A diferencia de años anteriores, este 20 de Julio en el país ocurrió diferente, según fuentes de Presidencia de la República, por la contingencia del Covid-19 no se realizó el evento como es común en las principales calles de todo Colombia, más bien se optó por eventos realizados en escuelas militares con aforos más pequeños y ceremonias controladas.
Lo cierto de esto es que este 20 de Julio en Colombia sucedió algo inusual, pero muy popular, en el país que hoy atraviesa una crisis económica y social como consecuencia de la pandemia, que dejó en evidencia un fracasado modelo económico, un modelo neoliberal que llevó al país a un gran estallido social.
Marchas contra el régimen de Duque en Colombia 🇨🇴
Días antes de esta fecha, el comité organizador del paro nacional y los movimientos sociales, políticos y de oposición, convocaron a la que denominaron la segunda independencia. Con más de un 42% de pobreza, un desempleo de más del 15%, una informalidad de más del 50% y bajo la indignación de tener que soportar no sólo el hambre sino también la represión brutal y la violación de los derechos humanos por parte del Estado en el marco del paro nacional que inició el pasado 28 de Abril, los colombianos salieron a las calles.
Quizá para muchos de los lectores de este artículo, narrar con la pasión que lo hago este 20 de Julio no sea muy fácil de entender, pero los que vivimos en este país y hemos visto como la corrupción, el desempleo, el hambre, la falta de educación pública gratuita y el Narco paramilitarismo en el gobierno se han robado los sueños de muchos hombres y mujeres de la patria, este año el 20 de Julio sí fue un día nacional.
Foto: diario El Tiempo.
Fue un día donde el Congreso que hoy es una cantera de sinvergüenzas (no todos), que cuenta con una imagen de aproximadamente 86% de rechazo, tuvo que cambiar su horario habitual de instalación por temor a la indignación ciudadana. Un día en el que el presidente que tiene alrededor de un 79% de imagen desfavorable estaba encerrado con sus fuerzas militares y de policía “por la covid”.
El 20 de Julio de 2021 en Colombia fue un día donde el desfile de independencia estuvo a cargo del constituyente primario, estuvo en las calles en cabeza de las y los jóvenes, de los trabajadores y las trabajadoras, de los ciudadanos y las ciudadanas que exigían, tal cual pasó en 1810, sus derechos fundamentales, su libertad. El 20 de Julio del presente año fue un día histórico que marcó el despertar de Pablo pueblo, un día que llena de esperanza a una República que, a las puertas de una nueva contienda electoral, marca la ruta de un cambio político, económico y social en el país.
Daniel Castro
Colombiano, economista en formación, activista por la paz, dirigente político.
Si bien la derecha siempre ha intentado imponer su forma de comprender la historia y por consiguiente su forma de ver el presente, la realidad es que siempre existió una tensión entre quienes pretenden sostener el status quo y quienes buscan romperlo para construir una sociedad más justa y equitativa.
La famosa “grieta” de la que habla la prensa hegemónica y que fue impuesta como concepto por la derecha, siempre ha existido. Desde la fundación de los estados nacionales que hoy conocemos, las disputas entre quienes reivindicaban un proyecto político popular y quienes pretendían el gobierno de los criollos acomodados estuvieron en tensión. Por momentos muy marcadas y por otros con una de las partes imponiendo su visión.
Si miramos la histórica completa la derecha, los sectores conservadores y acomodados casi siempre lograron imponerse. No sólo por su poderío económico, sino porque fueron quienes propugnaron las traiciones a los procesos independentistas de la primera hora. Hecho que no dista mucho de la actualidad. El poder económico en complicidad con los imperios de turno, impusieron a punta de pistola su forma de comprender el mundo y los vínculos sociales.
Pero quienes reivindicamos la necesidad de una segunda y definitiva independencia nunca hemos sido derrotados. Siempre resistimos a sus embates y aunque por momentos esas fuerzas parecieron casi extintas, siempre estuvieron ahí, recuperando terreno lentamente hasta una nueva irrupción.
Lo que hoy vemos en países hermanos del continente como Chile y Colombia con sus puebladas e levantamientos populares contra la injusticia no es muy disímil a lo vivido en nuestro país en el 2001. Pueblos hastiados de tanta injusticia, del saqueo y la miseria planificada que dijeron basta.
Estos dos países -al igual que Perú- no fueron parte de esa primera oleada de gobiernos populares conquistada entre finales del siglo pasado y principios de este. Esa es la novedad, que esos tres países (Chile y Perú este año y Colombia en 2022) podrían significar un giro de 180 grados en sus gobiernos, volviéndolos parte de un equilibro de fuerzas en el continente.
De igual manera será de importancia estratégica para la región que el Frente de Todes gane las parlamentarias en Argentina o que AMLO y sus aliados logren un buen resultado en las parlamentarias, municipales y de gobernadores en un México que tampoco fue parte de esa primera oleada progresista en la región.
Por otro lado, nadie podría negar el peso específico de Brasil, no sólo para Sudamérica sino para todo el continente. Un país que el año que viene tendrá unas elecciones presidenciales determinantes y que todo indicaría que luego de la recomposición de los derechos políticos de Lula, su posible candidatura se convierte en una esperanza no sólo para el pueblo brasileño sino para toda Nuestra América.
