El Destino Manifiesto como Mito (Parte II)

El Destino Manifiesto como Mito (Parte II)

TIEMPO DE LECTURA: 11 min.

En este contexto sitúo, por ejemplo, lo que la historia conoce como la caza de brujas de McCarthy[1] como también el mencionado Artículo X de George Kennan considerado “is one of the most important documents in the history of American Foreign Policy – not because of what it revealed about Soviet comunism, but because of what it made so clear about America and America´s continuing vision of itself and of the world[2].

En este marco de enorme dinamismo en la lucha política e idelógica, aparece este Articulo X o también llamado “Telegrama Largo” considerado, por el ex Asesor de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Henry Kissinger como la Biblia de la política de contención, durante las cuatro décadas que aquella estrategia estuvo en ejecución. El Article X tuvo como autor a George Kennan –ex subjefe de la misión estadounidense en Moscú – que el 22 de febrero del año 1946 envía a Washington un largo telegrama de 5.500 palabras  – que después sería publicado formalmente bajo el nombre de “Las raíces de la conducta soviética ” en la Revista de Asuntos Exteriores de Estados Unidos el año 1947. “El aporte de Kennan consistió en explicar los modos en que la hostilidad a las democracias era inherente a la estructura interna soviética, y por qué esa estructura resultaría impenetrable a los esfuerzos conciliatorios de occidente[3].

Su artículo apelaba a las virtudes más nobles de pueblo norteamericano, lo que Kissinger denomina la “heroica doctrina de la lucha perpetua”, para dar cuenta, no sólo de la lucha contra la ex URSS, sino que ello implicaba entrar de lleno en ese Destino Manifiesto de cruzado, cual Quijote con la adarga bajo el brazo. Se convocaba a los Estados Unidos a una misión global, lo que explica iniciativas que dieron origen, por ejemplo, a la conformación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) que velaría por la seguridad de un continente, que marchaba por la senda de la seguridad económica establecida por el Plan Marshall. El gran gendarme daba sus primeros pasos, para concretar una hegemonía que tendría su triunfo con la caída de los socialismos reales.

Ese elemento tan importante en la consideración del carácter nacional estadounidense, que era el aislacionismo, definitivamente se perdió con la entrada de Estados Unidos a la SGM y se consolida cuando la OTAN, ve la luz en Abril de 1948, que constituyó una desviación clara y definitiva de la política exterior norteamericana. Para Kissinger, el liderazgo norteamericano en la OTAN garantizaba, que el nuevo orden mundial sería justificado en términos morales y ocasionalmente hasta mesiánico, apelando a esos valores fundamentales y soluciones generales, cuestión que subyace en los textos mencionados, tanto de Allman como de Kennan.

La Guerra de Corea mostraría la importancia que adquirió el Article X,  en los procesos de Policy Making estadounidense, que vieron en la ofensiva de Kim Il Sung al sur del paralelo 38, el año 1950, el horror suscitado, en las sociedades occidentales, hábilmente manipuladas y desinformadas por los mass media, por hordas de comunistas que atacaban el mundo libre, cuestión que para el imaginario del “mundo libre no se podía permitir. Sobre todo porque Washington se había encargado de vocear, que Estados Unidos contendría a los comunistas en todo lugar donde viera amenazado sus áreas de influencia, que es hablar de regiones donde la libertad de actuar de sus empresas o sus aliados no estuviera vedado. Claro está que Corea estaba bastante lejos del tesoro europeo, y era un poco difícil aceptar que la seguridad de los Estados Unidos o de su mundo libre estuviese amenazada, pero para ello había un remedio, y en esa construcción de una amenaza mundial venida desde el bloque socialista se apeló a la intervención de la ONU que dio el marco multinacional para operar en el conflicto peninsular.

En otro plano, la separación de las dos Alemanias, primero permitiendo el nacimiento de la República Federal Alemana y posteriormente con la construcción del Muro de Berlín, es una muestra clara de las orientaciones que la política exterior norteamericana va teniendo en su tarea de contener el comunismo y la respuesta soviética a los fanes occidentales. Washington está decidido a restaurar rl viejo orden conservador y asegurarse, ad eternum, que no surgirían tendencias socializantes o un poderoso movimiento obrero, en tierras donde debía existir paz y prosperidad basada en el libre mercado. Entre las ideas más recordadas del Article X sobresale aquel que señala “aunque el poder soviético es impermeable a la lógica de la razón, es muy sensible a la lógica de la fuerza” claro está, que en todo el período de la guerra fría nunca hubo un enfrentamiento directo entre fuerzas militares de ambas superpotencias.

