Les Ilusionistas del Arte

Les Ilusionistas del Arte

TIEMPO DE LECTURA: 9 min.

POR JORGELINA URRA* Y ZULE CAPELLA**

El Korean- Pop es un género musical de Corea del Sur originado en la década de los ‘90. Con base en el pop, articula diversos estilos como el rap, hip-hop o rock y en los últimos años a través de las redes sociales logró masificarse y conquistar las tendencias en diversos países. El genero en sí mismo persigue objetivos claros desde el inicio: quienes acuden a él, son jóvenes con ansias de pararse arriba de un escenario y cantar, y quienes les reciben, son los buitres de la industria cultural.

Es explícito el nivel de explotación al que están sometides. La técnica clásica de la discográfica que va detrás del artista con caudal de seguidores en redes, es un tanto diferente en la industria K-pop; les artistas (no es excluyente el no ser reconocido) acuden a las empresas para postularse y ser parte del campo de entrenamiento musical del ejército de artistas coreanos.

Les idols, como se conoce a les miembres de los grupos K-pop, pasan por una intensa preparación: el modelo de artista ideal, es aquel que realice con rigurosidad los entrenamientos previos a la puesta en escena. Van más allá de los ensayos y el trabajo que habitualmente se realiza en este arte. El alistarse implica cambios físicos a partir de dietas poco naturales o saludables, cirugías estéticas si fuese necesario, lecto-comprensión en varios idiomas y la lista sigue. Si el modelo cumple con los requerimientos del contrato, es seleccionado para convertirse en trainees, ensaya durante meses o años, se le agrega un poco de orientalismo para maquillar el canon e implantar la otra hegemonía, y sin fallarle a la matriz occidental, queda listo para elevarse al estrellato.

Una vez iniciades, realizan diferentes versiones de la misma canción en varios idiomas (inglés, japonés o chino mandarín), el objetivo de las empresas es que el producto sea vendible en diversas culturas, por eso los nombres se componen de siglas en inglés, acrónimos que posibilitan una fácil comprensión y la inmediata incorporación al léxico. La idea de generar accesibilidad al contenido a partir de la aproximación lingüística es un recurso habitual en la literatura, y ha sido implementado en varios géneros artísticos, útil pero peligroso. ¿Qué pasa con el mensaje? ¿Qué transmiten?

La gran estrategia

Desde su inicio el pop coreano estuvo a cargo de distintas compañías que eligen a sus posibles estrellas en audiciones, las entrenan en canto y baile para luego armar grupos que pueden ser numerosos. Las bandas K-pop tienden a ser conformadas por más personas que las bandas habituales de música occidental, llegan incluso a ser 40 integrantes, como sucede con “NCT” y pueden desdoblarse para hacer presentaciones simultáneas en distintos lugares.

Es un sistema perverso que ha funcionado desde hace décadas siendo su principal referente la industria cultural estadounidense, hemos visto formaciones de artistas al servicio de la industria cultural más despiadada y no sólo en términos de explotación económica. En la batalla librada por ocupar ese rol central de influencia se encuentra el k-pop, estableciendo una hegemonía oriental en la disputa de sentidos, en este caso, desde la música.

Es lo que se define como “poder blando”, y hace referencia a las estrategias de determinados países que cuentan con un caudal de influencia internacional debido a la potencia que representan algunas de sus características culturales. Esto les permite a los gobiernos establecer alianzas con otras naciones, y un interés particular que no es implantado desde el poder militar o de coerción, sino desde la sumisa atracción y la parafernalia estética. Stella Calloni ha brindado grandes aportes intelectuales para entender este juego de roles que se debate en la esfera geopolítica.

La imagen que un país representa para el resto del mundo es el conjunto de los indicadores más sobresalientes que se relacionan con el nivel educativo, deportivo, los avances científicos y demás, y el arte no está exento al momento de pensar estrategias para propiciar un modelo económico y de expansión rentable.