Lógicamente a estos escenarios electorales se suma la heroica resistencia de Venezuela, Cuba y Nicaragua, asediadas brutalmente durante la administración Trump y que todo indica que continuará durante la de Biden, aunque quizás con algún matiz.
Las derechas del continente nunca tuvieron un proyecto que contemplara a los pueblos de los países que gobernaban. Siempre la respuesta ha sido el saqueo, la miseria y el hambre planificada y la represión ante quienes se rebelaban contra esos poderes instituidos que oprimían a las grandes mayorías.
En Argentina, la experiencia macrista pudo tener un mandato al frente del ejecutivo nacional. Las organizaciones sociales, las de derechos humanos, los sindicatos y la comprensión de que era necesaria la unidad del peronismo lograron recuperar el control del gobierno en tiempo récord.
En Bolivia se derrotó un golpe de estado en menos de un año. Evo Morales y las fuerzas populares de ese país lograron revertir lo que parecía enterrar el tiempo nuestroamericano en el más profundo agujero. La paciencia, la conciencia política y la organización vencieron al terror que ofrecía la derecha golpista.
Así las cosas, el México de Andrés Manuel parece haber inaugurado la rotura de espejismos de aquellos países que no habían sido parte del proceso de gobiernos populares de principios de siglo. Chile, Colombia y Perú parecen encaminarse en el mismo sentido aunque no se debe subestimar el poder y la respuesta de las fuerzas reaccionarias enquistadas en el poder. El componente de la juventud parece ser determinante en todos estos casos. Jóvenes sin futuro hijos de padres endeudados hasta el tuétano o sin trabajos estables. Una generación que se rebela ante la injusticia.
En Venezuela la derecha antichavista se vio obligada a cambiar de estrategia dado que las sanciones unilaterales de EEUU y la lógica de la violencia callejera o las intentonas de intervenciones extranjeras no lograron doblegar al gobierno revolucionario de Nicolás Maduro.
Si bien la derecha sigue teniendo la mayoría del control de los gobiernos, no se puede predecir por cuánto tiempo este mapa seguirá pintado con los mismos colores, más bien podría decirse que hay grandes posibilidades de que los proyectos populares vuelvan a ponerse de pié en la región.
La pandemia ayudó a unas derechas sin muchas ideas novedosas que simplemente se limitan a saquear y hambrear a los pueblos cuando son gobierno, o a poner palos en la rueda y apostar al fracaso y la destrucción de los gobierno populares cuando les toca estar en la oposición.
Nuestra América tiene grandes posibilidades de reencauzarse en un nuevo proceso de gobiernos populares, una segunda oleada revolucionaria que siga avanzando hacia una segunda y definitiva independencia. Los pueblos del continente pujan cada vez con más fuerza en esa dirección.
Pero la reacción de la derecha no puede subestimarse. La victoria del banquero Guillermo Lasso en Ecuador debe servir como caso testigo de que si no consolidamos los procesos de unidad en cada país, la derecha se rearticula y pone a andar toda su artillería para ensuciar la cancha, condicionar a las fuerzas populares y de ser posible intentar fragmentarlas.
Lo que debe quedar claro es que sea mediante el voto en las urnas o en los alzamientos populares en las calles, la épica y la mística revolucionaria, de solidaridad, de empatía y de justicia social debe primar para reconfigurar los lazos de unidad que consoliden en el ideario popular continental, que nos enfrentamos en todos los territorios ante un mismo enemigo y su bestialidad. Porque desde el Río Bravo hasta la Patagonia la lucha sigue siendo contra la opresión del imperio y sus lacayos locales.
Nicolás Sampedro
Prefiero escuchar antes que hablar. Ser esquemático y metódico en el trabajo me ha dado algún resultado. Intento encontrar y compartir ideas y conceptos que hagan pensar. Me irritan las injusticias, perder el tiempo y fallarle en algo a les demás.
El pasado 30 de abril se cumplieron 43 años desde la primera vez que las Madres de Plaza de Mayo pisaron la plaza para reclamar por la aparición con vida sus hijes. En años de incansable reclamo por memoria, verdad y justicia, las Madres han estado presentes no sólo en su lucha, sino en todas las que se reclame por igualdad de derechos y donde haya una búsqueda de la justicia social. De ser consideradas “unas viejas locas” se transformaron en un símbolo de lucha por los Derechos Humanos y un ejemplo de valentía con pocos precedentes en la historia.
Cuando se empezaron a organizar, en medio de la desesperación y el miedo, sabían que no iban en contra de un grupo pequeño de personas o de alguna organización de crimen organizado, sino que luchaban contra todo un aparato estatal que ejercía de manera sistemática el terrorismo de Estado y que contaba con innumerables cómplices que estaban al servicio de la impunidad. Los medios de comunicación, la iglesia y el Poder Judicial, son algunas de las instituciones que no escuchaban los reclamos desesperados de estas mujeres.