Ahora bien, no podemos asignarle toda la responsabilidad a Kennan y su Telegrama Largo, toda vez que el hombre se ha disculpado a lo largo de los años, con respecto al malentendido suscitado con su documento, en una especie de que no “quise decir lo que dije”. Podríamos darle un poco de crédito si consideramos, que el peligro que se quería contener no era la amenaza soviética, sino la amenaza  a la libertad, la democracia representativa, la libre empresa, las libertades individuales, y todos aquellos ideales que subyacen en su ideal del Destino Manifiesto y que Estados unidos ha logrado convertir en auto de fe.

Con el paso de los años el artículo de Kennan ha caído en descrédito[4] toda vez que el mismo autor, considerado hoy en día uno de los principales críticos de la Guerra Fría, ha escrito que uno de los errores históricos de los Estados Unidos, fue rechazar cualquier tentativa de lograr un arreglo pacífico de sus conflictos con los soviéticos, y declara finalmente que se debe volver a ese estado del alma cercano al puritanismo”la mejor manera que tiene un país como el nuestro, para ejercer una influencia benéfica más allá de sus fronteras es el ejemplo, y nunca la imposición”Lamentablemente para Kennan y su necesidad de redención,  la historia se ha encargado de descubrir su disfraz de enternecido postcrítico, y con esto arrastramos también las tibias críticas de Allmam con respecto al actuar de los Estados Unidos en el campo de su política exterior.

En 1948 George Kennan y su equipo de planificadores,  seres dotados de una visión más allá del pragmatismo puritano, conscientes que los Estados Unidos no podía seguir sosteniendo una política de aislacionismo, y por tanto sujeto a los vaivenes,  que la defensa de sus corporaciones le demandaba, asignaron a cada región del mundo su status y su función.  Los Estados Unidos se harían cargo del Hemisferio Occidental, marginando a la competencia francesa y británica” diseñada en los Acuerdos Sykes-Pico. África se explotaría para la reconstrucción de Europa, con una caída de la influencia de las metrópolis europeas, que tendrán que entrar de lleno, en la dinámica del proceso de descolonización, mientras que el sudeste asiático, cumpliría su función principal como fuente de materias primas para Japón y la Europa Occidental.

Destino Manifiesto y Sionismo

El nuevo orden mundial surgido tras la SGM y el desarrollo del imperialismo mostraría la realidad de una política exterior donde se deja de hablar de “objetivos vagos e irreales como los derechos humanos, el aumento de los niveles de vida y la democratización y más bien se trata directamente con conceptos de poder sin el estorbo de consignas idealistas sobre el altruismo y el beneficio mundial, si queremos mantener la disparidad que separa nuestra enorme riqueza de la pobreza de los demás”[5]. Un mundo donde la región del Asia occidental pasaría a tener, sobre todo a partir del año 1991un enorme campo de  conflictos: la continuación de la colonización y ocupación de Palestina a manos del sionismo, política de máxima presión contra la República Islámica de Irán a partir del derrocamiento de la monarquía el año 1979. La posterior invasión estadounidense y sus aliados a Irak el año 2003. La actual guerra de agresión contra Siria a partir del año 2011 en el marco del llamado renacer islámico. La guerra de agresión a Yemen, a cargo de la monarquía saudí y una coalición de países, efectuada a partir de marzo del año 2015. Sumado todo ello a la instalación de un cinturón de bases militares, rodeando no sólo a Irán, sino también a la Federación Rusa y la ampliación de la OTAN hacia el este, como estrategia político-militar

A lo largo de la historia de los Estados Unidos se distingue esa búsqueda  constante por tener un enemigo que permita alzar las banderas de su Destino manifiesto. Tras la independencia fue la amenaza europea y con ello la Doctrina Monroe, donde subyace su convencimiento que América erá para estados unidos, no para los americanos en su conjunto. Por ello resulta indudable, que la tan mencionada necesidad de armarse y rearmarse, con todo tipo de armamento, sea este convencional o nuclear sólo ha sido una justificación para el desarrollo del complejo militar industrial norteamericano, pues nunca el armamento producido, para teóricamente combatir y contener a la ex URSS, se utilizó contra ella sino que a través de guerras indirectas, con el uso en campo de sus respectivos aliados, que son los que en verdad entregaron su sangre en aquella confrontación.

Allman no cree en el pretendido  Destino Manifiesto de los Estados Unidos, establecido en su forma más inmaculada por John Quincy Adams,  como una especie de misticismo mesiánico que impulsa a los Estados Unidos a cometer una serie de atropellos no sólo a nivel de su política exterior, sino también a nivel de la política doméstica, como fue el caso de los caminos de “persecución irresponsable de McCarthy.” Existen claras incoherencias y contradicciones presente en la política exterior de Estados Unidos expresadas en tres hechos sustantivos; El Artículo X, El McCarthismo, y  la Guerra de Corea.

