Con el repudio de la World Rugby, la UAR y el rugby nacional deberán repensarse

Con el repudio de la World Rugby, la UAR y el rugby nacional deberán repensarse

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Se debe ser certero en ciertos aspectos. El rugby es un deporte y como tal, una herramienta de inclusión social. Sin embargo, diversos aspectos -históricos, sociales y culturales, entre otros- nos llevan a repensar la disciplina.

Si bien el rugby ha ido ganando terreno en clubes barriales, de manera más popular, y se ha sabido sacarle provecho a los valores que este deporte pregona, la mayoría de las personas que practican el deporte pertenecen a clases medias y altas, personas que pueden pagar una cuota en los clubes más reconocidos. Es una realidad que el rugby fomenta masculinidades hegemónicas: hablamos del varón blanco, heterosexual, cisgénero, fuerte y nunca débil, proveedor.

No debemos olvidar lo que sucedió el 18 de enero de 2020 cuando un grupo de 10 rugbiers de entre 18 y 20 años de un club de Zárate asesinó a golpes a Fernando Báez Sosa, a la salida de un boliche en Villa Gesell. La situación le exigía a la Unión Argentina de Rugbi (UAR) una postura al respecto, pero la misma apareció recién cuando empezaron los repudios por su silencio.

En el comunicado de la institución se habló de “pesar por el fallecimiento” de Fernando, pero nunca de un crimen. Luego del repudio que también generó el comunicado, la UAR lanzó el plan “Rugby 2030, hacia una nueva cultura”, un programa que tiene como objetivo “reconocer, responsabilizar y resolver la conflictividad relacionada con el rugby en Argentina, buscando crear una nueva cultura acorde a nuestros tiempos, reduciendo la violencia en todos sus aspectos”.

Esta semana últimas semanas, se sucedieron varios hechos. En primer lugar, la Selección de Rugby jugó en Australia tras el fallecimiento de Diego Armando Maradona, y aunque se esperaba un homenaje (el Diego siempre acompañó a Los Pumas cada vez que pudo); lo único que se vio fue una cinta negra en el uniforme. El “homenaje” generó broncas y repudio contra jugadores seleccionados y dirigentes.

A esto se le sumó que del otro lado, los All Blacks de Nueva Zelanda -un país donde el fútbol no tiene prácticamente relevancia y el rugby es el deporte que se asocia a lo popular-, antes del tradicional Haka, ofrendaron a Los Pumas una camiseta negra con el 10 en la espalda y con el nombre de Maradona. Una camiseta que ninguno de los 15 jugadores de la Selección levantó del piso.  

El flojo homenaje a Maradona de Los Pumas desató una caza de brujas en la red social de Twitter y algunos jugadores como Pablo Matera -capitán-, Guido Petti y Juan Socino, tuvieron que cerrar sus cuentas luego de que comenzaran a circular algunos tweets viejos posteados por ellos, cargados de mensajes discriminatorios, xenófobos, aporofóbicos y misóginos.

La bola creció tanto que hizo intervenir al INADI y el repudio popular fue inmenso. La U.A.R, por presión de algunos sponsors, tuvo que quitarle la capitanía a Matera y sacarlo del equipo, al igual que a Petti y Socino. El comunicado de la institución decía que «si bien los mensajes fueron expresados hace algunos años y no representan la integridad como personas que los tres mostraron durante este tiempo en Los Pumas, desde la Unión Argentina de Rugby condenamos cualquier expresión de odio y consideramos inaceptable que quienes las expresen, representen a nuestro país».

Sin embargo, dos días después la sanción fue retirada por el mismo ente y dejó en claro que los dirigentes no están aptos para tomar decisiones duras o mantenerlas y que ante cualquier circunstancia son capaces de virar al lado que más les conviene, sin importar si son contradictorias sus decisiones.