La prensa hegemónica se encargó de ocultar todo lo que ocurría puertas adentro de las comisarías y los centros clandestinos de detención. A su vez, tildaban de “extremistas” a les militantes desaparecides o aludían que los asesinatos producidos por las Fuerzas Armadas se trataban de “enfrentamientos” y que muchas veces eran abatides porque “intentaban escapar”. No conformes con esto, en algunos medios poderosos se publicaban listas de “subversivos” y que si se sabía el paradero de alguno, había que notificar de inmediato a las Fuerzas Armadas. Las Madres recorrían las iglesias buscando algunas respuestas sobre el paradero de sus hijes y lo que sistemáticamente recibían eran contestaciones como que “tengan paciencia” y que “recen mucho”, además de confundirlas con rumores, insinuaciones y desinformaciones. La pata judicial del Estado también tuvo complicidad con el gobierno militar. Las Madres se encargaron de llevar a los juzgados una gran cantidad de Habeas Corpus que eran archivados y no se realizaban las investigaciones necesarias para dar con sus paraderos. Esto también les permitía llevar un registro de las personas que estaban reclamando por la aparición de les desaparecides.
Al poco tiempo llegaría otro golpe duro para esta organización. En 1977 Alfredo Astiz -integrante de la marina- se infiltró en el grupo de Madres haciéndose pasar por un hermano de un desaparecido. Se ganó la confianza de éstas y fue el que brindó la información a sus superiores para que secuestraran a tres de las referentas: Esther Careaga, Mary Ponce y Azucena Villaflor. Fueron llevadas a la ESMA, donde las torturaron, las violaron y las tiraron con vida al Río de la Plata.
En diciembre de 2005, las cenizas de Azucena Villaflor fueron enterradas en Plaza de Mayo. De la ceremonia se encargaron su hija y otros familiares de desaparecidos. Los restos quedaron bajo azucenas blancas y claveles rojos, junto a la Pirámide y frente a la Casa de Gobierno.
Luego de la creación de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) -de la cual las Madres desconfiaban y no quisieron formar parte porque preferían la calle y no las comisiones- se llevó adelante el Juicio a las Juntas en 1985. Condenas insuficientes y solamente dos perpetuas -Videla y Massera- no terminaron de cerrar la herida provocada por el terrorismo de estado. Las Madres, disconformes luego de las sentencias, se levantaron y se fueron de la sala de audiencias en modo de protesta.
Con Carlos Menem en el poder, la impunidad tendría un nuevo rostro. Al poco tiempo de asumir al gobierno, decretó los indultos a los responsables de la dictadura más sangrienta de la historia argentina con la justificación de la “reconciliación, el mutuo perdón y la unión nacional”. Los represores volvían a salir a las calles y a pasearse libremente por la vía pública. Como siempre, allí estuvieron las Madres para marchar sobre las calles del microcentro porteño para reclamar contra los indultos, en lo que significó un gran retroceso y uno de los momentos de mayor impunidad desde la vuelta de la democracia. Esto no permitió que bajaran los brazos, ni mucho menos. La lucha continuaba.
En diciembre de 2001 regía en el país el Estado de Sitio. Miles de jóvenes eran reprimidos por la policía en las inmediaciones de Plaza de Mayo. Un gobierno que había llevado hasta las últimas consecuencias las recetas del FMI y el Banco Mundial y que representaba el fracaso de los programas neoliberales implementados desde hacía más de diez años, por lo que la desocupación y la pobreza llegaban a niveles sin precedentes en Argentina. Las Madres, como todos los jueves desde 1977, fueron a la plaza a enfrentar lo que sea necesario, sabiendo del peligro al que se exponían. Reclamaron contra el Gobierno nacional y la respuesta de la caballería de la Policía Federal fue reprimirlas. Esto impulsó a miles de personas que, al ver esta imagen por lo medios de comunicación, decidieron ir hacia Plaza de Mayo a defender a las Madres y a seguir reclamando contra el gobierno.
Finalmente, tuvieron que esperar hasta el año 2003 para que no esté más el enemigo en Casa Rosada. Hebe de Bonafini -presidenta de Madres de Plaza de Mayo- dijo: “La democracia la recuperamos con Néstor y Cristina, lo de antes fue una parodia”. El por entonces presidente la Nación, Néstor Kirchner, al poco tiempo de asumir pronunciaba un discurso en el que afirmaba: “Somos hijos de las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo”. A su vez, pedía perdón en nombre del Estado en el espacio físico más emblemático y más sangriento de la dictadura, la Escuela Mecánica de la Armada, convirtiéndolo en un “Museo de la Memoria”. Bajó los cuadros de Jorge Rafael Videla y Reynaldo Bignone que estaban colgados en una de las galerías del Colegio Militar de El Palomar. Anuló las Leyes de Obediencia Debida y Punto Final y daba el impulso necesario desde el Estado para que se juzguen a todos los responsables de la dictadura cívico-militar-eclesiástica y así comenzar un proceso de memoria, verdad y justicia. Los años de lucha tendrían la recompensa que tanto esperaron.