Desde la década de los ’60 el desarrollo económico surcoreano se basó en la exportación de manufacturas, industrialización aletada por el gobierno que solo sufrió una crisis entre 1997 y 1998. A finales de los ’80, el sudeste asiático había experimentado un aumento en el porcentaje del PBI, cuatro puntos en el caso de Corea del Sur, lo cual les generó un impulso muy grande en términos económicos que al mismo tiempo desató una competitividad financiera imposible de sostener, ya que China también se fortaleció logrando posicionarse como el principal competidor.

Corea del Sur encontró una salida a la crisis a partir del desarrollo y financiamiento científico haciendo énfasis en las tecnologías de la información (TIC) y los servicios audiovisuales, muy ligado al proceso de democratización luego de la separación de las dos Coreas. El producto de exportación debía reemplazarse, y que mejor que poner fichas en la industria cultural y hacerle frente al J- pop (pop japonés).

Datos porcentuales del PBI de Corea del Sur
Fuente: Banco Mundial

Los principales monopolios empresariales son SM Entertainment, primer agencia fundada en 1995, JYP Entertainment y YG Entertaniment, pioneros en la sistematización del k-pop. La idea fue crear productos culturales exportables, y el negocio funcionó. En 2005 Corea del Sur ocupaba el puesto 29 dentro de la industria musical mundial, y según los datos de la Federación Internacional de la Industria Fonográfica (IFPI), en 2018 fue el sexto. El crecimiento exponencial y la repercusión económica para el país, no se dio de manera inesperada. A finales de los ’90, Kim Dae-Jung presidente de Corea del Sur, impulsó una ley que promovía la industria cultural, donde claramente obtuvo el visto bueno de las empresas y desde entonces el país destina el 1% del presupuesto nacional al circuito cultural.     

Preses de su propia creación

Uno de los detalles más fuertes es que al firmar los contratos musicales que ofrecen estas empresas, les artistas pierden derechos básicos del ser humano: se les prohíbe tener relaciones afectivas que impliquen matrimonio o cualquier tipo de vínculo estable, así como también manifestar opiniones políticas, lo cual les quita la posibilidad de ser sujetes polítiques. La influencia occidental en la metodología de análisis que realizan las empresas de publicidad y marketing del ámbito cultural- artístico coreano, es notoria. Miden los efectos pragmáticos de la influencia del arte en la gran masa seguidora. A partir de esos datos fabrican artistas en serie; son ilusionistas del arte. Incluso han hecho pedir disculpas a los idols que aparentaban estar en una relación, por herir la susceptibilidad de les fans. ¿Donde radica la esencia de le artista: la capacidad de crear por sí misme, desde la experiencia y el saber político?

La industria cultural históricamente ha sido alentada y monopolizada por la esfera hegemónica yankee, lo que por supuesto ha dado origen a diversas interpretaciones del arte, variando de influencia según el contexto. El arte es una herramienta política inagotable que tiene la capacidad de motorizar grandes cambios y lo ha hecho. Hemos visto cómo el imperialismo se ha servido de él como los buitres de la carroña. Vale recordar como dato histórico la propaganda fascista del Nazismo alemán en su apogeo. Es una práctica en continuo dinamismo, porque la definición del arte es abstracta, y al no haber un relato verídico que la contenga, lo que se da es una puja constante entre los distintos centros de poder mundial. El arte aporta a los procesos políticos la suma de distintos intereses que están de por medio y que van más allá de le artista y su obra.

Los ideales que persiguen o la conciencia política de les artistas en general es diversa, pero en la gran mayoría de los casos es propia, sea del lado oscuro o no de la fuerza. Le artista debe tener la posibilidad de expresar su arte, por más obvio que resulte y de discutir con las discográficas, productores o managers si su obra está siendo manipulada. Pero ¿cómo puede llegar a deliberaciones propias si se encuentra condicionade y prese de su propia creación?

Existen objetivos alienantes en la producción artística, por lo tanto hay trabajadores explotades; si además se pretende silenciarles, no hay libertad de expresión, y si no hay libertad de expresión y la sobreexigencia gana terreno, hay suicidios. Al momento se han quitado la vida cuatro influencers del K-pop. Entonces ¿existe el arte en todo esto? ¿qué concepción tenemos del arte al avalar estas prácticas?