A su vez, el 7 de diciembre la World Rugby sacó un comunicado en el que expresaba: «Claramente los comentarios, o cualquier forma de discriminación, son inaceptables y completamente opuestos a los valores fuertes, universales e inclusivos que la familia del rugby aspira a vivir y defender. Simplemente no hay lugar para ellos, y tal comportamiento justifica con razón una investigación completa y adecuada».

De esta manera, el pedido por cambios toma más fuerza ya que la World Rugby -máximo ente mundial de este deporte, con sede en Irlanda- expresó en su sitio web que seguirá de cerca los procesos que lleve adelante la UAR con respecto a los tres jugadores y que espera recibir una actualización completa del mismo a fin de erradicar estos actos en el deporte.

Si bien los jugadores pidieron disculpas adulando que no eran lo suficientemente maduros en aquella época, cuando Pablo Matera escribió estos tuits, repletos de odio de clase y xenofobia, tenía 18 años y ya representaba al país como integrante de Los Pumitas. Solo tenía 2 años menos que Máximo Thompsen, qu según las pericias de la Justicia, pateó el rostro de Fernando Báez Sosa hasta matarlo y tenía la misma edad que los tres rugbiers que esta semana le desfiguraron la cara a un jóven en una fiesta de egresados de Córdoba.

Juan Branz, investigador del CONICET y autor del libro “Machos de verdad. Masculinidades, Deporte y Clase en Argentina” analizó lo que ocurrió estas semanas y menciono en FM La Tribu que: «Matera hace explícita la idea de una institución. No hay que individualizar. Este homenaje de los Pumas y los tuits no son excepciones, es un problema estructural que tiene el rugby desde fines de los años 40 y 50, no es coyuntural. Matera no dice que se equivocó, él pide disculpas si alguien se sintió ofendido y dice que acompaña el dolor del pueblo, anunciándose por fuera de lo que podríamos entender como el pueblo».

A su vez agregó: «Tenemos que hablar de una matriz dominante, un proyecto hegemónico de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, varones de clases dominantes configuran un espacio de definición socio cultural que fue el rugby. Estamos hablando de un problema estructural, y para quienes conocemos la cultura del rugby, no nos sorprenden ni los tuits ni el homenaje, lo que queda en evidencia es el contexto de enunciación».

Esto ayuda a entender y ver el problema con el que debe trabajar rápidamente el ente del rugby en Argentina, en conjunto con los clubes. Debe dejar de pensar en un programa con vistas al 2030 porque los cambios se necesitaban ayer.

Los clubes no están exentos de esto, porque forman parte de la formación de los jugadores y no vienen dando el ejemplo. En cambie, el club francés Union Bordeaux Bègle, en el que juega Guido Petti, anticipó que el rugbier deberá dar respuestas cuando regrese al plantel y someterse a varias pruebas fuera de lo deportivo. 

En paralelo la UAR debe empezar a cambiar aspectos estructurales, empezando por nuevas formas de elegir las dirigencias y con cupo de paridad para que los debates y las políticas no queden en manos de hombres hegemónicos; que sea lo más amplio y democrático posible, y que los más de 500 clubes en el país -muchos barriales y populares- tengan un voto y puedan ejercerlo.

Serían interesantes talleres obligatorios sobre género, masculinidades y violencia -mismos que el Estado da gratuitamente- para que les rugbiers recorran conceptos básicos en torno a género, sistema sexo-género, patriarcado, masculinidad hegemónica, masculinidades disidentes, tipos y modalidades de violencia. Todo eso debe atravesar al deporte y su construcción. Si bien el proyecto que está mencionado al principio se plantea como horizonte al 2030, la situación de violencia no puede esperar mucho más y los cambios deben comenzar a caminarse en lo inmediato.


Eduard Paz
Eduard Paz

Proveniente del sur, me instalé en la ciudad de las diagonales. Fiel pensante que la política el deporte van de la mano. Siempre me vas a tener al servicio de la comunicación del pueblo y su deporte.


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