Hoy, 43 años después, las Madres han sido protagonistas de innumerables luchas a lo largo de su historia. Esto se ve reflejado en consignas que ellas mismas definieron: “Socialización de la maternidad”, “reivindicamos la lucha revolucionaria de nuestres hijes”, “nuestres hijes viven”, “cárcel a los genocidas”, “no aceptamos que se le ponga precio a la vida”, “rechazamos los homenajes póstumos”, “la falta de trabajo es un crimen”, “la lucha por los pueblos del mundo es nuestra propia lucha” y “somos una organización política”. Su valor, su valentía y su fuerza son una fuente de inspiración para les que luchamos por un mundo más igualitario, donde la justicia social es una bandera innegociable y donde horizonte es la liberación de los pueblos. Nos enseñaron que el dolor se puede transformar en acción, y que las lágrimas se pueden transformar en lucha. Y en la lucha, se puede transformar el mundo. Ellas lo hicieron.
* Estudiante de Licenciatura en Comunicación Social con orientación en periodismo en UNLP, redactor en Revista Trinchera
Comenzábamos este año con el mayor bombardeo informativo sobre Venezuela, con la autroproclamación de Juan Guaidó, títere de Estados Unidos, la intensificación de la guerra económica y los sabotajes eléctricos contra las reservas de petróleo más grandes del mundo. Mientras tanto, los discursos hegemónicos alrededor de todos estos intentos golpistas, reproducían lo que Washington y el Grupo de Lima querían escuchar.
Sin embargo,
terminamos el año y la revolución bolivariana sigue en pie, el Grupo de Lima comienza
a deteriorarse después de los fallidos intentos de ahogar el proceso que inició
Hugo Chávez, y hay una clara proposición de impugnar el intento de restauración
neoconservadora, con características diferentes en cada región, pero con una
constante, tanto en las rebeliones populares, como en las victorias electorales
de fuerzas progresistas: el rechazo al modelo neoliberal.
A raíz de las
movilizaciones populares que sacuden al país hace un mes, queda claro que en
Chile, el país donde se dio un golpe de Estado a un presidente socialista para
convertirlo en un laboratorio de experimento neoliberal (que después se
perfeccionaría en los Estados Unidos de Ronald Reagan y en el Reino Unido de
Margaret Tatcher, antes de ponerse en marcha a lo largo y ancho de América
Latina), la rebelión no fue por los 30 pesos de más del pasaje de metro: fue
por 30 años de neoliberalismo en una sociedad que todavía mantiene la
Constitución de Pinochet.
Foto: publico.es
Ecuador también es un ejemplo más de la incapacidad del neoliberalismo para brindar estabilidad económica, política y social, al mismo tiempo que deja entrever que acudir al gran prestamista mundial implica, para un país que previamente fue transformado bajo principios de soberanía, un retroceso inmenso. A diferencia de otros momentos de mandatos neoliberales, la movilización del pueblo ecuatoriano a principios de octubre contra las recetas del FMI aplicadas por Lenín Moreno, expresó el descontento frente a la pérdida de los avances logrados durante el gobierno de Rafael Correa (bajo una fórmula de prioridad del trabajo por sobre el capital) y la resistencia al exterminio de las posibilidades de transformación que supieron abrirse.
Por otra parte, y aunque los grandes conglomerados de medios no lo muestren, en Honduras, el pueblo sigue movilizado contra un modelo de despojo que, después de diez años, obliga a decenas de miles de personas a huir del país. El golpe de Estado perpetrado contra el gobierno de Mel Zelaya en 2009 fue expresión del odio imperialista hacia la integración latinoamericana. Las razones eran evidentes: Zelaya era un terrateniente que había ganado las elecciones con el apoyo del Partido Liberal, y había dado un giro a la izquierda. Incluso, con el permiso del Parlamento, había incorporado Honduras primero a Petrocaribe, y después al ALBA.
Por último, es necesario hablar de la extrema pobreza en la que la senda neoliberal ha sumido a Haití, el primer país nuestroamericano en declarar su independencia en 1804 y el primero en sufrir un golpe de Estado exitoso durante este siglo. En un país bajo ocupación neocolonial, el pueblo sigue resistiendo en las calles contra la doctrina del shock. A comienzos de este año, tras la masiva movilización de febrero que paralizó Puerto Príncipe por 10 días, el entonces primer ministro Jean Henry Céant, reconoció que más del 80 por ciento de la población haitiana vive con menos de dos dólares diarios. esto se suma a que casi el 25 por ciento de lxs haitianxs padece de inseguridad alimentaria y casi el 70 por ciento no tiene empleo.
Sobre ninguno de estos
cuatro países, a pesar de la represión gubernamental que deja cientos de
personas heridas y asesinadas, la Organización de Estados Americanos ha
pronunciado palabra alguna. La democracia y los derechos humanos parecen no
importar demasiado si se satisfacen los deseos de Estados Unidos. La OEA, en
cambio, cada vez que pudo, se pronunció contra los triunfos legítimos de
gobiernos como el de Nicolás Maduro en Venezuela y el de Evo Morales en
Bolivia.
“¿Los yanquis quieren decir que nosotros desacatamos la OEA? Magnífico, que digan lo que nosotros decimos: que tienen a la OEA como un instrumento para impedir revoluciones en América”. Casi 60 años tiene la frase del Comandante Fidel Castro, vigente como nunca porque los deseos del imperio yanqui no han cambiado. Desde su creación la OEA ha sido instrumento de la penetración y el dominio imperialista en América Latina y no ha prestado un solo servicio a nuestros pueblos.