Contradicciones que concluyen con la falsedad de esta práctica de Destino Manifiesto, que sólo esconde un actuar interesado en el desarrollo de sus capacidades industriales y económicas, más en que en valores preconizados a través de creencias y tradiciones de la cultura política clásica estadounidense[6]. La influencia de esa idea del Destino Manifiesto se expresa en ideologías como el sionismo, concretada tras el fin de la SGM, que encuentra su origen en países europeos, principalmente Gran Bretaña desde fines del siglo XIX. Una ideología que da sustento a la acción política de generar un territorio bajo el marco falsario de “un hogar nacional judío” lo que implica la implementación  de políticas colonizadoras y de ocupación de la tierra palestina, que tiene como espejo a su padre putativo. Ambos regímenes, a su vez, violadores de los derechos humanos de los pueblos a los cuales agreden y violadores del derecho internacional.

Ambas entidades: imperialismo y sionismo, está dotadas de ideologías racistas y extremistas que difunden conceptos de superioridad racial, fomentando con ello el racismo y la xenofobia. La Resolución Nº 73/262 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, aprobada el 22 de diciembre del año 2018 efectuó un llamamiento mundial para la adopción de medidas concretas para la eliminación total del racismo, la discriminación racial, la xenofobia y las formas conexas de intolerancia y para la aplicación y el seguimiento generales de la Declaración y el Programa de Acción de Durban. Dicha Resolución proclamó que “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos, que todos tienen la capacidad potencial de contribuir de manera constructiva al desarrollo y el bienestar de sus sociedades y que “todas las doctrinas de superioridad racial son científicamente falsas, moralmente condenables, socialmente injustas y peligrosas, y deben rechazarse”.

La creencia en un Destino Manifiesto, trae aparejado para gobiernos como el de Estados Unidos  e Israel el desprecio a todo control y sujeción a las organizaciones que se dado la comunidad internacional. Convencidos, que los deberes contraídos no le son aplicables. Para Estados Unidos y reafirmado por declaraciones de sus funcionarios de gobierno y el propio presidente Donald Trump, no existe posibilidad de aceptar ser enjuiciado por ninguna Corte Internacional, ninguna institución que los países se han dado como una manera de convenir el respeto a los derechos humanos, la relación pacífica entre las naciones y sobre todo aceptar la jurisdicción de organismos, que permitan sancionar aquellas conductas tipificadas como delitos internacionales. Estados Unidos y su conducta imperial considera que está más allá del bien y el mal.

Israel, por su parte, con relación a Palestina, desde el mismo año de nacimiento de la entidad sionista (14 de mayo del año 1948) ha violado todas las resoluciones de la ONU y superado todas las  medidas tomadas en orden a hundir toda posibilidad de avanzar hacia la autodeterminación del pueblo palestino. Israel ha dedicado gran parte, de sus esfuerzos políticos y diplomáticos, a consolidar la supremacía sionista sobre una tierra ocupada, colonizada, donde prima el racismo y el crimen contra sus habitantes. Un sionismo, que ha pervertido la esencia misma del judaísmo, tergiversándolo y mutando la identidad religiosa de aquellos que profesan esta creencia.

Hago mía las palabras del Libertador Simón Bolívar cuando señaló, con evidente claridad, a principios del siglo XIX su interpretación del papel que pretendían  jugar los políticos de Washington en el mundo y en especial en nuestro continente americano, al  sostener en una carta dirigida al Coronel  Patricio Campbell, fechada en Guayaquil el 5 de agosto del año 1829 “los Estados Unidos parecen destinados, por la providencia, a plagar el mundo de miserias y muerte en nombre de la libertad” en este caso, a través de su visión de un Destino Manifiesto , que se ha encargado de concretar sobre los huesos y la sangre de millones de seres humanos.

Mismas palabras que pueden ser dirigidas al sionismo: Una ideología destinada a dar sustento a la promoción y práctica del odio y el racismo, en nombre de mitos falsarios. No existen pueblos elegidos, ni superiores ni inferiores. No existen pueblos a los cuales alguna divinidad los haya señalado con un dedo de preferencia o los considere la niña de sus ojos y les entregue dadivosamente un territorio que no les pertenece. Todo aquel que propugne lo contrario es simplemente un criminal o un cómplice.

