Reflexiones en el Día Mundial del Ambiente

Reflexiones en el Día Mundial del Ambiente

TIEMPO DE LECTURA: 5 min.

Las Naciones Unidas designaron el 5 de junio como el Día Mundial del Medio Ambiente con el objetivo de comenzar a discutir sobre la protección y la salud del medio ambiente, que “afecta al bienestar de los pueblos y al desarrollo económico en todo el mundo”. Al mismo tiempo, propusieron a los “gobiernos y a las organizaciones del sistema de las Naciones Unidas que emprendan todos los años, ese día, “actividades de alcance mundial en las que se reafirme su preocupación por la preservación y el mejoramiento del medio ambiente, con miras a profundizar la conciencia ecológica”.

De hecho, por esta fecha, todo el mes de junio fue establecido como el “Mes del Ambiente” o “medio ambiente” como se ha llamado por tantos años. Un concepto incorrecto y mal utilizado que carece de profundidad y análisis de los distintos modos de entender, discutir y luchar por el ambiente. La comprensión de los territorios debe ir mucho más allá de lo puramente “ecológico”.

Distintas organizaciones de comunidades indígenas han puesto en discusión nuestras formas de conceptualizar y presentaron un término que responde a una mirada integral de las problemáticas relacionadas al ambiente: el terricidio. Como expresaron las Mujeres Indígenas por el Buen Vivir en su caminata de 1900 kilómetros por el país, terricidio engloba los conceptos de genocidio, epistemicidio, ecocidio y femicidios, transfemicidios y travesticidios.

La primera discusión radica en el cómo se analiza o se nombra al ambiente, la segundo podría ser cómo generar un cambio para detener el constante daño que la Madre Tierra sufre.

La lucha debe ser colectiva

Existe algo llamado “psicología ambiental” que -entre otros fenómenos- estudia la “metáfora del granito de arena”: el discurso que oculta el hecho de que las pequeñas acciones de unos tienen pequeños impactos, mientras que las de otros tienen grandes. Es un hecho que sectores de alto nivel jerárquico producen más daño que sectores marginados de las clases bajas, el 49% de las emisiones de carbono provienen del 10% más rico de la población, según indica un estudio de Oxfam. Para discutir sobre ambiente hay que reconocer las particularidades de cada territorio, por lo tanto, también, las características de cada población que los habita.

Caer en reduccionismos de activismos ecologistas individuales no hace más que contribuir a un discurso que limita la discusión a lo que cada une hace o deja de hacer, mientras que los grandes sectores de poder siguen aportando al daño ambiental global. Analizar nuestras acciones de forma individual y aislada remite a un consumo del “marketing verde” que descontextualiza las luchas y los efectos que cada territorio sufre: tampoco es lo mismo la lucha ambiental en Estados Unidos y Europa que en América Latina.

¿Cómo podemos hacer frente a estos discursos? Con educación ambiental y una comunicación responsable. Comprender las disputas políticas de los territorios resulta fundamental para un proceso de concientización y disputa ante los cambios climáticos que nos afectan a todes, pero en diferente medida.

Cambio climático

Nuestro país -y el resto de latinoamérica- se encuentra en una posición muy diferente con respecto a países más “desarrollados”: mientras que Estados Unidos se posiciona como uno de los países que más gases de efecto invernadero produce, la Argentina sólo genera el 0,6% del total mundial. Las lógicas consumistas del llamado “Primer Mundo” son de hecho las que peor afectan al planeta. Desde un mismo sector liberal se pone en un pedestal a estos países, mientras venden que el cambio está en cada une dejando de usar bombillas de plástico y separando la basura: el verdadero cambio lo deben hacer los del poder, pero sería contraproducente para los beneficios que obtienen. ¿Qué sentido tiene separar la basura en nuestras casas si después no sabemos que va a suceder con ella en manos de empresas que ni siquiera conocemos? Por dar un solo ejemplo.

Al mismo tiempo, como no todes generamos el mismo daño, no todes sufrimos las mismas consecuencias, el cambio climático no afecta de la misma forma a todo el mundo. El aumento de precipitaciones y sequías pueden afectar a muchas cosechas. Las familias productoras deberán estar preparadas para escenarios de este tipo, es por eso que una Ley de Acceso a la Tierra resulta urgente. Cada productore debe tener su pedazo de tierra para no ser desplazado por alquileres imposibles de pagar y que pueden finalizar por la pérdida de las cosechas. También, las precipitaciones generan inundaciones, la mala planificación urbana podría aumentar las consecuencias. Es necesario que se priorice la construcción de una infraestructura adecuada para estos impactos en barrios populares donde las pérdidas pueden ser sumamente graves.