Foto: latercera.com
Las intenciones siguen
siendo las de colonizar la región, las de oprimir a los pueblos de Nuestra
América para que no haya más Cubas, ni Nicaraguas, ni Venezuelas. Han cambiado
las retóricas y tiene que quedar claro que cada vez son más peligrosas. En el
último tiempo pasamos del lawfare y los discursos de corrupción, a los
discursos en torno a la democracia y las autoproclamaciones. El caso boliviano,
en cambio, deja ver a la derecha con la cara bien lavada: la racista, la
violenta, la que le duele en el ego que la gente pobre ascienda en una sociedad
de clases por siempre desigual, la que no puede tolerar que se reconozca a
pueblos indígenas y muchísimo menos que estos alcancen cúpulas de poder.
La decisión del
Supremo Tribunal de Brasil de cambiar la doctrina sobre la prisión preventiva
no sólo abrió las puertas para la libertad del ex Presidente Lula da Silva,
sino que también puso en crisis la operación continental de persecución contra
dirigentes políticos, pergeñada durante los últimos cinco años para debilitar
los liderazgos populares dentro de América Latina. Aunque algunas retóricas se
desmoronen, estamos frente a un enemigo que no cesará en sus deseos de
conquista y en su asedio imperialista.
Violeta Parra cantaba
“que el león es un sanguinario en toda generación” y sí, el imperio no cambia:
es incorregible y perverso; se enarbola en el discurso de la libertad, la
democracia y los derechos humanos, al mismo tiempo que avanza en la
consolidación de sus transnacionales para explotar nuestros recursos, saquea a
nuestros pueblos, y reparte hambre mientras se llena los bolsillos.
Cualesquiera sean las retóricas o personajes que lo representen, ni por un
momento puede bajarse la guardia.
Las movilizaciones en Haití, Honduras, Ecuador y Chile, y la violencia impulsada en Bolivia por quienes no sólo pretenden desconocer el triunfo de Evo Morales, sino también socavar todas las conquistas políticas, sociales y económicas del Proceso de Cambio, son parte de una tensión geopolítica que escenifica la lucha por el control de una región que Washington se empecina en reclamar como propia. Otra vez, como en los dos siglos anteriores, aparece la imperecedera frase de Simón Bolivar: “Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia a plagar la América de miserias en nombre de la Libertad” y el futuro del continente vuelve a estar abierto.
*Periodista, columnista sobre Sudamérica del programa Marcha de Gigantes (Radio UNLP - AM 1390), redactora de Revista Trinchera y colaboradora de Agencia Timón
En Nuestra América estamos viviendo tiempos complejos que indudablemente requieren un análisis lo más exhaustivo posible ¿Qué tienen en común los levantamientos populares en Perú, Haití, Honduras, Ecuador y Chile? ¿Qué vinculación tienen estos hechos con lo que pasa en Bolivia y Venezuela? ¿De qué forma puede repercutir el proceso electoral argentino en este contexto?
Más allá de la innumerable cantidad de veces que se enfatizó en que Nuestra América es un territorio que hoy se encuentra en disputa dentro del gran enfrentamiento a escala global, resulta necesario desandar esta afirmación y adentrarse en algunos hechos que ejemplifican de manera cabal cómo esa disputa repercute en la vida cotidiana de los pueblos del continente.
Haití
Desde mediados de septiembre el país más poblado de las Antillas se encuentra prácticamente paralizado. Las distintas movilizaciones -hoy capitalizadas por el Foro Patriótico- han contado con la participación de casi 5 millones de haitianos que exigen la “renuncia del presidente Javenel Moïse, la resolución de las crisis económica y energética y la no injerencia externa”[1].
Las multitudinarias manifestaciones, son prácticamente invisibilizadas por la prensa occidental, son la consecución del proceso de lucha que inició en 2018 cuando el presidente intentó aumentar el precio del combustible por recomendación del FMI. Un paso más en la inmensa cantidad de políticas neoliberales que se vienen implementando en el país desde principio de los años 80. Como resultado los números altamente preocupantes en los indicadores sociales de miseria, desocupación, desigualdad o inseguridad alimentaria.
Un país con distintos gobiernos títeres de los EEUU[2] (con la complicidad de Canadá, Francia, la OEA y la ONU) que subsumieron al país en la miseria, y un pueblo que nuevamente se levanta contra la opresión. Pero en la prensa hegemónica no se habla de los más de 20 muertos a manos de la represión policial o de las estructuras paramilitares que asesinan a quienes están luchando contra el ajuste.
La desgracia de los haitianos es haber nacido en un país ubicado en una de las regiones del mundo más importantes en términos geopolíticos: por la región Caribe pasa millones de dólares en comercio, está dentro del territorio que los EEUU consideran el “Mare Nostrum”, además de ser vecina de las dos de las naciones que hoy son blanco de agresiones imperiales: Cuba y Venezuela.
Honduras
El país tiene el tristemente célebre lugar de haber iniciado la sucesión de Golpes de Estado “Blandos” cuando en 2009 las oligarquías en complicidad con el imperio sacaron de juego a Mel Zelaya. En 2017 el fraude electoral quitó la posibilidad de la vuelta del ex mandatario cuando Juan Orlando Hernández se robó las elecciones presidenciales, generando alto descontento en la población, utilizando la represión como respuesta, con un saldo de más de 30 muertos[3].