Artículo publicado originalmente en segundopaso.es


[1] Se pasó a denominar como macarthismo o caza de brujas a todas aquellas medidas gubernamentales que coartaban las libertades de los ciudadanos en favor de una supuesta seguridad nacional o preservación de unos valores determinados. En pleno contexto de Guerra Fría, tras finalizada la II Guerra Mundial y la expansión del comunismo por Europa y Asia, en Estados Unidos (EE.UU.) se gestaba un fuerte odio al comunismo, que fue llevado a su máxima expresión por el senador republicano, Joseph McCarthy. El primer pronunciamiento de McCarthy en el que mostraba sus planes para solapar todo índice de actividad comunista en EE.UU. fue el 9 de febrero de 1950, en el club de mujeres republicanas de la ciudad de Wheeling, en Virginia Oeste, donde advirtió tener una lista de 205 personas miembros del Partido Comunista que trabajaban dentro del Gobierno.
[2] Allman T.D en su libro “Unmanifest destiny: Mayhem and illusion in American foreign policy–from the Monroe doctrine to Reagan’s war in El Salvador” (1984)
[3] Kissinger Henry. Diplomacia. Ediciones B. Barcelona, España, 1996, Página 483-484
[4] Y sostenemos esto a pesar que el autor y su documento son alabados por Kisssinger, y la mayoría de los historiadores y estudiosos de las relaciones internacionales en los Estados Unidos. Sobre todo alabando ese supuesto espíritu profético del Artículo X, en que se vislumbraba el colapso definitivo del mundo socialista encabezado por la URSS.
[5] Chomsky Noam ” El Nuevo Orden Mundial (y el viejo )”. Editorial Crítica. Barcelona, España, 1997
[6] A pesar de la valía de las críticas de Allman, en este campo reina por derecho propio Noam Chomsky, a quien recomiendo a la hora de definir críticas certeras y profundas respecto a la política exterior llevada a cabo por los Estados Unidos, desde el momento mismo de su independencia.

Pablo Jofré Leal
Pablo Jofré Leal

Periodista y escritor chileno. Analista internacional, Máster en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid. especialista en temas de Latinoamérica, Oriente Medio y el Magreb. Es colaborador de varias cadenas de noticias internacionales. Creador de revista digital www.politicaycultura.cl

El Destino Manifiesto como Mito (Parte I)

El Destino Manifiesto como Mito (Parte I)

TIEMPO DE LECTURA: 10 min.

En el caso de Estados Unidos, este concepto de Destino Manifiesto aparece, por primera vez, en un articulo del periodista John O´Sullivan titulado “Anexión” (como apoyo teórico a la incorporación forzosa de Texas al joven Estado norteamericano) publicado en la Revista Democratic Review en la ciudad de Nueva York, el año 1845, donde afirma “El cumplimiento de nuestro destino manifiesto es extendernos por todo el continente, asignado por la Providencia, para el desarrollo del gran experimento de libertad y autogobierno. Es un derecho como el que tiene un árbol de obtener el aire y la tierra necesarios para el desarrollo pleno de sus capacidades y el crecimiento que tiene como destino” Megalomanía que se amplia en el conflicto entre Estados Unidos y Gran Bretaña por Oregon donde O´Sullivan señala “…y esta demanda está basada en el derecho de nuestro destino manifiesto a poseer todo el continente que nos ha dado la Providencia para desarrollar nuestro gran cometido de libertad y autogobierno”. Enorme similitud entre la práctica del imperialismo y el sionismo.

La influencia del concepto y práctica del “Destino Manifiesto” se expresa a lo largo de la historia estadounidense: en su cultura popular, mass media, en el aparato político-militar. El ex  presidente Theodore Roosevelt en el mensaje anual a la nación el año 1904 expresó: “Si una nación demuestra que sabe actuar con una eficacia razonable y con el sentido de las conveniencias en materia social y política, si mantiene el orden y respeta sus obligaciones, no tiene por qué temer una intervención de los Estados Unidos. La injusticia crónica o la importancia que resulta de un relajamiento general de las reglas de una sociedad civilizada, pueden exigir que, en consecuencia, en América o fuera de ella, la intervención de una nación civilizada y, en el hemisferio occidental, la adhesión de los Estados Unidos a la llamada Doctrina Monroe puede obligar a los Estados Unidos, aunque en contra de sus deseos, en casos flagrantes de injusticia o de impotencia, a ejercer un poder de policía internacional”.

Hablar de esta filosofía, es dar cuenta de uno de los mitos fundacionales de Estados Unidos, en que su cuerpo dirigente y con ello la influencia ejercida sobre su sociedad, se explica la manera en que entienden cuál es su lugar en el mundo y la forma en que se deben relacionar con el resto de los pueblos. Desde los llamados padres fundadores y las trece colonias  hasta este año 2020, el Destino Manifiesto ha mantenido la idea, como eje central, que Dios eligió a los Estados Unidos para ser una nación superior en todos los ámbitos, principalmente: político, económico, militar, como estandarte de valores en el campo de la democracia, la vida social, la moral y otros elementos, que pueblan este mito profundamente supremacista y de corte ultranacionalista

La manifestación más evidente de esta doctrina, en el caso de Estados Unidos,  parece estar en el campo de la política, pero su esencia es profundamente religiosa y tiene su comprobación en el hecho, que los colonos ingleses en la Costa Este del territorio que sería Estados Unidos eran intensamente religiosos, puritanos (una rama del protentantismo) con una vía comunitaria y con expresiones en el campo de la política con apego a normas morales muy estrictas convencidos que ese “Nuevo Mundo” (América) era la “Tierra Prometida” donde cumplirían la misión encomendad por Dios. Es decir, un cometido para un “pueblo elegido” entre todos los pueblos del mundo.