El arte como herramienta de dominación

La utilización del arte como herramienta de adoctrinamiento en función del interés económico capitalista, es el esquema sobre el que trabaja la industria cultural, y si a la suma le agregamos la voracidad de los monopolios empresariales gestionando desde las oficinas de sondeos, obtenemos el subproducto del arte que hemos visto nacer, desarrollarse y potenciarse en la gran fábula que Hollywood y sus discípulos lograron instalar en el sentido común: literalmente un ejército al servicio de la batalla cultural. ¿La estrategia? Vaciar de discusión a las generaciones más jóvenes.

Hace unas semanas analizamos el rol de les k-popers, o como preferimos llamarles: el Ejército Inesperado. Miles de pibes seguidores del K-pop que en un giro inesperado boicotearon la matrix para dejar en evidencia que el vaciamiento político no es el sueño que eligen soñar. Ahora bien, sus actos de reivindicación no son dirigidos en contra de la matriz oriental, se rebelan contra el hegemón occidental que viene denigrando a les negres y violentando a les blanques.

Definición certera en este contexto que ha permitido desvalidar el argumento más sólido que la derecha tenía a nivel continental: los resultados de la medición por sondeos como indicadores de fuerza y poder. Esta demostración de organización resulta bastante efectiva, pero está centrada en la problemática de discriminación por etnia o cultura. ¿qué sucede con la industria despiadada de la cual son les principales receptores y promotores? 

Son varias las discusiones que se disparan dentro de este fenómeno: por un lado el hecho de posicionar al arte como recurso para moldear masas; más allá de cómo se interprete al arte, es innegable que otorga poder a quien la utilice como método de coerción, e impunidad a los buitres del mercado para enriquecerse a costas de la explotación. Por lo tanto el eje central no seria “k-pop si” o “k-pop no”, el problema son las leyes que violan con la excusa de estar haciendo arte, y el fomento del mismo por parte de los estados como de la propia opinión pública.

El K-pop es una de las principales atracciones del país que le ha permitido a los gobiernos tener un desarrollo en materia de exportación muy rentable. El idioma, por ejemplo, no es considerado uno de los más globalizados, sin embargo el boom musical ha generado un interés en les fans que año a año posibilitan la apertura de instituciones educativas para la enseñanza del mismo. El gobierno surcoreano ha invertido en 130 institutos en al menos 50 países -datos, no opiniones-.

En relación a les artistas se desata otra arista: elles tienen la posibilidad de negarse y romper contrato, pero no se termina ahí, no hay voluntad propia que valga. Las discográficas ofrecen contratos a muy largo plazo y la cláusula con la que se enfrentan es una multa millonaria, que en teoría, compensa el dinero invertido en su formación.

La rueda que mueve al mundo no cesa. Y existe una estrategia (al menos desde lo virtual) que en este contexto resulta útil, para colocar en la enorme maquinaria cultural, algún que otro palo. El Ejército Inesperado parece estar resuelto a denunciar parte de las fallas de este sistema y dan cuenta de una forma de organización bastante particular. Es preciso entonces, entender que estos procesos van acompañados de pujas constantes en lo que a intereses respecta, que toda acción puede ser cohersionada, y que definitivamente se debe discutir el rol que ocupa el arte como motor de los procesos políticos. Por lo tanto es necesario debatir entorno a la importancia del arte, sus variadas interpretaciones, el lugar de legitimidad que ocupa y las consecuencias que desde hace décadas viene arrastrando.


* Para que las ideas no mueran hay que escribir, pero como el lenguaje es un universo lleno de
palabras muertas y consejos de la RAE; prefiero hablar desde un léxico más revolucionarie.
** De San Luis al país, escribe para ustedes Zuleca. Si están leyendo este perfil tienen 
suerte porque en realidad se dedica más al ámbito radial. Las malas lenguas la han
apodado como las "manos riquelmeanas" de la producción, aunque ella no entienda de fútbol.

El Ejército inesperado

El Ejército inesperado

TIEMPO DE LECTURA: 9 min.