El gobierno ilegítimo y fraudulento de Hernández, respaldado por los EEUU, se encargó de profundizar lo hecho por su antecesor Porfirio Lobo. Ambos implementaron las recomendaciones del FMI que buscan acomodar las finanzas públicas privatizando empresas estatales, la salud y la educación, reduciendo la participación del Estado, aplicando una reforma laboral, entre muchas otras medidas[4].
Esta nueva ola de protesta tiene que ver con las políticas implementadas y con el fraude electoral, pero tienen su detonante en la reciente condena por narcotráfico -en tribunales norteamericanos- del hermano del presidente ilegítimo, Tony Hernández[5].
Perú
El sistema político Peruano parece cada vez más deteriorado. Un descontento muy grande con el parlamento (con mayoría de la alianza Fujimorista y Aprista), un Vizcarra que llegó a la presidencia de la mano de Pedro Pablo Kuczynski, quien tuvo que renunciar por el escándalo de Odebrecht.
Un país con los últimos cinco presidentes presos, todos investigados por corrupción; un sector empresarial nucleado en la CONFIEP que presionan al gobierno para sacar aún más ganancias y un pueblo arto de la explotación a la que son sometidos.
En el caso peruano, los enfrentamientos se dieron producto de la iniciativa para aprobar el proyecto minero Tía María en la región de Puno. Los levantamientos populares también fueron reprimidos en diferentes momentos y bajo distintos gobiernos, con el agravante que los gobernadores progresistas que se oponen a este modelo de saqueo son perseguidos por el poder judicial y mediático como en el caso de Walter Aduviri y Vladimir Cerrón.
Ecuador
El acuerdo entre el FMI[6] y el gobierno de Lenin Moreno fue la chispa que generó la revuelta popular que vimos hace algunas semanas. Aunque con algo más de cobertura mediática que las anteriores, las situaciones que originan el descontento no distan mucho de las anteriores.
El “paquetazo” que intentó implementar el Moreno, que entre otras cosas elevaba considerablemente los precios de los combustibles, generó rápidamente que los diferentes sectores populares se movilizaran exigiendo que se retrotraigan las medidas. Además exigían que el acuerdo con el Fondo sea derogado.
Les ecuatorianes llegan a esta situación envueltos nuevamente en la implementación de políticas neoliberales, en este caso de la mano de quien traicionó los lineamientos de Alianza País y la Revolución Ciudadana que encabezó por más de una década Rafael Correa. Y si bien Moreno dio marcha atrás y se llegó a una mesa de negociación con la CONAI[7] (organización que nuclea a las comunidades indígenas) y con otras expresiones populares, el devenir es incierto.
Chile
Durante más de 3 décadas, el país trasandino fue catalogado por las derechas continentales como el ejemplo a seguir. Con políticas neoliberales imbricadas en Estado y una constitución que data de la dictadura de Pinochet, el espejismo de la “Suiza” del continente se rompió en mil pedazos[8].
La chispa que dio inicio al descontento popular y las multitudinarias movilizaciones fue el aumento del Metro de Santiago, pero ello fue la gota que rebalsó el vaso. La desigualdad, el endeudamiento de las familias, los impagables costos de la salud y la educación son sólo algunas de las situaciones acumuladas en el descontento popular que detonaron la ira y el enfrentamiento con un régimen que respondió con represión, dejando un tendal de muertos. Las cifras más conservadoras hablan de cerca de 20 víctimas fatales, mientras otras fuentes afirman que la cifra es de más del doble.
Cabe destacar que también se habla de desapariciones, de miles de herides y detenides, y cientos de denuncias de maltratos, torturas y violaciones. Una situación que luego de una semana parece no tener resolución posible, dado que el gobierno de Piñera no tiene con quien sentarse a negociar, nadie conduce el conflicto.
Bolivia
Si bien la situación es absolutamente la contraria, la tergiversación mediática del proceso de recuento de votos, dio argumentos al candidato opositor, Carlos Mesa, a desconocer los resultados y a llamar a la rebeldía a sus seguidores.
El gobierno de Evo Morales necesitaba sacar una diferencia del 10% respecto de Mesa para consagrarse en primera vuelta y renovar la presidencia por 4ta vez consecutiva. El show montado y la complicidad del -en palabras de Fidel- “ministerio de colonias” conocido como OEA, permitieron sembrar la duda sobre la transparencia del escrutiño.
Para tener una idea del rol que está ocupando esta organización neocolonial del imperio, en lo que va de octubre, no sacó absolutamente ningún comunicado de prensa sobre Haití, nada dijo de Honduras ni de Chile, pero sí defendió a Lenín Moreno, si se posicionó sobre Nicaragua, si catalogó a Cuba y Venezuela como dictaduras y sacó 7 comunicados por lo ocurrido en Bolivia.
Lo descarado terminó de suceder cuando el organismo pidió que más allá del resultado definitivo, el gobierno llame a una segunda vuelta. Según el analista Aram Aharonian, “la desestabilización e intento de golpe de Estado que la derecha vernácula, con el apoyo estadounidense y de la OEA, se está desarrollando en Bolivia a pocos días de la primera vuelta electoral en los dos países del Río de la Plata y trata de incidir en el miedo a situaciones similares que alimentan las derechas en ambas naciones.”[9].