“Con la independencia de Estados Unidos los colonos de origen inglés van a secularizar al máximo la doctrina, que acabará determinándose como lo que actualmente conocemos como Destino Manifiesto (o bien destino patente o evidente). Una de las principales justificaciones para el expansionismo estadounidense, se fundamenta en esta idea de origen religioso: los Estados Unidos deben civilizar a todas aquellas razas o naciones consideradas réprobas por su pobreza, por su situación de caos a cualquier nivel, por su incivilización o por representar un peligro para la seguridad de la nación norteamericana. Asimismo, el “self-made man” (“el hombre que se hace a sí mismo”) se convirtió en el modelo de norteamericano porque representa al inmigrante que obtiene el éxito a través del trabajo duro, de la competencia con otros y, sobre todo, rindiéndole cuentas a Dios[1].

Una diferencia fundamental entre esta idea de Destino Manifiesto con el ideal sionista, que surge a fines del siglo XIX en Europa radica en que esta última ideología, forjada en los salones políticos de multimillonarios ingleses imbuidos de apetitos de expansión imperial, aprovecharon para ello ciertas ideas religiosas ancladas, aparentemente, en el judaísmo. Eran, en realidad, personeros ligados al imperialismo británico, ateos, convencidos de ejercer un dominio político y para eso explotaron el vínculo con el judaísmo para generar una doctrina  centrada en un apócrifo Destino Manifiesto, edulcorado con ideas tales como hacer de Palestina un falso hogar nacional judío. Volver a Sión sostenían estos mercaderes de una política de colonización forzosa. Una idea basada en falsedades, de alentar  una “aliá” un retorno a Sión convocada por una creencia mitológica, ya que Palestina era “una tierra sin pueblo (invisibilizando al existente pueblo palestino) para un pueblo (judíos) sin tierra”. Una falsedad que forma parte de los mitos fundacionales del que sería, a partir del año 1948 el nacimiento de la entidad denominada Israel.

En el caso de Estados Unidos, a fines de 1945, coincidiendo con el término de la Segunda Guerra Mundial (SGM), este país del norte del continente americano,  concentraba las tres cuartas partes del capital invertido en el mundo, y las dos terceras partes de su capacidad industrial, mostrándose, con esta “carta de presentación” como un país frente al cual nadie podría, aparentemente, oponerse y poner freno a sus afanes de riqueza “El pueblo norteamericano era más rico y estaba mejor alimentado que los pueblos europeos, superándolo por el doble en la renta per cápita. Y al mismo tiempo eran la primera potencia militar del mundo expresado en su presencia mundial”[2].

Dotados de armamento nuclear, que usaron en dos ocasiones contra las ciudades de Hiroshima y Nagasaki el 6 y el 8 de agosto del año 1945, mantendrían ese monopolio hasta que la URSS pudo poner en funcionamiento su propio arsenal atómico. Su participación en el conflicto mundial y la subsiguiente conformación del mapa de dominación mundial hicieron imposible volver a esa política de Aislacionismo que había marcado gran parte de la historia de las relaciones internacionales estadounidense. Claro está que hablamos del plano exterior a América pues en este continente sus intervenciones se manifestaron también el siglo XIX en México -conquistando los actuales estados de California, Utah, Nevada, Arizona y Nuevo México- y derivado de su guerra oportunista contra España el año 1898 significó la adquisición de loas territorios  ultramarinos de Cuba, Puerto Rico y las Filipinas. Y en la primera mitad del sigo XX se expresó en sus invasiones y apoyo a golpes de estado y dictaduras en Cuba, Nicaragua y El Salvador.Todo ello encuadrado en la llamada Doctrina Monroe, que era el destino reservado por la política estadounidense a los pueblos de América.

En tanto que los restantes participantes de la contienda mundial entre los años 1939-1945 habían quedado exhaustos y deshechos en sus infraestructuras económicas, el gigante norteamericano se presentaba al mundo como uno de los referentes, capaz de enfrentar a otro de los grandes vencedores de la SGM: la ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. La guerra significó un enorme y productivo negocio para los Estados Unidos, que incrementó sus ingresos por venta de productos, en todas las ramas de la economía en proporciones colosales. Pero, sobre todo, consolidó una industria que es el pivote de su economía, hasta el día de hoy: la industria militar a través del fortalecimiento del llamado complejo militar-industrial, que signa  la estrecha relación entre el mundo político, las empresas de la industria privada, las empresas públicas y el mundo militar.

