió, torturo y despareció. Los años pasaron y en muchos casos no se sabe qué sucedió.
Después de la nota, desde la radio me mandaron un mensaje que decía: “Llamó un ex alumno de Irma que la tuvo como profesora en Bellas Artes, escuchó la entrevista y se emocionó al recordarla”. La dictadura no atravesó a una parte de la sociedad, un país está unido por la misma tragedia.
El 24 de marzo no es un día más. En esta fecha las historias personales se vuelven de todxs, ya no son las madres y las abuelas las que se sostienen unas a otras, al lado tienen al pueblo que las acompaña en el camino. Ellas sembraron las semillas de la memoria que germinaron y se volvieron un campo de flores.
Hoy las calles que durante la dictadura se convirtieron en un lugar inhóspito son un territorio de lucha. La sociedad no olvida, no calla y recuerda que en los tiempos más difíciles hubo personas que tampoco lo hicieron, como Rodolfo Walsh, que dejó su vida en una carta a la Primera Junta; como lxs jóvenes de la Noche de los Lápices, que sintieron el horror en sus propios cuerpos; o los caídos y sobrevivientes de la Guerra de Malvinas, que combatieron hasta que el frío les congeló los pies.
Hoy, después de dos años, la plaza volvió a ser ese lugar de encuentro, de abrazos, de alegría, de memoria y de unión. También del dolor que se convirtió en resistencia. Hoy el pueblo volvió a vestir sus pañuelos blancos, por el recuerdo de los más de 30.000 secuestradxs, detenidxs y desaparecidxs, por lxs nietxs que faltan recuperar y por las abuelas que no lxs pudieron abrazar, por la verdad y la justicia, y porque sin memoria, no hay nada. Hoy, como cada 24, en las calles se volvió a gritar presente y “Nunca Más”.