Se retomaron las audiencias en su quinto día. Con más silencios que respuestas el juicio por la muerte Emilia Uscamayta Curi sigue demostrando la complicidad empresarial y política local.
Tras un día sin audiencia por problemas de salud de uno de los jueces, este 5 de julio, pasadas las 11 de la mañana, comenzó la quinta jornada del juicio contra los responsables por la muerte de Emilia Uscamayta Curi, en la sala de Juicios Orales A del Tribunal Oral Criminal N°3 (TOC N°3) de La Plata. En la causa están imputados cuatro empresarios organizadores de la fiesta “La Frontera” por el delito de “homicidio simple con dolo eventual”: Carlos Federico Bellone, Raúl Ismael “El Peque” García, Santiago Piedrabuena y Gastón Haramboure.
Los jueces del TOC N°3, Ernesto Eduardo Domenech, Santiago Paolini y Andrés Vitali, dieron apertura a la sesión luego de una larga espera por la ausencia de “El Peque” García en la sala, por lo que el debate comenzó sin él (gracias a un permiso que solicitó su defensa). Alrededor de las 12 del mediodía, el empresario de la noche platense y amigo íntimo de Juntos por el Cambio, arribó a la sala.
En la jornada hubo distintos conflictos y perturbaciones que interrumpieron el curso habitual del juicio. Por un lado, las denuncias por falsos testimonios a dos testigos, Jonatan Medina y Agustin Saintout, que se suman a la denuncia realizada contra Marina Buffone por las mismas razones durante la segunda jornada del juicio.
Además, al final de la audiencia, los abogados de la defensa, en particular letrado Marcelo Peña, abogado de Haramboure, luego de interrumpir cada intento de los abogados de la familia en avanzar con preguntas sobre los testimonios, escaló en gritos hacia la Dra. fiscal Silvina Langone por supuestos “maltratos” con el último testigo. En este sentido, la fiscal respondió contraponiendo los tratos a los que se la somete constantemente desde la primera audiencia, e incluso hoy, cuando se le exigió bruscamente la lectura de documentos que había pedido la defensa, como si fuera “empleada” de ellos y tuviera que estar pendiente a sus órdenes.
Testigos
La primera testigo, pendiente de la jornada anterior, fue Andrea Lorena Sanchez Britez, que al momento del suceso ejercía como oficial de la policía de La Plata y estaba patrullando aquella noche en Melchor Romero, junto a Julián Fernández. “Recuerdo haber llamado al oficial de servicio (Ariel) Peña a las dos de la tarde, y nos dijeron que nos quedemos en 520, que pasaría el móvil de Control Urbano porque se iba a realizar una fiesta clandestina”, comenzó en su relato la oficial.
Finalmente, el móvil llegó al lugar y les “dijeron que iban a labrar un acta porque sobre 520 había vallas, le avisaron al personal que había dentro de la quinta y le entregaron una copia de que no se podía hacer la fiesta”, prosiguió la testigo, que aseguró que se retiraron las vallas y les ordenaron “quedarnos ahí hasta que llegó el relevo”, a eso de las 22 horas, cuando terminó su horario laboral.
Muy similares fueron las declaraciones del oficial policial de la UPPL La Plata, Julián Fernández, también pendiente de la sesión anterior, que patrullaba con Sanchez Britez la tarde del 31 de diciembre de 2015. Al relato de la agente policial, Fernández sumó que fue “Martínez Pass, mi jefe” quien lo llamó a las 14 horas “para que me quedara fijo en la quinta” y le “avise de todos los movimientos que se hagan”, ya que sabían de antemano que “estaban vendiendo entradas por Facebook”.
El testigo informó entonces a su superior que “los movimientos seguían y que la fiesta se iba a hacer igual”: mencionó que pudo ver cómo se colocaban pantallas dentro de la quinta. Esto luego de que Control Urbano labrara el acta porque “la fiesta se tenía que cancelar” y se retiraran “las vallas que había sobre la vía pública como para formar filas para el ingreso”. Fernández agregó que, previo a retirarse por el relevo, el Comisario de Melchor Romero, Juan Ramón Verón, se acercó a ellos diciendo que “estaba al tanto de la situación” y que “estaba a disposición por si lo necesitaban”. La noche continuó con el rumbo previsto por los organizadores del evento.
El tercer testigo fue José María Moccero, vendedor de entradas para la fiesta “La Frontera” y en ese entonces empleado municipal de la Dirección de Cooperativas. Declaró que las entradas se las había ofrecido Jonatan Medina (que testificó minutos después) y que era un evento “muy solicitado”, “las vendí todas”, dijo y confirmó la hipótesis de la masividad del evento: “Había mucha gente afuera y estaba colapsada la 520, un montón de autos y gente caminando”. El testigo aseguró que no entró a la fiesta y se fue del predio en un auto cerca de las 5 de la mañana porque se iba de viaje.
Los abogados de la familia Uscamayta Curi advirtieron contradicciones y omisiones en sus respuestas. A la hora de describir a Jonatan Medina, con quien rindió cuentas de las preventas, dijo no recordar dónde trabajaba, pero en 2016 había dicho que Medina “estuvo trabajando en el boliche 737” y que tenía entendido que “Santiago Piedrabuena es dueño del boliche porque alguna vez he ido”. “Si así lo dije en ese momento entonces puede haber sido así, yo no lo recordaba”, contestó Moccero. El abogado de Piedrabuena buscó de forma casi inquisidora que el testigo declarara no conocer a su defendido, mientras el imputado detrás de él se dormía sentado y parecía importarle poco lo que se hablase.