POR JORGELINA URRA* Y ZULEMA CAPELLA**

Los Preparativos

La organización del evento había empezado con el pie izquierdo, ya que la fecha estipulada para tan importante mitín, y en los términos que el Señor Donald Trump exigía, requería de privilegios que hasta para los asesores de la Casa Blanca sonaban descabellados. Por un lado estaban las dificultades propias de una pandemia mundial, así que debieron cambiar de mes, y en lugar de llevarse a cabo en marzo, debían ser en junio.

Por otro lado, el día elegido por el Señor D. Trump era el 18 de junio, pero nuevamente algo entorpeció esa decisión. Y es que justo ese día, en el barrio de Greenwood, ciudad de Tulsa, Oklahoma, lugar designado por su gran acumulado de republicanos, donde en 2016 sacó el 65, 3% de los votos, la comunidad afroestadounidense celebraba la abolición de la esclavitud. 

Sus asesores le recomendaron que tuviera algo de tacto debido a los últimos acontecimientos que enardecen las calles del país, así que no tuvo más remedio que aceptar, y frente a las cámaras destacó que el tan ansiado lanzamiento seria al día siguiente, el 19 de junio. Nada se dijo sobre cuáles serían las medidas de protección y aislamiento por el covid-19. Lo único que anunciaron fue que se examinaría la fiebre y se repartirían barbijos, pero sin obligación de uso.    

Su gerente de campaña para la reelección, Brad Parsale, un joven consultor digital que en 2016 estuvo a cargo de la dirección de medios digitales de su campaña y lo acompaño como asesor político. Ahora el encargado de la gerencia publicitaria y principal cabeza de marketing, no dudó en ser fiel a las expectativas del Señor D. Trump, al convencerle de que el público estaba preparado y que incluso la página de internet decía que al evento asistirían un millón de personas. La expectativa era tal, que el Señor mandó a que se instalaran pantallas gigantes fuera del arena Bok Center para las más de cuarenta mil personas que no iban a tener la oportunidad de verlo a corta distancia, ya que las instalaciones solo cuentan con asientos para diecinueve mil espectadores. 

La publicidad en los medios fue inmensa, los videos son de una épica tal, que nada tienen para envidiarle a las producciones hollywoodenses, no solo desde la composición sonora, sino desde la representación gráfica con escenas de lo que para el Señor D. Trump significan las manifestaciones bajo la consigna Black Lives Matters: un estallido de crímenes violentos organizados por simpatizantes de Joe Biden, su principal opositor, los que según dice, quieren desarticular a la policía. Está claro además por el tipo de publicaciones como “Abolished” que el objetivo es generar una confrontación civil entre quienes están reclamando derechos básicos y quienes representan el fascismo. A estos últimos los cataloga como un ejército dispuesto a hacer regir la ley y el orden, y no son más ni menos que sus propios seguidores.

La grilla del rally arrancaría en Tulsa, Oklahoma, seguiría por Florida, Arizona y Carolina del Norte. La mañana del 19 de junio, el Señor D. Trump le dio una ojeada como acostumbra hacer en sus campañas, a las noticias de la cobertura del evento. Se sintió algo desilusionado al notar que no se hallaban en el lugar las masas que tanto ansiaba ver y para las cuales no solo había preparado un discurso, sino dos. Unas horas más tarde, le llegaría el informe de que seis de sus empleados abocados a la campaña en Tulsa, habían dado positivo al test de coronavirus y, en lugar de mostrarse preocupado por sus trabajadores, estalló de rabia porque la noticia había llegado a los medios y estaba robándole protagonismo al mitín. 

La noche anterior a su llegada, el estado llegaba al pico de contagios en lo que va de la pandemia debido a la reapertura de la economía. El alcalde G. T. Bynum había anunciado que desde el jueves hasta el domingo se establecería un toque de queda en los alrededores del Bok Center. De esta manera iban a prevenir los posibles incidentes que generarían los grupos “radicales de izquierda” como llama el Señor D. Trump a les manifestantes. Desde la ciudad anfitriona habían apelado a la Corte Suprema de Justicia para que las instituciones correspondientes aseguraran el cumplimiento de los protocolos sanitarios, pero para fortuna del Señor D. Trump, esta vez la Corte rechazó el pedido en su contra. Nada podía impedir que el mandatario hiciera alarde de sus dotes actorales, ni siquiera un virus mortal.   