A fines de la SGM, sólo los Estados Unidos parecían ser los llamados a dominar el mundo, a encabezar a lo que suelen denominar “el mundo libre” aunque éste se encuentre bajo la influencia de Washington. Es la expresión de esta idea del Destino Manifiesto de Estados Unidos, que el análisis del periodista e historiador Allman T.D en su libro “Unmanifest destiny: Mayhem and illusion in American foreign policy–from the Monroe doctrine to Reagan’s war in El Salvador” (1984) reseña con claridad en su texto “Unmanifest destiny” consignando que el vacío de poder que se produjo en gran gran parte del mundo, fundamentalmente por la división y la debilidad Europea, además de la expansión principalmente ideológica y territorial de los soviéticos hacían necesario replantearse la manera de hacer política exterior, en un país, donde hasta entonces la situación de dominio no pasaba por una presencia territorial en forma exclusiva. No en balde es el inicio de la conformación de una red de bases militares en el mundo que conforma hoy un número de 800 bases en los cinco continentes.

Efectivamente, una de las consecuencias más importantes derivadas al término de la SGM, desde el punto de vista de la nueva correlación de fuerzas surgidas tras esta contienda, fue el paso de Estados Unidos de ser una Potencia, importante pero no de alcance global,  a convertirse en una superpotencia en todos los ámbitos y regiones del planeta. Consolidando la filosofía que anima este país del llamado destino manifiesto. El problema radicaba en que los norteamericanos carecían de visión de lo que significaba su nuevo papel, por lo que transformaron el anticomunismo dentro y fuera de sus fronteras en una ideología, en una manera de enfocar las relaciones internacionales a partir de un objetivo que les parecía planteado: Ser el adalid de la democracia, los defensores de la libertad individual y colectiva de los pueblos, los cruzados en la lucha contra el peor de los regímenes, aquel que negaba la posibilidad de la libre empresa y el libre mercado.

Un modo de vida basado en la voluntad de la mayoría, y que se distingue por poseer instituciones libres, gobierno representativo, elecciones libres, garantías a la libertad individual, libertad de expresión y de religión” Ideas  amplificadas universalmente a pesar que gran parte de ellas le son negadas, en su propio suelo, a millones de negros, latinos y otras minorías, que suelen  y con menores posibilidades de ascenso social. Tras ese enemigo se escudó una política exterior, que durante 45 años mantuvo las banderas del anticomunismo, hasta el colapso del campo socialista.

Tras ese derrumbe de su enemigo por casi medio siglo, Estados unidos y su complejo militar-industrial se dieron a la tarea de buscar nuevos enemigos, necesarios para mantener en actividad la industria de la guerra. Estados Unidos necesitaba encontrar “Estados canallas” “Estados parias” “Enemigos  de la libertad”. Quien busca encuentra afirma la máxima popular y Washington lo encontró  ahora disfrazado del mundo del islam, narcotráfico, mafias internacionales, crimen organizado, explosión demográfico, inmigrantes, terrorismo. La mirada de este Destino Manifiesto requiere establecer el vínculo entre lo que se denomina, el carácter nacional del pueblo estadounidense y su política exterior, sobre todo en uno de esos componentes: el Pragmatismo, a la hora de resolver el juego internacional que se iba presentando. Tal es el caso de la intervención en la Guerra de Corea, que muestra a unos Estados Unidos que ha abandonado ya la política de colaboración con la URSS, un enemigo ya declarado tanto en los discursos de Churchill en Fulton, como en la propia orientación programática exterior de los EE.UU a partir del llamado Artículo X de George Kennann, base de la política de contención al comunismo.

Los Estados Unidos, terminada la SGM, abandonaron deliberadamente la política de colaboración con la ex URSS, rechazando la noción de esferas de influencia en Europa Oriental, y trató de imponer su concepto de democracia estadounidense, con el fin de aumentar así su propio poder político y económico. Al profundizar en la lectura del libro de TD Allman nos podemos dar cuenta, que no estamos tan lejos de lo acertado de nuestro planteamiento, toda vez que tanto Allamn como otros autores de la corriente revisonistas, citan constantemente a Kennan y sus continuos exámenes del famoso telegrama largo, como una de las pruebas que da cuenta de nuestra afirmación que la esencia de la Guerra Fría tuvo en su desarrollo una suerte de permanente equivocación, falsas interpretaciones, errores de cálculos tanto de soviéticos como de Estadounidenses acerca de las intenciones del contrario.