A modo de síntesis, se puede señalar que la derecha de la región está en franco retroceso. Un modelo neoliberal que comienza a agotarse y el hartazgo popular que empieza a vislumbrar con masivas movilizaciones callejeras. Por otro lado, la derecha cipaya pro-yanqui que realiza desesperados esfuerzos por controlar la situación, que apunta a la represión como fórmula fallida (al menos hasta ahora) y aplica concesiones menores para intentar apaciguar el descontento[10].
El vicepresidente boliviano Álvaro García Linera señaló en reiteradas oportunidades que los procesos revolucionarios se dan por oleadas. También sostuvo que lo que veríamos sería una pequeña noche de verano neoliberal, pero que se agotaría muy rápidamente. Nuestra América parece estar viviendo ese resurgir popular que dice basta a la opresión, al neocolonialismo, a los gobiernos que los desprecian. El compañero y Dr de Estado en Economía, Jorge Beinstein resaltaba permanentemente que “cuando un imperio está en retroceso, en descomposición, es cuando más bestial se vuelve”.
Los pueblos del continente tendrán el inmenso desafío de romper definitivamente con un modelo civilizatorio (la modernidad) que contiene no sólo al capitalismo como sistema económico de dominación, sino que se ancla en el colonialismo, en el racismo y en el patriarcado. El desafío entonces es re prensarse desde los saberes acumulados por los pueblos de Nuestra América, para la gesta del buen vivir de los pueblos y por la construcción de un modelo civilizatorio más libre, justo y soberano, sin explotados ni explotadores, sin oprimidos y opresores.
La gran pregunta es si lo que se está viviendo es o no el fin de la corta noche neoliberal en Nuestra América.
* Periodista, conductor de Marcha de Gigantes (Radio UNLP - AM 1390), productor de Columna Vertebral (Radio Estación Sur - FM 91.7), columnista La Marea (Radio Futura – FM 90.5) y Mirada Crítica (Realpolitik), responsable de la sección Sindical de Revista Trinchera y colaborador de Agencia Timón.
Desde su fundación hasta la actualidad, la construcción de narrativas mediáticas acerca del Fondo Monetario Internacional han buscado ubicarlo como un ente responsable, independiente y garantista de que las políticas económicas de los países mejoren la calidad de vida de les ciudadanes. La realidad demuestra sobradamente que no es ni busca ser eso que se le endilga desde la opinología mediática.
A raíz de la crisis económica y financiera en la que sumergió a la Argentina el gobierno de Cambiemos, encabezado por Mauricio Macri, los titulares periodísticos, los informativos radiales o los zócalos televisivos volvieron a hablar del FMI, del Riesgo País, o de la Deuda Externa[1]. Esto no quiere decir que antes de Don Gato y su pandilla no existiera endeudamiento externo o que la deuda por sí sola sea mala, el punto es cómo te endeudás, para qué, por cuánto tiempo, con quién y con qué fin.
No es intención de esta reflexión indagar o meterse de lleno en el análisis concreto de la deuda que contrajo Argentina en estos últimos 4 años de gestión cambiemita. Los hechos recientes (que aún persisten) en la hermana República del Ecuador, donde todo un pueblo salió a las calles a rechazar las medidas de ajuste y austeridad[2] que pretendía implementar Lenín Moreno -como parte de las condiciones del fondo para prestarle 4200 millones de dólares-, dan cuenta de que los planes del fondo son bastantes similares, por lo menos, para toda la región[3].
El papel intervencionista del Fondo Monetario Internacional, así como el de otras instituciones internacionales (como el Banco Mundial), es de larga data y se centra sólo en la intervención sobre políticas económicas internas de un país, sino intervenciones sobre la vida política de los países.
Lo primero a destacar es que estos organismos internacionales de crédito surgen en 1945 luego de que concluyera la segunda guerra mundial con los acuerdos de Bretton Woods. Estos nacieron bajo el pretexto de reconstruir una Europa completamente devastada por la guerra y para evitar que vuelva a suceder en el mundo una crisis global como la ocurrida en 1929. Nada de eso ocurrió si miramos la crisis desatada por las diferentes burbujas económicas y/o financieras como la ocurrida en 2008 en Wall Street.
Está claro que la finalidad política de estas instituciones desde un primer momento fue condicionar a occidente a los designios del dólar y de los EEUU, y debilitar la posición de la URSS. Luego de que cayera la Unión Soviética, lejos de cambiar de lógicas, el FMI y el BM siguieron operando para condicionar las políticas de gobiernos tanto de amigos como de enemigos.
El historiador, Dr. en Cs Política y portavoz de la Red Internacional del Comité para la Abolición de las Deudas Ilegítimas, Eric Toussaint[4], señala que los organismos jugaron un papel clave en ese enfrentamiento con el bloque soviético, fundamentalmente a partir del alejamiento de la Rumania que conducía Nicolae Ceaucescu en 1980. El endeudamiento en tan sólo 2 años fue suficiente para que cuando estallara la crisis internacional (Crisis del Tequila de 1982) el Secretario General del Partido Comunista Rumano, implementara una política de austeridad agresiva para pagar rápidamente su deuda con el BM y librarse de los condicionamientos.
