Jujuy, las uvas, la ira

Jujuy, las uvas, la ira

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La rabia de lxs vencidxs que cruzan sin mapas la oscuridad

Jujuy fue y vino en los últimos días, fue y vino delante de los ojos. Todo lo que el mínimo sentido común podría haber explicado como un legítimo grito de pedido de justicia fue reinterpretado y encuadrado desde sillones cómodos y lustrados: si nosotrxs somos la civilización, ellxs son siempre la barbarie, no importa lo que pidan, son la barbarie y a la barbarie se la expropia y se la silencia, como hizo el gran patriota Roca.
Quieren tierra y agua, los hijxs de lxs que no tuvieron tierra y agua, lxs nietxs de lxs que no tuvieron tierra y agua…lxs herederxs del largo linaje usurpado de sus tierras y del agua.
Y vino a mi cabeza una novela que no se lee…se sufre: Las Uvas de la Ira, escrita por John Steinbeck (1902/1968), tan reveladora y bien escrita que le permitió a su autor ganar el premio Pulitzer en 1.940
Steinbeck despabiló con esta novela la somnolencia ideológica de un sector del pueblo norteamericano refugiado en el incipiente estado de bienestar. El contexto es el de la Gran Depresión, aquel devenir histórico que vivió Estados Unidos luego de empalmar la caída de la bolsa de Nueva York con la Segunda Guerra Mundial. Lo que fue crisis económica para los sectores acomodados fue catástrofe para las clases populares, el desempleo fue brutal, por la caída de los precios de mercados agrícolas y el poco consumo lxs pequeñxs agricultorxs tuvieron que abandonar sus humildes fincas -ya de por sí hipotecadas- y emigrar siguiendo rumores de una posible nueva prosperidad en la cosecha de frutales.
En 1.936, el autor, columnista de un diario de gran tirada, entrevistó a muchos trabajadores agrícolas del sur y oeste de EEUU caídos en desgracia y obligados a emigrar con lo puesto. Publicó sus crónicas a lo largo de todo ese año, denunciando el éxodo de esas familias, nómadas a su pesar, describiendo de forma brutal y conmovedora los miles de campamentos improvisados, las inhumanas condiciones que padecían lxs emigrantes, los vehículos destartalados que quedaban por el camino reventados por el uso y la sobrecarga, las historias de desarraigo y una esperanza casi infantil.
Estos reportajes son la semilla de Las Uvas de la Ira, que ficcionó la pura realidad encarnándola en la familia Joad y un predicador en plena crisis de fe que se suma al grupo como un integrante más de esta tribu de desposeídxs. En lenguaje cinematográfico podríamos decir que es una road movie. Lxs Joad viajan, paran, acampan, fracasan, vuelven a viajar, a acampar y a fracasar junto a otrxs miles de laburantes. La peregrinación destroza cuerpos y almas y desgrana la familia Joad: el abuelo muere a los pocos días; la abuela no remonta la pérdida y también fallece; el primogénito se va en busca de alguna forma de salvación; el cuñado lxs abandona después de dejar embarazada a su esposa…
El clan Joad y otros muchos que se suman a esta marcha agónica se mueven entre la miseria más absoluta, soportan con una dignidad casi incomprensible que sus compatriotas, movidos por el rechazo a lo que queda de estxs granjerxs, incendien sus campamentos, destruyan las cosechan para que no las saqueen, los humillen y en el mejor de los casos sólo lxs expriman. Esto es la desigualdad según Steinbeck: que lxs que tengan te expriman sin posibilidad de que escapes de esa hemorragia.
Pero hay un guiño, un chistido mínimo de esperanza, Ellxs se ayudan, se protegen, se sostienen y va apareciendo tímidamente la idea de lo colectivo como la única forma de salvarse. El final de la novela amortigua de alguna manera el sufrimiento en una tremenda escena cargada de amor.
Luego de ganar el premio Púlitzer, John Steinbeck dijo acerca de su novela: “Quise colocarles la etiqueta de la vergüenza a los codiciosos hijos de puta que han causado esto”
A tu salud, Morales.

Amanda Corradini

Mujer de trincheras: Reparte su vida entre la trinchera de la Escuela Pública, la de su biblioteca y la que guarda algunas banderas que gusta agitar. Todo regado de mate dulce, Charly García y un vergonzoso apego por el humor infantil.

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