Justicia ambiental

La justicia ambiental es un factor fundamental para poder modificar las bases de un sistema que no da respuestas a las demandas de los pueblos y sus territorios. Hablar de terricidio es también hablar de terricidas, que se institucionalice el término podría ser un primer paso para que efectivamente los responsables de incendios, mal tratamientos químicos en empresas y la instalación de proyectos extractivistas inviables sean juzgados y tengan consecuencias.

La inclusión en la discusión de grupos históricamente marginados como las comunidades indígenas y campesinas, las mujeres y las diversidades, y las clases trabajadoras debe ser prioridad para derrumbar y reconstruir un sistema que permita el acceso de estos sectores a la participación y toma de decisiones sobre los territorios que habitan.

El cambio es ahora, el cambio es colectivo. Mientras tanto, las riquezas del mundo seguirán marginando a los pueblos y destruyendo sus territorios. El planeta es uno, no pueden comprar otro.


Agustina Flores
Agustina Flores

Hija de los vientos patagónicos. Compañera (in)esperada de la militancia para la
liberación. Entusiasta del puño y la letra. Lo personal es político, el periodismo también.

1900 kilómetros de rebelión

1900 kilómetros de rebelión

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Mujeres representantes de 36 naciones indígenas e integrantes del Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir iniciaron el 14 de marzo una caminata de 1900 kilómetros bajo la consigna “Basta de Terricidio”. El 19 de mayo llegaron a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y fueron recibidas en Casa de Gobierno, donde tuvieron una reunión interministerial y presentaron un documento que manifiesta los reclamos históricos de las comunidades en defensa de una vida digna de los territorios, ergo, de las comunidades que los habitan.

El 22 de mayo las calles de Capital Federal se llenaron de colores entre banderas e insignias de las comunidades, el fuego sagrado sahumando el camino y las plantas medicinales tampoco faltaron. Lo que la ciudad “más importante” del país suele encontrar como exótico, aquello que había expulsado de la identidad patria, el sábado se expresó en cada esquina y cada calle que las mujeres recorrieron hasta llegar al Congreso.

La fecha tiene un significado político: fue un día antes de que se cumplieran 211 años del día en que se escribió el documento que anunciaba el fin de la autoridad del virrey Cisneros y la creación de una Junta de Gobierno, políticas que no involucraron a los pueblos originarios. Es así que las comunidades indígenas decidieron declarar al 22 de mayo como Día de Acción Global frente al Terricidio.

Pero, ¿qué es el terricidio? Es un concepto que engloba todas las formas de exterminio sistemático no solo del ecosistema, sino también de la cultura, identidad y personas que habitan los territorios. Aglutina el concepto de genocidio, referido al exterminio físico de pueblos originarios; el concepto de ecocidio, exterminación de los territorios; y el epistemicidio indígena, como eliminación de sus modos de entender la vida en armonía con la naturaleza, y la comprensión de sus prácticas espirituales, medicinales y culturales como inválidas y sin derecho a ser reproducidas y pasadas de generación en generación, de comunidad a comunidad. También se incluyen los conceptos de femicidio, transfeminicidio y travesticidio porque se entiende a los cuerpos como territorios que son constantemente oprimidos y violentados por el sistema patriarcal propio de un mundo capitalista, que se encuentra en todos los aspectos de las vidas de las mujeres y las diversidades.

“Por todos los muertos y las muertas que el extractivismo ha arrancado, por todas nuestras muertas, violadas y asesinadas, por toda la niñez que se muere de hambre desnutrida, por todos ellos y por cada animal, por cada planta, por cada ser que fue arrancado por este maldito sistema economicista depredador, este sistema de muerte”, exclama Moira Millán en la cobertura de Tele Sisa en plena manifestación.

La lucha, al igual que los conceptos utilizados, buscan una crítica transversal a todos los sistemas que se alinean para atentar contra los territorios y sus habitantes. Los reclamos buscan un carácter integral donde aglutinen todas las batallas, de otra forma no sería posible la victoria por sobre las lógicas opresoras. “El terricidio es la síntesis del genocidio, epistemicidio, ecocidio, femicidio, transfeminicidio y travesticidio”, aclara el Movimiento.

Los reclamos son históricos, pero lo que despertó la iniciativa de llevar adelante la caminata fueron dos episodios. Uno fue la violación en manada y femicidio de una niña wichi a principios de este año: cuando desapareció, la madre intentó hacer la denuncia, pero no se la tomaron por no hablar castellano. Días después apareció el cuerpo de la niña y el caso sigue sin ser investigado. A este tipo de violación de niñas y mujeres indígenas en manada se lo llama “chineo”, y una de las principales consignas de la caminata denunciaba estos actos de violencia.

