¿Qué escuela necesita la patria que soñamos? ¿Qué proyecto de patria necesita la escuela para crecer? En un mundo donde las instituciones trastabillan y entran en crisis, debemos ser capaces de recuperar sus sentidos.
En el origen de los tiempos, cuando no había electricidad ni autopistas, alguien le enseñaba algo a otro. Cuando la tecnología se acabe, las inteligencias artificiales colapsen y todo vuelva a comenzar, alguien tomará un palo, una rama, y dibujando en la tierra le enseñará a su hijo a leer. La educación es necesaria, pero también inevitable. Se conoce por repetición, se asimila, se aprende. Acá en Argentina o en el extremo más lejano, en este presente en crisis, en otros anteriores o por venir.
Sin embargo, un individuo no es un sistema, y pensar la formación individual no es lo mismo que pensar un sistema educativo. Fue con la creación de los Estados modernos en Occidente cuando surge la escuela como la institución responsable de desplegar saberes comunes, principios básicos que estructuren a la comunidad. No hay nación en tanto no haya educación que la respalde. En 1789, para la Revolución Francesa, solo el 10% de los habitantes de aquel país hablaba francés. Fue la escuela la encargada de resolver esa situación: no como una herramienta más, sino como la maquinaria responsable de hacerlo. En nuestro país, como ya sabemos, el caso no fue distinto: hacia fines del siglo XIX, cuando se impone la tarea de construir la nación Argentina, se construye la escuela.
A grandes rasgos, podemos decir que a través de tantos años y contextos diversos, esta institución se ha mantenido relativamente estable. También, parecen haberlo hecho los debates en torno a ella. Estas continuidades pueden ser productivas, volver una y otra vez a ciertas preguntas puede permitir nuevas y mejores respuestas. Mantener ciertas ideas comunes, fija un lugar desde donde pensar y discutir. A saber, existen consensos aparentemente inamovibles, que la educación debe ser gratuita y común a todxs, que gracias a ella los individuos y las sociedades progresan. También otras, menos entusiastas: que la escuela está en crisis, que se tiene que renovar, que los pibes ya no aprenden.
Todo lo que se dice tanto y por tanto tiempo, corre el riesgo de ya no decir nada. Todo lo que se repite a viva voz, sin hacer demasiado ruido, seguramente dice cada vez menos de lo que pensamos. Sobre todo, si todxs parecemos coincidir al respecto. Es hora de volver a preguntarnos entonces qué nos dicen las cosas que decimos, qué nombran los significantes que usamos al hablar, quién dice qué en educación. ¿Cómo decir, por ejemplo, que la escuela está en crisis, cuando se dice y se repite desde que uno tiene recuerdo, y lograr que aún siga diciendo algo? ¿Cómo decir también que la escuela es la solución a la crisis, si al lado nuestro, alguien, cuyas ideas y deseos son opuestos a los nuestros, repite lo mismo?
Como primer precepto, en Trinchera buscaremos que las palabras vuelvan a decir. Creemos, desde este espacio, que es momento de alejarse de ciertos eslóganes ya vacíos. Alejarse de los sentidos comunes, de aquellas ideas que de tan repetidas ya no nos dicen nada. O, más que alejarse, tal vez de lo que se trate es justamente de lo contrario, hacer el movimiento inverso. Acercar la lupa, aumentar el foco, enfocar más la mirada. Aproximarse y desentrañarlo, revisar y volver a pensar.
Lo primero que habrá que hacer es comprender que nada existe en sí mismo, nada es en un vacío. Como señala Mariano Dubín, “Los términos educación, escuela o enseñanza no existen por fuera de las fuerzas históricas y políticas que los hacen parte de una praxis.” No nos referimos, entonces, a lo mismo cuando hablamos de los mismos temas. “Existen proyectos, perspectivas y actores en el marco de conflictos constitutivos de la historia social argentina.”
No fue la misma la forma de pensar la educación y los proyectos en torno a ella, por ejemplo, durante los años ‘90, donde distintos organismos internacionales aliados al poder económico empezaron a hablar e intervenir al respecto; que durante los años 2000, donde el rumbo político del país comenzó a cambiar, y nuevas figuras fueron las responsables de pensar, proponer y desarrollar un proyecto educativo. Las dos etapas dejaron secuelas y consecuencias que aún hoy moldean nuestra educación. Volver a pensarlos y pensar sus consecuencias, se impone como tarea necesaria.