Seguro de sí mismo y de que ese día la grandeza de su país se vería materializada por el acompañamiento de sus seguidores, caminó hacia el helicóptero que lo llevaría a la Base de la Fuerza Aérea Andrews, y posteriormente se subió al Air Force One, que lo esperaba listo para despegar. En pleno vuelo el presidente recibió la notificación de que solo habían llegado unas veinticinco personas a las inmediaciones del arena, y no contento con la idea, se tomó el trabajo de sobrevolar por el lugar para observar por si mismo las cifras.

La confusión era generalizada, así que inmediatamente les encargades de su campaña enviaron un mensaje de texto a quienes habían reservado tickets, que decía “¡La Gran Celebración del Regreso Estadounidense ya casi empieza! ¡Todavía hay espacio!”, pero no fue lo suficiente como para sostener la aparición en el exterior. El avión aterrizó en Tulsa a las 17:51 del sábado 19 de junio, y Joe Biden venía por encima en las encuestas.

Semanas antes del acontecimiento una cantidad increíble de reacciones, comentarios y publicaciones iba en crecida. La cifra de las encuestas se había disparado. Si hay algo certero en todo esto, es la confianza absoluta que el Señor D. Trump ha depositado en los sondeos virtuales.

 Los guerreros de Trump

El montaje lucía majestuoso, las gradas habían sido delineadas con una franja azul que en color blanco rezaba “Make America Great Again!” (Volver América grande otra vez!), su frase de campaña. De frente al escenario, en el sector campo y detrás en las gradas, la gente disfrutaba de hits como “I Won’t Back Down” de Tom Petty, o “You Can’t Always Get What You Want” de The Rollings Stones, sin barbijo ni distancia social,  y mientras agitaban los brazos formando olas, no se imaginaban que la familia de Tom Petty y los Rolling Stones iban a irritarse y comenzarían acciones legales para que dejen de relacionar sus canciones con la campaña, ya que se oponen fervientemente a los ideales que Trump representa. 

En el centro de la escena se imponía un podio color azul marino con la insignia de los Estados Unidos, en el cual el Señor D. Trump daría su discurso. Lateral al escenario se hallaba una escalera intencionalmente colocada, un pedido especial que realizó a la organización para recrear una escena bastante particular y por la que en los medios había sido noticia; en el video podía notarse que el presidente estaba teniendo dificultades para bajar una escalera, y se lo atribuyeron a una posible enfermedad. Era de esperarse que su intención fuese echar por tierra esas declaraciones, no iba a permitir que su orgullo sea trastocado.

Luego de la intervención de Mike Pence, el Señor D. Trump hizo su entrada triunfal; de traje azul a tono con el podio, corbata roja y el paso lento, salía por el costado izquierdo en dirección al escenario mientras levantaba el puño derecho. En intervalos aplaudía, pero más gozaba de los aplausos que recibía por parte de seis mil doscientas personas. Un infortunio que supo sobrellevar con estilo teatral, lástima que no se dedico a ser bufón. Una de sus primeras frases en referencia al público fue de agradecimiento por el apoyo y los llamó “guerreros”, el ejército con el que planea derribar a Biden en cinco meses.   

De principio a fin, el discurso estuvo argumentado por una ferviente ironía que atentaba constantemente contra su opositor J. Biden al tratarlo de “dormilón”,  contra el movimiento Black Lives Matters y contra el aborto. No faltó el tono burlón con el que se refirió al virus llamándolo “kung flu”, y sin tapujos dijo: “Cuando se hacen pruebas a esa escala, se encuentra a más gente. Se encuentran más casos. Por eso le dije a mi gente: frenen las pruebas, por favor”  y el público aplaudió. De resto no cesó en despotricar contra Rusia, México y hasta se dio el gusto de hablar de fake news.    