El otro episodio fueron los incendios sistemáticos en la Comarca Andina de los últimos meses, que atentaron contra los territorios resquebrajados por el modelo extractivista vigente. Situación que hasta el día de hoy está pendiente de respuestas e investigaciones. Y que, además, debe disculpas a todas las comunidades que no solo fueron afectadas, sino que también fueron criminalizadas por medios de comunicación y personajes políticos con el objetivo de tergiversar información y no dar con los verdaderos responsables de los terricidios.

Fuente: TeleSisa

El documento que las mujeres indígenas presentaron en Casa de Gobierno exige que el Terricidio sea considerado un crimen de lesa humanidad y lesa naturaleza, y que los culpables sean juzgados y condenados. Se busca que el término adquiera un carácter jurídico para que la Justicia -y el Estado- finalmente colecte las demandas y experiencias de las comunidades y dé una respuesta ante estos crímenes.

Una parte esencial de los reclamos de las comunidades indígenas es la aceptación y el reconocimiento de sus identidades y de su historia: el primer paso es reconociendo el genocidio indígena perpetuado por el Estado argentino poco tiempo después de su fundación. “A partir de un reconocimiento de genocidio y de la construcción social de la Argentina se pueden dar pasos para empezar a reparar y que los discursos de odio no tengan tanto sostén como lo están teniendo”, nos comentó Orlando Carriqueo hace unos meses. La matriz racista que atraviesa los imaginarios sociales fue establecida cientos de años atrás a través del asesinato, y son perpetuados por lógicas discriminadoras instaladas en los discursos dominantes de la sociedad.

“Sembraron terricidio, cosecharán rebelión”, exclaman las Mujeres Indígenas por el Buen Vivir. Es hora de escuchar sus reclamos y rever nuestras lógicas y prácticas fundadas en el odio hacia las comunidades indígenas.

¡Basta de Terricidio!


Agustina Flores
Agustina Flores

Hija de los vientos patagónicos. Compañera (in)esperada de la militancia para la
liberación. Entusiasta del puño y la letra. Lo personal es político, el periodismo también.

El Genocidio Indígena

El Genocidio Indígena

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La llamada “historia oficial” de los pueblos nos acostumbró a escuchar un relato que dice buscar la integralidad, pero que, por el contrario, está inundado de eslabones perdidos. La porción de la historia de los vencedores es la que solemos conocer en más profundidad, pero como todo recorte, tiene un propósito, en este caso uno político.

Hay una razón detrás del porqué las avenidas principales de la mayoría de las ciudades del país llevan el nombre de Julio Argentino Roca, hay una razón detrás del porqué vemos en los billetes de 100 pesos una imagen de la mal llamada -porque de desierto no tenía nada- “Conquista del Desierto”. Hay una razón política y es el ocultamiento de las violaciones a las vidas y derechos de las comunidades indígenas para avalar las atrocidades que el Estado hizo a cambio de poder, poder sobre el territorio, poder sobre los cuerpos, poder sobre el conocimiento. Genocidio indígena son las palabras que se deben emplear para hablar de estos hechos, y que fue, ni más ni menos, que el primer genocidio perpetuado por el Estado argentino.

“Hubo campos de concentración, cambios de identidad, torturas, secuestros de niños y mujeres, se los esclavizó, a otros se los mató o se los encarceló. Eso configura un genocidio y ese genocidio no ha tenido reparación, no ha sido reconocido socialmente, porque implica también reconocer que la mayor parte de la sociedad de Argentina es indígena”, nos comentó Orlando Carriqueo, Werken (vocero) de la Coordinadora del Parlamento del Pueblo Mapuche de Río Negro, trayendo la discusión a la luz y sacándola de la oscuridad que los condenó a vivir en la marginalidad durante tantos años.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) definió al término genocidio en la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio en 1946, y como mencionó Carriqueo, el Genocidio Indígena se encuentra reflejado en esta definición: “Se entiende por genocidio cualquiera de los actos mencionados a continuación, cometidos con la intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal: a) Matanza de miembros del grupo; b) Atentado grave contra la integridad física o mental de los miembros del grupo; c) Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial; d) Medidas destinadas a impedir nacimientos en el seno del grupo; e) Traslado forzoso de niños del grupo a otro grupo”.

El Genocidio

Cacique Villamain (buitre de oro) con su familia y mujeres de la tribu en sus tolderías e inmediaciones de Ñorquín. Diciembre de 1882.

Durante la “Conquista del Desierto” y otras campañas a lo largo y ancho del país, vimos cómo los actos previamente mencionados se perpetuaron en manos del Estado.