Rumania pagó rápidamente su deuda, como consecuencia el pueblo pasó hambre y miserias por un tiempo prolongado, lo que aumentó el descontento. Este hecho fue la cuña que metió occidente para derrocar a Ceauscescu culpándolo de todos los males del país, y después de un juicio express de 2 horas, un show mediático, él y su esposa fueron fusilados.
Como se puede apreciar el organismo tuvo un papel clave. De igual modo, Toussaint marca la injerencia del Banco Mundial y del FMI con otros procesos como las dictaduras en Chile (a Allende le negaron todos los préstamos que después de 1973 le otorgarían a Pinochett), en Brasil (A Goulart le negaban el dinero que luego le dieron a la dictadura que lo asesinó en 1964), o en Nicaragua (a la familia Somosa la ayudaron, a los sandinistas les cortaron el crédito y se lo volvieron a dar a Violeta Chamorro, apoyada por los EEUU en las elecciones de 1990). Lo mismo se podría decir de las monarquías del golfo o de los regímenes autoritarios que castigan al medio oriente o África.
El resultado siempre es el mismo por más que cambien los tiempos, porque las políticas son siempre las mismas: ajuste, recortes, cambio de políticas pública, liberalización de la economía, privatización de empresas públicas, reducción del Estado. En definitiva lo que siempre hicieron el FMI y el BM fue enfrentar a los gobiernos “enemigos” de los designios de EEUU y las potencias occidentales y condicionar más o menos salvajemente a los gobiernos “amigos” para que estén siempre amarrados del cuello[5].
En este sentido se puede observar lo relatado por el Magister en Desarrollo Económico, Federico Kucher, quien sostiene que el fondo ha pifiado sistemáticamente en las predicciones de crecimiento del PBI, el desempleo o la inflación de los países latinoamericanos. En el estudio publicado por CELAG, donde compara lo pronosticado con lo que verdaderamente sucedió, la información analizada revela que el “error” en promedio es de más de 23 puntos porcentuales[6] ¿Error o intencionalidad?
En otro estudio publicado por el portal el Dr. en Economía Aplicada, Guillermo Oglietti, señala analiza la proyección histórica del la deuda de los países de la región donde “gracias al impulso del FMI, la deuda pública externa latinoamericana pasó de representar porcentajes en torno al 15% del PIB, a principios de los ’70, hasta cerca del 50% antes de la crisis de la deuda en el 1982 (Crisis del Tequila). El salto en el nivel de la deuda fue formidable. En dólares corrientes, la deuda pública externa de Latinoamérica y el Caribe pasó de apenas 14 mil millones en 1970, a 126 mil millones en 1980, 314 mil millones en 1990, 394 mil millones en 2000, 474 mil millones en 2010 y 742 mil millones hasta 2015. La deuda regional se multiplicó 9 veces en la primera década de globalización, y por 53 veces desde 1970 hasta 2015”[7].
Si bien el mundo cambia y ha cambiado permanentemente, podría afirmarse que los últimos años se empezaron a observar muestras de un hartazgo generalizado de los pueblos respecto de las políticas neoliberales. Se puede ver en Medio Oriente, se puede ver en África, se puede ver en el propio EEUU o en Europa, se puede ver aquí en Nuestra América.
El desprestigio de estos organismos, la aparición de nuevas instituciones financieras, el emergente de bloques regionales que ponen en cuestión la hegemonía norteamericana, ponen de manifiesto que esta nueva aparición del FMI en Nuestra América no tiene más fin que volver a condicionar a los gobiernos regionales. Sea cual sea el signo político, lo que buscan es condicionar las políticas de Estado, impedir que los pueblos puedan desarrollarse y cambiar las lógicas acumulación y producción. En definitiva, que esos gobiernos garanticen los derechos básicos de sus pueblos.
De aquí en adelante, fundamentalmente si se ganan las elecciones el 27 de octubre, y posteriormente asumen Alberto y Cristina Fernández, quedará pendiente la tarea de cómo resolver esta ecuación y cómo librarse de esos condicionamientos que seguramente buscará imponer el Fondo Monetario Internacional, para intentar impedir que la experiencia del Frente de Todos pueda ser un fato, una guía, para el resto de los países de la región.
Habrá que ver qué es lo que sucede, pero lo que está fuera de discusión es que estos debates, necesariamente, los esté debatiendo el pueblo en su conjunto. Porque la jaula, la prisión que impone el Fondo Monetario Internacional es realmente violenta.
El supuesto significado de la sigla FMI es Fondo Monetario Internacional, aunque podría afirmarse que en la práctica la “F” es de Formatear, la “M” es de Monitorear y la “I” es de Intervenir.
* Periodista, conductor de Marcha de Gigantes (Radio UNLP - AM 1390), productor de Columna Vertebral (Radio Estación Sur - FM 91.7), columnista La Marea (Radio Futura – FM 90.5) y Mirada Crítica (Realpolitik), responsable de la sección Sindical de Revista Trinchera y colaborador de Agencia Timón.
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