El cuarto testigo fue el nombrado Jonatan Medina, quien trabajaba para el boliche de Piedrabuena 737 y estuvo encargado de vender entradas para la fiesta “La Frontera”. Ingresó a la sala nervioso y con la frente brillosa de transpiración. En concordancia con las declaraciones de los anteriores relacionistas públicos, en sus palabras primó el “no me acuerdo” y la memoria selectiva para evitar nombrar a los responsables de la muerte de Emilia. Esto trajo nuevamente a la escena la sospecha de un pacto de silencio, apelando al olvido como estrategia, y generando fuertes cruces entre la Fiscal Silvina Langone y las defensas de los imputados, en los que tuvo que intervenir el presidente del Tribunal.
“¿Tenés algún problema de memoria?”, le consultó la representante del Ministerio Público Fiscal. Medina dijo no recordar quiénes eran los dueños de 737, ni quién le dio las preventas para repartir, ni tampoco a quién le rendía las comisiones.
Ante esto, se le intentó recordar algunos elementos importantes para la causa a través de sus propias declaraciones de 2016. En ese momento, él había dicho: “En diciembre de 2015 Lisandro Santos y Gastón Haramboure fueron los que me ofrecieron vender entradas. Pasó un tiempo y Gastón apareció con un paquete de entradas y empezó a repartir las preventas” (…) “Haramboure llevó todos los equipos, heladeras, sillones de 737 a la quinta para realizar el evento” (…) “Santiago Piedrabuena organizaba todo con Haramboure para la fiesta” (…) “A Gastón lo conozco de 737 porque me lo presentó un amigo, a Santiago lo conocía del pub, al Peque lo conozco porque trabajaba en turismo pero no personalmente y a Bellone lo conozco como dueño de la quinta” (…) “Quiero aclarar que Lisandro Santos me comentó de la venta de entradas y sobre Haramboure, no sé si Piedrabuena organizaba o no la fiesta” (…) “El Peque me dio la consumición y coordinaba todo, él decidía quién pasaba al VIP y Santiago estaba en la puerta”.
Al final, los conocía a todos, pero nada de esto tuvo lugar hoy en los recuerdos de Medina. El ambiente en la sala se puso cada vez más tenso. El juez Paolini llegó a preguntarle si al menos recordaba el artículo del Código Penal que le habían informado antes de testificar, en el que se le explicaba la posibilidad de imputación por falso testimonio.
Medina tenía un drone que utilizaba para realizar trabajos, entre ellos uno que le encomendaron los organizadores: “Hablé con el Peque García para ir a filmar a la quinta y me contrató Gastón Haramboure para hacer las grabaciones y luego Juan, no recuerdo el apellido, me pagó mil pesos”, especificó en su testimonio de 2016.
Queda en evidencia que la desmemoria de hoy no es más que el encubrimiento de responsabilidades. En síntesis, aportaron más a la causa las lecturas sobre las primeras declaraciones, siendo las actuales puras omisiones. Ante esto la fiscal y la defensoría del particular damnificado pidieron que el testigo quede a disposición del Tribunal en el lugar.
El quinto testigo fue Agustín Saintout, quien no rompió con la amnesia de los testigos. Fue parte de la venta de entradas a través de Nahuel Nuñez Monasterio, quien era Jefe de Públicas: “Yo las publicité (las entradas) con diferentes banners por WhatsApp y Facebook para venderlas, se las rendí y me quedé con una comisión, no conocía el lugar y no fui”, declaró y añadió que “a Santiago Piedrabuena si lo conozco y no recuerdo si estaba como organizador”.
Otra vez se advirtieron omisiones con respecto al primer testimonio dónde había dicho: “Por comentarios de Nahuel (…) se que lo organizan Piedrabuena y Haramboure, a quienes conozco de cuando trabajé en 737. Eran quienes organizaban eventos ahí y yo pasaba música.”
Luego pasó a la sala el sexto y último testigo, el oficial de la UPPL La Plata Maximiliano Quispe, el cual alegó: “No estoy seguro de haber visto movimientos, estuvimos poco tiempo. Cuando llegamos, el móvil que estaba en el lugar nos dijo que se había presentado alguien a decirle que ya se cubría el lugar. Informamos a nuestros superiores (oficiales Venzi y De Tezano) y nos dirigimos a recorrer la jurisdicción de Unión”.
Antes de finalizar la audiencia volvieron a convocar a Medina. Su testimonio, repleto de omisiones, generó la necesidad a Langone de preguntar: ¿Usted estuvo hablando con otras personas de este testimonio? El testigo contestó: “Solo de que me citaron”. Sin más preguntas, el presidente del Tribunal le pidió que se retire. Apenas se puso de pie, Ignacio Camillo Fernández pidió su imputación por falso testimonio, situación que provocó la interrupción del ya mencionado Peña que manifestó “me parece una falta de respeto para el ciudadano”.
Domenech alzó la voz y la sala de audiencias se quedó en silencio. Después de pedir orden entre las partes concluyó convocando a un cuarto intermedio para mañana a las diez de la mañana.
El silencio de los testigos
Al igual que en la primera jornada, se volvió a sentir un pacto de silencio. ”Cuando fueron a declarar omitieron información importante y recordaban aspectos insignificantes, es decir una memoria selectiva”, declaró el abogado de la familia de Emilia, Adrián Rodriguez Antinao.
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