Mary Jo Laupp, la abuela de Tik-Tok

A 500 millas de distancia de Tulsa en el estado de Iowa, una señora llamada Mary Jo Laupp de 51 años, abuela de seis nietos, activista política por los derechos civiles y tiktoker con más de 17K de seguidores, había lanzado una campaña en redes sociales para que la gente que no tenía intención de ir y, de hecho se oponía a los delirios del Señor D. Trump, reservara tickets para el gran día. Las reproducciones del video llegaron a más de dos millones de personas. La abuela, como la apodaron en Tik-Tok, circuló por todas las redes sociales logrando una gran cantidad de adherentes. Tanto así, que desde el equipo de trabajo de Biden la convocaron para que se sume a su campaña. Ella aceptó y en el New York Times dijo que trabajaría en un proyecto que articule a equipos de creadores de contenidos en Tik- Tok, para que hagan campaña por Biden.

El ejército inesperado 

La propuesta de la tiktoker no tardó en llegar a los grupos de fans del K-pop surcoreano, un ejército de adolescentes de entre 12 y 18 años preparados con el mejor arma: un celular y gigas de contenido multimedia de sus ídolos. El K-pop nació durante los ’90 en Corea del Sur y a través de las redes sociales logró llegar a gran cantidad de adolescentes en el mundo, se trata de grupos musicales creados por empresas de entretenimiento como Big Hit Entertainment, dueña de la boy band “BTS”. Esta música se compone del hip-hop, rock, rap y dance en una base de pop que articula con coreografías de hasta más de 40 personas y una estética creada bajo los estereotipos de belleza occidental. Sus seguidores o “kpopers” tienen una incidencia notable en redes sociales, y han sabido utilizar estas estrategias para sabotear medidas políticas que atentan contra los derechos que reclama el movimiento Black Lives Matters. 

El 31 de mayo, el Departamento de Policía de Dallas a través de su cuenta oficial en Twitter, publicó un llamado a la ciudadanía en el que pedían a les usuaries que subieran videos e imágenes a la app iWatch Dallas, con el fin de prever “actividades ilegales” que pudieran darse durante las protestas en dicha ciudad. Con miles de videos, fotos y “fancams” (clips de conciertos) de artistas pop coreanos como BTS, ITZY y Red Velvet, el ejército de kpopers hizo colapsar el sistema de la app en apenas unas horas. El 1 de junio, la cuenta oficial de twitter del FBI solicitaba “información y medios digitales” con la misma finalidad que la policía de Dallas, y el ataque se repitió. En Michigan la policía de Grand Rapids creó una página web con igual objetivo; de nuevo colapsó por el contenido k-pop de los fanáticos.

Durante mucho tiempo se creyó que los fans eran grupos de pibes sin posicionamiento político ni sensibilidad social, ya que las empresas que comandan a sus “idols” han creado ejércitos de jóvenes ilusionados con el estrellato que se entregan a contratos musicales explotadores, sometiéndose a cambios estéticos y duros entrenamientos antes de grabar siquiera una canción. Pero han dejado en claro no solo que tienen voz y opinión política, sino que pueden lograr boicots que ni los community managers más entrenados han podido evitar.

Esto es una prueba real del poder que una comunidad organizada puede tener, además de que deja en evidencia las falencias de las estadísticas de sondeos virtuales en las que tanto se apoyan para medir sus candidaturas los principales líderes mundiales de ultraderecha. Trump está siendo señalado por un tribunal virtual, compuesto por miles de activistas adolescentes organizades. Ni Cambridge Analytica se la vio venir.  


* Entiende que para que las ideas no mueran hay que escribir, pero como el lenguaje 
es un universo lleno de palabras muertas y consejos de la RAE; prefiere hablar
desde el léxico revolucionarie.

** De San Luis al país, escribe para ustedes Zuleca. Si están leyendo este perfil tienen
suerte porque en realidad se dedica más al ámbito radial. Las malas lenguas la han
apodado como las "manos riquelmeanas" de la producción, aunque ella no entienda de fútbol.
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