Allman cree ver en la actitud  de los soviéticos, debilitados por la devastación de la guerra y preocupados por su seguridad intramuros, un temor de que Estados Unidos se empeñara en una política de dominación ideológica y militar -cuestión que a la luz de la historia no estaba tan lejos de lo que realmente sucedió-. Por otro lado, los USA y sus aliados creían ver en la URSS, una especie de Leviatán que pretendía la ruina del capitalismo y la imposición del comunismo en todo el continente. No es raro entonces que en 1947, Truman, al mismo tiempo que solicitaba fondos al Congreso para ayudar a Grecia y Turquía de la “Amenaza Comunista ” declarara que los Estados Unidos ayudaría a todo aquel que estuviera sujeto a las presiones de los comunistas fueran ellas internas o externas. Esta política junto con la idea de contener a la URSS revistió la forma del conocido Plan Marshall para la reconstrucción económica de Europa.

Artículo publicado originalmente en segundopaso.es


  1. http://sepiensa.org.mx/contenidos/historia_mundo/siglo_xx/eua/destino_man/des_man1a.htm
  2. Adams Willi Paul. ” Los Estados Unidos de América “. Siglo Veintiuno editores. Madrid, España. 1992
Pablo Jofré Leal
Pablo Jofré Leal

Periodista y escritor chileno. Analista internacional, Máster en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid. especialista en temas de Latinoamérica, Oriente Medio y el Magreb. Es colaborador de varias cadenas de noticias internacionales. Creador de revista digital www.politicaycultura.cl

El destino manifiesto de los pueblos de Nuestra América es ser libres

El destino manifiesto de los pueblos de Nuestra América es ser libres

TIEMPO DE LECTURA: 6 min.

Por Nicolás Sampedro*

Semanas anteriores se señalaba que Nuestra América se debate entre la vida y la muerte que proponen dos proyectos antagónicos. Pero aunque la convulsión que vive hoy Nuestra América parece nueva, no lo es.


Hace exactamente 115 años la administración norteamericana, en cabeza de Theodore Roosevelt, daba a conocer su famoso “Corolario”, una tesis maldita que plagaría el continente de hambre y miseria a nombre de la “libertad”. Paradójicamente se pronunció en el mensaje anual del presidente norteamericano, luego de la intervención de los imperios británico y alemán y del Reino de Italia que bloquearon navalmente a Venezuela entre 1902 y 1903.

El “Corolario Roosevelt” afirma que si cualquier país de Nuestra América bajo la influencia de los EEUU amenaza o pone en peligro los derechos o las propiedades de ciudadanos o empresas norteamericanas, el gobierno de los EEUU está obligado a intervenir en ese país para “reordenarlo”. Bajo ésta lógica se implementaría en las relaciones diplomáticas la política del Gran Garrote que llevaría a los norteamericanos a intervenir militarmente -en decenas de ocasiones- en países del continente; y es lo que sigue haciendo.

Si bien ya se ha puesto en relieve en otras oportunidades, vale la pena recordar que este Corolario se inscribe en y reafirma la famosa Doctrina Monroe (1823), que si bien se la atribuye le presidente norteamericano James Monroe, fue elaborada por su sucesor en el cargo, John Quincy Adams.

Esta doctrina se puede sintetizar en la frase “América para los americanos”. Valdría aclarar que para las administraciones gringas “los americanos” son ellos, los del norte. Esta forma de comprenderse en el territorio surge con la referencia de las políticas aislacionistas de George Washington que se distanciaba del colonialismo europeo, y de Thomas Jefferson quien a su vez aseguraba que “América tiene un hemisferio para sí misma”.

Como se puede observar, el surgimiento mismo de los EEUU como Estado Nacional, está signado por esta lógica expansionista. Pero faltaría hablar del famoso “Destino Manifiesto”, un elemento clave, incluso para comprender algunos fenómenos que hoy se están dando en la región.

El primero en hablar del “Destino Manifiesto” fue el periodista John L. O’Sullivan que en el  artículo “Anexión”, publicado en su diario Revisión Democrática, justificaba el expansionismo territorial de EEUU. Es que para este periodista los EEUU tenían el designio divino -mesiánico-de extender la libertad y la democracia y ayudar a las razas inferiores.

La similitud entre las expresiones de O´Sullivan y los dichos de Luis Fernando Camacho en Bolivia o Jair Mesias Bolsonaro en Brasil no son mera coincidencia. Tal como señala Enrique Dussel, la biblia que ingresó Camacho al Palacio Quemado días previos a que renunciara Evo Morales, es una biblia evangélica que viene de sectas norteamericanas, que cambia el paradigma y que ve a lo originario como pagano. Una forma de comprensión del mundo que “pretende convertir al indígena en un hombre moderno que deje las borracheras, que sea más aséptico, que se proponga trabajar y entrar en la sociedad capitalista burguesa[1], y que pretende erradicar a rajatabla las creencias indígenas. Ya no es una biblia católica de derecha como la que tomaban como símbolo las dictaduras continentales de los años 70, ahora será una biblia “unida al racismo tradicional y al machismo con un sentido común burgués y pro-norteamericano”. Dussel remarcará que es un “cristianismo fundamentalista, fanático pero que educa la subjetividad para entrar al mundo moderno, donde ahora hay que trabajar para lograr una cierta riqueza. Y la riqueza es considerada una gracia de Dios”.