Los asesinatos fueron muchos y en algunos casos quedaron registros de ellos. Un ejemplo fue el de la “matanza de Pozo del Cuadril” en noviembre de 1878, en donde un grupo de familias se acercaron a Villa Mercedes (San Luis), para cobrar lo que se les debía por un tratado de paz con el gobierno federal, en el que se les ofrecieron recursos a cambio de la reducción de espacios de cacería, pastoreo y siembra de las comunidades. Sin embargo, el encuentro se dio de forma violenta e inesperada, las mujeres y niñeces fueron esclavizades y llevades hasta Tucumán, y los 70 varones restantes fueron fusilados.

Las comunidades no solo tuvieron que sufrir asesinatos a sangre fría, sino que las huidas para evitar ese final eran extremadamente difíciles de soportar por la limitada resistencia de los cuerpos. Al mismo tiempo, las huidas representaron el abandono forzoso de sus territorios y, por lo tanto, de sus identidades, perdiendo así el rastro de sus raíces.

Otro hecho muy recurrente era el de someter a las comunidades a travesías a pie de cientos de kilómetros, para trasladarles de sus tierras a las ciudades para su concentración y distribución a pedido de empresarios para el trabajo en cultivos, obras públicas, obrajes, entre otras.

Recorte del diario La Nación. Octubre 1878.

Los esfuerzos físicos y mentales que sufrían al trabajar como esclaves y al caminar incontables kilómetros sin descanso, no fueron las únicas causas de la muerte de la mayoría de ellos. La “civilización” traía con ella enfermedades que contagiaron a indígenas condenándoles a la muerte. Un caso registrado es el de les indígenas trasladades a la isla Martin García, donde el libro de defunciones de la parroquia indica que en cinco meses fallecieron 234 a causa de la viruela.

El distanciamiento entre miembros de una misma familia y/o comunidad no se daba arbitrariamente. Se buscó impedir la reproducción de las comunidades indígenas para que sus identidades queden en el olvido. “Lo que debemos hacer es llevar gente que establezca el cruzamiento con los indígenas para que se pierda por completo la raza primitiva […] El resultado que nosotros queremos [es] suprimir la gente salvaje de una generación a la otra”, declaró el diputado nacional Manuel Cabral en el 1900.

El secuestro de niñes y bebés se suma a la propuesta del diputado Cabral. Bajo el discurso de salvar a les niñes, estos eran distribuides en familias para ser futuros “criados”, se les borraban sus nombres nativos y se los reemplazaba por uno “cristiano”. Al ocultar su identidad, su restitución fue y es prácticamente imposible.

La lucha indígena en la actualidad

Hoy nos encontramos con un escenario diferente pero que sigue dejando mucho que desear. Si bien se avanzó en materia de derechos en relación a las comunidades indígenas, vemos como los dueños del poder siguen atentando contra sus territorios para utilizarlos bajo su beneficio. Benetton es un claro ejemplo de esa situación, el gran empresario italiano ocupa ilegalmente territorio ancestral de comunidades y nunca se le reclamó nada. De hecho, tiene aprisionado al Lago Escondido y dificulta la supervivencia de comunidades aledañas por los difíciles accesos para conseguir recursos.

También encontramos a personajes políticos guiados por lógicas neoliberales que siguen respondiendo al recorte de la historia oficial y, por ejemplo, asesinan a Rafael Nahuel y Santiago Maldonado por la espalda. Y para acompañar estos hechos, siguen fomentando la imagen del indígena como violento, perpetúan discursos discriminadores que los medios de comunicación venden como moneda corriente.

La deuda del Estado para con las comunidades indígenas está lejos de ser saldada. Sin menospreciar leyes como la 23.302 que busca garantizar los derechos a la tierra, a la educación, a la salud y a la participación de las comunidades, todos los conflictos llevan a la misma situación. Hasta que no se reconozca al genocidio indígena como genocidio y como el primero de Argentina, no es posible una reparación de sus identidades e historias.

“A partir de un reconocimiento del genocidio y de la construcción social de la Argentina, se pueden dar pasos para empezar a reparar y que estos discursos de odio no tengan tanto sostén como lo están teniendo”, finalizó Carriqueo.


Fuentes:
https://www.revistamaiz.com.ar/2019/01/por-que-hablar-de-genocidio-indigena.html
https://www.argentina.gob.ar/justicia/derechofacil/leysimple/indigenas
Comunicado de la Coordinadora del Parlamento del Pueblo Mapuche de Río Negro


Agustina Flores
Agustina Flores

Hija de los vientos patagónicos. Compañera (in)esperada de la militancia para la
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