Pensando el presente, no vienen siendo tiempos fáciles para el sistema educativo en la Argentina bajo la presidencia de Javier Milei. En su primera apertura de sesiones, el 1 de marzo de 2024, el actual presidente se refirió a esta como un servicio. No fue la primera vez, ya que en el famoso DNU 70, la incluyó como servicio esencial con el objetivo de “sacarle el arma de la mano a los sindicatos” y evitar el ausentismo docente por motivo de paros y jornadas de lucha. A su vez, algunas semanas después, cuando la Argentina empezaba a comprobar que el rumbo del gobierno, al menos en algunos aspectos, no iba a ser distinto del propuesto en campaña, Javier Milei cuestionó la obligatoriedad escolar. Propuso un sistema de vouchers, también propuso que las amas de casa sean quienes asuman la tarea de educar a nuestros hijos en el futuro. Dijo que no se puede obligar a nadie a hacer algo, ni siquiera a ir a la escuela. También atacó a docentes acusándolos de adoctrinamiento, los trató de vagos, de corruptos, de ignorantes.
Más allá de sus dichos y consideraciones, el mayor daño que La Libertad Avanza viene generando en el sistema educativo tiene que ver con las medidas concretas, y con la reducción de presupuesto. Javier Milei eliminó el Fondo Nacional de Incentivo Docente, eliminó la paritaria nacional docente, subejecutó el Presupuesto Educativo (que a su vez se trató del menor en los últimos diez años); paralizó toda obra de infraestructura escolar, eliminó el financiamiento para comedores escolares, las becas progresar y la entrega de materiales educativos en las escuelas. En el nivel superior, la crisis es aún mayor. El gobierno definió vetar la ley de financiamiento universitario, y los salarios docentes se encuentran en el peor nivel desde la vuelta de la democracia.
Cada medida de las enumeradas, tuvo consecuencias concretas: caída del poder adquisitivo de los docentes, caída de muchos estudiantes del sistema educativo. Estudiar es un derecho, pero en la Argentina de Milei, cada día es más imposible.
El desafío de pensar una educación para la patria, implica ser capaces de hacerlo más allá de lo coyuntural, es decir, más allá de Milei. La gran mayoría de las complejidades y problemas no empezaron en 2023; a lo sumo se profundizaron. Tampoco desaparecerán de terminar este gobierno, o al menos no por sí solos. El sistema educativo en la Argentina es enorme, y es ejemplo en muchos lugares del mundo. Sin embargo, atraviesa enormes complejidades aún no resueltas. La deserción escolar, la desigualdad entre niveles e instituciones, e incluso la pérdida de cierta valoración de la institución escuela son indicios de la gravedad de las problemáticas que se atraviesan, y eso solo para hablar del nivel medio. En el sector universitario, son cada vez más los docentes que dejan sus cargos por no poder llegar a fin de mes, y las aulas, al terminar este primer cuatrimestre, se encontraban mucho más vacías que como estaban al comenzar. Resolver estas complejidades que se han vuelto estructurales implicará repensar la relación entre los distintos actores que hacen a la comunidad educativa: docentes, estudiantes, familias, directivos. Eso nos llevará a pensar otra cuestión necesaria e importante: qué ocurre hoy en día con el sindicalismo en la docencia de nuestro país, qué relación existe entre los docentes de la escuela y su sindicato, y sus delegados, qué relaciones construyen en cada distrito.
Serán estos y otros tantos (nuevas tecnologías, perfiles y graduados a desarrollar, currículum y contenidos escolares, organización sindical y formación docente) algunos de los temas que serán motivo de abordaje en este dossier.
Para ello, a través de diversos formatos como entrevistas, artículos de opinión y recorridos históricos, convocaremos a distintos actores que protagonizan, construyen y discuten la situación educativa. Porque no es lo mismo quién habla, y es momento de que sean los protagonistas quienes se encargan de pensar sus problemas y soluciones. Creemos que nuestra patria necesita de la escuela, pero también la escuela necesitará de la patria.
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