El escenario lo completan ONG´s y organismos internacionales como el FMI, el BM o la OEA. Ésta última comandada por el ex canciller uruguayo, Luis Almagro, que el año que viene irá por su reelección al frente del organismo con el apoyo manifiesto de los EEUU.

Tanto la OEA como el FMI han sido claves de la dominación norteamericana de la región, tal como lo ha señalado el líder y estadista cubano, Fidel Castro Ruz. El canciller de Cuba, Raúl Roa García, catalogó a la OEA como el “ministerio de colonias de Estados Unidos” en la cumbre del organismo realizada en 1960 (en San José, Costa Rica). Por su parte Fidel en reiteradas oportunidades manifestó la necesidad de que los pueblos Nuestra América se unan para desconocer la deuda externa continental con el Fondo Monetario Internacional e incluso escribió un extenso análisis al respecto.

Los levantamientos que hoy se ven en Colombia, Ecuador, Perú, Haití, Honduras o Guatemala, están todos atravesados por las políticas de ajuste que “recomienda” el Fondo Monetario Internacional a los gobiernos de esos países. Como se ha dicho en reiteradas oportunidades, en política las casualidades no existen, existen las causalidades. Nada muy distinto a las políticas que implementaron los gobiernos de Temer y Bolsonaro en Brasil, Abdó Benitez en Paraguay, Macri en Argentina, Peña Nieto y sus antecesores en México y la lista podría seguir incansablemente.

El comandante Hugo Chávez, citando a Bolívar, decía que “los Estados Unidos de Norteamérica parecen destinados por la providencia a plagar la América de miseria a nombre de la libertad”. Y no se equivocaba. Sea con militares, con los organismos multilaterales de crédito, con ONG´s, con fuerzas de seguridad, con estructuras paramilitares o -como sucede en la actualidad- con jueces, fiscales y periodistas, siempre han intentado alinear este continente a sus intereses. Intereses siempre asociados al saqueo de nuestros bienes comunes que son los que le permiten seguir siendo la potencia global que es, pese a que hoy estén en retroceso.

Pero la memoria colectiva de nuestros pueblos siempre ha permanecido latente. Esa memoria de resistencia que proviene de nuestras culturas originarias, esa misma que encendió los corazones de millones de personas a lo largo y ancho de este continente y que rápidamente multiplicó por miles las banderas Wiphala, luego de que los golpistas bolivianos quemaran ese símbolo de unión de los pueblos originarios del Abya Yala.

Un símbolo de resistencia que recorre Nuestra América y que nos hermana con todos los pueblos. Símbolo que tiene siglos de historia y que se ve en la gran mayoría de las movilizaciones que hoy suceden en el continente.

El presidente electo de Argentina, Alberto Fernández, señaló recientemente a la prensa que “estamos más acompañados que nunca” (min 40,40). El mandatario que asumirá el próximo 10 de diciembre remarca que los pueblos que hoy están luchando contra las políticas de ajuste y saqueo del imperio son esa compañía, pese a que la gran mayoría de los gobierno de la región sean aliados de los EEUU.

En este contexto, Argentina con les Fernández y México con AMLO, tendrán el enorme desafío de reorganizar y posibilitar la vuelta de los procesos progresistas en la región. Habrá que ver cuánta cintura tienen quienes comandan estos procesos para sortear los obstáculos que pongan el imperio y sus lacayos. Y los pueblos del continente tendrán la gran tarea de respaldar, cuidar y potenciar estos procesos, porque en ambos casos el imperio y su maquinaria de muerte ya se echó a andar para intentar fragmentarlos y deslegitimarlos.

Para concluir, insistir con que siempre hay que tener muy presente lo que señalaba el Che Guevara: no se puede confiar nada en el imperialismo. Habrá que recordar una y otra vez que la bestialidad imperialista, esa que no tiene fronteras ni pertenece a un país determinado, es “la que bestializa a los hombres”. Por lo que los desafíos de los pueblos de la región sin duda serán difíciles, dolorosos e incluso contradictorios. Procesos que requerirán del esfuerzo y el trabajo de todes, pero que más temprano que tarde vencerán, porque este continente está resuelto a ser libre.


* Periodista, conductor de Marcha de Gigantes (Radio UNLP - AM 1390), productor de Columna Vertebral (Radio Estación Sur - FM 91.7), columnista La Marea (Radio Futura – FM 90.5) y Mirada Crítica (Realpolitik), responsable de la sección Sindical de Revista Trinchera y colaborador de Agencia Timón.

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[1] https://www.youtube.com/watch?v=GWJl89hdAZQ

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